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Dirigida por Arturo Ruiz-Castillo, esta crónica de la España negra fue una de las primeras adaptaciones cinematográficas de la obra de Antonio Machado
FlixOlé recupera la película maldita del cine español: La Laguna Negra (1952), la historia de un terrible crimen con la que el también olvidado director, Arturo Ruiz-Castillo, enseñó el lado más oscuro de un país marcado por la envidia y la violencia. Restaurado en los laboratorios de la plataforma, este título invisibilizado durante décadas se estrenará en su catálogo el próximo viernes, 8 de noviembre. Previamente, en colaboración con Filmoteca Española, el filme se podrá ver en el cine Doré el miércoles, 6 de noviembre, en un pase que tendrá lugar en la Sala 1 a las 21:00 horas y en el que intervendrá el representante de FlixOlé, Miguel López.
FlixOlé rescata así la que es una de las primeras adaptaciones de Antonio Machado, presentada en las salas de cine en la dictadura franquista. Hablar entonces del literato de la Generación del 98 resultaba peliagudo. Más aún si quien lo hacía tuvo vínculos con el entorno republicano durante la contienda, como fue el caso de Ruiz-Castillo. Pese a ello, el realizador se aventuró a llevar el romance La tierra de Alvargonzález (incluido en el poemario Campos de Castilla) a la gran pantalla para representar la cultura popular y leyendas del interior peninsular.
Bajo el título La Laguna Negra, el director se sumergió en los versos machadianos y extrajo un oscuro y brutal drama. En la serranía de Urbión, los hermanos Martín (José María Lado) y Juan (Tomás Blanco), instigados por la mujer del primero, Candelas (Maruchi Fresno), acaban con la vida de su padre y hunden su cadáver en el lago para heredar su hacienda. Vecinos y autoridades sospechan que tras la desaparición del hombre están implicados sus vástagos, quienes culpan de ello a un inocente buhonero.
El espíritu del difunto persigue a Juan, cuyo sentimiento de culpa comienza a poner nerviosos a Martín y a su esposa, mientras una maldición parece caer sobre las tierras y vidas de todos ellos. Miguel (Fernando Rey), el menor de los tres hermanos regresa a su hogar después de hacer fortuna en las américas. El joven y rico indiano intentará desvelar las incógnitas en torno a la desaparición de su progenitor con la ayuda de Ángela (María Jesús Valdés), mujer de Juan y con quien tuvo una relación en el pasado.
Crónica de la España negra
Como ya hiciera Machado en su romance, Ruiz-Castillo construyó una crónica de la España negra que intercalaba el costumbrismo con pasajes bíblicos, conviviendo las romerías, casas labriegas y habladurías de los lugareños con el castigo divino para aquellas gentes a las que corroe la envidia (la sangre de Caín). Los personajes se desenvuelven de esta manera en un clima de suspense constante, donde el odio, la avaricia y la crueldad afloran entre escarpadas cumbres.
Para lograr la ambientación lúgubre que impregna la cinta, el rodaje se trasladó a las tierras que inspiraron las estrofas del poeta (cambiando los Picos de Urbión por la Sierra de Gredos). Ello implicó el hospedaje del reparto, técnicos y ayudantes en refugios de montaña, lo que conllevó además numerosas horas de viaje en autocar e, incluso, a caballo de todo el equipo.
Al arduo trabajo que contribuyó a acercar el áspero y hostil paisaje se sumó la solvencia técnica para narrar el que, hoy en día, es uno de los pocos ejemplos cinematográficos de la poesía castellana. En plena madurez creativa, el director desplegó todo un abanico de recursos con los que transmitió la mirada amarga de un país al que la violencia había sacudido ferozmente con sus luchas civiles.
Una joya oculta del cine español
Esta rareza del cine de la época contó con numerosas dificultades hasta ver la luz, comenzando por su filmación, la cual se retrasó dos años debido a cuestiones económicas. No exenta de roces con la censura, integrantes de la Junta de Clasificación mostraron su disconformidad respecto al contenido del largometraje, llegando incluso a tachar de “desagradable” el guion; paradójicamente, elogiaban la calidad de la cinta. Finalmente, ésta se estrenó de tapadillo en algunas provincias españolas, y no llegó a las salas de la capital hasta un año después de concluir el rodaje.
La discreta acogida del título en sus inicios, así como la ausencia del mismo en la historia del séptimo arte español, convirtieron a La Laguna Negra en una joya oculta del audiovisual. Una situación que también experimentó el propio Ruiz-Castillo, quien ha quedado como uno de los cineastas malditos del panorama nacional. Ello a pesar de haber formado parte de la denominada generación de ‘renovadores’ (integrada por realizadores como José Antonio Nieves Conde, Manuel Mur Oti y Antonio del Amo) que optaron por hacer un cine de marcada preocupación social y estéticamente vanguardista, distanciándose así de las comedias blancas, películas folclóricas y epopéyicas que promovía el franquismo.
Con la incorporación de la renovada versión de La Laguna Negra al catálogo de FlixOlé, la plataforma pone a disposición del público una obra de difícil acceso al tiempo que confía en traer a la memoria al autor del filme y continuar con su decidida apuesta por dar a conocer las mejores películas españolas restauradas en una calidad de imagen y sonido inmejorables.
Del 20 al 28 de septiembre del 2024 tuvo lugar la 72ª edición del Festival de San Sebastián, un certamen marcado por su ambivalente condición de festival de festivales, y las vicisitudes que se derivan de todo ello. Asumiendo la difícil tesitura de situarse al final del escalafón de los certámenes de categoría A, aún así, la edición del 2024 del Zinemaldia logró finalmente ese ansiado equilibrio entre asentados apartados alternativos como New Directors, Perlas o Zabaltegi-Tabakalera, y una Sección Oficial que esta vez cumplió con relativa solvencia, con relación a la calidad ofrecida respecto a pasadas ediciones.
La presencia en la Sección Oficial de autores consagrados como Costa-Gavras, Mike Leigh (con la extraordinaria Hard Truths, ausencia inexplicable en el palmarés), Kiyoshi Kurosawa, Albert Serra o François Ozon, unido a una valiente, y algo inusual apuesta por el cine genérico con títulos como Conclave, El llanto, Serpent’s Path y el musical postapocalíptico The End fueron fundamentales para convertir la edición del 2024 en un certamen consistente con relación a autorías solventes y una serie de contenidos más arriesgados, que lograron una suerte de equilibrio en lo concerniente a la equiparación de temáticas y calidad artística; sin embargo, hubo otra serie de títulos percibidos de manera aislada, y sujetos a unas determinadas cuotas cinematográficas, como por ejemplo, la muy cuestionable presencia de cine latinoamericano, con producciones de una calidad controvertida, como El lugar de la otra, El hombre que amaba los platos voladores, o la película española Soy Nevenka, que difícilmente encajaban en la Sección Oficial.
El gran logro de esta 72ª edición del Zinemaldia, destacando por encima del resto, por su esforzada y necesaria, hoy más que nunca, labor de seguir al pie del cañón, fue la retrospectiva clásica dedicada al ‘poliziesco’ italiano, un ciclo compuesto por 22 títulos, acompañado de una interesante publicación a cargo del experto Felipe Cabrerizo. A continuación, y al igual que en pasadas ediciones, una primera crónica con los títulos presentes en la Sección Oficial, un segundo texto con el análisis pormenorizado de todo lo que dio de sí la Sección Perlas, y una última entrega de índole más periférica, navegando por diferentes secciones como New Directors, Zabaltegi-Tabakalera, Horizontes Latinos, Clásicos y Retrospectiva.
La mirada femenina
Fueron varias las propuestas donde el punto de vista de la mujer se erigió como eje cenital del relato, abriendo fuego, y como riguroso estreno mundial, la realizadora Audrey Diwan, que revisitaba conceptos con una nueva versión del clásico literario y cinematográfico Emmanuelle, adaptación del relato escrito en 1967 por Emmanuelle Arsan, que en esta ocasión versa sobre una historia donde la supuesta sutileza de lo estrictamente corporal del material original queda en un segundo plano a la hora de decantarse por un discurso de connotaciones políticas, aquí provisto de un tono estético aséptico, con una sorprendente indagación sobre el colonialismo, en relación con los roles y dinámicas de poder en el ámbito social y económico. Sin transgresión, ni una mirada distante sobre la exploración personal, todo queda en una estilizada ambigüedad, tanto a nivel narrativo como de puesta en escena. Como punto a su favor hay que reconocer que la responsable de L’événement no recurre a temáticas rupturistas del presente, sin embargo, la sensación final nos retrotrae 50 años a un tiempo y a un lugar donde Just Jaeckin y Sylvia Kristel sí tenían claro cuál era el propósito de su empresa. De vacíos emocionales también gira la notable Hard Truths, casi una tesis fílmica sobre los efectos causados por la amargura y la frustración en el individuo, donde observamos a una Marianne Jean-Baptiste en guerra con el mundo, una mujer con serios problemas de convivencia con la sociedad y que vomita su ira contra todo lo que la rodea. Relato magníficamente actuado, con un último tercio que cambia de tono, al centrarse en lo disfuncional, y el dolor psíquico y físico, y, en especial, cómo la existencia de uno, por muy gris que sea o se intuya, converge en la forzada existencia del otro en diversas ocasiones. Mike Leigh, cineasta de enorme talento nos brinda una de las películas más honestas presentes en el festival. Bastante más discutible resultó la chilena El lugar de la otra. La realizadora Maite Alberdi que venía de trabajos de no ficción como El agente topo y La memoria infinita, se adentra por primera vez en texturas propias de una telenovela de época de tono generalista basada en hechos reales, a través de una película donde de nuevo el contenido, la emancipación y liberación femenina en un mundo de ahora se mira en otro del pasado. Un manifiesto que se enmarca de manera muy forzada por encima de lo estrictamente cinematográfico, resultando un producto donde la reiteración de situaciones banales perfila una autoría demasiado convencional con relación a la caprichosa exposición que hace de sus subrayados.
Otra recreación de un caso real fue Soy Nevenka de Iciar Bollaín, película donde se exponen dinámicas de acoso, de indefensión, y el clima de presión social de la España profunda de principios de siglo, el problema viene dado cuando reiteradamente se confunde la potencia de la temática expuesta con una calidad artística que no deja de ser otra que la de ceñirse a unos hechos concretos, y cómo a partir de ellos, elaborar un discurso de denuncia de tono bienintencionado, dando como resultado un relato de estructura demasiado académico que da la impresión de confiar más en aquello que cuenta, que en cómo lo cuenta, por momentos a la manera de un telefilm al uso, dando la impresión de estar ante un producto empático, pero carente de profundidad a la hora de abordar la situación y que va más allá de un relato supeditado a una pátina visual percibida como muy plana. Por su parte, la realizadora Gia Coppola se adentra en imaginarios crepusculares con The Last Showgirl, crónica del final laboral y existencial de una veterana bailarina de cabaret, interpretada por Pamela Anderson en un local de Las Vegas que está a punto de cerrar. Cinta con un evidente contenido metalingüístico, parcela en la que también entraría en la ecuación el papel secundario de una notable Jamie Lee Curtis, que vendría a ser una cara B del The Wrestler de Darren Aronofsky, cuando muestra la historia de vulnerabilidad y declive, que brilla en lo concerniente a la construcción de un determinado ambiente que retrata un mundo que se desmorona, a través de un componente meramente contemplativo y visual, en detrimento del desarrollo de un arco dramático que otorgue una supuesta profundidad psicológica a sus personajes. Por otra parte, François Ozon volvía al Zinemaldia con Quand vient l’automne, relato de clara índole otoñal que juega al despiste cuando utiliza diversos géneros cinematográficos que van desde la comedia negra al thriller para terminar en un drama familiar donde ninguno de sus protagonistas es exactamente quien parece ser en un principio. Película en apariencia pequeña, pero poseedora de una percepción interesante que aborda la necesidad de las segundas oportunidades y la culpa intergeneracional, todo expuesto a través de un tono costumbrista de calidez ambiental que viene a decir “cuando el invierno y la mortalidad llaman a la puerta, el pasado y sus conflictos sólo importan hasta cierto punto”.
El género avanza
En un intento por diversificar conceptos, un buen número de películas que transitaron a través de coordenadas genéricas bien definidas, estuvieron este año presentes en la Sección Oficial a concurso, a tal respecto, el terror tuvo una presencia notable en el festival con la ópera prima de Pedro Martín-Calero El llanto, película que revisita con determinación una serie de reconocibles conceptos del fantástico contemporáneo, la mayoría derivados del J-Horror, a la hora de mostrar a través de distintos espacios temporales, un virus espectral trasmitido y heredado que es visualizado a través de lo analógico y lo digital. Algo más discutible resulta su indecisión a la hora de decidirse por lo puramente genérico o lo social, dos vías percibidas de manera equidistante en la película, ya que el relato incide en conceptos costumbristas poco habituales en el terror, sobre todo en un tramo final donde se atisba un tímido intento de interpretación con respecto a la violencia machista y sus efectos en el imaginario femenino a través de una dubitativa carga metafórica. Por otra parte, el musical tuvo su espacio en el certamen con el nuevo trabajo tras las cámaras de Joshua Oppenheimer, en su primera aproximación a la ficción, la fascinante y agotadora The End, una oscura y pesimista fábula postapocalíptica que nos sitúa dos décadas después del fin del mundo, a través de las vivencias de una familia que vive en su lujoso búnker construido en una mina de sal, mediante una historia que trata sobre cómo los privilegiados lucharán en el futuro por vivir consigo mismos y sus correspondientes traumas, como consecuencia de lo sucedido. Lo más sorprendente del film posiblemente radique en los números musicales que constituyen en la trama los únicos momentos de fugas disociativas (de tono esperanzador) de sus protagonistas mediante una propuesta formal y conceptual de indudable riesgo.
En Serpent’s Path, terrible historia criminal sobre la negación de la culpabilidad y el círculo vicioso ocasionado por la venganza, donde la acción se sitúa primero y la explicación después, el japones Kiyoshi Kurosawa, en su tercer trabajo tras las cámaras en 2024, tras la extraordinaria Chime y la no menos interesante Cloud, reconfigura conceptos ya transitados con anterioridad por él mismo en el V-Cinema, siendo más una especie de relectura que un remake entendido como tal, para ponernos en contexto algo parecido en conceptos al segundo Funny games de Michael Haneke, sin dejar de experimentar formatos y propósitos, en relación con un material propio rodado en el año 98 con el título homónimo de Hebi no michi. Son pocos los autores que acumulan suficiente experiencia, talento y buena voluntad, como para hacer una revisión conceptual de su propio trabajo, siendo aún menos los que hacen algo que valga realmente la pena en dicho proceso, Kiyoshi Kurosawa es uno de ellos, ofreciendo una obra, en apariencia algo menor dentro de su filmografía, pero que se sitúa muy por encima del resto de autorías de la actualidad. Por su parte, la entretenida y por momentos solvente Conclave de Edward Berger, funciona relativamente bien cuando recurre a coordenadas genéricas cercanas al thriller conspirativo religioso, también en la manera de articular una narrativa meramente funcional y efectista a modo de adaptación de un best-seller de éxito, siendo posiblemente su punto fuerte el uso de simbologías y liturgias católicas como elementos perturbadores, precisamente en un año en el que el terror religioso ha estado muy presente en las carteleras cinematográficas con interesantes propuestas de género de terror como The First Omen o Immaculate. Es una lástima que su desenlace donde la realidad, y un cierto oportunismo y teatralidad, con relación a su función de denuncia y alegoría de lo que sucede hoy por hoy, termine por anular toda esa fascinante ficción que es mostrada a través de una serie de manierismos que hacen hincapié en el complot de una secta oscurantista, y sus perturbadoras dinámicas de poder. Bastante menos satisfactoria resultó El hombre que amaba los platos voladores, trabajo que confirma el bajo nivel de calidad del cine latinoamericano presente este año en la Sección Oficial, que nos muestra una historia que recrea un caso mediático sobre ufología ocurrido en la Argentina de 1986. Su director, Diego Lerman, transita con cierta indeterminación, y una ambigüedad algo tosca, entre el homenaje tragicómico y la burla o parodia de un personaje que busca la compasión del espectador, por poner un ejemplo, presenta cierta semejanza al recurso utilizado por Tim Burton en la fundamental Ed Wood. Es una pena que no profundice más allá de su mirada nostálgica e inocente en ciertas ideas y conceptos que parecen orbitar por la historia, el más evidente sería la manipulación de los medios, el poder mitómano de las fake news o la potestad de crear una ficción de la nada más absoluta.
La mirada autoral
Suele ser bastante habitual en las últimas ediciones del Zinemaldia que exista, sin haber una determinada razón que lo justifique, una temática, en general, poco amable para el espectador, presente de una forma recurrente en un buen número de películas. Este año varias propuestas indagaron sobre la mirada al moribundo, los cuidados paliativos, la legalidad de la eutanasia o el derecho a morir dignamente. En la cinta china Bound in Heaven, opera prima de la veterana guionista Xin Huo, (Premio FIPRESCI, Premio del Jurado – Mejor fotografía), se retrata una historia de amor y huida entre un enfermo terminal y una mujer atrapada en un círculo de violencia doméstica, a través de un relato donde se percibe un curioso y delicioso toque de rareza en una estructura que da la impresión de querer reconfigurar coordenadas adyacentes a un melodrama de carácter comercial, de consiente tono desbordado, en contraposición a una mirada incisiva sobre diferentes núcleos sociales de un país y su compleja transición, aquí expuesta mediante la economía narrativa de una historia primaria, y en especial, a través de unos conceptos meramente estéticos de espacios y escenografías urbanas, cuyo decadente y pesimismo lirismo nos remite, para bien, a una serie de virtuosismos claramente deudores del cine de Wong Kar-wai. Por su parte, el veterano cineasta Costa-Gavras ofreció una mirada concisa sobre la muerte en Le dernier souffle, adaptación de un libro de Régis Debray y Claude Grange, que brinda un dialogo abierto que se establece entre un médico responsable de una unidad de cuidados paliativos y un escritor, a modo de reflexión filosófica abierta a distintos posicionamientos, físicos y emocionales, sobre cómo encarar el trayecto final de la vida. No es la primera vez que el responsable de Missing recurre a formatos, que en mayor o menor medida, circulan alrededor de la no ficción, aquí de índole episódica a través de una serie de pensamientos y vicisitudes de naturaleza subjetiva, contadas a modo de flashbacks, pero dirigidos desde la vertiente pedagógica, cuya mayor virtud se puede apreciar en la honradez derivada de la sencillez de una propuesta que evita cualquier atisbo de sensacionalismo con relación al concepto de hacer soportable lo inaceptable.
Otra propuesta que orbita sobre el fin de la existencia fue el nuevo trabajo tras las cámaras de Pilar Palomero, Los destellos, película basada en la novela de la escritora vasca Eider Rodríguez, que viene a ser una especie de celebración de la vida, un carpe diem que entra en escena cuando asoma la muerte. Propuesta austera y contenida que no recurre, al igual que Le dernier souffle, aunque de manera distinta, a aspavientos emocionales de tono exhibicionista. Sin embargo, en la película existe un conflicto bastante evidente, al igual que sucede en muchas películas españolas de la actualidad , focalizado en imágenes que no terminan de dar un sentido a sus innumerables silencios que aquí giran alrededor de la muerte, y cómo la asumen sus allegados, un enunciado finalmente mostrado como una especie de búsqueda hacia una armonía final, una supuesta belleza del duelo, tesis, por cierto, significativamente mejor expuesta en la denostada Morir de Fernando Franco.
Como conclusión, dos interesantes largometrajes de la Sección Oficial que curiosamente incurren en una constante reiteración de conceptos a nivel formal y escénico, por un lado, la estimable ópera prima de la realizadora Laura Carreira, On Falling, película que retrata un mundo de tristeza y agotamiento, diferente al mostrado por Mike Leigh en Hard Truths, que inevitablemente queda emparentado con el cine social de Ken Loach, por aquello de retratar la precariedad laboral en Reino Unido, integrando en el relato un fuerte componente emocional que, sin embargo, y por fortuna, no concluye con la consabida reivindicación/denuncia tan habitual en los trabajos del director británico, sino más bien con una reflexión, de indudable rigor formal, sobre la alienación y soledad de la clase baja trabajadora, personificada en la historia de una joven mujer portuguesa que vive y trabaja, casi como un autómata en un gran almacén de Escocia. Lo mejor de On Falling posiblemente provenga de las ausencias, las relativas a un tipo de cine intuido hoy en día como trillado dada su saturación, especialmente en las referidas a las catarsis, los subrayados, o aspavientos derivados de un realismo víctima del capitalismo devorador, poniendo sobre la palestra cómo probablemente el mejor cine social actual proceda de su apuesta por la contención. Con respecto a Tardes de soledad, merecida Concha de Oro a la Mejor Película, Albert Serra ofreció un gran debate sobre el poder de observación de un documental sobre la liturgia taurina, de incuestionable valor antropológico, y cercana en espíritu a las fundamentales Lejos de los árboles de Jacinto Esteva o La sangre de las bestias de George Franju, sobresalió por su calidad y su interés, muy por encima del resto de propuestas, supuestamente de contenido trascendente, vistas en la Sección Oficial a concurso. A tal respecto, asistimos a un trabajo que no tiene intención de establecer ningún tipo de discurso sobre el temario por el que transita, si acaso éste vendrá a posteriori de la mano del espectador, el propósito de Serra es ofrecer una mirada frontal a modo de fresco sensorial, de reconocibles connotaciones atávicas, donde solo hay espacio para el toro y el torero, Andrés Roca Rey. No es osado asegurar que una gran parte del cine orquestado por parte del responsable de Liberté, se sitúa con frecuencia al otro lado de un lenguaje entendido como convencional, rozando en ocasiones lo puramente fantástico, con relación a un tipo de autoría que crece a través de sus propias disquisiciones, y es en este aspecto donde Tardes de soledad se erige como una película de indudable valor artístico, invitando a debates que van mucho más allá de antagonismos elementales.
La nominada al Óscar Andrea Riseborough («To Leslie») y Domhnall Gleeson («Cuestión de tiempo») viven una conflictiva relación de 16 años en esta serie antirromántica de Victor Levin.
Filmin estrena el próximo 29 de octubre, en exclusiva en España, «Alice y Jack» una miniserie de 6 episodios protagonizada por dos pesos pesados de la interpretación británica: Andrea Riseborough, nominada al Óscar por su papel en «To Leslie» y vista en títulos como «Mandy» o «Possessor», y el irlandés Domhnall Gleeson, que se dio a conocer en la saga «Harry Potter» y ha participado en películas como «Ex Machina» o «Una cuestión de tiempo». Ambos son, respectivamente, Alice y Jack, cuya relación de pareja, repleta de altibajos, errores y desencuentros, conocemos en la serie a lo largo de 16 años. Victor Levin, productor de «Mad Men» y director de películas como «La boda de mi ex» o «5 a 7», es el creador y guionista de una serie dirigida por el camboyano Hong Khaou («Lilting») y el finlandés Juho Kuosmanen («Compartimento Nº 6»). Curiosamente, Riseborough y Gleeson ya habían sido pareja en la ficción, en la película de 2010 «Nunca me abandones».
Hay algo muy especial en el tono de tragicomedia romántica que adquiere «Alice y Jack» basada en una premisa muy alejada del cánon estadounidense del género. Aquí los personajes buenos también pueden ser malos, cometer errores, hacerse daño y actuar de manera mezquina en ocasiones. «Tanto Alice como Jack toman decisiones que resultan ser equivocadas, objetivamente incorrectas. Se dan cuenta de ello y se adaptan e intentan hacer las cosas bien, pero no son perfectos, están lejos de ser perfectos«, explica Levin. Ese carácter bipolar se apodera también del tono de una serie en la que la comedia y el drama conviven, a veces de manera conflictiva: «Todos intentamos que el drama fuera divertido y la comedia seria. Todos intentamos ser reales en ese sentido y entender que la vida es muy a menudo divertida y seria al mismo tiempo. Y a veces, en los momentos más tristes, se dicen las cosas más divertidas y viceversa, así que queríamos que el diálogo reflejara eso«, afirma el creador.
Levin define «Alice y Jack» como «una historia de amor inusual«: «No creo que se ajuste a la fórmula a la que algunos espectadores pueden estar acostumbrados y a la que yo ciertamente estaba acostumbrado. Habla sobre el caos del amor, las dificultades que conlleva y la necesidad de luchar por el amor de una manera que quizás otras historias no acentúan tanto«, expone. La serie tiene momentos inolvidables pero hay un gran punto de inflexión en el episodio 3 durante la celebración de una boda. Una escena memorable que protagoniza Domhnall Gleeson al pronunciar un discurso improvisado y desgarrador. «Puedo decirte que esa es quizás mi escena favorita de la serie«, afirma Levin: «Me encanta lo que Domhnall hace allí, y me encanta lo que Andrea hace allí. Es difícil porque el personaje no ha escrito el discurso; lo toma por sorpresa, y no sé a ti, pero si alguien me pidiera que me levantara y diera un discurso en una boda, agradecería que me avisara con un par de días de antelación«.
En el reparto encontramos a otros intérpretes como Aisling Bea («Chivalry»), Aimee Lou Wood («Sex Education») o Ella Bruccoleri («Strangers: Capítulo 1»), entre otros.
La feria de las sombras es una obra colectiva que indaga en la fascinante relación entre el cine de terror y los circos, las ferias y los espectáculos ambulantes. Son espacios cuya apariencia festiva oculta secretos inquietantes y personajes turbadores y que han servido de telón de fondo para historias surgidas de los rincones más oscuros de la imaginación. Coordinado por Ángel Sala y Jordi Sánchez-Navarro, la presente obra ofrece una rica reflexión sobre cómo el terror —y también el melodrama— han trasladado ciertos espectáculos nómadas a la gran pantalla para mostrar el rostro más turbio de la condición humana.
Mònica García Massagué, Pepe Aracil Sáez, Jorge Loser, Xavi Sánchez Pons, Lluís Rueda, Ángel Sala y Jordi Sánchez-Navarro nos proponen un sugestivo recorrido por los filmes más emblemáticos que abordan la materia. Un universo de impostación y barracones poblado de seres inadaptados, híbridos, freaks, payasos, ilusionistas y magos. El libro también analiza la evolución de la temática circense y de ferias y su influencia en la mercadotecnia y la publicidad, así como su evolución en las ficciones más modernas: del Grand Guignol a los parques de atracciones. Esta publicación supone una exploración esencial para cualquier amante del cine y del terror que desee descubrir los horrores que se ocultan tras las iluminadas barracas de feria y el colorido espectáculo bajo la gran carpa.
Descrito por muchos como un estilo de cine lo más parecido a un Woody Allen de la época dorada, el francés Emmanuel Mouret, tras su anteriores y estupendas Les choses qu’on dit, les choses qu’on fait (2020) y Chronique d’une liaison passagère (2022), vuelve a indagar en las relaciones sentimentales y dilemas morales con Trois amies, film cuyo primer tráiler acaba de ser presentado en sociedad y podéis ver a final de pagina junto a su póster oficial. Presente en la Sección Oficial de la pasada edición del Festival de Venecia, y de momento sin noticias de una futura llegada comercial a nuestro país, Trois amies se estrenará en cines de Francia el próximo 6 de noviembre.
En Trois amies vemos como Joan ya no está enamorada de Victor y sufre por no estar siendo honesta con él. Alice, su mejor amiga, la tranquiliza asegurándole que ella misma no siente pasión por su pareja Eric y sin embargo su relación va viento en popa. Ella ignora que él tiene una aventura con Rebecca, su amiga común… Cuando Joan decide finalmente dejar a Victor y este desaparece, las vidas y las historias de las tres amigas dan un vuelco.
La película, con guion a cargo del propio Emmanuel Mouret junto a Carmen Leroi, está protagonizada por Camille Cottin, Sara Forestier, India Hair, Grégoire Ludig, Damien Bonnard, Vincent Macaigne y Eric Caravaca.
Acaba de ver la luz de la mano de Warner Bros. un primer tráiler que podéis ver a final de página junto a su póster oficial de Juror #2, thriller judicial que supone el último trabajo tras las cámaras del veterano e incombustible Clint Eastwood (94 años) que llegará a los cines de nuestro país el próximo 31 de octubre de 2024.
En Juror #2, película número 38 del legendario director, vemos como Justin Kemp, un hombre de familia que, mientras forma parte de un jurado en un juicio por asesinato de alto perfil, se encuentra luchando con un serio dilema moral… uno que podría utilizar para influir en el veredicto del jurado y potencialmente condenar (o liberar) al asesino acusado.
La película, con guion a cargo de Jonathan Abrams, esta protagonizada por Nicholas Hoult, Toni Collette, J.k. Simmons, Chris Messina, Gabriel Basso, Zoey Deutch, Cedric Yarbrough, Leslie Bibb, Amy Aquino, Adrienne C. Moore y Kiefer Sutherland.
Orloff y el hombre invisible (La vie amoureuse de l’homme invisible, Pierre Chevalier, 1971). Int.: Howard Vernon, Brigitte Carva, Fernando Sancho. Francia. 35 mm. VOSE*. Color. 82’
La tumba de los muertos vivientes (Jess Franco, 1982). Int.: Manuel Gelin, Eduardo Fajardo, Lina Romay. España. 35 mm. Color. 87’
En esta noche de brujas, ya tradicional en «Sala:B», sesión doble de miedo para homenajear a una de las productoras por excelencia de la serie B en este continente: Eurociné.
La tumba de los muertos vivientes, dirigida por Jess Franco y coproducida por Eurociné, es una película de zombis nada convencional. Por un lado, parece subirse al carro del zombi italiano de Fulci y compañía, o de El lago de los muertos vivientes de Jean Rollin para Eurociné, pero lo que interesa a Jess claramente no es eso, incluso se burla de ese tipo de gore adolescente. Él pone el foco en un romanticismo decadente y exótico, más cercano al zombi de Tourneur (Yo anduve con un zombie) y a las pasiones más allá de la tumba de las leyendas de Bécquer. Es en la versión española, que cuenta además con Eduardo Fajardo como protagonista, donde se aprecia mejor esta intención, unida a unos fantásticos paisajes desérticos fotografiados por Juan Soler en Gran Canaria. Hay que recordar que el cine de terror en España le debe a Eurociné su primer gran éxito internacional, Gritos en la noche de Jess Franco (1961), que marcó una fructífera relación de unas treinta películas entre el director, Marius Lesoeur y su hijo Daniel, actual director de la productora.
Seguimos con una de las secuelas de aquel bombazo que originó la saga del Dr. Orloff, esta vez dirigida por otro habitual de Eurociné, Pierre Chevalier. Orloff y el hombre invisible continúa la senda de lo que algunos llaman Horrotica, una mezcla de terror gótico y erotismo ligero que la productora explotó a fondo. El título en francés era más explícito, aunque poco apropiado: La vida amorosa del hombre invisible. Este episodio, el único no dirigido por Jess Franco, ha sido muy maltratado por crítica y fans, pero visto en 35 mm y no en las típicas copias machacadas de VHS permite apreciar unas cualidades estéticas y oníricas que merecen más atención. Además, tener a Paco Valladares como galán frente al icónico Howard Vernon (Orloff) es otra anomalía indescriptible de la película.
Presentación a cargo de Daniel Lesoeur, productor y presidente de Eurociné, y Álex Mendíbil, comisario de Sala: B. Duración de la presentación: 15’. (Total sesión: 185’)
En colaboración con el Festival Alud, organizado por Crater-lab, Xcèntric presenta una sesión a cargo del artista estadounidense Bruce McClure, conocido por sus potentísimas performances en las que los intensos efectos sonoros y lumínicos generados por proyectores de 16 mm intervenidos generan en el público experiencias físicas e inmersivas. La sesión de performances incluirá Textiles Past and Prologue (2006-2024, 17 min) y Ventriloquent Agitators (2010, 43 min), dos piezas que, en palabras del artista, «proponen alternativas a las condiciones cinematográficas convencionales de una de película de 16 mm enhebrada en un proyector. La primera es sustractiva en el sentido de que se quitan el soporte y la ventanilla de película para liberar la película de «las garras» del proyector, lo que da como resultado una caída libre de plástica deformación. La segunda es una disposición aditiva que utiliza placas de metal insertadas en el mismo soporte de película para definir otros límites posibles de distancia focal entre la ventanilla, la película, los intervalos, etc. En ambas obras, el sonido –a menudo denostado por los puristas del cine por no ser esencial para la imagen– se activa en la lámpara de sonido en la segunda fase del proyector: el sistema óptico de sonido. Una vez más, se nos presentan dos operaciones. En la primera, las formas de onda capturadas y sincronizadas con imágenes en la película se deslizan en una narración más bien plana pero fiel, indiferente a las perturbaciones del público en la pantalla. En la segunda, los límites entre la base de la película y la emulsión, la ausencia o presencia de imagen en el sustrato de la película, crean señales electrónicas asincrónicas que son procesadas por el proyeccionista en una matriz de pedales de efectos de guitarra que libera una transmisión asertiva.»
CONSIDERANDO LAS COSAS QUE NO SON COMO ERAN
En su libro Elogio de las sombras, Junichiro Tanizaki describe el placer que siente al ver un baño tenuemente iluminado e impecablemente limpio en un templo de Nara o Kioto. Continúa describiendo la belleza del cuarto japonés y de cómo depende de una variación de sombras. Sombras densas contra sombras claras, no hay nada más. Según Tanizaki, los occidentales se asombran de la sencillez de las habitaciones japonesas, ya que no ven en ellas más que paredes cenicientas desprovistas de adornos. La reacción es comprensible, pero delata la incapacidad de comprender el misterio de las sombras. Junichiro Tanizaki, que murió hace muchos años, es un misterio para mí. Ya que no podemos pedirle que explique sus ideas sobre la apreciación de las sombras en el pensamiento y los edificios occidentales, propongo este taller, dirigido tanto a especialistas como a profanos, sobre los matices del sombreado y la coloración de la imagen fotográfica y la tecnología del sistema de sonido óptico que le es inherente. Todos los estudios de cine tienen una biblioteca de «efectos de sonido» grabados en celuloide. Con un fonógrafo de celuloide ahora es posible controlar la amplitud y la frecuencia de cualquiera de estos sonidos y de darles ritmos inimaginables. Con cuatro fonógrafos de celuloide, podemos componer e interpretar un cuarteto para motor de explosión, viento, latido y desprendimiento. Queremos captar y controlar estos sonidos, y usarlos, no como efectos de sonido, sino como instrumentos musicales. Película fotoeléctrica y medios mecánicos para la producción sintética de música y juegos de sombras. El proyector de 16 mm es el elefante en la habitación que debe ser domesticado por el proyeccionista y, a su vez, por el público atenuando sus pasos. El gigante avanza con pesadez a la velocidad de la luz y del sonido por un lugar desprovisto de límites, no aquellos en los que algo se detiene, sino donde algo comienza. Más allá de las convulsiones de la superproducción puede nacer un estado de calma en el que toma forma un mundo sin productos ni desechos, una zona en la que la mente es energía y materia prima y también producto final, el único objeto intangible para el consumo. Para distinguir las cosas más simples de las más complejas, y para ordenarlas, debemos notar, en todas y cada una de las series de cosas en las que deducimos directamente verdades de otras verdades, cuál es la más simple, y luego notar cómo todas las demás se encuentran a mayor, menor o igual distancia de ella. Solo en la oscuridad tu sombra es clara. Pienso en los cines, trucos panorámicos con multitudes inclinadas hacia alguna escena intermitente nunca revelada, pero precipitada de nuevo, anunciada a otros ojos en la misma pantalla.
OH, NO
Si caminas lo suficiente, llegarás; y cuando llegues te ofrecerán un lugar para sentarte solo para ti, en una silla bonita, y todos tus amigos estarán allí, sonriendo, y ellos también tendrán su lugar.
Bruce McClure
Fecha: 27 octubre 2024
Horario: 18.30
Espacio: Sala Raval
Precio: 4 € (3 € reducida)
Entrada reducida: carnet docente -enseñanza obligatoria-, parados, familias numerosas/monoparentales y jubilados con la tarjeta rosa.
Amigos CCCB: gratuito
Venta de entradas en taquillas (taquilles@cccb.org / 933064100) y online.
Tras trabajos como The VVitch (2015), The Lighthouse (2019) o The Northman (2022), el realizador estadounidense Robert Eggers se ha convertido en un nombre clave para los fans del fantástico, su nuevo trabajo tras las cámaras, y el más ambicioso hasta la fecha, es la esperada nueva versión del clásico de 1922 de F.W. Murnau Nosferatu, película nuevamente inspirada en el ‘Drácula‘ de Bram Stoker cuyo segundo tráiler acaba de ser presentado en sociedad de la mano de Focus Features y podéis ver a final de página junto a su póster oficial. Este nuevo Nosferatu tiene previsto su estreno comercial en Estados Unidos y España para el próximo 25 de diciembre de 2024.
La breve sinopsis oficial de Nosferatu describe la película de Robert Eggers como un cuento de tono gótico en torno a la obsesión que se establece entre una atormentada joven y el aterrador vampiro enamorado de ella, una tempestuosa relación que dejara un siniestro rastro de sangre a su paso.
La película, con guion adaptado a cargo del propio Robert Eggers, está protagonizada por Lily-Rose Depp, Bill Skarsgard, Aaron Taylor-johnson, Nicholas Hoult, Willem Dafoe, Emma Corrin, Simon McBurney, Ralph Ineson, Paul A Maynard y Stacy Thunes.