
El hombre de las mil caras
El hombre de las mil caras es la historia del hombre que engañó a todo un país. Una historia de tramposos e impostores inspirada en hechos reales. Francisco Paesa, uno de los personajes más intrigantes de las últimas décadas, ha sido hombre de negocios, banquero en Suiza, traficante internacional de armas, gigoló, playboy, diplomático, aventurero, estafador y agente secreto: un espía. En 1995 Luis Roldán y su mujer le contratan para ocultar 1.500 millones de pesetas sustraídos de las arcas públicas. Con la ayuda de Jesús Camoes, su inseparable socio, organizará una brillante operación donde la verdad y la mentira tienen límites difusos.

Había mucha expectación por ver la nueva película del sevillano Alberto Rodríguez, en El hombre de las mil caras cambia parcialmente de tercio para mostrarnos con sobrada solvencia uno de los capítulos más oscuro del espionaje patrio, una crónica negra camuflada con finas capas de ironía, y un reflejo al mismo tiempo de una pasada sociedad que hoy en día un cobra un relieve más que preocupante, Alberto Rodríguez despoja el thriller de cualquier tipo de glamour posible como no podía ser de otra manera dadas las coordenadas en que se sustenta, aquí no se trata de encontrar quien de los protagonistas llega a ser más noble sino el discernir cual es el menos malo o sinvergüenza.
Un peldaño por debajo del anterior trabajo de su director El hombre de las mil caras pese a su brioso ritmo adolece de una cierta homogeneidad en lo referente a su narrativa, hay momentos en que ese juego entre realidad y supuesta ficción no acaba de ser del todo consecuente, esa voz en off que pone freno a la tensión también resulta un escollo importante de solventar. No estamos ante un retrato al uso pues al fin y al cabo no llegamos a conocer nunca del todo a Francisco Paesa, nos encontramos más bien ante la representación en forma de thriller de un mal endémico ubicado en la sociedad española en el pasado y presente, un estatus moral muy propio, una en definitiva muy entretenida cinta (repleta de situaciones, información y datos), a nosotros nos corresponderá una vez acabada la película la inevitable reflexión.
Valoración 0/5: 3
Little Men
Verano en Brooklyn. Los padres de Jake acaban de mudarse a la casa de su abuelo. Hace años que la madre de Tony alquila la tienda de abajo. Los dos chicos, Jake y Tony, de trece años, descubren que tienen muchos intereses: el arte, los videojuegos, las chicas. Muy pronto se convierten en aliados, no solo contra los chicos del barrio, sino también contra la disputa por el alquiler que ha surgido entre sus padres. En un intento de detener el inexorable efecto que la discusión tiene en su amistad, se les ocurre una forma de protestar.

Presentada en la sección perlas, Little Men tercer film de la realizadora Ira Sachs es de esos trabajos ubicados dentro del ámbito del cine independiente estadounidense que hay que degustar a largo plazo dado sus muchos y sutiles matices, esa consabida premisa de que menos es más está muy presente en el film, todo bajo una aparente convencionalidad en la propuesta de una trama que llega a converger a través de un conflicto doméstico que deriva en un ceñido estudio sobre modernidad, aquí ubicada en pleno Brooklyn, la inevitable gentrificación urbana en base a unos personajes que habitan en la nueva Norteamérica, la película transita mediante varias dosis de posicionamientos que van exponiendo a sus personajes, pero lejos de juzgar o decantarse por alguno de ellos Ira Sachs lo que hace es presentar unos hechos que derivan en el comportamiento de los dos niños protagonistas para relatarnos con una hábil sutileza lo que representa para ambos y para su entorno más íntimo los sucesos que nos van siendo narrados. Ambos encuentran en esa cotidianidad el elemento unificador que necesitan para seguir dando un sentido a su amistad, y es a partir de esa idea en donde emerge el relato iniciático a la madurez, un lúcido en definitiva retrato de la infancia que suele acontecer en nuestro presente.
Valoración 0/5: 3
Vivir y otras ficciones
Pepe ha salido del psiquiátrico tras cumplir condena por robar para trabajar. Su necesidad de encajar en un mundo sin sentido se convierte en una tarea desesperada. Antonio, escritor tetrapléjico, lucha por el derecho al acceso al propio cuerpo y por la sexualidad de las personas con diversidad funcional, despertando los prejuicios de su entorno más cercano. La amistad entre Antonio y Pepe interpela nuestra mirada sobre la vida y nos invita a reconocernos como anomalía.

Dentro de las proyecciones especiales en la sección oficial se pudo ver Vivir y otras ficciones del barcelonés Jo Sol, al igual que sus anteriores El taxista ful y Fake orgasm estamos ante un trabajo hibrido, de naturaleza casi alternativa dado su casi anecdótico presupuesto realizado en gran parte a través de crowdfunding (355 mecenas), en cierta manera una película casi de guerrillas que transita entre la realidad del día a día y una exposición peculiar de la ficción.
Uno tiene la sensación después de presenciar Vivir y otras ficciones que más que a una causa en concreto el documental nos habla acerca de dos personas, sus mundos, sus limitaciones emocionales y todo lo que lo rodea, expuesto de forma tan equidistante como antagónica, Antonio Centeno, un escritor tetrapléjico que lucha por la sexualidad de las personas con diversidad funcional y Pepe Rovira un enfermo psíquico que acaba de salir del hospital, personaje rescatado del El taxista ful el anterior film de Jo Sol, y que en cierta manera se sitúa como una suerte de elipsis fílmica cuatro años después de dicho trabajo, las connotaciones son interesante pero su resultado termina siendo muy disperso, no hay una cohesión palpable entre ese cine de tono militante presentado a modo de conflicto y la reflexiones que ello corvella a posteriori, tampoco la dispersa ficción documental a la que recurre ayuda ante esa sensación de estar ante algo que vaya más allá de lo más puramente anecdótico.
Valoración 0/5: 2
The Oath
Finnur es un cardiocirujano de éxito y tiene dos hijos. Su vida familiar empieza a complicarse cuando su hija Anna inicia una relación con un traficante de drogas muy manipulador. Como el control del novio sobre Anna y sobre toda la familia es cada vez más estrecho, Finnur se ve obligado a tomar medidas drásticas.

La islandesa The Oath protagonizada, dirigida y coescrita por Baltasar Kormákur fue la apuesta genérica por parte del festival este año en lo referente a su sección oficial a competición, valiente decisión en lo referente a su forma pero no en su fondo, la película transita en un principio dentro de los límites del drama familiar para desembocar en los territorios del thriller nórdico al uso con supuesta cuestión moral de trasfondo, poco a destacar en un trabajo que bascula entre una realización muy plana y una narración demasiado previsible. The Oath habla acerca de la paternidad y las consecuencias que pueden derivar de sus actos, lástima que esta premisa quede algo diluida a favor de una orquestación de lo explícito muy básica a la hora de plasmarlo en imágenes, es ahí en donde Baltasar Kormákur demuestra que es incapaz de salirse de unas coordenadas demasiado convencionales. Una cinta correcta en el tono de su ejecución pero carente completamente de poseer ese plus cinematográfico que se le tendría que exigir a los trabajos que conforman la sección competitiva del festival.
Valoración 0/5: 2
María (y los demás)
Desde que murió su madre cuando ella tenía quince años, María ha cuidado de su padre y de sus hermanos. Responsable y controladora, siempre ha sido el pilar de la familia y se siente orgullosa de ello. Por eso, cuando su padre se enamora repentinamente de su enfermera y anuncia su inminente compromiso, María siente que su vida se desmorona. Con 35 años e incapaz de encontrar una pareja estable, deberá atreverse a cambiar su destino.

En la presente edición podríamos aseverar que el nivel de las películas españolas presentes en el certamen donostiarra ha sido bastante aceptable, no solo en lo referente a su sección oficial sino también en las paralelas, en Nuev@s Director@s se pudo ver la opera prima de Nely Reguera María (y los demás), liviana comedia dramática protagonizada por una excelente Bárbara Lennie que versa sobre los compromisos que uno tiene que asumir de forma obligada llegado a los treinta, planteándonos de forma sutil, elegante y sin estridencias cuestiones acerca de la evolución de índole generacional, María (y los demás) es de esos films que nos ofrece a través de su reflexión existencial y su fino sentido del humor una síntesis narrativa en donde prácticamente todos de algún modo u otro terminamos identificándonos de manera casi obligada.
Nely Reguera tiene la virtud de no recrearse en exceso en el dramatismo de la situación expuesta, en esa presión social de la vida que acompaña de forma continuada a nuestra protagonista, todo lo contrario, sabe dotar al conjunto de una naturalidad fluida que no incide en lo más meramente burdo o cursi, es ese equilibrio y su acertado tratamiento coral lo que otorga al film su verdadera razón de ser, el hablarnos de qué estamos haciendo con nuestra existencia a través de la más pura cotidianidad.
Valoración 0/5: 3’5

























El cor del pi negre 

El sorprendente film francés ‘Grave (Raw)’, ganador del Premio Fipresci en Cannes de este año, y la salvaje ‘Hardcore Henry’, Premio del Público en Toronto, también en Sitges 2016.Entre las producciones presentes en la Sección Oficial también destacan las premières internacionales de las producciones catalanas ‘Mine’ y ‘El ataúd de cristal’. Terrence Malick y Werner Herzog. Dos pesos pesados del cine contemporáneo se añaden a una Sección Oficial del Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, que este año ya ha confirmado a Rob Zombie, con su slasher 31; Nicolas Winding Refn, con el radical thriller The Neon Demon, o Paul Schrader (que recibirá la Máquina del Tiempo) con su film de alto voltaje Dog Eat Dog.





Fede Álvarez ya había mostrado buenas maneras como director al salir bastante airoso en la actualización de la nueva versión de Evil Dead, un trabajo este que ya indicaba un sobrado conocimiento por parte del realizador de los engranajes prototípicos del género y sobre todo como el saber ubicarlos dentro de un nuevo contexto en este caso temporal, en Don’t Breathe pervierte con acierto de alguna manera el concepto home invasión, una vuelta a los roles en donde el cazador, en este caso invasor, queda atrapado por la que en teoría era su supuesta víctima, un notable Stephen Lang, personaje este reforzado con una ceguera como signo de engañosa debilidad, posiblemente se llegue a echar en falta una mayor ambigüedad moral en los personajes, se enfatizar demasiado en el carácter digamos justificable con respecto a la acción de los tres invasores de una manera poco sutil, vemos como Rocky, la chica del grupo, como se ve de alguna forma casi forzada por razones familiares al atraco como casi su única vía de salida, o las dudas morales y carácter sensato de Alex, personajes que sirven en cierta manera de contrapunto al de Money, rol ya con claros signos de estereotipo del macarra delincuente.
Don’t Breathe destaca especialmente por recuperar el tono de producciones que acometían un tipo de horror sólido y consecuente, engranajes muy parecidos a multitud de films rodados en los setenta, películas en donde se utilizaban con acierto el uso del espacio cerrado, casi como única localización en la película a la hora de producir angustia en el espectador, aquí reforzadas en base a un aplicado montaje y una contundente utilización del sonido como ente en continuo estado de amenaza, complementada a si mismo con una aplicadísima banda sonora a cargo de Roque Baños, un trabajo en donde lo referencial esta insertado sin llegar a molestar, entre los muchos guiños que observamos sobresale el ofrecido al Cujo de Lewis Teague, un conjunto de aciertos en definitiva que sin embargo se ven algo lastrados en la narrativa del último tercio del film, curiosamente esa inverosímil vuelta de tuerca en su argumento entorpece en algo el conseguido tono minimalista orquestado hasta ese momento otorgándole una falsa y desmedida grandilocuencia argumental, algo por otra parte bastante visible en el cine de terror de hoy en día.






Viendo The Wailing uno tiene la sensación de revisitar de una manera continuada la extraordinaria Memories of Murder de Bong Joon-ho, de hecho el film de Na Hong-jin no deja de ser una especie de reinterpretación en clave fantástica, ya no solo por esa amalgama genérica y narrativa tan habitual en el cine de esas latitudes (comedia, drama, thriller de investigación, terror, géneros mezclados en ambas películas de una forma eso si cronológica según van desenvolupando sus hechos) sino por su incisiva y en cierta manera ambivalente metáfora sobre los fantasmas que aún a hoy día siguen poblando la Corea del Sur actual, aquí perfectamente radiografiada escénicamente a través de una atmósfera de contornos rurales y profundos claramente opresivos, una película que nos habla de los demonios, los fantasmas y las personas incidiendo en su narrativa en elementos climáticos insistentes como pueden ser la insistente lluvia o la oscuridad como percutores del desasosiego, los protagonistas de ambos films tienen una necesidad casi perentoria de intentar poner un rostro al mal, ya sea el de un asesino en serie o el de un ente de naturaleza sobrenatural, una exposición que cobra una vital importancia y un mérito indiscutible al estar todo ello construido en base a unos mimbres que a priori a un público occidental le pude suponer algún que otro problema en lo referente a su seguimiento.












