Una periodista caída en desgracia intenta salvar su carrera recurriendo al mundo de los podcasts de investigación. Mientras trata de averiguar la procedencia de un extraño artefacto relacionado con una conspiración alienígena, la joven reportera iniciará un duro viaje de autodescubrimiento emocional.
Posiblemente una de las virtudes menos señaladas dentro del cine fantástico ha sido la referida a cómo una gran parte de las películas adscritas a dicho género han sabido plasmar con cierta sutileza la época, y ciertas constantes sociales adyacentes a ella en la que han sido concebidas, a tal respecto Monolith, la modesta opera prima del australiano Matt Vesely, cumple parcialmente con tal condición al situarnos en un primer lugar en parcelas y contextos inequívocos relacionados con ciertos aspectos de nuestro presente, uno de ellos podría ser la cultura de acoso y cancelación que de alguna manera sufre la protagonista, una acertada Lily Sullivan, previa a aterrizar en la entretenida Evil Dead Rise, al publicar una acusación sobre una persona cimentada a través de cauces no contrastados, hecho que la relega del periodismo entendido como tal a intentar ganarse la vida mediante uno de esos podcasts de carácter sensacionalista que cuenta historias aparentemente inverosímiles, también el referido a la inquietante tendencia periodística de generar miedo en plena era digital, en donde la tecnología, y su dominio omnipresente en nuestras vidas, puede actuar como ente propagador de lo conspiranoico, y como éste, en determinados casos, puede terminar repercutiendo la ansiedad en el cerebro humano. Un vasto temario este último dentro del género fantástico que crea curiosos vasos comunicantes con la interesante y siempre reivindicable Pontypool de Bruce McDonald, una de las películas más inteligentes realizadas en los últimos años dentro del subgénero zombie.
En ese sentido, y bajo claros dictámenes genéricos lindantes al low cost que nos podrían remitir a ciertos ejercicios de ciencia ficción minimalista como, por ejemplo, Primer de Shane Carruth o la más reciente La paradoja de Antares de Luis Tinoco, Monolith orbita principalmente alrededor del vacío metafísico, y cómo el concepto de negación de la verdad, y la culpa moral por parte del individuo es castigado mediante el elemento fantástico. Bajo su apariencia de obligada austeridad, de un fantástico dialogado con un solo protagonista y escenario, Matt Vesely saca provecho del espacio limitado del que dispone, a través principalmente de fríos tonos grises que nos remiten al concepto del aislamiento y posterior deterioro mental, en un hábitat, una lujosa casa modernista que nos puede recordar a la vista en Ex Machina de Alex Garland, solo al alcance del privilegiado, detalle fundamental en esta historia de ciencia ficción que se transforma lentamente, de forma inteligente, en horror pesadillesco en un tercer acto en donde hará acto de presencia una interesante abstracción genérica, gratificantemente no diluida en discursiva social sobre males adyacentes a la condición humana. Posiblemente una de las propuestas que mejor han sabido indagar en el concepto de la postpandemia, y en las derivas de nuestro presente ocasionadas de ello.
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