Fantasia, web dedicada al cine, críticas y análisis de películas, series de televisión, festivales, noticias, libros, Dvd & Bluray, merchandising y todo lo que rodea al séptimo arte
Tras su premier mundial acontecida en el pasado festival de Sitges (reseña aquí) en donde fue presentada con el título de Keepers acaba de ver la luz un primer tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, de la opera prima del realizador de origen danés Kristoffer Nyholm The Vanishing. En el nada desdeñable curriculum de Nyholm figura el haber sido ayudante de dirección en algunos trabajos del cineasta Lars Von Trier aparte de tener una amplia experiencia dentro del medio catódico participando como director en series tales como The Killing, Endeavour, The Enfield Haunting o Taboo. En The Vanishing asistimos a la representación algo sui géneris de un hecho misterioso acontecido en la isla escocesa de Flannan a principio del siglo XX.
The Vanishing nos cuenta como tres fareros llegan a una isla abandonada. Thomas, James y Donald comienzan sus rutinas, hasta que algo inesperado ocurre: topan con algo extraño, algo que no es exactamente lo que un farero debería vigilar. Las cosas se complicarán cuando avistan un barco que podría tener todas las respuestas, desatando un thriller psicológico basado en la leyenda de la isla de Flannan.
La película con guion de Joe Bone y Celyn Jones está protagonizada por Gerard Butler, Peter Mullan, Ólafur Darri Ólafsson, Gary Lewis, Søren Malling, Ken Drury, Connor Swindells, Emma King y John Taylor.
Luo Hongwu regresa a Kaili, su ciudad natal, de la que huyó hace varios años. Comienza la búsqueda de la mujer que amaba, y a quien nunca ha podido olvidar. Ella dijo que su nombre era Wan Quiwen…
Long Day’s Journey Into Night el nuevo trabajo del realizador de origen chino Bi Gan después de su notable opera prima Kaili Blues fue por lo que respecta a un servidor la mejor película vista este año en el pasado festival de San Sebastián y muy posiblemente en este 2018, al igual que en su primer trabajo tras las cámaras nos encontramos ante un relato que transita básicamente en lo relativo a la ensoñaciones de sus protagonistas y que nos son expuestas a través de diversas capas y líneas narrativas que colindan por momentos con lo estrictamente críptico, de hecho podríamos aseverar que esta su nueva película no deja de ser una versión ampliada y mejorada de su primer trabajo como director, los personajes de Long Day’s Journey Into Night al igual que en Kaili Blues viven en un círculo o bucle temporal en el cual es harto difícil el discernir si nos encontramos en el pasado, presente o futuro, posiblemente una de las grandes diferencias entre ambos films radique en lo referente a lo que es su presupuesto, algo que propicia que en este singular noir de tono poético y romántico que es Long Day’s Journey Into Night asistamos a una imaginería a nivel formal ciertamente deslumbrante.
Dividida en dos partes bien diferenciadas Long day’s journey into night es un perfecto ejemplo de película que sobrepasa los supuestos límites narrativos al uso para interpelar directamente a los sentidos a través de la imagen y la deconstrucción de esta misma, la historia en el caso que nos ocupa por momentos es lo de menos, el relato nos explica algo que parece transitar principalmente a través de un romance del pasado, en la historia vemos a un individuo que vuelve a su ciudad natal en busca del asesino de un compañero suyo pero también, y este parece su principal objetivo, para volver a encontrarse a un amor perdido con el tiempo, en este aspecto el relato va discurriendo a través de un sentimiento de un claro tono melancólico a la vez que misterioso, será en su tramo final expuesto a través de ese desafío formal materializado por ese descomunal y por momentos imposible plano secuencia de 45 minutos de duración y rodado en 3D cuando el relato adquiera unas connotaciones casi fantasmales que por momentos parece incluso remitirnos a un imaginario proveniente del universo de Lewis Carroll, en referencia a ese real o hipotético, poco importa tal cuestión, encuentro con su amada asistimos a una inmaculada representación de lo que podemos entender como una visualización de la esencia de un sueño. Inevitablemente dada sus características siempre habrá quien vea en la película un exceso de exhibicionismo esteticista, pero también cabría preguntarse cuál es el auténtico cometido e intención de Bi Gan al contarnos y sobre todo en cómo hacerlo semejante historia que parece situada a medio camino entre lo poético y lo existencial, podríamos discernir que estamos ante un relato que circunvala el sueño del recuerdo, o dicho de otra manera, en esta extraordinaria Long Day’s Journey Into Night somos testigos de cómo el cine y la memoria forman parte de un mismo conclave, aquel que nos dice que la representación de la memoria, la primera parte del film, y el cine a modo de una sucesión de escenas que nos mienten, segunda parte de la película, forman parte por igual de esta complejísima historia de amor en donde parecen mezclarse por igual la realidad y la ensoñación.
Bi Gan con la excelsa Long day’s journey into night construye una película ciertamente insólita y por ende única, tan onírica como hipnótica, ese tipo de cine hoy tan difícil de ver que absorbe en lo visual pero también a través de su compleja estructura narrativa contada en lo concerniente a una dimensión netamente autoral que deviene como propia y personal, algo que le termina por consagrar como uno, sino el que más, de los autores más virtuosos y fascinantes surgidos del actual panorama cinematográfico proveniente de Asia, quien sabe si dentro de los próximos años estaremos hablando ya de todo un referente como en su momento lo fue Wong Kar-Wai o Tsai Ming-Liang por poner dos ejemplo, hoy en día todo parece indicar que así será.
Esta es la historia de las aventuras que corre, a finales del siglo XVIII, una singular pareja formada por un pequeño huérfano de orígenes misteriosos y su joven enfermera italiana, también de cuna incierta. Su estela nos lleva de Roma a París, de Lisboa a Londres, de Parma a Venecia. En la sombra, por razones ocultas, los acecha continuamente un calabrés de apariencia sospechosa y un cardenal inquietante, mientras nos hacen explorar las oscuras intrigas del Vaticano, las punzadas de una pasión fatal, un espantoso duelo, las habladurías en la corte de Versalles y las convulsiones de la Revolución Francesa.
Mucha expectación había suscitado el nuevo trabajo tras las cámaras de la veterana realizadora de origen chileno Valeria Sarmiento tras su anterior y notable La telenovela errante, Le cahier noir que parte casi a modo de transposición de la novela del escritor portugués Camilo Castelo Branco titulada Livro Negro de Padre Dinis es de esas película que parecen estar ancladas en otra época no de forma caprichosa, y no solo valga la redundancia por estar ubicada en un tiempo pretérito como fueron los años previos a la Revolución francesa, dicha determinación o posicionamiento es algo que no siempre tiene que ser asimilado como algo negativo como parece ser que entendieron de forma algo errónea gran arte de la crítica desplazada al pasado festival de San Sebastián en donde tuvo su premier europea.
Lo primero que habría que aclarar con respecto a este relato de intrigas de palacio que indudablemente y como no podía ser de otra manera bebe del imaginario autoral de Raúl Ruiz que es Le cahier noir es su condición de película que ha de ser contextualizada de una forma medianamente coherente con respecto a su posterior análisis, referirse a ella como un simple film encorsetado de época que indaga de forma laberíntica en el folletín dramático y romántico seria quedarse muy en la superficie, cuando más arriba me refería a estar presenciando un film que parece estar realizado en un ámbito temporal de alguna manera deviene como inusual a día de hoy no era en lo concerniente a estar ante una película desfasada sino ante un relato que intentar evocar una época pretérita no sólo a través un rigor histórico y escénico sino mediante la utilización de unas propias formas a la hora de representarla, esto consiste en aplicar unos códigos muy concretos a lo que es su narrativa, especialmente en los referidos a esa puesta en escena antes mencionada y sus consiguientes referentes históricos en los que se sustenta, es ahí en donde podemos percibir como ese engañoso realismo soterrado está en todo momento acompañada a través de una inteligente ironía que termina siendo escenificada de forma pulcra en referencia a los sentimientos propios de un melodrama de características muy específicas que por momentos parecen remitirnos al cine perpetrado por Eric Rohmer, en el encontramos mimbres de una naturaleza folletinesca bastante reconocible por parte del espectador, secretos del pasado, seducciones varias, uniones y abandonos, venganzas, envenenamientos y evidentemente muertes, con respecto a dicha reinterpretación genérica es en donde convendría pararse a reflexionar si estamos realmente ante un producto de una naturaleza anacrónica o simplemente este se aparta conscientemente de unos cánones narrativos que podríamos denominar como contemporáneos y que supuestamente desvirtuarían lo que es su propia narrativa.
Pese a un subrayado que en ocasiones deviene como muy previsible, sensación acrecentada por una voz en off algo monótona, Le cahier noir termina siendo algo más que un culebrón a la vieja usanza como muchos se atrevieron a calificarla tras su visionado en el pasado festival de San Sebastián, posiblemente una misma parte de público cuyos giros narrativos en su trama les resultaron grotescos sin reparar que lo que están visionando no deja de ser una máxima fidelización de un texto que logra asumir a conciencia su carácter de tono desaforado provisto en todo momento de una delgada línea de ironía que muchos no lograron detectar, dicho comportamiento pone de nuevo de manifiesto que no estaría de más el intentar asimilar convenientemente ya no solo nuevos y revolucionarios conceptos cinematográficos sino también aquellos que como es este nuevo trabajo de la responsable de Linhas de Wellington consiguen sacar el mejor provecho posible de los recursos disponibles a la hora de recrear una ambientación que nos es expuesta a través de una mirada que se atreve a la valiente reinterpretación del melodrama a la antigua usanza en base a sus propios códigos.
En Shoah, y por extensión en toda la filmografía de Claude Lanzmann (1925-2018), confluyen dos matrices creadoras: por un lado, un trabajo radicalmente innovador sobre la expresión cinematográfica, convocada a exponer un acontecimiento —el exterminio nazi de los judíos europeos— que desafía los poderes del audiovisual contemporáneo; por otro, una reflexión implícita sobre el estatuto de la imagen (su problemática relación con lo real que pretende representar; sus efectos potencialmente alienantes sobre el espectador; su paradójica complicidad de presencia y ausencia…) que, indirectamente enunciada a través de las decisiones de puesta en escena, constituye una aportación de primer orden a la tematización de lo icónico. Ambas dimensiones, estética y reflexiva, hacen de esa obra cinematográfica un soberbio ejemplo de cine pensante.
Para ser elucidada, esa dualidad invita a transitar dos caminos.
El primero de ellos explora la presencia en Shoah de la problemática, sobredeterminada, de la producción de imágenes: su fundamento antropológico (vínculo entre iconos y conciencia de la mortalidad); la milenaria disputa entre iconofilia e iconoclasia; el abigarrado panorama de la iconografía contemporánea, donde se dan cita tres vectores fundamentales (innovaciones técnicas; eclosión de las vanguardias; discurso crítico de la filosofía y las ciencias humanas).
En cuanto al segundo, se centra en la especificidad, irreductible, de la poética de Shoah, fruto del encuentro entre dos de las señas de identidad mayores del pasado siglo: la proliferación de prácticas de barbarie a una escala históricamente inédita y la hegemonía del cinematógrafo como principal medio artístico de la creación contemporánea. El análisis ha de dar cuenta de cómo, a partir de una imposibilidad inicial (representar aquello, la Cosa, de lo que de antemano se renuncia a ofrecer imagen alguna: en Shoah, el campo está fuera de campo) y de un doble material (el rostro, hablante o silencioso, del testigo; la presencia muda de los espacios del genocidio, filmados décadas después de su perpetración), el genio de Lanzmann ha sido capaz de crear un monumento fílmico donde lo invisible termina adquiriendo, pese a todo, una presencia espectral. Al servicio de ese objetivo está un dispositivo artístico que, desde la austeridad o ascetismo formales, lleva la representación fílmica a uno de los logros máximos de toda su historia. Y renueva, con inaudita radicalidad, el lenguaje del cine, muy en particular la dialéctica imagen/sonido y el protagonismo del montaje.
El autor
Alberto Sucasas. Profesor de Filosofía en la Universidad de A Coruña, su ciudad natal. Sus publicaciones se centran en la presencia de la tradición judía en el pensamiento contemporáneo (ante todo, Lévinas y Derrida) y el impacto filosófico de la Shoah: El rostro y el texto (2001); Memoria de la Ley (2002); Lévinas: lectura de un palimpsesto (2006); Celebración de la alteridad (2014). En 2014 fue galardonado con el XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de Unamuno por la obra La Shoah en Lévinas: un eco inaudible (2015). También se interesa por la filosofía del límite de Eugenio Trías: La música pensada (2013). Ha traducido libros de pensadores como Paul Ricoeur, Henri Meschonnic, François Jullien, André Neher o Pierre Bouretz. Es miembro, desde su fundación a mediados de los ‘90, del grupo de investigación sobre el judaísmo que ha dirigido el profesor Reyes Mate en el Instituto de Filosofía del CSIC.
Con este ensayo intenta hermanar su dedicación a la filosofía con una acusada cinefilia.
Autor; Alberto Sucasas. Editorial: Shangrila Ediciones, Páginas; 462
Rebajas en un gran almacén inglés en una época indeterminada, Sheila ronda estanterías, sopesa prendas y, de repente, un vestido rojo sangre de seda la hipnotiza. Ya no hay nada que ella quiera salvo ese vestido, nada salvo acariciarlo, tantearlo, adorarlo… Parece que pesa una maldición sobre cada persona que ha poseído esa prenda fetiche.
No deja de ser digno de elogio dado su riesgo para un festival como el de San Sebastián el que apueste por un cine de connotaciones tan autorales y tan comprometido en lo relativo a sus formas en lo concerniente a ser el primer certamen de categoría A en programar en su sección oficial a concurso un film dirigido por el británico Peter Strickland, posiblemente el cineasta más original y creativo surgido en estos últimos años en el panorama cinematográfico europeo, la sofisticada y perversa historia de fantasmas In Fabric, film cuya estética deviene como clave, fue sin lugar a dudas una de las películas más honestas en intenciones y posmodernas en lo relativo a sus formas vistas en la pasada edición del Zinemaldia.
In Fabric de alguna manera supone un regreso a territorios ya explorados por parte de Strickland en su anterior Berberian Sound Studio, como todo el cine perpetrado por un autor cuyo trazo estilístico le confieren una habilidad formal notoria estamos ante un film plagado hasta la extenuación de sensaciones que contienen interesantísimas texturas tanto audiovisuales como sonoras, un sonido que siempre termina por ser tan relevante como lo es la imagen en sí misma, es de esas películas que de alguna manera se respiran, de connotaciones casi hipodérmicas, el film de forma nada caprichosa ambientado antes de la era de internet es tan descompensada narrativamente en su cómputo global como fascinante en referencia a aplicar un estilo concreto que atesora una cantidad ingente de ideas y referentes representado básicamente en conceptos del cine de terror europeo de los años 60 y 70, partiendo de una inequívoca inspiración gótica atisbamos en ella Giallo, humor de tono flemático a modo de comedia negra que transita a través del absurdo con infinidad de retazos derivativos del cine de Jess Franco, Jean Rollin o incluso Jacques Tourneur entre otros muchos, todo ello y mucho más ubicado en un relato en donde lo cotidiano y rutinario se fractura con la aparición de un elemento sobrenatural. Peter Strickland que en ningún momento deja de trabaja sobre una base genérica de estilos sigue a bastante diferencia de sus congéneres en lo referente a un trazo autoral muy concreto, pocos autores en la actualidad, Hélène Cattet & Bruno Forzani, Kiyoshi Kurosawa en ocasiones, saben tocar teclas tan novedosas dentro del actual cine de género, un tipo de películas en definitiva que no necesita de ningún tipo de justificación en lo concerniente a un trazado que puede parecer inescrutable y que parte de la referencia a un cine pretérito que bien asimilado es manipulado hasta convertirlo en algo extremadamente personal, la historia contada (se podría vislumbrar su eje narrativo principal como una velada crítica a la represión sexual y al consumismo a modo de estudio de la vanidad, que en esta ocasión atesora consecuencias funestas, como vía a acceder a una vida mejor) por el autor de la magnífica The Duke of Burgundy es lo de menos, como relato que indaga en la ilógica de todas las realidades posibles lo que realmente importa aquí es el trayecto, por momentos imposibles de evaluar y ordenar de una forma coherente otorgando un nivel que fluctúa en todo momento a través de lo más estrictamente metanarrativo, una sinfonía del desorden que paradójicamente a acaba siendo plenamente consecuente en lo concerniente a lo que son sus intenciones más primarias de exposición.
Como debilidad personal de un servidor en referencia a esta especie de Lost Highway con revestimiento de vestido maldito que es In Fabric, que da la sensación de transitar durante todo su metraje a medio camino entre un delirio de contornos psicodélicos y un tono enigmático en base a una atmosfera que deviene como enrarecida, destacar a la hipnotizante presencia de la actriz de origen rumano Fatma Mohamed, sus cuatro minutos en The Duke of Burgundy ya hacían implosionar desde dentro una película ya de por sí extraordinaria, aquí al igual que en el exquisito segmento The Cobblers’ Lot rodado por el responsable de Katalin Varga para la colectiva The Field Guide to Evil logran que la actriz expanda metraje adquiriendo visibles contornos de musa. In Fabric como paradigma de película que antepone lo sensorial a lo racional termina siendo un perfecto ejemplo de lo que debería ser un ejercicio de máxima libertad creativa, esa clase de films que en base a su indudable riesgo están continuamente sorprendiendo, pocas veces en estos últimos años una película consigue ser tan perturbadora y fascinante a través de sus diferentes capas y estilos cinematográficos, una joya que nos vuelve a confirmar el innegable talento de su creador.
Acaba de ver la luz un primer tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, del último trabajo tras las cámaras del realizador francés Olivier Assayas titulado Non-Fiction (Doubles vies en original). El film tras su paso por los festivales de Toronto, Venecia y recientemente Sevilla es la primera incursión en la comedia por parte de Assayas suponiendo la tercera colaboración del responsable de Personal Shopper con la actriz Juliette Binoche tras sus anteriores L’Heure d’été y Clouds of Sils Maria. La película tiene previsto su estreno comercial en Francia para el próximo mayo de 2019, a España aún sin fecha de salida llegará de la mano BTEAM Pictures.
Non-Fiction nos cuenta como Alain, un exitoso editor parisino, y Léonard, uno de sus autores de toda la vida, les cuesta aceptar por completo el mundo digital actual.. y puede que la crisis de la mediana edad. Cuando se reúnen para debatir sobre el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar una manera elegante de decirle a Léonard que se está quedando atrás, de exponerle sus dudas, mientras que la esposa de Alain, Selena, cree que por fin Léonard ha conseguido realizar su obra maestra.
La película con guion del propio Olivier Assayas está protagonizada por Juliette Binoche, Guillaume Canet, Olivia Ross, Christa Theret, Antoine Reinartz, Pascal Greggory, Violaine Gillibert, Vincent Macaigne y Nora Hamzawi.
Yuli es el apodo de Carlos Acosta. Su padre Pedro le llama así porque le considera el hijo de Ogún, un dios africano, un luchador. Sin embargo, desde pequeño, Yuli siempre ha huido de cualquier tipo de disciplina y educación. Las calles de una Habana empobrecida y abandonada son su aula particular. Su padre en cambio no piensa lo mismo, sabe que su hijo tiene un talento natural para la danza y por eso le obliga a asistir a la Escuela Nacional de Cuba. Pese a sus repetidas escapadas y su indisciplina inicial, Yuli acaba siendo cautivado por el mundo del baile, y así, desde pequeño comenzará a forjar su leyenda, llegando a ser el primer bailarín negro que logrará interpretar algunos de los papeles más famosos del ballet, originariamente escritos para blancos, en compañías como el Houston Ballet o el Royal Ballet de Londres.
Yuli supone la nueva colaboración de Icíar Bollaín con Paul Laverty (guionista recurrente en la filmografía del cineasta británico Ken Loach) tras los buenos resultados cosechados con También la lluvia y El olivo, en este su nuevo trabajo tras las cámaras nos sitúa en el algo en principio pantanoso terreno del biopic cinematográfico, en esta ocasión acerca de las memorias del bailarín de origen cubano Carlos Acosta que nos son retratadas a través de la mirada del propio protagonista a lo que fue su pasado, esta visita guiada por el propio Acosta (interpretado para la ocasión por cuatro distintos actores en las diferentes etapas de su vida) que parte de la novela autobiográfica No Way Home pretende ser ante todo un relato empático con el espectador, quizás de manera demasiado forzada.
En este aparatoso relato de superación que es Yuli en donde se intentan de alguna manera revertir códigos del biopic al uso existe una confrontación bastante evidente y no bien resuelta en lo relativo a ser un relato que en ningún momento llega a ser autónomo por sí mismo, los largos números de ballet en donde estética y sensibilidad son representados de forma impoluta (posiblemente el trazado más emotivo de la historia) actúan y terminan estando supeditados en todo momento a una narración que en ningún momento llega a ser fluida por su evidente dependencia, de alguna manera todo queda entrebancado a través de unos discursos que devienen como muy dispares, en este aspecto el nuevo film de Icíar Bollaín se desarrolla de forma irregular en lo concerniente a ser un trabajo que en ningún momento de la impresión de despegar del suelo quedándose como una muestra más de ese tipo de cine que aunque bien facturado (notable fotografía a cargo de Alex Catalán) y provisto de inequívocas aspiraciones comerciales que poco termina sorprendiendo en lo concerniente a su nivel cinematográfico. Las escenas que vemos en Yuli se reparten sistemáticamente en aquellas en donde presenciamos los números de danza y los intervalos de esa mirada hacia atrás referente al melodrama familiar, evidentemente tanto en un caso como en otro se recurre de forma nada disimulada a la expresividad como principal abanderado de la estética dando como resultado final un tono algo tosco al conjunto, dicho de otra forma estamos ante una película expuesta de forma apasionada en lo referente a unas formas en donde no se oculta prácticamente nada, por otra parte hay un exceso de sobre explicación en ese viaje al pasado por parte del protagonista en donde se indaga en esa supuesta fidelidad del artista a sí mismo, un servidor hubiera deseado algo más de matiz en esas vivencias pretéritas, esa reiteración de ideas en referencia a la soledad del bailarín difusamente hilvanadas que vemos a través de sucesivos flashbacks terminan direccionando al producto hacia un tamiz demasiado derivativo.
Al final de cuentas lo que nos intentan explicar tanto Icíar Bollaín como Carlos Acosta en esta historia de constante lucha aparte de esa exposición de los valores como vehículo del esfuerzo y el sacrificio y los por desgracia escasos momentos de tono sugerente en donde se indaga en la exploración del proceso creativo es en referencia a aquella praxis de que el arte nace en ocasiones con la misión de intentar liberar el dolor de la mente, lástima que todo esto termine estando supeditado tanto a un subrayado muy claro como a una puesta en escena que deviene como poca arriesgada y dotada de una evidente falta de brío en lo concerniente a su desarrollo algo que termina otorgando al conjunto orquestado por Paul Laverty y Icíar Bollaín una descomposición narrativa bastante notoria a modo de película que intenta rehuir de una narración convencional para acabar de alguna manera siéndola.
Con el trasfondo de las enérgicas medidas del gobierno para luchar contra las drogas ilegales, la policía, liderada por los SWAT, el cuerpo de élite, lleva a cabo una operación para arrestar a Abel, un importante distribuidor de metanfetamina, con el sargento Moisés Espino y su confidente Elijah aportando información. Una violenta batalla se desata entre los SWAT y los hombres de Abel en un barrio de chabolas. Abel huye llevándose dinero y metanfetaminas. Los SWAT lo matan, pero antes de que los investigadores irrumpan en el lugar de los hechos, Espino roba el bolso de Abel.
La pasada edición del Festival de San Sebastián fue seguramente la que ofreció en su sección oficial a competición más cine género a lo largo de toda su extensa historia, pese a su inequívoca afiliación de film de festival que denuncia las lacras de su país de origen la notable ALPHA, The Right To Kill (merecido Premio especial del Jurado) del prolífico realizador de origen filipino Brillante Mendoza viene a ser una película que indaga de forma clara e inequívoca en el thriller policial expuesto en esta ocasión a partir de un tono vertiginoso, con claros contornos estilísticos que la emparentan a un mockumentary al uso narrado en tiempo real, como telón de fondo se nos explica desde el mismo interior la guerra contra el narcotráfico emprendida en el país por el presidente Rodrigo Duterte, el relato nos termina explicando de una forma bastante pulcra como la corrupción en determinados ámbitos estatales termina estando generalizada.
ALPHA, The Right To Kill viene a ser un perfecto cierre temático a esa trilogía del mal compuesta por la contundente Kinatay y la reivindicable Sapi, Brillante Mendoza en este sentido siempre ha sido un realizador que nos da una perspectiva desde la propia raíz del conflicto, en esta su nueva película da la impresión que reverencia en bastantes momentos al cine de acción perpetrado por Johnnie To e incluso al de Michael Mann, a estos referentes sin embargo no les une una digamos perfección visual especialmente en lo referente a su contenido y no tanto en lo relativo a unas formas que adoptan por momentos ciertas reminiscencias de lo que podríamos denominar como un cinéma-verité al uso, sensación acrecentada por el continuo manejo de la cámara en mano, de este modo en ALPHA, The Right To Kill vemos como ningún personaje de los que transitan por la acción logran salvarse de la quema moral expuesta con una inusual soltura y un estimable manejo escénico por parte un Brillante Mendoza que pervierte en esta ocasión los convencionalismos clásicos del infiltrado, deviniendo por momentos como una muy estimable suma de conceptos bien ejecutados en ese marco territorial tan opresivo como resultan ser los barrios más decadentes de Manila que aquí son mostrados como auténticas ratoneras laberínticas que actúan a modo de pesadilla territorial irrespirable. Fijándonos bien en lo concerniente a una estructura que coquetea continuamente con los géneros cinematográficos y que da la sensación de estar filmada con un ritmo que parece derivar en la urgencia con los que los protagonistas tienen que subsistir muy a su pesar hay momentos en que el film incluso adopta las reminiscencias de un survival al uso pero siempre desde la más estricta trastienda y bajo una inconfundible perspectiva de denuncia en donde policías corruptos y supervivientes ocasionales intentan subsistir dentro de un microcosmos tan asfixiante como imposibilitado de dar oportunidades ante cualquier vía de salida redentora.
Es ciertamente elogiable como Brillante Mendoza no consigue serenarse con la edad, pese a las ciertas aristas que pueda atesorar su nueva película, especialmente en las referidas a una cierta sensación de falta de sutileza o matices en ese supuesto mensaje, que un autor ya tan prolífico como es el director origen filipino apueste de una manera tan decidida por un cine que da la impresión de sustentarse en todo momento a través de la potencia de sus imágenes es algo que termina resultando tan inusual como digno de aplauso, dicho posicionamiento posibilita una doble vertiente en referencia a su posible asimilación por parte del espectador pues ya no solo se transita en los contornos habituales del film denuncia de rigor con respecto a esa doble moral de la que no se salva prácticamente nadie de los estamentos que suelen transitan en el relato sino que también ALPHA, The Right To Kill termina funcionando a la perfección como thriller de un realismo áspero y sin cortapisas que al mismo tiempo puede ser considerada como una película que alejada de las bases de lo entendido como su dictado principal resulta ciertamente entretenida en lo relativo a su innegable funcionalidad.
Marianne abandona a Abel por Paul, su mejor amigo y padre del hijo que espera. Ocho años después, Paul fallece. Abel y Marianne vuelven a estar juntos, lo que provoca los celos tanto del hijo de Marianne, Joseph, como de la hermana de Paul, Eva, secretamente enamorada de Abel desde su infancia.
Una de las primeras películas a tener en cuenta este año vistas dentro en la sección oficial del pasado Festival de San Sebastián fue el nuevo trabajo tras las cámaras tras su notable Les deux amis del actor, guionista y realizador francés Louis Garrel con L’homme fidèle, film agradable a ratos, algo mecanizado en otros, por momentos un brillante y ameno estudio acerca de los roles de pareja actuales dentro de las relaciones sentimentales expuesto a través de un triángulo amoroso en donde se indaga en como la atracción y posterior compromiso pueden erosionar e incluso desvirtuar cualquier tipo de relación afectiva, casi una indagación de ambivalencias genéricas acerca de cómo el deseo irrefrenable a una persona puede ser en ocasiones mejor y mucho más gratificante que llegar a poseerla .
En esta continua historia de amor, desamor y viceversa que resulta ser L’homme fidèle con guion del indispensable Jean-Claude Carrière somos testigos de cómo el personaje masculino interpretado por el propio Louis Garrel deviene como un individuo inocuo constantemente utilizado en mayor o menor medida por parte de los designios caprichosos de los dos personajes femeninos con los que interactúa, Laetitia Casta y Lily-Rose Depp, de alguna manera dicho personaje se encuentra muy a pesar suyo ante un continuo enfrentamiento ante unos nuevos códigos de comportamiento que desconoce por completo y que no llega a comprender a la perfección en ningún momento de la trama pues siempre da la impresión de ir varios pasos por detrás de lo que son sus amantes ocasionales, en tal aspecto su anegación en lo estrictamente contemporáneo resulta por momentos inteligentemente adyacente a una argumentación en apariencia compleja que es resuelta a partir de una sencilla compresión y desarrollo narrativo, en este sentido L’homme fidèle termina siendo una película muy fiel a unas coordenadas poco misteriosas a la hora de ser intuidas, de alguna manera no deja de ser una hija putativa de ciertos conceptos de la Nouvelle Vague a modo de inspiración, el ser hijo de alguien tan definitorio en tal aspecto como resulta ser Philippe Garrel ha de ser asumido como una herencia que tendría que ser bien conceptuada, cuando un servidor se refiere a la inspiración de dicho movimiento cinematográfico es en lo concerniente más a un recordatorio temático que a una indagación profunda más propiamente dicha, lo que hace Garrel hijo en L’homme fidèle es en parte una ligera evocación de connotaciones amenas, pues a fin de cuentas estamos ante un relato en donde se da más prioridad al humor negro que a un melodrama de naturaleza definitoria, expuesta por momentos incluso con una cierta tendencia a ser superficial, un recordatorio a modo de comedia irónica a una larga tradición de cine francés, en definitiva y salvando ineludibles distancias a una manera concreta de realizar cine por parte de unos autores que sentaron cátedra en referencia a como nos hablaron acerca de lo que ellos entendieron que era la atracción romántica.
Situada a medio camino entre el romanticismo y un supuesto sarcasmo expuesto bajo una inequívoca y nada disimulada condición de película de enredos amorosos cuya falta de pretensiones es muy de agradecer posiblemente una de las mayores virtudes que atesora el film a parte de una acertada ajustada duración de su metraje lo encontremos en ver como en su desarrollo se va jugando de forma no caprichosa con los géneros adyacentes a la acción argumental, comedia, un atisbo de surrealismo que termina derivando en un juguetón y algo tímido coqueteo con el cine negro y ligeros trazos de dramatismo son algunos puntos de ingenio elaborados con cierta espontaneidad e incluso solvencia, todo esto no deja lugar a dudas que estamos principalmente ante un ejercicio de claras connotaciones estilísticas plagado de una buena cantidad de reflexiones en off , esa constantes voces aparte de aligerar y clarificar la narrativa actúan como referentes mostrados casi a modo bressonianos en una acción que termina siendo tan fluida y amena en su desarrollo como poco trascendente una vez finiquitado su visionado.
Sony Pictures acaba de lanzar el tráiler definitivo, que junto a su póster oficial podéis ver a final de página, del drama de tintes biográfico Stan & Ollie, tras las cámaras Jon S. Baird responsable de Cass (2008) y Filth (2013). La película que llegará a España el próximo 8 de marzo de 2019 tiene previsto su estreno comercial en Estados Unidos para el 28 de diciembre con vistas a estar presente en la próxima edición de los Oscar, premios en donde John C. Reilly (que este mismo año ha destacado también en la notable The Sisters Brothers de Jacques Audiard) parece tener bastantes opciones de estar nominado como mejor actor.
Stan & Ollie nos cuenta la historia de Oliver Hardy y Stan Laurel, más conocidos por los hispano parlantes como El Gordo y el Flaco, uno de los dúos cómicos más famosos que ha dado la historia del cine. La película ubicada en los años cincuenta nos sitúa en el descenso de popularidad artística de la pareja de cómicos cuya época dorada en Hollywood había quedado ya atrás dando pie a múltiples dificultades por mantener el camino del éxito en una industria que se tornaba cada vez más dura y compleja, algo que dio lugar a una inestable y problemática relación entre ambos.
La película con guion de Jeff Pope y música a cargo de Clint Mansell está protagonizada por John C. Reilly, Steve Coogan, Bentley Kalu, Nina Arianda, Danny Huston, Shirley Henderson, Rufus Jones, Susy Kane, Stephanie Hyam, Charles Walters, Ella Kenion, Joseph Balderrama, Sophie Wardlow, Michael Haydon, Roger Ringrose, Julie Eagleton, Stewart Alexander y Andy Mihalache.
El film nos cuenta como finales de 1800 una presencia maligna afecta a una joven mujer que acude a la frontera norteamericana para establecerse allí junto a su marido. La paranoia comienza a apropiarse poco a poco de su mente, desatando una espiral de locura y terror de trágicas consecuencias.
El debut en la dirección de Emma Tammi parte de una cierta peculiaridad al unir dos géneros muy antagónicos en un principio y con ejemplos ciertamente escasos como resultan ser el western y el terror, en el caso que nos ocupa de un claro tono psicológico, al igual que algunos trabajos de cineastas como Jennifer Kent, Julia Ducournau o Ana Lily Amirpour entre otras muchas The Wind supone un nuevo ejemplo de relato auspiciado por autoras que podríamos denominar de nuevo cuño, a través de sus trabajos muy posiblemente estemos asistiendo la evolución más significativa e interesante del cine de cine de género en estos últimos años.
The Wind como ligera muestra de film que indaga a través de un cierto empoderamiento de la mujer en el western y como relato de fantasmas interiores en lo referente a una visión plenamente femenina (que el guion corresponda a otra mujer como Teresa Sutherland da algunas pistas al respecto) da la inequívoca impresión de querer dar una vuelta de tuerca más a un género tan rígido de esquemas como es el western, emparentado aquí con el horror-folk , en tal sentido la opera prima de Emma Tammi al igual que el The Witch de Robert Eggers transita en todo momento a través de lo insinuante, sugerido y muy especialmente de los tiempos pausados mediante una cocción narrativa que deviene lenta, de trasfondo a través de una base contemplativa podemos atisbar un ligero trazo clásico en su estructura que evidentemente en algún momento del relato se resquebrajara con la inclusión del elemento fantástico, la soledad como factor de desequilibrio en modo de indagación subyacente de cierto folklore local representado en esta ocasión por un misterioso viento que influye de alguna manera en la débil psique de la protagonista principal (notable Caitlin Gerard), mujer que sufre, como abnegada esposa que se queda sola en casa mientras su marido apenas para en ella, las consecuencias de dicho factor imaginario a modo de elemento inherente a una irrealidad subjetiva que marcaran una historia que por momentos tiene la virtud de redefinir con aplomo conceptos genéricos desde una mirada tan renovada como distanciada en referencia a sus precedentes. The Wind deviene como una ópera prima muy a tener en cuenta, dada su apuesta sin apenas concesiones posiblemente no tenga un beneplácito más generalizado que si han tenido autoras que han transitado por sendas parecidas con anterioridad, algo que no ha de ser óbice para seguir con inusitada atención los futuros trabajos de alguien tan prometedor como da la impresión de ser Emma Tammi
Valoración 0/5: 3’5
Dream Demon
Una joven a punto de casarse comienza a tener aterradores sueños sobre demonios. Cuando se despierta, los demonios son reales y comienzan a cometer crímenes grotescos.
La sección Seven Chances dio la oportunidad de recuperar en pantalla grande un film que mereció de tal rescate y selección como es la británica Dream Demon dirigida por Harley Cokeliss en 1988, una de esas cintas prototípicas de los años ochenta en los video clubs, un servidor recuerda vagamente encontrarla en las estanterías de dichos establecimientos de una forma algo asidua, el problema con respecto a esta película y alguna más venia dado a que por aquel entonces proliferaban una multitud ingente de títulos en VHS en referencia al género de terror por lo que era algo relativamente normal que algunos de ellos sin merecerlo como en el caso que nos ocupa quedaran en un segundo plano en lo concerniente a su difusión, para más inri con respecto a Dream Demon su posterior digitalización con la irrupción del DVD no se llevó a cabo quedando la película en el más absoluto olvido hasta hace bien poco en donde afortunadamente ha podido ser restaurada de forma minuciosa y exhibida en algunos certámenes de género.
Dream Demon en donde vemos a un curiosísimo y endiablado Timothy Spall es un film nada convencional para la época de su realización, relato que versa principalmente sobre el misterio de los sueños expuestos en modo pesadillesco con el trasfondo del trauma como epicentro generador de tal acto, en este aspecto la película podría ser interpretada como una posterior variación british sin muchas concesiones y algo más artística en la forma que está narrada de la fundamental A Nightmare on Elm Street o incluso del Jacob’s Ladder de Adrian Lyne, de esta forma Dream Demon transita de forma casi exclusiva por un oscuro imaginario onírico que repite de forma sistemática un patrón narrativo que incita al espectador a adivinar constantemente si lo que están viendo es real o simplemente es otro producto de la problemática imaginación de las dos chicas protagonistas, algo que deriva a Dream Demon a ser un excelente ensayo genérico acerca de dos mujeres con una profunda tara psicológica que es expresada y desarrollada a través de unas pesadillas que parecen continuamente mezclarse con la realidad, todo un descubrimiento que merece ser rescatado este film de Harley Cokeliss en referencia a esa clase de películas algo atípicas que nos ofrecen variaciones temáticas en lo concerniente a representaciones fílmicas nada convencionales de los estados de sueño.
Valoración 0/5: 3’5
70 binladens
Raquel (Emma Suárez) es una mujer con una complicada situación personal que le lleva a necesitar conseguir con urgencia, en 24 horas, 35.000 euros, conocidos coloquialmente como 70 binladens. Su última esperanza es un préstamo bancario. La irrupción de dos atracadores (Nathalie Poza y Hugo Silva) cuando está a punto de cerrar la transacción complica aún más su situación, pero Raquel sabe que no tiene otra opción que salir de allí con el dinero, al precio que sea.
70 binladens, el nuevo trabajo tras las cámaras del cineasta vizcaíno Koldo Serra supone de alguna manera un modesto pero afortunado receso artístico en referencia a un proyecto tan aparatoso en todos los sentidos como resulto ser su anterior y algo fallida Gernika. Partiendo de una directrices que nos pueden remitir en un primer momento de forma clara al Dog Day Afternoon de Sidney Lumet la nueva película del responsable de la reivindicable Bosque de sombras nos sitúa a través de unos parámetros que indagan en esa clase de thriller español que intenta atesorar una entidad propia en base a una serie de conceptos que pueden ser interpretados como manidos, ahí una referencia muy clara en todo momento al cine quinqui y sus derivaciones patrias que son reconocibles al instante por parte del espectador algo instruido en la materia, en tal sentido esos cánones del género que nos muestra 70 binladens no la hacen una propuesta original en sí misma, la película transita por una senda que no deja de ser una fórmula mil veces vista en el cine negro norteamericano, aunque sí que logra ser efectiva en cómo pese a momentos algo rebuscados, que curiosamente resultan siendo algo previsibles en lo concerniente a un inequívoco filtro de costumbrismo en su narrativa, siendo fiel a una serie de coordenadas en donde atisbamos un reconocible juego entre el gato y el ratón expuesto en un relato en donde el supuesto factor sorpresa circunvala la acción en casi todo su metraje. 70 binladens que intenta ser más realista que efectista en base a un moldeable y solido diseño de producción y un buen aprovechamiento de su reducido espacio escénico termina siendo una película que sin llegar a trascender resulta suficientemente correcta, en ella sin embargo no llegaremos a encontrar algo que salga de un patrón preestablecido en referencia a un catálogo de influencias que le otorga al producto en cuestión una funcionalidad que deviene finalmente como bien asumida dadas sus modestas ambiciones.
Valoración 0/5: 2
Halloween
Jamie Lee Curtis regresa a su icónico personaje Laurie Strode, quien llega a la confrontación final con Michael Myers, la figura enmascarada que la ha perseguido desde que escapó de la matanza que él cometió la noche de Halloween de hace cuatro décadas. Nueva entrega de «Halloween», secuela directa de la original de 1978. John Carpenter (creador de la original) es el productor ejecutivo.
La última película que un servidor tuvo la ocasión de visionar en este Sitges 2018 fue la nueva reactivación de la saga Halloween, para más inri y motivo de satisfacción dicha proyección tuvo lugar en un cine tan emblemático como es el Retiro, posiblemente la sala del certamen en donde más cine fantástico entendido como tal ha sido visto a lo largo de sus 51 años de existencia. Halloween 2018 como secuela directa de tono postraumática parece una película más preocupada por mantener un alto compromiso con el original que de intentar abrir nuevas vías de exploración en referencia a unos esquemas que dan la impresión de estar agotados hace ya bastante tiempo.
No era tarea fácil el dar una continuación que sorprendiera después del imaginario en clave de relectura expuesto por Rob Zombie en sus dos películas realizadas sobre la saga, el Halloween de David Gordon Green se vislumbra con cierta facilidad como una película de productor y no tanto de autor, un film que seguramente tendrá un beneplácito publico bastante considerable en su estreno en cines al beneficiarse de una operación de marketing ciertamente elaborada. El cine de terror siempre ha necesitado tanto de una continua reinvención como de una vuelta cada cierto tiempo a un patrón ya conocido, es un funcionamiento que deviene casi como cíclico y que sigue estando en pleno vigor. Los productores de esta nueva entrega detectaron que esa vía era muy factible y que mejor apuesta que volver la mirada a lo primigenio, a lo original, John Carpenter orquestando la música y dando el beneplácito, Jamie Lee Curtis al frente del reparto y vendiéndonos el producto como la secuela oficial del film de 1978. David Gordon Green en tal aspecto no se complica demasiado en el modo de seguir unas directrices concretas expuestas con tanta contención como con alguna que otra leve variación como parecen dictaminar los cañones, en tal sentido todo está calculado a conciencia a la hora de desarrollar según que vías, el guiño al fan de la saga en modo meta a través de un continuo cambio de roles en relación a sus dos protagonistas principales, atmósfera escaneada y unos asesinatos que son escenificados con cierta originalidad, mimbres que terminan concediendo al film un estatus tan correcto como meramente funcional, con una supuesta vocación de último viaje que en realidad lo será según dictamine su carrera comercial.
Valoración 0/5: 2’5
Palmares
Secció Oficial Fantàstic Sitges 51
Mejor película: CLIMAX, de Gaspar Noé
Premio especial del jurado: LAZZARO FELICE, d’Alice Rohrwacher
Mención especial del jurado: L’HEURE DE LA SORTIE, de Sébastien Marnier
Mejor dirección: Panos Cosmatos, per MANDY
Mejor interpretación femenina (patrocinado por Mistinguett): Andrea Riseborough, per NANCY
Mejor interpretación masculina: Hasan Ma’jun, per PIG
Mejor guion (patrocinado por CaixaBank/ Obra Social ‘la Caixa’): Quentin Dupieux, per AU POSTE!
Mejores efectos especiales (patrocinado por Slate): Atsushi Doi, per INUYASHIKI
Mejor fotografía: Panjar Kumar, per TUMBBAD
Mejor música: Chu Ishikawa, per KILLING
Gran premi del públic (patrocinado por La Vanguardia): UPGRADE (ILIMITADO)
Premio del Público Panorama Fantàstic: MONSTRUM
Premio del Público Sitges Documenta: GOODBYE RINGO
Mejor cortometraje (patrocinado por Fotogramas): POST MORTEM MARY, de Joshua Long
Noves Visions
Mejor película Noves Visions : DESENTERRANDO SAD HILL, de Guillermo de Oliveira
Mejor director: Philip Groning, per MY BROTHER’S NAME IS ROBERT AND HE IS AND IDIOT
Mejor cortometraje Noves Visions Petit Format: DEER BOY, de Katarzyna Gondek
Mención especial: DOMESTIK, d’Adam Sedlák
Mención especial a la mejor actriz: Jessie Buckley, per BEAST
Mención especial: CHERNOBYL, 1986, de Toni Comas
Blood Window
Mejor película: MUERE, MONSTRUO, MUERE, d’Alejandro Fadel
Méliès
Méliès de Plata mejor película: FUGUE, d’Agnieszka Smoczynska
Méliès de Plata al mejor cortometraje: THE DEATH OF DON QUIXOTE, de Miguel Faus
Focus Àsia
TUMBBAD, de Rahi Anil Barve, Anand Gandhi Lee An-kyu
Mención especial: MAY THE DEVIL TAKE YOU, de Timo Tjahjanto
Anima’t
Mejor película m: MIRAI, de Mamoru Hosoda
Mención especial largo de aminación: TITO E OS PÁSSAROS, de Gustavo Steimberg, Gabriel Bitar, André Catoto
Mejor cortometraje: THE WHEEL TURNS, de Sang Joon Kim
Mención especial corto de animación: UNTRAVEL, d’Ana Nedljkovi, Nikola Majdak Jr.
Órbita
Mejor película: AMERICAN ANIMALS, de Bart Layton
Mención especial: FLEUVE NOIR, d’Erick Zonca
Fantàstic Discovery
Mejor película: MAQUIA: WHEN THE PROMISED FLOWER BLOOMS, de Mari Okada
Midnight X-Treme
Mejor película: MAY THE DEVIL TAKE YOU, de Timo Tjahjanto
Premi Brigadoon Paul Naschy
BAGHEAD, d’Alberto Corredor
Jurat de la crítica
Premio de la crítica Josep Lluis Guarner: LAZZARO FELICE, d’Alice Rohrwacher
Premio Citizen Kane a la mejor dirección novel: DOMESTIK, d’Adam Sedlák
Mención especial: UNDER THE SILVER LAKE, de David Robert Mitchel
Slatix Sitges Cocoon
Millor pel·lícula en realitat virtual (patrocinado por Slatix): DEERBROOK, de Grayson Moore, Aidan Shipley, John Riera, Connor Illsley
Premis SGAE Nova Autoria
Mejor dirección: JAURÍA, de Gemma Blasco
Mejor guion: Aleix Abulí, per CIUTAT I SELVA
Mejor música original: Natasha Arizu, per DOT
Jurat Carnet Jove
Mejor película: LAZZARO FELICE, d’Alice Rohrwacher
Es sin duda alguna uno de los grandes directores de la Historia del cine y de él se dice que nunca hizo una película mala. Tocó todos los géneros cinematográficos, dejando obras maestras en cada uno de ellos. Dirigió a muchas de las grandes estrellas de Hollywood sacando de ellas sus mejores interpretaciones. Howard Hawks fue capaz de crear un universo propio en el que el compañerismo y la camaradería se tornaban en valores absolutos y en el que la mujer era tan o más proactiva que el varón. Veinticinco prestigiosos críticos analizan en “El universo de Howard Hawks” todos sus films, sus colaboradores, sus actores, sus obsesiones, sus filias, sus fobias.
Autor; Miguel Marias, Fernando Rodríguez Lafuente, Eduardo Torres-Dulce. Editorial: NOTORIOUS EDICIONES, Páginas; 400
Un profesor de instituto se arroja por la ventana de una clase bajo la mirada aterrorizada de sus estudiantes. A pesar de la tragedia, seis de ellos se mantienen fríos e inexpresivos. Pierre, el sustituto del profesor, se percata del carácter hostil de estos seis alumnos. Ellos parecen estar preparando algún plan tras la escuela, por lo que Pierre se obsesiona con ellos y es absorbido en un juego siniestro.
Una de las sorpresas más agradables, por inesperada, que un servidor pudo disfrutar este año en la sección oficial presente en Sitges recayó en la cinta francesa L’heure de la sortie, un relato que de forma algo inexplicable no tuvo ningún tipo de presencia en el palmarés final del certamen, cinta ciertamente sorprendente a la hora de aplicar de forma admirable una tensión a una narrativa que se niega sistemáticamente en cualquier momento a encasillarse genéricamente.
Evidentemente la primera referencia que nos vendrá a la cabeza visionando el film de Sébastien Marnier corresponderá al Village of the Damned de Wolf Rilla, este solo será un punto de inicio pues la película que nos ocupa va por unos derroteros bastantes distintos, en L’heure de la sortie vemos algo tan complicado a día de hoy como es mantener una tensión, una interrogante, que deriva en una supuesta amenaza psicológica a lo largo de todo el metraje sin llegar a recurrir ni a un solo golpe de efecto, todo ello a través de una atmósfera que es presentada como extraña, lo sutil pero sobre todo lo sugerido actúan en el film a modo de una inquietante visión con respecto a un futuro que deviene como apocalíptico bajo la mirada de solo unos pocos privilegiados, en este sentido L’heure de la sortie no se ampara en ningún tipo de discurso social de índole alarmista, al igual que el Take Shelter de Jeff Nichols con el que guarda más de un punto en común lo amenazante aquí no es tanto el hecho en sí mismo y si la actitud que se adopta ante él por parte de algunos, lo que empieza siendo un relato a modo de perspectiva conspirativa con brechas generacionales de trasfondo se va trasformando en una trama que por momentos parece cuestionar los matices antes expuestos, al igual que el protagonista principal (un ceñido Laurent Lafitte) el espectador deambula con desorientación e inquietud intentando buscar una razón ante un comportamiento que se aparta de lo que entendemos como convencional, en relación a dicha exposición la película transita en todo momento a través del desconcierto sin que dicho adjetivo sea peyorativo, más bien al contrario, algo que otorga a L’heure de la sortie la condición de relato que sabe generar de una forma adecuada, pulcra y nada convencional un tono tan obsesivo como ciertamente fascinante.
Valoración 0/5: 4
Diamantino
Diamantino nos cuenta como una estrella mundial de fútbol pierde su toque especial y acaba su carrera deshonrado. Buscando un nuevo propósito, el icono internacional empieza una odisea delirante donde se enfrenta al neofascismo, la crisis de los refugiados, la modificación genética y la búsqueda de una nueva fuente de genialidad.
El dúo de realizadores portugueses formado por Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt previo paso por el Festival de Cannes dentro de su Semana de la Crítica presentaron en Sitges su desmedida fabula titulada Diamantino, un film expuesto a medio camino entre la parodia provista de denuncia social y un cuento moral de una desmesura kitsch que resulta tan inverosímil como por momento chirriantes.
Si una cosa es innegable en Diamantino es su inteligencia a la hora de establecer una conexión entre el relato y una supuesta figura mediática real del que toma referentes a la hora de desarrollar la historia, de alguna manera esto no deja de ser una excusa, un reclamo publicitario bastante bien estudiado por parte de sus responsables, Diamantino no es una parodia o un estudio ambivalente sobre Cristiano Ronaldo, la película utiliza dicha imagen o referente para divagar sobre cuestiones varias, en este sentido en el trabajo de Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt hay un continuo conflicto en lo concerniente a lo que uno puede entender como su verdadero mensaje. Pese al continuo derroche de imaginación y una narrativa llevada supuestamente al límite Diamantino intenta ser más trascendental de lo que supuestamente puede dar a entender en un principio, en ese discurso que parece tener la apariencia de denuncia social encontramos cuestiones tan candentes en la actualidad como la xenofobia política, la problemática de los refugiados o proyectos de muros fronterizos que separan estados, si uno escarba concienzudamente en su interior también puede atisbar en la lejanía de la historia un estudio en como llegados a un punto se ha de dar un paso atrás hacia un estado más primigenio que este desprovisto de la toxicidad de nuestros días, sin embargo todo resulta demasiado difuso, por momentos incluso absurdo, el humor expuesto se decanta más por lo naif que por lo grotesco exigiendo bastante predisposición por parte del espectador a la hora de asimilar una amalgama que finalmente termina dando la sensación de ser simplemente una curiosa anécdota con muy escasos momentos graciosos, un film que termina dando la impresión de no lograr resistir con aplomo y coherencia su hora y media de metraje.
Valoración 0/5: 2
Wolfman’s Got Nards
Documental que explora el éxito cosechado por la cinta «Una pandilla alucinante» (1987). Su protagonista principal, Andre Gower, realiza entrevistas a miembros del reparto y demuestra el fenómeno y la estela de seguidores que la cinta ha generado después de varias décadas.
Este año todo lo presentado en esa revalorizada sección llamada Seven Chances tuvo un incuestionable interés, el documental Wolfman’s Got Nards dirigido por André Gowerno no fue una excepción a tal respecto, en el asistimos a un homenaje y ligero estudio de una película que con el paso del tiempo ha devenido como clave para entender según que conceptos y engranajes del cine de género realizado en los años ochenta, The Monster Squad conocida en su estreno comercial en España bajo el título de Una pandilla alucinante fue una película que en el momento de ver la luz fracaso estrepitosamente tanto a un nivel crítico como público, ha sido con el paso de los años en donde ha adquirida una merecida fama de película referencial y pieza de culto en según que círculos, en este aspecto y lejos del consabido making-of de un film concreto un documental como Wolfman’s Got Nards no solo indaga en una rememoración sino también en una reivindicación, el film sigue unas directrices bastante reconocibles en lo que es su desarrollo, ejecutadas casi a modo de manual, en este aspecto no encontraremos sorpresas en cómo está narrada, en el documental vemos un ejercicio de un claro tránsito existente entre el homenaje y la empatía hacia unos implicados que han tenido que esperar un largo periodo de tiempo para ver reconocido un trabajo que en su día no lo fue y que con el tiempo ha devenido como influyente, hay una frase por parte de Fred Dekker a tal respeto que resume de forma caso perfecta el sentir del autor hacia su obra, en este caso The Monster Squad, Dekker llega a afirmar que su sentimiento con respecto a ella a día de hoy es como como cuando lanzas un tiro a canasta que no la ves entrar hasta pasado treinta años. Wolfman’s Got Nards es un ejercicio ciertamente estimable en lo concerniente a su vertiente más lúdica, su adscripción resulta inequívoca en tal aspecto, busca y encuentra al fan en base a su afiliación generacional mediante una sentida y sincera emotividad en lo relativo a todo lo que nos cuenta.
Valoración 0/5: 3’5
El ángel
Carlitos es un joven de diecisiete años de edad con fama de estrella de cine, rizos rubios y cara de bebé. Cuando era niño, codiciaba las cosas de otras personas, pero no fue hasta su adolescencia temprana cuando se manifestó su verdadera vocación: ser un ladrón. Cuando conoce a Ramón en su nueva escuela, Carlitos se siente inmediatamente atraído por él y comienza a presumir para llamar su atención. Juntos se embarcarán en un viaje de descubrimientos, amor y crimen. La matanza es solo una ramificación aleatoria de la violencia, que continúa intensificándose hasta que Carlitos finalmente es arrestado. Debido a su apariencia angelical, la prensa llama a Carlitos “El ángel de la muerte”. Llama la atención por su belleza, se convierte en una celebridad de la noche a la mañana. En total, se cree que cometió más de cuarenta robos y once homicidios. Hoy, después de más de cuarenta y cinco años en la cárcel, Carlos Robledo Puch es el preso que más tiempo lleva en prisión en la historia de Argentina.
Después de su presencia en San Sebastián el nuevo trabajo tras las cámaras del realizador argentino Luis Ortega titulado El ángel aterrizo en Sitges para ofrecer un relato que transita a través de la crónica criminal de un personaje real en una historia que bascula en todo momento a medio camino entre el realismo de una sociedad y sus personajes pertenecientes a una época ya pretérita y la mirada personal de un individuo que nos es presentada desde una óptica que huye a conciencia en lo referente a los retratos y los convencionalismos propios del llamado biopic criminal.
El retrato aquí expuesto de ese personaje que responde al nombre de Carlitos (notable interpretación a cargo de Lorenzo Ferro) en esta interesante aunque algo irregular El ángel es ciertamente peculiar en la manera en cómo está contada, el no andar por caminos ya transitados con demasiada frecuencia en referencia a tales temarios es ciertamente elogiable aunque esto no la salve por momentos de ciertos manierismos de dudosa ejecución, hay un rigor histórico evidente en la propuesta aunque también dicha radiografía está trazada por momentos en base a una cierta abstracción que descoloca, a través de todo ello se nos muestra a un ser carente de según qué emociones empáticas algo que evidentemente le deriva a ser un psicópata que al asesinar no siente ningún tipo de remordimiento ante tal acto delictivo, curiosamente en la película dicho comportamiento nos es ofrecido a modo de una parábola sarcástica que neutraliza en todo momento lo dramático del acto en cuestión, en su mirada se detecta un tono con evidentes trazos de ser políticamente incorrecta en su cometido con respecto a una época determinada, en este sentido esta historia criminal fluctúa a través de varias vertientes narrativas a cual más dispar, de alguna manera se aprovecha de una crónica negra real y atroz para derivarla a una especie de acto contestatario, el trazo desinhibido, por momentos incluso surrealista, cuyo virtuosismo cool irreverente la puede equipar a un cierto cine perpetrado por Tarantino queda expuesto por inequívocas texturas visuales de un marcado tono pop que nos vienen a explicar que la libertad y osadía en aquellos tiempos provenían en cierta manera a través de lo delictivo, esto puede derivar a estar en frente de un producto por momentos frívolo en referencia a su dictado narrativo, la moralidad en estos casos suele ser muy subjetiva por parte del espectador, en este sentido Luis Ortega deja bien claro su fascinación por el personaje, posicionamiento a fin de cuentas que deviene como complejo, un riesgo común con correspondiente peaje al intentar ofrecer lo sórdido como algo supuestamente divertido.
Valoración 0/5: 2’5
The Man Who Killed Hitler and then The Bigfoot
En 1987, Calvin Barr es un habitual en el pub del barrio. Allí, se sienta ante su vaso de whisky, sin poder comentar con el camarero que años atrás, durante la Segunda Guerra Mundial, fue el héroe que terminó con Adolf Hitler. Sin embargo, su proeza no es un secreto para todos: un día, el FBI y la policía montada del Canadá llaman a su puerta, porque saben lo que hizo, y de qué es capaz… y quieren que mate al bigfoot.
Lo primero que convendría aclarar en lo concerniente a un film de características tan inusuales en lo relativo a sus formas como resulta ser The Man Who Killed Hitler and then The Bigfoot es que dicho título no hace honor en ningún momento a lo que alguien puede, o imagina, esperar de él, a tal respecto no estamos ante ningún explotation pulp de imposibles mezclas genéricas, lo suyo es más bien un buen trazo de texturas que pretenden mirar a un cierto tipo de cine clásico bajo una mirada que por momentos peca de ser demasiado preciosista en lo concerniente a su contenido. La ópera prima de Robert D. Krzykowski es una película tan curiosa en base a su estructura como algo derivativa y ciertamente dispersa en su resultado final en base a ese estudio que hace de las consecuencias del anonimato del héroe y la reflexión y las motivaciones que hace de ello en referencia al pasado, en este aspecto el relato, que se beneficia de la incuestionable solidez interpretativa a cargo del veterano Sam Elliott, por momentos da la sensación de transitar a través de una suerte de fábula de un inequívoco tono melancólico, un relato que pretende ser sincero en su, a día de hoy, inusual dictado pero que sin embargo y pese a la intención, ciertamente loable, termina derivando en algo que da la impresión de ser algo incoherente, a tal aspecto no ayuda que su narrativa no este expuesta de una forma cronológica. The Man Who Killed Hitler and then The Bigfoot y no solo en referencia a esa algo complicada mezcla de géneros terminan siendo esa clase de películas que descolocan al espectador sin que realmente sea esta su principal intención, un film que sin llegar a aburrir solo logra funcionar de forma muy episódica encontrando graves problemas a la hora de poder conjugar de una forma adecuada las diferentes singularidades que parece atesorar.
II Guerra Mundial. Antes del Día D, un grupo de paracaidistas estadounidenses cae tras las líneas enemigas para realizar una misión crucial. Pero, a medida que se acercan a su objetivo, empiezan a darse cuenta de que algo más que una simple operación militar está sucediendo en esa aldea ocupada por los nazis.
La hibridación genérica existente entre el cine bélico y fantástico no es nueva, varias han sido las propuestas que de una forma algo irregular han ido incidiendo en dicho ensamblaje genérico, curiosamente muchas indagando en lo relativo a una metáfora real incrustada en el relato como por ejemplo The Bunker (2001), Deathwatch (2002) o la notable Ni le ciel, ni la terre de Clément Cogitore (2015), Overlord producción de J.J. Abrams dirigida con aplomo por parte del director australiano Julius Avery se distancia de estas propuestas para ofrecernos un producto plenamente disfrutable que se aparta del trazo supuestamente sesudo antes comentado.
Overlord no deja de ser un comic de guerra (muy fiel a las reglas de dicho género como demuestra la extraordinaria secuencia inicial y la presentación de ciertos arquetipos en algunos personajes) hecha imágenes pero ajustándose a una historia de horror sobrenatural, a tal respecto su premisa no es ni mucho menos original (experimentos del ejército nazi para conseguir crear al supersoldado), en ella hay infinidad de referencias que podemos detectar en el relato, esa idea del Mad Doctor nos remite entre otros muchos tanto al King of the Zombies de Jean Yarbrough y el Revenge of the Zombies de Steve Sekely como al Shock Waves de Ken Wiederhorn y muy especialmente a la franquicia de videojuegos Wolfenstein, en este sentido Overlord como ineludible cine de pura evasión que actualiza derivaciones propias de tono pulp provenientes de los antiguos comics bélicos y el terror de serie B deviene como un producto destinado casi de forma exclusiva a hacer disfrutar al incondicional seguidor del género fantástico, su mayor virtud aparte de dicha intención limitada de prejuicios posiblemente radique en el hecho de cómo tras una premisa en un principio muy dada al descontrol narrativo logre un tono atmosférico milimétricamente calculado y ejecutado con cierta solvencia, el inusual, por lo generoso para este tipo de propuestas, presupuesto ayuda a ello de forma muy evidente convirtiéndola en una película de connotaciones clásicas, detectable en sus inequívocas intenciones aunque de un espíritu algo innovador a la hora de construir una estructura de forma tan inteligente como libre de ataduras genéricas.
Valoración 0/5: 3
Superlópez
Desde su llegada a la Tierra procedente del planeta Chitón, la vida de Juan López no ha sido fácil. Con superpoderes es difícil no destacar. Poder volar, leer la mente, tener supervisión o detener un convoy del metro para que no descarrile… y regresar luego a la oficina, esforzándose en ser un tipo normal, no ha sido nada sencillo para Juan López. O quizás sí, porque Juan no necesita más que su cruasán matinal para ser feliz… Sin embargo, algo está a punto de cambiar. La aparición en la ordenada vida de López de Luisa, un antiguo amor de instituto va a causar estragos. Ya no es momento de pasar inadvertido. A pesar de que con ello pueda llamar la atención del malvado Skorba y de su sibilina hija, Ágata y poner en peligro la supervivencia de su planeta de origen.
Después de muchos años figurando como un proyecto que parecía estar llamado a no realizarse nunca por fin el comic de original de Jan titulado Superlópez ha visto plasmada su versión cinematográfica a cargo Ruiz Caldera en la dirección (Tres bodas de más, Promoción fantasma), Borja Cobeaga y Diego San José encargándose del guion y Dani Rovira al frente del reparto, Sitges acogió la premier mundial de un film cuya mejor virtud posiblemente radique en su atinado cálculo a la hora de equilibrar un producto que a propi devenía como de difícil concepción.
A nadie se le escapa que Superlópez es una película cuyas inequívocas características la hacen muy complicada su aceptación fuera de nuestras fronteras, en ese sentido al menos el film de Ruiz Caldera acepta su inequívoca condición de Superman hispanizado que recurre a la doble sátira de dicho concepto, una parodia dentro de la parodia, una ya presente en el comic, la otra en referencia a lo patrio como concepto de mediocridad nacional, o sea reírnos de nosotros mismos. Posiblemente al film se le eche en cara la ausencia de un tono más agrio en lo relativo a dicha parodia, a tal aspecto es evidente que Superlópez es una película de una clara connotación light provista de una apabullante sencillez narrativa, por momentos incluso de un trazo peligrosamente infantil, con respecto a la exposición que se hace del costumbrismo de sus personajes. Lo que si se percibe como unitario con respecto al comic y la película es el homenaje que se hace en ambos a la gente común que tiene un don especial, en este sentido Superlópez es una adaptación que no va más allá de su propio concepto, ni lo pretende en ningún momento, honesta en intenciones, posiblemente bastante corta en diversos aspectos, y lo más importante, que pese a ser plenamente autoconsciente de sus limitaciones logra ser por momentos divertida.
Valoración 0/5: 2’5
Keepers
Tres fareros llegan a una isla abandonada. Thomas, James y Donald comienzan sus rutinas, hasta que algo inesperado ocurre: topan con algo extraño, algo que no es exactamente lo que un farero debería vigilar. Las cosas se complicarán cuando avistan un barco que podría tener todas las respuestas, desatando un thriller psicológico basado en la leyenda de la isla de Flannan.
Sitges 2018 acogió la premiere mundial de Keepers, la cinta tenía el interés de ser la opera prima del realizador danés Kristoffer Nyholm, en su nada desdeñable haber figuraba el ser ayudante de dirección en algunos trabajos del cineasta Lars Von Trier y tener una amplia experiencia en el medio catódico participando en series tales como The Killing, Endeavour, The Enfield Haunting o Taboo. En Keepers asistimos a la representación algo sui géneris de un hecho misterioso acontecido en la isla de Flannan, en Escocia, a principio del siglo XX.
Viendo este a ratos interesante pero algo fallido thriller psicológico a un servidor le vino a la cabeza de forma bastante recurrente la notable Session 9 de Brad Anderson (el mejor título de su realizador hasta la fecha), con ella comparte además de la presencia del actor escoces Peter Mullan un espacio escénico que devendrá como clave en la caída en la locura a los protagonistas que por un motivo u otro se ven encerrados en un espacio que se trasforma para ellos en un infierno, sin embargo las diferencias en forma y tono entre ambos films son bastante grandes, en la película de Anderson aquel manicomio abandonado devenía como clave y efectivo a la hora de representar el desequilibrio o ruptura psíquica de sus actuales moradores, en Keepers dicho espacio terrenal no deja de ser un actor secundario más utilizado de forma poco provechosa, un lugar abierto en forma de paisaje isleño con el mar alrededor que no termina estando bien representado como un habitáculo claustrofóbico a modo de aislamiento, el problema del debut tras las cámaras de Kristoffer Nyholm radica en el guion a cargo de Joe Bone y Celyn Jones, este transita por una ausencia total de misterio en lo referente a su ejecución narrativa, en este aspecto la raíz o motivo del desequilibrio es presentado como demasiado terrenal e incluso previsible o lo que es más grave, poco sostenible en referencia a su credibilidad, si volvemos a hacer una comparativa podemos fijarnos en otro relato en donde se fabulaba acerca de un hecho real acontecido hace también mucho tiempo, en la miniserie The Terror también se nos explicaban unas desapariciones nunca resueltas, la exposición de esta como relato de índole fantástico sí que lograba cumplir con creces las expectativas y posibilidades que pudiera generar las hipótesis de la historia. Keepers sin embargo no consigue sacarle partido a ese componente mágico cercano que podemos atisbar en la isla Flannan, en su desarrollo hay una ligera intención de derivarla al drama de elementos shakespearianos, también se detecta un intento por reflejar una masculinidad que parece ir a la deriva por la falta de la figura femenina en la acción, ligeros apuntes que no logran salvar esta historia de tres personajes aislados en donde el enigma como concepto de desequilibrio mental brilla por su total ausencia.
Valoración 0/5: 2’5
A Bluebird in My Heart
Danny cumple su arresto domiciliario en el hotel que regenta Laurence, que empatiza con las dificultades de los expresidiarios porque su marido está precisamente en prisión. Clara, la hermosa e inocente hija adolescente de Laurence, se fijará en Danny, y este, poco a poco, irá cayendo de nuevo en las redes de una vida criminal de la que se disponía a escapar.
Dentro de la sección orbita se pudo ver el debut en la dirección del novelista y guionista francés Jeremie Guez con A Bluebird in My Heart, adaptación a la gran pantalla del libro de Dannie M. Martin The Dishwasher. En A Bluebird in My Heart (título que está tomado de un poema de Charles Bukowski) asistimos a un drama con un ligero tono de noir expuesto a través de un perspectiva por parte de Jeremie Guez muy contemplativa, esta visión sin embargo se percibe como muy poco original en el modo en que esta desarrollada, A Bluebird in My Heart, cuya trama se podría sintetizar como la historia de un hombre duro por fuera pero demasiado blando por dentro, por mucha recreación visual que atesore la misma es de esas películas en donde el espectador un poco avispado ira siempre por delante que la propia narrativa del film, en este sentido la sensación de déjà vu es constante en una historia en donde lo irracional, brutal y agudo termina transmutándose en un tono que la deriva a reflexiva y algo suave en lo relativo a sus formas. Posiblemente lo más destacado que encontremos en la película provenga a parte de ese escenario de periferia poblado de azules y grises tan triste como melancólico, también de la relación e interactuación de dos personajes tan antagónicos como resultan ser el curtido ex presidario y la joven adolecente, curiosamente dicha relación deviene por momentos más intrigante que la propia trama delictiva del relato, escenas en donde vemos a Danny ayuda a limpiar en la ducha a la joven recién violada o cuando ambos personajes esperan los resultados de una prueba de VIH exponen un vínculo que a través de la gravedad de un hecho terminan confluyendo, dicha relación ha de terminar por empatizar al respetable como casi la única virtud a destacar en una película tan correcta como predecible en lo referente a sus postulados.
Valoración 0/5: 2
Nightmare Cinema
Una noche aciaga, cinco desconocidos se adentran en el Rialto, un cine decadente regentado por el Proyeccionista, siniestro personaje con las facciones de Mickey Rourke. Sentados en su patio de butacas, se enfrentarán a sus miedos más profundos, plasmados en distintas historias de terror signadas por algunos de los más destacados autores del cine de género.
Las película episódicas parecen ser una modalidad de un subgénero que se resisten a desaparecer, rara es la edición de Sitges en donde no se presenten alguna propuesta que incidan con mayor o menor fortuna en dicha temática, este año dicha representación vino de la mano de la colectiva The Field Guide to Evil, la británica Ghost Stories y la película que nos ocupa, Nightmare Cinema, tras ella un viejo conocido en esto del fantástico de las últimas tres décadas, el estadounidense Mick Garris.
Ni que decir tiene como es norma obligada en este tipo de films que estamos ante un producto que termina siendo irregular, posiblemente más que de costumbre, lo que llama más la atención de esta al fin y al cabo anecdótica película es su inequívoca condición de demodé o película que parece estar fuera de un espacio temporal concreto, en este sentido no deja de ser curioso como las películas de antologías son las que de una manera más visible han dado a entender el fin de una etapa o manera de concebir el adiós a un determinado tipo de cine, The Monster Club de Roy Ward Baker por ejemplo no dejaba de ser un film seminal con respecto a las producciones Amicus, más recientemente la saga V/H/S también venía a ser un canto del cisne con respecto al saturado subgénero del found footage. Nightmare Cinema también parte de la evocación de un cine ya casi extinto, a través de ella y sus muy evidentes imperfecciones recordamos ese cine sin prejuicios en donde no se ponía cortapisas al horror ni se mesuraba el tono de comedia en ellas, era un cine que también tuvo su representación en las películas y series que partían de las antologías como Creepshow (1982), Cat’s Eyes (1985), Body Bags (1993) o Tales from the Crypt (1989) por poner solo unos ejemplos, Nightmare Cinema nace del empeño de Mick Garris por el intento de rememoración, dicho autor siempre ha sido mejor productor (posiblemente la serie Master of Horror fuera su cima artística) que director, a este aspecto no deja de ser algo sintomático que en la interesante nómina de directores presentes en el film, Joe Dante (Mirare), David Slade (This way to Egress), Ryûhei Kitamura (Mashit) y Alejandro Brugués (The thing in the Woods) sea el episodio del propio Mick Garris (Dead) el menos afortunado. Nightmare Cinema como autentica e irregular montaña rusa narrativa tiene al menos el beneplácito de ser leída y digerida dada su condición ya de ejercicio de índole nostálgico con cierto beneplácito por parte del fiel seguidor del género, un homenaje tan disfrutable como olvidable con una ocasional gracia a la hora de exponer unos conceptos y resortes del género de terror algo difícil de visualizar hoy en día.
Valoración 0/5: 2
Maniac
Un asesino se mueve por las calles de Nueva York. Mata a mujeres brutalmente, se lleva sus cabelleras y las expone en maniquís en su asqueroso apartamento. Es su único contacto con el mundo fuera hasta que conoce a una guapa fotógrafa. Pero… ¿puede un maníaco formar simple amistad?
Este año Sitges estuvo algo huérfana en lo concerniente a la proyección de clásicos en pantalla grande, por fortuna hubo alguna que otra sesión que solvento dicha precariedad, algo que siempre es digno de elogio dada la intención, en este sentido al auténtico aficionado con cierto fundamento, aquel que huye del evento y de esa instantaneidad que parece presidir los certámenes de genero de hoy en día pudo disfrutar la proyección en un espacio como el Auditorio de una copia restaurada en 4K a partir del negativo en 16mm original del Maniac de William Lusting, poco importo que se proyectara a las 4 de la madrugada, la experiencia y la oportunidad casi única de tal visionado mereció de sobras dicho esfuerzo.
Hoy en día un film de las características de Maniac no sería entendible sin la presencia de alguien tan carismático como Joe Spinell al frente de ella, a tal aspecto el film con un presupuesto de unos escuetos 350.000 dólares de la época y rodada a modo de cine de guerrilla por falta de permisos deviene como todo un hito de la exploitation y un gran testimonio gráfico a la hora de retratar la Nueva York underground de últimos de los setenta y principios de los ochenta, un relato que amparándose en el subgénero del psycho killer a través de un incómodo slasher esta contado desde el punto de vista del criminal, a tal sentido posiblemente William Lusting nunca llega a ponerse a la altura de dicha mirada, eso sí, la acción está centralizada en todo momento a través de los pasos del asesino, en este sentido Maniac y ese look enfermizo del que hace gala ha de considerarse como un film si bien no original si muy percutor al invertir por medio de una doble trasgresión fílmica una mecánica narrativa que quiere argumentar un relato de un psycho killer contado desde dentro, esta codificación queda plasmada perfectamente en esa notable secuencia de persecución desarrollada en el metro. Por otra parte la sordidez desquiciada del relato carente de cualquier tipo de sutilidad esta omnipresente en todo momento especialmente en la exposición de la psicología malsana del criminal en referencia a ese oscuro fetichismo como motor del desequilibrio mental. Maniac aparte de conservar una indudable ferocidad extremadamente realista en base a numerosos toques de violencia desmedida tiene la virtud de no seguir siendo a día de hoy un slasher al uso, lo suyo es más bien una radiografía que por momentos juguetea con lo experimental de un desequilibrio, la sucia atmósfera con que es retratada dicha psique otorga una sensación de inestabilidad no solo en lo concerniente a la ruptura mental expuesta al asesino sino también a la desazón que sigue produciendo el visionado en el espectador 40 años después de su realización, todo un logro se mire como se mire.
Convertido en uno de los cortometrajes más exitosos de los últimos tiempos, superando los 100 premios nacionales e internacionales, incluidos el Goya y el Forqué, además de aspirar a los Oscars 2019 en la categoría de Mejor Cortometraje de Ficción, Madre, de Rodrigo Sorogoyen, tendrá su continuación en forma de largometraje.
Escrito por el propio Rodrigo Sorogoyen junto a su habitual coguionista, Isabel Peña, este salto al largo, cuya secuencia inicial será de hecho el cortometraje original, tendrá también a Marta Nieto como actriz protagonista de un reparto al que se unen Àlex Brendemühl y Jules Porier, entre otros. El rodaje, que arrancó hace 6 semanas en localizaciones de Las Landas (Francia) finaliza este sábado en Madrid. Un rodaje que ha convivido con el estreno en salas de El reino, el último trabajo del director antes de abordar este nuevo proyecto que supondrá su quinta película y la tercera en solo tres años.
En Madre vemos como Elena perdió a su hijo Iván, de seis años, en una playa de Francia. Ahora Elena vive en esa playa y está empezando a salir de ese oscuro túnel donde ha permanecido anclada todo este tiempo.
La película que tiene previsto su estreno en cines para el otoño de 2019 está producida por Malvalanda, Caballo Films, Acardia Motion Pictures, Amalur Pictures, Noodles (Francia) y Le Pacte (Francia), con el apoyo de RTVE, Movistar+ y Canal+ Francia.
Cuando hace una entrega, Jongsu (Yoo), un joven mensajero, se encuentra por casualidad con Haemi (Jun), una chica que vivía en su vecindario. La joven le pide que cuide a su gato durante un viaje a África. A su regreso, Haemi le presenta a Ben (Yeun), un joven misterioso y con dinero que conoció allí. Un día, Ben revela a Jongsu un pasatiempo muy extraño…
En un Sitges 2018 en donde la calidad media del cine asiático dejo bastante que desear con respecto a anteriores ediciones autores de una trayectoria ampliamente reconocida como Shinya Tsukamoto o Lee Chang-dong salvaron los muebles de alguna manera con propuestas que se situaron entre lo mejor visto este año en Sitges, Lee Chang-dong nunca ha sido un realizador afín al género fantástico, lo suyo ha sido más bien un cine de contención moral provisto de infinidad de capas a la hora de desgranar lo mucho que aporta, en Burning de hecho su adscripción genérica esta algo cogida con pinzas en la medida de justificar su presencia en un festival especializado, de alguna manera poco importa tal digresión cuando se trata de obras tan fascinantes como resulta ser este Burning.
Aquel popular dicho de que algo con apariencia de menos termina siendo más le viene como anillo al dedo al cine de Lee Chang-dong en referencia a un tipo de cine provisto de infinidad de capas y dobles lecturas ambiguas que se cuece a fuego lento y que hay que dejar un buen tiempo en barbecho, lo mejor de esta adaptación de un relato corto (penas 70 páginas) de Haruki Murakami (Quemar graneros) que es Burning posiblemente no se encuentre en sus diálogos sino más bien en la ausencia de estos, a tal respecto en una historia que podríamos clarificar como un denso drama acerca de la insatisfacción de un conclave generacional concreto con texturas de thriller en lo concerniente a su parte final es tan importante lo que oculta como lo que da la impresión de contar, tesis igualmente aplicable a su desarrollo escénico en lo referente a lo que hay tanto fuera del plano como dentro, Burning como prodigio de concreción y expresividad en torno a esa reflexión alrededor de la naturaleza humana termina siendo una película de una sencillez apasionante a la vez que provista de un montón de capas de significados, en este aspecto el responsable de Secret Sunshine nos ofrece un apasionante trayecto moral y psicológico a una enfermiza dinámica de clases que puede ser interpretada por algunos como una desgarradora denuncia anticapitalista expuesta a modo de apabullante thriller existencial, todo ello al servicio de un cine plagado de audacias, ideas e infinidad de talento.
Valoración 0/5: 4
Morto Não Fala
Stênio trabaja en el turno de noche de la morgue de una ciudad grande y violenta. Durante sus horas difíciles, nunca está solo, ya que está dotado de la capacidad paranormal de hablar con los muertos. Sin embargo, cuando las confidencias que escucha desde el otro lado revelan los secretos de su propia vida, Stênio desata una maldición que atrae el peligro y la muerte demasiado cerca de él y de su familia.
El cine de género proveniente de Latinoamérica deviene a día de hoy casi como algo en cierta manera imprescindible en los certámenes especializados, su presencia en estos últimos años se ha visto incrementada de una forma bastante significativa, si en un principio esta nueva corriente se amparaba de forma algo escueta en un tipo de cine de autor concreto en la actualidad se ha diversificado en lo relativo a otras vertientes dando un trazo más amplio y de alguna manera más populista en lo referente a su oferta, la brasileña Morto Não Fala en cierta forma se sitúa a medio camino entre ambas corriente antes mencionadas.
La ópera prima de Dennison Ramalho previa participación en la colectiva The ABCs of Death 2 con el segmento J is for Jesus tiene un inicio cuanto menos interesante, al igual que el After.Life de Agnieszka Wojtowicz-Vosloo tenemos a un personaje que posee la habilidad de comunicarse con los muertos, para más inri este trabaja en una morgue, a tal aspecto las posibilidades del relato devienen casi como infinitas en lo concerniente a establecer un supuesto paralelismo o confluencia entre la fantasmagoria del propio relato y un escenario social que se presenta como caótico y desesperanzador como es el en São Paulo de periferia que se nos muestra, lástima que se indague tan poco en ese figurado terror social y se opte por una opción bastante más fácil y directa, bien es cierto que la cotidianidad del personaje da ciertas texturas de oscuridad a un relato que termina siendo tosco en su ejecución, ese atrayente planteamiento inicial termina mutando en una historia de posesiones vengativas algo banal, sensación esta acrecentada por la excesiva duración del film. Este terror tan directo como falto de sutilezas que podría clasificarse como terrenal y algo manido en referencia a supuestos y variados sobresaltos sonoros finalmente configura casi todo el armazón de Morto Não Fala, film que hace de lo convencional su principal funcionalidad a la hora de intentar generar supuestos aspavientos a un público poco exigente.
Valoración 0/5: 2
Muere, monstruo, muere
En una zona un tanto alejada de la Cordillera de los Andes, encuentran el cuerpo cercenado de una mujer. Cruz, un oficial de la policía rural, se hace cargo de la investigación. David, esposo de Francisca quien a su vez es la amante de Cruz, se convierte rápidamente en el principal sospechoso. Cuando lo internan a David en un hospital psiquiátrico, culpa de lo sucedido a un monstruo que se le aparece repentina e inexplicablemente.
Hablando más arriba de la brasileña Morto Não Fala y su adscripción a un especifico tipo de cine proveniente de Latinoamérica que intentaba apartarse de un tono alegórico muy visible en algunas películas de dicho continente, Muere, monstruo, muere del argentino Alejandro Fadel transita precisamente a través de esa metáfora fantástica antes mencionada, un film que nos remite en lo referente a su exploración y afiliación genérica a una película tan fundamental como resulta ser La región salvaje de Amat Escalante.
En Muere, monstruo, muere hay un poco de todo, en ella asistimos a una desmesura narrativa por momentos contradictoria que puede parecer tan desconcertante como ciertamente hipnótica en lo referente a sus postulados, podríamos aseverar que el film del responsable de Los salvajes versa sobre una idea que no deja de ser un simple punto de partida que deriva hacia algo más, en la película las victimas del asesino que bien puede ser humano o no son todas mujeres, en este sentido y a diferencia de La región salvaje el trazo de denuncia por las evidentes connotaciones existentes con la realidad apenas son aquí percibidas, Alejandro Fadel que se siente más cómodo generando suspense a través de lo atmosférico y no en lo narrativo utiliza un desarrollo en su trama bastante derivativo que da la impresión de beber de fuentes tan inequívocas a primera vista como el cine de Lynch, Jodorowsky y bastantes más referente icónicos del fantástico, a través de ellos intentar involucrar al espectador en un imaginario plagado de locura, miedo y evidentemente de desconcierto en base a la creación de un microclima de tendencia ominosa que hacen complicado el dilucidar que es lo real y que es lo sobrenatural, a través de estas derivaciones intuimos que la violencia de género que visionamos en la historia a modo de cruentos asesinatos está representada como un mal generalizado, un poco a la manera del Cruising de William Friedkin por poner un ejemplo, de esta manera ese ente monstruoso solo es materializado visualmente en la conclusión del relato y de manera bastante alegórica. Muere, monstruo, muere sin embargo da la impresión de quedarse a medio camino sin que tal termino llegue a ser peyorativo, posiblemente demasiada criptica para el amante mainstream del género y algo extrema y abrupta para el militante al cine de autor que juguetea con el fantástico, con todo y por lo que respecta a un servidor este es el cine de género proveniente de Latinoamérica que merece ser descubierto, un tipo de cine que al igual que el Tenemos la carne de Emiliano Rocha Minter desafía continuamente al espectador en relación a una ambición y un riesgo autoral ciertamente admirable.
Valoración 0/5: 3’5
Await Further Instructions
Es 25 de diciembre cuando la familia Milgram se despierta con su casa rodeada de una viscosa sustancia negra. Aunque están convencidos de que ha sucedido alguna catástrofe, no están seguros de cuál puede ser la causa: ¿un ataque terrorista? ¿una guerra nuclear? ¿tal vez algún tipo de incidente industrial? La televisión sólo muestra un rótulo que aconseja a los ciudadanos no abandonar su casa, algo que desconcierta aún más a la familia. A medida que pasan las horas la información se actualiza con mensajes cada vez más aterradores, lo que aumenta la paranoia y acaba por desencadenar una auténtica carnicería.
Dentro de la sección Panorama se pudo ver la segunda película como director del británico Johnny Kevorkian tras su correcta pero algo inocua The Disappeared, en este su nuevo trabajo tras las cámaras titulado Await Further Instructions cambia de tercio para ofrecernos un producto de un vasto en apariencia contenido metafórico, en cierta manera el film no deja de ser un remedo festivo de cualquier episodio que se precie de la serie Black Mirror, en el detectamos una acida y muy evidente critica a la alienación popular con el televisor como dispositivo disuasorio representado en una población que se planta frente a la pantalla de dicho artilugio esperando la información necesaria para actuar en conciencia a las directrices recibidas, la premisa pues no deja de ser ciertamente estimulante no así su desarrollo. En este sentido Await Further Instructions es un producto carente de cualquier tipo de sutileza con respecto al mensaje que pretende hacer llegar, como película minimalista que nos quiere hacer partícipes de una situación angustiosa también resulta fallida a todas luces por su falta de credibilidad, tanto en personajes como en según qué situaciones, a tal respecto para que la alegoría tenga un cierto sentido en lo concerniente como está expuesta a de haber una narrativa que tienda a ser creíble, esto lo podemos ver por ejemplo en el Cube de Vincenzo Natali o en cualquier episodio de la fundamental Twilight Zone, la extrema caricaturización de personajes que podemos apreciar en Await Further Instructions anulan de alguna manera dicho propósito por contra es en su tramo final es donde de alguna manera liberada ya de sus ataduras corrosivas encuentra su verdadera razón de ser, esta no es otra que la de presentarse como un producto tan humilde como disfrutable en lo concerniente a su ya inequívoca adscripción genérica.
Valoración 0/5: 2’5
Lazzaro Felice
Lazzaro, un joven campesino de excepcional bondad, vive en La Inviolata, una aldea que ha permanecido alejada del mundo y es controlada por la marquesa Alfonsina de Luna. Allí, la vida de los campesinos no ha cambiado nunca; son explotados, y ellos, a su vez, abusan de la bondad de Lazzaro. Un verano, se hace amigo de Tancredi, el hijo de la Marquesa. Entre ellos surge una amistad tan preciosa que hará viajar a Lazzaro a través del tiempo y le llevará a conocer el mundo moderno.
La nueva película de la realizadora Alice Rohrwacher venía precedida tras su paso por el festival de Cannes de ser una de las obras más importantes de este 2018, Lazzaro Felice constituye una película tan fascinante como atemporal en el sentido de estar ante un relato que se sustenta en un tiempo y en un imaginario que no parecen pertenecer al que solemos transitar hoy en día a través de la latente posmodernidad que suele presidir una pantalla de cine, Lazzaro Felice es la quintaesencia del relato fabulario, aquel que nos es presentado a modo de cuento de hadas, una película que deviene valga la redundancia como un pequeño milagro cinematográfico.
Visionando esta apasionante fantasía provista de bastante lirismo acerca de la dignidad de los castigados y que parece estar ambientada en el siglo XIX que es Lazzaro Felice un servidor tuvo durante todo momento en la cabeza la extrañeza y la interrogante de porque a día de hoy no existe ningún autor español que intente reverenciar o sustentar su discurso a través de un cine pretérito de una geografía propia, un ejercicio en definitiva de memoria fílmica que huye de la nostalgia, el cine de la responsable de la espléndida Le meraviglie no trata de la trasformación y apropiación de unas referencias concretas, más bien las moldea y le da una continuidad muy identificable, en Lazzaro Felice hay mucho de Federico Fellini, Olmi, Pasolini y claro del Milagro en Milán de Vittorio De Sica, en este sentido el film bascula en todo momento entre un rígido realismo y una libre fantasía de tono neorrealista a través de un discurso en apariencia complejo en lo social y poético en donde se exploran cuestiones variables como el dialogo alterno entre el campo y la ciudad o la pureza frente al fin del mundo, un film de tono político que cuestiona la realidad para hacer valer un discurso que hace hincapié en una corrupción moral pasada y presente que queda siempre contrarrestada por medio de la nobleza humana. Lazzaro feliz, obra mayor donde las haya, termina convirtiéndose en esos relatos en donde la belleza como concepto inabarcable se adueña por completo de una historia a modo de cuento bíblico que denuncia el hoy consagrando definitivamente a Alice Rohrwacher como uno de los mayores talentos surgido del cine italiano en las últimas décadas.
Valoración 0/5: 4’5
Tous les Dieux du ciel
Simon trabaja en una fábrica y vive recluido en una granja con Estelle, su hermana discapacitada. A pesar de sus remordimientos y de la violencia que le rodea, Simon aún tiene la esperanza de liberar a Estelle del peso del mundo. Pero, ¿y si la salvación viniera de “ellos”?
En un principio era una de las supuestas tapadas de este Sitges 2018, la francesa Tous les Dieux du ciel es una película que transita en todo momento a través de relaciones enfermizas, a tal respecto podríamos afirmar que el film de Quarxx bebe en parte del denominado Nuevo Extremismo Francés aunque ni mucho menos de una forma explícita en lo relativo a sus formas sino más bien en lo concerniente a una atmosfera que deviene como muy poco salubre estando expuesta en lo más estrictamente emocional, en este contexto de un claro tono autoral Tous les Dieux du ciel nos habla por encima de todo de traumas del pasado que adquieren una condición de infernal Status Quo en la actualidad.
Posiblemente dado su extremo hermetismo formal de esta adaptación del mediometraje anterior de su director titulado Un ciel bleu presque parfait era una película que se adecuaba más a estar presente en una sección como es Noves Visions, aunque claro clarificar selecciones en un festival de las características de Sitges de una forma consecuente no es tarea fácil, sea como fuere esta interesante Tous les Dieux du ciel y su indudable riesgo formal estuvo presente en el certamen, un film que intenta sustentar su tesis en un supuesto lirismo a través de un relato que transita en todo momento por una relación de tintes tan obsesivos como enfermizos, una radiografía sobre el peso de la culpa existente entre dos hermanos que en algún momento se vuelve retroactiva, en este sentido la algo inusual película de Quarxx se vislumbra como una pequeña rareza, una pieza de horror autoral arty que por momentos es multigenérica pues en ella también hay lugar para ligeros trazos de comedia , drama e incluso ciencia ficción de tono metafísico, esta amalgama se presenta como peculiar aunque algo irregular en lo referente a su desarrollo, un cine de texturas tan inusuales como imperfectas en su plasmación fílmica, posiblemente existe en la película un cierto hermetismo que nos haga pensar en un momento u otro que Tous les Dieux du ciel no atesora tantos misterios como nos quiere hacen entrever, con todo y pese a sus evidentes aristas el film de Quarxx deviene como una rara avis a descubrir, por momentos estimulante, cuya principal virtud radica en el hecho de transitar por sendas muy poco convencionales del fantástico, intención esta que pese a sus imperfecciones siempre es de agradecer.
Dos policías, uno veterano (Gibson) y el otro, más joven y volátil (Vaughn), se encuentran suspendidos cuando un vídeo de sus duras tácticas se convierte en la noticia del día en los medios de comunicación.
Si hay un autor contemporáneo que se toma su tiempo, y no solo en referencia a la duración de sus películas, a la hora de una evolucionar y depurar un estilo cinematográfico concreto ese es sin lugar a dudas el norteamericano S. Craig Zahler, pese a realizar sendos trabajos tras las cámaras en los dos últimos años este parece tener bastante claro hacia dónde dirigir su mirada y en cómo hacerlo, pero lo más importante es que parece no tener ninguna prisa en llegar a un hipotético destino, Dragged Across Concrete como en sus anteriores dos films es un inequívoco ejercicio de género en base a esos relatos que se cuecen a fuego lento, un trabajo que deja meridianamente claro por si alguien lo dudaba una identidad autoral que deviene hoy en día como intransferible.
A tal respecto S. Craig Zahler con esta nueva muestra de esa hibridación entre lo autoral y la serie B nos deja bien claro que lo suyo es el referente expuesto siempre como primera opción, aquí más depurado en lo formal que sus anteriores Bone Tomahawk y Brawl in Cell Block 99, algo que de alguna manera era solo cuestión de tiempo el que adecuara y puliera formas a su narrativa, uno viendo este drama criminal de duros policías de códigos morales rígidos aunque no en lo relativo al proceder de sus formas que es Dragged Across Concrete tiene la sensación de estar ante la película que de alguna manera nunca se atrevió a rodar Quentin Tarantino, en este sentido el film, con evidentes reminiscencias a la buddy movie de manual, muestra en ocasiones una especie de supuesta deuda referencial al recurrir de forma algo forzada a una cierta verborrea Tarantiniana en lo concerniente a sus diálogos. S. Craig Zahler en Dragged Across Concrete nos cuenta una historia de dos policías corruptos pero íntegros, esto no deja de ser toda una declaración de intereses por parte del realizador estadounidense en lo referente a como desde el concepto de un cine pretérito que mira sin aspavientos al thriller policíaco de los años 70 logra reconstruirlo en base a su habitual suspensión de tiempos, en este sentido Dragged Across Concrete sigue teniendo alguna que otra arista por pulir, como película en donde está claro que el guionista siempre se sitúa por delante del directos hay subtramas argumentales que sobran y que impiden centrarse en el núcleo principal, poca cosa en definitiva para un tipo de cine de personalidad muy marcada que en los tiempos que corren ha de ser valorado en su justa y siempre muy agradecida medida.
Valoración 0/5: 4
Tumbbad
India, siglo XIX. En las afueras de Tumbbad vive Vinayak, hijo bastardo del jefe del pueblo, obsesionado con un tesoro ancestral. Sospecha que el secreto del tesoro lo conoce su bisabuela, una bruja maldita que lleva siglos dormida. Cuando se acerca a ella se topa con el guardián del tesoro, un malvado dios caído. Lo que empieza con unas pocas monedas de oro se convierte en un ansia que dura décadas. La avaricia de Vinayak sigue creciendo hasta que desata el mayor secreto de todos, que es incluso más valioso que el propio tesoro.
Si hace bien poco hablábamos de lo inusual y complicado que puede resultar hoy en día que una película te pueda llegar a sorprender en todos sus niveles en lo concerniente a su visionado en festivales de cine con referencia a la modesta pero efectiva The Head, la cinta India Tumbbad podría considerase por lo que respecta a un servidor como la auténtica sorpresa a un nivel positivo vista este año en Sitges, una película que alejada conscientemente de los cánones habituales del cine proveniente de esas latitudes mezcla de forma tan notable como lúdica el terror folklórico y la fábula moral, todo un descubrimiento.
Lo bueno de esta curiosa película que ya venía precedida de buenas críticas tras su pase en la Semana de la Crítica de la pasada Mostra de Venecia es que pese a no indagar en ningún momento en los cánones que fundamentan el cine manufacturado de Bollywood está en ningún momento renuncia a su estructura de cine popular, pilar básico en dicho cine, en este sentido el poderoso debut tras las cámaras del dúo formado por Rahil Barve y Adesh Prasad no se ampara en lo estrictamente autoral a la hora de explicarnos y definir su particular estatus a través de un relato de claras consonancias fabularías que transita por un pervertido cine de aventuras en apariencia familiar, solo en una primera instancia pues más adelante somos testigos como este bajo la apariencia de un exótico cuento sobrenatural que conforme avanza narrativamente a través de sus tres actos se va bifurcando a la hora de abordar cuestiones tales como el rigor histórico/político de una determinada época o el posicionamiento totalmente subordinado de la mujer en el universo que nos presenta una historia que da la impresión de darse de bruces en todo momento en lo concerniente al conflicto existente entre la tradición y el modernismo, aunque posiblemente lo que orbite en todo momento por esta fascinante Tumbbad es su indagación moral acerca de cómo la avaricia y la falta de principios no trae nada bueno, para más inri el despliegue de efectos visuales orquestados para la ocasión aparte de estar perfectamente cohesionado a la historia no le hace ascos a ninguna producción media alta proveniente del actual Hollywood. Tumbbad termina siendo un gran y muy gratificante espectáculo a modo de terrorífico cuento de tono mitológico con trasfondo de moraleja, un film que ojala pueda trascender más allá del visionado en el circuito de festivales, la película bien lo vale.
Valoración 0/5: 4
Fugue
Alicja no sabe cómo ha perdido la memoria. En dos años, consigue construir una vida nueva e independiente de casa. No quiere recordar el pasado. Pero, cuando su familia la encuentra, es forzada a encajar en los roles de madre, hija y mujer, rodeada de lo que parecen completos desconocidos.
Tras su paso por la Semana de la Crítica del pasado festival de Cannes había mucha curiosidad por comprobar que iba de dar de sí el nuevo trabajo tras las cámaras de la realizadora de origen polaco Agnieszka Smoczynska tras ese notable relato extravagante e inclasificable de iniciación sexual en forma de musical de terror que es The Lure, en Fugue asistimos a un cambio de registro bastante significativo y por momentos algo abrupto con referencia a su anterior película básicamente en lo concerniente a sus formas, en el asistimos a un drama acerca de la identidad, o más bien a la ausencia de esta, en este sentido nos encontramos ante un film áspero y por momentos rocoso en su narrativa, en cierta manera en las antípodas de lo que se nos mostraba en The Lure. La fuga disociativa al que hace referencia el título actúa en la protagonista a modo de continua extrañeza en lo referente a volver a adoptar un rol que con anterioridad por lo visto ya había desempeñado, esa antigua vida se intuye a través de las pocas pistan que nos dan de ella como poco halagüeña, o al menos desde el punto de vista del nuevo rol asumido por el personaje, es esa la sensación que percibimos al igual que la protagonista principal, una meritoria Gabriela Muskala. Película de una tesis en principio simple pero no exenta de riesgos formales en referencia al estudio de supuestas psicologías oscuras, Fugue que solo recurre al fantástico a través de escuetas ensoñaciones da la impresión de ampararse en todo momento a través de la alegoría o la metáfora en lo concerniente a un supuesto estado mental de muchas mujeres en la Polonia de hoy en día, para ello Agnieszka Smoczynska plantea Fugue casi a modo de una película de terror especialmente a través de una atmosfera que es mostrada como opresiva y asfixiante, el destino final siempre se prevé como el de la autorrealización pero si hay una tendencia que circunvala en todo momento esta película de características un tanto herméticas en sus formas es el de un continuo incómodo, un incómodo derivado de la extrañeza a veces mostrado de forma acertada en su definición estrictamente dramática, no tanto en lo referente a lo confuso que puede parecer por momentos su narrativa.
Valoración 0/5: 2’5
Blue Velvet Revisited
En 1985, Peter Braatz era un joven fotógrafo y estudiante de cine alemán que logró autorización para documentar en super 8 el rodaje de una pequeña película independiente llamada Terciopelo azul. Tres décadas después, el director ha recuperado todo ese material, confeccionando con él una suerte de making of, entre el ensayo fílmico y la ensoñación, navegando los entresijos de la obra maestra de David Lynch.
Una de las sorpresas más agradables vividas este año en Sitges fue el cambio de rumbo con respecto a los últimos años en la orientación de la sección Seven Chances, recordemos que esta no deja de ser un apartado algo independiente del festival al estar gestionada en lo referente a su programación por la Associació Catalana de Crítics y Escriptors Cinematogràfics, Seven Chances como sección vio la luz en el año 1993, en ella siete películas eran escogidas por siete críticos, esta deberían tener la particularidad de no estar sujeta a un próximo estreno comercial (eran otros tiempos) y no tener una antigüedad de producción de más de dos años con respecto a la fecha de exhibición en el festival, ni que decir tiene que con el paso del tiempo la sección al igual que otras muchas del certamen ha ido derivando en una especie de cajón de sastre en donde era difícil el percibir la auténtica naturaleza de su creación, esta no era otra que la de descubrir, reivindicar o dar una oportunidad de visionado a algo que hasta ahora por un motivo u otro había permanecido oculto.
En esta edición ese espíritu se recuperó de alguna manera con una selección que pese a su diversidad temática aposto por dar oportunidad a visionados que fuera del ámbito festivalero devienen como ciertamente complicados, Blue Velvet Revisited viene a cumplir dicho tratado casi a la perfección, realizado en 2016 el film del alemán Peter Braatz no puede considerarse como un documental al uso, tampoco un mero making of acerca de un rodaje, es algo que en teoría se aparta de dichos cánones, el film transita a su manera a través de una rememoración provista de un abundante material visual y sonoro deviniendo como una aproximación a la creación de un determinado universo de cual el propio Peter Braatz tuvo el honor de participar, Blue Velvet Revisited, en donde la falta de testimonios y análisis es sustituido por una especie de evocación imaginaria tiene el añadido de parecer estar transitando en todo momento a través de una suerte de ensoñación de un tono muy lynchiano que parece hecha a medida a la hora de mostrarnos esa fascinante construcción cinematográfica que es Blue Velvet .
Valoración 0/5: 3’5
Lords of Chaos
Lords of Chaos cuenta la rocambolesca historia de Mayhem tras la muerte de “Dead”, uno de sus miembros; fue entonces que la relación entre el bajista Varg Vikernes y su líder Euronymous derivó en la quema de algunas iglesias y en un auténtico baño de sangre.
La nueva película del realizador sueco Jonas Åkerlund venía con la etiqueta de ser posiblemente una de las películas shock de este festival de Sitges, el material del que parte daba para ello, la oscura historia del grupo de black metal noruego Mayhem contada a modo de crónica negra basada en hechos reales, Lords of Chaos que nos traslada a la Noruega de los años 80 más que transitar a través de un biopic musical al uso deviene como uno más centrado en lo personal y en unos actos concretos aunque todos ellos desarrollados de una forma algo irregular.
Lords of Chaos de alguna manera es consecuente con lo que cuenta solo a medias, otra cuestión seria discernir si este es el camino apropiado a la hora de relatar unos hechos, en este sentido el film del responsable de Rammstein: Paris da cierta sensación de quedarse en tierra de nadie, por un lado tenemos el trazo más interesante en apariencia, al menos para un servidor, el que está relacionado con ese supuesto estudio de la alienación de mentes débiles expuestas a un ambiente digamos toxico, en este aspecto como retrato psicológico a modo de crónica social da la impresión por momentos de ser demasiado difusa en contenidos, en ningún momento de la película hay una visión neutra de los acontecimientos que va narrando uno de sus protagonistas al más puro estilo Sunset Boulevard, un desarrollo que termina dando la sensación de estar demasiado enclaustrada dentro de sus propios personajes, en este sentido Lords of Chaos como híbrido de biopic y horror real genera algunas dudas con respecto a su supuesta veracidad, o la de su supuesta interpretación como tal, tener el estribillo de basado en hechos reales no es tarea fácil en la medida de desarrollar una narrativa que resulte veraz y coherente, que el film ubicado en la Noruega de los 80 este hablado en su práctica totalidad en ingles tampoco ayuda a ello, por el contrario como hábil relato que transita a través un ácido sentido del humor en referencia a la crudeza de su violencia tiene una razón de ser muy a tener en cuenta, lástima que la perspectiva sociológica sobre chicos que quieren rebelarse sin saber muy bien de qué y por qué quede expuesta de forma muy esquemática.
Antonio Decoud es un hombre de familia conservador que se ve obligado por el destino a enfrentar una situación inesperada que lo sacude hasta el núcleo, revolviendo su vida y sus prioridades, empujándolo a olvidar sus creencias y su forma de entender la vida y seguir el instinto más básico: el instinto animal.
Desgranar a estas alturas si una película reúne las condiciones genéricas suficientes como para justificar su presencia en un festival especializado de las características del actual Sitges es ciertamente una tarea algo complicada, sea como fuere si en él se le da la bienvenida de forma sistemática a autores como Lars Von Trier, Gaspar Noé o Michael Haneke el argentino Armando Bo con su nuevo trabajo tras las cámaras no tendría que tener ningún problema al respecto, en Animal nos relata una historia no extraordinaria en lo referente a sus fundamentos pero si algo extrema o al límite en lo concerniente a sus postulados.
El nuevo trabajo del guionista Biutiful y Birdman y realizador de la notable El último Elvis es de esas películas que en todo momento de su metraje van planteándonos una serie de interrogantes, posiblemente solo moralizantes en su conclusión, casi a modo de ensayo acerca de la condición humana y social llegado a un determinado punto de fricción del que es difícil retroceder, en este aspecto Animal, film de una solvencia visual a destacar que en ocasiones coquetea de forma algo tímida con el thriller, nos ofrece un amplio y detallado catálogo de miserias y vilezas con algún que otro punto de humor negro en su haber en lo concerniente a indagar en los instintos más bajos del ser humano, no solo en lo concerniente a ese protagonista principal interpretado con solvencia por parte de Guillermo Francella sino también el referido a su entorno, el familiar, el requerido por la urgencia, en donde atisbamos una encarnizada lucha de clases y el social, con una nada disimulada critica al sistema sanitario argentino que podría actualmente explayarse perfectamente al de otros países, en este sentido la síntesis argumental planteada en Animal puede parecer algo sencilla y simple, no tanto en referencia a las resonancias que expande, exponer a un hombre común a una situación límite y como ese supuesto sacrificio que está dispuesto a realizar llega a estar justificado o no, a partir de aquí entra el juego existencial de egoísmos varios que deriva en una continua imprevisibilidad por parte de los protagonista de una historia que aparte de oscura termina pareciendo desagradable sin recurrir a lo explicito, posiblemente a su final le falte algo de credibilidad en referencia a su planteamiento algo que termina de empañar de forma algo leve un film que en todo momento transita con buen tacto a través de la supuesta ambigüedad lanzada por sus propias interrogantes.
Valoración 0/5: 2’5
The House That Jack Built
Estados Unidos, década de 1970. Seguimos al brillante Jack durante un período de 12 años, descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie. La historia se vive desde el punto de vista de Jack, quien considera que cada uno de sus asesinatos es una obra de arte en sí misma.
Soy de los que opinan algo que a algunos les puede parecer tan obvio como aquello de que Lars Von Trier en cierta manera pertenece a otra galaxia autoral en lo concerniente a diferenciarlo de sus congéneres, es por eso que una obra de las características de The House That Jack Built resulta complicado de poder interpretar convenientemente dada su por momentos inalcanzable creatividad no solo en referencia a compararlo con cualquier otro realizador contemporáneo sino al análisis correspondiente de la propia critica en la medida de ser una obra de difícil acceso y desgrane a la hora de poder ser abordada y diseccionada con las plenas garantías que se merece.
Dicha inaccesibilidad queda acrecentada con la sensación de que poco más de treinta líneas a la hora de hablar de ella devienen claramente como insuficientes, evidentemente y dada la innegable importancia que un servidor le otorga al film volvemos a ella de una forma mucho más detenida con motivo de su estreno comercial. El autorretrato deformado y ciertamente terrorífico que nos ofrece The House That Jack Built ha sido calificada por algunos, no sin parte de razón, como la capilla Sixtina del cine de los serial killer, dicho calificativo no pretende otorgarle ningún galardón como la mejor película realizada en dicha temática, más bien viene dada en referencia a su innegable densidad y matización a la hora de meditar a través de ella acerca de una feroz autocrítica sobre la moral humana, algo que extrapola la condición de mero retrato de una mente desvirtuada en favor de un estudio acerca del sentido de la creación a través del propio arte. Un servidor que ha seguido de pies puntillas la carrera del director de origen danés sin atisbos de fanatismos ni fobias infundadas nunca ha entendido que una provocación artística tenga que ser algo que algunos se empeñan en catalogar como criticable, en este sentido The House That Jack Built como brillante y sádico catálogo de horrores va la limite a la hora de exponer un discurso en donde se nos expone la creación de obras de arte como un ente autodestructivo que a ojos del resto de los mortales pueden parecer atrocidades, uno tiene la sensación de que a Lars Von Trier le ha salido un relato más serio y en parte trascendental de lo que él hubiera pretendido en un inicio, ese supuesto y poco reconocible humor negro queda en parte dilapidado en base a una cierta socarronería de lo supuestamente explícito en referencia a la recreación de forma algo sistemática de la violencia infligida a las víctimas. Al igual que el Maniac de William Lustig (en el que nos detendremos próximamente tras su excelso pase en esta misma edición en una versión restaurada en 4K) o el Henry: Portrait of a Serial Killer de John McNaughton estamos ante una película contada desde la propia problemática, narrada desde dentro, o sea desde la mirada del asesino, pero a diferencia de estas ese ejercicio de metacine en referencia a cierta angustia existencia que es The House That Jack Built hace de dicho discurso como algo propio, consistente y evidentemente narcisista, de hecho este no deja de ser una confesión dialogada tanto en primera persona como con la ayuda de esa voz de la conciencia presentada bajos los rasgos de Bruno Ganz y expuesta a modo de descenso a un infierno que en su parte final nos remite de forma meridiana clara a La divina comedia de Dante, deviniendo como una muestra más, y ya van unas cuantas, de la innegable pericia autoral de unos de los indiscutibles genios cinematográficos que nos ha dado el cine en estas ultima décadas.
Valoración 0/5: 4’5
I Think We’re Alone Now
I Think We’re Alone Now nos cuenta la historia de Del, el supuestamente último hombre en la faz de la Tierra, un hecho del que se siente afortunado pues ya era un ser bastante solitario antes de no tener más compañía en el planeta. No obstante su soñada utopía existencial se verá interrumpida de golpe con la llegada de Grace, una adolescente en apariencia entusiasta cuya historia y motivos son toda una incógnita.
El cine post-apocalíptico centralizo este año su presencia en Sitges a través de la cinta independiente I Think We’re Alone Now, su director Reed Morano que con anterioridad había indagado en el thriller con la fallida Meadowland nos plantea en esta ocasión una mirada del subgénero en donde parece predominar una visión de la soledad a modo de bien liberador, tan estimable en lo referente a sus intenciones como algo deslucida en lo concerniente a una supuesta falta de sutileza expuesta de forma poco convincente.
En I Think We’re Alone Now poco importa el origen de la debacle, lo que prima aquí son las motivaciones de los protagonista ante esta nueva situación, como han de lidiar ante ella, todo expuesto a través de claro tono minimalista e incluso filosófico, en este sentido el film de Reed Morano es un relato en donde da la impresión que se prioriza más las texturas visuales, sonoras y por ende atmosféricas que el desarrollo narrativo de unos personajes que parecen no estar a la altura del entramado técnico orquestado para la ocasión, no deja de ser un contrasentido que el guion escrito por Mike Makowsky no termine de estar consensuado a una premisa que en su inicio da la sensación de estar planteada de una forma inteligente, esta no deja de ser un tratado acerca de la sociabilidad como ente toxico que una sociedad venidera que parece haber adoptado de una pretérita, al igual que un Robinson Crusoe ubicado en un futuro distópico en donde la soledad autoimpuesta como medida del sufrimiento interno parece ser la única solución viable a la hora de apartarse de imposturas sociedades recién creadas. I Think We’re Alone Now juega su principal baza a través de la exploración psicológica de sus personajes, quizás mostrada de forma algo abrupta en referencia a la falta de sutileza antes mencionada, en este sentido su resolución final deviene como algo torpe al no manejar los tiempos narrativos de una forma algo más adecuada, ese clímax final de alguna manera traiciona la esencia que hasta ese momento habíamos atisbado, unas reflexiones las planteadas que aunque poco profundas en su desarrollo al menos intentaban el ofrecer una visión algo alternativa y no al uso de lo apocalíptico en el cine.
Valoración 0/5: 3
Journal 64
La historia arranca con un descubrimiento: tras una pared falsa, se hallan tres cadáveres momificados alrededor de una mesa, y junto a un asiento libre. El detective Carl Mørck y su asistente Assad seguirán las pistas hasta una institución donde tenían lugar experimentos médicos. Allí, intentarán descubrir quién debía ocupar el cuarto asiento, en este nuevo caso del Departamento Q.
Hubo un tiempo en que Christoffer Boe parecía estar predestinado en ser una de las voces autorales más interesantes surgidas del cine nórdico de estos últimos años, películas como Reconstruction, Allegro o Offscreen daban lugar a pensar en ello, sin embargo con el paso del tiempo Boe parece haber querido desprenderse de forma voluntaria o no de esa etiqueta que daba la impresión de que muchos le habían otorgado antes de tiempo, en este aspecto un trabajo tan entretenido como funcional como resulta ser Journal 64 no deja de ser un ejercicio de auto reafirmación genérica por parte de un realizador que da la impresión de querer zafarse de corsés autoimpuestos con anterioridad. Journal 64 pertenece a ese subgénero propio de adaptaciones al cine de populares novelas policiacas nórdicas, en este caso la cuarta entrega de la saga denominada como Los casos del Departamento Q del novelista Jussi Adler-Olsen. He de reconocer que me cuesta bastante el desgranar con algo de ecuanimidad un producto de semejante características, en este se percibe una cartografía casi de manual y de piloto automático en referencia a su desarrollo, un film de agradable visionado pero totalmente intrascendente a la hora de ir algo más allá de sus propios postulados, en este sentido su función de thriller rutinario resulta efectivo, se agradece en su trama alguna que otra derivación hacia lo macabro, ese inequívoco gusto por la morbidez en los asesinatos que son investigados no dejan de ser un activo en esta clase de películas, lástima que en todo lo demás no se atisbe nada nuevo en el horizonte, personajes excesivamente estereotípicos, indagaciones históricas que quedan muy en la superficie o cierta pretensión de querer ser más de lo que en realidad es son solo algunos de los males endémicos de un tipo de cine tan detectable y resultón en referencia a su consumo como extremadamente liso en lo concerniente a todo lo demás que precisamente no es poco.
Valoración 0/5: 2
Un couteau dans le coeur
Paris, verano de 1979. Anne, una productora de películas porno gay baratas, es una mujer violenta, víctima del alcohol y de sus propios demonios. Cuando Loïs, su editora y pareja, la abandona tras años de relación, Anne queda destrozada. Desesperada y decidida a reconquistarla, hace una película mucho más ambiciosa. Pero un asesino misterioso enmascarado merodea en su entorno y esto alterará su vida.
El francés Yann Gonzalez parece otro de esos autores predestinado en un futuro a estar presente en Sitges a cada nueva edición, tras su provocadora e inclasificable Les rencontres d’après minuit volvía al certamen con una película de connotaciones aún más genérica como es esta Un couteau dans le coeur, film revisionista en modo autoral a través de una mirada a un giallo de tintes fantasmagóricos ubicado en el universo del porno gay.
A su manera Un couteau dans le coeur toma como punto de partida tanto el Cruising de William Friedkin como cierto cine perpetrado en su día por DePalma o Jess Franco, esta solo es una referencia de inicio pues el tono por el que transita Yann Gonzalez llega a ser tan personal como peculiar, hay quienes lo consideren que en ella exista una estética grotesca y estridente que dificulta en algo una asimilación genérica algo más en uso, al igual que otros autores lo de Yann Gonzalez consiste en apropiarse de conceptos varios y filtrarlos a través de en este caso una inusual mirada, como película de características retro con un trabajo de escenografía ciertamente potente Un couteau dans le coeur ambientada en el verano de 1979 parte de una inequívoca estética setentera en donde el exceso estilístico asoma a cada nueva secuencia de su metraje, plagada con colores saturados meticulosamente iluminados el film coquetea con derivaciones propias del giallo, slasher y el porno a través de una mirada desprejuiciada y en ocasiones chillona y casi de contornos camp, en este aspecto hay quien podría asegurar que estamos ante la película que Pedro Almodóvar no se atrevió a rodar en su día, lo que parece claro es que Un couteau dans le coeur es toda una agradable rara avis en el actual panorama genérico europeo no destinada a todos los paladares, plagada de metanarrativas al igual que algunos de los trabajos orquestados por Hélène Cattet y Bruno Forzani, un film en definitiva que lejos de la referencia o el homenaje al uso demuestra tener una vida propia a través de un trabajo que deviene como casi artesanal en su aplicación, de esas películas que para lo bueno y también lo malo no te ofrece medias tintas en lo concerniente a una manifiesta particularidad que puede derivarla con los años en una pieza de culto ha redescubrir, en este sentido el tiempo dictara sentencia a tal respecto.
La muerte es un poderoso elemento dramático, el motor del drama por excelencia, el motivo perfecto para empujar al protagonista a la acción. Sin ella no hay relato, no hay historia, no hay, en definitiva, interés. La masacre en las escaleras de Odesa en El acorazado Potemkin, el gorila King Kong abatido por los aviones, el asesinato en la ducha en Psicosis, la desconexión de la computadora Hal en 2001, los disparos que acaban con la vida de Mary Corleone a la salida de la Ópera en El padrino III, el discurso de Roy cuando agoniza en Blade runner… Podemos afirmar que la mayoría de momentos icónicos del cine están relacionados con la muerte. Sin duda la muerte es, junto con el sexo, el recurso más fácil para atraer la atención del espectador. Pero este solamente guardará en la memoria aquellas secuencias que la presenten con grandes dosis de talento y creatividad. Sobre todo, si hay en ellas una promesa de renacimiento.
Autor; Joan Marimón, Editorial: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, Páginas; 488
En un Mexico atemporal una niña se viste de una manera extraña para ocultar su género, usa una máscara de Hulk y ayuda a su atormentado padre a cuidar un campo de béisbol abandonado donde juegan traficantes de drogas.
Presentada en la sección Horizontes Latinos la nueva película de Julio Hernández Cordón Cómprame un revólver vino a constatar cómo según qué tipo de cine proveniente de Latinoamérica intenta alejarse, con mayor o menor fortuna, de ese hiperrealismo social tan característico visto en estos últimos años, el responsable de Te prometo anarquía nos introduce en una por momentos estimable fábula futurista que nos pone sobre aviso de lo que nos puede acechar en un futuro que vistas sus imágenes se antoja como no muy lejano.
En Cómprame un revólver, que en prácticamente todo momento da la impresión de querer alejarse de los tópicos más manidos del género, detectamos al poco tiempo que los simbolismos narrativos utilizados por Julio Hernández Cordón a la hora de describirnos una utopía futurista con algún que otro retazo de ciencia ficción distan mucho de ser meramente imaginarios a nuestra realidad, de algún manera fricciona un presente en base a un efecto que pretende ser disuasivo, a través de ellos percibimos o logramos intuir una realidad que de alguna manera nos es latente, un México dominado por los narcos y que está perdiendo un número considerable de habitantes a causa de la continua desaparición de las mujeres, estas como bien preciado y dada sus escases son objeto de búsqueda y codicia, un padre intenta hacer pasar a su pequeña hija por varón ante el peligro que supone que descubran su auténtica condición, será a través de ella en donde atisbemos dos mundos bien diferenciados en el relato, el adulto como un fiel reflejo de la destrucción o desazonada radiografía del presente y el infantil, de un tono mucho más contemplativo y por ende derivativo en lo referente a su condición genérica, expuesto a modo de fábula que intenta reinventar nuevos códigos de supervivencia a la hora de asegurarse una existencia que en la actualidad del relato deviene como ciertamente complicada. A su particular manera y lejos de convencionalismos al uso Cómprame un revólver guiada a través de la supuesta lógica de sus desoladoras pesadillas nos viene a contar la historia de un debacle que esperemos no se llegue a materializar.
Dentro de la muy acertada retrospectiva que el Festival de San Sebastián le dedico a la guionista y directora británica Muriel Box acompañada por una excelente y necesaria publicación (algo que de forma algo alarmante da la impresión de escasear cada vez más en los certámenes cinematográficos) un servidor pese a querer haber indagado bastante más en dicha filmografía solo tuvo la ocasión de poder visionar dos de las películas (ambas en lo relativo a su función como guionista) que integraban tan interesante retrospectiva. Por un lado la adaptación de la comedia teatral 29 Acacia Avenue (1945) en donde un artesano contrastado como Henry Cass se ponía tras las cámaras, en el asistimos a un curioso juego de roles en referencia a parejas familiares, a veces expuesto a través de un inconfundible tono moralizante, centralizada en los Robinson, una acomodada pareja británica de mediana edad que tienen previsto pasar sus vacaciones en un crucero por el Mediterráneo. Cuando sus hijos se niegan a acompañarlos, deciden ir a una playa británica volviendo antes de lo esperado y encontrando a su hija viviendo una especie de «matrimonio de prueba» junto a su prometido y a su hijo teniendo una aventura romántica con una mujer casada, esta comedia amable de inequívoco tono familiar no deja de ser una especie de encargo de un inicio, aquí a modo de adaptación de un texto por parte de la actriz Mabel Constanduros que según palabras de la propia Muriel Box no necesitaba de demasiados arreglos. Tres años más tarde en Daybreak (1948) con dirección a cargo de Compton Bennett, película mutilada de forma drástica por la censura en su día, cambiamos completamente de registro al contarnos un relato de unas claras connotaciones sobre relaciones toxicas a través de un tono mucho más lúgubre y fatalista, en ella vemos como Eddie, que trabaja de verdugo bajo un nombre falso, oculta este segundo trabajo a su nueva mujer, con su esposa, de pasado también turbio, se instala en una barcaza en el Támesis, donde dirige un negocio de gabarras. La tragedia los golpea cuando su ocasional asistente, Olaf, intenta seducir a su esposa y, en una pelea entre ambos hombres, el verdugo parece morir ahogado. La mujer se suicida y Olaf es condenado finalmente a la horca, el retrato femenino que nos ofrece este estimulante film es ciertamente peculiar en lo referido a una curiosa variación de la femme fatale aquí ejerciendo más bien como víctima a través de una justificación social, su afiliación al cine negro queda pues expuesta en un inicio que a través de su escenografía nos remite claramente al noir norteamericano. Daybreak pese a ciertos desequilibrios narrativos deviene como una interesante muestra de cine negro británico de la época, una historia de estereotípicos seres atormentados, incapacitados de sincerarse el uno con el otro con respecto a un pasado que les remitirá inexorablemente a un final fatalista.
PALMARÉS:
Concha de Oro: Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta
Premio Especial del Jurado: Alpha, the right to kill, de Brillante Mendoza
Concha de Oro al Mejor Director: Benjamín Naishtat, por Rojo
Concha de Plata a la Mejor Actriz: Pia Tjelta, por Blind Spot
Concha de Plata al Mejor Actor: Dario Grandinetti, por Rojo
Premio Mejor Fotografía:Pedro Sotero, por Rojo
Premio Mejor Guion: EX AEQUO Paul Laverty, por Yuli, y Louis Garrel y Jean-Claude Carrière, por L’Homme Fidèle
Premio Kutxabank Nuevos Directores: Boku wa Iesu-sama ha kirai / Jesus, de Hiroshi Okuyama
Mención Especial Nuevos Directores: Viaje al cuarto de una madre, de Celia Rico
Premio Horizontes: Familia sumergida, de María Alché
Mención Especial Horizontes: El Motoarrebatador, de Agustín Toscano
Premio Zabaltegi – Tabakalera: Song for the jungle, de Jean-Gabriel Périot
Mención Especial Zabaltegi – Tabakalera: Los que desean, de Elena López Riera
Premios del Público: Un día más con vida, de Raúl de la Fuente y Damian Nemow
Premios del Público a la Mejor Película Europea: Girl, de Lukas Dhont
Premio Irizar al Cine Vasco:Oreina, de Koldo Almandoz
Premio de la juventud: Viaje al cuarto de una madre, de Celia Rico
Premio TVE – Otra Mirada: The Third Wife, de Ash Mayfair
Premio Cooperación Española: Los Silencios, de Beatriz Seigner
Premio Feroz Zabaltegi: Quién te cantará, de Carlos Vermut
Blind Spot se centra en las dificultades de una madre para entender la crisis de su hija adolescente, cuando la tragedia golpea a toda la familia.
El debut como directora de la hasta ahora actriz sueca Tuva Novotny transita a partir de una idea en un principio nada ordinaria, filmar a partir de un solo plano secuencia un relato de características muy emocionales, Blind Spot dejando de lado ese virtuosismo técnico tan cacareado en la que se sustenta padece el mal endémico de esas películas en donde la experimentación de la imagen hacen de la historia, no de la narración, algo casi anecdótico.
De alguna manera y siendo algo mal pensado uno podría intuir que Blind Spot es el vehículo perfecto auto fabricado para el lucimiento actoral de Pia Tjelta, el premio que obtuvo como mejor actriz en el certamen da algunas indicaciones al respecto, lo que a un servidor le quedo muy claro después de ver el film es que Tuva Novotny es mucho mejor actriz que directora, por mucho que se intente indagar en esa angustia ante un hecho que no se logra explicar y se incida en las virtudes de ese angulo muerto o fuera de plano Blind Spot es básicamente una película plagada de abundantes tiempos muertos que aportan bien poco, la brecha existente entre lo formal y lo temático deviene como insalvable a la hora de ser una propuesta de una característica coherente pero insuficiente en la medida de que dicho alarde técnico esté al servicio de la historia, el problema es que parece que sea totalmente al revés, ese supuesto drama familiar de claras connotaciones tremendistas en lo emocional funcionan de alguna manera en virtud de lo coreográfico, en todo ello se nos dosifica una información que nunca llega a estar a nuestro alcance realmente, no se trata de dejar que el espectador reflexione sobre las consecuencia o motivos de una enfermedad mental infantil, el quid de la cuestión es que el esmero técnico que nos ofrece Blind Spot no queda justificado en ningún momento. El debut en la dirección de Tuva Novotny termina siendo una película farragosa y falta de ritmo que bordea peligrosamente lo más estrictamente anecdótico, un esbozo de un relato que de haber tenido un montaje y una transición narrativa al uso seguramente hubiera salido mucho más beneficiada.
Valoración 0/5: 2
A Star Is Born
Jackson Maine (Bradley Cooper) es una estrella consagrada de la música que una noche conoce y se enamora de Ally (Lady Gaga), una joven artista que lucha por salir adelante en el mundo del espectáculo. Justo cuando Ally está a punto de abandonar su sueño de convertirse en cantante, Jack decide ayudarla en su carrera hacia la fama. Pero el camino será más duro de lo que imagina.
Si una cosa desde luego no se le puede negar a Bradley Cooper es un cierto arrogo a la hora de enfrentarse a una nueva versión de Ha nacido una estrella en el que es su debut tras las cámaras, un film del cual sale en parte airoso y que no deja de suponer un bautismo de fuego, tanto para al actor reconvertido ahora en director como para la cantante Lady Gaga en su primer papel para el cine.
De alguna manera la historia que se nos cuenta en Ha nacido una estrella parte de unos postulados casi universales e imperecederos en lo referente a su aceptación popular a través de los años, ese historia en donde se nos detalla una historia de amor de connotaciones trágicas a través de dos trayectorias, una ascendente y otra descendente, que en ningún momento llegan a equipararse de una forma ecuánime, a tal respecto Bradley Cooper sigue al pie de la letra unos dictados en lo concerniente a un relato al que posiblemente le falte algo de indagación con respecto a esa nueva cultura del estrellato ubicada en esta ocasión en el actual mundo de la música pop, en cierta manera esta nueva versión no deja de ser el formateado de una historia ya conocida para una audiencia de hoy en día, una sacudida por viejos conceptos anteriormente transitados por otros autores, en este sentido la trágica historia de amor de la cual somos testigos queda eclipsada por el elaborado y en parte adecuado tono musical del film, este sin embargo adolece de una duración que sea algo más acorde, en su largo metraje existen evidentes altibajos narrativos, un mal menor en una película que como principal virtud aparte de su esmerada composición musical radica en poder atisbar desde la distancia una personalidad propia. El A Star Is Born de Bradley Cooper como film correcto que no llega a trascender se coloca a medio camino de sus predecesoras, bastante alejada del poderío de las películas de William Wellman y George Cukor pero mucho más interesante que aquella insufrible versión a cargo de Frank Pierson en 1976.
Valoración 0/5: 2‘5
Petra
Petra no sabe quién es su padre, se lo han ocultado a lo largo de su vida. Tras la muerte de su madre inicia una búsqueda que le conduce a Jaume, un célebre artista plástico poderoso y despiadado. En su camino por conocer la verdad, Petra también entra en contacto con Lucas, hijo de Jaume, y Marisa, esposa de Jaume y madre de Lucas. A partir de ese momento, la historia de estos personajes se va entretejiendo en una espiral de maldad, secretos familiares y violencia que los lleva a todos al límite. El destino dará un giro a su lógica cruel abriendo un camino para la esperanza y la redención.
Ubicada en la sección Perlas el nuevo trabajo tras las cámaras de unos de los realizadores patrios más interesante del actual panorama cinematográfico como es Jaime Rosales presento un denso drama de connotaciones en apariencia algo más convencionales si miramos a anteriores películas suyas, con Petra el realizador de origen catalán nos propone una de esas película que parecen estar camufladas en base a un dictado autoral en un principio no afín a postulados propios.
Jaime Rosales genera una historia en donde su supuesta previsibilidad deviene como engañosa, en este aspecto Petra que pese a todo resulta ser su trabajo más accesible realizado hasta la fecha transita en una primera instancia ante unos esquemas que parecen salidos de un folletín con reminiscencias de tragedia griega de claros contornos oscuros, como no podía ser de otra manera por parte de su autor, naturalistas a la hora de interpretarlos en base a una gestualidad mínima por parte de sus intérpretes, solo se trata de un punto de inicio, este desarrollo inusual hasta la fecha por parte de Jaime Rosales hacia una digamos narrativa, en donde la manipulación dramática campa por sus anchas, de índole más popular y cercana al culebrón no deja de ser una nueva exploración de estructura no lineal que termina siendo una deconstrucción acerca de un relato que conocemos de sobras aunque contada en base a recursos autorales muy propios, de alguna manera Jaime Rosales juega con la previsibilidad de los mimbres de los que dispone, a través de ellos vislumbramos lo que realmente parece interesar al responsable de La soledad, la exploración a través de ese juego de relaciones existente entre los personajes y la ética que les mueve a ello, con la gran virtud de manejar un material que pese a estar destinado a ser manipulable nunca recurre a tal acción, algo por otra parte lógico en ese tipo de autores que nunca transitan por los consabidos recovecos de las convencionales zonas de confort.
Valoración 0/5: 3
Bad Times at the El Royale
Siete desconocidos, cada uno con un secreto, se reúnen en el hotel El Royale, en el lago Tahoe, un sitio ruinoso con un oscuro pasado. En el transcurso de una fatídica noche, todos tendrán una última oportunidad de redención, antes de que todo se vaya al infierno.
De una manera acertada el Festival de San Sebastián tuvo para bien dar un golpe de timón temático en lo referente a sus últimas clausuras, en este sentido algún día convendría detenerse en las razones de por qué los festivales cinematográficos suelen otorgar un interés muy deslucido a los films que suelen cerrar los certámenes, al tal respecto Bad Times at the El Royale venía a romper unos últimos años en donde las clausuras no dejaban de ser un paradigma de convencionalismos a cual más neutro.
Con tan solo una película en su haber Drew Goddard es considerado en algunos círculos como autor de culto, la notable The Cabin in the Woods le otorgó un estatus de creador sofisticado en base a una deconstrucción cinéfila de un claro tono sintáctico en donde sobresalía por encima de todo su sentido del espectáculo en base a multitud de referencias. Su segundo trabajo como director, la muy esperada Bad Times at the El Royale, es una de esas películas que deja sensaciones muy contrapuestas, es ese tipo de cine de escenificaciones que da la impresión de creerse mejor de lo que realmente es y en donde por momentos llega a ser muy esclava del factor sorpresa, de alguna manera en su haber detectamos una interesante exposición de situaciones y personajes que no está resuelta de una forma digamos satisfactoria, Bad Times at the El Royale que en ocasiones da la impresión de ser muy deudora del cine perpetrado por Tarantino nos propone y plantea cuestiones tan estimulantes como por ejemplo la incidencia en la sociedad de la iconografía cultural y política (sutil referencia al Watergate) de últimos de los 60 y principios de los 70, tan peculiar y en principio atrayente escenario queda algo deslucido en lo referente al desarrollo de sus personajes , estos deviene como estereotipos que parecen moverse en función de su afiliación genérica, en este aspecto la pericia tras la cámara de Drew Goddard es manifiesta, su cine bascula en todo momento a través de una coreografía de movimientos en base a un notable control en referencia a la creación de sus propias imágenes, lástima que a la hora de ordenar, ejecutar y sobre todo fluir dichos mimbres y matices estos queden expuestos de forma algo insuficiente y desordenada en una película en donde tenemos la continua sensación de estar esperando una carta escondida bajo la manga que nunca llega a materializarse.
Valoración 0/5: 3’5
Sophia Antipolis
Sophia Antipolis es un parque tecnológico en la Riviera francesa, un lugar donde los sueños deberían hacerse realidad. Pero el miedo y la desesperación acechan bajo la superficie. Bajo un sol engañoso, cinco vidas trazan la inquietante historia de una mujer joven: Sophia.
Dentro de ese interesante cajón de sastre temático que es la cada vez más importante sección Zabaltegi Tabakalera tuvo lugar la presentación de Sophia Antipolis, segunda película de Virgil Vernier tras su notable Mercuriales, este su nuevo trabajo tras las cámaras resulto ser uno de los films más complejos y fascinantes vistos este año en San Sebastián, en el somos testigos de un relato de connotaciones nada halagüeñas con respecto a nuestro propio presente, una historia que sirve como perfecta cartografía, por momentos formulada de manera algo criptica, acerca del actual estados de las cosas mediante personajes y situaciones corales en parte expuestas de una manera circular, estos terminan confluyendo a través de un misterioso caso de una joven mujer que fue quemada viva, dicho asesinato tuvo lugar en un epicentro territorial denominado Sophia Antipolis, un parque tecnológico que deviene tan fantasmal como los individuos que transitan a través de él, de alguna manera es una ciudad que parece no está hecha para la cotidianidad de las personas, a través de la falta de ella asistimos al devenir de un variopinto grupo de personajes nos son presentados a modo de hiperrealismo en una utopía pretérita que nunca llego a materializarse dando la impresión de estar ante una película de residuos, por el contrario hoy dicha ubicación deviene con un artilugio de la insatisfacción y origen del mal en nuestro presente, en este aspecto y como película de fantasmas Sophia Antipolis se queda en algún punto intermedio entre el A Ghost Story de David Lowery y el 71 fragmentos de una cronología del azar de Michael Haneke , evidentemente entre estas películas existe un abismo muy considerable en lo referido a su narrativa no así en lo concerniente a unas coordenadas geográficas que evoca diferentes ecos imaginarios ubicados entre la fantasía y la realidad. Dicho escenario termina siendo un símbolo del vacío contemporáneo, los múltiples simbolismos a modo de crónica testimonial que terminamos interpretando en esta sugerente Sophia Antipolis nos indican lo perdido que parece encontrarse la sociedad confirmando a Virgil Vernier como uno de los talentos más prometedores surgidos del país vecino en estos últimos años.
¿Qué tendrán las calles de Los Ángeles que son como una telaraña? En ella se enreda Sam, un joven que aspira a ganarse la vida en la ciudad de los sueños, pero que pasa los días sin hacer nada de provecho. Las cosas cambiarán cuando conozca a una chica que desaparece misteriosamente al día siguiente. Sam se volcará entonces en su búsqueda, por Los Ángeles y por los rastros de la cultura popular.
Resulta bastante evidente que este año en Sitges hubo una importante brecha en lo referido a la calidad de un reducido grupo de películas provenientes del festival de Cannes en lo concerniente a las demás, a tal respecto y en un festival en donde las narrativas quedaron soterradas por los estilos Under the Silver Lake y su genérica indagación en la cultura pop actual fue posiblemente la película que lanzo los matices y las reflexiones más interesantes vistos en este Sitges 2018.
Por un temario bastante inherente al universo de David Robert Mitchell Under the Silver Lake como delirio estilístico de contornos exuberantes supone la indiscutible carta de graduación de su autor, algo que lo convierte en todo un referente del panorama indie actual en su mejor película hasta la fecha con bastante diferencia sobre el resto, en ella somos testigos a través de una atmósfera inquietante de un noir de tendencias paranoicas que explora conceptos e influencias de la cultura pop y su incidencia en una concreta generación, para ello el autor de It follows al igual que en la reverenciada cinta de terror se vale de la construcción de conceptos y tonos que quedan enclavados en un determinado escenario en donde lo atmosférico juega un papel ciertamente importante, en este sentido pocas veces Los Angeles ha sido retratada en base a una fantasmagoría tan peculiar y matizada, en ella visualizamos recorridos por recovecos que devienen como imposibles a través de una ciudad de un marcado tono hedonista, de alguna manera Under the Silver Lake es una desesperada travesía sin un destino específico al que ir, una búsqueda en modo de alegoría utópica enmascarada de cine negro en donde encontramos retazos de obras de Hitchcock y David Lynch, como mal menor la película dada su naturaleza adolece de un equilibrio que le haría casi perfecta. Under the Silver Lake tan frívola como por momentos solemne es un film plagado de ideas a cual más interesante, por momentos imposibles de ordenar de una forma ecuánime, uno tiene la ligera impresión de que este maravilloso desparpajo autoral correrá la misma suerte de películas como Donnie Darko o Southland Tales, un film en definitiva con un claro marchamo de culto y por ende algo maldita, peajes que parecen ser necesarios ante obras en donde se atisban a grandes narradores que suelen anidar e indagar a través del claroscuro de su propia generación.
Valoración 0/5: 4
Maquia: When the Promised Flower Blooms
Maquia pertenece a un grupo de gente que deja de envejecer en la adolescencia. Aunque vive tranquila, se siente sola. Esa tranquilidad se rompe cuando un ejército les invade para buscar el secreto de la inmortalidad. Maquia escapa, pero pierde a sus amigos y su hogar. En el bosque conocerá a Ariel, un pequeño que ha perdido a sus padres. La historia desarrolla la relación entre Maquia, que no envejece, y Ariel, que sí.
Uno de los platos fuertes este año en Sitges en lo referente a la animación con permiso de Mamoru Hosoda y su Mirai no Mirai fue el debut en la dirección tras dos décadas escribiendo historias de la reputada guionista Mari Okada, con Maquia: When the Promised Flower Blooms (Premio Fantàstic Discovery a la Mejor Película) se adentra en el terreno de la épica fantástica a través de un catálogo repleto de temarios tan extensos como ambiciosos en lo referente a sus formas, evidentemente la gran valía de un film de estas características radica en intentar ir algo más allá del relato de índole fantástico al uso, dichas ambiciones narrativas sin embargo terminan siendo algo inconclusas, tal es el basto temario a abarcar que por fuerza mayor algunos quedan en el tintero. Podríamos aseverar que Maquia: When the Promised Flower Blooms aparte de invitar al respetable como norma sine qua non a las lágrimas de rigor en su tramo final, aunque sin llegar a recurrir a la estridencia ,versa principalmente sobre la relación maternofiliar, sus sacrificios y recompensas están muy presentes en una historia en donde no se toma el camino más fácil a la hora de desarrollarlo, ese vínculo materno en la película deviene aparte de dual como no natural, dos personajes femeninos han de enfrentarse a dicha tesitura, una a modo de obligada adopción, la otra aunque madre biológica también forzada de forma no consensuada, de esta manera la figura característica de la madre angelical queda de alguna manera expuesta de una forma algo disfuncional, algo por otra parte hasta lógico dado que estamos ante un relato que transita siempre a través del fantástico de tono fabulario, su mensaje primigenio podría versar perfectamente en como el vínculo emocional familiar no ha de venir necesariamente de la sangre, en este sentido la práctica totalidad de relaciones emocionales expuestas en Maquia: When the Promised Flower Blooms de alguna manera u otra devienen como algo complejas, esto deriva hacia la reflexión algo que en parte y pese a las imperfecciones que uno puede detectar en lo referente a su propia narrativa es muy de agradecer en este tipo de films.
Valoración 0/5: 3
Killing
En el periodo Edo del tumultuoso siglo XIX japonés, un samurai llamado Ikematsu Sosuke siente desasosiego ante la guerra y los conflictos que amenazan con romper la paz y la tranquilidad de todos.
Shinya Tsukamoto no falto a su cita con Sitges, poco importa que sus trabajos no transiten por sendas que en apariencia les conecten directamente con el fantástico como por ejemplo su cinta bélica Fires on the Plain o esta notable incursión en el chambara que es Killing, Shinya Tsukamoto como autor indomable siempre sitúa si mirada por encima de géneros cinematográficos, el estilo siempre prevalece, de alguna manera y valga la redundancia su cine podría considerarse como un género en sí mismo, a tal aspecto y afortunadamente Killing no supone ninguna excepción en este sentido.
No deja de ser sintomático como la madurez alcanzada por el director nipón en referencia a sus últimos trabajos tras las cámaras demuestran un acentuado y muy interesante despliegue del propio universo del autor hacia conceptos más amplios de los que tránsito en sus primeros films, este sigue de alguna manera sin bajarse del burro mostrándose irreductible en lo referido a sus formas, posiblemente algo más depuradas, algo que ciertamente es motivo de celebración, en ellas seguimos atisbando imágenes agresivas y abruptas, también una cámara muy inquieta, Killing en este sentido y pese a tratarse de una pieza de cámara de connotaciones casi teatrales, apenas 80 minutos de duración, pocos personajes y un solo escenario, nos muestra a un Shinya Tsukamoto cuyo dictado vuelve a cobrar un sentido muy específico. Killing, película simple en apariencia, bascula en todo momento a través de un contrasentido, el de la violencia, también entra en la ecuación la venganza y el honor como sus consecuencias, el de unos personajes y como se enfrentan a ella, algunos a través de un miedo insondable, otros como una forma de subsistencia, ambos posicionamientos derivara inevitablemente en violencia, evitar el flujo de la sangre con el derramamiento de más sangre quedara finalmente como tesis conceptual de una narración que encuentra inequívocos desvíos a la hora de reformular conceptos ya transitados con anterioridad por el responsable de la saga Tetsuo, en este sentido un cine tan visionario como el que nos suele ofrecer Shinya Tsukamoto encuentra un prefecto acomodo en el trauma y la confrontación como exploración ofrecida por una de las autorías más fascinantes que ha dado el cine asiático en estos últimos años.
Valoración 0/5: 4
Khook (Pig)
Hasan es un cineasta en horas bajas: el gobierno le tiene vetado, su musa se plantea trabajar con otros directores, su mujer anda flirteando con otro y, para colmo, un asesino en serie se va cargando a todos los cineastas más importantes de Irán menos a él.
El cine iraní volvió a estar presente este año en Sitges de la mano del director Mani Haghighi que dos años atrás ya había presentado la delirante A Dragon Arrives! (Premio Nuevas Visiones 2016), con este su nuevo trabajo titulado Pig Haghighi vuelve a un temario algo menos delirante que su anterior film, el problema viene dado en la medida que por mucho satanización social que ofrezca el producto este como comedia que es al fin y al cabo ha de tener algo de gracia, o cuanto menos intentar a través de su supuesta hilaridad hacerse valer de dicho cometido genérico, un propósito que lamentablemente no logra en ningún momento de su largo e interminable metraje.
No deja de ser un secreto a voces que muchos autores, por la circunstancia de sea, al terminar siendo despojados de un cierto tono críptico en sus trabajos es cuando muestran por las claras lo que son sus carencias, de alguna manera es como si despojados de un especifico estilo ya sea visual o narrativo quedaran desnudos, en este sentido y a diferencia de la curiosa y notable A Dragon Arrives! en Pig todo nos lo dan mascado dando lugar a que intenciones y evidentes carencias autorales a la hora de disgregar una determinada denuncia queden en evidencia no solo en lo relativo a una puesta en escena ciertamente pobre sino en lo referido a ese supuesto ejercicio de connotaciones metafílmicas, en este aspecto Pig que intenta ser excéntrica sin conseguirlo no deja de ser una fallida versión de una especie de sí mismo, por muy negro que intente ser el relato al respecto este ha de estar sujeto a una serie de artilugios que han de dar paso a un discurso o una narrativa que pretenda ser coherente en lo referente a sus postulados, en Pig este modelo parece fabricado y expuesto al revés, se prioriza por encima de todo un nada sutil grito en el cielo con respecto a un sistema dictatorial, del mismo modo se indaga en las interesantes repercusiones de cómo puede ser el papel de las redes sociales en dicho conclave pero todo en base a la extenuación y reiteración de unas situaciones ciertamente absurdas, esto lleva a un evidente cansancio ineludible en la mayoría de ocasiones por parte de una película que deviene como errática en casi todos los apartados por los que intenta transitar sin apenas éxito y que le ocasiono alcanzar las cuotas autorales más bajas vistas este año en Sitges.
Valoración 0/5: 1’5
Category III: The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema
Hasta finales de los noventa, el cine de Hong Kong que exploraba sin pudor los límites del sexo y de la violencia recibió la etiqueta de “categoría III”. El nuevo documental de Calum Waddell, exhaustivo investigador de los misterios del cine de género, se sumerge, mediante entrevistas e imágenes de archivo, en uno de los ciclos de cine popular más salvaje y apasionante.
Como habíamos comentado en una anterior crónica este año en Sitges se pudieron ver un interesante número, que a un servidor le hubiera gustado que hubiese sido algo mayor, de documentales que versaban sobre alguna parcela cinematográfica concreta, de hecho a día de hoy se produce tanto material al respecto que se podría hacer perfectamente un certamen dedicado exclusivamente a programar trabajos de dicho formato, evidentemente Sitges pone un filtro para mesurar el número documentales a exhibir, muchos de estos son derivados a una sección, o más bien apartado, a veces algo menospreciada por el público del festival como es Brigadoon. Category III: The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema por fortuna tuvo el privilegio de exhibirse en el cine Retiro pese a lo intempestivo de la hora, las dos de la madrugada, en este sentido quien no se consuela es porque no quiere.
Category III: The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema es un documental de manual que nos es expuesto con un rigor exquisito, posiblemente el más enriquecedor de los vistos por un servidor en este Sitges 2018, dicho trabajo transita en desgranar los entresijos del cine producido en Hong Kong en los años ochenta y noventa, un tipo de cine que exploraba sin ningún de pudor los límites del sexo y de la violencia, la equivalente aquí de aquella famosa catalogación “S” fue allí la denominación de Category III para que nos entendamos. Lo bueno de un documental de las características de The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema es que no se anda por las ramas a la hora de mostrar sus cartas, su director Calum Waddell es posiblemente una de los directores con más experiencia en el ámbito del documental que explora lo cinematográfico desde hace ya unos cuantos años, sus más de 127 trabajos tras las cámaras como director o productor son un bagaje ciertamente a tener muy en cuenta, American Grindhouse 2010, Eaten Alive! The Rise and Fall of the Italian Cannibal Film 2015 o All Eyes on Lenzi: The Life and Times of the Italian Exploitation Titan 2018 son solo una pequeña muestra de todo ello. En Category III: The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema, sin forzar ningún tipo de empatía hacia el espectador, hay algo tan simple y sencillo como testimonios de gente muy entendida en la materia, también de los implicados aunque en menor medida, estas voces van acompañadas de un extenso material de archivo para ilustrar dichos testimonios, poca cosa hace falta más, lo demás es pura didáctica y una pedagogía cinéfila ciertamente enriquecedora.
En el Vietnam rural del siglo XIX, la joven May, de 14 años, se convierte en la tercera esposa del adinerado hacendado Hung. Pronto aprenderá que solo puede mejorar su posición reafirmándose como una mujer capaz de dar a luz a un varón. Cuando se queda embarazada, las esperanzas que tiene May de ascender en la escala social se convierten en una tentadora posibilidad. Enfrentada al amor prohibido y a sus devastadoras consecuencias, May finalmente comienza a aceptar la brutal verdad: sus opciones son escasas y limitadas.
Vista dentro de la sección Nuevos Directores y precedida por el premio a la mejor película asiática en el pasado festival de Toronto The Third Wife el debut en la dirección de la realizadora de origen vietnamita Ashleigh Mayfair era en un principio uno de los platos fuertes presentes en dicha sección, un film que incide en el drama contemplativo de época, en esta ocasión situándonos en el Vietnam del siglo XIX, dicho escenario sirve para mostrarnos a través de los ojos de la joven protagonista principal un relato contado en primera persona que fija su mirada en las duras normas patriarcales de un tiempo pasado que curiosamente y en según qué simbolismos expuestos en la película entronca con movimientos de rebeldía que por increíble que parezcan siguen siendo muy actuales hoy en día.
The Third Wife oscila principalmente a través del desafío a unas tradiciones que hoy devienen evidentemente como obsoletas, para ello Ashleigh Mayfair se toma su tiempo en mostrárnoslas, no estamos ante un film que denuncie como acto y cometido principal a modo de alegato, o al menos no en lo referente a sus formas cinematográficas, o a las que estamos acostumbrados a ver continuamente, sin ser algo peyorativo al menos en este caso, estamos ante un film cuyo esteticismo está claramente expuesto al exclusivo servicio de la historia, básicamente estamos ante un relato que se sustenta con respecto a la imagen y su mirada a través de ella, una imagen posiblemente algo preciosista aunque nunca sin perder de vista la cruda realidad en la que se sustenta, ensimismada de sí misma, en especial en lo concerniente en una reiteración a la hora de recurrir a la elegancia expuesta en el encuadre, dicha descripción, por momentos fría y hermética, de una época concreta en donde la sexualidad y las normas patriarcales acordadas quedan enfrentadas a una mirada que en principio deviene como inocente y que acaba siendo en parte contestataria, ese plano final en donde vemos a la protagonista hacer un acto concreto no admite muchas duda con respecto a su supuesto mensaje final, dicha intención marca de alguna manera el dejar de lado la fina e inocente sensibilidad femenina vista hasta ese instante, el desafío que hasta ese momento había esta incubado de forma interna se concreta por fin en una acción que ya es presentada como física y muy premonitoria de cara al futuro.
Valoración 0/5: 2’5
Entre dos aguas
Isra y Cheíto son dos hermanos gitanos. Isra está encarcelado por narcotráfico y Cheíto enrolado en la Marina. Cuando Isra sale de la cárcel y Cheíto termina una larga misión contra que le ha llevado a Somalia y las Seychelles, ambos regresan a la Isla de San Fernando. El reencuentro de los hermanos renovará el recuerdo de la muerte violenta de su padre cuando eran niños. Han pasado doce años desde ‘La Leyenda del Tiempo’, la primera película de Isaki con los hermanos Isra y Cheíto. Ahora Isra tiene 26 años y regresa a la Isla de San Fernando para intentar recuperar a su mujer y a sus tres hijas.
Isaki Lacuesta con la notable y justa ganadora de la Concha de Oro a la Mejor Película Entre dos aguas vuelve a ese peculiar formato que es el docudrama que tan bien se le suele dar, este catorce años después de La leyenda del tiempo nos sumerge en la dura realidad humana de dos hermanos en un relato que nos es presentado de una forma tan genuinamente humana como desoladora a través de la desestructuración que sufren ambos tanto a un nivel familiar como social, una película que muy posiblemente y de forma algo lamentable funcione mucho mejor en ese ecosistema que son los festivales de cine que en las salas comerciales.
Es ciertamente interesante ese juego que nos propone Entre dos aguas que por momentos parece diluirse entre la realidad y la ficción, en este sentido hay muy pocos directores que a través de esta simbiosis de formatos logren ser tan matizados y reflexivos como resulta ser Isaki Lacuesta. La que para un servidor fue la mejor película española vista este año en el festival de San Sebastián tiene la virtud de extraer retazos de humanidad del documental pero siempre a través de la supuesta ficción que el mismo formato da la impresión de crear, algo que ocasiona que ambas facciones narrativas estén separadas por una delgadísima lineal pues a fin de cuentas uno no sabe dilucidar con certeza en qué punto empieza una y acaba la otra y viceversa. Entre dos aguas adolece de forma evidente de una síntesis en lo referente a su evolución narrativa, hay momentos ciertamente reiterativos en ella, algo que no es óbice para trazar un relato acerca de una realidad humana que nos toca muy de cerca con respecto a unas adolescencias quebradas en lo afectivo y lo social, en este sentido estamos ante una película que se moldea a su antojo a través de los dos personajes principales y el duro entorno en el que han de subsistir a través de un horizonte de difícil visibilidad, un trazado argumental que tiende finalmente a lo emocionar con respecto a su cercanía, una búsqueda de autenticidad sin apenas artificios, en este aspecto la apuesta de todo ello por parte de Isaki Lacuesta es ciertamente arriesgada, tan arriesgada como enfrentarte a ella sin la ayuda de unos subtítulos que te hagan entender todo lo que van diciendo sus protagonistas, esto a fin de cuentas es un mal menor en un film que huye del subrayado emocional, lo suyo es más bien un tipo de cine palpitante, aquel que evoca una existencia, en este caso tan dura como conmovedora.
Valoración 0/5: 4
Baby
Jiang Meng nació hace 19 años en Nanjing con el síndrome de VACTERL. Sus padres la abandonaron. Con la ayuda de su madre de acogida y del director Wang, Jiang trabaja en un hospital como limpiadora. Un día Jiang se encuentra con un hombre que llega al hospital con un recién nacido. Se entera de que el bebé es una niña que tiene el síndrome de VACTERL y de que el padre ha decidido no tratar a su hija.
Dentro de la sección oficial a concurso y bajo la producción de todo un referente como es Hou Hsiao-hsien se presentó la cinta china Baby, su responsable el realizador Jie Liu ya había mostrado con anterioridad maneras y formas a tener en cuenta en películas como El último viaje del juez Feng o la curiosa Hide and Seek, en Baby vuelve a transitar por un tipo de cine de claro índole social, de alguna manera sus manierismos entroncan bastantes con los de Zhang Yimou cuando este desarrollaba historias que parecían recorrer un mismo trayecto en lo formal, Ni uno menos (1999) por poner un ejemplo, en Baby somos testigos de una cruzada personal (Yang Mi como mujer obcecada en una de las mejore interpretaciones femeninas vistas este año en San Sebastián) que a la fuerza ha de terminar por empatizar con el espectador, básicamente la interrogante que lanza en todo momento el film se mueve acerca del valor de una vida humana y quien tiene potestad para decidir sobre ello, evidentemente las instituciones gubernamentales y sus correspondientes contradicciones quedan en tela de juicio a tal respecto en todo momento, en este sentido la película de Jie Liu no nos muestra nada novedoso en lo concerniente a dicha tesis fílmica, hay momentos en que se atiba un cierto tono anodino al respecto, en la denuncia como tal sin embargo se agradece que no se incida en el subrayado y la sobre explicación hacia una sociedad patriarcal que le da la espalda a las personas que ella misma considerada como defectuosas. Baby termino siendo el drama social más puro y por ende más duro visto este año en el festival, un film que transita a través de un cine tan áspero como honesto que nos plantea cuestiones de índole claramente emocionales, curiosamente estas son expuestas de forma algo fría, incluso en modo aséptico, prosaica en sus formas distantes si se prefiere, ese tono que la encuadra en un tipo de cine que flirtea en ocasiones con el cinéma vérité o incluso con el documental sirven a modo exposición que funciona mejor o peor en según qué ocasiones de su metraje, estas nos acercan al valor y la osadía de una acción y una actitud desafiante concreta frente a algo que podemos considerar como injusto.
Valoración 0/5: 3
El ángel
Carlitos es un joven de diecisiete años de edad con fama de estrella de cine, rizos rubios y cara de bebé. Cuando era niño, codiciaba las cosas de otras personas, pero no fue hasta su adolescencia temprana cuando se manifestó su verdadera vocación: ser un ladrón. Cuando conoce a Ramón en su nueva escuela, Carlitos se siente inmediatamente atraído por él y comienza a presumir para llamar su atención. Juntos se embarcarán en un viaje de descubrimientos, amor y crimen. La matanza es solo una ramificación aleatoria de la violencia, que continúa intensificándose hasta que Carlitos finalmente es arrestado. Debido a su apariencia angelical, la prensa llama a Carlitos «El ángel de la muerte». Llama la atención por su belleza, se convierte en una celebridad de la noche a la mañana. En total, se cree que cometió más de cuarenta robos y once homicidios. Hoy, después de más de cuarenta y cinco años en la cárcel, Carlos Robledo Puch es el preso que más tiempo lleva en prisión en la historia de Argentina.
Perlas acogió el nuevo trabajo tras las cámaras de Luis Ortega titulado El ángel tras su paso por Un Certain Regard en el pasado Festival de Cannes, una película que transita a través de la crónica criminal de un personaje real en un relato que bascula en todo momento a medio camino entre el realismo de una sociedad y sus personajes pertenecientes a una época ya pretérita y la mirada personal de un individuo que nos es presentada desde una óptica que huye a conciencia en lo referente a los retratos y los convencionalismos propios del biopic criminal.
El retrato aquí expuesto de ese personaje que responde al nombre de Carlitos (notable interpretación a cargo de Lorenzo Ferro) en esta interesante aunque algo irregular El ángel es ciertamente peculiar en la manera en como esta contada, el no andar por caminos ya transitados con demasiada frecuencia en referencia a tales temarios es ciertamente elogiable aunque esto no la salve por momentos de ciertos manierismos de dudosa ejecución, hay un rigor histórico evidente en la propuesta aunque también dicha radiografía esta trazada por momentos de una cierta abstracción que descoloca, a través de todo ello se nos muestra a un ser carente de según qué emociones empáticas algo que evidentemente le deriva a ser un psicópata que al asesinar no siente ningún tipo de remordimiento ante tal acto delictivo, curiosamente en la película dicho comportamiento nos es ofrecido a modo de una parábola sarcástica que neutraliza en todo momento lo dramático, en su mirada se detecta un tono con evidentes trazos de ser políticamente incorrecta en su cometido con respecto a una época determinada, en este sentido esta historia criminal fluctúa a través de varias vertientes narrativas a cual más dispar, de alguna manera se aprovecha de una crónica negra real y atroz para derivarla a una especie de acto contestatario, el trazo desinhibido, por momentos incluso surrealista, cuyo virtuosismo cool irreverente la puede equipar a un cierto cine perpetrado por Tarantino queda expuesto por inequívocas texturas visuales de un marcado tono pop que nos vienen a explicar que la libertad y osadía en aquellos tiempos provenían en cierta manera a través de lo delictivo, esto puede derivar a estar en frente de un producto por momentos frívolo en referencia a su dictado narrativo, la moralidad en estos casos suele ser muy subjetiva por parte del espectador, en este sentido Luis Ortega deja bien claro su fascinación por el personaje, posicionamiento a fin de cuentas que deviene como complejo, un riesgo común con correspondiente peaje al intentar ofrecer lo sórdido como algo supuestamente divertido.
Valoración 0/5: 2’5
The Sisters Brothers
Charlie y Eli Sisters viven en un mundo salvaje y hostil, en plena fiebre del oro. Tienen las manos manchadas de sangre: la sangre tanto de criminales como de personas inocentes. No tienen escrúpulos a la hora de matar. Es su trabajo. Charlie (Joaquin Phoenix), el hermano pequeño, nació para matar. Eli (John C. Reilly), sin embargo, sueña con llevar una vida normal. Ambos son contratados por el Comodoro para encontrar y matar a Hermann Kermit Warm (Jake Gyllenhaal), un buscador de oro. De Oregón a California arranca una caza despiadada, un viaje iniciático que pondrá a prueba el demencial vínculo entre los dos hermanos.
No deja ser un auténtico bálsamo de bienestar, en este caso particular, que en un festival de cine aún se puedan ver películas del oeste, de alguna manera no deja de ser una catarsis fílmica ante tantos films comprometidos en lo social que suelen inundar los certámenes cinematográficos, The Sisters Brothers, que pese a todo es una película densa, y que venía precedida por el Premio al Mejor Director en el pasado Festival de Venecia cumplió con creces el cometido antes citado en el visionado que un servidor pese al intempestivo horario en que se produjo, algo por otra parte inherente en cualquier festival de cine que se precie, tuvo la oportunidad de disfrutar.
The Sisters Brothers adaptación de la novela del canadiense Patrick deWitt que supone el debut en lengua inglesa del francés Jacques Audiard es esa clase de films que pese a apoyarse en referentes claramente visibles intentan ir algo más allá de los propios postulados del género del que se sustenta, que un autor en principio no afín a dicho imaginario como resulta ser el responsable de Un prophète transite por vías tan distantes dentro del western como pueden ser el humor negro, la buddy-movie, un tono existencialista con retazos filosóficos que termina derivando en algo sórdido y nihilista para acabar siendo demasiado sentimental en su acabado (posiblemente el tramo más flojo del film) hacen de The Sisters Brothers una película de desarrollo ciertamente exuberante, por momentos tan itinerante como resulta ser su propia acción, en este aspecto estamos ante un film que insufla al western cierta condición de inusual en lo concerniente a su propio concepto, una película de vaqueros que anida por complejos estudios psicológicos, hay evidentes ecos al cine de Peckimpah o Anthony Mann en ella pero siempre ante una negación autoconsciente de asumir formas de purismo, Jacques Audiard parece dar la impresión de no sentir nostalgia de todo ello y eso es en parte bueno. The Sisters Brothers tiene el añadido de tener un casting casi perfecto, tanto John C. Reilly como Joaquin Phoenix constituyes dos sinérgicas estampas de antihéroes que anhelan, uno lo sabe el otro aun no, la posibilidad de construir una utopía en un universo hostil para acometer dicha empresa, pues a fin de cuentas lo que nos quiere contar Jacques Audiard en esta brillante The Sisters Brothers es el final de un mundo que ha de dar pie al principio de otro.
Red (Nicholas Cage) es un leñador que vive alejado del mundo junto al amor de su vida, Mandy (Andrea Riseborough). Un día, mientras da un paseo abstraída en una de las novelas de fantasía que suele leer a diario, Mandy se cruza sin saberlo con el líder de una secta que desarrolla una obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan y, en el proceso, hacen añicos la vida de Red. Decidido a vengarse y equipado con toda clase de artilugios, pone en marcha una matanza que deja cuerpos, sangre y vísceras allá por donde pasa.
En un año en donde las sectas tuvieron una presencia muy destacada en Sitges Panos Cosmatos (merecido premio al Mejor director en la presente edición) tras su notable Beyond the Black Rainbow que también estuvo en el festival hace unos cuantos años nos dio su particular versión sobre todo ello en la hipnótica Mandy, posiblemente la presencia mediática en el certamen de su actor principal Nicolas Cage resto algo de importancia a una de las películas de género más estimulantes acontecidas en este 2018.
No deja de ser una evidencia a día de hoy que los autores más vanguardistas e innovadores del actual panorama cinematográfico se mueven en mayor o menor medida dentro de los márgenes del cine de género, este deviene como un perfecto vehículo a modo de campo de cultivo a la hora de desarrollar imaginarios muy personales, en este sentido con tan solo dos película en su haber el cine perpetrado a fecha de hoy por Panos Cosmatos se muestra como claramente autoral, un cine de texturas visuales y sonoras (ojo a la magnética banda sonora a cargo del tristemente fallecido Jóhann Jóhannsson) tan inusual como meritorio, aquí no se trata de reinventar códigos desde una asimilación personal, simplemente es la proyección de una voz autoral a través de unas en apariencias reglas ya preconcebidas, pensándolo con cierto detenimiento lo de Panos Cosmatos como autor suicida que maneja los tonos a su antojo en esa locura psicodélica que es Mandy tiene muchísimo merito, este tipo de cine que por el riesgo y apuesta por su estética no admite término medio a la hora de enfrentarte a ella se sustenta narrativamente en la nada, el argumento de Mandy, una mera historia de venganza en donde los malos son muy malos y los buenos sufren lo indecible previa venganza correspondiente, aparte de ser anecdótica no deja de ser una mera excusa para esa integración antes comentada de sus muy reconocibles códigos narrativos, esta estructura argumental es llevada nunca mejor dicho a una dimensión que funciona de forma lisérgica en el plano más puramente sensorial . Mandy como ejemplo de ese tipo de cine de connotaciones irreductibles en lo referente a sus intenciones no deja de ser un triunfo en sí misma, ese cine donde en definitiva no hay posibilidad para la indiferencia por parte del espectador, en este sentido un servidor siempre a lado de excelsos riesgos cinematográficos como los que nos suele proponer Panos Cosmatos.
Valoración 0/5: 4
Desenterrando Sad Hill
Largometraje documental sobre la reconstrucción del cementerio construido en España hace 50 años para la secuencia final de la película «El bueno, el feo y el malo». En 1966, el Ejército Español construyó en Burgos un enorme cementerio con más de 5.000 tumbas en el Valle de Mirandilla para la escena final de la película “El bueno, el feo y el malo”. El lugar quedó completamente abandonado tras el rodaje y durante 49 años la vegetación cubrió cada tumba. En octubre de 2015 un grupo de fans de la película decidieron empezar a cavar… y bajo 10 centímetros de tierra encontraron el círculo empedrado original. Durante meses personas de toda Europa han viajado a Sad Hill para desenterrar y reconstruir el lugar. La producción ha viajado lejos para conseguir algunos de los testimonios más interesantes sobre el rodaje de la película y la reconstrucción del cementerio. James Hetfield, Joe Dante, Álex de la Iglesia o los mismísimos Ennio Morricone y Clint Eastwood forman parte de esta producción española que ya es una realidad, con el 100% del proceso de grabación y montaje completados.
Parece ser que afortunadamente en Sitges el género documental empieza a estar asentado de una forma algo natural, no deja de ser un contrasentido que en un festival dedicado al cine fantástico se valore por parte de la organización y publico trabajos que se alejan de la ficción, sea como fuere Sitges a día de hoy ofrece una apuesta por una amplitud genérica bastante evidente, los documentales en este sentido tienen mucho de pedagogía cinéfila, en parte ayudan a educar una determinada mirada hacia el cine de género y por ende al general a través de su propia didáctica.
En estos últimos tiempos en Sitges se han vistos grandes documentales, este 2018 no fue una excepción a dicho respecto, cada año suele haber un film estrella en dicho formato, si en pasadas ediciones destacaron con luz propia trabajos como Jodorowsky’s Dune o 78/52 este año destaco con luz propia Desenterrando Sad Hill, sin ser posiblemente el mejor documental visto en este Sitges 208 sí que ocupo merecidamente un lugar privilegiado a un nivel mediático, el trabajo orquestado por Guillermo de Oliveira transita por unos parajes bastantes característicos dentro del subgénero, en este aspecto podríamos decir que Desenterrando Sad Hill es esa clase de documentales que aun sin forzarlo del todo buscan la empatía y la emoción del espectador en base a al esfuerzo por la recuperación de una memoria geológica a través de un patrimonio tan cultural como personal expuesto a un nivel meramente mitómano, también podemos encontrar una valiosa reflexión en referencia a la importancia que le solemos otorgar a los mitos y su recuerdo y como estos logran un consenso de personas en apariencia muy dispar. En Desenterrando Sad Hill hay momento en referencia a ese desarrollo algo trillado comentado más arriba que le acerca de forma algo peligrosa al reportaje, algo que sin embargo no logra empañar un trabajo que homenajea a un tipo de cine hoy ya totalmente inexistente, la labor de desenterrar una pequeña parte de él resulta finalmente tan emotiva como ciertamente encomiable.
Valoración 0/5: 3’5
The Head
Un guerrero recorre parajes salvajes montado a caballo, persiguiendo al monstruo que asesinó a su hija. Su sed de venganza es la fuerza motriz de una película construida con muy pocos elementos, minimalista y épica al mismo tiempo, donde la fantasía y el horror encuentran sus encarnaciones más físicas y cruentas.
Varios años atrás en los festivales de cine el descubrimiento de films en un principio desconocidos por parte del espectador era uno de los activos más relevante en lo concerniente a su función, descubrir y enfrentarte virgen de referencias a una película tenía su encanto, evidentemente esto a día de hoy es muy difícil de llevarlo a cabo, la sobreinformación hacen la tarea ciertamente complicada. Lo bueno de esa oferta inabarcable que inunda año tras año Sitges es que perdiéndote por su programación aún existe un limitado margen para el descubrimiento, la oscura fantasía de espada y brujería titulada The Head fue una de las pocas sorpresas inesperada que un servidor tuvo la oportunidad de poder ver este año en Sitges.
La principal virtud de esta fantasía ideada por el joven Jordan Downey radica en como a través de su forzada falta de presupuesto hacen de la propuesta un valiente ejercicio de minimalismo conceptual, The Head podría situarse a medio camino entre una aventura ideada por Robert E. Howard y cualquier fantasía oscura salida de las viñetas de la revista Heavy Metal, si el grafismo de su historia puede percibirse como algo convencional, el guerrero que vive dentro de una obsesión por acabar con una bestia para acabar convirtiéndose en una de ellas, su desarrollo no lo es tanto deviniendo tan radical como novedoso a la hora de plantear una puesta en escena que parece conectar con la épica más ancestral, esa mitología nos es expuesta sin prácticamente diálogos, en este aspectos The Head pese a situarnos en un escenario natural y en apariencia amplio este se camufla a través de una atmosfera opresiva predominada en base a espacios que denotan ser muy reducidos, el monstruo, el mal en definitiva, queda en la mayor parte del metraje fuera de campo, no se trata de optimizar al máximo la falta de recursos sino en saber cómo hacerlo, en este sentido en The Head lo sugerido pese a lo físico de la historia funciona a las mil maravillas. El film de Jordan Downey terminó siendo con toda justicia, por aquello de no esperar nada de ella, una de las sorpresas más agradables vistas en este Sitges 2018.
Valoración 0/5: 3’5
Life After Flash
Desde 1980, el nombre de Sam J. Jones ha quedado asociado al de Flash Gordon. Life after Flash explora las consecuencias de convertirse en un icono de la cultura popular. Desde la confrontación de Jones con el tycoon Dino de Laurentis hasta el ostracismo y las secuelas que quedaron en su familia: este no es solo un documental sobre Flash, sino también sobre ese meteorito llamado Hollywood.
Otro de los documentales vistos este año en Sitges fue la amena y entretenida Life After Flash, un trabajo que podríamos considerar como de manual en lo referido a este subgénero, como bien indica el propio título estamos ante un trabajo que intenta transcurrido un periodo de tiempo prudencial la reivindicación, en este caso en modo dual, la referida a la película Flash Gordon de Mike Hodges y el personal en lo concerniente a su protagonista principal Sam J. Jones.
Life After Flash sigue un desarrollo ya transitado, que no por ello falto de interés, por otros documentales anteriormente realizados, pongamos como ejemplo entre otros muchos el Best Worst Movie de Michael Paul Stephenson, en el veíamos como a través de sus implicados se justificaba y hasta se reverenciaba una mala serie B como era el Troll 2 de Claudio Fragasso, el Flash Gordon de Mike Hodges no es ni mucho menos tan mala película pero sí que fue un fuerte varapalo tanto crítico como comercial en la época de su estreno comercial, sin embargo ambos documentales siguen unas mismas pautas narrativas a la hora de reivindicar algo que en su día salió mal. Life After Flash como más arriba he comentado es un relato bifurcado en dos partes, una historia personal que deriva en el retrato humano, la del actor Sam J. Jones, el ostracismo y el tocar fondo de forma repetida en el que se vio sumergido justo al acabar la filmación de la película, en el otro lado de la balanza otro de índole más coral y didáctico, el referido a los vericuetos que sufrió la producción contado a través de los propios implicados (especialmente mordaz y divertido en este sentido los testimonios del actor Brian Blessed), ambas vías narrativas evidentemente terminan confluyendo otorgando al producto un acabado amable y honesto como viene siendo habitual en este tipo de documentales.
Valoración 0/5: 3
American Animals
Nunca seremos tan especiales como soñábamos cuando éramos pequeños. Este es el chasco que se llevan Warren y Spencer, dos chicos de clase media sumidos en el desencanto de la vida común y que se rebelarán contra el sistema planeando un robo… a una biblioteca de universidad.
Mucha expectación había suscitado el segundo trabajo tras las cámaras de Bart Layton tras aquel fascinante y oscuro tratado sobre la suplantación de identidades que era The Imposter (2012), en la estimulante American Animals el realizador estadounidense vuelve a indagar en un hecho criminal real acontecido en la Transylvania University de Lexington en el año 2004 y lo vuelve a hacer a través de un muy interesante dialogo entre la realidad y la ficción.
Bajo la apariencia de esa clase de relatos sobre atracos predestinados desde un primer momento a salir mal American Animals esconde en su subtexto una muy contundente reflexión acerca de las frustraciones de una generación de jóvenes estadounidenses, los protagonistas de esta en ocasiones extravagante historia real no recurren al hecho delictivo a consecuencia de una precariedad en su día a día, todos ellos pertenecen a una acomodada clase media, de alguna manera todo fluctúa a través de la búsqueda de una inexistente identidad, no hay una necesidad monetaria ante tal hecho si acaso una búsqueda de una emoción vital que hasta ese momento parece que desconocen, para ello Bart Layton al igual que en su anterior The Imposter recurre a una narrativa que da la impresión de redimensionar los límites existentes entre la ficción y el documental , hay un continuo dialogo entre ambos, dicha interacción a modo de juego de máscaras hace que estemos ante un relato genéricamente mutante, pasamos del drama a la comedia y viceversa en la práctica totalidad del metraje, un relato en definitiva contado nunca mejor dicho desde dentro, en el sus protagonistas nos dan una versión de los hechos en donde los recuerdos vienen a ser recreados por los ladrones, o lo que ellos creen que interpretan como propios, en este sentido volvemos a plantearnos interrogantes acerca de la subjetividad existente en el testimonio de esta peculiar y ciertamente interesante American Animals.
Valoración 0/5: 3
Arctic
En el Ártico, la temperatura puede bajar hasta -70° C. En este desierto helado y hostil alejado de todo, un hombre lucha por sobrevivir. A su alrededor, la inmensidad blanca, y el cadáver de un avión que le ha servido de refugio, vestigio de un accidente ya muy lejano. Con el tiempo, ha aprendido a luchar contra el frío y las tormentas, a cuidarse de los osos polares, a buscar comida, etc.
Dentro de la sección Orbita se proyectó opera prima de Joe Penna Arctic, película prototípica que transita a través del drama de supervivencia en un entorno hostil a causa de un accidente. Todo lo que nos cuenta Arctic lo hemos visto durante los últimos años de una manera muy asidua, en este sentido aunque estemos ante un trabajo competente este carece de cualquier atisbo posible de originalidad en lo referente a su argumento y en arte en su desarrollo, sin embargo estamos ante una de esas películas que sin inventar prácticamente nada, tampoco lo intenta, basa todo su activo mediante su inequívoca funcionalidad, dicho de otra manera es un film disfrutable durante su visionado pero olvidadizo casi por completo una vez acabado este. Esta especie de versión minimalista y sin canibalismo del Alive de Frank Marshall pese a transitar por estructuras y manierismos muy reconocibles (ataque de oso incluido) se aprovecha de la presencia de un efectivo Mads Mikkelsen, de alguna manera podríamos considerar que la película es el en esencia, junto a los imponentes escenarios naturales de Islandia, la omnipresencia del actor nórdico deviene como clave en este tratado en modo survival acerca del individuo a merced de la inclemencia de la madre naturaleza. En parte también es de agradecer que Joe Penna no recurra a ningún tipo de introspección que derive al producto hacia un territorio que vaya más allá de sus supuestas posibilidades, no existen vínculos afectivos en este aspecto, toda empatía ha de venir a través de la acción del presente, en este aspecto se percibe un ligero atisbo de valentía a la hora de no contextualizar en ningún momento a un nivel dramático dichos subterfugios con respecto a su protagonista, Arctic de forma algo inteligente termina siendo una obra correcta que no sale de unas tangentes ya preestablecidas, lástima que dicha naturaleza termine confiriéndole un estatus de película tan derivativa como olvidadiza una vez acabado su ameno visionado.