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La 54ª edición del SITGES – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, que se celebrará del 7 al 17 de octubre de 2021, tendrá como leitmotiv la figura legendaria del hombre lobo como principal representante iconográfico del tema clásico de la bestia interior o la dualidad interna en el ser humano. Casualmente, en 2021 se cumplen diversas efemérides relacionadas como el 80º aniversario del estreno de El hombre lobo (The Wolf Man, George Waggner, 1941), una producción Universal protagonizada por Lon Chaney Jr.; así como también los 40 años del estreno de dos populares y renovadoras versiones del personaje: Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, John Landis, 1981) y Aullidos (The Howling, Joe Dante, 1981). Sin olvidar el medio siglo del estreno deLa noche de Walpurgis(León Klimovsky, 1971), una de las más populares entregas del hombre lobo nacional, el Waldemar Daninsky interpretado por Paul Naschy.
El Festival de Sitges tratará asimismo este leitmotiv como imagen del Festival, con una retrospectiva de títulos y la publicación de un libro, en colaboración con la Editorial Hermenaute. La figura del Doctor Jekyll & Mister Hyde (la versión más filosófica y base literaria del tema), así como personajes colaterales relacionados con la dualidad hombre-bestia, como las mujeres felinas, diferentes seres zoomórficos o entidades duales de los cuentos tradicionales, serán estudiadas en el volumen y expuestas en la retrospectiva.
Filmin estrena el próximo viernes 4 de diciembre esta gran producción alemana sobre la vida del celebérrimo compositor.
El mes que viene se celebra el grueso de actividades relacionadas con el Año Beethoven, y Alemania se ha volcado con múltiples iniciativas para conmemorar el 250 aniversario del nacimiento de uno de los grandes maestros de la historia de la música. Una de las propuestas más destacadas de esta celebración es la producción de «Beethoven«, una película escrita y dirigida por Niki Stein que retrata la vida del compositor, desde su infancia como niño prodigio hasta sus últimos días, y que Filmin estrena en exclusiva en España el próximo viernes 4 de diciembre. Un biopic en el que tres actores distintos (Tobias Moretti, Anselm Bresgott y el niño Colin Pütz) dan vida a Beethoven, y que se estrenó mundialmente a finales de octubre en el Festival de Cine de Biberach.
La película nos sitúa en1779. Con 8 años, Louis van Beethoven ya es conocido como un niño prodigio musical. Aprende a seguir su propio camino, para consternación de las personas que le rodean. Años más tarde, conoce a Mozart en tiempos de agitación política. Su carácter poco convencional y la Revolución Francesa provocan un incendio en su corazón: Louis no quiere servir a un maestro, ¡solo a las artes! Haciendo frente a tiempos de tragedias familiares y amor no correspondido, casi se da por vencido. Sin embargo, en 1972 llega a Viena para estudiar con Haydn.
Eva, una doctora y estudiante de medicina, descubre un manuscrito del siglo XVIII, que recoge las emociones, temores y sueños de multitud de pacientes. Al sumergirse en sus páginas, la joven se embarcará en un íntimo y sensorial viaje a través del tiempo.
Después de inaugurar la Semana Internacional de la Crítica del pasado Festival de Venecia la opera prima de Carlo Hintermann irrumpió con fuerza en Sitges con el principal reclamo, aparte de ser un producto de supuesta y elevada calidad arty, de ser una producción auspiciada bajo el amparo de Terrence Malick, ya no solo a un nivel de producción ejecutiva sino también por ser una clara deudora del estilismo cinematográfico del responsable de la estupenda A Hidden Life, algo que en cierta manera juega en contra de una película cuyas expectativas terminan estando algo por encima de lo que finalmente son sus resultados.
The Book of Vision, que atesora un incuestionable poder visual gratificante, termina siendo un film tan ambicioso como fallido en referencia a sus postulados, un relato bicéfalo narrado a través de dos tiempos que se interrelacionan en la medida de unir ciencia y emotividad. El debut en la dirección de Carlo Hintermann da la sensación de ser esa clase de películas en donde existe una continua confrontación en lo concerniente a lo que son unas imágenes y una narrativa que no siempre van cogidas de las manos, digamos que uno tiene cierta sensación de que dicho tono visual pretende sin conseguirlo contarnos bastante más de lo que en realidad ofrece un relato en apariencia sencillo, el problema viene dado en la medida de que por muy alumno aventajado que sea Carlo Hintermann por desgracia no es Terrence Malick, en tal aspecto esa amalgama de misticismo romántico y simbolismos de índole sobrenatural mal manejados pueden llevar a una cierta indigestión, o lo que es peor, a una pomposidad visual de tono vacuo. En ese terreno pantanoso se sitúa este viaje sensorial que es The Book of Vision, haciendo evidente que ese intento de preciosismo escénico no termina de ir acompañado por el guion firmado por el propio Carlo Hintermann y Marco Saura, este propone ideas y conceptos elevados que no terminan de estar convenientemente adecuados a la imagen, esa mirada a la naturaleza entendida como un primordial organismo viviente o la simbiosis e interactuación existente entre dos tiempos, temarios inherentes al imaginario de Terrence Malick, terminan siendo redundantes, y en el peor de los casos sobre explicativos, otorgando al film el dilema de ver como su preciosismo y su remarcable belleza escénica queda situada algo lejos de esa supuesta trascendencia de la que se cree poseedora.
Valoración 0/5: 2’5
Teddy
En los Pirineos franceses, Teddy sobrevive trabajando en un salón de masajes. Un día, a principios de verano, el joven es atacado y arañado por una bestia; probablemente, el lobo tras el que andan todos los granjeros del lugar. Al cabo de unas semanas, empieza a sentir cierta pulsión animal.
Teddy, el nuevo trabajo tras las cámaras de los hermanos Boukherma tras su interesante opera prima Willy 1er fue una de las cintas vistas este año en Sitges que atesoraban esa nomenclatura del sello Cannes Selects, la coyuntura hizo que el film tras no poder estar presente en el nonato certamen galo, seguramente incluida en algunas de sus secciones paralelas, viniera a Sitges de alguna manera virgen en referencia a visionados y opiniones previos, esa escasa información sobre ella hizo que en cierta forma se recobrara una sensación habitual, de cierto encanto, en los festivales de cine de antaño, el enfrentarse a una película libre de prejuicios e intoxicaciones por parte de terceros.
También posiblemente a todo ello, y no deja de ser algo sintomático en relación a cómo funciona en base a diversas sinergias la crítica actual, la comedia dramática Teddy causo una sensación de bastante disparidad y desubicación entre los asistentes a la proyección, algo que nos puede llevar a pensar que la crítica y el público de Sitges empieza a estar normalizado en lo relacionado a la asimilación ya habitual de films con referencia previa. Centrándonos en Teddy la película reformula el concepto tradicional del hombre lobo adolescente pero desde un prisma local muy particular, casi autóctono, en este caso no sería temerario el afirmar que Teddy sería lo más cercano a parecerse a una película de terror firmada por Bruno Dumont, a tal respecto encontraremos más de una similitud con la serie Li’l Quinquin, en ambos trabajos se nos sitúa en una comunidad rural francesa en donde confluyen una galería de personajes trazados por ese patrón de humor situado a medio camino entre la irreverencia y un humor absurdo en ocasiones colindante con un Cartoon al uso desvirtuado en relación a diálogos que dan la sensación de ser imposibles. Teddy utiliza ese elemento fantástico de la transformación en una bestia a la hora de extrapolar desde lo distendido de su tono una alegoría con texturas propias del coming age del inadaptado y la imposibilidad de este de formar parte de un contexto social predeterminado del que está excluido, tanto en lo referido a su forma humana como evidentemente animal, en este sentido podemos percibir aunque a través de registros totalmente distintos alguna que otra concomitancia con la notable As boas maneiras de Juliana Rojas y Marco Dutra. Teddy utiliza inteligentemente ese subtexto fantástico del subgénero de la licantropía relacionado con el cambio hormonal en la adolescencia en base a una mirada desvirtuada aquí expuesta a un nivel contestatario mostrada desde un tono de humor supuestamente vulgar pero provisto de connotaciones muy sutiles. Una película que certifica junto a otras, como bien se pudo comprobar este año en Sitges, el buen momento actual que parece estar atravesando el cine de género francés.
Valoración 0/5: 3
Black Bear
En una casa en un remoto lago en las montañas de Adirondack, una pareja entretiene a una invitada que busca inspiración para su película. El grupo cae rápidamente en un calculado juego de deseo, manipulación y celos, sin darse cuenta de que pronto sus vidas se volverán peligrosamente complicadas, mientras la cineasta busca una obra de arte que desdibuja los límites entre autobiografía e invención.
Proveniente del Festival de Sundance y con un claro marchamo genérico a la actual esencia de dicho certamen se presentó dentro de la sección Noves Visions la estimulante Black Bear, tercer trabajo tras las cámaras del realizador Lawrence Michael Levine tras películas tan a tener en cuenta como Gabi on the Roof in July o Wild Canaries, con Black Bear Levine, su mejor film hasta la fecha, nos ofrece una interesante y retorcida exploración en clave de metaficción del proceso de construcción y reconstrucción en lo concerniente a la creatividad del artista y el costo ocasionado en relaciones adyacentes que puede conllevar dicho acto.
Es complicado hablar de la narrativa de una película de las características de Black Bear sin desvelar parte del activo y atractivo que hacen de ella una propuesta tan singular como interesante, digamos que es esa clase de relatos en donde llegados a un punto determinado de una trama hasta ese momento bastante simple en referencia a su tesis, situada casi en el ecuador de la película, se reconfigura por completo y por fuerza reinterpreta todo lo visto anteriormente en base a una nueva trama con los mismos personajes, mismo escenario, pero reasignados en nuevos roles a modo de una película dentro de otra película atesorando esta última una narrativa por momentos criptica. Bajo las texturas de un drama psicológico con ciertos toques de un humor retorcido, beneficiado por la labor interpretativa de sus tres actores principales, especialmente en referencia a esa ya casi musa del cine independiente norteamericano que es Aubrey Plaza y el cada vez más en alza Christopher Abbott, presente también en el certamen en el Possessor de Brandon Cronenberg, Black Bear transita a través de una deconstrucción que conforme va avanzando se va volviendo más compleja y ambiciosa, de connotaciones escénicas claramente teatrales colindante con un tono casi Cassavettiano, a la hora de exponer el proceso de realización de una película independiente, a través de una película independiente como evidentemente manda los cánones, en donde se indaga en la ambivalente dinámica existente entre el autor y la musa y las estructuras de poder de dichas relaciones expuesto en base a un juego de espejos que da la sensación que querer jugar con espectador a la hora de discernir qué es lo real y qué es parte de la imaginación del personaje del escritor, a la postre el protagonista principal verdadero que maneja todas las cuerdas y que plantea un juego sin reglas que otorga un curioso sentido a este peculiar relato de naturaleza desestructurada.
Valoración 0/5: 3’5
My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To
Dwight y Jessie están en desacuerdo sobre los cuidados de su frágil y enfermo hermano menor Thomas, que solo vive de la sangre humana. A Dwight le cuesta comprender que para que su hermano viva tengan que dejar tras de sí un reguero de cadáveres, pero cuando empiece a distanciarse de su familia, la implacable Jessie hará lo que sea necesario para mantenerlo en casa.
Viene siendo un denominador común en estos últimos años, algo que en Sitges es bastante visible, el ver como un número significativo de películas retuercen conceptos y parámetros del género fantástico a la hora de hablarnos de problemáticas de índole social, en su mayoría lindantes con el drama, el debut en la dirección de Jonathan Cuartas (Premio Citizen Kane a la dirección revelación) con la nada desdeñable My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To, una variación muy sui géneris del concepto del vampiro, vendría a ser un buen ejemplo de ese posicionamiento en lo referente a la vertiente más agraciada de dicho termino.
El problema a la hora de aplicar dicho concepto antes citado es ver como muchos autores utilizan una mirada algo despectiva, casi situado por encima del hombro, hacia el fantástico en la medida de plantear la alegoría, en esta cuestión entraríamos en el eterno debate de cuál es la prioridad o justificación del relato en cuestión, la narrativa de genero que vertebra sutiles interpretaciones y matizaciones de otro ámbito o utilizar el fantástico, en la mayoría de veces de forma burda, como mera excusa a la hora de exponer la metáfora, en esta edición de Sitges hubo una película que ejemplarizaba a la perfección esta última aseveración como fue muy publicitada Relic, una de las películas que peor ha tratado el concepto puro del fantástico en estos últimos años. Podríamos llegar a la conclusión de que la modesta pero meritoria My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To transita por unos territorios parecidos, sin embargo a diferencia del film de Natalie Erika James Jonathan Cuartas no distrae ni disimula a la audiencia, o lo que es peor engaña, en referencia a cuáles son sus auténticas motivaciones a la hora de plantear un discurso, a tal respecto el tema del vampirismo, un poco a la manera de la seminal Martin de George A Romero, es una excusa aquí casi anecdótica empleada en la medida de desarrollar, en base a una puesta en escena sobria, un seco y áspero drama familiar que nos cuenta la toxicidad que puede desprender en el ser humano la dependencia, también la exploración de hasta dónde puede llegar el compromiso hacia el vínculo consanguíneo y que estás dispuesto a sacrificar en base a la contradicción moral para poder hacerlo prevalecer. La revisión del mito vampírico expuesta en My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To será pues algo difusa en relación a su vertiente más puramente fantástica, sin embargo será bastante lucida en la medida de mostrarnos un relato demoledor a modo de cruda deriva intimista sin subrayados acerca de ese grupo de desheredados de las sociedades que parecen estar excluidos de ese en muchas ocasiones quimérico sueño americano.
Valoración 0/5: 3’5
Jumbo
En Jumbo vemos como Jeanne, una joven mujer introvertida, vive en su casa con su madre y trabaja en el turno de noche como limpiadora en un parque de atracciones. Su madre quiere que conozca a un hombre, pero jeanne prefiere quedarse encerrada en su cuarto rodeada de cables, bombillas y piezas sueltas, creando versiones en miniatura de las atracciones de feria. En sus turnos nocturnos comienza a pasar cada vez más tiempo con una atracción a la que decide bautizar como “Jumbo”. Sus luces rojas la seducen poco a poco, lo que conduce a Jeanne a entrar en una nueva y compleja “relación”.
Al igual que la notable Teddy la opera prima de la realizadora belga Zoé Wittock Jumbo transita a partir de esos recovecos relacionados con la adolescencia en donde se indaga en referencia a diversas problemáticas adyacentes a ella, si en Teddy se utiliza un claro subtexto fantástico a la hora de exponer un rechazo social para con el protagonista el film de Wittock recurre de forma más clara a la metáfora, situada a medio camino entre realidad y la fantasía personal, a la hora de mostrar el concepto del despertar amoroso del adolescente como derecho ineludible en el ser humano.
Posiblemente lo mejor de Jumbo radique en el riesgo que supone recurrir a una alegoría poco usual en relación a exponerla a través de un discurso que parece muy obvio, el derecho a cualquier tipo de rol genérico y afectivo frente a una sociedad que juzga en base a su puritanismo expuesto a través de una idea o concepto anómalo de dicha sexualidad que dota al relato de una cierta particularidad. El film también indaga en el relato iniciático en referencia a como una primera historia de amor otorga al adolescente una independencia con respecto al núcleo familiar, unas coordenadas estas ya preestablecidas con demasiada frecuencia en este tipo de relatos, sin embargo dicha narrativa bicéfala es la que vertebra y le da un sentido común a un relato tan irregular como sugerente en ideas, esa atracción no normativa, derivada de la objetofilia, entre una adolescente y una maquina hace que evidentemente el relato fluctué en una línea divisoria bastante fina situada entre la fascinación que produce ese retrato del derecho a una identidad propia que se aleja del estereotipo y un tono que bordear de forma peligrosa el ridículo en base a lo naif, digamos que Zoé Wittock se queda entre dos aguas, curiosamente en algunos apartados de difícil manejo sale bastante bien parada en referencia a darle cuerpo a esa radicalidad como por ejemplo podemos ver en esa escena de sexo entre la protagonista y la atracción de feria que por momentos da la sensación de bordear imaginarios propios de David Cronenberg, hay otros sin embargo que caen en ese tono naif antes comentado difícil de justificar como esa conclusión que parece sacada del Muriel’s Wedding de P. J. Hogan y en donde se banaliza el mensaje. Posiblemente sea algo injusto con respecto a esta relectura de la supuesta normalidad de lo afectivo que es Jumbo el tener la percepción de que podría haber hecho un director como por ejemplo el antes citado David Cronenberg, la fundamental Crash está muy presente en el relato, con el planteamiento del que parte Zoé Wittock, siendo una lástima que lo convencional que resulta ser su narrativa y formas a no lleguen a estar a la altura a lo arriesgado de su enunciado.
Barry es un bastardo drogadicto que es abducido por extraterrestres después de una de sus habituales juergas. El propio Barry se convierte en un pasajero de sí mismo cuando un alienígena asume el control de su cuerpo y lo lleva a dar un paseo por Ciudad del Cabo.
Partiendo de la génesis de un corto homónimo realizado en el año 2017 Ryan Kruger debuta en el largometraje con la cinta Fried Barry, una película que parte de ese concepto ya transitado con bastante frecuencia dentro del fantástico en base a la mirada del alienígena a nuestro mundos mediante la apropiación de un cuerpo humano, idea vista en films como por ejemplo Starman, Under the Skin o la divertida The Borrower de John McNaughton, película con la que guarda más de una similitud.
Fried Barry, comedia burda de género donde las haya, viene a engrosar esa lista de películas que dan la sensación de ser incapaces a la hora de poder disimular sus muy evidentes costuras de cortometraje, en cierta manera el film de Ryan Kruger nunca va más allá de lo que es su anecdótica premisa, la broma dura hasta que el espectador determine cuando es suficiente pues estamos ante un relato que reincide una y otra vez sobre la misma idea de la que parte, una abducción extraterrestre que deriva en un viaje embadurnado a través de grandes dosis de ácido, sexo y gore narrado en forma de epopeya psicotrópica. La síntesis del alíen confundido ante lo que le rodea y que se limita básicamente a imitar todo lo que ve en una denigrada Ciudad del Cabo será pues expuesta a través de una estética visual excesivamente cargada colindante con lo alucinógeno, de hecho el relato da la impresión de estar elaborada en lo relativo a una continua improvisación de situaciones que repetidamente satiriza en modo gamberro los vicios humanos. Posiblemente si existe una clase de película que requieran de una complicidad por parte del espectador esta es sin duda Fried Barry, sin ella el producto en cuestión difícilmente será soportable, esto último fue lo que le ocurrió a un servidor que buscaba algo más que el chiste fácil y soez, algo difícil de encontrar en una película de estas características en donde es complicado percibir algo parecido al desarrollo de un argumento, lo suyo es más bien una sucesión de gags cortados por el mismo patrón de irreverencia en base a una amalgama de tonos alucinógenos que coquetea en ocasiones con lo underground, un catálogo de supuesta incorreción política disfrutable únicamente si se acepta sin reservas el sentido de humor esgrimido por su director.
Valoración 0/5: 1’5
Marea alta
Laura ha perdido el control. Después de dormir con Weismar, el jefe de obra que se encarga de la construcción de una barbacoa en su casa de la playa, los otros dos trabajadores comienzan a actuar de manera extraña, lo que le provoca la sensación de que su intimidad está siendo violada. Cuando Weismar finalmente desaparece, Laura se ve obligada a dirigir por sí misma a los trabajadores. Sin embargo, se siente incapaz de ello, por lo que decide mantener una distancia y observarlos desde la seguridad de su hogar. Ignorando las llamadas de su marido, comienza a abusar del vino mientras espera el regreso de su amante.
Marea alta, el nuevo trabajo de la realizadora argentina Verónica Chen, presente en la sección Noves Visions nos ofreció esa otra parcela alejada del fantástico entendido como tal en donde se nos relata una incómoda historia de tono minimalista a modo de drama con ligeras texturas de thriller, a semejanza para hacernos una idea y salvando las lógicas distancias de cierto cine perpetrado por Michael Haneke en donde una perturbadora calma tensa terminan ocasionando una serie de acontecimientos tormentosos.
De alguna manera Marea alta, que atesora un empaque visual ciertamente atractivo, es una película vertebrada principalmente en relación a exponer diferentes reflexiones con respecto a los supuestos roles de poder que ocasionan fricciones entre distintas clases sociales, el relato empieza bajo conceptos genéricos muy reconocibles en donde una protagonista femenina ve invadida su intimidad por parte de terceros a un nivel casi territorial, esta parte nos puede llegar a recordar perfectamente a la reivindicable The Plumber de Peter Weir, a tal respecto dicha invasión, que paulatinamente va pasando del incomodo a la amenaza seria, nos sitúa por momentos en la prototípica home invasión de tono psicológico, sin embargo Verónica Chen intenta ir algo más allá de dicho concepto al intentar esgrimir supuesta reflexiones de claro índole moral e interpretaciones ambiguas en base a cuestiones tales como la legitimidad que otorga la sexualidad femenina frente al machismo o la colisión social existentes entre clases y géneros distintos y su repercusión dentro de las dinámicas de poder. En este sentido la conclusión de Marea alta abandona las interrogantes para ofrecernos una respuesta cuanto menos ambigua y muy abierta al debate, el concepto de revenge quedara aquí de alguna manera expuesto en base a dobles lecturas reinterpretando toda la narrativa anterior en relación a difusas cuestiones colindantes con el cuestionamiento sobre la moralidad de los protagonistas, unos personajes con los que el espectador se puede sentir, o no, identificados a la hora de entrar junto a ellos en un dilema ético.
Valoración 0/5: 2’5
L’ultimo uomo che dipinse il cinema
Renato Caso es uno de los ilustradores más importantes en la historia del cartelismo cinematográfico. En este documental, el dibujante nos abre su estudio para mostrarnos su colección personal y compartir los recuerdos de un arte casi olvidado.
Dentro de esa clase de documentales vistos este año en Sitges que inciden en la pedagogía de múltiples ramificaciones existentes dentro del ámbito cinematográfico destaco por encima del resto el retrato de Renato Caso que expone L’ultimo uomo che dipinse il cinema, un estudio a través de los carteles de películas que el artista diseño, de hecho estamos ante un recorrido simultaneo que abarca distintas facetas, la de la promoción cinematográfica en base a la publicidad de sus ilustraciones y la de la misma historia del arte en relación a la mirada y trayectoria de un artista.
L’ultimo uomo che dipinse il cinema, que formaría un buen programa doble junto a El hombre que diseñó España de Andrea G. Bermejo y Miguel Larraya, ejemplariza el documental teórico como parte esencial de un estudio didáctico, a través suyo encontraremos un tono de evidente nostalgia a semejanza de una exposición impartida por un viejo maestro que desprende empatía hacia el alumno, percibiremos como el concepto digital y las redes sociales han restado de importancia el trabajo, totalmente artesanal, de quienes pintaron con pincel y aerógrafo el póster cinematográfico de antaño. Un artista que en cierta manera redefine a través de su trabajo el imaginario colectivo a la hora de captar la supuesta esencia de narrativas y personajes, haciendo que cada película, en base a su cartel, sea atractiva para un público que por aquel entonces era atraído principalmente por las enormes imágenes publicitarias esparcidas por las ciudades. A través de la obra de Renato Caso veremos fragmentos de su vida cotidiana, de sus fotografías y su basto material de archivo celosamente guardado en el estudio de su ciudad natal de Treviso, como suele ser preceptivo en esta clase de trabajos el documental también se acerca al lado humano del artista en base a recuerdos y curiosidades varias, reflexiones en primera persona sobre su pasado e incluso su presente, su adolescencia, su encuentro con los grandes ilustradores y directores de la época como John Huston, Sergio Leone, Claude Lelouch, Dario Argento, Rainer Werner Fassbinder, Bernardo Bertolucci, Giuseppe Tornatore, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese entre otros muchos. El artista así mismo nos revela la técnica de la pintura, realizando en vivo algunos carteles famosos, a tal respecto veremos multitud de bocetos preliminares que dieron lugar a los originales. L’ultimo uomo che dipinse il cinema también se beneficia del testimonio de terceros, coleccionistas, críticos y personalidades del mundo del cine italiano que han trabajado con Renato Caso, que tiene para bien contarnos no solo los detalles, la dinámica creativa y la implicación comercial de ciertos carteles de éxito, sino también una mirada anexa a la época dorada de cine italiano en base a sus implicaciones artísticas y sociales. Un documental que cuenta en ese aspecto lo que representó el póster de cine en la Italia de la posguerra permitiéndose el lujo de reflexionar sobre la evolución del mundo del cine de ese período concreto y el valor artístico que supuso el trabajo de un hombre que pinto cine.
Valoración 0/5: 3
Manos torpes
Un niño, Peter, ve morir a su padre a manos de un cazador de recompensas, y toda su vida estará obsesionado por vengar esa muerte. Cuando es un joven que trabaja al servicio del poderoso ranchero Charly, contrae matrimonio en secreto con Dorothy, la hija del hacendado. Pero éste, que pretende casarla con otro hombre por interés, hace que el joven sea apaleado y abandonado en el desierto para que muera. Cuando la muerte está próxima, reconoce en la cara de la persona que le salva la vida al asesino de su padre: el cazador de recompensas Latimore. De momento Latimore le ayuda. Sin embargo, cuando el precio por la cabeza de Peter sube como la espuma, el duelo entre ambos pistoleros será inevitable.
Dentro de esas sinergias que suelen ser tan proclives en los festivales de género se dio la agradable oportunidad de poder revisitar en pantalla grande y copia restaurada un western tan peculiar como es Manos torpes aprovechando tanto su acertada selección para la sección Seven Chance por parte del crítico Alejandro G. Calvo como en lo referente al homenaje que el certamen tuvo para bien concederle a Manuel de Blas, actor secundario que formo parte del elenco de la película dirigida por Rafael Romero Marchent.
La estimulante Manos torpes viene a ser una curiosa hibridación resultante del Spaghetti Western y de ese otro fascinante subgénero poco transitado que es el Weird Western, posiblemente lo sea de una forma algo involuntaria. En tal sentido la fusión del western con el género fantástico posee una infinidad de sugestivas implicaciones, esa irrupción de lo que podíamos denominar como anómalo en una película del Oeste nunca ha sido aprovechada del todo, unas mixturas genéricas que con sus puntos de contacto y divergentes han sido expuestos en la mayoría de ocasiones de una forma casi anecdótica. A tal respecto Manos torpes introduce desde la propia extrañeza del relato apuntes fantásticos a una trama que sigue el esquema habitual del cine de venganzas de tono fatalista, hay momentos a rescatar como ese inicio onírico de índole pesadillesco y premonitorio en donde se confunde la imaginación con la realidad, o esa escena impagable zombie que años más tarde nos recordaría George. A. Romero en el inicio de la magistral Day of the Dead demuestran como su catalogación de weird es lógicamente extrapolable a su condición de exploitation, algo que queda reflejado a la perfección en la parte del film en donde el protagonista se reinventa o renace bajo la enseñanza de un maestro de las artes orientales, ese momento kung fu, unidos a los otros arriba comentados, tal como los plantea Rafael Marchent, no desvirtúan ni resta un ápice de credibilidad a un relato de contornos tan bizarros como entretenidos.
Valoración 0/5: 3’5
The Silencing
Después del secuestro de su hija, un cazador decide reformarse y aislarse del mundo en una reserva natural. Años después, abandona su retiro para ayudar a la sheriff local a capturar a un peligroso asesino que pudo haber estado implicado en la desaparición de la niña.
The Silencing vino a certificar esa clase de películas residuales de catalogación algo dudosa provenientes de esa sección Orbita que este año por razones de logística desapareció de la programación de Sitges. Lo más curioso de este thriller de suspense que aporta bien poco en lo referente a su supuesta originalidad es ver como directores de origen europeo, en un principio prometedores, se ven en cierta manera engullidos por trabajos de un claro índole alimenticio una vez integrados en la maquinaria de producciones estadounidenses, en esta ocasión el belga Robin Pront que en 2015 tuvo un interesante debut con la notable D’Ardennen no consigue ni mucho menos estar a la altura de su ópera prima.
En cierto modo The Silencing representa ser todo lo contrario con respecto al primer trabajo tras las cámaras de su realizador, un film cuyo principal lastre posiblemente no recaiga en transitar por recovecos ya demasiados transitados sino más bien por contar mal una historia que básicamente pretender dar dos puntos de vista antagónicos acerca de una investigación criminal, por una parte la del protagonista principal y por otra la de la agente de policía (personaje incoherente donde los haya), ambos terminaran convergiendo en relación a unos crímenes en los que por un motivo u otro tienen interés o implicación. En tal sentido el correcto trabajo tras las cámaras de Robin Pront, con una especial incidencia hacia un tono agreste oscuro, no atesora el suficiente crédito a la hora de ocultar las evidentes carencias del guion a cargo de Micah Ranum, este juega al consabido concepto genérico de “quien es el asesino” durante una narrativa que como mandan los cánones está plagada de falsos culpables y estereotipos varios adyacentes al género negro. Sin embargo The Silencing termina siendo una película bastante incapacitada a la hora de profundizar, ni siquiera cierra algunas de sus tramas, en muchos de los apuntes e ideas que son levemente percibidos en su algo confuso argumento, llegando a transitar en el pantanoso terreno del thriller con denominación de predecible, aquel que para mal simplifica en base a su torpeza el suspense que esta por descifrar.
Ya la venta el primer lanzamiento de la editorial, La biblioteca de La Abadía. Se trata de Más allá de Drácula: otros vampiros en la Hammer de Carlos Díaz Maroto, el cual supone también el primer número de la colección de idéntico nombre a la editorial formada por libros de pequeña extensión y formato publicados en pequeñas tiradas, centrados en el estudio de diversas temáticas pertenecientes al cine de género.
Como su título indica, Más allá de Drácula: otros vampiros en la Hammer indaga en las películas sobre chupasangres que la denominada Casa del Martillo produjera al margen de su indispensable serie sobre la más famosa creación de Bram Stoker. Títulos como Las novias de Drácula, Drácula y las mellizas, Capitán Kronos, cazador de vampiros o Kung Fu contra los siete vampiros de oro son analizadas por Carlos Díaz Maroto, sin duda, uno de los principales especialistas en cine de género de nuestro país, a través de las 162 páginas que componen el volumen. En cuanto a sus características técnicas, son las siguientes: 125×190 mm – rústica; portada (300gr laminado mate) color, mate; papel: 115gr, estucado mate. Encuadernación fresada sin solapas.
Más allá de Drácula: otros vampiros en la Hammer se encuentra ya a la venta a un PVP unitario de 13,00€ y se puede adquirir únicamente a través de la propia editorial, escribiendo al mail pedidosbibliotecaabadia@gmail.com (gastos de envío por correo ordinario gratuitos, promoción solo válida para territorio español) así como en la tienda La mansión del terror (Calle Alondra, 44, Local 4) de Madrid. Además, los primeros veinticinco compradores que adquieran su copia de Más allá de Drácula: otros vampiros en la Hammer a través de la editorial, y que así lo deseen, recibirán su ejemplar con una dedicatoria personalizada del autor.
Autor: Carlos Díaz Maroto, Editorial: La biblioteca de La Abadía, Páginas: 161
Es ciertamente interesante el trabajo que está llevando a cabo David Gregory con respecto al ámbito de documentales que exploran diversas facetas y personajes relacionados con el género fantástico, la mayoría de ellos viendo la luz a través de Severen Films, la compañía de Blu-Ray y DVD que el mismo preside.
Después de que en 2014 realizara la interesante Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau y más recientemente Blood & Flesh: The Reel Life & Ghastly Death of Al Adamson o Master of Dark Shadows, en donde explora la trayectoria del gran Dan Curtis, nos llega un primer avance, en forma de tráiler que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, de su nuevo trabajo en la no ficción titulado Tales of the Uncanny , The Ultimate Survey of Anthology Horror, documental que estudia la trayectoria y trascendencia que las películas de episodios han tenido a lo largo de la historia del cine de terror.
Ideada en un principio como extra de la edición en Blu-Ray de The Theatre Bizarre Tales of the Uncanny, realizado durante la pandemia en base a testimonios expuestos mediante zoom, se ha convertido finalmente en un largometraje documental contando con opiniones de personalidades relacionas con el fantástico tales como Eli Roth, Joe Dante, Mark Hartley, Mick Garris, Ernest Dickerson, Joko Anwar, Ramsey Campbell, David DeCoteau, Kim Newman, Jovanka Vuckovic, Luigi Cozzi, Tom Savini, Jenn Wexler, Larry Fessenden, Richard Stanley, Michael Gingold, Brian Trenchard-Smith, Brian Yuzna, Gary Sherman, Rebekah McKendry o Peter Strickland en relación a discernir sobre trabajos de dicha temática como por ejemplo Dead of Night, Black Sabbath, Kwaidan, Spirits of the Dead, Dr. Terror’s House of Horrors, The House That Dripped Blood, Asylum, Tales From the Crypt, The Twilight Zone, Creepshow, Tales From the Darkside, Trilogy of Terrror, Two Evil Eyes o V/H/S entre otros muchos.
A tal respecto el propio David Gregory comentaba «Me encantan las antologías de terror desde que vi The Monster Club cuando tenía 9 años, la mayoría de los cineastas habituales que indagan en el terror y los seguidores también los suelen amar, a menudo se involucran en acaloradas discusiones sobre cuáles son sus predilectas. Kier-La Janisse (coproductora del documental y autora del libro House of Psychotic Women: An Autobiographical Topography of Female Neurosis in Horror and Exploitation Films) y yo decidimos pedirles a nuestros colegas y amigos de la industria del terror que determinaran los 5 segmentos mejores que conformarían la película de terror definitiva. Los resultados nos sorprendieron a todos”.
Presente en la sección New Directors el debut tras las cámaras del brasileño Joao Paulo Miranda Maria nos ofreció un enigmático relato de carácter etimológico y lenguaje onírico acerca de la complicada aceptación que puede llegar a tener un legado social y cultural en un país como es Brasil que da la sensación de estar actualmente situado en una inclemente realidad poco dada a la esperanza. En Memory House vemos como Cristovam trabaja en una fábrica de leche en una antigua colonia austríaca en Brasil. Se siente solo, condenado al ostracismo por diferencias culturales y étnicas. Un día, descubre una casa abandonada llena de objetos que le recuerdan a sus orígenes.
Posiblemente debido a una situación ideológica y social algo complicada como es la actual diversos estamentos culturales dan la sensación de estar obligados a ofrecer un tono contestatario a una realidad, como la de Brasil, a través por ejemplos de películas en donde su tesis argumental parte del concepto de volver a conectarse a unas raíces, que en el caso de Memory House devienen casi como primigenias, en la medida de recuperar una serie de valores que ahora están percibidos como perdidos. En tal sentido el film de Joao Paulo Miranda Maria navega principalmente en base a la denuncia a través de reconocibles texturas que nos derivan al Cinema Novo pero también en relación, como ya lo hacia el Bacurau de Kleber Mendonça Filho, a insertar elementos, aquí casi indescifrables, de tono fantástico en el relato. Al final y pese a evidentes diferencias en lo relacionado a sus narrativas ambas películas nos direccionan a un mismo ideario, o esa es la percepción que un servidor tuvo de todo ello, ya sea a través de la refundición de géneros de índole popular con una clara mirada política o bien como en el caso que nos ocupa, la de mostrar una especie de fábula folklórica de contornos crípticos narrados desde la extrañeza, en ambas historias, que no apelan a mecanismos obvios de denuncia social, el mensaje o alegoría acabaran confluyendo a la hora de decirnos como las raíces del pueblo pueden significar el único conducto valido posible hacia una especie de purificación, o más bien hacia una última resistencia, con respecto a un presente cruelmente opresivo para con el débil.
Dentro de la muy válida e interesante cosecha asiática vista este año dentro de la sección New Directors, Gull la opera prima de la realizadora china Kim Mi-jo, vino a certificar por si aún existían dudas al respecto el buen nivel existente en esta edición en dicho apartado, un film conciso de denuncia cuya mejor virtud radica en ofrecernos una visión nada maniquea de un conflicto moral y social, el relato nos retrata la vida de O-bok, una mujer de 61 años que ha regentado una tienda de mariscos en un mercado de pescado durante décadas. Un día tiene su primer encuentro con los futuros suegros de su hija In-ae. Esa noche, O-bok es violada por Gi-taek. Al principio, finge que no ha pasado nada y trata de seguir con su vida como siempre. Poco después, le confiesa la violación a In-ae. La policía llama a Gi-taek para investigar y la historia del incidente comienza a difundirse por el mercado.
Es ciertamente interesante el comprobar como una película como Gull prescinde de ese catálogo formalista que en ocasiones deriva en preciosista en base a multitud de dictados y estilos varios de índole artificial tan recurrente últimamente en las óperas primas a la hora de abordar una problemática social mostrada a través de un retrato psicológico, aquí expuesto desde la mirada de una no potencial víctima de violación, en cierta manera estamos ante una película que recurre constantemente a la elipsis casi a modo de un acto de fe, nos cuenta bastante pero en base a no mostrarnos mucho, especialmente en lo referido a un suceso, situado fuera de campo, que dará pie a todo el entramado argumental posterior, este se desarrolla en referencia a un tono que deviene como cotidiano, o al menos en lo referido a su génesis, apenas percibido como algo casi anecdótico que ira volviéndose enrevesado conforme la victima de la violación se sienta totalmente legitimada moralmente para la denuncia pese al cada vez mayor descredito al que se ve sometida por todo su entorno. En Gull también encontraremos interesantes apuntes al contexto de la crisis económica como podemos comprobar en ese intento de expropiación por parte del ayuntamiento del mercado en donde trabajan víctima y acusado, una problemática que en parte colinda con la principal del relato, el de la denuncia, a la hora de establecerse curiosos paralelismos en referencia a como la sociedad prioriza una cuestión para relativizar la otra, por fortuna la mirada de Kim Mi-jo a tal respecto no se sustentara en la demagogia como suele ser bastante habitual en estos casos, la visión de la realizadora devendrá limpia y libre de prejuicios en base a su condición de relato contemplativo, decisión que encumbra esta honesta y estimable película.
Resulta algo complicado el ubicar de forma adecuada la agitada e irregular trayectoria de Fernando Trueba a lo largo de estos últimos cuarenta años, en ella evidentemente veremos un punto de inflexión en película como Belle Époque o La niña de tus ojos, anteriormente nos encontraremos con el que es posiblemente su mejor trabajo, El sueño del mono loco, curiosamente un film que se aparta por completo de lo que es su ideario cinematográfico, sin embargo en su posterior desarrollo se le ha etiquetado de ser uno de los directores del cine patrio más importantes de los años 90 a pasar poco menos a ser un proscrito en lo relativo a encadenar fiascos cinematográficos de forma reiterativa, El olvido que seremos que venía con el sello Cannes y que clausuro, ese honor que últimamente resulta ser envenenado para cualquier tipo de certamen, esta edición del Festival de San Sebastián supone una especie de regreso ambicioso por parte de Fernando Trueba que aquí vuelve a colaborar con su hermano David a la hora de narrarnos de manera íntima la vida de un hombre bueno, el médico Héctor Abad Gómez, carismático líder social y hombre de familia, un destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. La historia relata la vida del doctor, padre de familia preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas. En su casa se respiraba la vitalidad y la creatividad características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor, sin embargo la tragedia asomaba en el seno de la familia.
Basada en la novela de Héctor Abad Faciolince El olvido que seremos sabe en parte abstraerse del consabido biopic al uso a la hora de mostrarnos un relato en donde prima principalmente el concepto familiar por encima de los hechos, un canto apasionado y desbordado a dicho conclave, la relación del padre, un hombre honesto bajo los rasgos de un excesivamente esforzado Javier Cámara, con sus hijos nos hacer recordar en algo a la fundamental Matar a un ruiseñor del gran Robert Mulligan en la medida de retratar como la sabiduría ha de ir en consonancia con la tolerancia mediante el discurso oral que el padre imparte a los hijos. En tal aspecto El olvido que seremos no deja de suponer una especie de respiro algo agraciado en la trayectoria de Fernando Trueba, sin embargo no estamos ante una película sutil en referencia a exponer todo un catálogo de sentimientos, aquí muy enfatizada por música compuesta por Zbigniew Preisner, que busca continuadamente la agitación del espectador también en base a un sentido del lirismo pretérito tan forzado que podría remitirnos perfectamente a la Roma de Alfonso Cuarón. Posiblemente también se percibe un exceso a la hora de idealizar de una forma algo repetida al personaje principal, algo que en cierta manera puede resultar hasta lógico en lo concerniente a un director supuestamente afín a tal ideario que en estos últimos tiempos no ha sabido equiparar del todo bien una obra que se ha movido de forma algo confusa y convulsa a través de compromisos y militarismos algo vacuos.
True Mothers fue otra de esas películas presentes este año en la sección oficial a concurso que en un principio tenían previsto su participación en el festival de Cannes del pasado mes de mayo, con toda seguridad de haberse celebrado el certamen galo la película también hubiera estado presente en San Sebastián en la sección Perlas pues Naomi Kawase es un nombre ya muy habitual en ambos festivales, en True Mothers, adaptación de la novela de Mizuki Tsujimura, la directora nipona vuelve a incidir y explorar en una de las temáticas más recurrentes, casi de modo obsesivo, de toda su filmografía como es el concepto de la maternidad aquí expuesto desde distintas vertientes, la historia nos cuenta como tras una larga e insatisfactoria lucha por quedarse embarazada y convencida por una asociación de adopción, Satoko y su marido deciden adoptar a un niño. Años después, su familia se tambalea con la amenaza de Hitari, una chica desconocida que dice ser la madre biológica. Satoko opta por confrontar a Hitari directamente.
En True Mothers se hace visible como se empieza a vislumbrar una especie de involución en la carrera de la responsable de El bosque del luto, en cierta manera esta dirección en sentido inverso va un poco a contracorriente con respecto a la gran mayoría de autores, si en sus primeros trabajos estos estaban plagados de simbolismos y alegorías a cual más diversas, también en lo referido a un cierto preciosismo visual como aún pudimos ver en su anterior y algo indigesta Vision, en True Mothers se opta por una narrativa de un tono sencillo que evita dichos excesos, por momentos lindante con el cine clásico pero también atesorando texturas bastantes reconocibles que la direccionan a un tono comercial que aquí colinda de forma algo peligrosa con el concepto de publicitar por ejemplo la autoayuda. De alguna manera el film, en donde Naomi Kawase abandona ese escenario agreste prototípico en sus historias para ofrecernos un relato urbano, parte de una premisa que pese a sus ramificaciones argumentales es bien simple, contada en dos tiempos y sendas tramas que terminan convergiendo a la hora de explorar dos, o tres, vertientes totalmente diferentes de la maternidad en lo relativo a preguntarnos qué significa ser madre y que incidencia puede tener en ello el hecho de ser biológica o adoptiva, para ello Kawase se toma todo el tiempo del mundo posible, quizás demasiado. Aun así a tal respecto hay acotaciones ciertamente interesantes en la película como para no desmerecer el producto, cuestiones de fondo como esos apoyos mutuos que las mujeres crean a la hora de sobrevivir a un trauma psicológico como vemos en la historia de la joven madre biológica de 14 años expuestos en el relato a modo de unos flashbacks que aunque interesantes en lo referente a su tesis no deja de ser un pequeño lastre para el desarrollo y fluidez que vertebra una historia, en parte algo domesticada, que posiblemente sea la accesible de toda la filmografía de Naomi Kawase.
Palmares
Concha de Oro a Mejor Película:Beginning, de Dea Kulumbegashvili
Concha de Plata a la Mejor Dirección: Dea Kulumbegashvili por Beginning
Concha de Plata a Mejor Actriz: Ia Sukhitashvili por Beginning
Concha de Plata a Mejor Actor: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Lars Ranthe por Another round
Premio del Jurado a Mejor Fotografía: Yuta Tsukinaga por Any Crybabies Around?
Premio del Jurado a Mejor Guion: Dea Kulumbegashvili y Rati Oneli por Beginning
Premio Especial del jurado:Crock of gold, de Julian Temple
Premio Nuev@s Director@s:La última primavera, de Isabel Lamberti
Premio Horizontes Latinos:Sin señas particulares, de Fernanda Valadez
Premio del público:The Father, de Florian Zeller
Premio Zabaltegi: A metamorfose dos pássaros, de Catarina Vasconcelos
Premio Irizar al cine vasco:Ane, de David Pérez Sañudo
El festival de cine de Filmin llega en diciembre a Portugal, Grecia, Serbia, Rumanía, Bulgaria y Albania.
Atlàntida Film Fest, el mayor festival de cine online de Europa, organizado por Filmin, amplía su edición internacional y llegará en diciembre a seis países europeos: Serbia, Grecia, Albania, Rumanía, Bulgaria y Portugal. Tras 10 años de historia y un crecimiento exponencial en su edición presencial en Mallorca y en la online en Filmin (se contabilizaron más de 550.000 espectadores en su última edición), el certamen da el salto a nuevos territorios gracias a la colaboración del Programa MEDIA Europa Creativa de la Unión Europea.
Del 1 al 31 de diciembre, Atlàntida Film Fest Internacional estará disponible en las plataformas Cinesquare y Filmin Portugal. Sus suscriptores podran acceder a la Sección Oficial, que incluye ocho títulos imprescindibles de la última edición del Atlàntida Film Fest; y al Catalan Focus, donde, gracias a la colaboración con el Institut Ramon Llull, se visibilizarán internacionalmente nueve de las producciones catalanas más exitosas del año, inéditas hasta el momento en estos seis países.
En la Sección Oficial encontramos grandes títulos como la ópera prima póstuma del compositor Jóhann Jóhannsson, “Last and First Men”, en la que Tilda Swinton narra una historia sobre la extinción de la Humanidad. La película se presentó en el Festival de Berlín y ganó el Premio de la Crítica del Atlàntida Film Fest. A destacar también la presencia del thriller empresarial danés “The Exception”, que cuenta con un reparto de lujo encabezado por Sidse Babett Knudsen (“Borgen”). El misterioso documental “Banksy Most Wanted” expone las múltiples teorías sobre la identidad del provocador y escurridizo artista urbano. Más títulos recientes forman parte de esta sección: la ganadora a Mejor Película en el Festival de Dublín, “Supernova”; la provocadora cinta que retrata a los jóvenes radicalizados de la ultraderecha danesa, “Sons of Denmark”; y la gran sensación en los Premios del Cine Alemán, “I was, I am, I will be”. Finalmente, “Tench”, una provocadora historia sobre la pedofilia; y el revolucionario documental sobre el body positivity, “Fat front”, completan una Sección Oficial de lujo.
De la mano del Institut Ramon Llull, Atlàntida Film Fest exporta Catalan Focus, una selección cuyo propósito es visibilizar el talento catalán más allá de nuestras fronteras. Así, nueve títulos catalanes tendrán la oportunidad de llegar al público internacional: “Els dies que vindran” de Carlos Marques-Marcet; el thriller colectivo “La filla d’algú”, protagonizado por Aina Clotet; la brillante ópera prima de Belén Funes, “La hija de un ladrón”, gran triunfadora de los Premios Goya y Gaudí, donde “7 raons per fugir” ganó el Premio Especial del Público; la conmovedora historia del asesinato de Guillem Agulló, “La mort de Guillem”, también de Marqués-Marcet y estrenada en el Festival de Málaga, donde fue premiada “Ojos negros”, de Marta Lallana e Ivet Castelo, sobre el despertar vital de una adolescente en la España vacía. La selección se completa con tres de los mejores cortometrajes españoles de los últimos tiempos: los ganadores del Goya “Suc de Síndria” y “La última virgen”; y del Festival de Málaga, “Después también”.
Sección Oficial
• Last and First Men (Jóhann Jóhannsson, Islandia, 2020)
• The Exception (Jesper W. Nielsen, Dinamarca, 2020)
• The End of Love (Keren Ben Rafael, Francia, 2020)
• Banksy Most Wanted (Seamus Haley & Aurelia Rouvier, Reino Unido, 2020)
• Supernova (Bartosz Kruhlik, Polonia, 2019)
• Sons of Denmark (Ulaa Salim, Dinamarca, 2019)
• Tench (Patrice Toye, Bélgica, 2019)
• I Was, I Am, I Will Be (Ilker Çatak, Francia, Alemania, 2019)
• Fat Front (Louise Detlefsen, Louise Unmack Kjeldsen, Dinamarca, 2019)
Catalan Focus
• Els dies que vindran (Carles Marqués-Marcet, 2019)
• La mort de Guillem (Carles Marqués-Marcet, 2020)
• La hija de un ladrón (Belén Funes, 2020)
• 7 razones para huir (Esteve Soler, Gerard Quinto, David Torras, 2018)
• Ojos negros (Marta Lallana, Ivet Castillo, 2019)
• La filla d’algú (Marcel Alcántara, Gerard V. Cortés, 2019)
• Suc de Síndria (Irene Moray, 2019)
• Después también (Carla Simón, 2019)
• La última virgen (Bárbara Farré, 2018)
Hungría, años 70. El camarada Fábián, el héroe húngaro de la revolución cubana, regresa a casa para participar en una campaña de sangre para Vietnam, la nación hermana comunista de Hungría. Pero algo anda mal con el viejo camarada: parece un hombre de 30 años, tiene un comportamiento genial y conduce un Mustang rojo fuego. Una joven pareja que trabaja para la policía secreta es asignada para vigilar al extraño.
Posiblemente el segundo trabajo tras las cámaras del realizador húngaro Márk Bodzsár vino a certificar ese tipo de cine que de alguna manera le da un sentido a la existencia de un certamen cinematográfico, o al menos al concepto que antes se entiende de tal, lejos de la calidad que pueda atesorar el producto en cuestión Comrade Drakulich representa a la perfección esa clase de películas que dadas sus características difícilmente se verá de una forma regularizada en nuestro país si no es a través de un festival cinematográfico como el de Sitges.
Comrade Drakulich es una especie de hibrido genérico de índole localista que seguramente nazca de una voluntad comercial muy manifiesta por parte de sus responsables al recurrir a un mito del fantástico tan conocido como el vampirismo a la hora de apropiarse de dicho concepto y llevarlo al terreno del humor de tono satírico en referencia a los paralelismos y las reasignaciones aquí existentes entre el mito de Drácula y el comunismo existente en la Hungría de los años 70. A través de esa premisa de índole universal que nos cuenta como los vampiros no pueden morir a semejanza de como la ideología comunista también es percibida como eterna queda situado el elemento fantástico y un trazo de comedia que nunca llega a desvirtuar lo anterior encontrándonos de por medio una trama detectivesca con un ligero barniz romántico expuesto a tres bandas, a la postre la que de alguna manera se adueñe casi por completo de una narrativa que ante nuestra mirada puede resultar tan exótica como por momentos moderadamente entretenida.
Valoración 0/5: 2
Sea Fever
La tripulación de una embarcación irlandesa pierde su rumbo en alta mar. Su vida corre peligro ya que un parásito ha hecho acto de presencia en su suministro de agua.
La amenaza invisible proveniente del exterior, en su gran mayoría de origen alienígena, en relación a un grupo de personas que de una manera u otra están enclaustradas y han de enfrentarse obligatoriamente a dicho peligro ha constituido en estas últimas décadas casi un subgénero propio dentro del fantástico, en el encontraremos referentes indiscutibles conocidos por todos como por ejemplo las fundamentales Alien o The Thing, dentro del mismo ha habido una serie de ramificaciones estereotipadas que también han ido creando escuela viéndose imitado hasta la saciedad en lo concerniente a como un personaje femenino, a primera instancia de apariencia frágil, consigue erigirse líder y a la postre superviviente del grupo al que pertenece, la realizadora dublinesa Neasa Hardiman revisita tal concepto en la apreciable Sea Fever teniendo el añadido de intentar acotar interesantes variaciones a dicha temática.
Lo primero que queda claro de una película de las características de Sea Fever es percibir como Neasa Hardiman no es una realizadora muy afín al género fantástico, da la sensación de ser esa clase de autores que pasan por el de forma casi accidental y no de una manera vocacional desde un inicio, algo que no tiene por qué ser peyorativo forzosamente pues no sería la primera vez que se ha dado el caso de como una mirada alejada del estereotipo genérico en base a su asimilación autoral ha ofrecido películas ciertamente interesantes, Claire Denis con la estupenda High Life o la reciente Little Joe de la austriaca Jessica Hausner por citar solo dos ejemplos de realizadoras. Sea Fever como relato contenido, por momentos más cercano al drama de tono survival que al del terror propiamente dicho, se asoma tímidamente a dichos postulados arriba comentados al ser una curiosa variación de la temática del terror marítimo reconfigurado aquí hacia parcelas derivativas del eco-thriller de ciencia ficción en donde el monstruo como ente físico amenazador es sustituido por un virus que no deja de ser otro concepto del monstruo pero que en esta ocasión crece de forma no tan visible dentro del organismo de los protagonistas muy a la manera, pese a no ser tan explícita, de aquel reivindicable found footage de Barry Levinson titulado The Bay. Las variaciones antes comentadas en referencia a su narrativa vienen dadas en la medida de percibir como llegados a un punto del relato la amenaza del invasor entendida como tal pasa a un segundo plano, en realidad nunca quedara resulta tal cuestión, en este caso se prioriza el razonamiento científico con un ligero trasfondo ecologista en detrimento del susto fácil, también se hace hincapié en el tono paranoico del superviviente, curiosamente aquí encontraremos alguna que otra interesante concomitancia con nuestro presente a la hora de plantear conceptos morales tales como el dilema al que se ven sometidos los protagonistas de no infectar al resto de la población en base a diferentes comportamientos, principalmente el egoísta y el responsable, frente a una amenaza vírica aquí retratada como invisible.
Valoración 0/5: 3
Possessor
En Possessor vemos como Tasya Vos es una agente de una organización secreta que utiliza implantes cerebrales para controlar el movimiento corporal de otras personas, obligándolas a cometer asesinatos que benefician a toda clase de peces gordos del mundo corporativo. Un día, durante una misión rutinaria, algo sale mal. La agente Vos se ve atrapada dentro de la mente de uno de los sujetos que trataba de controlar, cuyo apetito por la violencia se acaba convirtiendo en su peor aliado, superando incluso el suyo propio.
La ganadora indiscutible de este Sitges 2020, Mejor película y director, correspondió al segundo trabajo tras las cámaras de Brandon Cronenberg titulado Possessor, un director que de forma algo curiosa forma parte de esa larga lista de realizadores premiados y muy recurrentes en el festival que son primogénitos de cineastas ya consagrados, a bote pronto me vienen a la memoria los nombres de Panos Cosmatos, Duncan Jones o Jennifer Lynch por ejemplo, la pregunta con respecto a Brandon Cronenberg y su cine vendrá dada a la hora de preguntarnos hasta qué punto este es deudor de un legado paterno conceptual en la medida de crearnos una perspectiva en referencia a lo que son sus auténticas virtudes.
Es complicado el abstraerse de la obra de Cronenberg padre a la hora de referirse a la de su hijo por una simple cuestión de que ambas guardan una conexión muy evidente pese a que este último no se queda corto en referencia al aporte personal, esta será más bien en la referida a indagar narrativamente en temáticas e imaginarios varios relacionados en su gran mayoría con el body horror y el tecno-thriller más que en lo concerniente a lo meramente formal. Si ya en la notable Antiviral vislumbrábamos retazos evidentes en su parábola futurista en base al terror clínico y corporativo muy recurrente en la obra de David en este thriller de ciencia ficción colindante con el terror onírico que orbita en base a la idea de invadir el espacio del otro sin tener permiso que es Possessor existen claros conceptos ya percibidos en películas como Scanners o la extraordinaria Existenz en lo concerniente a explorar realidades virtuales que afectan a nuestra personalidad mediantes fugas mentales y trasmutaciones corporales urdidas aquí casi bajo el concepto de la “penetración forzada” representado en la película en base a contundentes y explícitos estallidos de violencia. Sin embargo y pese a que Possessor es una interesante película como también lo era su opera prima Brandon Cronenberg aún no da la sensación de atesorar el talento de su padre, pese existir ideas la realización del film ganador de esta edición de Sitges deviene como algo tosca, también lo es en referencia a una narrativa expuesta de forma deficiente, posiblemente demasiado cerebral y esquemática en el desarrollo de unos personajes que no termina por explorar el propio universo del que están estructurados más allá del concepto puramente visual por el que se mueven. Posiblemente estemos ante un director que aún sigue buscando un lugar concreto, un autor que de alguna manera se encuentra en una continua evolución aun por terminar, en tal sentido Possessor no deja de ser un paso adelante en referencia a una autoría que se vislumbra tan deudora e imperfecta como atrevida y sugerente.
Valoración 0/5: 3’5
Be Water
En 1971, tras ser rechazado por Hollywood, Bruce Lee regresó a la casa de sus padres en Hong Kong para completar cuatro películas icónicas. Ilustrando su lucha entre dos mundos, este retrato explota la cuestión de la identidad y de la representación a través de material inédito, entrevistas con sus seres queridos y los propios textos escritos por el legendario maestro de las artes marciales.
Uno de los documentales estrella que se pudieron ver este año en Sitges fue el Be Water de Bao Nguyen, un trabajo algo funcional que repasa la trayectoria y posterior legado de ese casi concepto cultural llamado Bruce Lee, un documental, integrado dentro de la cosecha presente este año en el festival en referencia a los trabajos de la no ficción, que posiblemente fuera el más publicitado previamente por parte de la organización, algo que tendría que llevar a una cierta reflexión acerca de que tipos de documentales se le han de dar prioridad con respecto a su visionado, en tal sentido queda bastante claro que estamos ante un tipo de material que no es muy afín para una gran mayoría de público de Sitges, suele ser una característica común ver proyecciones, como la de la interesante L’ultimo uomo che dipinse il cinema, con la sala prácticamente vacía, Sitges suele programar material didáctico interesante cada año, mucho del mismo derivado a la sección Brigadoon, sin embargo un servidor tiene la impresión de que el certamen no publicita o promociona con algo más de esmero dichos documentales, posiblemente debido a percibir poco interés por parte de un gran número de la audiencia, una sinergia que no deja de ser algo peligrosa pues entramos en una especie de circulo vicioso que parece regirse por el concepto de la demanda y oferta, algo que en parte es todo lo contrario de lo que tendría que ser la idiosincrasia de un festival de cine.
A tal respecto Be Water dio la sensación de ser una especie de concesión al público por su innegable calado popular, un documental perteneciente a la serie 30 For 30 de la cadena ESPN que parece nacer de una necesidad contestataria en lo concerniente a esa entendida por algunos vulgarización del personaje visto fugazmente en la reciente Once Upon a Time in Hollywood de Quentin Tarantino. Basándose en los comentarios de la voz en off de diversos allegados estamos ante una mirada cálida y en cierta manera autorizada de una figura icónica que asumió proporciones míticas tras su muerte pero que sin embargo no parece tener mucho acceso a su vida interior como hombre, en tal aspecto Be Water es un documental vertebrado a partir de testimonios de los propios familiares otorgando al producto la catalogación de oficial y por consiguiente algo carente en lo que respecta a la indagación de los aspectos menos luminosos del astro de las artes marciales, esto no significa que estemos ante un mal documental pues en cierta manera pese a su evidente funcionalidad y esa mirada algo sesgada antes comentada Be Water es un aplicado ejercicio de reconstrucción que tiene sin embargo el hándicap pese a su corrección de no aportar nada nuevo al estudio de un personaje ya suficientemente transitado que pese a ello sigue esperando que aparezca una visión que sea percibida como la definitoria.
Valoración 0/5: 2
El huerto del francés
A finales del siglo XIX, un francés llega a Peñaflor, un villorrio andaluz próximo a Sevilla. Nadie conoce su origen, pero es un hombre inteligente, trabajador y ambicioso. Pronto se establece como prestamista y se casa con Elvira Orozco, la hermosa hija del hombre más rico del pueblo. Construye una casa con jardín y huerto y la convierte en un prostíbulo. Señoritos, toreros y otra clase de gente frecuentan el «huerto del Francés», pero algunos de ellos jamás regresaron.
Gracias a su reconversión en estos últimos años y pese a una cierta sensación de seguir siendo una especie de cajón de sastre temático lo cierto es que la sección Seven Chances nos ofreció una selección de películas que pese a su diversidad de tonos y conceptos fue posiblemente fue de lo más interesante visto en este Sitges 2020. Nunca viene de más recordar que dicha sección fundada en el año 1993 bajo el mandato de Xavier Catafal nació de la feliz idea de escoger siete películas por parte de un mismo número de críticos que no tenían visos de tener una distribución comercial ni en cines ni en el ámbito doméstico de nuestro país. Evidentemente con el paso de los años dicho concepto de selección se ha ido desvirtuando de una forma lógica dado el cambio coyuntural existente dentro del mundo de la distribución, aun así esa máxima de ofrecer siete oportunidades de un material de difícil visionado se ha mantenido hasta día de hoy más o menos fiel al espíritu inicial como se pudo comprobar este año con la proyección de una magnífica copia restaurada de la no menos excelente El huerto del francés de Paul Naschy.
Aunque muchos no quisieron darse cuenta la proyección del El huerto del francés fue uno de los indiscutibles puntos álgidos de este atípico Sitges 20202, en tal sentido el festival cumplió con la labor casi pedagógica de dar una oportunidad de oro con respecto a ofrecer el visionado de una película complicada de ver hasta día de hoy y hacerlo a través de una restauración de lujo. No deja de ser curioso como un film como El huerto del francés ha sido hasta el presente un film maldito en la trayectoria de Paul Naschy, figura clave a la hora de entender el desarrollo y evolución del llamado Fantaterror, una película que sin temor a la equivocación puede considerarse como una de las mejores obras realizadas por parte del cineasta madrileño. El huerto del francés, que basa su historia en un caso extraído de la crónica negra, vendría a ser una hija putativa de esa clase de películas que aprovecharon la transición democrática de finales de los 70 y principios de los 80 a la hora de romper corsés que limitaban la libertad cultural, en tal sentido el film de Paul Naschy representa a la perfección la quintaescencia del true crimen rural patrio pese a existir antecedentes previos como por ejemplo El crimen de la calle Bordadores de Edgar Neville, el tono seco y oscuro direccionan la película a ser casi una génesis de referentes posteriores más populares como por ejemplo El crimen de Cuenca de Pilar Miró y muy especialmente la serie de televisión La huella del crimen en referencia a reflejar la carga social adyacente en aquella torva España negra, aquí escenificada en la Andalucía profunda. Una obra muy reivindicable que enerva el concepto de la crónica negra por encima de cualquier otro tipo de artificios quedando expuesta a través de una sordidez de tono malsano a modo de un fiel retrato social de una oscura época pretérita de nuestro país.
Presente en la pasada edición del Festival de Sitges dentro de la sección panorama y disponible estos días en Filmin dentro de la programación on line del Terrormolins nos llega un primer tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, del film de terror psicológico The Night. La película, que supone el primer acercamiento al género fantástico por parte del realizador estadounidense de origen iraní Kourosh Ahari tras dirigir anteriormente dos dramas The Yellow Wallpaper (2016) y Generations (2018), tiene previsto ver la luz en Estados Unidos el próximo mes de enero.
En The Night vemos como una pareja iraní y su hija de un año se quedan atrapados en un vetusto hotel donde acontecen extraños fenómenos. A lo largo de una noche que parece no tener fin, deberán enfrentarse a los secretos que se interponen entre ellos.
La película con guion del propio Kourosh Ahari junto a Milad Jarmooz está protagonizada por Shahab Hosseini, George Maguire, Elester Latham, Michael Graham, Niousha Jafarian, Gia Mora, Steph Martinez, Armin Mehr, Ali Kousheshi, Amir Ali Hosseini, Golbarg Khavari, Hana Rahimzadeh, Leah Oganyan, Cara Fuqua, Sam Tarazandehpour, Lily V.K. y Boshra Haghighi.
Traumas paternofiliales y oscuras reconfiguraciones del mito de Frankenstein
Dentro de la sección New Directors el segundo trabajo tras las cámaras del joven realizador polaco Piotr Domalewski salió por decirlo de alguna manera bastante bien parado en referencia a transitar con cierto aplomo y frescura por temática bastantes recurrentes en un tipo concreto de cine europeo que suele indagar en problemáticas de índole social y afectivas, I Never Cry nos cuenta como una joven chica de diecisiete años llamada Ola debe viajar a Irlanda para trasladar a Polonia el cuerpo de su padre, muerto en un accidente en la construcción. Lejos de interesarse por él, Ola quiere saber si su padre ahorró el dinero necesario para el coche que le había prometido. Mientras se las apaña para lidiar con la burocracia extranjera utilizando su picardía, comienza a conocer a que fue su padre.
Tiene cierto merito el contarnos una historia que para nada es relativamente novedosa pero hacerlo de una forma que resulte bastante empática para con el espectador, en I Never Cry volvemos a percibir ese tipo de relato social europeo de claro tono realista tan deudor de las películas de Ken Loach, no estaría de más en un futuro intentar contextualizar la importancia que ha tenido el ahora algo denostado por esa nueva critica festivalera de índole elitista realizador británico en el cine contemporáneo europeo que transita en los diversos perjuicios adyacentes en el sistema social, a tal respecto la película de Piotr Domalewski parte de la premisa de cómo la inmigración ha causado un déficit afectivo en muchas familias que terminan adquiriendo la condición de desestructuradas ante tal situación. I Never Cry en tal sentido vertebra toda su historia mediante un consabido coming of age de manual, aquí el viaje interior de la joven protagonista, notable performance a cargo de Zofia Stafiej, quedara expuesto mediante la oportunidad, a diferencia de sus progenitores, de vislumbrar un futuro no dependiente en lo social y tener un control propio para con su vida, todo gira en torno a ese concepto, una alegoría perfectamente expresada en la estupenda escena final de este pequeño pero agraciado film en donde vemos como el deseo de conseguir el carnet de conducir por parte de la joven protagonista se hace realidad de la forma menos previsible.
El actor y ahora director Viggo Mortensen aprovechando ese sinergia tan habitual que se viene dando en las últimas ediciones del festival con la entrega del Premio Donostia presento en San Sebastián su opera prima como realizador, un film de tintes autobiográficos que indaga en la parte menos amable de una relación paterno filiar. En Falling vemos como John Peterson vive con su marido Eric y su hija adoptiva, Monica, en California. Willis, su padre, un granjero solitario y conservador, accede a viajar a Los Ángeles y quedarse en casa de John mientras busca el lugar idóneo para jubilarse. Durante su estancia, los mundos de padre e hijo chocan violentamente, hurgando en viejas heridas y abriendo nuevas en el viaje mutuo a la aceptación y el perdón.
Lo primero que destaca de una película de las características de Falling es su no adscripción, por fortuna, a ese tono académico lindante con el melancólico del drama familiar tan reconocible a la hora de retratar desde detrás de las cámaras una existencia o una parte de ella, en ese sentido la opera prima de Viggo Mortensen no es un relato cómodo ni agraciado pero por lo visto si veraz, este viaje interior contado en base a dos narrativas de pasado y presente nos acerca a una suerte de reflexión interiorizada a cargo del personaje del hijo interpretado por el propio Mortensen en lo concerniente a los enigmas que pueden esconder ciertos afectos familiares relacionados con lazos sanguíneos en donde aquella máxima que dice que la familia no se elige simplemente se acepta o no cobra una especial relevancia, en este aspecto el relato orbita principalmente a través del personaje del padre, un poco a la manera del James Coburn del Affliction de Paul Schrader nos encontramos a un ser que a través del resentimiento del pasado ha forjado una personalidad amargada e irascible, comportamiento que se ve alarmantemente engrandecido en relación a la demencia senil que padece. Falling posiblemente abuse de dicho retrato al exponerla pero no matizarlo del todo, una mirada por momentos reiterativa en algo que ya detectamos desde el principio de la historia, a tal respecto el discurso misógino, homofóbico o racista del padre terminara derivando en base a su reiteración hacia un tono de humor de características casi sardónicas poco favorable a la hora de profundizar en temáticas tales como la distancia insalvable entre generaciones o el perdón como acto de redención, quedando algo difusa, en parte incompleta, esa mirada a la figura del patriarcado nocivo aquí intuido a través de una vertiente algo abstracta. Con todo lo mejor de Falling lo encontraremos en la labor interpretativa de un inconmensurable Lance Henriksen, un espléndido actor de reparto que de forma algo inexplicable rara vez en su dilatada trayectoria ha tenido papeles de protagonista principal, en este aspecto nunca es tarde si la dicha es buena.
No deja de ser cuanto menos sintomático como el único film de género fantástico presente este año en San Sebastián fuera de alguna manera el que abriera a través de sus imágenes el debate y la reflexiones más controvertidas y rica en matices de todo el certamen, presente en la sección Zabaltegi -Tabakalera el segundo trabajo tras las cámaras de la realizadora Sandra Wollner tras su notable ópera prima The Impossible Picture nos sitúa en un viaje nada placido a través de la mirada neutra de un ser artificial hacia una sociedad demasiado imperfecta. En The Trouble with Being Born vemos como Elli es un androide y vive con un hombre al que llama padre. Es capaz de rememorar vacaciones y cualquier otra cosa que él programe para que ella recuerde. Durante el día se dejan llevar por el verano y por la noche él la lleva a la cama. Diseñada para asemejarse a uno de sus recuerdos, realmente parece estar viva, a veces incluso parece soñar, y sin embargo no deja de ser una máquina, un contenedor para esos recuerdos que lo son todo para él y nada para ella. Esas evocaciones parecen dominarle, de hecho han llegado a tener vida propia. Una noche ella se interna en el bosque siguiendo un eco evanescente. Se pierde entre los matorrales y alguien la encuentra y se la lleva a su casa, proporcionándole nuevos recuerdos y una nueva identidad.
En The Trouble with Being Born se cumple una dicha que no deja de ser personal por parte de un servidor en referencia a como películas de nacionalidad alemana o austriaca, más allá de ese concepto que es Michael Haneke, dan la sensación de saber manejarse mejor a la hora de transitar por tramas de índole malsano, en tal sentido la notable cinta austriaca The Trouble with Being Born no es una excepción, el film aparte de ser un demoledor y algo creepy relato de fantasmas interiores en cierta manera pervierte conceptos varios vistos en films como el A. I. Inteligencia Artificial de Steven Spielberg o el Air-Doll de Hirokazu Koreeda a través de una mirada de un androide a una sociedad que deviene como enferma. El tono expuesto por Sandra Wollner en este relato en donde la creación supuestamente es más perfecta que el creador por el simple hecho de carecer de imperfecciones de este será la de un tono tan oscuro como aséptico que por momentos parece colindar con los imaginarios surgidos por el gran Jonathan Glazer. En The Trouble with Being Born está muy presente Under the Skin en relación a la mirada del no humano, si allí el alienígena terminaba por empatizar de alguna manera con la condición de las personas aquí la inteligencia artificial a diferencia de lo que suele ser habitual en muchas películas no quiere volverse humana pues carece simplemente de dicha necesidad, el androide será y actuara en esta ocasión a modo de un espejo configurado a la medida de los recuerdos y deseos de sus dueños, la culpa del pasado y la pedofilia como males desvirtuados del ser humano, ambos atesoraran una dolorosa memoria para quien los cometen, acentuada aquí por la mirada fría e impávida del artificial.
Viene siendo bastante habitual en estos últimos año que el coreano Hong Sangsoo esté presente en San Sebastián, su película numero 24 formo parte de la sección Zabaltegi-Tabakalera, una película en la que vuelve a reincidir en la colaboración con la actriz y actual pareja sentimental del realizador Kim Minhee, The Woman Who Ran nos cuenta como mientras su marido está en un viaje de negocios, Gamhee queda con tres mujeres a las afueras de Seúl. Primero visita a dos amigas en sus casas y después se encuentra de casualidad a una vieja amiga en un cine. Pero la interrogante vendrá dada en la medida de saber ¿quién es la mujer que huye, de qué huye y por qué?
La sensación de que el responsable de The Day He Arrives esté sufriendo una especie de involución puede parecer bastante perceptible en un primer momento, sus últimos trabajos a diferencia de la gran mayoría de los anteriores dan la impresión de ser bastante más básicos a un nivel narrativo, en parte ya no se percibe una necesidad de recurrir a bucles temporales ni narrativas de tono cripticas a la hora de lanzar el mensaje, en lo formal sin embargo Hong Sangsoo sigue un posicionamiento que se percibe como fijo, en cierta manera es del todo impensable que a estas alturas lo abandone, el zoom abrupto y los largos planos siguen siendo un recurso marca de la casa. The Woman Who Ran es un fiel reflejo de lo antes comentado, una película casi esquemática, dudo mucho que esté compuesto por más de diez planos secuencias, la trama consistirá en tres encuentro que la protagonista, de nuevo Kim Minhee, tiene con sendas amigas, cada uno de ellos será interrumpido por alguna intervención algo molesta llevada por una hombre, tres relatos que se repiten a modo de libro de estilo más depurado. Sera a través de esas conversaciones en apariencia cotidianas en donde se nos exponen como viene siendo habitual en el cine de Hong Sangsoo situaciones y pensamientos en principio funcionales para ir convirtiéndose poco a poco en algo más profundo en relación especialmente a distintas dinámicas de pareja, a tal respecto uno tiene la impresión que estos relatos en principio tan pequeños son de alguna manera los que mejor saben reflejar el ideario de un autor que pese a la reiteración de conceptos ya asumidos como inamovibles, o si se prefiere variaciones apenas imperceptibles sobre un mismo tema, sigue dando esa reconfortante sensación de realizar un tipo de cine en base a una sutileza y sencillez que parece estar concebida para que el espectador pueda habitar dentro del mismo relato.
Después de estar presente en la pasada edición dentro de la sección oficial a concurso con la estimable A Dark-Dark Man el realizador Adilkhan Yerzhanov volvía un año después a San Sebastián con una nueva película, en esta ocasión integrada dentro de la sección Zabaltegi-Tabakalera. En Yellow Cat, que está estructurada narrativamente a través de siete capítulos, cada uno presentado a modo de introducción por un dibujo infantil, vemos como el ex convicto Kermek y su amada Eva quieren dejar atrás su vida delictiva en las estepas kazajas. Él tiene un sueño, construir un cine en las montañas. ¿Será el amor, o más bien obsesión de Kermek por Alain Delon y la película El silencio de un hombre de Jean-Pierre Melville lo bastante fuerte como para mantenerlos alejados de las violentas garras de la mafia del lugar?
Viendo las dos últimas película de Adilkhan Yerzhanov parece quedar bastante claro que estamos ante una autoría tan definida con respecto a sus mimbres como algo difícil de asimilar por parte de aquel espectador que no esté dispuesto a aceptar las algo atípicas reglas de juego orquestadas por parte del director de Kazajistán. Tanto en la espléndida A Dark-Dark Man, thriller local con derivas al noir existencialista trágico expuesto a través de esa sempiterna colisión adyacente en la inocencia y en una culpabilidad moral casi viral dentro de una sociedad en donde la corrupción anida en un sistema que genera por igual a víctimas y verdugos, como en la película que nos ocupa los personajes parecen anclados en la nada, representada en su ubicación a través de la inhóspita estepa kazaja, los dos relatos parte de premisas criminales, la primera de una forma evidente, Yellow Cat lo hace sin embargo a través de una confusión genérica algo desconcertante, podríamos decir que la historia se ampara en parámetros muy parecidos al True Romance de Tony Scott, joven prostituta y joven delincuente emprenden una huida de connotaciones quiméricas, la pregunta viene dada en la medida de cuestionar si Yellow Cat es comedia o drama, lo que se nos cuenta en cierta manera no da lugar para muchas sonrisas, el modo en que lo hace posiblemente sí, ese humor absurdo y desconcertante, que por momentos parece mirar sin ningún tipo de pudor a imaginarios provenientes del cine de Jacques Tati por ejemplo, ya intuido a través de pequeñas pinceladas en A Dark-Dark Man, que en su tramo final vira hacia tonos algo más serios y poéticos, aquí se adueña por completo de una función en donde encontraremos un sinfín de referencia cinéfilas que más que direccionados a la pleitesía del referente dan la sensación de ser una especie de imitación de connotaciones casi paródicas. Una película tan entretenida como desconcertante poseedor de un final muy triste que pese a estar situada un escalón por debajo de su anterior A Dark-Dark Man es un trabajo a tener en cuenta a la hora de valorar a ese tipo de autores cada vez más difícil de detectar que hacen que su obra atesore un tono identificativo y reconocible muy propio en relación a un estilo aquí percibido principalmente en base a la exposición de formalismos poco convencionales.
La naturaleza se rebela es el título del libro oficial del Festival de Terror de Molins de Rei 2020 realizado en colaboración, por quinto año consecutivo, con Editorial Hermenaute. La naturaleza se rebela aborda la temática cinematográfica del ecoterror o terror ecológico, películas que muestran todo aquello natural —ya sea entendido como externo o no al ser humano— de una manera que provoca en el espectador sensaciones de horror, desasosiego, incomodidad o preocupación. El ecoterror surge de una grieta en la idea que tenemos de nuestra relación con la naturaleza, que a menudo vemos como un ente o un paisaje dominado por la humanidad. De esta grieta emergen las plagas de langostas, los desastres naturales, los diluvios o las pestes bubónicas, los miedos y las serpientes… En ella se desvanecen mujeres y hombres, en ocasiones pueblos enteros, y de ella regresan a veces convertidos en monstruos vengadores.
El proyecto está coordinado por el codirector artístico del TerrorMolins Javier Rueda, prologado por el periodista y crítico de cine Àlex Gorina y cuenta con las firmas de Guillermo Triguero, Gerard Fossas, Patricia Clapés-Saga, Marta Torres, Sandra S. Lopera y Carles M. Agenjo.
Autor: Javier Rueda, Àlex Gorina i Macià, Marta Torres, Guillermo Triguero, Gerard Fossas Noguera, Patricia Clapés-Saga, Carles M. Agenjo, Sandra S. Lopera, Ilustraciones: Miki Edge, Editorial: HERMANAUTE, Páginas: 232
Una joven drogadicta embarazada da a luz en medio de una de sus crisis. Incapaz de ocuparse del bebé, lo vende a una matrona dedicada al tráfico de niños. Arrepentida, la joven tratará de recuperarlo.
En este muy atípico Sitges 2020 la cosecha de cine español en el certamen fue tan digna y heterodoxa en referencia a su adscripción genérica como escueta por el número de las propuestas presentadas, de forma algo sorprendente el nuevo trabajo tras las cámaras de ese enfant terrible del cine patrio llamado Juanma Bajo Ulloa quedo de alguna manera en una segunda línea de flotación con respecto a otras producciones que supuestamente atesoraban una mayor aparatosidad, film inaugural, producto autóctono bien publicitado o película con un star system nacional al frente del reparto por ejemplo, que dejaron en cierta manera en la trastienda ya no solo la mejor película española con diferencia presente este año en Sitges sino posiblemente una de la más destacadas vistas durante todo el certamen.
Pocos realizadores como Juanma Bajo Ulloa han sabido delimitar de una forma tan meridiana trabajos de claro calado autoral con otros de una inequívoca condición comercial de tono alimenticio, en tal aspecto Baby supone todo un triunfo para los que seguimos teniendo ese pensamiento algo romántico de que gran parte del cine se sustenta a través del concepto del riesgo, en tal sentido la nueva película de Ulloa vendría a suponer el definitivo renacer a lo Ave Fénix de la autoría más radical del responsable de Airbag, algo que ya era intuido en la notable Frágil y que aquí es una realidad en base a reformular conceptos ya vistos en Alas de mariposa y muy especialmente en La madre muerta a través de un ejercicio de alto riesgo en referencia a unos formulismos expuestos en lo concerniente a un relato no hablado pero extremadamente visualizado. Una historia que empieza a modo de un drama descarnado con la drogadicción como telón de fondo y que deriva conforme avanza la trama en una especie de coming of age maternal que termina por abrazar sin muchos tapujos un tono tan gótico como neobarroco en base a un cuento macabro que parece beber de imaginarios perversos surgidos de la literatura de los Hermanos Grimm y de esas adaptaciones tan derivativas e interesantes llevadas a cabo en los años 70 por Curtis Harrington como por ejemplo Whoever slew Auntie Roo? Baby confía de pies puntillas en esos elementos cinematográficos tan simples y esenciales como son las simples miradas, el silencio o esa notable música a cargo de Koldo Uriarte y Bingen Mendizábal, todo ello mostrado a través de un relato mucho más cercano al concepto de fábula que al fantástico propiamente dicho. Una lástima que la que fuera posiblemente la película que atesoraba un espíritu más libre en este Sitges 2020 pasara sin un reconocimiento mayor, tanto en lo referente a su recepción como a su escasa presencia en el palmarés final certificando el mal momento que vivimos en lo concerniente a la fácil aceptación de un acelerado consumo audiovisual que va en claro detrimento con respecto a esa libertad creativa autoral de la que hace gala Baby.
Valoración 0/5: 4
No Matarás
En No matarás vemos como Dani, un buen chico que durante los últimos años de su vida se ha dedicado exclusivamente a cuidar de su padre enfermo, decide retomar su vida tras la muerte de éste. Justo cuando ha decidido emprender un largo viaje, conoce a Mila, una chica tan inquietante y sensual como inestable, que convertirá esa noche en una auténtica pesadilla. Las consecuencias de este encuentro llevarán a Dani hasta tal extremo, que se planteará cosas que jamás habría podido imaginar.
Dentro de una jornada con un marcado acento español No Matarás, el segundo trabajo tras las cámaras de David Victori tras su olvidable El pacto, nos ofreció con una buena dosis de ese cine de tono adrenalínico entendible por muchos como de claro índole comercial, aquel que cumple de sobras con esa función de entretenimiento pero que sin embargo se ve algo imposibilitado a la hora de ir un paso más allá en relación a sus propios postulados.
No deja de ser algo curioso como una película como No matarás da la impresión de atesorar más interés en aquello que no logra desarrollar, o que queda de alguna manera en su trasfondo, de aquello que en realidad nos muestra, la historia del film es bien simple, bajo los rasgos de un esforzado y omnipresente Mario Casas vemos a un personaje que por un motivo u otro se ha visto abstraído del mundo, alguien que de alguna manera no ha abandonado su supuesta zona de confort, sin embargo ese retrato de una masculinidad aun no desarrollada y que cuestiona según que comportamiento se queda en el simple enunciado, esa presentación cuando menos interesante toma enseguida un rumbo totalmente diferente tomando como principal referente argumental el After hours de Martin Scorsese reformulado aquí a modo de thriller de espiral fatalista con un ligero concepto en su historia de la femme fatale. Este trayecto nocturno de índole criminal a través de las correrías de un fugitivo en principio inocente narrado casi en tiempo real más que desarrollar el concepto del autodescubrimiento como pasaba en el film del responsables de Taxi Driver pasa a convertirse en un prototípico ejercicio de tensión en donde prevalece aquella máxima de que a cada vuelta de tuerca que ocurre la situación va empeorando conforme avanza. Un relato que resulta ser tan entretenido como previsible que atesora sin embargo el gran lastre de su inverisimilitud argumental, un mal menor según se mire si la película es simplemente valorada en lo relativo a su funcional tono evasivo con carácter de entretenimiento y no a un complejo retrato en relación a la trasformación de un personaje en apenas 12 horas.
Valoración 0/5: 3
The Stylist
Por la silla de peluquera de Claire pasan muchas personas y, a veces, sus tijeras cortan algo más que el pelo, permitiéndole llevarse a su solitaria casa un souvenir único con el que ampliar su peculiar colección. Pero el día en que Olivia, una de sus clientas habituales, le pide que haga un peinado especial para su boda, su secreto estilo de vida amenaza con salir a la luz.
Una pena que una película a priori tan interesante como resulta ser esta The Stylist de la realizadora Jill Gevargizian atesore el lastre de muchos largometrajes incapacitados a la hora de intentar ocultar sus costuras de cortometrajes, en tal aspecto evidentemente existe un corto homónimo anterior datado en 2016 por parte de la misma autora que sirve de base para desarrollar este psicokiller de índole femenino que no feminista, cosa que al menos y visto las tendencias por las que se mueven muchas propuestas de estas características hoy en día es de agradecer.
Podríamos llegar a la conclusión de que The Stylist funciona relativamente bien como relato circular en función de su principio y su final, tanto ese inicio, que reverencia sin ningún tipo de tapujos al Maniac de William Lustig, como su contundente conclusión, también extrapolado sin demasiados remilgos de esos finales tan recurrentes de los E.C Comics, son lo mejor con diferencia de la película, también es interesante la premisa o planteamiento del que parte el relato, la labor de esteticista de la protagonista actúa a modo de un doble juego de espejos de índole trasformador en donde se percibe el anhelo por parte de una y las metas de las demás en lo concerniente a un estatus social y emocional en base a la perspectiva e imagen que uno tiene de sí mismo, lastima sin embargo que todo el bloque central atesore una narrativa percibida como errática, por momentos con una cierta sensación de desgana, deudora en el mal sentido de la palabra de mucho de los thrillers de los años 90 que indagaban en el concepto de la nueva amiga psicópata, en tal aspecto la protagonista del film, una notable Najarra Townsend, quiere insertarse de forma profunda en la vida de una de sus clientas, pero su comportamiento errático comienza a alarmar a la gente más cercana de la supuesta víctima, estos no dejan de ser tropos argumentales bastante prototípicos y manidos en ese tipo de películas que aquí son utilizados a modo casi colindantes con el cliché de una forma más melodramática que puramente genérica, en su trasfondo y escarbando un poco podemos percibir desde la lejanía el intento de una mirada perdida enfatizada por el trabajo de la cámara en mano expuesto aquí de una forma tan delicada como trastornada con respecto a la ansiedad social que conduce en soledad para con la protagonista, ese anhelo por la conexión emocional que deriva en obsesión psicótica también formaba parte del statu quo de otra película imperfecta como era el May de Lucky McKee, podemos encontrar varias conexiones entre ambas en este sentido, sin embargo en esta última sus muy evidentes carencias eran disimuladas en parte por un tono desenfadado lindante con la comedia macabra, un recurso genérico al que The Stylist no acude dejando al descubierto múltiples derivas más cercanas a una escenografía de tono insustancial, adyacente por momentos con el telefilm de sobremesa, que a una sordidez más manifiesta como que parecía pedir la historia.
Valoración 0/5: 2
Un efecto óptico
Alfredo y Teresa son un matrimonio de Burgos que viaja a Nueva York con la intención de desconectar y hacer todos los planes que vienen en la guía. Pero nada más aterrizar empiezan a percibir señales, sutiles y no tanto, de que en realidad no están en la ciudad que les vendieron en la agencia. ¿Dónde están entonces?
Con referencia a la antes comentada Baby de Juanma Bajo Ulloa fue bastante curioso ver como en esta jornada del festival aglutino con respecto a lo visto por un servidor dos de las propuestas más radicales y alejadas de cualquier tipo de convencionalismos vistas este año en Sitges, sorprendentemente y sin que sirva de precedente ambas películas de nacionalidad española.
Proveniente de la sección Zabaltegi-Tabakalera del pasado festival de San Sebastián en donde tuvo su premier nacional Un efecto óptico aterrizo en Sitges para confirmar que el cine perpetrado por Juan Cavestany sigue resultando bastante complicado a la hora de poder ser encasillado, de alguna manera la nueva película del responsable de Gente en sitios es posiblemente la más complicada de descifrar de toda su filmografía, un film por momentos críptico que sin embargo atesora una estructura a primera vista bastante simple. Construida en base a diversos pliegues temporales a modo de fantasía onírica la historia se desarrolla a través de un humor situado a medio camino entre lo surrealista y lo absurdo en el que están ubicados unos personajes que parecen encontrarse en una constante desorientación. Juan Cavestany suele usar la comedia de un modo muy diferente al que solemos estamos habituados teniendo en esta ocasión tiempo de sobras a la hora de virar su narrativa hacia terrenos algo más serios colindantes con el drama familiar, poniendo una mirada de tono acido en relación a la uniformidad de la supuesta estética, o lo que nosotros percibimos de ella, de las grandes ciudades, en este caso un Nueva York al que de alguna manera homenajea en su tramo final, entre medio queda un difuso discurso que nos muestra conceptos tales como el del síndrome del nido vacío. En base a su condición de aplicado retratista de paisajes humanos Juan Cavestany termina recordándonos en este puzle de índole casi psicológico que cada vez que salimos al exterior nos convertimos en protagonistas de una especie de relato que difícilmente obedecerá a las coordenadas de guion que habíamos ideado previamente, a tal respecto el retrato de este matrimonio, interpretado de forma notable por parte de Carmen Machi y Pepón Nieto, devendrá totalmente desubicado quedando expuesto como un claro ejemplo de una incapacidad a la hora de seguir un viaje percibido como interno que parece dar la impresión de no dar más de sí.
Después de clausurar el pasado año la sección Horizonte Latinos del Festival de San Sebastián y su buena acogida tras paso por certámenes tales como Venecia, Toronto o Chicago entre otros nos llega un primer tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, del drama con ligeros ribetes fantástico titulado La llorona. Tras las cámaras nos encontramos con Jayro Bustamante que ya había incidido en estigmas sociales varios con sus anteriores Ixcanul (2015) y Temblores (2019). La llorona tendrá un estreno comercial en España de la mano de Atera Films previsto para el próximo 13 de noviembre.
En La llorona vemos como con las palabras «si lloras, te mato» resonando aún en sus oídos, Alma y sus hijos son asesinados en el conflicto armado de Guatemala. Treinta años después, se abre una causa penal contra Enrique, un general retirado que estuvo al frente del genocidio. Pero el juicio es declarado nulo y él es absuelto, y el espíritu de La Llorona se libera para vagar por el mundo como un alma perdida entre los vivos. Por las noches, Enrique comienza a escucharla llorar. Su mujer y su hija creen que está sufriendo accesos de demencia relacionados con el Alzheimer. Ninguno de los tres sospecha que su nueva ama de llaves, Alma, planea infligir venganza para enmendar lo que para ella fue un juicio injusto.
La película con guion del propio Jayro Bustamante está protagonizada por María Mercedes Coroy, Sabrina De La Hoz, Julio Diaz, Juan Pablo Olyslager, Ayla-Elea Hurtado, María Telón y Margarita Kénefic.
Ásperas opresiones religiosas y complejidades emocionales de una adolescente
La inclusión de varias películas seleccionadas en Cannes que este año por la cancelación del certamen galo estuvieron presentes en la sección oficial a concurso de San Sebastián motivo un obligado cambio para bien en lo concerniente a la calidad global de los trabajos presentados al mismo tiempo que una reconfiguración de estilos en cuanto a la autoría de los films que compitieron este año por la Concha de Oro, en tal sentido Beginning la opera prima de la georgiana Dea Kulumbegashvili, ya auspiciada pocos días antes de dar inicio el certamen por el premio de la crítica en el festival de Toronto, fue la indiscutible ganadora de un Zinemaldia que hacía tiempo que no mostraba una semejante unanimidad en lo referido a su palmarés (mejor película, dirección, actriz y guion). Beginning nos sitúa en un tranquilo pueblo de provincias, una comunidad de Testigos de Jehová es atacada por un grupo extremista. En pleno conflicto, el mundo de Yana, la esposa del líder de la comunidad, se desmorona lentamente. La insatisfacción interior de Yana crece mientras lucha por encontrar sentido a sus deseos.
Lo primero que sorprende de Beginning, trabajo en el que queda muy claro su condición de film cuyos atributos serán bastante más apreciados dentro del propio ecosistema de festivales de cine que en su futuro estreno comercial, es su condición de ópera prima dada la firmeza que atesora tanto en lo referido a una solida narrativa, que transita a medio camino entre el retrato realista social provisto de una parábola religiosa de tintes alucinatorios, como en lo concerniente a su virtuosismo visual. Un relato elaborado en función de un apabullante número de ideas que cuestionan principalmente las normas de una sociedad expuestas en la historia a través de una insatisfacción que deriva en asfixia por parte de una mujer (extraordinaria interpretación por parte de Ia Sukhitashvili) con respecto a un entorno personal en el que esta y se siente atrapada, este es presentado en la película a modo de un amplio catálogo de males sociales en donde los roles de género están demasiado definidos para mal como por ejemplo la religión como ente represor en donde impera por encima de todo la intolerancia, el abuso sistemático de los estamentos de poder o toxicas relaciones matrimoniales. Posiblemente y dejando de lado otras cuestiones la gran virtud de una película de las características de Beginning es su condición de film que está retando al espectador de forma continua en base a otorgar el siempre agradecido debate posterior, lo hace no solo en lo referido a ese discurso que indaga en esa mirada desencantada con respecto a una sociedad de índole patriarcal, que en su conclusión se saldará con una respuesta por parte de la protagonista situada a medio camino entre el trazo fantástico y alegórico expuesto a través de fuerzas casi telúricas, sino también en base a su cuidada estética, por momentos de una belleza plástica incuestionable pero también de una consiente y nada disimulada lentitud en base a numerosos planos contenidos. Beginning termina por enarbolar el concepto de la denuncia social acerca de la situación de una gran mayoría de mujeres naturales de la Georgia rural, en donde lo más importante de todo el concepto posiblemente sea el hecho de que Dea Kulumbegashvili lo hace a través de una mirada autoral ciertamente fascinante.
No ha sido un año fácil ni tampoco muy agradecido con respecto al cine latinoamericano presente en esta edición de San Sebastián, la cinta argentina Nosotros nunca moriremos al igual que lo hizo en la pasada edición Vendrá la muerte y tendrá tus ojos de José Luis Torres Leiva vino a representar ese tipo de cine extremadamente intimista proveniente de esas latitudes en donde sus narrativas apenas parece decirnos gran cosa, solo de una forma aparente pues en base a su marcado tono minimalista Eduardo Crespo nos ofrece un sentido y arriesgado relato que gira en torno al sentimiento ocasionado por la pérdida del ser querido. En Nosotros nunca moriremos vemos como Rodrigo y su madre viajan al pueblo donde acaba de morir su hermano mayor. En ese lugar calmo, transitarán los primeros tiempos del duelo. Rodrigo se irá asomando al dolor de los adultos y de manera imperceptible irá dejando la infancia. Su madre intentará revelar los misterios de esa muerte.
Película diáfana en su concepción en base a una historia que da la sensación, al igual que el concepto que solemos tener muchos del duelo, de estar suspendida en el tiempo, ubicado aquí en una especie de flotación de lugares perdidos representados por provincias alejadas de las grandes urbes. En Nosotros nunca moriremos, que vertebra la práctica totalidad de su historia mediante la contención de un estado de ánimo, el de una madre y un hijo expuestos a modo de llanto interior que otorga al relato una continua sensación de melancolía, los conceptos de alguna manera terminaran siendo inversos con respecto a su exposición, o la idea preconcebida que solemos tener de ellos, el tema de la pérdida de un ser cercano desde la mirada del sobreviviente suele ser en la mayoría de los casos campo abonado para el melodrama desaforado de tono grueso, hay ejemplos de sobra de ello, Eduardo Crespo sin embargo partiendo de esa premisa sustituye la contundencia por lo intuido, cosa que es de agradecer por aquello de dar la oportunidad al espectador de poder indagar por tránsitos no muy recorridos. Partiendo de la base de que no es sencillo filmar la tristeza como tal el duelo retratado en la película adquirirá pues connotaciones colindantes con un cierto tono de lirismo a través de ese concepto del dolor llevado desde dentro. Film plagado de sensaciones en apariencia imperceptibles que pese a su indudable modestia conforme avanza se va diversificando genéricamente a modo de road-movie con un ligero acercamiento al fantástico, todo expuesto a través de ese planteamiento que nos indica que lo aparentemente menos aquí significara forzosamente más.
Eliza Hittman ya venía apuntado muy buenas maneras en su anterior Beach Rats, relato de claro calado intimista en donde un joven se tiene que enfrentar ante distintos dilemas a la hora de forjar una personalidad y aceptar sus propios deseos, en este su nuevo trabajo tras las cámaras presentado dentro de la sección Perlas la realizadora vuelve a indagar en universos adolecentes en donde a través de una mirada contemplativa nos muestra las distintas tesituras de índole moral a las que se ha de enfrentar forzosamente una joven chica de diecisiete años que está dispuesta a interrumpir su embarazo. Never Rarely Sometimes Always nos describe a Autumn como una apática y callada adolescente que trabaja como cajera en un supermercado rural de Pennsylvania Viéndose obligada a sobrellevar un embarazo accidental y sin alternativas viables para poder realizar un aborto en su propio estado, ella y su prima Skylar reúnen algo de dinero y se embarcan en un autobús rumbo a Nueva York. Con la dirección de una clínica apuntada en un papel y sin un lugar en el que pasar la noche, las dos chicas se adentran en una ciudad que desconocen.
En Never Rarely Sometimes Always, indiscutiblemente una de las películas indie de este año, se vuelve a recurrir como en muchos de los trabajos vistos en esta edición del Zinemaldia a un tono colindante con la no ficción, este estilo naturalista que deriva en realista puede recordarnos en algo en lo relativo a sus formas y fondo dado el trazo social en el que se mueve al cine de los hermanos Dardenne o al de Ken Loach, sin embargo Eliza Hittman aplica un plus a una mirada que deviene contenida y llena de sutiles detalles en donde vuelve a reincidir en la exploración de conflictos adyacentes en la postpubertad, recurriendo en esta ocasión a aquella observación que no emite, ni siquiera lo intenta, ningún tipo de juicio de valor sobre lo que proyecta teniendo el mérito de saber trasmitir mediante la imagen y las pequeñas ramificaciones desprendidas por ellas, prodigiosa labor fotográfica a cargo de Hélène Louvart, la complejidad moral del asunto, aquí expuesto en base a diversos dilemas que quedan de alguna manera contrarrestados por la cotidianidad y afectos de dos chicas a la hora de reinterpretar de alguna manera y desde la propia necesidad ese concepto popular entendible como pasar un día “alegre” en Nueva York. Serán pues las imágenes, siempre por delante de una narrativa verbal aquí bastante esquemática y provista de diálogos mínimos, en donde se amparan la tesis de este aparente Cinéma Vérité con costuras de road movie, todo mostrado a través de una austeridad formal que anula tanto el tono sensiblero como tremendista tan habitual en este tipo de historias, siendo finalmente empático en referencia a ese concepto de la sororidad que aquí parece obviar o incluso dejar en un segundo plano el embarazo y el aborto como tesis principal del relato a favor de exponer un apoyo mutuo entre dos jóvenes mujeres a la hora de abrirse camino de la manera que sea posible en un ámbito percibido como hostil, quedando como eje central del que parte toda la historia una oscura mirada que proyecta desde la trastienda en relación a las violencias físicas y mentales ejercidas a millones de mujeres en todo el mundo.
Suele ser un denominador común que gran parte del cine actual proveniente de China incida de forma algo repetitiva en problemáticas sociales derivadas de ese milagro o crecimiento económico al que se ha visto sometido el país durante las ultimas décadas, la mayoría de las películas lo hacen a través de una mirada contemplativa y evidentemente critica con respecto a esa especie de irremediable metamorfosis social al que se ven abocados personajes y territorios, en cierta manera el segundo trabajo tras las cámaras del realizador Zhou Ziyang transita por recovecos parecidos en donde se incide en la globalización antes comentada a modo de ente distorsionador en las personas, en Wuhai vemos como Yang Hua y Miao Wei forman una pareja felizmente casada que vive en Wuhai, una pequeña ciudad rodeada por un asombroso paisaje desértico en Mongolia Interior. Sin embargo, a Yang Hua, el marido, le incomodan las diferencias de nivel económico entre su familia y la de su mujer. Se asocia con su amigo Luo Yu en un negocio de préstamos comerciales, pero desafortunadamente fracasa y termina ahogado en deudas. Un día, la familia, los amigos, los acreedores y deudores de Yang Hua llegan uno tras otro, privándole de su última pizca de dignidad.
En Wuhai todo parece girar en lo relativo a una angustia provocada por lo material, el relato no deja de ser una carrera contrarreloj con visos ya desde sus inicio a encontrarnos con una conclusión poco halagüeña para con sus protagonistas, un matrimonio cada vez más alejado de lo que cada conyugue entiende como bienestar social y emocional mostrado de forma reiterativa a través de coléricas discusiones entre ambos filmadas en base a largos planos secuencias. Si el Harvey Keitel de Bad Lieutenant o más recientemente el Adam Sandler de la notable Uncut Gems se movían a través de una creciente desesperación por terrenos transversales a causa de la adicción en el film de Zhou Ziyang, una historia básicamente de estafadores y deudores, somos testigos de como un exacerbado capitalismo propiciado por ese falso nuevo liberalismo aboca a sus personajes a abandonar una vida en parte rutinaria pero segura por otra que promete castillos de aire. Wuhai sin embargo pese a ciertas texturas de thriller se acaba convirtiéndose en un drama moral provisto de metáforas poco matizadas en lo relacionado a un entorno en donde el desarrollo económico ha dañado irremediablemente y de forma muy severa a un colectivo de personas, una desazón mostrado de forma alegórica a través de ese parque de dinosaurios de cartón piedra por el que se mueven los personajes, metáfora poco sutil con respecto a condenar de forma irremediable a sus protagonistas a una inminente extinción.
El debut en la dirección del suizo Christian Johannes volvió a poner sobre la palestra unas de los temáticas más recurrentes vistas estos últimos año dentro de la sección New Directors como es el de la inmigración enfocado en esta ocasión desde el prisma de una clase acomodada en donde las desigualdades e injusticias varias hacia el desfavorecido parecen estar ubicadas a través de una trastienda semioculta. Spagat nos ubica en el invierno en una zona rural de Suiza. Marina, una profesora de cuarenta y tantos años, lleva una vida tranquila con su marido y su hija. Pero las apariencias engañan; tiene una aventura secreta con Artem, el padre de una de sus alumnas, Ulyana. Aunque tanto Artem como su hija han vivido en las afueras de esta pequeña ciudad durante años, ninguno de los dos tiene permiso de residencia. Su secreto queda al descubierto el día que Ulyana es arrestada por robar. El incidente, relativamente menor, tiene consecuencias de gran alcance; no sólo se derrumban las vidas de Artem y Ulyana, sino que también se revela la implicación de Marina en toda la situación. Dividida entre la mentira, la lealtad y la pasión, la profesora decide que debe dar un paso radical.
Existe un juego de espejos bastante interesante en Spagat en relación a como diferentes personas, de extractos sociales antagónicos, han de lidiar con secretos y como estos comprometen y los direccionan a tomar una decisión que puede considerarse como ética o todo lo contrario. Un drama social que supuestamente no busca convencer de nada al espectador, sin embargo su aparente ambigüedad puede resultar incluso contradictoria a la hora de ser interpretada a través de perspectivas algo difusas en relación a un mismo problema, ambas miradas, la de Marina y la de la joven Ulyana, serán percibidas en la historia como interesadas para su propio beneficio. El film de Christian Johannes parece nacer de la obligatoriedad de situarnos en el lugar de ambos personajes, dándonos la libertad para la posterior reflexión a la hora de posicionarnos en uno u otro sentido, al final la sensación que deja será la de juzgar más un entorno global que ya conocemos de sobras que las acciones de unos individuos aquí retratados de una forma muy ambivalente, todo ello mostrado en base a una ubicación cuyas bambalinas son radiografiadas a través de una sociedad supuestamente perfecta que sin embargo no parece librarse de un mal entendido en la película como endémico.
La historia nos traslada a la Barcelona de principios del siglo XX a modo de fiel reflejo de la complicada convivencia de dos tipos de ciudades, una burguesa y modernista, la otra sórdida y sucia. La desaparición de la pequeña Teresa Guitart, hija de una rica familia, conmociona al país y la policía tiene pronto una sospechosa: Enriqueta Martí, conocida como ‘La Vampira del Raval’. El periodista Sebastià Comas se adentrará en el laberinto de calles, burdeles y secretos del barrio del Raval, donde sabe que encontrará la verdad sobre las desapariciones y asesinatos macabros de niños de los que se acusa a la Vampira. Pronto descubrirá́ que allí se esconde una élite dispuesta a ocultar sus vicios a cualquier precio.
Resulta algo complicado, posiblemente debido a la mera empatía de un servidor hacia sus responsables, sacar a la palestra las carencias de una película como La vampira de Barcelona, un producto ciertamente esforzado a la hora de intentar transitar por recovecos poco dados a la convencionalidad, sin embargo el elevar un producto autóctono por encima de sus posibilidades no deja de ser un arma de doble filo con respecto a cierta objetividad, y más dentro de ese contradictorio ecosistema de festivales de cine como pocos días antes se pudo comprobar en San Sebastián con el Akelarre de Pablo Agüero, a tal respecto y centrándonos en La vampira de Barcelona el problema viene dado en la medida de que dicho esfuerzo, loable a todas luces, no termina por justificar una propuesta que termina siendo errática especialmente en lo concerniente a su narrativa. Hasta cierto punto que su director Lluís Danés provenga del ámbito teatral y televisivo no ha de ser algo negativo de serie a no ser que el film sea esclavo de ese anterior bagaje estético y visual, en tal sentido este true crime de principios de siglo peca tanto de una excesiva teatralidad escénica empeñada en mostrarnos una atmosfera laberíntica que termina por agotar al espectador como de una estética por momentos muy caprichosa, a tal respecto poco favor se hace a la película si en función de su supuesto barroquismo o expresionismo se citen de forma repetida a nombres como Fritz Lang o Robert Wiene por mucho que El gabinete del Doctor Caligari sea el leit motiv de esta edición y pueda existir una supuesta sinergia en tal sentido.
En La vampira de Barcelona seguramente lo más cercano que encontremos al concepto fantástico radique en su aproximación a ciertas texturas de cuento gótico, en tal sentido el relato expuesto a modo de fábula tremebunda se moverá a través de narrativas detectivescas direccionadas hacia un tono que nos recuerda inevitablemente al From Hell de los hermanos Hughes, se obvia el trazo grotesco del asunto, en cierta manera se desmitifica a favor de hacer hincapié en el sensacionalismo mediático de la época y en el abuso de poder de las clases privilegiadas a través de una historia que decide matar al monstruo a la hora de señalar al marionetista oculto en la trastienda. Quién sabe si dentro de unos años, ojala sea así, un producto de las características de La vampira de Barcelona sea reivindicado en función de su condición de rara avis, de producto atípico, lo que queda claro es que a día de hoy el film de Lluís Danés tendrá un aparatoso acomodo lejos de esa inestable burbuja distorsionadora de los festivales de cine.
Valoración 0/5: 2
Mandibules
Mandibules nos cuenta como dos amigos no muy inteligentes encuentran de forma casual una mosca gigante viva atrapada dentro de un coche, ambos deciden entrenarla para poder ganar dinero con ella.
Suele ser norma casi habitual el haber una o dos películas que de una forma u otra marcan la edición de un festival de cine, si se trata de un certamen de un claro calado popular como resulta ser el de Sitges dicha sensación se verá acrecentada a la hora de recordar que film quedo en cierta manera en el subconsciente de los asistentes al evento, en este Sitges pandémico aparte de la gran triunfadora como fue el Possessor Uncut de Brandon Cronenberg el último trabajo tras las cámaras de Quentin Dupieux titulado Mandibules fue posiblemente la película que logro una conexión más notoria en relación con ese particular ecosistema popular del certamen, de hecho Quentin Dupieux podría considerarse como una especie de hijo prodigo del festival pues si no me falla la memoria desde su puesta de largo en 2010 con Rubber todos sus largometrajes han estado presentes en Sitges.
Mandibules fue de largo la mejor comedia vista en este Sitges 2020, tras su visionado y en cierta manera refrendando la sensación obtenida ya en sus últimas películas a un servidor le vino a la cabeza la posibilidad de que si dentro de cuarenta años los festivales de cine siguen existiendo y se le dedica una retrospectiva a Quentin Dupieux quedara de manifiesto la total coherencia de una obra importando bastante poco el anecdotario absurdo del que parten la mayoría de sus premisas, el absurdo pese a ser una marca registrada de la casa no deja de ser una excusa a la hora de plantearnos sencillas cuestiones de nuestro día a día, si en su anterior Le Daim todo transcurría en base a la reafirmación de la individualidad como soporte vital de la existencia en Mandibules todo parece desarrollarse en lo relativo al compromiso adyacente en la amistad. Pese a que posiblemente estemos ante el trabajo más accesible de su autor de cara a un público digamos más receptivo a la marcianada Mandibules sigue a pies puntillas un imaginario percibido como propio, escueta duración incluida, un film nuevamente tan anárquico como suicida a cargo de alguien que desde un principio decidió estar dispuesto a romper con todas las reglas posibles, posicionamiento expuesto en esta ocasión en la medida de apropiarse y reconfigurar del concepto de las buddy movies a modo de festín humorístico en donde veremos como dos amigos de escasa inteligencia se empeñan en amaestrar a una mosca gigante a la hora de obtener beneficios económicas, el milagro viene dado en que al final el calado surrealista y algo grotesco del relato termina siendo plenamente coherente a un universo muy particular y reconocible, un tono convertido ya a estas alturas en un muy agraciado subgénero propio.
Valoración 0/5: 3’5
Kubrick by Kubrick
El legado del mítico director Stanley Kubrick en el cine no se puede medir. Era un gigante en su campo, sus grandes películas son obras de arte, y su trabajo es estudiado por estudiantes y maestros por igual, todos buscando respuestas que, como es sabido, su creador era muy reticente a dar. Si bien es uno de los cineastas más analizados que jamás hayan existido, la oportunidad de escuchar las propias palabras de Kubrick, un hombre muy reclusivo y que apenas dio entrevistas, era una rareza hasta ahora. Desvelando nuevas grabaciones exclusivas de entrevistas detalladas con el director en las que éste reflexiona sobre su filosofía de vida, el documentalista Gregory Monro teje un tapiz de material de archivo con el ritmo y el cuidado de un historiador consumado que disfruta de sus descubrimientos.
En estos últimos años es tarea difícil no encontrar un resquicio dentro del festival de Sitges en donde de una manera u otra no aparezca en algunos de los apartados del certamen representada la figura de Stanley Kubrick, ya sea a través del simple aniversario con respecto a algunas sus películas utilizadas a modo de leitmotiv o bien algún trabajo colindante que indague de alguna forma en la carrera del mítico realizador, a tal respecto Kubrick by Kubrick de Gregory Monro pertenece evidentemente a este segundo apartado teniendo Sitges 2020 su pequeña y habitual ración de pleitesía hacia el responsable de 2001. A estas alturas y 21 años después de su muerte no es sencillo aportar algo que resulte nuevo, o novedoso en el peor de los casos, en lo concerniente al estudio de una de las trayectorias más analizadas en la historia del cine, de la misma manera también resulta algo complicado que cualquier material adyacente al artista y su obra careza de algún tipo de interés independientemente del enfoque utilizado para la ocasión. Kubrick by Kubrick, que se aparta del tributo entendido como tal, se sitúa a medio camino de ambas aseveraciones, no es, ni lo pretende ser, un documental o estudio completo pero si completista en lo referente a estar ante un trabajo vertebrado en base a las entrevistas en formato audio que a Stanley Kubrick le hizo el crítico francés Michel Ciment. De todos es sabido la reticencia a conceder entrevistas del autor, razón de más para apreciar en su justa medida estos pequeños apéndices que arrojan algo de luz a aspectos tales como la importancia de la labor fotográfica a la hora de hacer cine o reflexiones que aunque incompletas, recordemos que estamos ante un documental de naturaleza casi episódica, nos acerca un poco más al proceso creativo de una genialidad que en según qué aspectos nos sigue aun pareciendo insondable.
Valoración 0/5: 3
Spaceship Earth
En 1991, un grupo de visionarios contraculturales construyó una enorme réplica del ecosistema terrario llamado «Biosphere 2». Cuando ocho científicos se encerraron dentro de él para vivir allí, se enfrentaron a diversas calamidades ecológicas, así como a acusaciones de tratarse de una secta. Su épica aventura es tanto una advertencia como un testamento sobre el poder de pequeños grupos de personas de «reimaginar» el mundo.
Dentro de la sección Documenta, convertida últimamente en una especie de cajón de sastre genérico que engloba un sinfín de temáticas a cual más diversa, se presentó la interesante Spaceship Earth, dirigida por Matt Wolf, el documental parte de un generoso archivo de imágenes nunca vistas antes del interior de la llamada Biosphere 2, un proyecto de investigación de ciencia de sistemas con sede en el estado de Arizona que recreó los climas dominantes de la tierra en una escala en miniatura incluyendo una selva tropical, un desierto, llanuras diversas y una suerte de pequeño océano con arrecifes, todo ello provisto de diversos animales, aves e insectos para en teoría mantener una vida auto sostenible sin ningún tipo de injerencias provenientes del exterior, la energía solar y el gas natural proporcionaron la energía suficiente para todo ello. Financiado por el multimillonario Ed Bass y supervisado por el ecologista e ingeniero John P. Allen, el proyecto era esencialmente una especie de Arca de Noé terrestre, destinada a ayudar a los humanos a entender los beneficios de su propia ecología orgánica mientras probaban al mismo tiempo una versión artificial que podría usarse a modo de colonias para futuras colonizaciones espaciales.
Spaceship Earth se sitúa a medio camino entre el relato científico y la trayectoria de un grupo de emprendedores a través de un relato que va, o al menos lo intentar, ir más allá de la simple premisa del encierro de un grupo de científicos, en realidad podemos percibir como la síntesis del documental versa en torno a la dificultad de quien innova y explora terminando siendo un trabajo tan pulcro en relación a su labor didáctica como algo impersonal y escueto a la hora de poder abordar desde varias perspectivas tanto la controversia con la que se dio por concluido el proyecto como el intentar arrojar algo de luz sobre un personaje tan hermético y en parte tan contradictorio como resulto ser John P. Allen.
Valoración 0/5: 2’5
Save Yourselves!
En Save Yourselves! vemos como una joven pareja de Brooklyn decide mudarse al norte del estado para intentar desconectar de sus teléfonos móviles y reconectar con ellos mismos. Alejados de los medios de comunicación, desconocen la noticia de que el mundo está recibiendo una invasión alienígena. A medida que se van sucediendo extraños acontecimientos, la pareja deberá encontrar un camino de vuelta a la civilización, o lo que queda de ella.
El segundo trabajo tras las cámaras del dueto compuesto por Alex Huston Fischer y Rachel Wolther fue de forma algo accidentada e inesperada protagonista de esta edición del festival al poco de comenzar al ser apartada de la sección oficial a concurso por parte de la organización al estar ya disponible a través de una plataforma digital televisiva de nuestro país, al parecer incluso un festival como el de Sitges, con cerca de cuarenta películas a competición, muchas de ellas disponibles a través de la descarga ilegal, tiene que regirse por una serie de normas, problemáticas de selección aparte Save Yourselves! se pudo ver como mal menor a modo de sesión especial. Con un planteamiento inicial que transita a modo de comedia alienígena de tono millennial el film de Alex Huston Fischer y Rachel Wolther utiliza la escusa fantástica a la hora de ofrecernos una suerte de sátira en donde se intenta exponer mediante un tono liviano la sensibilidad e indecisiones varias de toda una generación de treintañeros en base a la repetición sistemática de una serie de clichés de claro índole hypter muy habitual en estos últimos años en algunos productos colindantes con la ciencia-ficción low cost proveniente del cine independiente norteamericano, en tal sentidos los mensajes que lanza la película resultan ser tan perceptibles con respecto a sus intenciones como difusos en lo concerniente a una mirada que no termina por decantarse ni por el lado amable de la comedia ni por el tono acido referido a esas supuestas dinámicas sociales de características toxicas para con los protagonistas. Posiblemente el problema que un servidor tuvo con esta película viene en la medida de algo tan sencillo como enfrentarme a un relato en donde me resulta primordial el poder llegar a empatizar con los personajes para que de alguna manera seguirles el juego, algo que en realidad dada la repetitiva impostura de calado mumblecore de sus protagonista resulto llegar a ser todo lo contrario.