«Les chambres rouges» review

El sonado caso del asesino en serie Ludovic Chevalier acaba de llegar a juicio y Kelly-Anne está obsesionada. Cuando la realidad se mezcla con sus fantasías morbosas, se adentra en un oscuro camino para buscar la última pieza del rompecabezas: el vídeo desaparecido de una niña de 13 años asesinada, con la que Kelly-Anne guarda un inquietante parecido.

Una de las propuestas que destacaron por encima del resto de películas presentes en la Sección Oficial a concurso en la pasada edición del Festival de Sitges fue la cinta canadiense Les chambres rouges, film que transita por sendas nada convencionales,  y que pervierte conceptos tales como el drama judicial, las serial killer groupies y las derivaciones del true crime, mediante la fascinante disección de un personaje sumido en la obsesión. Al igual que pasaba en Kissed (1996) o Dans ma peau (2002), por poner solo dos ejemplos, en Les chambres rouges asistimos al desarrollo de una oscura patología que conforme avanza ennegrece, con relación a una historia que tiene la gran virtud en lo concerniente a su narrativa de estar continuamente incumpliendo las expectativas del espectador, a través de una serie de sendas en donde sus protagonistas descubren que hay lugares que una vez que los visitas, es muy difícil volver.

La película de Pascal Plante, que incorpora a la trama un interesante foco de atención en la tecnología, termina siendo un fascinante thriller autoral de oblicua sensibilidad que cobra especial vigencia en unos tiempos marcados por el voyerismo morboso y el capitalismo de vigilancia. Relato que comienza con una disección del tropo del asesino en serie, evolucionando hacia un psicodrama centrado en dos mujeres que orbitan en una historia que canaliza hábilmente la esencia del horror social anexo a internet y el concepto de la perversidad de la imagen, funcionando también como estudio sobre la preocupación enfermiza de la sociedad actual por el mal. Síntesis que nos deriva a que parte del atractivo que subyace en Les chambres rouges no lo encontremos en sus imágenes, sino en algo que se pierde entre ellas. En esa forma de operar posiblemente se establezca la gran virtud del film de Pascal Plante, el negar al espectador sistemáticamente géneros pero sin llegar a abandonarlos del todo.

Valoración 0/5:3’5

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