Crónica Festival de Sitges 2018. Día 9

L’heure de la sortie

Un profesor de instituto se arroja por la ventana de una clase bajo la mirada aterrorizada de sus estudiantes. A pesar de la tragedia, seis de ellos se mantienen fríos e inexpresivos. Pierre, el sustituto del profesor, se percata del carácter hostil de estos seis alumnos. Ellos parecen estar preparando algún plan tras la escuela, por lo que Pierre se obsesiona con ellos y es absorbido en un juego siniestro.

Una de las sorpresas más agradables, por inesperada, que un servidor pudo disfrutar este año en la sección oficial presente en Sitges recayó en la cinta francesa L’heure de la sortie, un relato que de forma algo inexplicable no tuvo ningún tipo de presencia en el palmarés final del certamen, cinta ciertamente sorprendente a la hora de aplicar de forma admirable una tensión a una narrativa que se niega sistemáticamente en cualquier momento a encasillarse genéricamente.

Evidentemente la primera referencia que nos vendrá a la cabeza visionando el film de Sébastien Marnier corresponderá al Village of the Damned de Wolf Rilla, este solo será un punto de inicio pues la película que nos ocupa va por unos derroteros bastantes distintos, en L’heure de la sortie vemos algo tan complicado a día de hoy como es mantener una tensión, una interrogante, que deriva en una supuesta amenaza psicológica a lo largo de todo el metraje sin llegar a recurrir ni a un solo golpe de efecto, todo ello a través de una atmósfera que es presentada como extraña, lo sutil pero sobre todo lo sugerido actúan en el film a modo de una inquietante visión con respecto a un futuro que deviene como apocalíptico bajo la mirada de solo unos pocos privilegiados, en este sentido L’heure de la sortie no se ampara en ningún tipo de discurso social de índole alarmista, al igual que el Take Shelter de Jeff Nichols con el que guarda más de un punto en común lo amenazante aquí no es tanto el hecho en sí mismo y si la actitud que se adopta ante él por parte de algunos, lo que empieza siendo un relato a modo de perspectiva  conspirativa con brechas generacionales de trasfondo se va trasformando en una trama que por momentos parece cuestionar los matices antes expuestos, al igual que el protagonista principal (un ceñido Laurent Lafitte) el espectador deambula con desorientación e inquietud intentando buscar una razón ante un comportamiento que se aparta de lo que entendemos como convencional, en relación a dicha exposición la película transita en todo momento a través del desconcierto sin que dicho adjetivo sea peyorativo, más bien al contrario, algo que otorga a L’heure de la sortie la condición de relato que sabe generar de una forma adecuada, pulcra y nada convencional un tono tan obsesivo como ciertamente fascinante.

Valoración 0/5: 4

 

Diamantino

Diamantino nos cuenta como una estrella mundial de fútbol pierde su toque especial y acaba su carrera deshonrado. Buscando un nuevo propósito, el icono internacional empieza una odisea delirante donde se enfrenta al neofascismo, la crisis de los refugiados, la modificación genética y la búsqueda de una nueva fuente de genialidad.

El dúo de realizadores portugueses formado por Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt previo paso por el Festival de Cannes dentro de su Semana de la Crítica presentaron en Sitges su desmedida fabula titulada Diamantino, un film expuesto a medio camino entre la parodia provista de denuncia social y un cuento moral de una desmesura kitsch que resulta tan inverosímil como por momento chirriantes.

Si una cosa es innegable en Diamantino es su inteligencia a la hora de establecer una conexión entre el relato y una supuesta figura mediática real del que toma referentes a la hora de desarrollar la historia, de alguna manera esto no deja de ser una excusa, un reclamo publicitario bastante bien estudiado por parte de sus responsables, Diamantino no es una parodia o un estudio ambivalente sobre Cristiano Ronaldo, la película utiliza dicha imagen o referente para divagar sobre cuestiones varias, en este sentido en el trabajo de Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt hay un continuo conflicto en lo concerniente a lo que uno puede entender como su verdadero mensaje. Pese al continuo derroche de imaginación y una narrativa llevada supuestamente al límite Diamantino intenta ser más trascendental de lo que supuestamente puede dar a entender en un principio, en ese discurso que parece tener la apariencia de denuncia social encontramos cuestiones tan candentes en la actualidad como la xenofobia política, la problemática de los refugiados o proyectos de muros fronterizos que separan estados, si uno escarba concienzudamente en su interior también puede atisbar en la lejanía de la historia un estudio en como llegados a un punto se ha de dar un paso atrás hacia un estado más primigenio que este desprovisto de la toxicidad de nuestros días, sin embargo todo resulta demasiado difuso, por momentos incluso absurdo, el humor expuesto se decanta más por lo naif que por lo grotesco exigiendo bastante predisposición  por parte del espectador a la hora de asimilar una amalgama que finalmente termina dando la sensación de ser simplemente una curiosa anécdota con muy escasos momentos graciosos, un film que termina dando la impresión de no lograr resistir con aplomo y coherencia su hora y media de metraje.

Valoración 0/5: 2

 

Wolfman’s Got Nards

Documental que explora el éxito cosechado por la cinta “Una pandilla alucinante” (1987). Su protagonista principal, Andre Gower, realiza entrevistas a miembros del reparto y demuestra el fenómeno y la estela de seguidores que la cinta ha generado después de varias décadas.

Este año todo lo presentado en esa revalorizada sección llamada Seven Chances tuvo un incuestionable interés, el documental Wolfman’s Got Nards dirigido por André Gowerno no fue una excepción a tal respecto, en el asistimos a un homenaje y ligero estudio de una película que con el paso del tiempo ha devenido como clave para entender según que conceptos y engranajes del cine de género realizado en los años ochenta, The Monster Squad conocida en su estreno comercial en España bajo el título de Una pandilla alucinante fue una película que en el momento de ver la luz fracaso estrepitosamente tanto a un nivel crítico como público, ha sido con el paso de los años en donde ha adquirida una merecida fama de película referencial y pieza de culto en según que círculos, en este aspecto y lejos del consabido making-of de un film concreto un documental como Wolfman’s Got Nards no solo indaga en una rememoración sino también en una reivindicación, el film sigue unas directrices bastante reconocibles en lo que es su desarrollo, ejecutadas casi a modo de manual, en este aspecto no encontraremos sorpresas en cómo está narrada, en el documental vemos un ejercicio de un claro tránsito existente entre el homenaje y la empatía hacia unos implicados que han tenido que esperar un largo periodo de tiempo para ver reconocido un trabajo que en su día no lo fue y que con el tiempo ha devenido como influyente, hay una frase por parte de Fred Dekker a tal respeto que resume de forma caso perfecta el sentir del autor hacia su obra, en este caso The Monster Squad, Dekker llega a afirmar que su sentimiento con respecto a ella a día de hoy es como como cuando lanzas un tiro a canasta que no la ves entrar hasta pasado treinta años. Wolfman’s Got Nards es un ejercicio ciertamente estimable en lo concerniente a su vertiente más lúdica, su adscripción resulta inequívoca en tal aspecto, busca y encuentra al fan en base a su afiliación generacional mediante una sentida y sincera emotividad en lo relativo a todo lo que nos cuenta.

Valoración 0/5: 3’5

 

El ángel

Carlitos es un joven de diecisiete años de edad con fama de estrella de cine, rizos rubios y cara de bebé. Cuando era niño, codiciaba las cosas de otras personas, pero no fue hasta su adolescencia temprana cuando se manifestó su verdadera vocación: ser un ladrón. Cuando conoce a Ramón en su nueva escuela, Carlitos se siente inmediatamente atraído por él y comienza a presumir para llamar su atención. Juntos se embarcarán en un viaje de descubrimientos, amor y crimen. La matanza es solo una ramificación aleatoria de la violencia, que continúa intensificándose hasta que Carlitos finalmente es arrestado. Debido a su apariencia angelical, la prensa llama a Carlitos “El ángel de la muerte”. Llama la atención por su belleza, se convierte en una celebridad de la noche a la mañana. En total, se cree que cometió más de cuarenta robos y once homicidios. Hoy, después de más de cuarenta y cinco años en la cárcel, Carlos Robledo Puch es el preso que más tiempo lleva en prisión en la historia de Argentina.

Después de su presencia en San Sebastián el nuevo trabajo tras las cámaras del realizador argentino Luis Ortega titulado El ángel aterrizo en Sitges para ofrecer un relato que transita a través de la crónica criminal de un personaje real en una historia que bascula en todo momento a medio camino entre el realismo de una sociedad y sus personajes pertenecientes a una época ya pretérita y la mirada personal de un individuo que nos es presentada desde una óptica que huye a conciencia en lo referente a los retratos y los convencionalismos propios del llamado biopic criminal.

El retrato aquí expuesto de ese personaje que responde al nombre de Carlitos (notable interpretación a cargo de Lorenzo Ferro) en esta interesante aunque algo irregular El ángel es ciertamente peculiar en la manera en cómo está contada, el no andar por caminos ya transitados con demasiada frecuencia en referencia a tales temarios es ciertamente elogiable aunque esto no la salve por momentos de ciertos manierismos de dudosa ejecución, hay un rigor histórico evidente en la propuesta aunque también dicha radiografía está trazada por momentos en base a una cierta abstracción que descoloca, a través de todo ello se nos muestra a un ser carente de según qué emociones empáticas algo que evidentemente le deriva a ser un psicópata que al asesinar no siente ningún tipo de remordimiento ante tal acto delictivo, curiosamente en la película dicho comportamiento nos es ofrecido a modo de una parábola sarcástica que neutraliza en todo momento lo dramático del acto en cuestión, en su mirada se detecta un tono con evidentes trazos de ser políticamente incorrecta en su cometido con respecto a una época determinada, en este sentido esta historia criminal fluctúa a través de varias vertientes narrativas a cual más dispar, de alguna manera se aprovecha de una crónica negra real y atroz para derivarla a una especie de acto contestatario, el trazo desinhibido, por momentos incluso surrealista, cuyo virtuosismo cool irreverente la puede equipar a un cierto cine perpetrado por Tarantino queda expuesto por inequívocas texturas visuales de un marcado tono pop que nos vienen a explicar que la libertad y osadía en aquellos tiempos provenían en cierta manera a través de lo delictivo, esto puede derivar a estar en frente de un producto por momentos frívolo en referencia a su dictado narrativo, la moralidad en estos casos suele ser muy subjetiva por parte del espectador, en este sentido Luis Ortega  deja bien claro su fascinación por el personaje, posicionamiento a fin de cuentas que deviene como complejo, un riesgo común con correspondiente peaje al intentar ofrecer lo sórdido como algo supuestamente divertido.

Valoración 0/5: 2’5

 

The Man Who Killed Hitler and then The Bigfoot

En 1987, Calvin Barr es un habitual en el pub del barrio. Allí, se sienta ante su vaso de whisky, sin poder comentar con el camarero que años atrás, durante la Segunda Guerra Mundial, fue el héroe que terminó con Adolf Hitler. Sin embargo, su proeza no es un secreto para todos: un día, el FBI y la policía montada del Canadá llaman a su puerta, porque saben lo que hizo, y de qué es capaz… y quieren que mate al bigfoot.

Lo primero que convendría aclarar en lo concerniente a un film de características tan inusuales en lo relativo a sus formas como resulta ser The Man Who Killed Hitler and then The Bigfoot es que dicho título no hace honor en ningún momento a lo que alguien puede, o imagina, esperar de él, a tal respecto no estamos ante ningún explotation pulp de imposibles mezclas genéricas, lo suyo es más bien un buen trazo de texturas que pretenden mirar a un cierto tipo de cine clásico bajo una mirada que por momentos peca de ser demasiado preciosista en lo concerniente a su contenido. La ópera prima de Robert D. Krzykowski es una película tan curiosa en base a su estructura como algo derivativa y ciertamente dispersa en su resultado final en base a ese estudio que hace de las consecuencias del anonimato del héroe y la reflexión y las motivaciones que hace de ello en referencia al pasado, en este aspecto el relato, que se beneficia de la incuestionable solidez interpretativa a cargo del veterano Sam Elliott, por momentos da la sensación de transitar a través de una suerte de fábula de un inequívoco tono melancólico, un relato que pretende ser sincero en su, a día de hoy, inusual dictado pero que sin embargo y pese a la intención, ciertamente loable, termina derivando en algo que da la impresión de ser algo incoherente, a tal aspecto no ayuda que su narrativa no este expuesta de una forma cronológica. The Man Who Killed Hitler and then The Bigfoot y no solo en referencia a esa algo complicada mezcla de géneros terminan siendo esa clase de películas que descolocan al espectador sin que realmente sea esta su principal intención, un film que sin llegar a aburrir solo logra funcionar de forma muy episódica encontrando graves problemas a la hora de poder conjugar de una forma adecuada las diferentes singularidades que parece atesorar.

Valoración 0/5: 2