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First Love nos cuenta como un joven boxeador que atraviesa una mala racha durante el transcurso de una noche se encuentra inesperadamente con el primer gran amor de su vida ahora convertida en una prostituta adicta a la droga que pese a sus circunstancias personales sigue manteniendo una mente inocente. La chica sin embargo se encuentra inmersa en una compleja trama relacionada con el tráfico de drogas que la convierte en el objetivo de varias personas.
Con más de cien títulos en su haber no deja de ser algo curiosa la evolución que ha tenido la carrera cinematográfica de Takashi Miike en estas últimas décadas, más sorprendente aún si cabe ha sido su aceptación y posterior tránsito por los festivales de cine de nuestro país, el director de origen nipón empezó a darse a conocer en territorio patrio allá por el año 1999 con una cinta que devino clave en su trayectoria como fue Audition, por aquel entonces el Festival de Sitges sufría una confusión de identidades genéricas brutal, la Semana de Terror de San Sebastián curiosamente capitaneando por Luis Rebordinos por aquel entonces estuvo bastante más avispada a la hora de programar dicho título, un tiempo en que el japonés era un autor de una clara naturaleza trasgresora, en parte lo sigue siendo aunque de una forma algo distinta, con títulos entre otros como por ejemplo The City of Lost Souls, Visitor Q, Ichi the Killer o la saga Dead or Alive en la medida de ofrecer un tipo de cine que se caracterizaba principalmente por una ausencia total de esquemas preconcebidos.
Con el paso de los años y un ritmo de producción cada vez más desmesurado Takashi Miike se convirtió en una especie de hijo putativo del Festival de Sitges, en cada nueva edición estaba presente con más de un título llegando incluso a rodar una película en la localidad catalana, la algo indigesta JoJo’s Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable, una vez reducida en algo su proclive hiperactividad Takashi Miike aunque sigue sin hacerle ascos a ningún tipo de trabajo va depurando su discurso siguiendo en ocasiones transitando por un cine de encargo pero de un mayor empaque como lo demuestra trabajos como por ejemplo 13 assassins, Hara-kiri: Death of a Samurai o su depurada reinterpretación low cost de otro clásico como es la notable Over Your Dead Body. Una trayectoria que da la impresión de no tener ya una imperiosa necesidad de llamar la atención, de provocar en definitiva, sus trabajos se expanden dejando de ser un coto privado destinados a festivales de género, a tal respecto a nadie sorprendió que su First Love estuviera presente en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes, también estuvo presente el pasado mes de septiembre en San Sebastián dentro de la sección Zabaltegui en un certamen que al igual que aquella Semana de Terror de San Sebastián del año 1999 ahora está dirigido por Luis Rebordinos, circunstancia que curiosamente hace que el círculo se cierre de alguna manera.
Entrando ya en materia de lo que es su último trabajo tras las cámaras un servidor siempre ha sido de la opinión de como las películas orquestadas por Takashi Miike, indiscutiblemente uno de los mejores artesanos que ha dado el cine japonés en mucho tiempo, más que analizarlas concienzudamente merecen ser simplemente disfrutadas, First Love, que se acerca de forma evidente al sector digamos más respetable de su filmografía, representa a ese tipo de cine despreocupado que entre tanta trascendencia festivalera su visionado sienta de maravilla, al igual que la también reciente The Forest of Love de Sion Sono, el film no deja de ser una especie compendio autoral marca de la casa que recoge lo mejor y en parte lo peor de dicha ecuación, su irregularidad narrativa esclava de esa máxima tan característica de su autor en donde todo vale queda aquí convertida en un conjunto de creatividad continua que viene a representar a la perfección el significado de lo que es su propia coreografía cinematográfica, evidentemente tan multigenérica como disfrutable.
Posiblemente si se tuviera que elegir una sola catalogación genérica para el film, algo que en realidad que no deja de ser un poco absurdo en la trayectoria del responsable de One Missed Call, esta sería la de ser una especie de desprejuiciado slapstick criminal que no deja de lado el trazo emocional aderezado como no podía ser de otra manera con un buen número de pinceladas de humor negro, una aplicación de diversas tonalidades genéricas que tiene en parte la virtud de esquivar uno de los males endémicos de muchas de las películas de Takashi Miike, la de agotar al espectador en base a un dilatado frenesí siempre direccionado a desembocar en un clímax continuo que parece no tener fin, aquí todo está permitido en base a la utilización de recursos visuales a cual más ingenioso, como por ejemplo recurrir a la animación en alguna escena espectacular cuando el presupuesto no da para poder rodarla en imagen real, por lo demás el cajón de sastre deviene como inabarcable, solo cogiendo lo positivo, que en este caso no es poco, el disfrute está plenamente asegurado.
Le milieu de l’horizon nos sitúa en el verano del 76. Una ola de calor está provocando que el campo suizo se seque a toda velocidad. En un ambiente sofocante, Gus, que tiene trece años y es hijo de un granjero, ve cómo su entorno familiar y su inocencia se resquebrajan, en parte está viviendo el fin de su particular mundo.
Dentro de la pasada edición del Festival de San Sebastián hubo tiempo de poder adentrarse aunque de forma algo breve en esa sección ya tan consolidada y en parte imprescindible dentro del certamen como es Nuevos Directores, apartado en donde prima el descubrimiento de autorías direccionado exclusivamente a primeras y segundas películas, de Suiza vino la cinta Le milieu de l’horizon de la realizadora Delphine Lehericey, un segundo trabajo tras las cámaras que curiosamente colinda temáticas adolecentes y emancipaciones emotivas al igual que su ópera prima Puppylove, película también presente curiosamente años atrás en la misma sección del festival.
Le milieu de l’horizon, que adapta una novela de Roland Buti y que parte de una idea, urdida a cuatro manos por parte de Joanne Giger y Roland Buti, provista de personajes imperfectos y que podríamos denominar como prototípica, aquella que nos explica una trasformación o emancipación que discurre a través de los ojos de un preadolescente en lo concerniente a una vivencia ubicada en esa concreta etapa tan dada en la formación de una identidad que queda situada a un pie de la infancia y otro de la adolescencia representado en el relato a través de un personaje, un Luc Bruchez cumpliendo con rigor, obligado a presenciar una serie de acontecimientos ocurridos dentro del núcleo familiar al que pertenece que no puede manejar como él quería, un punto de partida similar a otra película vista este año en el festival como es la británica Rocks pero desarrollada a través de una narrativa completamente distinta, en esta ocasión todo expuesto a modo de una muy característica coming of age aquí encuadrada dentro de un periodo de tiempo muy determinado, apenas dos semanas y acontecida una ubicación rural que deviene como clave en el desarrollo de una historia en donde el entorno histórico cultural resulta fundamental a la hora de retratar lo que vendría a ser una incertidumbre hacia lo desconocido o una contrariedad cosechada en lo relativo a los sentimientos del joven protagonista visualizados a través de un particular micromundo representado aquí de forma tan clásica como hiperrealista en la medida de conseguir trasivergar la consabida idílica rural gracias en parte a un notable empaque visual por parte de la fotografía a cargo de Christophe Beaucarne.
De alguna manera en el film de Delphine Lehericey, que ante la falta de cierta originalidad atesora firmeza, asistimos al final de un tiempo y unas vivencias que dan paso a otro que se percibe como bien diferente, transitando más allá del característico y sempiterno despertar vital o sexual del joven protagonista el relato nos permite ciertas acotaciones algo interesantes que vienen en parte a circunvalar dicha ruptura emocional arriba citada, uno por ejemplo el social, representado en esta ocasión en el derrumbe de un mundo plasmado por un lado por una especie de capitalismo que pasa por encima del individual entorno campesino simbolizado en el relato en la figura de un padre que asiste a la irremediable tesitura de intentar subirse al tren de la modernidad si no quiere verse abocado a la desaparición laboral, el otro igual no tan social sino más bien a modo de reafirmación, sentimental o emotiva como se prefiera, en referencia a la liberación de la mujer dentro de los cimientos del patriarcado, en esta ocasión la de una madre (una ajustada Laetitia Casta) que ve el momento de desembarazarse de ese cordón umbilical familiar para intentar resetear el destino que ella cree que en verdad le corresponde y que ahora si puede llegar a acometer, una parte de la historia que pese a estar ambientada en los años 70 las cuestiones que abordan podrían ser perfectamente adyacentes y actuales a las que puede plantearse cualquier mujer a día de hoy, todo ello evidentemente bajo la sempiterna mirada del infante, en esta ocasión expuesta como figura representativa del joven contemplativo que asiste a un irremediable cambio que se supone que cimentara su futura personalidad, una mirada tan vulnerable ante los hecho que se ve obligado a afrontar como en parte participe, de forma involuntaria, de lo que inevitablemente el mañana le deparara tanto a él como a los seres que le rodean.
Cuatro años han trascurridos desde La calle de la amargura para que el veterano realizador de origen mexicano Arturo Ripstein se volviera a poner tras las cámaras con El diablo entre las piernas, film cuyo primer tráiler y póster oficial acaban de ver la luz y podéis ver a final de página. Una película, que tuvo su premier mundial en el pasado Festival de Toronto y que aún carece de una posible fecha de estreno comercial en nuestro país, en donde Ripstein vuelve una vez más a indagar en ese desencanto de índole moral ubicado en ambientes claustrofóbicos tan característico dentro de su trayectoria.
El diablo entre las piernas nos cuenta como Beatriz y el Viejo han estado juntos durante varias décadas. Farmacéutico ya retirado, el Viejo ahora malgasta su tiempo en su hogar situado en la Ciudad de México, un lugar que comparte junto a su esposa Beatriz, una mujer víctima de continuos insultos, vejaciones y humillaciones por parte de su celoso marido, sin embargo no huye de su lado porque han creado una codependencia y, al menos ella, no concebiría una nueva vida de otra manera. Una triste existencia en donde de manera esporádica se escabulle para tomar clases de tango y proponerle matrimonio a un compañero de baile más joven que ella. Con sus hijos crecidos hace ya mucho tiempo, la única persona que queda en el hogar para presenciar la enfermiza rutina cada vez mayor de la pareja de ancianos es Dinorah, la joven criada que de forma eventual tomará el asunto en sus propias manos.
La película con guion de Paz Alicia Garciadiego está protagonizada por Silvia Pasquel, Alejandro Suárez, Greta Cervantes, Daniel Giménez Cacho, Erando González, Patricia Reyes Spíndola y Mar Carrera.
En A Dark-Dark Man e somos testigos de cómo un niño es asesinado en un recóndito pueblo kazajo. El joven detective asignado al caso quiere terminar la investigación cuanto antes al comprobar que policía local al parecer ya ha encontrado al autor. Pero cuando una periodista llega desde la ciudad para informar sobre el caso todo empezara a desmoronarse.
Otras de la película vistas en la pasada edición del Festival de San Sebastián que competían por la Concha de Oro fue la interesante coproducción entre Francia y Kazajistán titulada A Dark-Dark Man del realizador Adilkhan Yerzhanov, una película que indaga en lo que podríamos denominar como la quintaesencia del thriller local. En A Dark-Dark Man se parte de inicio de premisas y coordenadas muy conocidas que podemos encontrar en infinidad de películas que transitan a través del noir, sin embargo su principal particularidad la encontraremos tanto en lo referente a su ubicación, unas áridas e interminables estepas situadas en Kazajistán que parecen no tener fin al quedar situadas en un escenario que deviene inequívocamente como inhóspito, como en lo referente a una exposición argumental que no deja de ser una especie de reinterpretación del noir francés, dicho escenario, omnipresente a lo largo de todo el metraje, juega un papel fundamental a la hora de presentar un relato que deviene su status quo como bucéfalo en lo concerniente a su inconfundible y pervertida estructura genérica clásica que parte de aquella máxima de estar ante un relato en donde no encontraremos personajes buenos, aquí todos son malos o peores en referencia a la práctica total de unos protagonistas que atesoran una negatividad moral a cada cual más difícil de justificar.
En el film de Adilkhan Yerzhanov somos testigos de cómo su protagonista a través un tono situado a medio camino entre lo melancólico y lo pesimista casi sin llegar a proponérselo termina engullido por una espiral corrupta de la cual quiere desprenderse conforme avanza la trama a modo de redención casi a semejanza del aquel Harvey Keitel en el Bad Lieutenant de Abel Ferrara, un personaje, un excelente Daniar Alshino, que al principio de la trama forma parte de manera consiente de una corrupción policial que deviene casi en social, también se detecta en el film claras reminiscencias dialécticas en su narrativa a autores claves del presente como pueden ser por ejemplo Takeshi Kitano o Bong Joon-ho a la hora de presentarnos situaciones terribles, en algunos casos muy violentas, que son tratadas a través de un tono desenfadado pese a la atmósfera malsana que subsiste en una historia por momentos colindante con el thriller nórdico, todo ello expuesto formalmente a través de unas querencias estéticas tan insólitas como atrevidas como por ejemplo puede ser la por momentos hipnótica banda sonora de tono electrónico a cargo de Galymzhan Moldanazar, por otra parte asistimos a un trabajo de connotaciones inequívocamente autorales, en tal sentido a Adilkhan Yerzhanov que tiene tiempo incluso de transitar a través de un humor por momentos absurdo, que parece mirar sin ningún tipo de pudor a imaginarios provenientes del cine de Jacques Tati por ejemplo, da la sensación de no darle mucha importancia al tempo narrativo de la película, cuestión esta que puede suponer para el espectador no predispuesto a la espera paciente un inconveniente de difícil escollo dada la particular concepción de un ritmo el efectuado aquí que al igual que el farragoso día a día de los protagonistas del film parece quedar situado en un tiempo indefinidamente suspendido en el limbo.
A tal respecto la mirada de Adilkhan Yerzhanov en este corrosivo retrato deviene como clave, de alguna manera la apuesta es arriesgada dadas sus manera y sus formas siendo digno de elogio dada su peculiaridad principalmente en referencia a esa inesperada irrupción de lo cómico antes comentada cuando el relato menos lo espera, una propuesta arriesgada que el Festival de San Sebastián alejado de manierismos convencionales a la hora de programar tuvo para bien incluirla en su Sección Oficial a concurso. El estilo en esta ocasión siempre quedara situado por delante de convencionalismos genéricos en una cinta de naturaleza ciertamente atrevida que nos habla principalmente de un existencialismo trágico expuesto a través de esa sempiterna colisión adyacente en la inocencia y en una culpabilidad moral casi viral dentro de una sociedad en donde la corrupción anida en un sistema que genera por igual víctimas y verdugos y en donde no parece haber resquicios intermedios posibles como comprueba de forma fatalista el atribulado protagonista del relato.
En Políticas de la Nueva Carne, el multi galardonado autor de Filosofía Zombi, Jorge Fernández Gonzalo, vuelve a adentrarse en el arte cinematográfico como medio para un ensayo lúcido y revelador. En esta ocasión, de la mano del conocido cineasta David Cronenberg, cuya carrera transitó desde las obras maestras del gore-underground hasta el cine de autor más incisivo e inteligente. El autor madrileño desbrozará la inquietante filmografía cronenbergiana a partir de sus dos ejes centrales (la «Etapa Perversa» y la «Etapa Teratológica»), para desplegar un arsenal propio de ideas en torno a las políticas de la ficción y las políticas del cuerpo. Sexopolítica y videopolítica, tecnoorganismos y monstruosidades, morbosas criaturas libidinales y cuerpos pre-genéricos, tecnosexualidad y parafilias se fusionan en Cronenberg y Gonzalo hibridándose con la teoría queer, la ciencia-ficción y el psicoanálisis lacaniano, en un retrato conciso y certero de las políticas de la carne que se ponen en juego en nuestro tiempo.
El cineasta David Cronenberg es el mejor exponente de una estética y una línea de pensamiento denominada la Nueva Carne. En su obra se descomponen los límites entre lo orgánico y lo inorgánico, la carne y lo maquínico, lo sexual y lo asexual, la mente y el cuerpo, lo masculino y lo femenino, en un catálogo de entrecruzamientos «perversos» que ponen al límite nuestra imaginación. Un ensayo lúcido y revelador que recorrela filmografía de Cronenberg y sus criaturas perturbadoras, desde los clásicos del gore fantástico Videodrome, Crash, eXistenZ… hasta la etapa final del director canadiense y Consumidos.
Zombi Child nos trasporta en un primer momento a la Haití del año 1962. Allí vemos a un hombre vuelve de entre los muertos para trabajar en las infernales plantaciones de azúcar. 55 años después en una segunda narrativa vemos como una joven haitiana les dice a sus amigas un secreto familiar, sin saber que esto llevará a una de ellas a cometer un error de trágicas consecuencias.
Ese interesante tránsito de autorías imprevistas visto este año en la sección Zabaltegi Tabakalera del pasado Festival de San Sebastián nos permitió la oportunidad de poder ver trabajos de directores en un principio no afines al género fantástico, autores que nos dieron su particular visión en este caso en lo referente a elementos característicos del género de terror, después de las estimulantes obras a cargo de Denis Côté con Répertoire des villes disparues o Mati Diop con Atlantique el turno en esta ocasión recayó en el nuevo trabajo tras las cámaras de realizador francés Bertrand Bonello titulado Zombi Child, el responsable de la notable Nocturama, también presente en Donostia hace unos años, al igual de algunos compañeros suyos, Claire Denis por poner un ejemplo, atesora la virtud de apropiarse de un género concreto y exponer un discurso mientras utiliza instrumentos prototípicos del cine de terror para a través del cual desarrollar un discurso de connotaciones plenamente autorales.
Zombi Child, una de esas películas en donde la trama es bastante más compleja de lo que puede dar a entender en un inicio y en donde Bertrand Bonello en lo relativo a su indagación dentro del concepto zombie está bastante más entonado que Jim Jarmusch con su decepcionante The Dead Don’t Die, representa a la perfección ese relato de narrativa dual que al final termina confluyendo, ni que decir tiene que la abstracción etnográfica que anida en Zombi Child la aparta por completo de lo entendible por algunos como el terror clásico por mucho que la fundamental I Walked With a Zombie de Jacques Tourneur a modo de representación iconográfica está muy presente en todo el relato, a tal respecto no deja de ser algo curioso las referencias y los puntos de partidas utilizados por el realizador francés al comprobar como en otras de sus películas también centrada en universos de adolescentes conspirativos como era Nocturama cogía conceptos sociales muy reconocibles de otro de los puntales principales del cine de zombies, aunque desde una perspectiva moderna, como era George A Romero y su Dawn of the Dead.
Zombi Child no es un film al uso que intente argumentar la existencia de lo fantástico dentro de un determinado núcleo social o realista sino más bien la de exponer una especie de confrontación de dos culturas bien diferentes pero unidas a través de una coyuntura histórica como es la neocolonial y la oprimida que aquí se perciben como totalmente enfrentados en lo relativo a una premisa en donde se nos cuenta básicamente como de alguna u otra manera el pasado siempre vuelve a la actualidad. Un relato expuesto en base a una narrativa que se bifurca no solo en referencia a sub tramas diversas sino también en lo concerniente a temarios tales como la exploración del concepto de la coming-of-age que en el relato colinda con la teen movie femenina de connotaciones iniciáticas, el cine de zombies evidentemente o la exploración reflexiva de la cultura francesa desde una perspectiva meramente ancestral en referencia a mitos y realidades diversas, el gran logro viene en la mediada de ver como tal amalgama de tonos y géneros no llega a desvirtuar la historia, más bien todo lo contrario al encontrarnos con una propuesta plagada de hallazgos que devienen tras su visionado en reflexivos.
Posiblemente en donde mejor salga parada Zombi Child a modo de film político sea en lo referente a una exposición inquietante acerca de cómo perciben el mundo a través de las dos miradas y percepciones ya más arriba citadas, ambas económicamente y socialmente enfrentadas en base a una apropiación cultural ajena que deviene como errónea, todo ello en base a entrecruzamientos y continuos contrastes dotados de un indudable atrevimiento en referencia a lo que representaría la yuxtaposición de sus historias y en donde un elemento de unión de índole fantástico actúa a modo de viaducto a la hora de explorar la obra de un autor como es Bertrand Bonello que afortunadamente aún permanece fiel a sí mismo, a un discurso que curiosamente deviene como tremendamente actual en referencia al uso de múltiples capas tanto en la forma como en el fondo de un relato que termina siendo una de las propuestas más validas e interesantes existente dentro de ese peculiar subgénero que queda enclavado dentro de otro, aquí alejado conscientemente del tono mainstream como es el referido a ese otro cine de género autoral siempre provisto de matices e interpretaciones a cual más diversas.
A pocos días de terminar este año 2019 es hora de hacer un breve balance de lo más destacado visto en este curso cinematográfico por parte de un servidor, a un nivel meramente global y como primer y muy destacado apunte a señalar poner un especial énfasis en el pleno asentamiento de Netflix como gigante del audiovisual ya asentada en el mercado casi a modo de una major cinematográfica, si a finales del pasado curso destacábamos productos de una alta calidad lanzadas por la plataforma de streaming como por ejemplo Roma o The Ballad of Buster Scruggs este año las propuestas de este índole se han multiplicado siendo un bastión ineludible el The Irishman de Mastin Scorsese, trabajos que poniendo solo dos ejemplos más como pueden ser el Marriage Story de Noah Baumbach o la extraordinaria Uncut Gems de los hermanos Safdie ponen de manifiesto que en los próximos años la producción Netflix devendrá como capital a la hora de señalar lo que ha sido lo mejor del curso cinematográfico.
Un 2019 que ha tenido un inequívoco sabor a testamento por parte de grandes directores en donde se puede percibir el final de unas carreras expuestas a modo de obras compendios, The Irishman de Mastin Scorsese, Dolor y gloria de Pedro Almodóvar, El crack Cero de José Luis Garci, Il traditore de Marco Bellocchio, Once Upon a Time in… Hollywood de Quentin Tarantino o incluso el Tommaso del siempre inquieto Abel Ferrara han significado a la postre el mejor y más asentado cine visto este año al menos por parte de un servidor. En contrapartida jóvenes talentos que ya devienen como consagrados como Kantemir Balagov con su modélica Beanpole o Diao Yinan con The Wild Goose Lake no hacen más que confirmar que estamos ante unas trayectorias autorales que nos pueden ofrecer bastante en un futuro no muy lejano al igual que autores de un claro índole independiente norteamericano como Rick Alverson o Robert Eggers responsables de las muy estimulantes The Mountain y The Lighthouse.
En el apartado de cine patrio y dejando de lado los trabajos arriba citados de Pedro Almodóvar y José Luis Garci destacar nuevamente como lo más interesante un tipo de cine autoral tan personal como arriesgado validado con propuestas como Lo que arde de Óliver Laxe o Liberté de Albert Serra, un cine situado bastante por encima de otro entendido como comercial pero del todo intrascendente y demasiado conformista que ha predominado en gran parte en el cine español de este año. También destacar del mismo modo la cada vez más normalizada presencia de directoras a la hora de señalar lo mejor del curso cinematográfico, las estilizadas en el buen sentido de la palabra A Portuguesa de Rita Azevedo Gomes y Portrait de la jeune fille en feu de Céline Sciamma dieron buena muestra de ello. Nombres consagrados como James Gray con su magnífica Ad Astra o la cinta que posiblemente haya tenido un mayor consenso critico este año como es el Parasite del coreano Bong Joon-ho demostraron el buen hacer de dos autores provistos de un imaginario fílmico que deviene como inabarcable, una síntesis autoral también valida para el incalificable Bruno Dumont con nuevamente un sorprendente trabajo tras las cámaras como es Jeanne. Dentro del fantástico destacar propuestas no comerciales que amplifican en sugerencias temáticas las miras del género con peliculas tan interesantes como Adoration de Fabrice Du Welz, Ghost Town Anthology del canadiense Denis Côté o la hipnótica Zombi Child de Bertrand Bonello. Para finalizar y al igual que paso hace un par de años con el Twin Peaks: The Return de David Lynch incluir en la lista la extraordinaria e híper-estilizada Too Old to Die Young de Nicolas Winding Refn que pese a ser una serie televisiva sus coordenadas autorales expuestas a modo casi de obra unitaria la acerca bastante más al concepto cinematográfico que al catódico.
Para finalizar y como viene siendo habitual en estos últimos años a continuación y como mero indicativo a través de visionados no regidos únicamente a partir de estrenos comerciales en nuestro país, de ahí la ausencia de films como High Life o Long Day’s Journey Into Night ya reseñados en la lista de 2018, unas preferencias que no dejan de ser personales y plenamente subjetivas a través de una lista de las diez + cinco mejores películas vistas por un servidor durante este 2019 ya sea a través de estrenos en salas comerciales, visionados en festivales de cine o streaming.
1. The Irishman
Frank Sheeran fue un veterano de la Segunda Guerra Mundial, estafador y sicario que trabajó con algunas de las figuras más destacadas del siglo XX. ‘El irlandés’ es la crónica de uno de los grandes misterios sin resolver del país: la desaparición del legendario sindicalista Jimmy Hoffa. Un gran viaje por los turbios entresijos del crimen organizado; sus mecanismos internos, sus rivalidades y su conexión con la política. Adaptación del libro «I Heard You Paint Houses», de Charles Brandt, a cargo del guionista Steven Zaillian (La lista de Schindler, American Gangster).
2. Dolor y gloria
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. «Dolor y Gloria» habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.
3. Beanpole
Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio (uno de los peores de la Historia) ha terminado, la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad.
4. Ad Astra
El astronauta Roy McBride (Brad Pitt) viaja a los límites exteriores del sistema solar para encontrar a su padre perdido y desentrañar un misterio que amenaza la supervivencia de nuestro planeta. Su viaje desvelará secretos que desafían la naturaleza de la existencia humana y nuestro lugar en el cosmos.
5. Adoration
Adoration nos presenta a Paul, un joven solitario que casualmente conoce a Gloria, una nueva paciente en la clínica psiquiátrica donde trabaja su madre. Enamorándose locamente de esta adolescente problemática y sola, Paul después de cometer un crimen huirá con ella, intentando escapar lejos del mundo adulto.
6. A Portuguesa
Al norte de Italia, los von Ketten disputan las fuerzas del Episcopado de Trento. Herr Ketten busca matrimonio en un país lejano, Portugal. Tras regresar a casa de su viaje de luna de miel, Ketten se va nuevamente a la guerra. Transcurren once años. Corren rumores sobre la presencia de esa “extranjera” en el castillo. Algunos dicen que es una hereje. Hasta que un día, el obispo de Trento termina muriendo y, con la firma de la paz, cae en el trasfondo de la vida de von Ketten. ¿Ganarán los portugueses, donde la muerte parece estar avanzando?
7. Too Old to Die Young
Una trágica noche, la vida de Martin Jones, un ayudante de sheriff del condado de Los Ángeles, salta por los aires y se ve obligado a entrar en un mundo clandestino y letal de soldados del cártel, asesinos yakuza y justicieros misteriosos. No tardará en verse inmerso en una odisea surrealista de asesinato, misticismo y venganza mientras le acechan sus antiguos pecados.
8. El crack Cero
Seis meses después del suicidio del afamado sastre Narciso Benavides, una misteriosa y atractiva mujer casada visita a Germán Areta, prestigioso ex policía de la Brigada Criminal y ahora detective privado, para que inicie una investigación exhaustiva sobre el “Caso Benavides”. La mujer está convencida de que el sastre, que era su amante, fue asesinado. Aunque su instinto le dice a Areta que la gente sólo mata por amor o por dinero, irá descubriendo que hay más motivos, y más de un sospechoso, para quitar de en medio al sastre… Precuela de «El crack» (1981), que narra de nuevo las investigaciones del detective Areta en los convulsos años de la Transición Española.
9. Tommaso
Tomasso nos narra las vivencias de un artista estadounidense (Willem Dafoe) que vive en la ciudad de Roma con su mujer Nikki (Cristina Chiriac) y con su hija de 3 años. La historia viene a ser una especie de confesión cinematográfica del propio Abel Ferrara en donde se plasman sus propias experiencias en referencia a su vida personal en un argumento que se centra en el proceso de ruptura sentimental con su esposa Christina.
https://youtu.be/7ShjwOCyqR4
10. The Mountain
En la América de 1950, un joven introvertido, tras perder a su madre, decide trabajar con un doctor especializado en terapias y lobotomías. Mientras avanza por el asilo, el joven empieza a sentirse identificado con los pacientes.
Bonus track
11. Portrait de la jeune fille en feu
Francia, 1770. Marianne, una pintora, recibe un encargo que consiste en realizar el retrato de bodas de Héloïse, una joven que acaba de dejar el convento y que tiene serias dudas respecto a su próximo matrimonio. Marianne tiene que retratarla sin su conocimiento, por lo que se dedica a investigarla a diario.
12. Parásitos
Tanto Gi Taek (Song Kang-ho) como su familia están sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases particulares en casa de Park (Lee Seon-gyun), las dos familias, que tienen mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan una interrelación de resultados imprevisibles.
13. The Lighthouse
En una remota isla de la costa de Nueva Inglaterra, dos fareros atrapados y aislados debido a una tormenta aparentemente sin fin se enzarzan en una creciente escalada de enfrentamientos a medida que se fraguan tensiones entre ambos y unas misteriosas fuerzas, reales o imaginarias, parecen apoderarse de ellos.
14. Once Upon a Time in… Hollywood
Hollywood, años 60. La estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio), intenta amoldarse a los cambios del medio al mismo tiempo que su doble (Pitt). La vida de Dalton está ligada completamente a Hollywood, y es vecino de la joven y prometedora actriz y modelo Sharon Tate (Robbie) que acaba de casarse con el prestigioso director Roman Polanski.
15. The Wild Goose Lake
Zhou Zenong (Hu Ge) es un gángster que, recién salido de la cárcel, se convierte en fugitivo tras una reunión de bandas que acaba con la muerte de un policía. Tratando de esconderse mientras se recupera de sus heridas, Zhou se encuentra con Liu Aiai (Gwei Lun Mei), una prostituta que puede haber sido enviada para ayudarle, o bien para entregarlo al capitán de la policía (Liao Fan) a cambio de una cuantiosa suma. Perseguido por las bandas y por un dispositivo policial que parece abarcar toda la ciudad, Zhou deberá enfrentarse a los límites de lo que está dispuesto a sacrificar tanto por esta extraña como para la familia que dejó atrás.
Sarah es una astronauta francesa que se entrena en la Agencia Espacial Europea en Colonia. Es la única mujer dentro del exigente programa. Vive sola con Stella, su hija de siete años. Sarah se siente culpable por no poder pasar más tiempo con la niña. Su amor es abrumador, inquietante. Cuando Sarah es elegida para formar parte de la tripulación de una misión espacial de un año de duración llamada Proxima, se produce el caos en la relación entre madre e hija.
En este 2019 han surgido un par de películas con la ciencia ficción y la carrera espacial de fondo en donde se han tratado complejas relaciones y vínculos parento-filiales expuestos en mayor o menor medida a modo de alegoría espacial, si en la magnífica Ad Astra de James Gray se incidía en una ruptura no afectiva dependiente entre un padre y un hijo en Proxima, coproducción francoalemana de la realizadora francesa Alice Winocour, se transita a través de las dificultades emocionales de una mujer a la hora de poder delimitar las fronteras existentes entre su responsabilidad materna y su carrera profesional, la semejanza entre ambas cintas sin embargo las encontraremos tan solo en el punto de partida arriba citado, si en el film del responsable de The Lost City of Z la ciencia ficción deviene como fundamental en un relato que mira sin ningún tipo de complejos al El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad en Proxima el elemento genérico no deja de ser algo parecido a una excusa argumental a la hora de desarrollar un discurso más próximo al melodrama domestico que transita a través de tintes de claro tono existencialista y que pese a ser un reveso del genero materno indaga al igual que el film de James Gray en una ruptura del cordón umbilical y de paso pone el punto de mira en una cierta invisibilización que ha tenido la mujer dentro de la carrera espacial.
Proxima nos habla principalmente de un dilema interno, una íntima radiografía de una dificultad representada a nivel laboral y doméstica y en la importancia que conlleva según qué tipo de renuncias, en este caso el abandonar a su hija de siete años durante el largo tiempo que durara la misión espacial, a las que ha de hacer frente su protagonista principal, una notable, una vez más, Eva Green, dicha encrucijada moral expuesta en base a la dificultad existente en poder compaginar estos dos ámbitos de la vida esta relatada de una forma ciertamente pausada en la medida de poder ofrecernos un lienzo tan detallista como extremadamente austero, de claras connotaciones poéticas especialmente en su tramo final, ayudado en este aspecto por una inmersiva banda sonora a cargo de Ryuichi Sakamoto, un tono el expuesto que de alguna manera contribuye a que no estemos ante un film de narrativa lenta como puede parecer en un primer instante sino más bien profundo. El film de la responsable de Augustine, que vuelve a indagar con cierta sutileza en este su tercer trabajo tras las cámaras en imaginarios eminentemente femeninos, se aleja de la épica norteamericana que suele relatar la hazaña estereotipada del héroe masculino, a tal respecto resulta fundamental la ubicación en donde se desarrolla la acción al ofrecernos una visión completamente multicultural, y por tanto plenamente actual, que no delimita fronteras territoriales en lo relativo a las nacionalidades bastantes diversas que forman parte de la trama.
De un desarrollo tan realista que por momentos se acerca al trazo documental dado su extremo rigor, algo que dado su inequívoco tono neutro posiblemente dote al film de un exceso de frialdad narrativa pese a atesorar curiosamente algún tipo de licencia de muy difícil justificación, como por ejemplo la fuga de la protagonista para poder ver a su hija en el último día de la cuarentena a la que esta sometida, Alice Winocour tiene al menos la indudable virtud de saber indagar con cierto aplomo a través de un retrato y un universo plenamente femenino, el desarrollo y la complejidad existente en el crecimiento personal de la mujer aquí retratado a través de un entorno que deviene como extremadamente masculinizado, un discurso que atesora la gran virtud de no estar acoplado forzosamente a ningún tipo de militarismo en lo referido a las desigualdades de género, algo que hoy en día y viendo las coyunturas sociales actuales aplicadas al arte es ciertamente digno de elogio.
Este 2019 que está a punto de acabar posiblemente haya sido el año de la plena consagración de Joe Begos como uno de los realizadores independientes más interesantes dentro del actual panorama de género fantástico, dos han sido sus trabajos tras las cámaras este año y ambos se pudieron ver en el pasado Festival de Sitges, por un lado la lisérgica, y su mejor película realizada hasta el momento, Bliss y por otro VFW, film cuyo primer tráiler y póster oficial acaban de ver la luz y podéis ver a final de página. El film, una vuelta de tuerca de tono desenfadado del Assault on Precinct 13 de John Carpenter cuya reseña podéis leer aquí, estará disponible en VOD a partir del próximo 14 de febrero.
En VFW vemos como Fred, al igual que todos los soldados que han luchado en Vietnam cree que lo ha visto todo, sin embargo una noche, él y sus amigos deberán enfrentarse a una horda de yonkis traficantes que asedian el bar en donde los veteranos del ejército de su localidad se suelen reunir.
La película con guion de Max Brallier y Matthew McArdle está protagonizada por Stephen Lang, William Sadler, Martin Kove, David Patrick Kelly, Sierra McCormick, Dora Madison, George Wendt, Fred Williamson, Travis Hammer, Tom Williamson, Graham Skipper, Josh Ethier, TJ Garcia, Jessie Hobson, Kyle Ament, Preston Fassel, Emma Campbell, Joe Sanchez-Trapp, Devon Gilbert, Grace Beauchamp, Erica Shay Paschal, Riley Cusick, Brian Rawson, Jeremie White, Josh Gilbert, Seth Komito, Eric Lovell, Hank Slaughter y Andrew Wills.
En una remota isla de la costa de Nueva Inglaterra, dos fareros atrapados y aislados debido a una tormenta aparentemente sin fin se enzarzan en una creciente escalada de enfrentamientos a medida que se fraguan tensiones entre ambos y unas misteriosas fuerzas, reales o imaginarias, parecen apoderarse de ellos.
Fue una de las películas presentadas dentro de la sección Perlas del Festival de San Sebastián que mayor expectación habían levantado este año, tras el éxito de su opera prima The Witch el nuevo trabajo de Robert Eggers titulado The Lighthouse, que se alzó con el Premio FIPRESCI de la Quincena de realizadores en el pasado Festival de Cannes, supone para el realizador estadounidense un paso adelante en eso tan complicado en el mundo del cine que es superar expectativas con un segundo trabajo tras las cámaras, curiosamente lo hace a través de una película que no toma un camino que en lo referente a su construcción y posterior desarrollo que se perciba como convencional.
Antes de entrar en materia y como apunte a modo de apéndice no deja de ser curioso como The Lighthouse de cara a un determinado circulo de aficionados al género fantástico haya sido catalogada de buenas a primeras como una pieza que entraría a formar parte en esa horrible denominación tan de moda hoy en día llamada elevated horror, o lo que es lo mismo, una nomenclatura utilizada normalmente de forma algo despectiva que hace referencia a como un autor mira de forma algo pretenciosa por encima del hombro a un género determinado, en este caso el fantástico, la pregunta vendría en la medida de considerar a Robert Eggers como un realizador afín a dicho género, en tal sentido que su opera prima transitara por recovecos bastante detectables no significa obligatoriamente que su futura trayectoria se deba por fuerza mayor a unas coordenadas genéricas determinadas, pensándolo bien un servidor es de la opinión que el responsable de The Witch es un director que básicamente utiliza formas y modismos prototípicos del genero fantástico a la hora de contar fundamentalmente historias dramáticas que indagan normalmente en un origen clásico de la mitología direccionada en gran parte a una Norteamérica pretérita, a diferencia de por ejemplo Ari Aster, en donde si es detectable un posicionamiento excesivamente calculado con respecto a lo que quiere contar, el cine de Robert Eggers y su catalogación como «terror de autor» resulta bastante cuestionable en la manera de apreciar cómo este se apropia y desarrollara según que códigos habituales dentro del cine de horror.
Ambientada a finales del siglo XIX en un solo escenario y dos únicos personajes aislados de forma expeditiva del mundo exterior, sobresalientes una vez más Willem Dafoe y Robert Pattinson en un duelo descarnado de dos masculinidades toxicas bien distintas a través de una relación entre un veterano farero y su ayudante que evidentemente no tendrá un final feliz, The Lighthouse nos cuenta básicamente un descenso a la locura, un infernal purgatorio expuesto a modo de drama de época de malsanas tendencias shakespeareanas aderezado por una apuesta estética de alto nivel a través de un trazo visual que nos remite de forma evidente al cine silente. The Lighthouse como estética pieza de cámara de que es abandona conscientemente cualquier tipo de convencionalismos pese a ser en realidad una película bastante sencilla en su fondo pero no en lo relativo a sus formas, un film cuya narrativa no deja de ser en parte anecdótica en la medida de arriesgarlo todo a través solo de sus imágenes pese a que la dimensión verbal y sonora también resulten fundamentales en la historia, a tal respecto es evidente que el film está extremadamente calculado, algo que no tiene que ser forzosamente negativo, desde su formato 1,19:1 hasta su inequívoco tono expresionista provisto de abundantes picados y contrapicados o un blanco y negro que anula cualquier atisbo de utilización cromática, recursos que no hacen más que confirmar que Eggers es de esos autores que se preocupan por que el imaginario orquestado que rodea la historia devenga como extremadamente real y creíble pese a que en esta ocasión recurra de forma algo soterrada a un humor tan negro como escatológico, una austeridad formal expuesta a través de una pieza cinematográfica que deviene por momentos como un apabullante e hipnótico ejercicio de estilo que rehúye cualquier tipo de tendencias liquidas habituales dentro del actual cine de género fantástico a la hora de ofrecernos una arriesgada pieza de orfebrería provista de un propio y singular lenguaje autoral.
Un tipo de cine como he indicado más arriba que muy posiblemente los puristas del género fantástico acusen erróneamente de ser demasiado pretenciosa o en el peor de los casos artificiosa en referencia a lo que es su dictado, que la imagen como tal vaya siempre por delante de la narrativa más que un déficit puede ser perfectamente un beneficio siempre que esté bien aplicado el recurso, a tal respecto Robert Eggers transita a través de un imaginario enfermizo que recurre sin muchos disimulos a clásicos autores como Murnau, Stanley Kubrick o incluso Béla Tarr aderezado para la ocasión con ligeros tonos proveniente de imaginarios propios que toman el concepto de la novela de marinos en base a referentes a clásicos como pueden ser Melville, Lovecraft o Poe, apropiaciones literarias estas tan solo utilizadas como punto de inspiración estética en lo relativo a una propuesta de atmósfera ominosa que rozando lo experimental queda situada entre un sucio realismo desvirtuado y lo pesadillesco en base a la creación de un lienzo tenebrista provisto de imágenes de impacto en dónde el crescendo narrativo deviene como un inquietante caldo de cultivo a la hora de mostrarnos una degradación moral y física. The Lighthouse termina convirtiéndose por méritos propios en una de las propuestas más radicales realizadas este año al mismo tiempo que supone la confirmación de un joven autor poseedor de una peculiar mirada hacia lo genérico, una trayectoria que nos obligara a estar muy atentos en un futuro.
La Transición política hacia la democracia es uno de los periodos más convulsos y fructíferos del cine español y también de los más variados en temas, géneros estilos y enfoques. Un cine coyuntural que documenta y retrata la España de esos años desde todos los frentes, desde todas las opciones políticas. En los catorce años que median entre 1973 y 1986 se producen del orden de 1300 largometrajes; un vasto corpus heterogéneo y complejo, tanto en lo que se refiere a las formas fílmicas desplegadas como a los discursos construidos por medio de aquellas. Porque, como es lógico, tanto los filmes más reaccionarios como aquellos otros capaces de transmitir al público los valores que vertebraban la transformación política, pasando por los más rupturistas que rechazaban el proceso político desde la izquierda, hubieron de poner en pie sus discursos ideológicos desplegando las herramientas propias del medio cinematográfico (el montaje/puesta en escena en sus sentido más amplio), especialmente proclive entonces a audacias y probaturas formales de todo tipo: investigaciones e innovaciones ora brillantes y fructíferas, ora apenas embrionarias, en exceso abruptas fallidas o inconclusas, pero siempre valiosas e históricamente significativas, y construidas muchas veces a partir de una reelaboración profunda de formas y estilizaciones vinculadas a las tradiciones culturales populares de las que el cine español se había nutrido desde el periodo mudo.
De hecho, y a partir del detenido análisis fílmico de ciertos títulos cinematográficos y televisivos muy significativos —de Queridísimos verdugos (Basilio Martín Patino, 1973) a Furtivos (José Luis Borau, 1975), de Duerme, duerme, mi amor (Francisco Regueiro, 1974) a ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (Pedro Almodóvar, 1984)— Formas en Transición indaga especialmente —aunque no solo— en la fértil evolución en tan complejo momento histórico de esas formas y estilizaciones inspiradas sobre todo en el teatro popular español sobre las que sustentara el más fecundo cine español desde el periodo silente y la II República y que, Guerra Civil e inmediata posguerra mediante, habían dado lugar a esa moderna crispación ibérica que los grandes títulos de Fernán-Gómez, Marco Ferreri o Luis García Berlanga de la primera mitad de los años sesenta ejemplificaban paradigmáticamente.
Se revelará así, por citar un solo ejemplo, una insistente presencia de significantes composiciones plásticas geométricas que, más allá del talante y el talento del cineasta concreto en cada caso, nos mostrarán la elocuencia de la forma a la hora de buscar salidas a un “triángulo” que hasta entonces se aparecía inamovible (España/Franquismo/pueblo español) y que, en determinadas ficciones, habrá de fundirse significativamente con el no menos pastoso y conflictivo triángulo edípico.
El autor.
José Luis Castro de Paz (A Coruña, 1964) es historiador del cine, doctor en Historia del Arte y Catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Santiago de Compostela. Redactor jefe de la revista Vertigo en los años ‘90 del siglo pasado, colabora en publicaciones especializadas españolas y extranjeras y es miembro del comité editorial de las revistas Translations, Eu-topías, Archivos de la Filmoteca y Volvoreta. Presidente de la Fundación Wenceslao Fernández Flórez y director de su colección “Cuadernos de Cine y Cultura Española del Siglo XX”.
Ha participado en obras colectivas como Antología crítica del cine español (1896-1995), editada por Cátedra y Filmoteca Española (1997), Diccionario del cine español (1998) o Diccionario del cine iberoamericano (SGAE, 2011), coordinado una Historia del cine en Galicia (1996) y dirigido, con Julio P. Perucha y Santos Zunzunegui, La nueva memoria. Historia(s) del cine español (Vía Láctea, 2005).
Ha coordinado asimismo numerosas obras sobre la vinculación con el mundo cinematográfico de señeras figuras de las letras (Wenceslao Fernández Flórez, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela) y sobre la trayectoria y el análisis de la obra de los más destacados cineastas (Mur Oti, Nieves Conde, Berlanga, Bardem, Regueiro), actores (María Casares, Fernando Rey) o productores (Suevia Films-Cesáreo González: 30 años de cine español).
Entre sus numerosos libros destacan Vertigo/De entre los muertos (Paidós, 1999); El surgimiento del telefilme (Paidós, 1999); Alfred Hitchcock (Cátedra. 2000), Un cinema herido. Los turbios años cuarenta en el cine español (Paidós, 2002), premio al mejor ensayo otorgado por la AEHC (2003), Fernando Fernán-Gómez (Cátedra, 2010), Del sainete al esperpento. Relecturas sobre el cine español de los años cincuenta, escrito con Josetxo Cerdán (Cátedra, 2011) o Sombras desoladas. Costumbrismo, humor, melancolía y reflexividad en el cine español de los años cuarenta (1939-1950) (Shangrila, 2012).
Autor; José Luis Castro de Paz, Editorial: Shangrila, Colección Hispanoscope libros, Páginas: 244
Terminada la época de repasos de festivales de cine de este otoño pasado es hora de volver con algunas de las informaciones que han ido surgiendo durante este último mes, una de ellas es este primer avance en forma de tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, del nuevo trabajo de Naomi Watts titulado The Wolf Hour, un thriller psicológico dirigido por Alistair Banks Griffin (Two Gates of Sleep 2010) que tras su premier mundial hace cerca de un año en el Festival de Sundance se ha estrenado en salas comerciales de Estados Unidos el pasado 6 de diciembre.
The Wolf Hour nos sitúa en el año 1977. June E. Leigh fue una vez una artista conocida de la contracultura ahora caída en el olvido viviendo sola en su apartamento de manera casi aislada del mundo exterior. Es el famoso Verano de Sam y June solo tiene que mirar por la ventana para ver cómo la violencia se intensifica con el brutal calor del verano. La ciudad es una olla a presión a punto de explotar en los incendiarios disturbios de Nueva York causados por un apagón que ha provocado numerosos incendios, saqueos y un buen número de detenciones. Una presencia oculta aprovechando el caos existente comenzara a explotar sus debilidades.
La película con guion del propio Alistair Banks Griffin está protagonizada por Naomi Watts, Jennifer Ehle, Brennan Brown, Emory Cohen, Jeremy Bobb, Kelvin Harrison Jr., Pedro Hollywood, Maritza Veer, Justin Clarke, Ohene Cornelius, Richard Bird, Angel Christian Roman, John Palacio y Sean Pilz.
Del 3 al 8 de marzo vuelve el Americana Film Fest a Barcelona, el único festival del país especializado en Cine Independiente Norteamericano. Como viene siendo tradición por estas fechas, Americana lanza su oferta navideña por un tiempo limitado. Se podrá comprar un abono de 6 películas a un precio excepcional de 30 euros hasta agotar existencias. Este abono permitirá el acceso a seis sesiones del festival y es compartible, es decir, se puede cambiar más de una entrada por sesión.
Como viene siendo habitual aquí tenéis las dos primeras confirmaciones de la séptima edición:
Honey Boy
Americana ya proyectó la anterior película de Alma Har’el, el documental LoveTrue. En esta edición podremos asistir a la première española de su primera ficción, la multipremiada Honey Boy. La película está escrita e interpretada por Shia LaBeouf y basada en su propia infancia. Una de las sensaciones del pasado festival de Sundance que se llevó el Premio Especial del Jurado y que actualmente está nominada a cuatro categorías en los Independent Spirit Awards (Dirección, dos actores de reparto y fotografía).
Otis es un niño de 12 años que descubre desde muy joven la fama de Hollywood. Su padre es un antiguo payaso de rodeo con diversos problemas, ahora sin trabajo, que decide convertirse en su guardián. Cuando Otis no está divirtiendo a un selecto público pasa el rato con él en hoteles de poca monta situados en las afueras de las ciudades a las que acude a grabar. La convivencia entre ambos es muy compleja: Otis se ve obligado a sufrir sus abusos mientras ambos intentar dar sentido a una relación que se reproduce en el tiempo a lo largo de más de una década.
Reparto: Noah Jupe, Shia LaBeouf, Lucas Hedges, Maika Monroe, Natasha Lyonne, Martin Starr, Clifton Collins Jr., Laura San Giacomo, Dorian Brown, Sandra Rosko, FKA Twigs, Ludwig Manukian, Al Burke, Graham Clarke y Byron Bowers.
Matthias & Maxime
Este año Americana se ha propuesto explorar todas las cinematografías norteamericanas y bajo esa premisa, y tras su paso por los festivales de Cannes y Gijón, estrenará en Barcelona la nueva película de l’enfant terrible canadiense Xavier Dolan: Matthias & Maxime.
Dos amigos de la infancia se besan como parte de la filmación de un cortometraje para la universidad. Tras el beso, ambos comienzan a preguntarse cuáles son sus auténticas preferencias sexuales, lo que pone en peligro la estabilidad de sus vínculos sociales.
Reparto: Xavier Dolan, Anne Dorval, Pier-Luc Funk, Catherine Brunet, Gabriel D’Almeida Freitas, Antoine Pilon, Marilyn Castonguay, Adib Alkhalidey, Micheline Bernard y Samuel Gauthier.
Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio (uno de los peores de la Historia) ha terminado, la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad.
Hace un par de años el joven cineasta ruso de tan solo 25 años de edad Kantemir Balagov consiguió sorprender a propios y extraños con aquella sugerente y a la vez contundente opera prima titulada Tesnota, un ejemplar y modélico ejercicio de violencia contenida ambientada durante la Guerra de Chechenia y expuesta a través de un crudo retrato que indagaba en irrompibles y dolorosos lazos familiares que devenían como tóxicos, dos años más tarde el joven Kantemir Balagov se enfrenta a esa tesitura tan habitual y en parte comprometida en la medida de poder reafirmar o no esas buenas sensaciones cosechadas con anterioridad con un segundo trabajo tras las cámaras que a priori y si es posible sea algo más ambicioso en lo relativo a fondo y forma, en Beanpole, tras su pasó por Cannes en Una Cierta Mirada y presente en la sección Perlas del Festival de San Sebastián, Kantemir Balagov nos vuelve a situar en un drama intimista de claro tono femenino en donde se nos revela un imaginario que al igual que su opera prima nos trasporta a un nuevo viaje al pasado, aunque aquí a través de un desarrollo y una estética de índole mucho más clásico en base a su condición de un melodrama de época que deviene como sórdido y en donde asistiremos a una oscura historia expuesta a modo de retrato intimista ubicado pocos meses después de finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Beanpole, inspirada en la novela La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich, no solo reafirma un talento que en parte deja de estar ya en ciernes sino que deviene como una incuestionable confirmación de un autor que todo indica que puede ser clave en un futuro, Kantemir Balagov en esta ocasión vuelve a incidir en retratos femeninos densos y asfixiantes llevados al límite, aquí nuevamente ubicados en un escenario que se percibe tan devastador como resulta ser unas psiques, la de sus dos protagonistas, situadas a través de un estado de auténtica devastación existencial a causa la barbarie provocada por la guerra, de alguna manera este intenso drama de cámara provisto de una gravedad extrema termina siendo inequívocamente inmersivo para con el espectador a través de una narrativa que no deja de estar expuesto a modo de un profundo y continuo estudio del estrés postraumático relatado a través de una dramaturgia de tintes casi bergmanianos en donde se nos muestras unas heridas que se prevén como incurables, una mirada a una de las muchas caras no visibles de la trastienda bélica en donde se cuestiona ese unitario heroísmo patriótico del supuesto vencedor, la notable reconstrucción de la época resultara un activo clave a la hora de transportar directamente al espectador a un imaginario desgarrador en donde por ejemplo vemos como los soldados malheridos de la trastienda piden que los liberen de su sufrimientos a sus cuidadores, en tal sentido el retrato que nos propone Beanpole quedara siempre situado a modo de un purgatorio mental situado siempre al borde de un colapso emotivo y moral escenificado en esta ocasión en el imperioso deseo de ser madre, para más inri Kantemir Balagov que da nuevamente la sensación de ser un alumno aventajado de la escuela de Aleksandr Sokurov, aquí dotado de un presupuesto bastante mayor que en su opera prima, se permite el lujo de rodar con una excelente pulcritud espacios escénicos de una belleza cromática que por momentos da la impresión de estar colindando con el arte pictórico a través de un extraordinario rigor formal.
Beanpole como relato que indaga en la genealogía cinematográfica de un territorio y un país ya pretérito es indiscutiblemente una de las películas más notorias de este año 2019 que está a punto de finalizar, un film que termina transitando mucho más allá de la empatización del dolor de unos personajes víctimas de una coyuntura silenciada, a tal respecto el estudio que se nos ofrece de ese vacío total de la victoria será la de un doloroso un sufrimiento interior alejado de cualquier tipo de épica, el resultado final en lo relativo a una ejecución brillante de sus aspectos formales es ciertamente admirable confirmando a Kantemir Balagov como un talento autoral al cual habrá que seguir muy de cerca en un futuro que dada su actual precocidad, ahora tan solo 28 años, se prevé como ciertamente brillante.
Será indiscutiblemente una de las producciones patrias con vocación internacional más ambiciosas de este 2020 que está a punto de comenzar, Way Down, cuyo primer teaser y póster promocional acaba de ver la luz y podéis ver a final de página, supone el nuevo trabajo tras las cámaras de un Jaume Balagueró que en esta ocasión cambia de registro cambiando el terror, tan habitual en su filmografía hasta día de hoy, por una cinta de atracos bancarios que tiene previsto su estreno en salas comerciales para el próximo 27 de noviembre.
Way Down nos sitúa alrededor del Banco de España, una entidad bancaria inexpugnable y muy difícil de atracar, algo que sin embargo no parece asustar a Thom Johnson, un brillante y joven ingeniero reclutado para averiguar cómo acceder a su interior. El objetivo es un pequeño tesoro que va a estar depositado en el banco durante solo diez días. Diez días para descubrir el secreto de la caja, diez días para urdir un plan, diez días para preparar el asalto, diez días para aprovecharse de un plan de fuga cuando la esperada final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica reúna a cientos de miles de aficionados a las puertas del propio Banco. Diez días para alcanzar la gloria o para acabar en prisión.
La película con guion a cargo de Rowan Athale, Michel Gaztambide, Andrés Koppel, Rafa Martínez y Borja Glez. Santaolalla está protagonizada por Freddie Highmore, Astrid Bergès-Frisbey, José Coronado, Liam Cunningham, Luis Tosar, Famke Janssen, Sam Riley, Emilio Gutiérrez Caba, Axel Stein, Hunter Tremayne, Julius Cotter, James Giblin, Craig Stevenson y Daniel Holguín.
Way Donw es una producción de TELECINCO CINEMA, CIUDADANO CISKUL, THINK STUDIO y EL TESORO DE DRAKE AIE, con la participación de MEDIASET ESPAÑA, MOVISTAR+ y MEDITERRÁNEO MEDIASET ESPAÑA GROUP, así como del propio Freddie Highmore como productor.
Tiempo después de los eventos sucedidos tras el último episodio de la serie «Breaking Bad», el fugitivo Jesse Pinkman (Aaron Paul) huye de sus perseguidores, de la ley y de su pasado.
Netflix como claro paradigma omnipresente de esta edición en la última jornada del festival volvió a estar presente con El Camino: A Breaking Bad Movie de Vince Gilligan, una proyección que certifica como el gigante del streaming fue un agarradero de ultima hora por parte del certamen en referencia a suplir ese hueco dejado por las Majors en la medida de encontrar un equilibrio de contenidos cada vez más difícil de conceptuar, poco importo que el film estuviera desde el día anterior a disposición en la plataforma televisiva, el objetivo no dejaba de ser el de engalonar un entorno que diera algo de vida mediática al certamen más allá de las pantallas de cine, la presencia del actor Aaron Paul y la imaginativa publicidad del film que rodeaba el Auditorio se encargaron en parte de dicho cometido.
Centrándonos en El Camino: A Breaking Bad Movie decir en un primer lugar que este vuelve a estar expuesta a modo de un apéndice que el creador de una obra determinada creyó que no había estado lo suficientemente desarrollada, o más bien en el tema que nos ocupa finiquitada, a tal respecto pese a estar ante el mismo creador existe una gran diferencia en el desarrollo narrativo con respecto a esa otra ramificación surgida de Breaking Bad que es Better call Saul, si en aquella ocasión también se partía de un patrón que seguía los cánones de la secuela esta en realidad transitaba a modo de precuela en referencia a la construcción de un personaje que ya sabemos de antemano en que se va a convertir, la valía de la serie pues y amparándose en la buena mano de Vince Gilligan consistía básicamente en un trayecto en el que se recrea como viene siendo habitual y no una finalidad ya conocida. El Camino: A Breaking Bad Movie difiere de este estatus narrativo al privarnos de la elipsis y funcionar como una continuación pura y esquemática a modo de epilogo de la obra original en donde se es extremadamente fiel a sus líneas estéticas y narrativas, a tal respecto no hay tiempo ni espacio a la hora de abrir nuevas vías y personajes en la trama, aquí lo que prima es cerrar el capítulo y no extenderlo. En este aplicado día después no se cuenta una historia entendida como tal sino que en realidad está concebida a modo de final, en sus líneas narrativas detectamos un tono que al final nos dirige a la nostalgia en referencia básicamente a la proliferación de flashbacks, su cuadratura pues no deja de ser dual, una mirada hacia delante que se sustenta a través de otra mirada en este caso hacia atrás, los postulados en este caso son tan simples como efectivos, el cerrar heridas a la hora de afrontar un nuevo presente. El regusto final termina siendo tan complaciente como algo amargo al intuir que estamos ante un producto correcto que transita con seguridad por unas coordenadas que funcionan con la precisión de una maquinaria de relojería y en donde la identidad preterida sigue intacta al saber captar la esencia del material original pero que al mismo tiempo se abstrae en el cometido de ser más ambicioso otorgándole al film una funcionalidad correcta a modo de epilogo de una serie pero insuficiente en lo que respecta a su valía como largometraje independiente que intenta ir más allá de un universo ya fabricado con anterioridad.
Valoración 0/5: 2’5
Sadako
Mayu es la encargada de cuidar a una chica que sufre de amnesia. La paciente está bajo custodia policial y es de especial interés para las autoridades. Sin embargo, sus allegados desconocen el porqué de esta situación, e incluso la propia sospechosa ignora los motivos por los que está siendo vigilada 24h. Mientras Mayu se desvive por realizar su trabajo, su hermano, un aspirante a convertirse en un personaje famoso en redes sociales, comienza a darse cuenta de que ha dado con un filón que tratará de aprovechar a toda costa.
Si existe un tipo de películas y autores en donde convendría contextualizar su trasfondo de forma algo detenida antes ser despacharlas alegremente en base a sus, por otra parte evidentes carencias, esta sería sin lugar a dudas esta nueva entrega de Sadako orquestada por Hideo Nakata. Un servidor recuerda la visita del director japonés a Sitges en el año 1999 para presentar el díptico The Ring 1 y 2, pese a venir con un año de retraso el impacto de la primera parte fue fulminante dando vía libre a ese nuevo concepto que estaba por aparecer y que se encontraba en sus inicios y que algunos llamaron como el J-Horror. En las entrevistas concedidas por Hideo Nakata por aquel entonces este insistía sin embargo en la necesidad de reivindicar un cine anterior proveniente de su país que no dejaban de ser la auténtica estructura en donde se sustentaban estas nuevas propuestas que estaban a punto de ver la luz, el kaidan eiga, películas fantasmales por excelencia que eclosionaron de los años 60 hasta finales de los 70 y en donde podemos encontrar nombres tan representativos como Yoshihiro Ishikawa, Nobuo Nakagawa o Satoru Kobayashi a la hora de ofrecernos auténticas joyas dentro del subgénero, muchas de ellas aún desconocidas entre el público occidental.
La comparativa viene dada en la medida de una cierta semejanza existente en Hideo Nakata con los realizadores arriba citados, salvando las evidentes distancias la sensación deviene en este caso en la aplicación de un tono que se percibe como artesanal, no tanto en lo concerniente a indagar en unas constantes autorales y si a la hora de realizar un tipo de cine que da la impresión de abstraerse de cualquier tipo de modas. Hideo Nakata más que fiel a unos determinados géneros cinematográficos lo ha sido a una manera de poder concebirlos, si repasamos brevemente su trayectoria dentro del fantástico veremos cómo tras la celebrada The Ring consigue realizar la que es con toda seguridad su mejor película realizada hasta la fecha, Dark Water, después de su experiencia estadounidense en donde vuelve a incidir en el imaginario de Sadako realiza la notable y poco reivindicada cinta titulada Kaidan, una muy aplicada reformulación de los conceptos del kaidan eiga. Es a partir de ese momento es en donde Hideo Nakata de alguna manera se deja llevar por trabajos que muchos pueden confundir como alimenticios pero que en realidad no dejan de ser una manifestación de tropos genéricos muy característicos que a riesgo de no lograr una aceptación en los nuevos públicos si consiguen ser al menos coherentes en referencia a un tipo de cine que da la impresión de no entender de etiquetas, trabajos como The Complex, Ghost Theater o esta peculiar reinicio de la famosa saga que intenta expandir este universo más allá de una cinta de video que es Sadako dan la sensación de ser productos letárgicos e incluso apáticos para con el espectador en referencia a unas narrativas que se niegan sistemáticamente a innovar, películas que parecen haberse quedado ancladas en lo analógico no a modo de reivindicación nostálgica y si más en lo relativo querer obviar conscientemente lo digital o la modernidad mal entendida en la que se apoya. Sadako no es ni mucho menos una gran película pero a menos atesora esa extraña virtud de ser algo atemporal en lo concerniente a una reinvención que no quiere abrazar a unas actuales conceptualidades liquidas que poco hubiera favorecido a un producto y un material ya de por sí bastante explotado.
Valoración 0/5: 2
The Wild Goose Lake
Zhou Zenong es un gánster que acaba de salir de la cárcel y se convierte en fugitivo esa misma noche, después de que una reunión de bandas acabe mal y provoque la muerte de un policía. Tratando de esconderse mientras se recupera de sus heridas, Zhou se encuentra con Liu Aiai, una prostituta que puede haber sido enviada para ayudarle, o bien para entregarlo al capitán de la policía a cambio de una cuantiosa suma. Perseguido por las bandas y por un dispositivo policial que parece abarcar toda la ciudad de Wuhan, Zhou deberá enfrentarse a los límites de lo que está dispuesto a sacrificar tanto por esa extraña como por la familia que dejó atrás.
El realizador de origen chino Diao Yinan con tan solo cuatro trabajos detrás de las cámaras en su haber se ha convertido en todo un referente de ese actual panorama genérico que transita por el llamado noir chino, su anterior y notable Black Coal, con la que consiguió ganar el Oso de Oro en Berlín hace cinco años, no dejaba de ser una brillante y sofisticada vuelta de tuerca de dicho genero sin perder de vista una indagación en el contexto social, su nuevo trabajo proveniente de Cannes y de la sección Perlas del Festival de San Sebastián titulado The Wild Goose Lake sigue transitando por una misma senda temática que al igual que en su anterior film tiene como principal activo el atesorar un asombroso virtuosismo visual.
The Wild Goose Lake es indiscutiblemente una de las películas del año provenientes de la nueva cinematografía china, Diao Yinan en esta ocasión vuelve a incurrir en esa infografía visual que parece estar en una catarsis permanente en relación a apostar por un propio virtuosismo que parece situarse constantemente en ese peligroso territorio que delimita de forma muy difusa la brillantez estética con una cierta artificialidad que en parte puede diluir el trazo dramático del relato. Diao Yinan sin embargo sale bastante airoso del envite, The Wild Goose Lake resulta ciertamente fascinante en la medida de estar ante una obra bien orquestada, de una naturaleza claramente hiperactiva que no conceder ningún tipo de tregua para con el espectador al quedar expuesta a través de una revisión de los arquetipos del noir en donde el lenguaje visual se sitúa en todo momento por delante de los diálogos, en cierta manera su premisa argumental, un par de personajes que por uno u otro motivo han de escapar de controles policiales y criminales, no deja de ser una excusa, la argumentación de los continuos itinerarios de fugas, persecuciones, traiciones y conceptos propios del cine negro no parecen una prioridad para un Diao Yinan que parece encontrarse mucho más cómodo a la hora de retratar o más bien contemplar unos escenarios de índole laberintico, nocturnos, lluviosos y bellamente iluminado a través de los neones, un conclave estético que parece de alguna manera asalvajado y que no dejan de ser una durísima radiografía o si se prefiere alegoría de una actual China en donde las brechas sociales existentes entre sus habitantes son cada vez mayores, a través de todo ello subsisten en ese escenario, de fantasmal ambiente turístico y connotaciones casi utópicas, unos habitantes en continuo movimiento cuya compulsividad y aparatosidad parecen remitirnos a cierto cine perpetrado en su día por Sam Fuller, de alguna manera son seres que viven cercenados en reductos que dan la sensación de ser limítrofes con el resto de la población, será en la nocturnidad de la acción en donde percibamos una suerte de sueño a modo de triste elegía en relación a una urbe desproporcionada a todos los niveles que se manifiesta como un animal salvaje en una historia en donde a fin de cuentas se nos cuenta una redención cuya consecuencia final volverá a poner en equilibrio las cosas. Un film planificado y ejecutado de forma excelsa, la fotografía a cargo de Dong Jinsong otorga a The Wild Goose Lake la inequívoca condición de ser un producto gran calado fílmico en donde podemos atisbar detrás de las cámaras un talento muy a tener en cuenta en los próximos años.
Valoración 0/5: 4
Cosmic Candy
Anna es una cajera de supermercado excéntrica y neurótica que vive sola en Atenas, en el espacioso piso de sus padres. Un día, se ve forzada a acoger a la hija de un vecino, después de que este desaparezca súbitamente. En paralelo, Anna debe lidiar con la posibilidad de que la echen del trabajo y con un romance potencial para el que no parece preparada. Todo esto, mientras consume compulsivamente chucherías Cosmic Candy.
Como cierre de la sección Noves Visions la producción griega Cosmic Candy, opera prima de la realizadora Rinio Dragasaki nos ofreció ese tipo de relatos que parten de la premisa de ser, o intentan serlo, inclasificables a un nivel genérico e incluso narrativo, el problema en este caso vendrá en la medida de ver como Cosmic Candy llega tarde a una ecuación o postulado que en los años noventa daba resultado pero que hoy en día requieren de algo más en su armazón para poder llegar a sorprender al respetable.
Si hay un referente bastante claro al que mira sin ningún tipo de disimulo Cosmic Candy ese es sin lugar a dudas Le fabuleux destin d’Amélie Poulain de Jean-Pierre Jeunet, al igual que el film francés Cosmic Candy no se adhiere ningún género cinematográfico especifico, bajo un tono de claras consonancias kitsch la historia deambula por varias ensoñaciones coloristas a través de la comedia naif y extravagante, el musical, la trama romántica y el drama. A grandes rasgos la película de Rinio Dragasaki no deja de ser una elegía acerca del abandono infantil y las figuras paternas ausentes, también del trauma que todo ello acarrea y que de alguna manera nos impide dar el paso adelante en nuestras vidas adultas, también se indaga especialmente en la abstracción mental ocasionada por este déficit que da lugar a fugas oníricas con todo lo que ello puede conllevar, evidentemente la ornamentación impuesta al film pretende darle un status al producto que le otorgue un tono inclasificable o diferencial con respecto a sucedáneos, consiguiéndolo solo de una forma muy superficial. Las imágenes coloristas nos dan a entender una suerte de autenticidad trabajada en sus imágenes pero no tanto en el fondo o en la finalidad pues esta transita por recovecos que devienen ya como muy manidos, el envoltorio en esta ocasión no logra disimular las carencias de un producto que da la sensación de haber visto la luz con cerca de veinte años de retraso.
Valoración 0/5: 1’5
Palmares
Secció Oficial Fantàstic a competició
Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Length Film El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia
Millor direcció / Mejor dirección / Best Direction (sponsored by XAL)
Kleber Mendonça Filho & Juliano Dornelles (Bacurau)
Millor interpretació masculina / Mejor interpretación masculina / Best Actor (sponsored by Jeep Turiauto)
Miles Robbins (Daniel Isn’t Real)
Millor interpretació femenina / Mejor interpretación femenina / Best Actress (sponsored by Mistinguett Sparkling)
Imogen Poots (Vivarium)
Millor guió / Mejor guion / Best Screenplay (sponsored by Caixabank & La Caixa)
Mirrah Foulkes (Judy & Punch)
Millors efectes especials / Mejores efectos especiales / Best Special Effects (sponsored by Deluxe)
Iñaki Madariaga (El hoyo)
Millor fotografia / Mejor fotografía / Best Photography (sponsored by Moritz)
Manu Dacosse (Adoration)
Premi especial del jurat / Premio especial del jurado / Special Jury Prize Adoration, de Fabrice du Welz
Gran Premi del públic a la millor pel·lícula / Gran Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture (sponsored by La Vanguardia) El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia
Millor curtmetratge de gènere fantàstic / Mejor cortometraje de género Fantástico / Best Fantastic Genre Short Film (sponsored by Fotogramas) Polter, de Álvaro Vicario
Menció als nens d’Adoration/ Mención a los niños de Adoration /Mention to the kids of Adoration
Thomas Gioria & Fantine Harduin
Menció a la pel·lícula Achoura / Mención a la película Achoura / Mention to the Film Achoura
Achoura, de Talal Selhami
Noves Visions
Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Film Dogs Don’t Wear Pants, de J-P Valkeapäa
Millor direcció / Mejor dirección / Best Direction
Mattie Do (The Long Walk)
Millor curt Noves Visions Petit format / Mejor corto Noves Visions Petit Format / Best Noves Visions Petit Format Short Lucienne mange une auto, de Geordy Couturiau
Menció 1 / Mención 1 / Mention 1 Nina Wu, de Midi Z
Menció 3 / Mención 3 / Mention 3 Hail Satan?, de Penny Lane
Panorama Fantàstic
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture Extra Ordinary, de Aike Ahern y Enda Loughman
Midnight X-treme
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture The Devil Fish, de David Chuang
Focus Àsia
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture The Gangster, the Cop, the Devil, de Lee Won-Tae
Sitges Documenta
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture La venganza de jairo, de Simón Hernández
Méliès Awards
Méliès d’Argent a la millor pel·lícula / Méliès d’Argent a la mejor película / Méliès d’Argent to a Feature Film Adoration,de Fabrice du Welz
Méliès d’Argent al millor curt / Méliès d’Argent al mejor corto / Méliès d’Argent to a Short Film Children of Satan, de Thea Hvistendahl
Millor pel·lícula Òrbita / Mejor película Òrbita / Best Òrbita Film Huachicolero, de Edgar Nito
Jurat de la crítica
Premi de la crítica José Luis Guarner / Premio de la Crítica José Luis Guarner / José Luis Guarner Critic’s Award Bacurau, de Kleber Mendonça Filho & Juliano Dornelles
Premi Citizen Kane al director revelació / Premio Citizen Kane al director revelación / Citizen Kane Award for Best New Director
Galder Gaztelu-Urrutia (El hoyo)
Carnet JOVE
Premi Jurat Carnet Jove al millor llargmetratge de gènere fantàstic / Premio Jurado Carnet Jove al mejor largometraje de género fantástico / Carnet Jove Award for Best Fantasy Genre Feature Film Bacurau, de Kleber Mendonça Filho & Juliano Dornelles
Premi al millor llargmetratge d’animació / Premio al mejor largometraje de animación / Award for Best Animated Feature Film Ride Your Wave, de Masaaki Yuasa
Premi al millor curtmetratge d’animació / Premio al mejor cortometraje de animación / Award for Best Animated Short Film The Lonely Orbit, de Frederic Siegel & Benjamin Morard
Brigadoon
Premi Brigadoon Paul Naschy / Premio Brigadoon Paul Naschy / Paul Naschy Brigadoon Award
Marc Martínez Jordán (Tu último día en la Tierra)
Sitges Cocoon
Premi a la millor pel·lícula Sitges Cocoon / Premio a la mejor película Sitges Cocoon / Best Sitges Cocoon Film Gloomy Eyes, de Jorge Tereso & Fernando Maldonado
Un meteorito se estrella cerca de la granja de los Gardner, liberando un organismo extraterrestre que convierte la tranquila vida rural de la familia en una pesadilla colorista y alucinógena.
Hubo una doble vertiente en relación a la expectación levantada por parte del fandom del fantástico a la hora de calibrar lo que podía salir y dar de sí una película de las características de Color Out of Space, por un lado el poder comprobar en qué situación autoral actual se encontraba su director, un Richard Stanley que tras dos interesantes incursiones en el género a principios de los años noventa, como fueron Hardware y la notable Dust Devil, decidió embarcarse en empresas de una mayor envergadura con el rodaje de una ambiciosa nueva versión del The Island of Dr. Moreau, un proyecto que acabo siendo un auténtico caos encontrándose despedido apenas tres días después de iniciado el rodaje, unas crónicas de continuas desdichas que dejan muy tocado anímicamente a Stanley y que son recogidas fielmente en el documental Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley’s Island of Dr. Moreau de David Gregory, trabajo este por cierto que podría formar un perfecto programa doble con aquella otra crónica de inacabables infortunios que era el Lost in La Mancha de Keith Fulton y Louis Pepe, desde entonces han trascurrido cerca de veinticinco años sin noticias relevantes de un realizador que ya dábamos por perdido, por otra parte también había una lógica e inusitada expectación por estar ante todo un caramelo genérico tan apetecible a priori como es adaptar a la gran pantalla uno de los relato más conocidos de H.P. Lovecraft.
Posiblemente una de las mejores virtudes que podemos llegar a encontrar en esta nueva versión de Color Out of Space es en referencia a estar ante un producto de unas claras connotaciones atemporales, estamos ante un trabajo que no parece tener mucha prisa en a través de un drama familiar encontrar el horror, eso sí cuando lo ejecuta va sin frenos, un film de un evidente ritmo pausado adecuado a un in crescendo narrativo del cual y contra todo pronóstico Richard Stanley sale bien parado en la medida de presentarnos una cinta que sabe conjuntar con cierto aplomo conceptos tales como el inherente terror cósmico del relato original aderezado aquí con un tono que nos remite al bodyhorror de los años ochenta teniendo la virtud de saber encontrar acomodo en una factura técnica situada entre lo artesanal y lo digital, la mirada en esta ocasión por fortuna no deviene como impostada o gratuita en lo relativo a su función de índole nostálgico, también y a diferencia de aquella simpática pero intranscendente serie B que era The Curse de David Keith el relato pese a una cierta actualización es bastante fiel al original, a tal respecto no es fácil mantener un equilibrio en este tipo de material y que este se perciba como consecuente y más contando con ese género en sí mismo tan difícil de controlar que es Nicolas Cage al frente del reparto. Pese a una cierta irregularidad Color Out of Space a modo de viaje de connotaciones psicotrópicas y narrativas algo atípicas cumple objetivos en la labor de ser un trabajo más artesanal que autoral, otra cuestión seria el elevarla por encimas de sus propias posibilidades, a fin de cuentas el film no deja de ser un aplicado ejercicio de estilo provisto de una imaginaría fantástica bien ejecutada en referencia a sus hallazgos formales, sin embargo y por desgracia en la película no encontraremos ni mucho menos las interesantes indagaciones autorales que si se percibían en los dos primeros trabajos de su director, el mérito de Color Out of Space consistirá en esta ocasión en lo relativo a sortear histrionismos y convencionalismos a partes iguales en una cinta que parecía predestinada a un fracaso que finalmente no lo ha sido.
Valoración 0/5: 3
The Vigil
Tras aceptar convertirse en shomer nocturno (una práctica judía en la que una persona vigila el cadáver de un miembro de la comunidad recientemente fallecido), un joven que acaba de perder su fe descubre que la casa donde ejerce de vigía esconde un terrorífico secreto.
Siguiendo con la tónica de estos últimos años la clausura de esta edición de Sitges no estuvo a la altura de lo que años atrás en relación a la calidad suponía el film destinado al cierre del festival, esta tesitura podría extenderse perfectamente a la gran mayoría de certámenes cinematográficos de hoy en día que dan la sensación de haber dejado en un segundo término la calidad en la selección de películas que den por concluido el festival, sea como fuere la opera prima de Keith Thomas The Vigil no elevo el nivel con respecto a pasadas ediciones, posiblemente su presencia se debió en gran parte a ser una producción de fabricación muy reciente, un producto que de alguna manera vino virgen con una premiere mundial en la Midnight Madness de Toronto pocas semanas antes de que Sitges acogiera su estreno Europeo, una situación que ponía nuevamente de relieve la imperiosa necesidad, y coyuntura al mismo tiempo, de los certámenes de cine de intentar ofrecer casi siempre la novedad por encima de la calidad ubicada dentro de ese ecosistema cada vez más complicado y variable que es el de la distribución cinematográfica.
The Vigil parte de una premisa argumental ciertamente interesante al ubicar el relato en un territorio en principio no afín o transitado con poca frecuencia en el género como es la indagación fantástica de la comunidad judía ortodoxa a través de un terror expuesta en esta ocasión en relación a la figura del shomer, el encargo de velar el cuerpo de un fallecido durante la vigilia, sin embargo y al igual que otra película que partía de unos postulados parecidos como era aquella decepcionante The Possession de Ole Bornedal con producción de Sam Raimi la cosa se queda estancada en su simple anunciado o como mucho en un aplicado trabajo técnico en base al aprovechamiento escénico de un espacio reducido, por lo demás su desarrollo deviene como manido en una película que posiblemente requería de algo más de sutileza, de intuir en vez de mostrar sin tener que recurrir a tropos propios del genero contemporáneo como el consabido golpe de efecto sonoro aquí repetido hasta la extenuación en una historia que daba la impresión de querer transitar sin conseguirlo por el terror a través del drama o su consecuencia a modo de ente traumático proveniente del pasado. Seguramente The Vigil no sea una mala película entendida como tal pero resulta intrascendente, si en vez de ser clausura y formara parte sin más de cualquiera de las múltiples secciones que Sitges atesora hubiera pasado posiblemente más desapercibida aun si cabe, a tal respecto y como bien indica Álvaro Peña en su crónica en Cinedivergente para una indagación mucho más acertada en derivas del folklore judío de raíz fantástica es conveniente recurrir a productos de índole más autóctonos como por ejemplo la notable Demon del malogrado Marcin Wrona también presente en Sitges hace algunos años.
Valoración 0/5: 2
5 è il numero perfetto
En la Nápoles de los años 70, Peppino Lo Cicero es un ex-sicario de la camorra se ve obligado a salir de su retiro tras el asesinato de su hijo Nino. Si quiere salvar la vida de los suyos, deberá ser más astuto y despiadado que sus enemigos.
Si The Vigil fue la elegida como clausura oficial del certamen la cinta italiana 5 è il numero perfetto fue la encargada de cerrar la sección Òrbita, debut en la dirección del polifacético Igor Tuveri que aquí adapta su propia, y una de las más conocidas, novela gráfica del mismo título publicada en el año 2002, un lujoso film de vendettas napolitanas al servicio del cada vez más reconocido Toni Servillo, aquí bajo los rasgos de un veterano sicario de la Camorra retirado que tiene que volver a la circulación criminal por fuerza mayor.
5 è il numero perfetto fue una película de connotaciones algo inusuales dentro de ese gran ecosistema genérico que suele ser Sitges, evidentemente en el certamen hay un lugar privilegiado para el cine negro o policiaco, a tal respecto existe sin embargo un notorio abuso en programar producciones asiáticas que transitan por dicho concepto genérico. El debut en el cine de Igor Tuveri da la sensación de ser un producto que va, o al menos lo intenta, más allá de unas coordenadas preconcebidas a la hora de adaptar un comic al uso, el film alejado de convencionalismos no deja de ser una apuesta que ser percibe como arriesgada en la medida de una nada disimulada apuesta por la estética, evidentemente las primeras referencias, de tono que no de fondo, la encontraremos en aquella singular Dick Tracy de Warren Beatty, el trazo crepuscular de 5 è il numero perfetto sin embargo difiere algo a la hora de presentarnos una historia en donde prima lo emocional y los tintes nostálgicos y melancólicos por encima de variables exuberancias caricaturescas que si atesoraba por ejemplo el film de Beatty. Sin embargo en tal sentido existe una evidente descompensación en lo relacionado con la técnica y la narrativa del film, en el primer apartado el esfuerzo es significativo, también sus resultados, a la hora de recrear un Nápoles cuyo decadente barroquismo la trasforman casi en una ciudad fantasmal, la fotografía a cargo de Nicolaj Brüel, responsable de la notable Dogman, logra crear una factura que por momentos resulta portentosa en la medida de mostrar una paleta de colores primarios, blanco, negro y azul, que estiliza de tal manera la imagen que por momentos parece un anexo visual casi perfecto a la novela gráfica originaria, también la música de D-Ross Startuffo ayuda con cierta solvencia a la evocación de este peculiar noir, sin embargo el gran déficit de una película de las características de 5 è il numero perfetto vendrá en la medida de estar ante una historia o argumentación que no está ni mucho menos a la misma altura que sus enérgicas imágenes, a tal respecto el relato como tal se adhiere a manierismos tan esquemáticos como muy detectables en películas que transitan por el mismo género, esta tesitura no deja de poner en manifiesto una vez más la dificultad que a veces supone la traslación de un comic a un medio como es el cine que requiere de unas mayores amplitudes narrativas que el medio originario posiblemente no precisaba.
Valoración 0/5: 2’5
Samurai Marathon
Samurai Marathon 1855 nos sitúa durante el Bakumatsu, los últimos años del período Edo una vez que el reinado del shogunato Tokugawa parece llegar a su fin. Para preparar a sus guerreros ante posibles ataques de invasores extranjeros, el hanshu organiza un maratón. La maratón se corre a lo largo de un sendero de montaña durante unos 58 kilómetros. Mientras tanto, el gobierno central de Edo a través de un malentendido ve erróneamente la maratón como un acto de traición. Unos asesinos son enviados al castillo de los hanshu para repelerla. Jinnai Karasawa parece ser un samurai normal pero en realidad es un espía del gobierno central dándose cuenta de que los asesinos están sintiendo enviados al castillo de hanshu. Para detener a los asesinos y aclarar el malentendido, Jinnai Karasawa deberá corre desesperadamente.
Otro de esos autores que hoy resulta ciertamente difícil de encuadrar a través de un patrón determinado es el guionista y realizador británico Bernard Rose, los aficionados al fantástico lo ubicaran rápidamente por ser el responsable de Candyman, Paperhouse su notable debut tras las cámaras también tránsito por un género que en estos últimos tiempos ha revisitado en formato low cost con propuestas tan dispares en contenido y resultados como por ejemplo sxtape o Frankenstein. Sin embargo Bernard Rose es un autor todo terreno en el buen sentido de la palabra que ha tenido tiempo de sobras a la hora de adentrarse incluso en un territorio eminentemente académico con películas como Immortal Beloved o Anna Karenina, es por esta evidente inquietud autoral y también laboral que en parte no sorprenda que este al mando de una producción tan variopinta en coordenadas y conceptos como es Samurai Marathon.
Esta adaptación de la novela de Akihiro Dobashi parte de la singularidad de ser un producto con parte de capital y autoría occidental en relación a una historia provista de evidentes trazos localistas inspirados en hechos verídicos, de alguna manera estamos ante un intento de estandarizar el concepto genérico del chambara expuesto aquí a través de esa clase de películas que terminan siendo correctas en la medida de intentar contentar de la mayor manera posible a los distintos ámbitos conceptuales por los que transita, esto otorga a Samurai Marathon una condición de producto que en parte da cierta sensación de prefabricación quedando situada a medio camino entre la épica de connotaciones academicistas y el prototípico relato de aventuras de tono liviano. Afortunadamente esta ligereza apuntada en último lugar no llega a desvirtuar del todo un concepto clásico que parece contornear narrativamente a través de un estilo de claro índole contemporáneo. Samurai Marathon, que también se ve beneficiada de esa globalidad conceptuada en su estructura a través de una competente banda sonora a cargo del veterano Philip Glass, cumple pues con unos patrones determinados en donde los giros narrativos del relato en cuestión resultan ser tan predecibles como funcionales en la labor de filmar con cierto aplomo unos cuerpos que están en constante movimiento pero que por otra parte terminan dando una ligera sensación de no estar plenamente cohesionados al relato en referencia a la temática preconcebida que parecen abordan sus hibridas imágenes.
Valoración 0/5: 2’5
Phil Tippett: Mad Dreams and Monsters
Ganador del Oscar por El retorno del Jedi y Parque Jurásico, Phil Tippet es un maestro incontestable de la stop-motion, que ha dado vida a algunas de las criaturas más memorables de la historia del cine y que aún hoy se encierra en su taller para seguir creando y soñando. Este documental, realizado por los expertos en la materia Gilles Penso y Alexandre Poncet, se adentra en su obra a través de una inmersión en profundidad en el alucinante archivo personal del genio.
Dentro de los documentales vistos en esta edición de Sitges también existió un pequeño hueco a la hora de explorar con detenimiento la trayectoria de figuras cuya impronta dentro del género fantástico ha sido digna de mención, Phil Tippet, como figura icónica y fundamental dentro de la animación stop motion merecía un estudio documentado que recorriera una labor creativa ciertamente destacable. En estas últimas décadas una queja bastante común que anida en el fantástico actual es la excesiva proliferación del CGI, a tal respecto los gráficos generados por computadora han disminuido aquella efectividad de antaño plagada de imperfecciones perdonables y que eran muy visibles en los monstruos de las películas de género, de la misma manera han dejado en la trastienda los efectos artesanales y por ende a los artistas del stop-motion.
Si bien los avances tecnológicos tienen sus evidentes ventajas y su momento, muchos aficionados al género creen que los efectos prácticos y artesanales siempre emitirán una experiencia visual que devenga como tangible. Gilles Penso y Alexandre Poncet no son unos recién llegados en esto de indagar y estudiar a los profesionales de lo artesanal, tanto Ray Harryhausen: Special Effects Titan como Le complexe de Frankenstein exploraban con detenimiento dicho concepto, en Phil Tippett: Mad Dreams and Monsters se sigue una fórmula estándar que cubre paso a paso todos los aspectos de la vida y obra artística de Phil Tippett. El documental comienza con testimonios y filmaciones varias sobre la infancia del creador de efectos especiales en películas como Robocop o Starship Troopers entre otras, un niño tímido que solía ser un poco solitario a la hora de interesarse por diversos aspectos del arte, como suele pasar en estos casos los monstruos y las películas de género fantástico por las que sentía devoción no eran populares entre sus compañeros. Este será el punto de partida del relato, a partir de una temprana edad vemos como nuestro protagonista esculpía animales de arcilla en su habitación y soñaba con labrarse una carrera en la animación después de enamorarse del trabajo de ese tótem en la materia como fue Ray Harryhausen. Phil Tippett: Mad Dreams and Monsters cumple pues a la perfección con esa norma tan habitual en este tipo de trabajos de convalidar en su estudio la trayectoria profesional sin dejar de lado la vivencia personal, un reconocimiento bien ajustado que no pretende sentar cátedra y si divulgar la labor de un director, productor, pero especialmente supervisor de efectos visuales y diseñador de criaturas a modo de homenaje a una magia artística que aquí nos es presentada como agraciadamente intemporal.
Valoración 0/5: 3
Iron Fists and Kung Fu Kicks
Iron Fists and Kung Fu Kicks explora la influencia del cine de artes marciales de Hong Kong y como ha modelado la estética cinematográfica desde Hollywood hasta Uganda. Con entrevistas a leyendas del cine de Hong Kong, intérpretes y críticos, la película ofrece un viaje sin paradas desde la primera época de la Shaw Brothers a los blockbusters de Hollywood.
En un año generoso en lo relativo a documentales que transitaban por las diversas ramificaciones genéricas del fantástico también hubo lugar para este ameno estudio por parte del australiano Serge Ou en donde se indaga en el desarrollo del kung-fu en la historia del cine. Iron Fists and Kung Fu Kicks como documental más elaborado y completo, en donde posiblemente predomine más la amplitud que la profundidad, quito aquel mal sabor de boca que dejo años atrás en el festival la anecdótica Dragon Girls! Les amazones pop asiatiques de Yves Montmayeur funcionando a la perfección a modo que una especie de apéndice del notable Category III: The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema de Calum Waddell también presente en Sitges el pasado año. Iron Fists and Kung Fu Kicks deviene como un aplicado recorrido de tal práctica y su incidencia a través de la industria cinematográfica, especialmente la referida a la de Hong Kong y el enorme impacto que tuvo posteriormente en la cultura estadounidense.
Desde figuras y estudios icónicos como Bruce Lee o la mítica Shaw Brothers a una mirada más socio cultural de épocas pretéritas en base a imágenes y documentación de archivo como por ejemplo esos noticiarios en blanco y negro de los disturbios de Hong Kong del año 1967 que fueron alimentados por disputas laborales de aquella época, todo ello evidentemente aderezado con un buen número de testimonios como marcan los cánones del documental didáctico, puesto a ponerle alguna pega a este voluntarioso y funcional Iron Fists and Kung Fu Kicks un servidor detecta una abrupta ruptura narrativa en lo referente a su tramo final, aquella en donde una vez la evolución llega a nuestros días se deja de lado la faceta cinematográfica y se incide en el aspecto social como fenómeno cultural YouTube de nuestros días, un ligero lastre que no enturbia un estudio que no deja de ser en sí mismo un homenaje y una celebración que rinde cuentas a la perfección en lo relativo a su incondicional pleitesía a las artes marciales ubicadas en la historia del cine al mismo tiempo que queda validada como perfecta herramienta de descubrimiento de un sinfín de títulos que indagan en dicha materia y que el aficionado recién iniciado buscara con ahínco una vez concluya el visionado de este agradable paseo cinético que es Iron Fists and Kung Fu Kicks.
Este libro –lejos de modas y coyunturas– nace de la fascinación por el cine de Visconti y el universo cultural de sus grandes películas de madurez. Con la crisis de la modernidad como trasfondo y la decadencia como leitmotiv, el lector transitará de la literatura a la filosofía y la historia, para adentrarse en un complejo universo donde estética y política se entremezclan, el mal y el bien conviven en rara complementariedad, la sofisticación no logra enterrar a lo grotesco, y la muerte se convierte en anhelo. En este universo de luz crepuscular y sutil melancolía, con tanta elegancia como ironía, exponen sus pensamientos Platón, Schopenhauer y Nietzsche. Allí escriben sus cuentos maravillosos Thomas Mann y Giuseppe di Lampedusa, allí viven y padecen reyes, príncipes y artistas mientras suena la música de Verdi, Wagner o Mahler. Este libro es una invitación a recuperar –de la mano del mejor cine de Visconti– lo mejor de la gran cultura europea de finales del siglo XIX y principios del XX, para reflexionar –entre otras cosas– sobre el erotismo y la belleza, sobre la vida y su tragedia, o sobre la quiebra de la civilización burguesa y la barbarie fascista mientras escuchamos el preludio del Tristán e Isolda, nos acordamos de cómo Sigfrido descubrió el miedo o nos dejamos llevar por el adagietto de la Quinta de Mahler hasta fundirnos por unos instantes en la tentadora infinitud del ser, primigenio y caótico
El autor:
ANDRÉS DE FRANCISCO (1963) es doctor en filosofía y profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid. Autor entre otros libros de ‘La mirada republicana’ (Catarata, 2012) y editor de ‘Harrington, Stuart Mill y Marx’, ha desarrollado un creciente interés por la interpretación filosófica de obras y géneros cinematográficos, interés que empezó con su ‘El western como cine político y moral’ (La balsa de la Medusa, 2011) y ha concluido por ahora con el presente libro ‘Visconti y la decadencia’.
Autor; Andrés de Francisco, Editorial: EDIC. DE INTERVENCIÓN CULTURAL / VIEJO TOPO, Páginas: 186
Wiebke vive con su hija adoptiva Nicolina y acaba de adoptar a Raya. Las dos hermanas parecen llevarse bien, pero la pequeña empieza a mostrarse agresiva y a ser un peligro para los demás. Ante la situación, Wiebke tendrá que enfrentarse a una serie de extremas decisiones para proteger a sus pequeñas.
En estos últimos años Sitges ha sido un perfecto campo abonado y escaparate a la hora de mostrar nuevas autorías genéricas a través de una mirada femenina, en parte esto no dejaba de ser un déficit histórico que afortunadamente hoy en día parece normalizado, la indagación de realizadoras en el fantástico empieza pues a ser un denominador común en la actualidad en autoras como Jennifer Kent, Julia Ducournau, Anna Biller o Ana Lily Amirpour por ejemplo, posiblemente la alemana Katrin Gebbe al contrario que las compañeras arriba citadas se ha ido acercando al género fantástico de una forma algo más sutil y menos expeditiva, con su opera prima Nothing Bad Can Happen transitaba en el drama oscuro ubicado a través de una crónica real, tras formar parte de la colectiva The Field Guide to Evil Pelican Blood se presenta como su trabajo más ambicioso y ambiguo genéricamente realizado hasta la fecha.
En estas crónicas de Sitges hemos incidido, posiblemente de forma una bastante reiterada, en la difusa adscripción, o no, en el género fantástico de muchas de las películas presentes en el festival, en un buen número de ellas impera en mayor o menor medida una indagación que se percibe como parcial, a tal respecto las hibridaciones genéricas están a la orden del día casi a modo de un nuevo estatus autoral que años atrás era ciertamente complicado de ver, Pelican Blood podría ser un buen ejemplo de todo ello, el film de la alemana Katrin Gebbe parte a través de una premisa de claro índole dramático, su desarrollo también da la sensación de no salirse de una tangente reconocible y preestablecida a la hora de abordar un complejo estudio psicológico acerca de la maternidad, será en su tramo final, en su resolución, cuando recurra a un fantástico aderezado con algún que otro apunte al folk horror o al cine de posesiones ubicado dentro del gótico estadounidense, la pregunta vendrá dada en la medida de averiguar si dicha deriva o divergencia genérica desvirtúa o por el contrario llena de matices el relato en cuestión, digamos que ni una cosa u otra, Pelican Blood termina siendo todo una particularidad a tener en cuenta dada su atípica naturaleza, el film de Katrin Gebbe nos habla básicamente de una abnegación materna que continuamente está siendo torpedeada en lo concerniente al trauma, Nina Hoss, que este año repite papel como madre en la encrucijada tras la notable La audición de Ina Weisse, deviene como un activo importante a la hora de contarnos una historia delimitada territorial y moralmente en los márgenes de la sociedad, la trama animalista en esta ocasión actuara a modo dual, el personaje principal se niega a renunciar, tanto en la complicada enseñanza de un caballo como a la niña recién adoptada de la cual cree que sin importar lo que haya sufrido en el pasado puede ser redimida a través del amor puro que una madre que le puede otorgar, su conclusión, pese a una cierto falta de verisimilitud, por otra parte lógica dada la dirección tomada, añadirá varios matices a una cinta que tiene la virtud de no transitar en la complacencia en lo relativo a una función reflexiva que profundiza en el adiestramiento emocional.
Valoración 0/5: 3’5
Le daim
La obsesión de un hombre con una chaqueta de ante le lleva a gastarse todos sus ahorros, además de fingir ser cineasta, e incluso hacer alguna cosa mucho peor.
Otros de esos sospechoso habituales presentes en Sitges durante estos últimos años es indudablemente Quentin Dupieux, desde Rubber y exceptuando sus cortos el realizador francés siempre ha estado presente en el festival, trabajo más entonado o menos el responsable de la extraordinaria Réalité ha logrado mantener una impronta autoral que resulta ciertamente curiosa, un tipo de cine que basa su principal concepto en una total anarquía a la hora de afrontar esquemas, algo que sorprendentemente le otorga unas referencias personales bastantes reconocibles, o dicho de otro modo, el cine perpetrado por Quentin Dupieux deviene tan único que difícilmente se verán unas coordenadas o postulados parecidos que en parte se puedan llegar a asemejar.
A modo de reflexión una vez acabada la carrera de Quentin Dupieux esta será de esa clase de trayectorias que si aún siguen en marcha esto de las retrospectivas en los certámenes cinematográficos su revisión o reconocimiento pretérito a través de ellas vendrá en la medida de percibir la visión global de una carrera que deviene como plenamente coherente dentro del caos temático que se suele detectar en sus trabajos. En Le daim, en donde uno de sus máximos activos reside nuevamente en la fascinación que puede genera su atípica premisa, se vuelve a incidir en una hibridación de tono surrealista, evidentemente la comedia de tono marciano direccionada más allá de los límites de la razón será otra vez quien lleve la voz cantante en una película que vuelve a transitar a través de lo insólito y extravagante, aquí para más inri el discurso, si así se puede llamar, en esta ocasión se perfecciona invitando incluso a una suerte de mensaje alegórico o reflexión punzante que podría transitar perfectamente a través de la locura existente que otorga la libertad. Le daim vuelve a ser un perfecto vehículo en el cual Quentin Dupieux juega con los géneros cinematográficos, comedia, drama existencialista e incluso metáfora social o terror incrustados en un relato provisto de una narrativa tan simpática como oscura. Todo cabe en un imaginario que en esta ocasión nos retrata la historia de amor entre un hombre y una chaqueta, en cierto sentido estamos ante un relato que a su manera indaga en el amour fou a modo de ente liberador de la soledad que padece el protagonista, un notable Jean Dujardin, un desarrollo expuesto a través de una deriva obsesiva acerca de la autenticidad, curiosamente termino este también valido para describir el cine salido de la mente de Quentin Dupieux, también detectamos un ligero esbozo acerca del cine que habla del cine sin llegar a ser pedante ni aburrido en ningún momento. Posiblemente unido a su originalidad la gran virtud del cine tan dislocado de Quentin Dupieux reside en generar una autoría consecuente que indaga en relación a premisas estrambóticas que se sustentan a modo de punto de partida a través de un chiste o una anécdota que conforme es desarrollada va algo más allá de lo simplemente absurdo y gracioso que aparenta ser su enunciado.
Valoración 0/5: 3’5
Depraved
Depraved nos cuenta como un joven llamado Alex tiene una emotiva noche junto a novia Lucy, de regreso a casa es apuñalado en un frenético ataque que lo deja al borde de la muerte. Se despierta para descubrir que su cerebro está en un cuerpo que no reconoce. Esta criatura ahora denominada Adam ha sido traída a la vida por Henry, un brillante cirujano que sufre un trastorno de estrés post-traumático después de una larga estancia en el Medio Oriente. Henry está cada vez más consumido por los actos cometidos sensación que se agrava cuando Adam descubra en un video su propio origen y huya.
Es ciertamente curiosa y en parte atípica la trayectoria cinematográfica de Larry Fessenden, si bien atesora trabajos como director a tener en cuenta como por ejemplo Habit, The Last Winter y muy especialmente Wendigo, el realizador estadounidense siempre ha dado la sensación de encontrar un mejor acomodo en su función de productor y mecenas de jóvenes talentos, después de unos años en donde su labor como director ha estado en un segundo plano vuelve tras las cámaras con una nueva vuelta de tuerca a un mito tan universal como el de Frankenstein.
Al respecto de dicha adaptación y sus maneras existe una semejanza bastante notoria con otro film relativamente reciente como es el Frankenstein de Bernard Rose realizado en 2015, ambas reinterpretaciones de la novela de Mary Shelley, fundamentadas a través de producciones de claras características low cost, trasladan el relato a nuestros días, si indagamos un poco más también encontraremos unos curiosos paralelismos entre ambos directores en la función de ver cómo tanto Larry Fessenden y Bernard Rose no son unos recién llegados a esto del fantástico, en cierta manera han tocados ya demasiados palos y esta incursión cuanto menos da la sensación de obedecer a una especie de reformulación de un concepto clásico que da pie a experimentar en base a nuevos escenarios y formatos. En lo relativo a la comparativa el film de Bernard Rose sale vencedor con bastante diferencia con respecto a este Depraved. Adaptar textos universales que han sido ya interpretados en multitud de ocasiones y formas es tarea complicada si no se recurre a una cierta originalidad con respecto a ir más allá a la hora de intentar plantear una versión posmoderna del mito, por desgracia Larry Fessenden curiosamente aquí cae en manierismos convencionales que en sus anteriores películas eran difíciles de detectar, en este sentido en Depraved su mejor virtud recae curiosamente en no ser o parecer gran cosa y tampoco pretender serlo, modestia autoral aparte en esta ocasión se sustituye el dramatismo y el terror inherente del texto del que parte para convertirse en un indigesto relato que fija principalmente su mirada en la denuncia, en este caso en la dirigida a la industria farmacéutica y a la actual problemática bélica, evidentemente el debate ético y moral está muy presente sin embargo otro de sus déficits lo encontraremos en ver como el concepto del mad-doctor queda muy difuso en un producto sin nervio aparente y en donde la supuesta novedad termina no siéndolo tanto.
Valoración 0/5: 1’5
The Juniper Tree
A finales de la Edad Media, la joven Margit (Björk) y su hermana mayor Katla huyen a las montañas después de la muerte de su madre, quemada por brujería. Ambas encuentran refugio con Jóhann, un viudo que vive con su hijo pequeño Jónas. Mientras Katla trata de seducir al campesino, Margit y Jónas se hacen buenos amigos. Pero el pequeño está convencido de que Katla es una bruja y la odia profundamente.
Ese delicioso cajón de sastre en que parece se ha convertido la actual sección Seven Chances sigue dando la oportunidad de recuperar un tipo de cine desconocido para la gran mayoría de público que asiste a Sitges y que merece un rescate en este caso a modo de visionado, a tal respecto no hace falta remontarse 40 años atrás para encontrar rarezas cinematográficas por descubrir, The Juniper Tree fue filmada en el año 1990, posiblemente mucha gente tendrá una ligera noción sobre ella en la medida de estar interpretada por una joven Björk, la restauración en tecnología 4K, por parte de la Wisconsin Center for Film & Theater Research y The Film Foundation que en esta ocasión conto con la estimable ayuda de la George Lucas Family Fundation, de la opera prima de una prematuramente fallecida Nietzchka Keene, y que tendrá un estreno limitado en cines gracias a Capricci Cine, devino como una oportunidad única de poder descubrir una sorprendente y fascinante obra situada a medio camino entre la brujería medieval y el estudio de la emancipación femenina de aquella época.
Bajo un atemporal, imponente y exquisito blanco y negro expuesto en base a un portentosa fotografía a cargo de Randy Sellars The Juniper Tree entra en esa tan especial catalogación de films hasta ahora inencontrables que han sido condenados a un inexplicable aislamiento cultural hasta día de hoy, rodada en los agrestes paisajes islandeses y ambientada en el final de la cruenta Edad Media el film de Nietzchka Keene parte de unos postulados muy propios que aquí adapta muy libremente un oscuro relato de los hermanos Grimm titulado El enebro, a tal respecto la película indaga en conceptos tan atrayentes como es ese paganismo ubicado dentro del folclore nórdico que enfrenta a lo humano y a lo esotérico. Definida por muchos como un cuento de hadas feminista The Juniper Tree es de esas películas que hayan su principal referencia a través de unas imágenes muy primarias, en ellas atisbaremos imaginarios que nos pueden hacer recordar a Bergman, Tarkovski y evidentemente Dreyer, por fortuna esto no deja de ser una mirada de connotaciones básicamente estéticas y en parte fugaces, en The Juniper Tree se atisba para bien un discurso autoral ciertamente interesante y muy propio, de alguna manera adelantado a su época, aquel que indaga a través de las líricas provenientes de las sagas nórdicas ubicadas en un universo en donde el estigma actúa a modo de poético aquelarre, también existe una segunda lectura provista de consonancias aún más demoledoras si cabe que iría más allá de una cruda y mística medieval por la cual el relato da la sensación de vertebrarse, aquella en la que en relación al concepto de la superstición pagana se atisba una atroz misoginia de connotaciones atávicas en donde seremos testigos de cómo las protagonistas femeninas han de sobrevivir de alguna manera a modo de acompañantes de hombres legitimados socialmente para proveer su sustento. A través de su atmosfera y sus poderosas imágenes The Juniper Tree vuelve a poner de manifiesto que lo insondable aplicado al fantástico no calibra de códigos o coordenadas actuales o pasadas que anidan en lo obvio o lo subrayado, lo suyo es más bien crear turbulentos imaginarios a partir de la simple sugestión visual en relación a una caligrafía que treinta años después de su realización continua siendo tan arriesgada como fascinante, todo un logro.
Valoración 0/5: 4
Dancing Mary
Kenji es el miembro más joven de un equipo encargado de construir un gran centro comercial. Pero, para crear el nuevo complejo, hay que destruir un antiguo local de baile, y cada esfuerzo para echar abajo el edificio es boicoteado por un misterioso poder. De hecho, existe el rumor de que el local está maldito, y el equipo de construcción pensó en contratar exorcistas, pero ninguno de ellos parece encontrar la solución.
El realizador japonés SABU estuvo presente en Sitges con dos trabajos, Jam y la película que nos ocupa y cuya proyección supuso su estreno mundial, Dancing Mary. Sin llegar a ser un experto ni un asiduo seguidor de su filmografía un servidor tiene la sensación, que en realidad no deja de ser una certeza, de que SABU es esa clase de autores destinados a convivir casi por obligación dentro del ecosistema de festivales de cine, su cine, con películas tan interesantes como por ejemplo Monday o Miss Zombie, da la impresión de que difícilmente tendrá un acomodo digamos rentable fuera de ese especifico circulo.
Dancing Mary no deja de ser una curiosidad en si misma con algún disperso punto de interés en su haber, SABU a su manera y como viene siendo habitual a modo de marca registrada de la casa huye de cualquier tipo de encasillamiento, no existe un denominador común en su cine y Dancing Mary es un claro ejemplo de todo ello en relación a sus continuas rupturas narrativas, una historia de fantasmas que no asustan, y que en cierta manera viene a ser la antítesis de J-Horror. Básicamente el relato se sustenta a través de la interrelación entre los humanos y los seres del más allá a modo y semejanza de una road movie en lo concerniente a una narrativa que transita a través de una suerte de fábula de tono amable en el que detectamos una tímida indagación en el característico realismo mágico japonés, sin embargo al final los fundamentos del relato vuelven a ser algo manidos pese a un envoltorio digamos peculiar, pues a fin de cuentas lo que se nos cuenta no deja de ser la sempiterna historia de alguien, en esta ocasión un joven funcionario, que a través de unas vivencias algo extremas, decide replantearse un posicionamiento inicial, será ahí, en su algo irregular desarrollo, cuando entre en acción una suerte de reflexión en relación a una desmedida gentrificación ubicada dentro del entorno social japonés, también se atisba otra cuestión ligeramente más interesante y expuesta de forma menos convencional en relación a como saldar deudas con el pasado pero también con el presente, el figurado o fantasmal y el real, este último apartado representa una síntesis casi perfecta en referencia a lo que viene a ser un tipo de cine que pese a atesorar algún trazo autoral digno de mención no deja de ser algo esclava de una excesiva y dispersa vertebración de mimbres adheridos a sus estructuras.
Valoración 0/5: 2’5
O Beautiful Night
Aunque Juri es joven, vive con un terror constante a la muerte. Para él, los ataques de pánico nocturnos son una rutina. Una de esas noches, una oscura figura se presenta ante él: dice ser la encarnación de la Muerte. Así comienza un viaje faustiano a través de la noche, en la cual Juri encontrará a Nina, de la que se enamorará; pero, con el amanecer, uno de los dos debe morir.
Dentro de esa inabarcable apartado temático en que parece haberse convertido la sección Noves Visions hubo un hueco para el debut tras las cámaras del joven realizador Xaver Xylophon dada su innegable condición de obra de difícil identificación, algo que en parte hizo posible su inclusión en dicha sección y que venía a estar medianamente justificado dadas sus propias características.
Como muy bien indica su título la acción de O Beautiful Night transcurre a lo largo de una sola noche, dicha premisa y también tono narrativo nos remitirá por ejemplo tanto al After Hours de Martin Scorsese como en el Night on Earth de Jim Jarmusch en relación a presentarnos una travesía nocturna a través de un submundo plagado de personajes a cual más peculiar, el mito de Fausto estará muy presente en un relato en donde la alegoría y el simbolismo son más que evidentes, estos no dejaran de ser una especie de trasunto que nos dice de intentar exprimir la vida al máximo pues esta no deja de ser demasiado efímera, sin embargo el recorrido que se hace a través de dicha metáfora es por momentos original solamente en relación a sus formatos técnicos, en la utilización del sonido y el uso cromático de sus imágenes veremos una novedosa aplicación estética que nos remite a cierto tipo de cine perpetrado en los años 80 ubicado a través de calles desiertas y habitaciones retro-románticas amuebladas de una forma opulenta. Como en la película de Martin Scorsese arriba citada veremos a un grupo de personajes, posiblemente trazados aquí de una forma excesivamente caricaturizadas, que juegan en contraposición a un cierto aura de trascendencia percibido en la génesis del relato y que actúan de manera decidida y en parte anómala en contraposición a un protagonista que asiste impertérrito y pasivo ante unos acontecimientos que dan la sensación de crearle una confusión cada vez más profunda. Debajo de esa extravagancia que la emparenta a una comedia algo bufa camuflada en base a una estética colorista O Beautiful Night da la sensación de que tiene algo que decir urgentemente sobre la condición humana, la muerte y nuestro miedo innato a ella, quedando desarrollada a modo de parábola de tintes filosóficos y provista de un tono ingrávido e inexpresivo acerca del amor y el fin de nuestra existencia, más que el mensaje, al final habrá una inevitable redención vital, lo sugerente y más acertado de una película como O Beautiful Night resultara ser un envoltorio que por momentos se percibe como atrevido, ese tránsito estético/musical de tono melancólico a través de la tensa inquietud nocturna validan en parte una propuesta algo irregular que dio la impresión de tener un muy difícil acomodo que devenga lógico dentro de la programación de Sitges.
Steven Spielberg solía decir que el sonido es el cincuenta por ciento de una película. Sin embargo, la historia del cine se ha centrado, sobre todo, en las imágenes. Making Waves pretende enmendar este error a través de entrevistas a directores como David Lynch, Sofia Coppola, George Lucas o el mismo Spielberg; y del testimonio de algunos de los grandes editores de sonido que ha dado Hollywood.
Como hemos venido comentado en crónicas pasadas este año el formato documental fue un activo muy a tener en cuenta en Sitges, hubo varios y muy buenos, en tal sentido vuelvo a incidir una vez más en la importancia, especialmente dada la calidad existente a día de hoy, del documental de género como una herramienta en continua redefinición a la hora de poder instruir al público en lo concerniente a diversas materias relacionadas con el ámbito cinematográfico, también en lo referido a ser utilizado a modo de soporte por el profesional a la hora de ser enfocado en su parcela didáctica, a tal respecto la mayor parte del material existente en la actualidad en base a las densidades teóricas que nos suelen ofrecer estos trabajos hacen que las posibilidades de divulgación y reflexión a través de dicho formato sean infinitas.
Making Waves: The Art of Cinematic Sound en esta ocasión deja de lado la autoría entendida como el desgrane de una obra, artista o género para adentrarse en aspectos técnicos del cine, en este caso el referido al diseño del sonido dentro del séptimo arte, el documental, que funciona a modo de una clase magistral que está continuamente aportando detalles, tiene la virtud de atesorar un extenso catálogo de testimonios de gente importante relacionada con el cine. Estos artistas son los que crean, ya sea en primera o segunda línea, ese particular mundo del sonido, una parcela técnica que quizás sea la más sensible de una película y que deviene como indispensable a la hora de crear un imaginario propio en donde se pueda vivir y respirar la verisimilitud entendida como ente narrativo. Todo esto requiere de un arte y de una delicadeza, a tal respecto el director del documental, Midge Costin, como formador y editor desde hace mucho tiempo en la USC es una fuente autorizada a la hora de hablarnos de dicha materia, un apartado que empieza en el documental con una breve descripción del sonido en los albores del cine, con una incidencia especial a King Kong como paradigma de ser todo un hito a la hora de recrear los efectos de sonido expresivos, también una mirada que deviene clave es la de Citizen Kane, obra pionera en la incorporación de las técnicas de sonido utilizadas en la radio por parte de Orson Welles . A partir de ahí la evolución es mostrada y percibida como infinita dado los innumerables matices adyacentes que irán apareciendo en dicha técnica a lo largo de los años, evidentemente habrá apartados que encontremos demasiados escuetos en referencia a su exposición, a tal respecto es una tarea casi titánica el abordar todo el concepto global profundizando en cada uno de los apartados existentes, posiblemente una serie de documentales hubiera sido más apropiado a la hora de ser más exhaustivos, con todo Making Waves: The Art of Cinematic Sound cumple a la perfección con el objetivo de estar bien elaborada en relación a una función tan didáctica como entretenida, para más inri también habrá lugar para una generosa apreciación ofrecida desde dentro por parte de las personas que diseñan esos fascinantes mundos de sonido que suelen dar vida a las imágenes.
Valoración 0/5: 3
Legend of the Mountain
El académico He está al cargo de la transcripción de unos antiguos sutras budistas, por lo que viaja a una vieja fortaleza para encontrar paz y tranquilidad, ya que el ejército estacionado allí fue evacuado. Él se encuentra la fortaleza poco menos que desértica, sin embargo, el misterioso Tsui aparece con su extraño amigo Chang. Más extraños personajes aparecen, incluida una anciana lavandera y Melody, una aspirante a investigadora, experta en tocar el tambor chino. Para complicar las cosas, después de un supuesto encuentro romántico con Melody, He es chantajeado para casarse. Hay también una misteriosa y bella flautista que se aparece a Ho, pero desaparece cuando se acerca. Y lo que es peor, los sutras que está transcribiendo cuentan que ejercen un terrible poder entre los demonios del inframundo.
Dentro de la retrospectiva dedicada al realizador taiwanés King Hu la oportunidad de poder ver en pantalla grande Legend of the Mountain supuso el agradable descubrimiento de una obra, que sin llegar a los niveles de la mastodóntica y fundamental A Touch of Zen, es considerada como clave a la hora de entender los precedentes que vinieron tras de ella, aquí King Hu abandona en parte el concepto de wuxia aunque no su inherente dramatismo emocional, tampoco la vertiente onírica, que en esta ocasión potencia en relación a su indagación en el fantástico, es a través de estas coordenadas en donde veremos como directores como por ejemplo Ching Siu-tung fijan conceptos como denominador común en lo que será su filmografía, especialmente visible en la trilogía A Chinese Ghost Story, a tal respecto y a modo de curiosidad un servidor aún recuerda el shock entre el público no afín a estas cinematografías que supuso en Sitges la proyección de la primera parte de dicho tríptico allá en el año 87, una película que curiosamente meses más tarde tuvo un inusual estreno comercial en nuestro país dentro del circuito de V.O.
Filmada en zonas agrestes de Corea del Sur en Legend of the Mountain volvemos a asistir a una magnificencia escénica que nuevamente está representada a través de hermosos paisajes naturales que son meticulosamente fotografiados, en ellos existe un atractivo tan extraño como fascinante en relación a unas panorámicas expuestas a través de una impoluta paleta de colores, vegetación densa y niebla blanca ubicada a la deriva, mimbres que demuestran por las claras que aunque a King Hu incide constantemente en el manejo volátil de la cámara en relación al movimiento de sus personajes también le gusta detenerse de forma consiente en las imágenes, de alguna manera como si estas estuvieran encuadradas también dentro de una armonía de tono compositivo. Un film en definitiva que representa la esencia que hace especial las películas de King Hu, Legend of the Mountain es nuevamente la quintaesencia de un trabajo marcado por una época determinada, sus escaramuzas imposibles que desafían la física y se alían a los elementos sobrenaturales están adheridos al relato con un total sinceridad, utilizando conceptos característicos del genero para contar una absorbente historia de entidades divinas aderezadas por fugaces estallidos de violencia, todo ello ubicado en otra de las maravillas pretéritas vistas en este Sitges 2019. .
Valoración 0/5: 4
Adoration
Adoration nos presenta a Paul, un joven solitario que casualmente conoce a Gloria, una nueva paciente en la clínica psiquiátrica donde trabaja su madre. Enamorándose locamente de esta adolescente problemática y sola, Paul después de cometer un crimen huirá con ella, intentando escapar lejos del mundo adulto.
Fabrice Du Welz volvía a Sitges con su nuevo trabajo tras las cámaras titulado Adoration, de forma merecida fue un de las películas más galardonadas en esta edición, Premio Especial del Jurado, Mejor fotografía y Méliès d’Argent, el director de origen belga ha estado en estos últimos años transitando a través del noir con películas como Colt 45 o Message from the King, films ciertamente competentes pero que quedan algo alejados por cuestiones obvias de ese imaginario tan particular visto al principio de su carrera en trabajos como Calvaire, Vinyan y Alleluia, un tipo de cine que basa su tesis principal a través de una búsqueda que suele devenir como visceral y quimérica, Adoration pertenece de una forma clara a este grupo, un film expuesto a modo de perfecto cierre de esa trilogía ardenesa formada por sus anteriores Calvaire y Alleluia.
Al igual que las dos películas antes citadas Adoration parte del concepto del amour fou aunque aquí representado de una forma algo más íntima, mirándolo bien podría ser una ceñida precuela de Alleluia en un film en donde también encontraremos similitudes bastantes evidentes con aquella Les amants criminels de François Ozon, continuaciones esquemáticas y referenciales aparte lo bueno del cine de Fabrice Du Welz es su innegable adscripción a un imaginario tan personal como intuitivo, en Adoration están perfectamente definidos y no por ello los conceptos deja de ser nuevamente atrayentes, inocencia, amor, imaginario escapista y dura realidad, a través de todos ellos seremos testigos de cómo el sentimiento de amor, en el más amplio sentido de la palabra, actúa a modo de ente derrocador, de alguna manera los dos jóvenes protagonistas transitan en todo momento a través de fronteras terrenales, físicas y figuradas, aunque ese recorrido o huida a ninguna parte termine siendo circular, a tal respecto queda muy claro que en el cine de Fabrice Du Welz siempre existe una colisión en relación a sus formas, un cine muy sensual pero a la vez extremadamente visceral, Adoration es posiblemente la perfecta quintaesencia de este tratado, Fabrice Du Welz se acerca a los cuerpos de una manera casi epidérmica, pese a aparentar ser una película sencilla con respecto a su ejecución la narrativa y sobre todo la parte técnica devienen como claves y complejas a la hora de retratar con un inusual acierto un extremo realismo poético que por momentos parece surgido del cine francés de los años 30-50. Rodada en 16mm, con fotografía del ya fundamental Manuel Dacosse y música a cargo de otro habitual como es Vincent Cahay Fabrice Du Welz tiene la virtud de trasportar al espectador a los estados mentales de sus protagonistas en relación a unos cambiantes estatus mentales en donde por una razón u otra vemos a unos personajes incapaces de afrontar las embestidas emocionales que están por aparecer, ahí existe un momento en el que tono onírico se adueña tanto de los protagonistas como de la historia, aquel en que la naturaleza queda encuadrada en cada plano de la película, la enfermedad mental y la interactuación con el mundo adulto hará que dicho imaginario termine desvirtuándose. Como buen viaje al corazón de la oscuridad que es lo que en un principio parecía una fábula intima ahora se trasforma en un cuento de hadas con claras texturas de horror, al final el mensaje vuelve a ser aquel que nos dice que la adolescencia es campo abonado para historias que terminan derrotándonos. Fabrice Du Welz es indiscutiblemente uno de los realizadores más importantes de la actualidad, de alguna manera pertenece a esa clase de autores intuitivos que consideran esencial la puesta en escena, los decorados y la fotografía a la hora de contarnos una historia, Adoration, que termino siendo una de las cimas autorales más interesantes de las vistas este año en Sitges, ejemplifica ese tratado a la perfección.
Valoración 0/5: 4
J’ai perdu mon corps
Una mano cortada se escapa de un laboratorio con un objetivo crucial: volver a encontrar su cuerpo. A medida que avanza por los escollos de París, recuerda su vida con el joven al que una vez estuvo apegado… hasta que conocieron a Gabrielle.
Una de las cuotas mal altas de la animación vistas este año en Sitges correspondió por derecho propio al esperadísimo debut en el largometraje de Jeremy Clapin titulado J’ai perdu mon corps, el realizador de origen francés para entendidos en esto de la animación no es ningún recién llegado al formato, más bien al contrario, sus cortos Une histoire vertébrale, Palmipedarium o Hundred Waters: Innocent son considerados como pequeñas joyas de orfebrería, Skhizein también es reconocida como una pieza capital, en ella éramos testigos de cómo un individuo era golpeado por un meteorito de 150 toneladas de peso, un suceso que le obligara a vivir exactamente a 91 centímetros de distancia con respecto a su cuerpo. J’ai perdu mon corps parte de una premisa muy parecida, casi idéntica en relación a su estructura, en esta ocasión no se trata de ensamblar un cuerpo y si de presenciar como una mano intenta por todos los medios regresar al cuerpo que le corresponde, a partir de dicha premisa la metáforas expuestas tanto a modo de símbolo de pérdida o búsqueda de una propia identidad devendrán como infinitas.
Basada en la novela Happy Hand de Guillaume Laurant, que también ejerce de coguionista en la película, J’ai perdu mon corps tiene la virtud de funcionar a la perfección en base a ser accesible prácticamente a todos los públicos, evidentemente el infantil quedaría excluido de dicha ecuación, a tal respecto no debe ser fácil el indagar en postulados de índole existencialista sin abusar del subrayado, o lo que es peor, caer en una cierta pedantería autoral que desvirtué por completo el concepto, por fortuna Jeremy Clapin posee un imaginario tan rico en matices como definido en lo concerniente a sus postulados, aquí los dobles sentidos quedan bien integrados dentro de una narrativa por la que da gusto el llegar a perderse. También hay que destacar en J’ai perdu mon corps su adscripción a la hibridación genérica, en el film existen varios tránsitos que parecen fluctuar en todo momento entre lo amable y lo oscuro, a través de ellos harán acto de aparición desde la comedia, el drama, el trazo romántico e incluso pequeñas pinceladas de terror, tal variedad de registros funcionan a la perfección en la medida de estar expuestos a través de un relato vertebrado narrativamente en dos tiempos distintos, por un lado vemos a una mano que al igual que en la travesía final del protagonista de la seminal The Incredible Shrinking Man busca encontrar, no una casa de muñecas en donde refugiarse y si el adherirse al resto de su cuerpo, por otro lado somos testigos de la historia del joven Naoufel, a través de flashbacks visualizaremos una vivencia de pasado trágico y presente incierto en donde impera una vida que no parece tener un rumbo definido. Jeremy Clapin redefine, a partir de una autoría muy propia que indagan en el sentido clásico entendido como tal, el estar perdido e intentar reencontrar el sentido de la pertenencia como concepto vital, mimbres que en otros formatos o narrativas distintas seguramente serian manidos pero que aquí llegan a convertirse en una de las reflexionas más interesantes y creativas en lo concerniente a la animación vista durante esta temporada.
Valoración 0/5: 3’5
Swallow
Hunter es un ama de casa que acaba de descubrir que está embarazada. Sin embargo, por alguna razón que desconoce se siente tentada a consumir objetos peligrosos para su salud, una obsesión que no pasa desapercibida ante los ojos de su marido y del resto de su familia. Pronto descubrirá el motivo que la empuja a querer herirse a sí misma.
El debut en el largometraje de Carlo Mirabella-Davis volvió a escenificar otra de esas películas presentes este año en Sitges que de alguna manera juegan de forma algo caprichosa con los parámetros genéricos, su estructura en un principio la emparenta a ese tipo de film prototípico proveniente del Festival de Sundance, Swallow no estuvo presente en Park City pero si en Tribeca en donde consiguió un merecido premio a la Mejor actriz para una notable Haley Bennet que aquí parece una réplica casi perfecta situada entre Bryce Dallas Howard y Jennifer Lawrence, poco importa la ecuación del producto, la mirada viene a ser la misma al American Way of Life, aquí contada a través de un drama independiente que vuelve a ser muy poco complaciente con respecto a un estatus social que en ocasiones ahoga literalmente a sus integrantes.
Swallow versa principalmente a través de una insatisfacción vital o si se prefiere de una ofuscación silenciada, también en la forma en que esta es contestada, al principio del relato de una forma algo grotesca que llega a emparentarla a ese tipo de films que suelen transitar a través de un cuento de hadas de claras texturas satíricas expuestas a modo de mito distópico, por fortuna no estamos ante una historia que se vertebra en relación a militarismos ni alegatos de tono feminista sino más bien en referencia a exponer con cierta gracia y ligereza una opresión femenina que deviene como atemporal. La película de Carlo Mirabella-Davis empieza a partir de una sutil naturaleza grotesca de connotaciones casi anecdóticas e incluso caricaturescas en relación a la ingesta voluntaria por parte de la protagonista de objetos cada vez más peligrosos, de la canica pasaremos a la chincheta o a la piedra, no solo en referencia a poner en riesgo su propia salud sino en especial para él bebe que se aloja en su interior, la actuación viene dada en la medida de ver como la protagonista intenta rellenar un hueco en su interior, frase esta que un servidor espera no sea interpretada a partir de dobles lecturas, no estar contenta con la sumisión de su nuevo estatus social requiere de una drástica acción a modo de exorcismo burgués y de paso poder a través de dicho posicionamiento intentar superar traumas del pasado, más que un desorden alimenticio estamos ante uno emocional, no en relación a un castigo autoimpuesto sino en la medida de intentar tomar el control de una situación que no controla visualizada aquí en el despertar de un letargo o alteración psicológica a través de un acto que para la protagonista deviene como liberador, posiblemente este sea el tramo de Swallow más interesante, también el referido a la distorsión que sufre el personaje principal cuando ha de hacer frente a una colisión que resulta inevitable con los miembros de su nueva familia. Lástima sin embargo de un tramo final que anida a través de un tono algo más solemne, aquel en donde la primera persona toma el mando del relato para contarnos algo que anteriormente estaba de forma más sutil mejor contado, un tratado en definitiva acerca de cómo sentirse bien consigo mismo, la parcial originalidad del trayecto para llegar a ello será la mejor virtud de una obra tan efectiva en según qué tramos como algo irregular en referencia al estudio de un comportamiento anómalo que posiblemente requería de algo más de dilatación a la hora de abordar la principal problemática por la cual anida la historia.
Valoración 0/5: 2’5
Les particules
En la frontera franco-suiza, P. A. y sus amigos atraviesan esa edad tan compleja como es la adolescencia. Sin embargo, las tribulaciones propias de este período de crisis tendrán su correspondencia en un hecho más global: debajo de la región de Pays de Gex, donde viven, se esconde el LHC, el mayor acelerador de partículas del mundo. Pronto, P. A. comenzará a pensar que algo extraño está pasando a su alrededor.
El primer trabajo de ficción del realizador franco-suizo Blaise Harrison mezcla sin ningún tipo de disimulo realismo social y fantasía científica en una película que parte de una premisa bastante interesante, aquella que contornea con lo iniciático a través del mundo adolecente, la novedad en este caso vendrá en la medida de ver como el componente fantástico está integrado en la trama, el concepto y su aplicación devendrá como inusuales si lo comparamos con otras películas que en apariencia transitan por sendas narrativas idénticas.
En Les particules ese componente genérico que rompe en dos el relato será el de la física cuántica, a tal respecto se ha de agradecer que una vez puesta en práctica dicha teoría no se llegue a incidir en una narrativa criptica como por ejemplo si percibíamos en otra película que aunque de forma diferente indagaba por el mismo concepto científico como era la cinta canadiense Endorphine de André Turpin, en este caso Blaise Harrison no se muestra tan ambicioso en referencia al mensaje, en cierta manera lo que se nos cuenta entra dentro de esos paramentos habituales en donde las fronteras de la percepción humana están representadas a través de una huida de lo real hacia lo fantástico ubicado en ese campo tan propicio para dicha coyuntura como es el viaje iniciático enclavado dentro de la indefensión de la adolescencia. En el film de Blaise Harrison prima tanto lo progresivo cómo lo cotidiano visualizado aquí mediante un enfoque casi documental, algo que en cierta manera resta de empatía a los protagonistas, un desarrollo que da paso lentamente a fenómenos de índole fantástico/científico cada vez más intrigantes, sin embargo se detecta en la película una contradicción en la medida de ver continuamente una confrontación entre lo complejo y lo simple en lo concerniente a ver hasta dónde llega la física cuántica y empieza la fantasía entendida como tal, la sensación final es la de quedarse en tierra de nadie, el estar ante un producto que quiere ser original sin forzar en ningún momento la máquina, lo consigue solo a medias, posiblemente las infinitas nociones y posibilidades que nos ofrecen en lo relativo a las realidades del espacio/tiempo daban para algo más allá que mostrarnos una disyuntiva o una simple diócesis a la hora de crear interrogantes acerca de si lo que vemos termina siendo real o por el contrario solo existe en las mentes de los protagonistas.
Dos paramédicos de Nueva Orleans ven cómo sus vidas cambian de la noche a la mañana tras descubrir una serie de terribles muertes, al parecer causadas por una nueva droga de diseño que está causando estragos en la ciudad.
Otros de los habituales de Sitges en estos últimos años son la pareja de realizadores formada por Justin Benson y Aaron Moorhead, Synchronic, su nuevo trabajo tras las cámaras, nos vuelve a situar en un terreno y unas coordenadas que dan la impresión de ser plenamente coherentes en referencia a unas determinadas obsesiones autorales siempre representadas a través de una mirada al género fantástico que deviene como incondicional en relación a su posicionamiento.
Posiblemente Justin Benson y Aaron Moorhead dejaron el listón muy alto con su anterior The Endless, a la postre su mejor película realizada hasta la fecha, la buena noticia es que Synchronic pese a ser algo inferior a su antecesora es plenamente consecuente a un estilo muy reconocible, concepto este hoy en día difícil de encontrar dentro del género fantástico, el ser fiel a una serie de coordenadas cuya base de alguna manera se mantiene inalterable, a tal respecto los responsables de Resolution no dejan de ser una especie de rara avis dentro de un panorama genérico que en referencia a autorías ubicadas dentro de ese ecosistema cinematográfico actual que está continuamente mutando en consonancia a las demandas. En Synchronic, que no deja de ser una versión existencialista en clave fantástica del Bringing Out the Dead de Martin Scorsese, vemos como los medios y recursos afortunadamente son más generosos que con respecto a anteriores películas, el discurso vuelve a transitar por cuestiones tales como la amistad, el vacío personal o el verdadero sentido de nuestra existencia, cuestiones aquí revestidas genéricamente a modo de un thriller de ciencia ficción con viajes temporales expuestos en base a temas siempre profundos los planteados por Justin Benson y Aaron Moorhead que aquí sin embargo dan una cierta sensación de no estar plenamente cohesionados al relato, posiblemente el elemento fantástico está demasiado forzado con respecto a lo que es su propia credibilidad, el resultado final termina siendo algo inferior a trabajos que le precedieron, las reflexiones filosóficas vuelven a tener la gran virtud de no parecer impostadas pese a que el mensaje en cuestión en esta ocasión tenga una lectura muy predecible, está a groso modo no deja de ser una especie de alegato en referencia a saber apreciar en su justa medida nuestro presente una vez que has catado el infierno del pasado, esto con independencia del resultado global del producto no deja de ser una activo muy a tener en cuenta, las autorías orquestadas por Justin Benson y Aaron Moorhead son siempre tan interesantes como inhabituales, poco importa y se le perdona en parte que en esta ocasión el trazo emotivo, siempre por delante del efectivo, de la sensación de estar demasiado subrayado, lo importante aquí es saber apreciar a través de sus grandes enunciados ese tono siempre íntimo y cercano tan característico en un tipo de cine que deviene como ciertamente atípico.
Valoración 0/5: 2’5
A Touch of Zen
Un joven vive alegre y humildemente en un pequeño pueblo junto a su madre, componiendo poemas, escribiendo cartas y haciendo retratos. Un día, una joven se traslada a vivir al edificio que está junto al suyo, abandonado y que tiene fama de estar encantado. Aunque se siente atraído por ella, su llegada también supone el inicio de sus problemas, al verse involucrado en intrigas políticas.
Uno de los momentos cumbres indiscutiblemente de este Sitges 2019 por lo que respecta a un servidor fue la oportunidad de poder ver en pantalla grande cuatro de las películas más emblemáticas realizadas por King Hu, uno de los directores más relevantes de los años setenta surgido del cine proveniente de Hong Kong, A Touch of Zen obra totémica y seminal del wuxia es una pieza que justifica por si sola la existencia de un certamen cinematográfico que ofrezca la oportunidad de poder visionarla, una ocasión única para reverenciar una vez más, o descubrir por primera vez en el mejor de los casos, una película que tenía el añadido de ser proyectada en un fantástica copia restaurada.
A Touch of Zen es de esas historias en apariencia simples pero provistas de un tratamiento ciertamente complejo, como obra maestra del género que es resulta por momentos inabarcables, no solo en referencia a su generosa duración, 180 minutos, sino en lo concerniente a una amalgama que va desde lo más puramente lúdico a lo trascendental al aunar un concepto fantástico al wuxia en referencia a conjuntar duelos y reyertas varias junto a la clásica historia china de fantasmas a través de una historia de estructura episódica, también en lo concerniente a ser una obra plenamente referencial, a tal respecto sería muy largo el detallar a los numerosos realizadores contemporáneos que en mayor o menor medida han mirada y sustentado sus trabajos en la obra perpetrada por King Hu, posiblemente la referencia más notoria para las nuevas generaciones serían los wuxias realizados por Zhang Yimou, en trabajos como Hero, House of Flying Daggers, Curse of the Golden Flower o la reciente Shadow existe una semejanza en relación a la estilización de la imagen, de un tono más inmovilista y preciosista en el caso de Yimou King Hu atesora sin embargo una superioridad visual bastante notoria con respecto a sus acólitos, la poética visual en este caso va en consonancia con la fluidez de unos diálogos que inmediatamente dan paso a majestuosas escenas de lucha y viceversa. Nada mejor que enfrentarse a una película de las connotaciones de A Touch of Zen que intentar buscar una especie de acomodo y una semejanza para con un protagonista principal que deviene como falso, el espectador al igual que el asistirá casi en primera persona y en tiempo real a una abrumadora exploración de un particular imaginario que no deja de ser toda una lección de cómo hacer cine.
Valoración 0/5: 4’5
L’angle mort
En L’angle mort vemos como Dominick tiene el don de volverse invisible, pero eso no hace su vida mejor. De hecho, oculta el poder incluso a sus seres queridos, como si fuera una enfermedad. Cada vez le resulta más complicado mantener el control de su habilidad, y eso pone en jaque sus relaciones y su estabilidad. Durante el proceso, un día su propio poder se escapa de su control, con terribles consecuencias al mismo tiempo que conoce a otro chico que casualmente comparte su misma habilidad y al que parece aterrorizarle la idea de poder perderlo.
El concepto de la invisibilidad también estuvo presente este año en Sitges con la cinta francesa L’angle mort, el film de Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic, responsables de la notable L’autre, explora a partir de una idea de Emmanuel Carrère en dicha temática a través de una historia que se aleja conscientemente del trazo que indaga en un componente lúdico que podría emparentarla al cine de súper héroes o en la sempiterna re visitación de conceptos clasicistas.
Queda muy claro que L’angle mort en cierta manera utiliza el elemento fantástico de su historia casi a modo de escusa pues la verdadera intención de sus responsables versa en el modo de contarnos un relato provisto de evidentes tintes existencialistas, la historia es la de un hombre atrapado a través de un don que termina convirtiéndose en una especie de maldición, una premisa fantástica que juega en todo momento a favor de la reflexión social mostradas a través de las vivencias de su protagonista principal, en el film somos testigos de lo entendible como una doble invisibilidad, la material y la alegórica, esta segunda vía en relación al desfavorecido social que también termina siéndolo en lo emocional, la metáfora de índole casi metafísica transitara pues en lo concerniente a una aparatosa colisión, aquella que enfrenta al costumbrismo y la naturalidad extrema del relato contra la fantasía sobrenatural ubicada en un escenario que intuimos como reconocible en nuestro día a día, lo excepcional y la racionalidad mundana de una historia que en realidad más que hablarnos de la invisibilidad nos plantea el anhelo del concepto de la visibilidad, a tal respecto la mirada de Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic deviene como ciertamente pesimista e incluso oscura, el contexto urbano termina siendo determínate a la hora de mostrarnos una estigmatización o encarcelamiento social del abandono moral de seres que cohabitan en una gran y hostil urbe, en el film un Paris taciturno y opresivo para con el distinto, aquel cuya identidad no logra definirse quedando anulada o en el menor de los casos fragmentada, ahí es cuanto veremos esa doble fantasmagoría del individuo expuesto en relación a un relato provisto de un generoso números de capas, serán a través de ellas en donde seremos testigos de una obra que huye de lo ordinario a la hora de abordar la tesis de la vulnerabilidad para adentrarse en una muy oscura antropofagia conceptual de lo no visible.
Valoración 0/5: 3
Misterio en la noche
1900, en la Filipinas colonial. Una mujer criada en un bosque encantado por unas ninfas experimenta el amor por primera vez. Enamorada de un hombre de ciudad, vivirá el dolor de la traición y la ruptura, que canalizará en forma de una tremenda furia. La mujer se transformará así en Aswang, un ser mitológico dispuesto a vengarse y a condenar a su amado a sufrir para siempre.
Uno de los cometidos y atractivos de antaño en los festivales de cine era el descubrimiento entendido como concepto de enfrentarse a una obra o a un autor completamente virgen de referencias con respecto a su visionado, en muchas ocasiones el ir con los ojos tapados suponía toda una agradable sorpresa a la hora de encontrar casi sin proponértelo unas virtudes fílmicas con las que no contabas en un principio, ni que decir tiene que con el paso de los años y con la sobre información a la que estamos expuestos dicho concepto aplicado a los certámenes cinematográficos de hoy en día deviene casi como en su antítesis, ahora premia el evento como tal y el rum rum previo, en la mayoría de veces direccionado al halago prefabricado de la obra en cuestión. Por suerte aun en según qué festivales queda un pequeño resquicio para dichas disquisiciones pretéritas, Sitges para bien o para mal es un enorme contenedor fílmico en donde aún tienes el privilegio de entrar en una sala y descubrir pequeñas joyas cinematográficas de las previamente que no tenías ninguna constancia en relación a su existencia como resulta ser el caso de la cinta filipina Mystery of the Night.
Lo primero que sorprende en un producto de las características de Mystery of the Night viene en relación a que no estamos ante una ópera prima al uso, más bien todo lo contrario pues Adolfo Alix Jr. tiene una larga trayectoria tras las cámaras con la constancia de haber tocado bastantes palos genéricos a través de ella. Mystery of the Night fluctúa en relación a un sosegado cuento que indaga en el folclore local, esta como buena fabula que es estará provista de una moraleja final, a tal respecto las mitologías locales no dejan de ser, como percibimos claramente en el film de Adolfo Alix Jr., relatos e idiomas de índole universal, dichas sapiencias pretéritas sirven de algún modo para aleccionar moralmente al receptor, en el caso que nos ocupa a través de una historia de venganza integrada plenamente en la cultura filipina, el tono otorga una peculiar identidad y entidad a un producto de cocción lenta en donde el trazo artesanal, en el término más amplio de dicha palabra, resulta ser tan sugerente como coherente en referencia a la exposición de un relato que da la sensación de ser una desviación oscura del mito de Adán y Eva contado a modo de pesadilla de connotaciones surrealistas que parecen surgidas de esas viejas escuelas que suelen honrar la larga tradición fantástica local. La moraleja final de Mystery of the Night resulta evidente, una violación alegórica a la Madre Naturaleza por parte de la civilización/colonialismo occidental materializada con la aparición de espíritus vengativos que habitan en el bosque, más sugerente y por ende sutil resulta ser una atmósfera visual que por intenciones que no aplicación queda emparentada junto a otra pequeña joya que merece una mayor difusión como es la alemana Hagazussa de Lukas Feigelfeld. Mystery of the Night termina siendo una magnifica exploración del folclore fantástico popular y su conexión con el trauma del pueblo filipino durante la ocupación española, temas ciertamente complejos vinculados con inusual acierto al cuento autóctono en lo concerniente a una de las sorpresas más agradables de las vistas en este año en Sitges.
Valoración 0/5: 4
The Living Skeleton
Han pasado tres años desde que unos piratas asaltaron y mataron a toda la tripulación de un carguero. Tras la aparición de una extraña niebla, los culpables de la matanza empezarán a tener visiones de una de las muertas.
La sección Seven Chances volvió a situarse un año más como uno de los apartados más interesantes del certamen, nacida en el lejano año 93 esta sección surgió con el propósito de ofrecer una oportunidad de poder visionar films cuyo estreno comercial en nuestro país no estaba previsto ni a corto ni largo plazo, ni que decir tiene que con el paso de los años, y la cambiante coyuntura en el ámbito de la distribución, derivo en que dicho reducto se convirtiera en una especie de cajón de sastre sin una identidad definida que marcara una línea o pauta a seguir. Afortunadamente hace un par de años Seven Chances ha logrado resetear contenidos intentando en la medida de las circunstancias se lo mas fiel a sus fundamentos.
La oportunidad en un único pase de ver en pantalla grande un film tan curioso como resulta ser The Living Skeleton sin embargo y por lo que respecta a un servidor se vio algo empañada por parte de una organización que inexplicablemente no incluyo dicha proyección como pase de prensa, con una sala a medio llenar no tiene una lógica el tenerse que pagar un acreditado la entrada de su propio bolsillo y mucho menos aún en una sección fundamentada desde el ACCEC. Vicisitudes de difícil explicación aparte y centrándonos en lo que realmente importa The Living Skeleton deviene como una producción ciertamente atípica que hará las delicias de los fanáticos que suelen indagar en las curiosidades genéricas, el film de Hiroki Matsunono se atiene a un patrón concreto, la película de alguna manera nace, o eso parece, con la intención de abrir nuevas vías en una productora tan poca dada al género fantástico como fue la mítica Shochiku, el film no deja de ser una curiosísima mezcla que aúna desde el horror al cine negro teniendo una conclusión que en parte le emparenta al Kaidan clásico, rizando el rizo estamos ante un trabajo de claras ornamentaciones occidentales con visibles referencias al gótico europeo de principios de los sesenta, también es detectable tanto una indagación en la figura del Mad Doctor, que nos remite al cine de Val Lewton, como otra en lo concerniente a un romanticismo oscuro que bebe de fuentes como por ejemplo el The Black Cat de Edgar G. Ulmer. El mérito principal viene dado en la medida de ver como ante semejante batiburrillo genérico la cosa no desvaría en exceso, más bien al contrario, si llegar a ser ni mucho menos una gran película The Living Skeleton tiene el agradable añadido de manejar bien lo que se podría denominar como el delirio fantástico, aquel en donde se nota una atemporalidad en el momento de su realización, ahí vemos el clasicismo en según qué detalles pero también un tono de truculencia que intentaba asomar la cabeza por aquel entonces a modo de ruptura esquemática de unos patrones inamovibles hasta aquel entonces.
Valoración 0/5: 3
It Comes
Hideki y Kana Tahara son una pareja de recién casados. Hideki está realmente emocionado por el futuro que le depara junto a Kana. Un día, una misteriosa persona visita la compañía en la que él trabaja. Pronto recibe un mensaje de un compañero, asegurando que la persona en cuestión se llama «Chisa», algo que impacta a Hideki. «Chisa» es el nombre que tanto él como su mujer han elegido para su bebé, pero sólo ellos están al corriente del embarazo de Kana. En cuestión de días, el compañero que transmite el mensaje fallece bajo extrañas circunstancias. La vida de Hideki cambia por completo de ese momento en adelante, viéndose implicado en una serie de misteriosos acontecimientos en los siguientes dos años de su existencia.
Había suscitado mucha expectación por parte de los fieles seguidores al género fantástico la noticia de que Tetsuya Nakashima realizaría una película de terror, evidentemente quienes conozcan la trayectoria y las maneras del responsable de Confessions no se han visto sorprendidos a la hora de enfrentarse a unos resultados que devienen como completamente alejados de convencionalismos en referencia a un producto de las características de It Comes, un relato expuesto a modo de delirante antítesis de formulismos manidos en donde el desconcierto causante deviene como un arma de doble filo en lo concerniente a su algo complicada asimilación por parte de un público desconocedor de un imaginario tan extremadamente particular como resulta ser el de Tetsuya Nakashima.
Tetsuya Nakashima es una autor que va bastante más allá del simple exceso o delirio en sus películas como muchos pretenden etiquetarlo a modo de plantilla genérica, en cierta manera su visión o mirada anida principalmente a través de los demonios interiores que atesoran sus personajes, si nos fijamos brevemente en su filmografía esta viene a ser una constante habitual, basada en una novela de Ichi Sawamura It Comes no es ajena a dicha tesis, el escenario en esta ocasión está ubicado dentro de los paramentos del cine de terror japonés pero en parte esto no deja de ser una coyuntura parcial en donde parece primar más la mirada que el formato genérico en cuestión, dicha mirada vuelve a dirigirse en relación a los malos hábitos del ser humano disparando en esta ocasión al modelo prototípico de familia tradicional japonesa en donde anida esa doble moral adyacente en nosotros, o más bien en ellos, un déficit que actuara como desencadénate para que el elemento sobrenatural haga acto de aparición en una historia en donde la familia y la paternidad mal entendida actúa a modo de detonante abrupto en el relato. En lo relativo al formato este curiosamente deviene como algo mas sostenido que películas como Memories of Matsuko o The World of Kanako, films que buscaban a toda costa apabullar en lo visual mediante al frenesí o el desfase conceptual al espectador, más bien en referencia a las formas pues su fondo como marca registrada de la casa continua siendo excesivamente disperso a un nivel narrativo, por momentos desquiciante al igual que su excesivo metraje en lo concerniente a un desarrollo que a través de diferentes líneas temporales vuelve a crear abundantes matices expuestos a través de unos códigos tan concretos como difusos. El mensaje final de It Comes vuelve a ser demoledor como ya lo era en su día su anterior Confessions, aquí ni siquiera hace falta recurrir a una hibridación de géneros a la hora de curiosamente incomodar más que aterrar, a fin de cuentas Tetsuya Nakashima vuelve a recurrir a una infinidad de posibilidades estéticas y narrativas en relación a un tipo de cine aparatosamente complejo que para lo bueno y lo malo atesora esa virtud tan en desuso hoy en día de no dejar indiferente a prácticamente nadie, algo que se mire por donde se mire deviene como todo un logro dado los tiempos que corren.
Casa Asia, junto con CineAsia y la Filmoteca de Catalunya, organizan una nueva edición del curso “El cine coreano: un paseo por la historia de Corea“.
Si bien su cinematografía ha permanecido invisible durante muchos años (debido a la inestabilidad política y la dictadura gobernante en ese país), desde hace unos años comienza a llegar a Festivales internacionales y, en algunas ocasiones, a nuestras pantallas. Sin olvidar el reciente éxito de “Parásitos” del director coreano Bong Joon-ho, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2019.
El programa del curso se distribuye en las siguientes sesiones:
1. Lunes, 20 de enero: Presentación. Estructura del curso. Diez claves para ver cine coreano: Introducción a Corea y cine coreano: evolución de la sociedad, de la política y de la economía coreana. Visión general, cómo ha evolucionado, qué influencias tiene, qué géneros, su posición en el mundo, su importancia en la economía coreana.
2. Lunes, 27 de enero: El cine de coreano antes y después de la Guerra: del nacimiento del cine a la Edad de Oro del cine coreano. ¿Cómo llega el cine a la península coreana? La ocupación japonesa. Los primeros films. La llegada del sonoro. La Guerra de Corea. Uno de los fundamentos para el conocimiento del pueblo coreano es profundizar en el análisis de la guerra que separó a Corea en dos: Corea del Norte y Corea del Sur. Rasgos característicos del cine coreano antes y después de la guerra. La edad de oro del cine coreano.
3. Lunes, 3 de febrero: El declive, la censura y el cine comercial coreano: (1970-1980-1990). Desde la censura y el cine comercial predominante en los años 70 y 80 pasamos a un nuevo salto económico. Apertura política (1993 primeras elecciones democráticas). Apertura de salas de exhibición. Desarrollo de los chaebols. Cuota de pantalla. Creación del Festival de Pusán (1996). En general: establecimiento de una “industria del cine coreano”.
4. Lunes, 19 de febrero: La Nueva Ola de cine coreano (1999-2018). El cine de Corea del Sur ha permanecido invisible a lo largo de la historia por conflictos y guerras. ¿Qué ha pasado con el cine coreano a partir de 1999?
5. Lunes, 17 de febrero: Los géneros en el cine coreano. Comercialidad vs cine de autor. Los géneros en general: introducción. El melodrama coreano: comedia romántica y drama los géneros por excelencia. Acción, thriller, terror, artes marciales, cine bélico. La mezcla de géneros en el cine coreano, como la mezcla en la propia sociedad.
6. Lunes, 24 de febrero: Grandes nombres del cine coreano. Parte I (1950-1998). El cine coreano antes del cambio de siglo ha permanecido oculto debido a los avatares políticos y militares que ha tenido que enfrentar la península coreana. Se analiza la obra la obra de 5 nombres claves para entender el cine coreano clásico: Kim Ki-young, Sing Sang-ok, Lee Man-hee, Im Kwok-taek, Park Kwang-soo.
7 y 8. Lunes, 2 y 8 de marzo. Grandes nombres del cine coreano. Parte II (1999-2018). Tras la proyección de la película La isla de Kim Ki-duk en el Festival de cine de Venecia, el cine coreano empieza a penetrar en Occidente. Desde entonces, sus directores se han paseado por los festivales internacionales de todo el mundo visibilizando su cine. Se analiza la obra de 5 directores que han pasado por festivales internacionales: Kim Ki-duk, Bong Joon-ho, Park Chan-wook, Lee Chang-dong, y Kim Ji-woon.
9. Lunes, 16 de marzo.Series coreanas: la fórmula del éxito que triunfa en todo el mundo. Los doramas o series coreanas conforman una industria de igual o mayor nivel que la del cine coreano. Directores noveles o consagrados y actores y actrices simultanean su aparición en producciones cinematográficas y en el mercado de las series. Un mercado que no sólo se limita a Corea, sino que se exporta a todo el mundo.
10. Lunes, 26 de marzo. Situación actual y futuro del cine coreano. El cine coreano tiene en la actualidad una cuota de pantalla que supera el 50%. Una cuota que ha mantenido desde principios de siglo. ¿Cuál es el futuro del cine coreano? Nuevos mercados de expansión. Box Office y cine independiente.
Además, y de forma paralela, se proyectarán seis películas asiáticas en la Filmoteca de Catalunya. Las sesiones estarán presentadas por CineAsia y contaran con un cine-fórum posterior a la proyección.
Las proyecciones están previstas para los dos últimos jueves de cada mes (23 y 30 de enero, 20 y 27 de febrero, y 19 y 26 de marzo) y entre los títulos que se barajan se encuentranA Flower in Hell (Shin Sang-ok, 1958), Chilsu and Mansu(Park Kwang-su. 1988), Ahora si, antes no (Hong Sang-soo, 2015), 1987: When the Day Comes (Jang Joo-hwan, 2017), King and the Clown (Lee Jun-ik, 2005) o The Housemaid (Im Sang-soo, 2010), entre otros. Está pendiente de confirmar la disponibilidad de la copia, así como también está pendiente confirmar la fecha definitiva de las proyecciones.
A medida que se confirmen títulos y fechas de las proyecciones, se irá añadiendo la información correspondiente y la ficha de las películas.
Datos:
Lugar:
Clases teóricas: Can Jaumandreu. C/Perú, 52 (Barcelona). MAPA
Proyecciones: Filmoteca de Catalunya. Plaça Salvador Seguí, 1-9 (Barcelona). MAPA
Horario:
Clases teóricas: lunes, de 19 a 21h, del 20 de enero al 23 de marzo de 2020.
Proyecciones: los dos últimos jueves de cada mes (previsión, a confirmar más adelante), a las 17h
Precio: 140 euros (sesiones en Can Jaumandreu). Proyecciones: acceso gratuito y voluntario para las personas matriculadas en el curso.
Inscripciones: ya están abiertas, se pueden realizar en el siguiente enlace.
Las proyecciones son abiertas al público, que puede adquirir las entradas en las taquillas de la Filmoteca de Catalunya (precio, 4 euros, con posibilidad de descuentos).
Varios crímenes en un barrio de clase alta tienen algo en común: sus víctimas coleccionan grabados de Goya. Las inspectoras Carmen Cobos y Eva González iniciarán la investigación en un entorno elitista en el que el tráfico de obras de arte es habitual. Tendrán que descubrir a un asesino que reproduce con sus víctimas las escenas de los Caprichos de Goya.
No es la primera vez que el ya veterano realizador Gerardo Herrero se adentra en el thriller policiaco, no hace falta ir muy atrás en el tiempo, trabajos como Silencio en la nieve o La playa de los ahogados así lo demuestran, tampoco es un recién llegado a Sitges, hace un par de años presento Maus, aquel proyecto con vocación internacional en donde el característico survival forestal mutaba y quedaba revestido en base a metáforas sociales y políticas excesivamente subrayadas, con El asesino de los caprichos incide en el primer apartado señalado, un producto extremadamente funcional que posiblemente deba su presencia en el certamen en la medida de tener a una de las homenajeadas de este año en Sitges, la protagonista principal del film Maribel Verdú.
El asesino de los caprichos parte de una formula bastante recurrente dentro del cine policiaco, posiblemente expuesta de forma algo intermitente en las ultimas décadas pero que cada cierto tiempo vuelve de alguna manera a estar presente y funcionar como hemos visto recientemente con la serie televisiva True Detective, una temática bastante recurrente en los años noventa, parejas de policías completamente antagonistas entre ellos que han de detener a un criminal digamos exótico cuyo modus operandi se sale de una tangente habitual en estos casos, ni que decir tiene que la atmosfera que envuelve a todo el relato devendrá como opresiva, evidentemente una de las primeras obras que nos vendrá a la cabeza con respecto a dicha tesis seria la seminal Seven de David Fincher, lamentablemente El asesino de los caprichos se sitúa con respecto a dicho concepto en el lado de la imitación de tono burdo que podría equipararse por aquello de buscar algún tipo de semejanzas al Resurrection de Russell Mulcahy por poner un solo ejemplo, posiblemente la comparativa este cogida con pinzas pues incluso el film interpretado por Christopher Lambert tenia al menos la virtud de no disimular su condición de prototípica serie B. El único atisbo de algo de originalidad, bastante lejano, que podremos detectar en El asesino de los caprichos posiblemente radique en ver en los roles detectivescos a dos mujeres en un terreno que hasta el momento parecía estar abonado a la masculinidad, por lo demás la narrativa y la puesta en escena nos es expuesta de una forma bastante plana y rutinaria algo que por momentos la deriva en tediosa teniendo un déficit difícilmente perdonable en relación a una conclusión de una difícil explicación coherente por mucho que transite por una formula genérica que normalmente suele tener un beneplácito generalizado en el espectador, a tal respecto El asesino de los caprichos difícilmente lo obtendrá. Gerardo Herrero bastante más acertado hace 25 años con su análoga Desvío al paraíso no logra desprenderse de esa etiqueta de producto manufacturado que da la sensación de estar continuamente en un conflicto interno en lo concerniente a buscar e intentar aplicar un entretenimiento en base a algo predecible como resulta finalmente ser todo el entramado orquestado.
Valoración 0/5: 1
El hoyo
El Hoyo nos sitúa en un futuro que deviene como distópico. La historia nos ubica en un espacio misterioso en donde parece existir dos personas por nivel, un número desconocido de niveles y una sola plataforma con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están arriba? ¿O de los que no tienen agallas cuando están abajo?, una situación en donde parece claro que cuanto más arriba estés, más oportunidades de sobrevivir tendrás.
La ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia se convirtió por méritos propios en la máxima galardonada de esta edición del Festival de Sitges, Mejor película, Mejores efectos especiales, Premio del público y el Citizen Kane al director revelación que otorga el Jurado de la Crítica fue el reconocimiento oficial a El hoyo, un film que navega continuamente por esas ambiguas y en ocasiones bien utilizadas en el cine vías que nos pueden remitir tanto a distopias futuristas con una gran dosis de alegorías como a un entretenido survival carcelero también de índole futurista que en esta ocasión parece estar situado a medio camino entre el Cube de Vincenzo Natali y el Fortress de Stuart Gordon.
El gran triunfo de El hoyo posiblemente radique en ver cómo logra equilibrar con cierto aplomo los conceptos arriba citados, la película parte de la tesis del absurdo y lo anecdótico existente en cualquier tipo de encierro ubicado en un espacio claustrofóbico, una suerte de cárcel, aquí vertical, cuya posición, continuamente alterada, dará o quitara privilegios a sus huéspedes, el privilegio en si consistirá en poder comer o no, el tono será pues de inequívocas consonancias minimalistas a lo largo de todo su metraje, la información a diferencia del film de Vincenzo Natali sí que se nos va proporcionando pero de forma dudosa en relación a como esta dosificada, no se nos explica sin embargo el motivo real de la existencia de dicho habitáculo, si las motivaciones que sus habitantes han tenido a la hora de entrar en ella, de alguna manera poco importa que se nos detalle todo el entramado, esto seguramente haría languidecer la base principal por el cual se mueve el relato que no es otro que exponer una metáfora sobre la condición humana. Las intenciones funcionan en la medida de mostrarnos al igual que en el Snowpiercer de Bong Joon-ho o el High-Rise de Ben Wheatley una fábula moral acerca de la degradación humana y la sempiterna lucha de clases, posiblemente la lectura política entendida como tal da cierta sensación de venirle algo grande a los autores, es por eso que El hoyo que no deja de ser un paradigma de las dinámicas del anhelo en el ser humano que funciona mucho mejor en su tramo inicial que en lo referido a su conclusión, en esa parte final, en donde el discurso pretende tomar el mando, cuando se echa en falta una mayor abstracción y ambigüedad que si poseía en un inicio en donde podíamos percibir una vida propia que fuera más allá de la lectura metafórica que esta por aparecer. La metáfora de El hoyo termina siendo tan evidente como la vida misma, la suerte viene dada en la medida de aplicar a la formula una generosa dosis de comedia negra, también de gore, en cómo se nos muestra ese tono grotesco y en su correspondiente equilibrio final con el dialogo, un posicionamiento que a fin de cuentas logra salvar un producto tan encomiable como efectivo aplicado en base a un hiperrealista juego de espacios que eleva el listón de calidad con respecto a otras producciones patrias que intentan transitar con mucha menos gracias por sendas similares.
Valoración 0/5: 3’5
Lux Æterna
Dos actrices, Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg, cuentan en un plató historias de brujas. Lux Æterna es también un ensayo sobre el cine, sobre el amor por el cine y la histeria en un set de rodaje.
Gaspar Noé es uno de los poco directores que el Festival de Sitges se puede vanagloriar, si obviamos alguna de sus colaboraciones colectivas, de haber presentado todos sus trabajos en el certamen, desde aquel lejano 1999 con una proyección en el cine Retiro de su mediometraje Carne Sitges y el director francés de origen argentino han mantenido una especie de idilio que dura hasta hoy en día, lo curioso del caso es que si nos fijamos en su filmografía ninguno de sus trabajos podrían adscribirse a lo entendible como fantástico puro, lo suyo son más bien ramificaciones o fugas hacia una indeterminación genérica que nos puede llevar a un punto desconocido en donde la única regla existente en dichos materiales es una completa ausencia de patrones que nos permitan saber por dónde pueden ir los tiros.
Esta tesis cada vez parece más un denominador común en la carrera de Gaspar Noé, si ya en su anterior y premiada Climax la improvisación estaba muy presente en Lux Æterna esta no deja de ser de alguna manera su quintaesencia, en parte parece que Gaspar Noé ha llegado a un momento de su trayectoria en que literalmente se deja llevar, Lux Æterna para lo malo pero muy especialmente para lo bueno representa a la perfección dicho posicionamiento autoral. De solo 52 minutos de duración y rodada en apenas 5 días esta pieza pese a la continua improvisación de la que hace gala aúna conceptos ya vistos en anteriores trabajos de su director, el principal, el estar ante un relato de claras consonancias histéricas, por otra parte lo que ya se intuía en el inicio de Climax aquí está bastante más desarrollado a modo de ejercicio meta cinematográfico en donde se juega continuamente con los formatos con especial atención al juego que plantea a través de la multicámara o el split screen. Digamos que Lux Æterna que parte de la premisa de mostrar el nivel de caos al que puede llegar un rodaje, en parte no deja de ser un estudio experimental que transita a través de los parámetros que marcan las bases de la creación artística entendida aquí como un ente en donde el cine nos es representado como un agente cáustico ubicado en el más absoluto caos, a tal respecto en Lux Æterna, que en todo momento aúna metaficción y autoreferencias, vemos como su set de rodaje nos es presentado como un epiléptico campo de batalla en donde percibimos a una Beatrice Dalle como exigente productora y una Charlotte Gainsbourg como abnegada actriz, el paralelismo de la ficción rodada y la realidad que nos es mostrada siempre bajo un timing frenético podría ser interpretada como una suerte de metáfora de connotaciones destructivas en donde las intérpretes son tratadas como brujas y los creadores que se sientan tras las cámaras como una especie de trasuntos de la inquisición, un peaje del artista en beneficio o detrimento de otro artista en donde de forma clara el concepto del vampirismo hará acto de presencia a través de dicha coyuntura, en cierta manera una suerte de reinterpretación por parte de Gaspar Noé de aquella esplendida Irma Vep de Olivier Assayas. Como en todo el cine de Gaspar Noé al final la reflexión entendida como tal solo nos vendrá a través de la lectura de sus imágenes, unas imágenes que atacan al espectador, estas evidentemente devendrán como profundamente agresiva y en parte provocadoras, a fin de cuentas todo el cine de Gaspar Noé bascula a través de la provocación pero también en referencia a esa hipnosis que es casi marca registrada de la casa en relación a un autor irreductible en referencia a sus particulares tratados a semejanza de otros directores de similar posicionamiento también presentes en el certamen este año como por ejemplo Sion Sono o Fabrice du Welz, autorías que en definitiva fueron las que nos ofrecieron sin lugar a dudas el mejor cine visto este año en Sitges.
Valoración 0/5: 4
Antrum
En 1988, la proyección de una película provoco la muerte de cincuenta y seis personas cuando el cine de Budapest donde tenía lugar la premiere prendió en llamas. Desde entonces, es un título maldito, marcado a fuego por la tragedia. Ahora, se ha encontrado un nuevo negativo y se está restaurando una nueva copia: la película más mortal de la historia está lista para el reestreno.
Dentro de la sección Panorama su pudo ver la opera prima de los estadounidenses David Amito y Michael Laicini Antrum, un film que auspiciado con el llamativo subtitulo de The Deadliest Film Ever Made resulta ciertamente peculiar en sus formar pero no tanto en lo referente a sus contenidos. Relato bicéfalo que nos muestra una primera media hora a modo de un mockumentary de manual que parece mirar sin ningún tipo de disimulo a aquel sugerente trabajo televisivo titulado El fin del mundo en 35 mm realizado por John Carpenter para la serie Master of Horror, una vez acabada esta especie de documental en donde se nos advierte de la existencia maldita de una película tendremos el dudoso beneplácito de asistir a la proyección de ese supuesto metraje hasta ahora prohibido para los ojos humanos.
De alguna manera quienes esperen que un film de las características de Antrum funcione en base a las expectativas que el mismo relato pretende crear posiblemente salga bastante decepcionado al comprobar que el supuesto atractivo de lo que vende, de lo prohibido, bajo la premisa de mostrar una película maldita, no va más allá de propio enunciado, bastante más acertada sin embargo está a la hora de sustentar su metraje a través de coordenadas que indagan en el concepto del cine dentro del cine al mismo tiempos que en los límites existentes entre la realidad y la creación de la ficción artística, por otra parte la recreación de ese film maldito actúa a modo de un reciclaje genérico por momentos sugerentes que parece surgido de la mente de Quentin Tarantino o Robert Rodriguez a la hora de recrear un falso Grindhouse teniendo un incuestionable valor empático en referencia al curtido aficionado al género. Quién sabe si realizada con algo de anterioridad a The Blair Witch Project Antrum hubiera tenido una mayor repercusión mediática, aunque ambas caminen por sendas y formas parecidas los fondos sin embargo divergen bastante entre sí, pese a todo la intención es ciertamente curiosa otorgando al film un aura de rareza o de rara avis que logra situarla algo por encima de convencionalismos propios de la serie B, lástima sin embargo que este planteada en un tiempo y en un momento en donde la sobreexplotación de coordenadas genéricas que indagan en la trasgresión del elemento fantástico saturan dichos conceptos hasta límites insospechados.
Valoración 0/5: 2’5
Horror Noire: A History of Black Horror
Basado en el aclamado libro del mismo nombre escrito por Robin R. Means Coleman (productor ejecutivo del documental) Horror Noire lanza una mirada crítica y cronológica a un siglo de películas de género, desde el cine mudo hasta su reciente resurgimiento con películas como los éxitos comerciales Get Out o Us, films que de alguna manera usaron, caricaturizaron, explotaron y dejaron de lado a los cineastas y al público negro. El documental comienza echando una mirada a principios del siglo XX tomando como referencia el film de D.W. Griffith Birth of a Nation, película que supone una epopeya sobre la conciliación nacional estadounidense de raza blanca, sin embargo para los espectadores de origen afroamericano deviene como una serie de perturbadoras imágenes.
Con respecto a Robin R. Means Coleman, responsable del magnífico libro que da pie al documental que nos ocupa, este declaraba como El género de terror funciona como una pedagogía avanzada e inquebrantable. No deja de ser un interesante material de estudio acerca de nuestro entorno social, político y racial. Las películas de terror son fascinantes, por una razón u otra se enorgullecen de aliarse a lo considerado como tabú, mientras confunde nuestro sentido del bien y del mal, de lo monstruoso y lo divino o lo sagrado y lo profano. Es una de las formas de entretenimiento más intrépidas en el estudio de nuestra humanidad y nuestras debilidades. La síntesis aquí explicada tan brevemente y tan bien por parte del escritor deviene como perfecta a la hora de situar en importancia y contexto a un trabajo de las características de Horror Noire, el estudio que otorga el documental de genero a modo de herramienta pedagógica resulta incuestionable, en este caso el que nos ocupa incide en que el horror para los espectadores de raza negra no es lo mismo que para las audiencias blancas. Horror Noire resalta que dichas audiencias y creadores negros tienen perspectivas muy personales sobre lo que es el género poniendo de manifiesto que el horror negro no es solo un subgénero más sino también un replanteamiento de lo que realmente significa dicho concepto visto desde otra perspectiva. Un documental básico que funciona con el piloto automático al ser un trabajo de manual que tiene la gran virtud de que lo que se nos cuenta resulta bastante más interesante que en la forma en que lo hace. La sección Seven Chance, ahora reciclada en una especie de cajón de sastre genérico en donde todo parece tener cabida, tuvo para bien el poder ofrecer la posibilidad de ver este documental, un doble merito, la elección y la oportunidad, especialmente que sea a través de un trabajo de difícil acceso para el espectador de estas latitudes, si no estás abonado en Estados Unidos al servicio de streaming de la cadena Shudder difícilmente tendrás acceso a él, canal que curiosamente está siendo muy activo últimamente en esto de indagar en el género fantástico produciendo series como la renacida Creepshow o rescatando para su catálogo documentales que parecían ya perdidos como el excelente Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini, trabajo curiosamente visto hace años por parte de un servidor en la misma sala que esta meritoria e interesante Horror Noire.
Valoración 0/5: 3
Idol
El destino de dos hombres está ligado por un accidente en el que ninguno estuvo presente. Por un lado, Myung-hui, un exitoso político, intenta convencer a su hijo para que diga la verdad sobre el accidente en el que estuvo implicado. Por el otro, Joon-sik ve cómo su vida se hace pedazos tras la muerte de su hijo. Cuando una chica que estaba en la noche del accidente desaparezca, los dos padres la buscarán desesperadamente… pero con motivos bien diferentes.
Bastante expectación había suscitado el segundo trabajo tras las cámaras del realizador coreano Lee Su-jin tras aquel notable drama sobre la vulnerabilidad que era Han Gong-Ju (Princesa), film también presente en Sitges hace unos años, con Idol cambia completamente de tercio y registro para ofrecernos otro drama pero de unas características bien distintas y menos acertadas que las de su opera prima.
Reconozco que siempre he tenido un problema hasta cierto punto personal con un tipo de cine, en su mayoría comercial, proveniente de Corea del sur, los tropos excesivamente teatralizados y tremendistas de sus narrativas consiguen sacarme por completo de sus tramas, curiosamente los autores más válidos surgidos de dicho país como por ejemplo Chan-wook Park, Bong Joon-ho, Kim Ji-woon o Na Hong Jin por no hablar de autorías más cerradas como Kim Ki-duk, Lee Chang-dong o Hong Sang-soo prescinden por completo de dichos manierismos, tras su opera prima Lee Su-jin por sus formas parecía formar parte de este primer grupo de realizadores, sin embargo esta Idol pone en duda dicha aseveración. Planteada como un drama de intriga que coquetea con el thriller Idol atesora uno de los grandes males de las mayorías de producciones provenientes de dichas latitudes, esta viene en referencia a su desmedida duración, aquí de 140 minutos. Un servidor es de los que piensan que la duración de una película solo puede ser proporcional a su negatividad en referencia al buen o mal uso que se haga de ella, dicho de otra manera el problema de Idol no son sus 140 minutos sino en cómo están empleados en una película en donde coexisten de manera forzada infinidad de bifurcaciones argumentales en donde el espectador llegado a un punto pierde por completo el interés por lo que está viendo. Ese mal que deviene como endémico de rizar el rizo continuamente en busca del asombro con respecto al espectador está muy presente en todo el metraje de Idol, es esta ocasión no basta con plantearte un juego que pretenda situarse en la antítesis de un ritmo lento, para que la formula funcione hay que saber adecuar en todo momento esa especia de frenesí, la factura técnica impoluta como marca registrada de la casa siempre estará presente sin embargo los sempiternos giros sacrifican la supuesta coherencia del conjunto y por ende el de su propia credibilidad en una historia que trata principalmente de la colisión de dos personajes a través de una particular búsqueda, la excesiva dramaturgia vendrá en la medida de ver como terceros personajes son víctimas colaterales de dichos actos, a partir de ahí ramificaciones mil en una historia que supone un pequeño paso atrás, del que esperemos que se recupere en un futuro, por parte de un Lee Su-jin que se mostró bastante más acertado y comedido en la que fue su opera prima.
Después de un grave accidente, David decide llevarse a su mejor amigo Javi y cuidarlo. Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes de que salgan a la superficie las peleas entre los dos, dejando al descubierto una relación envenenada y homicida, más cercana a la locura que a la amistad que parecen tener.
Como habíamos señalado anteriormente con respecto a Ventajas de viajar en tren y a diferencia de anteriores ediciones este año en Sitges la cosecha de cine español tuvo un nivel más que aceptable, Amigo de Óscar Martín, realizador con un extenso bagaje en el cortometraje, fue otra de las óperas primas vistas en esta edición del festival de Sitges, un film incuestionablemente meritorio que nace con una cierta vocación experimental, no tanto en referencia a su discreta narrativa y si en lo concerniente a una producción con tan solo una semana de rodaje y muy pocos medios económicos a su disposición a la hora de poder explayar un imaginario que deviene tan complejo como poco solido en la manera de cómo llega a estar expuesto.
Amigo tiene el gran lastre, y déficit al fin y a la postre, de no poder disimular su condición de ser un corto alargado, poco importa sus escasos 85 minutos de duración, a tal respecto y con un guion escrito sobre la marcha la historia está planteada a modo de un thriller psicológico aderezado con algunos toques de comedia negra contada a través de un relación masculina que deviene como toxica y que por momentos parece beber de referencias tales como por ejemplo la fundamental What Ever Happened to Baby Jane? de Robert Aldrich, en este caso no estamos ante dos hermanas en el crepúsculo de sus vidas sino ante dos amigos, unos ajustados David Pareja y Javier Botet, en donde un terrible suceso los ha terminado encadenado, el desarrollo de Amigo no deja de ser un relato en donde prima más la creación de atmosferas asfixiantes que el suspense narrativo entendido como tal, quienes esperen los consabidos golpes de guion aquí no los encontraran pues básicamente estamos ante una película muy física en referencia a intenciones que no en ejecuciones, la escases de diálogos va en beneficio de una austera estética bastante bien aplicada a un ambiente que nos sitúa a principios de los años 80 otorgando un cierto aroma a ciertos trabajos realizados por Chicho Ibáñez Serrador como por ejemplo su última aportación al medio, la injustamente infravalorada La culpa. Amigo tiene la virtud de ser una especie de hija putativa de ese tipo de relatos en donde coexiste en todo momento un duelo interpretativo a dos bandas, a partir de dicha premisa vendrá ese tono opresor y claustrofóbico en donde la amistad referida en el titulo se convierte poco a poco en su propia antítesis, un concepto invertido aquí barnizado con algún que otro concepto gótico en un film cuya ausencia total de pretensiones termina convirtiéndose en su mayor aliado.
Valoración 0/5: 2’5
The Room
Al mudarse a su nueva casa, una pareja descubre una extraña habitación secreta, cuyo interior alberga el poder de materializar todo lo que desean. Un día, deciden pedir a la estancia que les conceda el hijo que no han podido tener. Pero la felicidad inicial de esa bendición tendrá consecuencias imprevistas.
En esta edición del festival de Sitges hubo una serie de películas que en mayor o menor manera tomaron como referencia principal a la fundamental The Twilight Zone a la hora de mostrar unas determinadas coordenadas por las cuales empezar a narrar la historia que les corresponde, una de ellas fue sin lugar a dudas The Room, puesta de largo del francés Christian Volckman en la imagen real después de dejar doce años atrás buenas sensaciones con el film de animación futurista Renaissance, en The Room cambia completamente de tono no solo en referencia al formato cinematográfico sino también al referido a unas maneras tan detectables como cuestionables en la medida de como están aplicadas.
Si hace bien poco y encuadrada dentro de ese grupo de películas arriba citadas hablábamos de la sugerente Vivarium de Lorcan Finnegan como paradigma del relato fantástico al servicio de la alegoría social The Room parte de unas coordenadas parecidas en base a connotaciones minimalistas expuestas a través de un anecdotario de naturaleza fantástica como punta de partido del relato, sin embargo su posterior desarrollo diste mucho de ser parecido, a tal respecto Christian Volckman no se entretiene demasiado a la hora de presentarnos unas características vistas en infinidad de ocasiones en películas del género, una joven pareja con un trauma se muda a una nueva casa para empezar una vida desde cero, un elemento fantástico adyacente en el inmueble hará que entre en aparición una nueva perspectiva que cuestionara los principios morales de los nuevos inquilinos. A diferencia de Vivarium la metáfora en The Room es prácticamente inexistente, evidentemente buscando con cierto ahínco podremos detectar mimbres y retazos como por ejemplo aquella máxima que nos dicta hasta donde puede llegar la felicidad conseguida tan solo a través del consumismo, también el limite existente en nuestros deseos a la hora de encontrar ese bienestar tan anhelado, o la más evidente cuestión que puede plantear el film, que es preferible, la libertad o la riqueza? esto sin embargo no deja de ser una deducción pues Christian Volckman no parece muy dispuesto a sugerir, lo suyo va más encaminado a mostrar y lo hace de una forma desmesurada especialmente en su tramo final, a tal respecto The Room despojada de cualquier tipo de misterio en su narrativa no deja de ser una especie de tren de la bruja genérica en donde el continuo giro de guion argumental se convierte curiosamente en lo contrario de lo que pretende ser, no hay lugar pues en ningún momento de su metraje para la indagación encaminada al thriller psicológico, en detrimento veremos unos muy reconocibles golpes de efecto, una senda ya muy transitada en este tipo de películas con anterioridad en donde predomina por encima de cualquier otro tipo de disquisición ese efecto suflé tan característico y en parte deficitario del fantástico actual, relativamente efervescente en su consumo pero de una muy difícil digestión posterior.
Valoración 0/5: 2
Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist
Ensayo fílmico lírico y espiritual sobre El exorcista, la ultimísima película de Alexandre O. Philippe explora las profundidades inexploradas de la mente de William Friedkin, los matices de su proceso creativo y los misterios de la fe y del destino que han modelado su vida y su filmografía.
Como vinimos comentado anteriormente con respecto a la notable Memory: The Origins of Alien Alexandre O. Philippe fue indiscutiblemente uno de los nombres propios de esta edición del Festival de Sitges, Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist fue su segundo trabajo tras las cámaras que se pudo ver en el certamen este año, un documental que sin embargo huye de ser prototípico en relación a una función que sigue siendo inequívocamente didáctica para con el espectador pero que sustituye el consabido desgrane global de un autor o una obra, en el caso que nos ocupa la seminal The Exorcist, para ofrecernos una apasionante reflexión acerca del proceso creativo que termina bifurcándose hacia toda su obra a cargo de una sola voz, la del propio creador, William Friedkin.
La fórmula aquí expuesta por evidente que resulte no deja de ser exitosa en el caso que nos ocupa, tan solo seis días de rodaje y una exposición a modo de lujoso audio-comentario resultante de una extensa entrevista en donde William Friedkin analiza un proceso de construcción que deviene como muy personal, el quid de la cuestión en referencia a dicho formato queda en manos exclusivas de su interlocutor, si por ejemplo este hubiera sido por ejemplo John Carpenter el resultado sería bastante diferente, es en dicha síntesis narrativa en donde Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist resulta ciertamente interesante pues a fin de cuentas la clarividencia aquí va bastante más allá que una simple disección de anécdotas ocurridas en un rodaje en concreto. Siempre es interesante escuchar lo que dice William Friedkin, pero especialmente en como lo dice, la información a tal respecto deviene como valiosísima, ni que decir tiene que para los fanáticos de la película constituirá un auténtico tesoro que difícilmente verán en cualquier edición extra del film en formato doméstico, poco importara que el responsable de The French Connection en su continuo y muy profundo monologo otorgue una cierta sensación de superioridad cultural, algunos lo llamaran pedantería, lo importante es que esta mirada no sea impostada pues a fin de cuentas el testimonio como tal deviene como inabarcable en referencia a sus numerosos matices. Como documento excepcional que es Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist, proyecto que curiosamente se gestó hace un par de años en un Sitges en donde coincidieron y se conocieron por primera vez un homenajeado William Friedkin y un Alexandre O. Philippe que presentaba en el certamen su 78/52, este queda finalmente expuesta a modo de un interesante making of de lujo que cuenta con el añadido del acierto de un Alexandre O. Philippe que hasta este momento solo se había acercado a las obras para ahora hacerlo en referencia al autor, aquí expuesto desde el primer plano a través de una abrumadora confesión que extrapola el concepto de la puntual descripción de una obra maestra del género que curiosamente acabo siendo concebida a modo de un acto de fe autoral.
Valoración 0/5: 4
The Forest of Love
Jo Murata es un hombre despiadado que usa su carisma para manipular a la gente. Cuando Murata conoce a Shin, este decide que Murata y su turbulenta relación con Mitsuko serían el tema perfecto para su película. A medida que avanza el rodaje, las mentiras comienzan a no distinguirse de la verdad y los límites de la humanidad se ponen a prueba, dando como resultado actos tan estremecedores como repugnantes.
Como apuntemos en la editorial que abría las crónicas del festival este año Sitges ha estado marcado por una fuerte presencia de Netflix en el certamen, la expansión del gigante del streaming no solo ha estado relacionado con su inclusión en el cine estadounidense sino que también se ha ido abriendo a otras nacionalidades como por ejemplo Japón, posiblemente debido a la abrupta diferencia de formato en parte ha existido la idea de que el canal televisivo de alguna manera limitaba la libertad creativa de los autores que reclutada para sus producciones, podrá gustar más o menos el entorno Netflix pero nada más lejos de la realidad si nos atenemos a como realizadores que atesoran un imaginario muy propio han tenido carta blanca a la hora de desarrollar sus trabajos, nada mejor para poder comprobar dicha tesis que este The Forest of Love del insobornable Sion Sono.
No es la primera vez que el realizador nipón trabaja para una gran plataforma televisiva, antes de The Forest of Love fue responsable de la lúdica Tokyo Vampire Hotel para Amazon, sin embargo este último trabajo que nos ocupa viene a representar un perfecto compendio de la gran mayoría de inquietudes autorales perpetradas por el responsable de Suicide Club, dada la naturaleza de la que parte el resultado termina siendo ciertamente estimulante, sorprendente dada su financiación como hemos apuntado más arriba, también lo es de la forma deslavazada en que nos es mostrada, de alguna manera no podía ser de otra manera en una obra que contornea en todo momentos con los limites, una película multi direccional en donde encontraremos pautas transitadas con anterioridad como la trasgresión expuesta en base al exceso llegando a ser la completa antítesis de un cine de consonancias conservadoras, a tal respecto no existe una adscripción genérica determinada en The Forest of Love, en cierta manera es todo y es nada al mismo tiempo como buena mezclar de continuas ficciones que es, buscando referencias en su filmografía a la hora de poder buscar similitudes esta las podemos encontrar en un mix imposible resultante de Why Don’t You Play in Hell? y Cold Fish. Que Sion Sono es una de las mentes más creativas que existen en la actualidad es incuestionable, que dicha incontinencia de obsesiones no es un plato para todos los gustos también, apoyada por un metraje generoso en cuanto a duración The Forest of Love por momento resulta inabarcable dada la infinidad de referencias, tonos o géneros que coexisten en ella, la infinidad de capas vuelven a ser numerosas, a tal respecto no existe una fórmula concreta que consiga desgranarlas una por una, lo mejor y más apropiado, poco importa que sea en una sala de cine o en el salón de casa, es dejarse llevar y aceptar el juego orquestado por un autor que afortunadamente sigue sin conocer ningún tipo de restricciones a la hora de poder elaborar su cine.
Valoración 0/5: 3’5
Carmilla
Miss Fontaine es la institutriz de Lara una adolescente de 15 años que vive totalmente sola en su hogar familiar y que necesita del cuidado de una tutora para controlar su madurez. Desesperada por desatar la pasión sexual propia de su edad, Lara cae rendida bajo el hechizo de la encantadora Carmilla Las dos se ven envueltas en una apasionada relación que comienza a levantas las sospechas de aquellos que viven en las cercanías de la casa, especialmente del doctor de la familia La actitud de Carmilla no tardará en dar la razón a aquellos que la temen.
Una de las ventajas más enriquecedoras que un servidor encuentra en los diferentes certámenes cinematográficos a los que acude cada año radica en poder dialogar con gente siempre interesante acerca de diversas vicisitudes no solo en referencia al propio festival sino también en lo concerniente a otras cuestiones normalmente casi siempre relacionadas con el séptimo arte, a tal respecto recuerdo como este año la mente siempre clarividente de Álvaro Peña me comentaba como tenía la sensación de intuir como los responsables de programar la sección Noves Visions parecían tener una cierta aversión hacia el género fantástico entendido como tal, razón no le faltaba, dicho apartado, uno de los más interesantes del festival, nació con la vocación de presentar unos trabajos que incidían en las autorías más arriesgadas, autorías de género, de alguna manera sigue siendo así aunque a un nivel genérico la cosa se ha dispersado tanto que cuesta el encontrar producciones que podríamos catalogar como puramente fantásticas.
Este pequeño inciso viene a ser una perfecta colación con respecto a esta Carmilla de la realizadora Emily Harris, una nueva adaptación de la célebre novela de Sheridan Le Fanu que pese a ser un film tan esforzado como por momentos interesantes parte de la premisa de anular casi por completo el elemento fantástico adyacente en el texto original, en el film encontraremos pautas reconocibles que nos direccionan al gótico pero la vampirización, génesis principal y fundamental del relato, terminara siendo expuesta más un nivel emotivo-sentimental en claro detrimento de la vertiente terrorífica, esto no tiene que ser algo negativo de por si, al menos si pasamos por alto unas carencias muy detectables visibles en una puesta en escena que parece regodearse más en la teatralidad que en la propia cinematografía. La vía encontrada por parte de Emily Harris en esta obra de contornos claramente minimalistas, en donde lo meramente contemplativo queda al completo servicio del detalle, continua siendo válido en lo concerniente a su matriz principal, en parte gracias a una cierta originalidad que aunque no indague en lo fantástico si lo hace en referencia a adentrarse en ese terreno de la adolescencia tan amplio abonado a liberaciones y rebeldías varias, también hay un lugar destacado a la figura del represor, aquí en una total divergencia con el descubrimiento como no podía ser de otra manera, en este por momentos aplicado relato en donde se nos vuelve a hablar de forma algo diferente acerca de transformaciones que terminan siendo cerceradas de una forma abrupta.
Una muñeca es el principio y el fin de la inocencia. El núcleo de esa transición es como los ángeles de Rilke. Terrible y bello. Ambivalente y perturbador. Viven aquí las muñecas de cera de Lotte Pritzel, las muñecas rotas de Cindy Sherman, la muñeca descoyuntada de Hans Bellmer; una muñeca perdida en un western de John Ford, una muñeca-amante imaginada por Luis Berlanga, una muñeca consumida y recreada, con Barbies, por Todd Haynes; una muñeca fantasmal soñada por Manoel de Oliveira y un ángel-muñeca filmado por David Lynch; la muñeca mecánica que baila, en una Venecia de Cinecittà, la última danza del Giacomo Casanova de Fellini. Una muñeca robada por Felisberto Hernández, otra narrada por Juan Carlos Onetti, otra imaginada por Unica Zürn. Muñecas de leyendas japonesas y matrioskas rusas; ginoides y hologramas de ciencia ficción (de Blade Runner a Ghost in the Shell, con escalas en J. G. Ballard); maniquíes de fotografías de Atget, muñecas anatómicas destinadas al filo del bisturí, muñecas protegidas y luego abandonadas en un mismo poema (de Sharon Olds).
Procesos de muñequización: en una imagen fatal de la crónica “roja” mexicana captada por Enrique Metinides, en una instalación de pájaros arropados con abrigos de lana firmada por Annette Messager, en la dulce giganta de Nueva Escocia que giró por el mundo como atracción circense, en la fábrica americana de relojes luminiscentes donde chuparon pinceles las “chicas del radio”, en Evita como muñeca ignífuga de la Nación.
Muñecas conjugadas en todas las variantes de sus campos. De sus campos de tiro. Porque tu muñeca te mira sin pestañear. Tu muñeca se sienta a tomar el té. De repente, el jardín trepida y se enrarece. “Todo juguete puede ser un arma”, dijo Jean-Luc Godard. La muñeca se baja de su estante, se alisa su vestido. Dispara.
SUMARIO
A modo de introducción:
Qué puede una muñeca
Mariel Manrique
MUÑECAS HIPNÓTICAS, MUÑECAS INSUMINAS
Si se abrasa, es que es auténtica.
Sobre Rilke y las muñecas
Alberto Ruiz de Samaniego
El éxtasis de las muñecas.
Ginoides, hologramas y muñecas anatómicas
Rubén Martín
Muñecas dulces, muñecas que matan.
Acerca de El extraño caso de Angélica (Manoel de Oliveira, 2010)
Faustino Sánchez
MUÑECAS PERDIDAS, MUÑECAS AMANTES, MUÑECAS ROTAS
La muñeca de Debbie: Tres trayectos cinematográficos.
En torno a la muñeca perdida de The Searchers (John Ford, 1956)
Aarón Rodríguez Serrano
La necesidad de ruptura.
En torno a la muñeca en Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1974)
Irene de Lucas
El cuerpo de Karen Carpenter.
En torno a la muñeca rota en Superstar: The Karen Carpenter Story (Todd Haynes, 1988)
Ricardo Baduell
MUÑECAS MECÁNICAS, MUÑECAS TRISTES
El gobierno del ángel-muñeca.
Una glosa a Mulholland Drive (David Lynch, 2001)
José Miguel Burgos
Conjeturas.
Acerca de Las Hortensias, de Felisberto Hernández
Olvido Marvao
La mirada de la mujer artificial.
Las muñecas en Rilke, Pritzel y Zürn
Laia López Manrique
Venecia sin ti.
La danza final en Il Casanova di Federico Fellini (Federico Fellini, 1976)
Mariel Manrique
MUÑECAS MECÁNICAS, MUÑECAS TRISTES
El síndrome del túnel carpiano.
Muñecas: sentidos, formas
Erika M. Jaramillo
Súbitamente muerta, extensamente viva.
Acerca de una fotografía de Enrique Metinides y una atracción circense de P. T. Barnum
Mariel Manrique
La máscara de la efigie.
La lente del ojo en su repetición de la imagen
Ruth Llana
Waiting for the Barbarians suponía para el realizador colombiano Ciro Guerra un primer proyecto con una clara difusión internacional, con nombres en su reparto como Mark Rylance, Johnny Depp o Robert Pattinson en una primera película realizada fuera de las fronteras de su país y basada en la novela del premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee, también es responsable del guion, veremos como el administrador de un asentamiento aislado en la frontera de un imperio sin nombre anhela una jubilación tranquila que se verá en serio peligro con la llegada del Coronel Joll, cuya misión es informar de las actividades de unos supuestos bárbaros y de los problemas de seguridad en la frontera. Joll lleva a cabo una serie de implacables interrogatorios. La forma de tratar a los bárbaros del Coronel y la tortura de una joven indígena se combinan para llevar al administrador a una crisis de conciencia que derivara en un acto de rebelión.
No hace falta haber leído la novela de J. M. Coetzee para detectar como su traslación al cine supone una notoria simplificación de ramificaciones narrativas que de alguna manera imposibilita explayar lo que viene a ser el leitmotiv de la obra en cuestión, los efectos nocivos del colonialismo o el salvajismo que puede recaer en un poder autoritario, el film transita por ese tipo de denuncias que hacen especial hincapié en la barbaries que subyacen en sociedades que supuestamente son más avanzadas que otras a las que somete, a tal respecto la tesis que esgrime Waiting for the Barbarians, que se beneficia de la labor interpretativa de un espléndido Mark Rylance, queda meridianamente clara en intenciones pero no tanto en unos resultados en donde se tiene la sensación de una cierta carencia de recursos con respecto a intentar matizar tanto tramas alternativas como según que personajes en beneficio eso si de un aplicado espíritu visual que la emparenta por momentos a retratos cinematográficos épicos ya pretéritos. La metáfora principal, dividida en cuatro arcos narrativos, basculan a través del relato a modo de esa cruda amoralidad de tono militarista que nos expone el responsable de El abrazo de la serpiente y que termina siendo muy detectable, tanto que en su planteamiento no encontraremos un tiempo ni un lugar claro al que poder profundizar, de alguna manera dicho mal endémico deviene como atemporal incluso aun en nuestros tiempos, para más inri existe un subrayado en el film, que incluso acaba salpicando unas caracterizaciones que por momentos bordean peligrosamente el estereotipo interpretativo, algo que le hace entrar en un terreno de tono explicativo en donde los actos siempre están situados por delante de una reflexión que debería indagar más acerca de las fronteras, físicas y mentales, pues a fin de cuentas esta disquisición territorial viene a ser la principal síntesis argumental de una historia y en definitiva de una gran parte de los trabajos realizador por Ciro Guerra, una frontera y su estudio, en donde la alegoría la encontramos en ver como poderosos imperios tienen que inventarse a enemigos para poder llegar a sobrevivir o incluso en peor medida a enriquecerse a su costa.
Curioso que una de las películas más comentadas y esperadas del festival este año incluso antes de tener conocimiento de su existencia, aunque se intuyera, recayera en el Joker de Todd Phillips, San Sebastián recuperaba de este modo las ya extinta desde hace años sesión sorpresa que en realidad no lo fue tanto, o prácticamente nada, pues al poco de empezar el certamen ya se anunció su presencia, de algún modo la flamante ganadora del León de Oro en el último Festival de Venecia se erigió de esta manera como el auténtico, aunque no oficial, broche final de esta edición del Zinemaldia en una película en donde vemos como un individuo llamado Arthur Fleck vive en la ciudad de Gotham junto a su madre, siendo su única motivación en la vida el hacer sonreír a la gente haciendo de payaso en pequeños trabajos pese a tener serios problemas mentales que hacen que la gente le vea como un bicho raro. Su gran sueño es poder actuar como cómico delante del público, pero una serie de trágicos acontecimientos le hará ir incrementando su ira contra una sociedad que le ignora continuamente.
Recogiendo de alguna manera el oscurantismo ya visible en infinidad de comics y en algunas aproximaciones realizadas al personaje por parte de Christopher Nolan este Joker, película de cocción ciertamente lenta en su desarrollo, se erige como una brillante aproximación a la complejidad existente entre el bien y el mal, Todd Phillips, en la que es indiscutiblemente una de las películas de este 2019, huye de cierto tono de estereotipos narrativos al uso teniendo la gran virtud de saber en todo momento buscar acomodo en un relato que se encuentra bastante más cercano a modo de relectura del Taxi Driver de Martin Scorsese que a cualquier película de súper héroes al uso en donde afortunadamente nos encontraremos con una total carencia de efectos digitales, en un film que tiene además el añadido de estar producida por un gran estudio y poseer una carga subversiva bastante notoria, todo un logro en unos tiempos de una desmesurada corrección política. Este posicionamiento no solo vendrá en referencia a una narrativa en donde somos testigos de una oscura denuncia moral sino en intentar evocar en base a su estética a un tipo de cine pretérito expuesta a modo de fábula amoral pues a fin de cuentas la sociedad por donde transita el personaje interpretado por Joaquin Phoenix, al igual que el Conrad Veidt de The Man Who Laughs de Paul Leni, no deja de ser un trasunto más de un colectivo que deviene como enfermo. Como fiel apología de la verosimilitud de un relato en donde el estudio de una mente fracturada va direccionada desde lo interior a lo exterior este acabara terminando expuesto a modo de un símbolo y un desencanto global sin cuya revolución no existiría la evolución de un personaje cuya anterior indefensión queda totalmente desaparecida dadas las circunstancias acometidas.
Viene siendo una sana costumbre por parte de un servidor en estos últimos años el terminar mi andadura en el Zinemaldia con el visionado de alguna película encuadrada dentro de la retrospectiva clásica, no deja de ser una especie de particular mea culpa al no haber podido tener la opción, ni el tiempo necesario, de intentar indagar en dicho apartado con algo más de ahínco, no será por ganas y si por la coyuntura que representa el acudir a un festival a cubrirlo, a tal respecto y lejos de disquisiciones personales nunca me cansare de recalcar la importancia de las retrospectivas y la recuperación de clásicos en los certámenes de cine a modo enseñanza de una cinematografía o de un autor ya pretéritos, un apartado que de alguna manera contrarreste dentro de sus posibilidades el evento entendido como tal dentro de los certámenes cinematográficos.
En lo referido a esta labor, en la educación de esa mirada, San Sebastián en estos últimos años está acertando plenamente, desprendiéndose de la más que discutible retrospectiva de cine contemporánea para centrar esfuerzos en la clásica, si el pasado año dicho apartado correspondió a la figura de la autora británica Muriel Box esta edición estuvo dedicada al realizador mexicano Roberto Gavaldón, un gran retratista social y mejor cronista de la época que atesora una filmografía tan rica en matizaciones autorales como variada genéricamente. Un servidor tuvo la ocasión de visionar un título que de alguna manera aúna géneros muy utilizados a lo largo de su carrera, en La diosa arrodillada vemos como un millonario llamado Antonio obsequia a su esposa con una estatua de una mujer desnuda como regalo de aniversario nupcial. La modelo que posó para la estatua es Raquel, amante de Antonio. Raquel exige a Antonio que se divorcie de su esposa sin embargo poco después ésta muere bajo unas circunstancias misteriosas. Antonio tendrá que aceptar casarse con Raquel para que no se descubra que su esposa no falleció por causas naturales. De alguna manera La diosa arrodillada no deja de ser un compendio casi perfecto que marcó la pauta para el desarrollo de lo que se vino a llamar el noir mexicano, evidentemente influenciado en base a las coordenadas provenientes del cine negro norteamericano. Un cine negro pero también direccionado a la denuncia de tratados sociales, aquí provistos de reminiscencias urbanas que indagan en la degradación moral de sus protagonistas. Con una omnipresente María Félix, el trágico destino de sus protagonistas se convertirá de alguna manera en un rasgo autoral que devendrá como bastante reconocible a lo largo de la carrera del responsable de Macario. Punto y aparte merece destacarse la manera en que Roberto Gavaldón con este trabajo se atreve a experimentar con las posibilidades existentes en lo referente a la utilización de la fotografía en blanco y negro, un trabajo en definitiva que viene a representar casi a la perfección una época de oro del cine mexicano aquí personificada a través de uno de sus principales e indiscutibles artífices.
Palmares
Concha de Oro a Mejor Película:Pacificado, de Paxton Winters
Concha de Plata a la Mejor Dirección: Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Maria Goenaga por La trinchera infinita
Concha de Plata a Mejor Actriz (Ex aequo): Nina Hoss por The Audition y Greta Fernández por La hija de un ladrón
Concha de Plata a Mejor Actor: Bukassa Kabengele por Pacificado
Premio del Jurado a Mejor Fotografía: Laura Merians por Pacificado
Premio del Jurado a Mejor Guión: Luiso Berdejo y Jose Mari Goenaga por La trinchera infinita
Premio Especial del jurado:Proxima, de Alice Winocour
Premio Nuev@s Director@s:Algunas bestias, de Jorge Riquelme Serrano
Premio Horizontes:De nuevo otra vez, de Romina Paula
Premio Zabaltegui Tabakalera: Ich War Zu Hause, Aber’, de Angela Schnelec
Premio del público:Especiales, de Olivier Nakache y Éric Toledano
Premio a mejor película europea:Sorry we missed you, de Ken Loach
Premio Irizar al cine vasco:La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga
Con motivo del Premio Donostia que este año el Festival de San Sebastián otorgaba a la actriz española Penélope Cruz se tuvo la oportunidad de ver uno de sus últimos trabajos, en esta ocasión bajo la tutela del realizador francés Olivier Assayas Wasp Network, trama basada en hechos reales e inspirado parcialmente en el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría de Fernando Moraisun que nos sitúa en la ciudad de La Habana a principios de los años 90. En el vemos como René González es un piloto cubano que roba un avión y huye del país dejando atrás a su amada esposa e hija. Comienza así una nueva vida en Miami. Otros desertores cubanos pronto le seguirán e iniciaran una red de espionaje. Su misión será la de infiltrarse en organizaciones anticastristas violentas, responsables de ataques terroristas en la isla.
Uno es de la opinión de que si no fuera por dicha coyuntura arriba citada Wasp Network difícilmente estaría presente en el certamen donostiarra por mucho que Olivier Assayas se haya convertido, por méritos propios, en estos últimos tiempos en un peso pesado dentro del circuito de festivales. Wasp Network, que nace con unas inequívocas texturas de producto comercial con clara vocación internacional, queda muy lejos del tono y resultados de sus últimos trabajos, se tenía la esperanza, al menos en lo referente a un servidor, por la temática y por aquello de la semejanza de repetir con Edgar Ramirez como protagonista principal, que de alguna manera y debido a sus coincidencias temáticas se equiparara en algo con su notable miniserie Carlos, nada más lejos de la realidad, en realidad en film de Assayas se encuentra más cercano en estructura a la olvidable Loving Pablo del inefable Fernando León de Aranoa, la película a través de una narración que navega en un tono en donde se percibe demasiada medianía conceptual da cierta sensación de no saber a ciencia cierta si quiere centrarse en un relato de espías al uso o en un drama familiar, su síntesis final no incomoda pero tampoco llega a subyugar en prácticamente ningún momento de su metraje en base a un maniqueísmo que deviene como bastante simplista, a tal respecto estamos ante un film, siempre con la sensación de estar situado a medio camino entre el drama y el discurso político, en donde se nos cuenta una historia interesante pero que está bastante mal contada, el relato en cuestión deviene como acelerando en muchos tramos y bastante disperso en el modo en que está ejecutado, transitando por un territorio que no le llega a ser desconocido sorprende en parte la pueril resolución en la medida de estar ante un autor bastante curtido, no es la primera vez que el responsable de Personal Shopper trabaja fuera de su país, de alguna manera se agradece la osadía en la medida de realizar un intento de integración autoral a través de un producto de supuestas connotaciones mainstream, este sin embargo termina transitando por todos los tópicos habidos y por haber dentro del referido género, lo peor de todo es que da la sensación de que lo hace con una cierta desgana situando el producto en las antípodas de joyas perpetradas por su autor como por ejemplo Irma Vep o Finales de agosto principios de septiembre.
Hace un par de años el joven cineasta ruso de tan solo 25 años Kantemir Balagov consiguió sorprender a propios y extraños con aquella opera prima titulada Tesnota, un ejemplar y modélico ejercicio de violencia contenida ambientada durante la Guerra de Chechenia y expuesta a modo de un crudo retrato que indagaba en irrompibles y dolorosos lazos familiares que devienen como tóxicos, dos años más tarde el joven Kantemir Balagov se enfrenta a esa tesitura tan habitual y en parte comprometida a la hora de poder reafirmar o no esas buenas sensaciones con un segundo trabajos tras las cámaras, en Beanpole Balagov nos vuelve a situar a través de un drama intimista de tono femenino ambientado en el Leningrado de 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a un nivel físico como psíquico. El asedio ha terminado, a través de este devastador escenario veremos como dos mujeres jóvenes llamadas Iya y Masha trataran de encontrar un difícil sentido a sus vidas.
Beanpole, inspirada en la novela La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich, no solo reafirma un talento que en parte deja de estar en ciernes sino que deviene como una incuestionable confirmación de un autor que todo indica que puede devenir como clave en un futuro, Kantemir Balagov en esta ocasión vuelve a incidir en retratos femeninos densos y asfixiantes llevados al límite, nuevamente ubicados en un escenario que deviene tan devastador como resulta ser unas psiques, la de sus dos protagonistas, situadas aquí a través de un estado de auténtica devastación existencial a causa la barbarie de la guerra, de alguna manera este intenso drama de cámara que termina siendo inequívocamente inmersivo para el espectador no deja de ser un profundo y continuo estrés postraumático expuesto a modo de una dramaturgia de tintes casi bergmanianos en donde se nos muestras unas heridas que se prevén como incurables, una mirada a una de las muchas caras no visibles de la trastienda bélica en donde se cuestiona ese unitario heroísmo patriótico del supuesto vencedor, en tal sentido el retrato que nos propone Beanpole quedara siempre situado a modo de un purgatorio mental situado al borde de un colapso emotivo y moral, para más inri Kantemir Balagov, aquí dotado de un presupuesto bastante mayor que en su opera prima, se permite el lujo de rodar con una excelente pulcritud espacios escénicos de una belleza cromática que por momentos da la impresión de estar colindando con el arte pictórico a través de un extraordinario rigor formal. Beanpole, indiscutiblemente una de las películas de este 2019, termina transitando mucho más allá de la empatización del dolor de unos personajes víctimas de una coyuntura silenciada, a tal respecto el estudio que se nos ofrece de ese total vacío de la victoria será la de un doloroso un sufrimiento interior alejado de cualquier tipo de épica, el resultado final en lo relativo a su ejecución es ciertamente admirable confirmando a Kantemir Balagov como un talento autoral al cual habrá que seguir muy de cerca en un futuro que se prevé como ciertamente brillante.
Curioso cuanto menos, dado el contexto genérico en el que se mueve, la participación dentro de la sección Perlas de la opera prima de Michael Angelo Covino The Climb, film genéricamente prototípico que suele ser más propio de festivales tipo Sundance o en menor medida y dentro de un contexto patrio el Americana de Barcelona, un cine independiente norteamericano que aquí queda expuesto a modo de comedia ácida en donde vemos como Kyle y Mike son dos amigos que comparten un fuerte y curioso vínculo de amistad hasta que Mike se acuesta con la prometida de Kyle. A partir de este hecho y su confesión veremos como una amistad que ha durado décadas se ve comprometiendo y rehaciendo a lo largo de los años.
The Climb pese a un tipo de producción bastante detectable en lo referente a su síntesis como hemos citado más arriba tiene al menos la virtud de ser original con respecto a sus postulados, estos giran a través de exponernos una peculiar amistad que resulta ser tan extraña como toxica. La película, de esas comedias acidas que te pueden arrancar una sonrisa cómplice y no una carcajada, parte de un hándicap bastante detectable en la medida de ser una especie de apéndice algo alargado de un corto anterior con los mismos protagonistas, la historia está expuesta en base a continuas idas y venidas en donde más que de la amistad en si lo que Michael Angelo Covino parece querer contarnos es en referencia al vínculo creado de tal concepto, los dos protagonistas devienen como completamente antagónicos, uno resulta ser un inocente bonachón de carácter extremadamente afable, el otro un tanto ególatra y vividor pero principalmente egoísta con quien le rodea, curiosamente la mezquindad del segundo hará que anhelé y en parte necesite el entorno familiar solido que atesora el primero. Dividida en siete capítulos expuestos a lo largo de varios años a través de ellos veremos una relación de amor-odio ofrecida a modo de una rara avis que explora el concepto bastante desvirtuado de las buddy movie en donde el dialogo corrosivo también va acompañado de una técnica y un rasgo estilístico esforzado representado en varios planos secuencias que suelen ser muy impropios en este tipo de comedias convirtiendo a The Climb en toda una extravagancia merecedora cuanto menos de no caer en el olvido al que parece estar predestinado.
Para cerrar las películas vistas este año dentro de la sección Nuevos Directores nada más adecuado que el visionado de la película que termino alzándose con el premio principal de dicha sección, Algunas bestias supone el segundo trabajo tras las cámaras del realizador chileno Jorge Riquelme Serrano tras aquella curiosa opera prima titulada Camaleón, un film rodado en apenas 10 días y con Jorge Riquelme Serrano convertido en un auténtico hombre orquesta en donde aparte de la dirección se ha encargado del guion, producción y montaje en una historia que nos cuenta como una familia desembarca con entusiasmo en una isla deshabitada en la costa sur de Chile con el sueño de poder levantar un hotel turístico en el lugar. Un fin de semana invitan a los padres de ella con la intención de pedirles un préstamo económico para dar impulso al proyecto, sin embargo cuando el hombre que se ocupa del mantenimiento básico de la isla desaparece, la familia quedará prisionera víctima de las precariedades. Con frío, sin agua y sin apenas certezas, los ánimos y la buena convivencia comenzaran a diluirse poco a poco.
En Algunas bestias, que empieza con un abrumador plano cenital y cuya narrativa afortunadamente resulta bastante más sutil que su título, amparándose en una inequívoca puesta en escena teatral se nos muestra a una familia encerrada, dicho enclaustramiento forzoso que en un principio es paradisiaco ira lentamente convirtiéndose en claustrofóbico dando lugar a la representación de un determinada microcosmos que de alguna manera pretende ser una suerte de reflejo de un país entero, a través de todo ello se nos retrata lo más feo y oscuro que puede llegar a anidar dentro del ser humano. Alegado formalmente de ese tono gélido y aséptico tan característico en películas centroeuropeas en donde se nos retrata disfuncionalidades familiares de todo tipo Jorge Riquelme Serrano tiene la virtud de hacerlo todo más cercano en base a la cotidianidad de los actos, esto no significa que el relato no sea áspero y oscuro, a tal respecto el film tiene el dudoso honor de atesorar la escena posiblemente más hiriente y sórdida vista durante todo el festival. Un notable tratado que da la sensación de transitar acerca de los males que suelen envenenar nuestra sociedad actual, se nos expones las consecuencias, nunca las causas, a tal respecto no terminamos presenciando una historia de denuncia como tal sino más bien una condena con visos de tener muy pocas oportunidades a la hora de encontrar algún tipo de redención posible.
Últimamente parece ser que clausurar un festival de cine se ha convertido más que en un privilegio en una tesitura algo complicada, en muchos sectores de la industria es algo que se tiende a evitar a la hora de ofrecer películas para ello, ya no solo en referencia a San Sebastián sino a prácticamente todo los certámenes cinematográficos, lejos quedan los tiempos en que films importantes cerraban ediciones, las causas devienen como diversas, por un lado no es el mejor apartado para difundir o publicitar un trabajo, los festivales hoy en día suelen ser de alguna manera como los maratones, sus participantes, prensa y público, llegan exhaustos a su final y la mirada sobre el producto termina siendo en la mayoría de los casos algo desvirtuada y liquida dada las condiciones, se cómo fuere el Zinemaldia en esta edición aposto por lo académico a la hora de intentar conseguir un consenso que fuera lo más global posible con respecto a su acogida, en The Song of Names adaptación de la conocida novela de Norman Lebrecht, vemos como en plena Segunda Guerra Mundial, Martin, un niño de nueve años crea un vínculo afectivo con su hermano recién adoptado, Dovidl, un prodigio del violín de su misma edad que acaba de llegar a Londres como refugiado judío de origen polaco. Tiempo después, horas antes de ofrecer su primer gran concierto a la edad de 21 años, Dovidl desaparece sin dejar rastro, provocando la vergüenza y la ruina de su familia que lo adopto.
No deja de ser algo curioso como el realizador de origen francés François Girard vuelve de alguna manera a una temática en donde el violín y la música en definitiva se encuentran situados en su eje argumental, sin embargo su anterior y notable Le Violon rouge tiene bastante poco que ver con esta deslucida The Song of Names, la historia aquí contada, de amistad entre dos hermanastros pero sobre todo de remordimientos, siempre con el trasfondo del Holocausto nazi presente en su narrativa, nos sitúa a través de un relato de estructura episódica fragmentada en el tiempo que termina siendo demasiado académica utilizando negativamente tal termino, uno acaba teniendo cierta sensación de estar ante un trabajo que prioriza el texto entendido como tal que su traslación en imágenes, estas, provistas de un empaque técnico ciertamente impoluto y aplicado, no acaban de conceptuar adecuadamente un relato que pretende indagar en la emoción de la memoria colectiva a toda costa sin llegar apenas conseguirlo, estamos pues posiblemente ante una película que carece del alma necesaria que reclamaba una dramaturgia literaria que en su traslación fílmica deviene por momentos tan encorsetada en sus formas como impostada a la hora de no saber abordar e indagar adecuadamente las diversas raíces humanistas que forman parte primordial del Status Quo que sí parece atesorar el texto original en el que está basado.
Helga Pato acaba de internar a su marido en un psiquiátrico. En el tren de vuelta, un desconocido se le presenta como Ángel Sanagustín, psiquiatra que trabaja investigando trastornos de personalidad a través de los escritos de los pacientes. Le cuenta entonces la historia de un enfermo paranoico extremadamente peligroso obsesionado, entre otras cosas, con la basura. Este encuentro fortuito marcará de manera irremediable el futuro de Helga Pato y el de todos los personajes involucrados en una serie de tramas impredecibles que se superponen, capa tras capa, hasta llegar a un delirante clímax.
Hace ya muchos años que los festivales de género, en especial Sitges, dejaron de ser un coto casi exclusivo para películas que no se salían de unas coordenadas que preestablecían claramente cuáles eran las barreras limítrofes del fantástico, hoy en día dicho temario genérico se ha expandido hasta límites ciertamente insospechados, hasta tal punto que muchas de las mejores películas que se pueden ver en una edición tienen una dudosa adscripción genérica, ¿es género fantástico entendido como tal The House That Jack Built o The Lighthouse?, sea como fuere esa hoy tan en boga hibridación termina teniendo sus ventajas e inconvenientes, en realidad la cuestión es tan simple como que esos conceptos estén bien cohesionados y tengan una razón de ser coherente, en este misma crónica destacábamos como deficitaria en tal aspecto la cinta proveniente de Laos The Long Walk de Mattie Do, Ventajas de viajar en tren la opera prima de Aritz Moreno vendría a significar el lado opuesto de dicho paradigma genérico.
Después de unos años en donde la producción patria presente en Sitges dejaba bastante que desear en esta edición se ha podido comprobar un nivel bastante decente, primeros trabajos como El hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia o Amigo de Óscar Martín adecentaron un certamen falto de propuestas que de alguna manera se salieran de una tangente temática y autoral convencional, Ventajas de viajar en tren a modo de sofisticada herramienta manipuladora entra perfectamente en dicho tratado, más surrealista que fantástica, basado en la novela de Antonio Orejudo estamos ante un film tan atrevido como inclasificable, volviendo un poco a lo arriba comentado su variada paleta genérica deviene como inabarcable, comedia negra, drama criminal, intriga o elementos esporádicos de terror, a tal respecto Aritz Moreno crea una narrativa bifurcada en múltiples direcciones, en parte a modo de una estructura circular que por momentos se unen y se separan para volver al final a encontrarse, el mérito principal de este ejercicio de incuestionable libertad creativa expuesto a modo de caja de muñecas rusas viene en la medida de saber en todo momento ampararse y crear continuas expectativas con el espectador sin perder lo que podríamos denominar una identidad global, un tren del absurdo que al final termina teniendo sentido, también hay sitio aunque de una manera algo menos fluida para digresiones tales como la alienación del individuo o la desmitificación de tratados cotidianos preestablecidos, en su contra podemos achacar como mal menor al film de Aritz Moreno una desmesurada intensidad que puede terminar agotando al espectador, también un exceso explicativo en su tramo final que en parte contradice su osadía y extravagancia narrativa, males menores en definitiva para un producto de una textura tan marciana como admirable en lo referente a su ejecución.
Valoración 0/5: 3
Vivarium
Una joven pareja se plantea la compra de su primer hogar. Para ello, visitan una inmobiliaria donde los recibe un extraño agente de ventas, que les acompaña a una nueva, misteriosa y peculiar urbanización para mostrarles una vivienda unifamiliar. Allí quedan atrapados en una pesadilla laberíntica y surrealista.
El realizador irlandés Lorcan Finnegan ya apunto hace años buenas maneras con su opera prima Without Name también presente en Sitges dentro de la sección Noves Visions, un interesante film de terror ecológico narrado en forma de pesadilla interna en donde se mostraban unas costuras genéricas muy ambivalentes, con una puesta en escena en donde la creación de una atmosfera densa y la utilización del sonido devenían como herramientas claves a la hora de construir un relato de claros contornos metafísicos. Con Vivarium, que forma parte de esas películas en donde cuanta menos información se tenga de ella a la hora de visionarla mejor, cambia completamente de maneras para ofrecernos pese a unas ciertas imperfecciones una de las cintas más sorprendentes de las vistas en este Sitges 2019.
Si hay una cosa que es omnipresente en Vivarium como elaborado juguete distópico es su innegable adscripción a esa clase de películas que anidan en todo momento a través de la alegoría fantástica al mismo tiempo que funciona a la perfección a modo de un entretenimiento de tono inteligente, dicha metáfora que en ocasiones deviene en sátira de tintes kafkianos en el caso que nos ocupa se sustenta principalmente en la referencia cinematográfica, la básica es evidentemente la fundamental Twilight Zone, también encontraremos ciertos retazos de otras series como Tales of the Unexpected y Black Mirror aunque menos detectables. Partiendo de una premisa argumental que da la sensación de beber de imaginarios surgidos de la mente de John Wyndham el film de Lorcan Finnegan parte de la anécdota, aquella en donde una joven pareja pretende firmar un contrato para poder comprar la que en teoría ellos creen que puede ser la casa de sus sueños, ese punto de partida de claros contornos minimalistas conforme avanza la película se trasforma en metáfora hiperestilizada que intenta describirnos un mundo horrendo, representado en tener unas vidas escaneadas en serie en referencia a la vida familiar suburbana, a tal respecto la crítica al american way of life está presente en todo el metraje, también el concepto de la maternidad manipulada y de forma relativamente más sutil y anecdótica el paralelismo del comportamiento de los cucos con respecto a algunos personajes de la trama. Vivarium pese a ciertos lastres narrativos que dan cierta sensación de dilatar el relato innecesariamente y en donde por momentos se incide más en el mensaje que en el thriller psicológico de índole paranoico como tal funciona mejor conforme se hace más oscura y se retuercen de alguna manera coordenadas genéricas a la hora generar un mayor impacto en el relato a modo de elementos de horror insertados en lo supuestamente cotidiano, en esa construcción social que nos es impuesta, dramas y déficits de nuestro día a día meditados y expuestos de manera solvente en uno de los vehículos más adecuado para todo ello, el género fantástico, aquel que no te limitan en lo concerniente a traspasar las barreras de la realidad, una realidad que aquí y en su génesis nos es presentada en Vivarium como ciertamente perturbadora.
Valoración 0/5: 3’5
Memory: The Origins of Alien
«Memory» fue un guion que Dan O’Bannon comenzó en 1971 y que nunca llegó a pasar de la página número 29. Después de gestar la idea durante algunos años, finalmente vio la luz en forma de uno de los productos de ciencia ficción más conocidos de la historia del género: «Alien: el octavo pasajero», una de las obras maestras del director Ridley Scott.
Alexandre O. Philippe suele ser en estos últimos años un habitual al Festival de Sitges, todos sus trabajos documentales han estado presentes en el certamen catalán en una trayectoria que le ha llevado a ser un referente actual en dicha materia cogiendo de alguna manera el relevo del australiano Mark Hartley que tras su Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films decidió por voluntad propia abandonar la realización de trabajos en dicho formato, Alexandre O. Philippe estuvo presente en Sitges con dos documentales, ambos notables, Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist de la que hablaremos próximamente y Memory: The Origins of Alien, un apasionante, como no podía ser de otra manera, estudio que indaga en el proceso de creación de una de las películas capitales del género fantástico como es el Alien de Ridley Scott.
No deja de ser algo curiosa la evolución de la trayectoria de Alexandre O. Philippe partiendo de la base de como con los años ha ido perfeccionando la calidad de sus documentales, sus inicios fueron ciertamente modestos a tal respecto, The People vs. George Lucas y The Life and Times of Paul the Psychic Octopus partían de un anecdotario muy patente en un deslucido desarrollo que no iba más allá de dicha premisa, tampoco pasara a la posteridad su acercamiento a la cultura zombie con la intrascendente Doc of the Dead, con la notable 78/52, su mejor trabajo hasta la fecha junto a Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist, consigue dar un paso al frente y sus trabajos empiezan a ser un común denominador en cualquier festival de genero que se precie. En Memory: The Origins of AlienAlexandre O. Philippe sigue por esa buena senda mostrada en sus últimos trabajos, a tal respecto el documental que nos ocupa no pretende, ni lo es, ser el documental definitivo que desgrane a conciencia el film de Ridley Scott, su mirada provista de un abundante material de imágenes de archivo, va más bien direccionada a la mitología e influencias varias de la cual parte dicha creación, unos apéndices bien investigados en donde sobresale el apartado dedicado a el guionista Dan O’Bannon, posiblemente unos de los talentos dentro del fantástico menos reivindicado a día de hoy, emparentándose con 78/52 también hay un apartado bastante generoso en como analiza con detenimiento la famosa escena en donde vemos por primera vez al alien después de eclosionar el pecho de John Hurt, del mismo modo las interpretaciones posteriores lanzadas al espectador devienen como infinitas , una de ellas por ejemplo sería una interesante mirada sobre el lado feminista del relato y sus influencias con respecto a las heroínas dentro del cine. El proceso desgranado no solo se limita al ámbito creativo sino también al referido a su producción, una mirada tan amena como didáctica que sin embargo no es definitoria en el estudio en el que se adentra pero que sirve a la perfección como excelente añadido a modo de pleitesía a una obra que cuarenta años después de su realización sigue siendo referencial en la historia del cine fantástico.
Valoración 0/5: 4
Sesión salvaje
Sesión salvaje recorre la época dorada del cine de géneros en España, desde los westerns rodados en Almería a las películas de terror, pasando por el destape y el denominado cine quinqui. Este cine de serie B mantuvo a toda una pequeña industria de cineastas y nos regaló pequeñas y grandes obras, y este documental es un homenaje a todos aquellos profesionales que hicieron posible aquel cine hoy casi olvidado.
En una edición en donde de alguna manera el festival dada su algo deslucida sección oficial ha tenido que recurrir de forma más evidente y casi de una manera forzada a apartados en principios algo alternativos no deja de ser motivo de satisfacción que el número de documentales vistos este año se haya visto incrementado notoriamente con respecto a ediciones anteriores, más importante aún resulta que a día de hoy se realicen un ingente número de trabajos en dicho formato con una calidad bastante destacable en la gran mayoría de ellos, a tal respecto convendría señalar la importancia del documental de género como perfecta herramienta didáctica para el joven aficionado al fantástico de nuevo cuño, productos que no dejan de ser un vehículo a modo de apéndices didácticos que incitan a la revisión o el descubrimiento de un cine ya pretérito.
En esa labor antes comentada proveniente del documental genérico tiene un mérito aún más destacable si cabe aquel que se adentra en una parcela en parte no reconocida, o lo que es más importante desconocida para mucha gente, si de alguna manera es un temario que un servidor ha mamado a conciencia en el momento en que se dio esa herramienta didáctica se convierte en empática casi por obligación siendo ciertamente reconfortante el volver a transitar por lugares ya recorridos tiempo atrás. Sesión salvaje dirigida a cuatro manos por Paco Limón y Julio César Sánchez nos habla de aquella forma de hacer cine destinada primero a las salas de barrio de sesión doble para más tarde recalar en los videoclubs, también nace en referencia a esa labor antes comentada de divulgar y reivindicar en esta ocasión un tipo de cine que quedo extinto ya hace muchos años sin apenas reconocimiento, la denominada exploitation nacional que en realidad funcionaba a las mil maravillas como industria, el cine de repertorio genérico español de los años 70 y 80 son analizados de forma amena pero también rigurosa, ese rigor curiosamente no está acompañado por una narrativa digamos ordenada, a tal respecto es casi imposible que este tipo de cine por su naturaleza no termine estando estudiada de una forma algo deslavazada, mediante a confecciones y entrevistas de implicados de aquella época y voces autorizadas del presente se nos muestra un repaso de aquellas producciones que en su día pese a ser rentable en lo económico y exportables al exterior fueron denostadas, desde el spaghetti western al cine de terror pasando por las comedias del destape y terminando en el cine quinqui, muchas de ellas catalogadas con aquella Clasificación ‘S’ que nos venía a advertir que era un tipo de cine solo destinado a gente adulta, como no podía ser de otra manera también hay en el documental una indagación en el entorno social y político de la época, en este apartado resulta ciertamente alarmante el comprobar como aquel cine siempre expuesto bajo la mirada del sensor acabo resultando bastante más atrevido y desprovisto de ligaduras morales que el producido hoy en día, una paradoja que da que pensar en la involuciona sufrida a lo largo de estos años, por lo demás Sesión salvaje es un goce continuo con respecto al cinéfilo con pedigrí que funciona a la perfección a la hora de mirar hacia atrás en su función de rememorar, reivindicar y descubrir un cine libre que tarde o temprano está destinado a ser tratado con la justicia que lamentablemente no tuvo en su día.
Valoración 0/5: 4
VFW
Como todos los soldados que han luchado en Vietnam, Fred cree que lo ha visto todo. Hasta que, una noche, él y sus amigos deben enfrentarse a una horda de yonkis mutantes que asedian el puesto de veteranos del ejército de su localidad.
A falta de la presencia de directores ya plenamente consagrados dentro del fandom este Sitges 2019 direcciono su mirada hacia autores que de alguna manera aún parecen encontrarse en boxes, en este sentido uno de los nombres propios a modo de relevación definitiva de esta edición fue sin lugar a dudas el estadounidense Joe Begos, presente en el festival con dos trabajos radicalmente opuestos entre sí en referencia a su estructura, por un lado esa alocada desviación lisérgica y psicodélica que es Bliss y por otro el film que nos ocupa, la aplicada y desmedida re visitación del action movie de los años 80 VFW.
No deja de ser curioso sin embargo como el mayor beneplácito de público y crítica con respecto a ambas películas fuera a recaer sin paliativos a Bliss, seguramente de una forma merecida, la contradicción viene dada en la medida de cómo esta película se aparta del temario habitual de su director, si repasamos su breve pero intensa filmografía detectaremos que trabajos como Almost Human o The Mind’s Eye no dejan de ser ómnibuses genéricos que en ningún momento disimulan su condición de homenaje y pleitesía a un determinado tipo de cine realizado en los años 80, VFW de forma evidente y a diferencia de Bliss, film que analizaremos más adelante con algo más de detenimiento, pertenece sin ningún tipo de disimulos a este grupo, en esta ocasión a modo de vuelta de tuerca de tono desenfadado y en parte gamberro del Assault on Precinct 13 de John Carpenter y productos sucedáneos que devinieron de este. VFW cuyo título hace referencia a las siglas de los soldados veteranos que participaron en la guerra de Vietnam está impregnada en todo momento a través de un aire retro bastante característico visto en trabajos anteriores de un Joe Begos que afortunadamente sigue fiel a un estilo, de inequívocas texturas independiente que en parte no deja de ser un tipo de cine de guerrillas, una película cuya misión a parte de divertir a la audiencia es la de evocar un espíritu pretérito. Pese a la precariedad económica de la propuesta la abundante dosis de gore deviene como generosa para mayor satisfacción del incondicional de esto de los revaivals cinematográficos, en tal sentido su cuadratura de claro índole carismático y referencial deviene como una apuesta ganadora para un entorno como el de Sitges, al igual que en anteriores películas de su autor la falta de experiencia o una cierta inmadurez fílmica, aquí algo más depurada, queda equilibrada por una total libertad de prejuicios creativos, aquí el tono testosterónico y sin miramientos a las sutilezas impera a lo largo de todo el metraje en un relato en donde los malos son muy malos y los buenos muy buenos, el disfrute para gente afín a esta coordenadas genéricas está plenamente garantizado hasta el lógico y en parte inevitable agotamiento temático que terminara padeciendo el espectador, algo por otra parte poco importante dada la propia naturaleza de esta clase de películas.
Valoración 0/5: 2
The Long Walk
Un muchacho que vive en las afueras de un pueblo rural de la jungla de Lao se ve obligado a cuidar de su madre enferma cuando su padre les abandona. Cuando un día acude a la ciudad en busca de alimento, es testigo del atropello de una joven mujer cuyo espíritu permanece a su lado en silencio de ese momento en adelante. 50 años después, pese al desarrollo de la ciudad, el campo sigue siendo exactamente el mismo, solo que ahora sirve como escaparate para que los turistas puedan contemplar la pobreza que impera en el país. Una serie de sucesos le llevan a descubrir que el espíritu de aquella chica le permite viajar en el tiempo, lo que le empuja a intentar salvar a su madre de contraer la enfermedad que finalmente acabaría con su vida.
Después de la interesante Dearest Sister la realizadora Mattie Do (Premio a la mejor Dirección) volvía a Sitges otra vez encuadrada dentro de la Sección Noves Visions con su nuevo trabajo tras las cámaras titulado The Long Walk, un film que en esta ocasión transita nuevamente sobre fantasmas, más ambicioso tanto en recursos como en contenidos en uno de esos relatos que exigen al espectador un sobreesfuerzo extra a la hora de no perderse por una narrativa tan exigente en su por momentos confuso dictado como interesante en referencia a sus postulados genéricos de claro índole tradicional.
The Long Walk como relato que bascula en todo momento a través de una narrativa fragmentada temporalmente tiende a hablarnos de oportunidades perdidas y de cómo un hombre intenta cambiar su propio pasado, este denso viaje espectral a modo de drama rural con claras acotaciones sobrenaturales y un cierto tono poético expuesto a través de distintas líneas temporales y provisto de fantasmas y apariciones varias de por medio deviene como un producto ciertamente curioso dada su peculiar condición autóctona, hay bastante poca cinematografía proveniente de Laos, menos de género y más raro aún si esta viene firmada por una fémina, a tal respecto esta pieza que reflexiona tímidamente sobre la fe y el destino desde una perspectiva muy poco convencional, por momentos demasiada criptica y sobrecargada de detalles de cuestionable aclaración con algunos pasajes ciertamente indescifrables, termina dándole un plus autoral a un producto con interesantes ingredientes a tener en cuenta y que en parte sirve en la medida de paliar ciertos déficits estructurales como por ejemplo su desmesurada duración. Una lástima que Mattie Do pese a lo interesante e inhabitual de la propuesta no termine de saber adecuar convenientemente todo el potencial metafórico de una historia que parece estar fragmentada no solo argumentalmente sino también en referencia a una dudosa adscripción genérica situada entre la tradición rural budista y ciertos retazos de ciencia ficción, por otra parte pese a asomar tímidamente en la historia los elementos de terror estos tampoco se adueñan en ningún momento de un relato que da la sensación de situarse genéricamente en tierra de nadie, esto ocasiona inevitablemente el no poder encontrar una audiencia potencial determinada que termine avalando para bien un producto de una naturaleza tan loable en intenciones como ciertamente peculiar en referencia a su condición.
No deja de ser una obviedad como a lo largo de su carrera Abel Ferrara ha tenido una serie de actores de plena confianza que han sido bastantes recurrentes dentro de su ya extensa filmografía, entre ellos encontraremos a Harvey Keitel, Christopher Walken pero muy especialmente a Willem Dafoe, si repasamos sus colaboraciones detectaremos trabajos tan fructíferos como por ejemplo resultaron ser New Rose Hotel, Go Go Tales, 4:44 Last Day on Earth o Pasolini, Tomasso, cuyo primer tráiler acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su póster oficial, supone hasta el momento y en espera de recién acabada Siberia el último encuentro artístico de ambos. La película de producción italiana, que tuvo su premier mundial en el pasado festival de Cannes y que estos días se podrá ver dentro de la sección oficial del Festival de Sevilla, viene a representar una especie de autorretrato medio friccionado casi a modo de continuación de su anterior Alive in France en donde somos testigos de un ejercicio fílmico a la hora de ver como el realizador neoyorquino de origen italiano intenta reconducir su confusa vida familiar.
Tomasso nos narra las vivencias de un artista estadounidense (Willem Dafoe) que vive en la ciudad de Roma con su mujer Nikki (Cristina Chiriac) y con su hija de 3 años. La historia viene a ser una especie de confesión cinematográfica del propio Abel Ferrara en donde se plasman sus propias experiencias en referencia a su vida personal en un argumento que se centra en el proceso de ruptura sentimental con su esposa Christina.
La película con guion del propio Abel Ferrara y música a cargo del habitual Joe Delia está protagonizada por Willem Dafoe, Cristina Chiriac, Anna Ferrara, Stella Mastrantonio, Lorenzo Piazzoni, Alessandro Prato y Alessandra Scarci.
Fracturas adolecentes y recuperaciones musicales pretéritas
Si existe una temática bastante recurrente normalmente en los festivales de cine de categoría A esta es esa constante que nos suele retratar problemáticas sociales, raro es ver en cualquiera edición de Cannes, Berlín, Venecia o San Sebastián relatos que en mayor o menor medida transitan a través de la marginación del desfavorecido social, curiosamente este año en el Zinemaldia ha habido dos películas muy colindantes argumentalmente con respecto a dichas problemáticas direccionada en esta ocasión en la adolescencia, por un lado la española La hija de un ladrón de Belén Funes y por otro la película que nos ocupa Rocks, en el film de la realizadora británica Sarah Gavron vemos el complicado día a día de una adolescente poseedora de una aptitud siempre optimista provista de grandes sueños de futuro, con amigas leales, divertidas y un hermano pequeño algo travieso al que adora. Un día sin embargo su particular mundo se trastoca cuando llega del colegio y se encuentra con que su madre se ha ido, dejando un poco de dinero y una nota sin mucha más explicación que un lacónico lo siento.
Rocks parte de un hándicap que en parte es solucionado satisfactoriamente, concretamente el referido en intentar ofrecernos algo de originalidad y frescura en lo concerniente a un temario demasiado trillado y muy propenso a la grandilocuencia dramática. De este modo y aunque parte de una premisa similar el nuevo trabajo de la autora de Suffragette no se asemeja a por ejemplo al Nadie sabe de Hirokazu Koreeda, por fortuna tampoco lo hace con respecto a ese realismo friccionado tan habitual en el cine perpetrado por el británico Ken Loach, Rocks con una cierta tendencia a los pequeños detalles sin ser moralista ni sermoneadora pone el énfasis en la ausencia materna, pero en especial en como sobrellevarla, tieniendo la virtud de mostrarnos de forma algo diferente a lo habitual una historia acerca de una consolidación a la edad adulta forzada por las circunstancias, la construcción de una identidad con especial incidencia en la amistad y lealtad femenina que lo rodea, no lo hace a través del gueto entendido como entidad marginal sino más bien en lo concerniente a una cotidianidad de un grupo de adolescentes de origen multiétnico, en sus continuas interacciones encontraremos mucha improvisación escénica, esta radiografía deviene como clave a la hora de mostrarnos un comedido retrato en donde la veracidad va unida a una imágenes tan físicas como dinámicas en una película totalmente ajena al subrayado que no a la veracidad entendida como retrato de un devenir adolecente expuesto en base a una naturalidad que nos direcciona de forma casi obligada a la empatía hacia la protagonista.
En la jornada de hoy hubo tiempo de poder adentrarse en esa sección ya tan consolidada y en parte imprescindible dentro del festival como es Nuevos Directores, apartado en donde prima el descubrimiento dedicado exclusivamente a primeras y segundas películas, de Suiza vino Le milieu de l’horizon de la realizadora Delphine Lehericey, un segundo trabajo tras las cámaras que curiosamente colinda temáticas adolecentes con la que fue su ópera prima Puppylove, también presente años atrás en la misma sección del certamen. Le milieu de l’horizon nos sitúa en el verano del año 1976. Una ola de calor está provocando que el campo suizo se seque a toda velocidad. En un ambiente sofocante, Gus, que tiene trece años y es hijo de un granjero, ve cómo su entorno familiar y su inocencia se están resquebrajando, desde su propia mirada está de alguna manera viviendo lo que él considera como una especie de un fin de mundo particular.
Le milieu de l’horizon que adapta una novela de Roland Buti parte de una idea cinematográfica prototípica, aquella que nos explica la trasformación o emancipación de un joven en parte obligado por una serie de acontecimientos ocurridos dentro del núcleo familiar al que pertenece, punto de partida similar a la anteriormente comentada Rocks pero a través de una narrativa completamente diferente, en esta ocasión a modo de una característica coming of age encuadrada dentro de un periodo de tiempo muy determinado, apenas dos semanas y una ubicación rural clave en el desarrollo de la historia. De alguna manera en el film de Delphine Lehericey asistimos al final de un tiempo y unas vivencias que dan paso a otro bien diferente, transitando más allá del característico y sempiterno despertar sexual del joven protagonista el relato nos permite ciertas acotaciones interesantes que vienen a representar dicha ruptura vital arriba citada, el derrumbe de un mundo plasmado por un lado por una especie de capitalismo que pasa por encima del individual entorno campesino simbolizado en el relato en la figura de un padre que asiste a la irremediable tesitura de intentar subirse al tren de la modernidad si no quiere verse abocado a la desaparición laboral, el otro no social sino a modo de reafirmación sentimental o emotiva en referencia a la liberación de la mujer, la de una madre (una ajustada Laetitia Casta) que ve el momento de desembarazarse de ese cordón umbilical familiar para resetear el destino que ella cree que en verdad le corresponde, todo ello evidentemente bajo la mirada del infante, en esta ocasión expuesta como figura representativa del joven contemplativo que asiste a un irremediable cambio, una mirada tan vulnerable ante los hecho que se ve obligado a afrontar como en parte participe de lo que inevitablemente el futuro le deparara.
Otras de las películas presentes en la jornada de hoy en la sección Nuevos Directores fue la cinta Nematoma, coproducción entre Letonia, Lituania y Ucrania y segundo trabajo tras las cámaras del realizador Ignas Jonynas, la historia nos presenta a Jonas, un hombre que finge ser ciego para poder entrar en un conocido concurso de baile televisivo, será allí donde conoce a su atractiva compañera de baile, Saulé. Pronto se convierten en los concursantes más populares del show. En otro relato colindante vemos como un hombre llamado Vytas sale de prisión sediento de venganza, pues cree no ser el único responsable de la muerte de su esposa, sino que gran culpa de tan desgraciado hecho también recae en el que él piensa que fue su antiguo amante.
Nematoma cuya notable depuración formal es incuestionable es de esas películas en donde su aparente condescendencia narrativa le hace un flaco favor a su conjunto, dicho de otra manera en el film de Ignas Jonynas atisbamos una buena estructura a modo de relato dual en donde se juega continuamente con las expectativas del espectador en base a irrealidades escapistas y ansias de venganza, de alguna manera los interesantes mimbres con los que despega, la convivencia con las mentiras a modo de capacidad de autoengaño de ciertas personas para no hacer frente a una traumática realidad que en mayor o menor medida les corroe expuestas en base a una masculinidad de tono tóxico o ligeros apuntes a modo de crítica social con respecto a la manipulación de los medios por ejemplo siempre están destinados en la medida de ser utilizados en base a una conclusión en donde siempre se echa mano a la grandilocuencia fatalista, una exploración del trauma dudosamente desarrollada la verdad, a tal respecto la finalidad siempre es el golpe de efecto dramático en un relato en donde el subrayado de los contrastes es demasiado evidente y abrupto, algo que no tendría que ser malo por naturaleza sino fuera por como todo el entramado referido se percibe mucho tiempo antes de que esa eclosión narrativa se produzca a través de unas anteriores expectativas que devienen como muy detectables.
Amazing Grace enclavada dentro de la sección Perlas vino en parte a cubrir un hueco bastante evidente visto en una edición en donde escasearon los documentales dentro de su programación, sin embargo este trabajo no es desde luego un documental convencional entendido como tal sino más bien el rescate de un registro musical a modo de testamento, para ponernos un poco en contexto de esta atípica producción que finalmente ha visto la luz el film nos cuenta como en el año 1972, Aretha Franklin decidió volver a sus raíces y dedicar un álbum en vivo a la música con la que se crió: el góspel. Para grabarlo, Warner invitó al Coro Comunitario del Sureste de California, a una banda y a un centenar de personas de público, para pasar dos noches en una iglesia de Los Ángeles convenientemente habilitada para tal evento. De ahí tenía que salir también una película, que sería un reportaje/making of promocional realizado por el mismísimo Sydney Pollack. Por motivos técnicos un joven e inexperto Pollack no pudo usar claquetas en el inicio de cada toma que registraban las cinco cámaras que habían dentro del recinto y las 20 horas de metraje que resultaron de ahí fueron absolutamente imposibles de poder ser montadas en posproducción. El material de archivo terminó en una bóveda y ha sido durante 4 décadas uno de los tesoros cinematográficos perdidos de la música del siglo XX. En 2008, tras el fallecimiento del director, el productor musical Alan Elliott rescató el material y usando la tecnología del momento logró sincronizar la imagen con la pista de sonido, logrando por fin sacar a la luz la grabación en directo del disco más vendido de la historia del góspel.
Posiblemente la gran virtud de Amazing Grace radique en la medida de cómo alguien que no tiene que ser forzosamente un seguidor o apasionado de la música de la famosa cantante estadounidense puede disfrutar perfectamente de tal documento, como he citado más arriba este afortunado rescate musical tiene su razón de ser en como ejerce de experiencia hacia el espectador, a tal respecto la película no deja de ser una especie de catarsis de clara naturaleza inmersiva, despojada de cualquier tipo de intromisión ya sea en forma de entrevistas o contextos explicativos de la situación, solo nos quedará la música tal cual expuesta a través de un material que deviene casi como primitivo en lo relativo a su ejecución, esta autenticidad en parte le da un mayor sentido a lo entendible como momento único e irrepetible, un regalo didáctico de algo que se creía ya perdido, una celebración eucarística en definitiva que la historia nos debía a modo de visualización de uno de los mejores conciertos de todos los tiempos.
Como colofón de esta jornada se pudo ver el último trabajo del realizador madrileño Daniel Sánchez Arévalo tras las cámaras titulado Diecisiete, una luminosa road movie con inequívocas texturas de ese subgénero denominado como feel good movie en un relato en donde vemos como un chico de 17 años de edad lleva dos internos en un centro de menores. De carácter insociable y poco comunicativo el joven apenas se relaciona con nadie hasta que un día se anima a participar en una terapia de reinserción con perros. La terapia evidentemente termina por ser bidireccional, a través de ella se establece un vínculo indisoluble con una perra, a la que llama Oveja. Pero un día el animal es adoptado y el joven se muestra incapaz de aceptarlo. A pesar de que solo le quedan menos de dos meses para cumplir su internamiento, decide escaparse para ir a buscarla.
No existe mucho misterio a la hora de intentar desgranar una película de las características de Diecisiete, título que hace referencia a la edad de su protagonista, su paráfrasis principal vendría a ser en ver como dos hermanos que no acaban de entenderse terminan haciéndolo en base a réplicas y contrarréplicas, será en ese trayecto y las relaciones personales e interactuaciones de ambos a través de él lo que haga sanar las heridas existentes hasta ese momento, las taras psicológicas familiares y falta de conexión principalmente que atesoraban al inicio de dicho recorrido. Una historia mínima acerca de personalidades a medio construir que transita por lugares demasiado comunes, su síntesis podría definirse como un relato en donde priman en todo momento las buenas maneras, unas intenciones que no llegan a ser equiparables a lo que es su resultado final, situado siempre a medio camino entre un atisbo de reflexión y la ligereza genérica, el nuevo trabajo del responsable de Azuloscurocasinegro (en lo que respecta a un servidor su mejor película realizada hasta la fecha) parte de la premisa de que no es necesario ponerse muy dramáticos a la hora de explicar problemáticas varias, la sensación final de este enésimo viaje de autodescubrimiento conjunto provisto de diálogos extremadamente subrayados termina siendo la de asistir a una corrección temática tan sencilla que no ofende pero que evidentemente tampoco llega a trascender ni siquiera levemente en ningún momento de su por otra parte ameno metraje.
Títulos como ‘Amigo’, ‘American Satan’ o ‘Luz’ se proyectan esta semana en la sala madrileña.
El Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya y la Fundación SGAE organizan conjuntamente un ciclo de cine dedicado al Festival, con la proyección de cinco títulos presentados en su 52ª edición. Las sesiones se llevarán a cabo hasta el próximo sábado, 9 de noviembre, a un precio de tres euros la entrada.
Amigo, de Óscar Martín; An American Satan, de Aram Garriga; El psicópata, crónica de un caso sin resolver, de Estefani Céspedes; Luz, de Juan Diego Escobar Alzate, y En el pozo, de Bernardo Antonaccio y Rafael Antonaccio, son los cinco films seleccionados para participar en este ciclo que tiene lugar en la Sala Berlanga de Madrid.
La clausura del ciclo, el sábado 9 de noviembre, consistirá en la proyección de los trabajos audiovisuales seleccionados para la retrospectiva del 20º aniversario de los Premios SGAE Nueva Autoría, que cada año se entregan en el marco del Festival de Sitges. La entrada para esta sesión será gratuita hasta completar aforo.
Programa
Lunes, 4 de noviembre
18.30 h. Amigo / Óscar Martín / 2019 / 85’
20.30 h. An American Satan / Aram Garriga / 2019 / 72’
Martes, 5 de noviembre
18.30 h. El psicópata, crónica de un caso sin resolver / Estefani Céspedes / 2019 / 84’
20.30 h. Luz / Juan Diego Escobar Alzate / 2019 / 103’
Miércoles, 6 de noviembre
18.30 h. En el pozo / Bernardo Antonaccio y Rafael Antonaccio / 2018 / 80’
20.30 h. Amigo / Óscar Martín / 2019 / 85’
Jueves, 7 de noviembre
18.30 h. An American Satan / Aram Garriga / 2019 / 72’
20.30 h. El psicópata, crónica de un caso sin resolver / Estefani Céspedes / 2019 / 84’
Viernes, 8 de noviembre
18.30 h. Luz / Juan Diego Escobar Alzate / 2019 / 103’
20.30 h. En el pozo / Bernardo Antonaccio y Rafael Antonaccio / 2018 / 80’
Sábado, 9 de noviembre
19.00 h. 20 años de Premios SGAE Nueva Autoría
John Carpenter, es uno de los grandes referentes del cine de terror, sobre todo a raíz de haber filmado la transcendental la noche de Halloween (Halloween, 1978), filme de bajo presupuesto que cambió el subgénero protagonizado por asesinos en serie. Pero, este director americano entró en la industria con la intención de imitar a Howard Hawks o John Ford, de los cuales recogió lo mejor de sus recursos técnicos para presentar su propio estilo, un talante único y propio que lo ha servido para enfocar cualquier género como si fuese una película del Oeste. Enfrentando de forma constante con los grandes estudios, el maestro representa la figura del outsider que ha sabido exprimir escasos recursos para sacar adelante proyectos que necesitaba de un gran presupuesto, haciendo del minimalismo artístico una virtud. En plena efervescencia alrededor de la cultura retro, Carpenter es un director de culto al que se alude también cuando se habla de la iconografía presente en el arte de los años ochenta, y es adorado dentro del mundo musical ligado a los sintetizadores porque utilizó estas máquinas de un modo original dentro del cine, componiendo sus propias bandas sonoras para sortear el hecho de no poder contratar una orquesta. Siendo ahora un venerable decano, del que se espera que algún día vuelva a la gran pantalla, Carpenter sigue en la brecha dando conciertos de música y promoviendo los cómics de ciencia-ficción que publica su esposa Sandy King. Juan Manuel Corral estudia en John Carpenter. El maestro del terror la biografía y filmografía de un genio que ha logrado que sus filmes lleven la etiqueta “John Carpenter’s”, desde su juventud hasta nuestros días, y así, el lector podrá leer sobre, por ejemplo:
La verdadera influencia de John Carpenter en la serie Stranger Things (2016 – )
¿Por qué se definió a La cosa: El enigma del otro mundo (The Thing, 1982) como un filme pornográfico?
En qué bandas chinas reales se fijaron los guionistas para escribir Golpe en la pequeña China (Big Trouble in Little China, 1986).
Cuando Adrienne Barbeau descubrió a su marido John Carpenter atemorizado en la casa que el matrimonio poseía en Inverness.
¿Por qué el hijo de Dave Davies de The Kinks es el ahijado de Carpenter? Y un interesante apartado que desentraña todos los temas de sus bandas sonoras.
Autor; Juan Manuel Corral, Editorial: Dolmen Ediciones, Páginas: 288