Crónica Festival de Sitges 2019. Día 6

Synchronic

Dos paramédicos de Nueva Orleans ven cómo sus vidas cambian de la noche a la mañana tras descubrir una serie de terribles muertes, al parecer causadas por una nueva droga de diseño que está causando estragos en la ciudad.

Otros de los habituales de Sitges en estos últimos años son la pareja de realizadores formada por Justin Benson y Aaron Moorhead, Synchronic, su nuevo trabajo tras las cámaras, nos vuelve a situar en un terreno y unas coordenadas que dan la impresión de ser plenamente coherentes en referencia a unas determinadas obsesiones autorales siempre representadas a través de una mirada al género fantástico que deviene como incondicional en relación a su posicionamiento.

Posiblemente Justin Benson y Aaron Moorhead dejaron el listón muy alto con su anterior The Endless, a la postre su mejor película realizada hasta la fecha, la buena noticia es que Synchronic pese a ser algo inferior a su antecesora es plenamente consecuente a un estilo muy reconocible, concepto este hoy en día difícil de encontrar dentro del género fantástico, el ser fiel a una serie de coordenadas cuya base de alguna manera se mantiene inalterable, a tal respecto los responsables de Resolution no dejan de ser una especie de rara avis dentro de un panorama genérico que en referencia a autorías ubicadas dentro de ese ecosistema cinematográfico actual que está continuamente mutando en consonancia a las demandas. En Synchronic, que no deja de ser una versión existencialista en clave fantástica del Bringing Out the Dead de Martin Scorsese, vemos como los medios y recursos afortunadamente son más generosos que con respecto a anteriores películas, el discurso vuelve a transitar por cuestiones tales como la amistad, el vacío personal o el verdadero sentido de nuestra existencia, cuestiones aquí revestidas genéricamente a modo de un thriller de ciencia ficción con viajes temporales expuestos en base a temas siempre profundos los planteados por Justin Benson y Aaron Moorhead que aquí sin embargo dan una cierta sensación de no estar plenamente cohesionados al relato, posiblemente el elemento fantástico está demasiado forzado con respecto a lo que es su propia credibilidad, el resultado final termina siendo algo inferior a trabajos que le precedieron, las reflexiones filosóficas vuelven a tener la gran virtud de no parecer impostadas pese a que el mensaje en cuestión en esta ocasión tenga una lectura muy predecible, está a groso modo no deja de ser una especie de alegato en referencia a saber apreciar en su justa medida nuestro presente una vez que has catado el infierno del pasado, esto con independencia del resultado global del producto no deja de ser una activo muy a tener en cuenta, las autorías orquestadas por Justin Benson y Aaron Moorhead  son siempre tan interesantes como inhabituales, poco importa y se le perdona en parte que en esta ocasión el trazo emotivo, siempre por delante del efectivo, de la sensación de estar demasiado subrayado, lo importante aquí es saber apreciar a través de sus grandes enunciados ese tono siempre íntimo y cercano tan característico en un tipo de cine que deviene como ciertamente atípico.

Valoración 0/5: 2’5

 

A Touch of Zen

Un joven vive alegre y humildemente en un pequeño pueblo junto a su madre, componiendo poemas, escribiendo cartas y haciendo retratos. Un día, una joven se traslada a vivir al edificio que está junto al suyo, abandonado y que tiene fama de estar encantado. Aunque se siente atraído por ella, su llegada también supone el inicio de sus problemas, al verse involucrado en intrigas políticas.

Uno de los momentos cumbres indiscutiblemente de este Sitges 2019 por lo que respecta a un servidor fue la oportunidad de poder ver en pantalla grande cuatro de las películas más emblemáticas realizadas por King Hu, uno de los directores más relevantes de los años setenta surgido del cine proveniente de Hong Kong,  A Touch of Zen obra totémica y seminal del wuxia es una pieza que justifica por si sola la existencia de un certamen cinematográfico que ofrezca la oportunidad de poder visionarla, una ocasión única para reverenciar una vez más, o descubrir por primera vez en el mejor de los casos, una película que tenía el añadido de ser proyectada en un fantástica copia restaurada.

A Touch of Zen es de esas historias en apariencia simples pero provistas de un tratamiento ciertamente complejo, como obra maestra del género que es resulta por momentos inabarcables, no solo en referencia a su generosa duración, 180 minutos, sino en lo concerniente a una amalgama que va desde lo más puramente lúdico a lo trascendental al aunar un concepto fantástico al wuxia en referencia a conjuntar duelos y reyertas varias junto a la clásica historia china de fantasmas a través de una historia de estructura episódica, también en lo concerniente a ser una obra plenamente referencial, a tal respecto sería muy largo el detallar a los numerosos realizadores contemporáneos que en mayor o menor medida han mirada y sustentado sus trabajos en la obra perpetrada por King Hu, posiblemente la referencia más notoria para las nuevas generaciones serían los wuxias realizados por Zhang Yimou, en trabajos como Hero, House of Flying Daggers, Curse of the Golden Flower o la reciente Shadow existe una semejanza en relación a la estilización de la imagen, de un tono más inmovilista y preciosista en el caso de Yimou King Hu atesora sin embargo una superioridad visual bastante notoria con respecto a sus acólitos, la poética visual en este caso va en consonancia con la fluidez de unos diálogos que inmediatamente dan paso a majestuosas escenas de lucha y viceversa. Nada mejor que enfrentarse a una película de las connotaciones de A Touch of Zen que intentar buscar una especie de acomodo y una semejanza para con un protagonista principal que deviene como falso, el espectador al igual que el asistirá casi en primera persona y en tiempo real a una abrumadora exploración de un particular imaginario que no deja de ser toda una lección de cómo hacer cine.

Valoración 0/5: 4’5

 

L’angle mort

En L’angle mort vemos como Dominick tiene el don de volverse invisible, pero eso no hace su vida mejor. De hecho, oculta el poder incluso a sus seres queridos, como si fuera una enfermedad. Cada vez le resulta más complicado mantener el control de su habilidad, y eso pone en jaque sus relaciones y su estabilidad. Durante el proceso, un día su propio poder se escapa de su control, con terribles consecuencias al mismo tiempo que conoce a otro chico que casualmente comparte su misma habilidad y al que parece aterrorizarle la idea de poder perderlo.

El concepto de la invisibilidad también estuvo presente este año en Sitges con la cinta francesa L’angle mort, el film de Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic, responsables de la notable L’autre, explora a partir de una idea de Emmanuel Carrère en dicha temática a través de una historia que se aleja conscientemente del trazo que indaga en un componente lúdico que podría emparentarla al cine de súper héroes o en la sempiterna re visitación de conceptos clasicistas.

Queda muy claro que L’angle mort en cierta manera utiliza el elemento fantástico de su historia casi a modo de escusa  pues la verdadera intención de sus responsables versa en el modo de contarnos un relato provisto de evidentes tintes existencialistas, la historia es la de un hombre atrapado a través de un don que termina convirtiéndose en una especie de maldición, una premisa fantástica que juega en todo momento a favor de la reflexión social mostradas a través de las vivencias de su protagonista principal, en el film somos testigos de lo entendible como una doble invisibilidad, la material y la alegórica, esta segunda vía en relación al desfavorecido social que también termina siéndolo en lo emocional, la metáfora de índole casi metafísica transitara pues en lo concerniente a una aparatosa colisión, aquella que enfrenta al costumbrismo y la naturalidad extrema del relato contra la fantasía sobrenatural ubicada en un escenario que intuimos como reconocible en nuestro día a día, lo excepcional  y la racionalidad mundana de una historia que en realidad más que hablarnos de la  invisibilidad nos plantea el anhelo del concepto de la visibilidad, a tal respecto la mirada de Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic deviene como ciertamente pesimista e incluso oscura, el contexto urbano termina siendo determínate a la hora de mostrarnos una estigmatización o encarcelamiento social del abandono moral de seres que cohabitan en una gran y hostil urbe, en el film un Paris taciturno y opresivo para con el distinto, aquel cuya identidad no logra definirse quedando anulada o en el menor de los casos fragmentada, ahí es cuanto veremos esa doble fantasmagoría del individuo expuesto en relación a un relato provisto de un generoso números de capas, serán a través de ellas en donde seremos testigos de una obra que huye de lo ordinario a la hora de abordar la tesis de la vulnerabilidad para adentrarse en una muy oscura antropofagia conceptual de lo no visible.

Valoración 0/5: 3

 

Misterio en la noche

1900, en la Filipinas colonial. Una mujer criada en un bosque encantado por unas ninfas experimenta el amor por primera vez. Enamorada de un hombre de ciudad, vivirá el dolor de la traición y la ruptura, que canalizará en forma de una tremenda furia. La mujer se transformará así en Aswang, un ser mitológico dispuesto a vengarse y a condenar a su amado a sufrir para siempre.

Uno de los cometidos y atractivos de antaño en los festivales de cine era el descubrimiento entendido como concepto de enfrentarse a una obra o a un autor completamente virgen de referencias con respecto a su visionado, en muchas ocasiones el ir con los ojos tapados suponía toda una agradable sorpresa a la hora de encontrar casi sin proponértelo unas virtudes fílmicas con las que no contabas en un principio, ni que decir tiene que con el paso de los años y con la sobre información a la que estamos expuestos dicho concepto aplicado a los certámenes cinematográficos de hoy en día deviene casi como en su antítesis, ahora premia el evento como tal y el rum rum previo, en la mayoría de veces direccionado al halago prefabricado de la obra en cuestión. Por suerte aun en según qué festivales queda un pequeño resquicio para dichas disquisiciones pretéritas, Sitges para bien o para mal es un enorme contenedor fílmico en donde aún tienes el privilegio de entrar en una sala y descubrir pequeñas joyas cinematográficas de las previamente que no tenías ninguna constancia en relación a su existencia como resulta ser el caso de la cinta filipina Mystery of the Night.

Lo primero que sorprende en un producto de las características de Mystery of the Night viene en relación a que no estamos ante una ópera prima al uso, más bien todo lo contrario pues Adolfo Alix Jr. tiene una larga trayectoria tras las cámaras con la constancia de haber tocado bastantes palos genéricos a través de ella. Mystery of the Night fluctúa en relación a un sosegado cuento que indaga en el folclore local, esta como buena fabula que es estará provista de una moraleja final, a tal respecto las mitologías locales no dejan de ser, como percibimos claramente en el film de Adolfo Alix Jr., relatos e idiomas de índole universal, dichas sapiencias pretéritas sirven de algún modo para aleccionar moralmente al receptor, en el caso que nos ocupa a través de una historia de venganza  integrada plenamente en la cultura filipina, el tono otorga una peculiar identidad y entidad a un producto de cocción lenta en donde el trazo artesanal, en el término más amplio de dicha palabra, resulta ser tan sugerente como coherente en referencia a la exposición de un relato que da la sensación de ser una desviación oscura del mito de Adán y Eva contado a modo de pesadilla de connotaciones surrealistas que parecen surgidas de esas viejas escuelas que suelen honrar la larga tradición fantástica local. La moraleja final de Mystery of the Night resulta evidente, una violación alegórica a la Madre Naturaleza por parte de la civilización/colonialismo occidental materializada con la aparición de espíritus vengativos que habitan en el bosque, más sugerente y por ende sutil resulta ser una atmósfera visual que por intenciones que no aplicación queda emparentada junto a otra pequeña joya que merece una mayor difusión como es la alemana Hagazussa de Lukas Feigelfeld. Mystery of the Night termina siendo una magnifica exploración del folclore fantástico popular y su conexión con el trauma del pueblo filipino durante la ocupación española, temas ciertamente complejos vinculados con inusual acierto al cuento autóctono en lo concerniente a una de las sorpresas más agradables de las vistas en este año en Sitges.

Valoración 0/5: 4

 

The Living Skeleton

Han pasado tres años desde que unos piratas asaltaron y mataron a toda la tripulación de un carguero. Tras la aparición de una extraña niebla, los culpables de la matanza empezarán a tener visiones de una de las muertas.

La sección Seven Chances volvió a situarse un año más como uno de los apartados más interesantes del certamen, nacida en el lejano año 93 esta sección surgió con el propósito de ofrecer una oportunidad de poder visionar films cuyo estreno comercial en nuestro país no estaba previsto ni a corto ni largo plazo, ni que decir tiene que con el paso de los años, y la cambiante coyuntura en el ámbito de la distribución, derivo en que dicho reducto se convirtiera en una especie de cajón de sastre sin una identidad definida que marcara una línea o pauta a seguir. Afortunadamente hace un par de años Seven Chances ha logrado resetear contenidos intentando en la medida de las circunstancias se lo mas fiel a sus fundamentos.

La oportunidad en un único pase de ver en pantalla grande un film tan curioso como resulta ser The Living Skeleton sin embargo y por lo que respecta a un servidor se vio algo empañada por parte de una organización que inexplicablemente no incluyo dicha proyección como pase de prensa, con una sala a medio llenar no tiene una lógica el tenerse que pagar un acreditado la entrada de su propio bolsillo y mucho menos aún en una sección fundamentada desde el ACCEC. Vicisitudes de difícil explicación aparte y centrándonos en lo que realmente importa The Living Skeleton deviene como una producción ciertamente atípica que hará las delicias de los fanáticos que suelen indagar en las curiosidades genéricas, el film de Hiroki Matsunono se atiene a un patrón concreto, la película de alguna manera nace, o eso parece, con la intención de abrir nuevas vías en una productora tan poca dada al género fantástico como fue la mítica Shochiku, el film no deja de ser una curiosísima mezcla que aúna desde el horror al cine negro teniendo una conclusión que en parte le emparenta al Kaidan clásico, rizando el rizo estamos ante un trabajo de claras ornamentaciones occidentales con visibles referencias al gótico europeo de principios de los sesenta, también es detectable tanto una indagación en la figura del Mad Doctor, que nos remite al cine de Val Lewton, como otra en lo concerniente a un romanticismo oscuro que bebe de fuentes como por ejemplo el The Black Cat de Edgar G. Ulmer. El mérito principal viene dado en la medida de ver como ante semejante batiburrillo genérico la cosa no desvaría en exceso, más bien al contrario, si llegar a ser ni  mucho menos una gran película The Living Skeleton tiene el agradable añadido de manejar bien lo que se podría denominar como el delirio fantástico, aquel en donde se nota una atemporalidad en el momento de su realización, ahí vemos el clasicismo en según qué detalles pero también un tono de truculencia que intentaba asomar la cabeza por aquel entonces a modo de ruptura esquemática de unos patrones inamovibles hasta aquel entonces.

Valoración 0/5: 3

 

It Comes

Hideki y Kana Tahara son una pareja de recién casados. Hideki está realmente emocionado por el futuro que le depara junto a Kana. Un día, una misteriosa persona visita la compañía en la que él trabaja. Pronto recibe un mensaje de un compañero, asegurando que la persona en cuestión se llama «Chisa», algo que impacta a Hideki. «Chisa» es el nombre que tanto él como su mujer han elegido para su bebé, pero sólo ellos están al corriente del embarazo de Kana. En cuestión de días, el compañero que transmite el mensaje fallece bajo extrañas circunstancias. La vida de Hideki cambia por completo de ese momento en adelante, viéndose implicado en una serie de misteriosos acontecimientos en los siguientes dos años de su existencia.

Había suscitado mucha expectación por parte de los fieles seguidores al género fantástico la noticia de que Tetsuya Nakashima realizaría una película de terror, evidentemente quienes conozcan la trayectoria y las maneras del responsable de Confessions no se han visto sorprendidos a la hora de enfrentarse a unos resultados que devienen como completamente alejados de convencionalismos en referencia a un producto de las características de It Comes, un relato expuesto a modo de delirante antítesis de formulismos manidos en donde el desconcierto causante deviene como un arma de doble filo en lo concerniente a su algo complicada asimilación por parte de un público desconocedor de un imaginario tan extremadamente particular como resulta ser el de Tetsuya Nakashima.

Tetsuya Nakashima es una autor que va bastante más allá del simple exceso o delirio en sus películas como muchos pretenden etiquetarlo a modo de plantilla genérica, en cierta manera su visión o mirada anida principalmente a través de los demonios interiores que atesoran sus personajes, si nos fijamos brevemente en su filmografía esta viene a ser una constante habitual, basada en una novela de Ichi Sawamura It Comes no es ajena a dicha tesis, el escenario en esta ocasión está ubicado dentro de los paramentos del cine de terror japonés pero en parte esto no deja de ser una coyuntura parcial en donde parece primar más la mirada que el formato genérico en cuestión, dicha mirada vuelve a dirigirse en relación a los malos hábitos del ser humano disparando en esta ocasión al modelo prototípico de familia tradicional japonesa en donde anida esa doble moral adyacente en nosotros, o más bien en ellos, un déficit que actuara como desencadénate para que el elemento sobrenatural haga acto de aparición en una historia en donde la familia y la paternidad mal entendida actúa a modo de detonante abrupto en el relato. En lo relativo al formato este curiosamente deviene como algo mas sostenido que películas como Memories of Matsuko o The World of Kanako, films que buscaban a toda costa apabullar en lo visual mediante al frenesí o el desfase conceptual al espectador, más bien en referencia a las formas pues su fondo como marca registrada de la casa continua siendo excesivamente disperso a un nivel narrativo, por momentos desquiciante al igual que su excesivo metraje en lo concerniente a un desarrollo que a través de diferentes líneas temporales vuelve a crear abundantes matices expuestos a través de unos códigos tan concretos como difusos. El mensaje final de It Comes vuelve a ser demoledor como ya lo era en su día su anterior Confessions, aquí ni siquiera hace falta recurrir a una hibridación de géneros a la hora de curiosamente incomodar más que aterrar, a fin de cuentas Tetsuya Nakashima vuelve a recurrir a una infinidad de posibilidades estéticas y narrativas en relación a un tipo de cine aparatosamente complejo que para lo bueno y lo malo atesora esa virtud tan en desuso hoy en día de no dejar indiferente a prácticamente nadie, algo que se mire por donde se mire deviene como todo un logro dado los tiempos que corren.

Valoración 0/5: 3’5

 

Curso el cine coreano, un paseo por la historia de Corea

Casa Asia, junto con CineAsia y la Filmoteca de Catalunya, organizan una nueva edición del curso “El cine coreano: un paseo por la historia de Corea“.

Si bien su cinematografía ha permanecido invisible durante muchos años (debido a la inestabilidad política y la dictadura gobernante en ese país), desde hace unos años comienza a llegar a Festivales internacionales y, en algunas ocasiones, a nuestras pantallas. Sin olvidar el reciente éxito de “Parásitos” del director coreano Bong Joon-ho, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2019.

El programa del curso se distribuye en las siguientes sesiones:

  • 1. Lunes, 20 de enero: Presentación. Estructura del curso. Diez claves para ver cine coreano: Introducción a Corea y cine coreano: evolución de la sociedad, de la política y de la economía coreana. Visión general, cómo ha evolucionado, qué influencias tiene, qué géneros, su posición en el mundo, su importancia en la economía coreana.
  • 2. Lunes, 27 de enero: El cine de coreano antes y después de la Guerra: del nacimiento del cine a la Edad de Oro del cine coreano. ¿Cómo llega el cine a la península coreana? La ocupación japonesa. Los primeros films. La llegada del sonoro. La Guerra de Corea. Uno de los fundamentos para el conocimiento del pueblo coreano es profundizar en el análisis de la guerra que separó a Corea en dos: Corea del Norte y Corea del Sur. Rasgos característicos del cine coreano antes y después de la guerra. La edad de oro del cine coreano.
  • 3. Lunes, 3 de febrero: El declive, la censura y el cine comercial coreano: (1970-1980-1990). Desde la censura y el cine comercial predominante en los años 70 y 80 pasamos a un nuevo salto económico. Apertura política (1993 primeras elecciones democráticas). Apertura de salas de exhibición. Desarrollo de los chaebols. Cuota de pantalla. Creación del Festival de Pusán (1996). En general: establecimiento de una “industria del cine coreano”.
  • 4. Lunes, 19 de febrero: La Nueva Ola de cine coreano (1999-2018). El cine de Corea del Sur ha permanecido invisible a lo largo de la historia por conflictos y guerras. ¿Qué ha pasado con el cine coreano a partir de 1999?
  • 5. Lunes, 17 de febrero: Los géneros en el cine coreano. Comercialidad vs cine de autor. Los géneros en general: introducción. El melodrama coreano: comedia romántica y drama los géneros por excelencia. Acción, thriller, terror, artes marciales, cine bélico. La mezcla de géneros en el cine coreano, como la mezcla en la propia sociedad.
  • 6. Lunes, 24 de febrero: Grandes nombres del cine coreano. Parte I (1950-1998). El cine coreano antes del cambio de siglo ha permanecido oculto debido a los avatares políticos y militares que ha tenido que enfrentar la península coreana. Se analiza la obra la obra de 5 nombres claves para entender el cine coreano clásico: Kim Ki-young, Sing Sang-ok, Lee Man-hee, Im Kwok-taek, Park Kwang-soo.
  • 7 y 8. Lunes, 2 y 8 de marzo. Grandes nombres del cine coreano. Parte II (1999-2018). Tras la proyección de la película La isla de Kim Ki-duk en el Festival de cine de Venecia, el cine coreano empieza a penetrar en Occidente. Desde entonces, sus directores se han paseado por los festivales internacionales de todo el mundo visibilizando su cine. Se analiza la obra de 5 directores que han pasado por festivales internacionales: Kim Ki-duk, Bong Joon-ho, Park Chan-wook, Lee Chang-dong, y Kim Ji-woon.
  • 9. Lunes, 16 de marzo. Series coreanas: la fórmula del éxito que triunfa en todo el mundo. Los doramas o series coreanas conforman una industria de igual o mayor nivel que la del cine coreano. Directores noveles o consagrados y actores y actrices simultanean su aparición en producciones cinematográficas y en el mercado de las series. Un mercado que no sólo se limita a Corea, sino que se exporta a todo el mundo.
  • 10. Lunes, 26 de marzo. Situación actual y futuro del cine coreano. El cine coreano tiene en la actualidad una cuota de pantalla que supera el 50%. Una cuota que ha mantenido desde principios de siglo. ¿Cuál es el futuro del cine coreano? Nuevos mercados de expansión. Box Office y cine independiente.

 

Además, y de forma paralela, se proyectarán seis películas asiáticas en la Filmoteca de Catalunya. Las sesiones estarán presentadas por CineAsia y contaran con un cine-fórum posterior a la proyección.

Las proyecciones están previstas para los dos últimos jueves de cada mes (23 y 30 de enero, 20 y 27 de febrero, y 19 y 26 de marzo) y entre los títulos que se barajan se encuentran A Flower in Hell (Shin Sang-ok, 1958), Chilsu and Mansu (Park Kwang-su. 1988), Ahora si, antes no (Hong Sang-soo, 2015), 1987: When the Day Comes (Jang Joo-hwan, 2017), King and the Clown  (Lee Jun-ik, 2005) o The Housemaid (Im Sang-soo, 2010), entre otros. Está pendiente de confirmar la disponibilidad de la copia, así como también está pendiente confirmar la fecha definitiva de las proyecciones.

A medida que se confirmen títulos y fechas de las proyecciones, se irá añadiendo la información correspondiente y la ficha de las películas.

Datos:

  • Lugar:
    • Clases teóricas: Can Jaumandreu. C/Perú, 52 (Barcelona). MAPA
    • Proyecciones: Filmoteca de Catalunya. Plaça Salvador Seguí, 1-9 (Barcelona). MAPA
  • Horario:
    • Clases teóricas: lunes, de 19 a 21h, del 20 de enero al 23 de marzo de 2020.
    • Proyecciones: los dos últimos jueves de cada mes (previsión, a confirmar más adelante), a las 17h
  • Precio: 140 euros (sesiones en Can Jaumandreu). Proyecciones: acceso gratuito y voluntario para las personas matriculadas en el curso.
  • Inscripciones: ya están abiertas, se pueden realizar en el siguiente enlace.
  • Las proyecciones son abiertas al público, que puede adquirir las entradas en las taquillas de la Filmoteca de Catalunya (precio, 4 euros, con posibilidad de descuentos).

Más información:

Crónica Festival de Sitges 2019. Día 5

El asesino de los caprichos

Varios crímenes en un barrio de clase alta tienen algo en común: sus víctimas coleccionan grabados de Goya. Las inspectoras Carmen Cobos y Eva González iniciarán la investigación en un entorno elitista en el que el tráfico de obras de arte es habitual. Tendrán que descubrir a un asesino que reproduce con sus víctimas las escenas de los Caprichos de Goya.

No es la primera vez que el ya veterano realizador Gerardo Herrero se adentra en el thriller policiaco, no hace falta ir muy atrás en el tiempo, trabajos como Silencio en la nieve o La playa de los ahogados así lo demuestran, tampoco es un recién llegado a Sitges, hace un par de años presento Maus, aquel proyecto con vocación internacional en donde el característico survival forestal mutaba y quedaba revestido en base a metáforas sociales y políticas excesivamente subrayadas, con El asesino de los caprichos incide en el primer apartado señalado, un producto extremadamente funcional que posiblemente deba su presencia en el certamen en la medida de tener a una de las homenajeadas de este año en Sitges, la protagonista principal del film Maribel Verdú.

El asesino de los caprichos parte de una formula bastante recurrente dentro del cine policiaco, posiblemente expuesta de forma algo intermitente en las ultimas décadas pero que cada cierto tiempo vuelve de alguna manera a estar presente y funcionar como hemos visto recientemente con la serie televisiva True Detective, una temática bastante recurrente en los años noventa, parejas de policías completamente antagonistas entre ellos que han de detener a un criminal digamos exótico cuyo modus operandi​ se sale de una tangente habitual en estos casos, ni que decir tiene que la atmosfera que envuelve a todo el relato devendrá como opresiva, evidentemente una de las primeras obras que nos vendrá a la cabeza con respecto a dicha tesis seria la seminal Seven de David Fincher, lamentablemente El asesino de los caprichos se sitúa con respecto a dicho concepto en el lado de la imitación de tono burdo que podría equipararse por aquello de buscar algún tipo de semejanzas al Resurrection de Russell Mulcahy por poner un solo ejemplo, posiblemente la comparativa este cogida con pinzas pues incluso el film interpretado por Christopher Lambert tenia al menos la virtud de no disimular su condición de prototípica serie B. El único atisbo de algo de originalidad, bastante lejano, que podremos detectar en El asesino de los caprichos posiblemente radique en ver en los roles detectivescos a dos mujeres en un terreno que hasta el momento parecía estar abonado a la masculinidad, por lo demás la narrativa y la puesta en escena nos es expuesta de una forma bastante plana y rutinaria algo que por momentos la deriva en tediosa teniendo un déficit difícilmente perdonable en relación a una conclusión de una difícil explicación coherente por mucho que transite por una formula genérica que normalmente suele tener un beneplácito generalizado en el espectador, a tal respecto El asesino de los caprichos difícilmente lo obtendrá. Gerardo Herrero bastante más acertado hace 25 años con su análoga Desvío al paraíso no logra desprenderse de esa etiqueta de producto manufacturado que da la sensación de estar continuamente en un conflicto interno en lo concerniente a buscar e intentar aplicar un entretenimiento en base a algo predecible como resulta finalmente ser todo el entramado orquestado.

Valoración 0/5: 1

 

El hoyo

El Hoyo nos sitúa en un futuro que deviene como distópico. La historia nos ubica en un espacio misterioso en donde parece existir dos personas por nivel, un número desconocido de niveles y una sola plataforma con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están arriba? ¿O de los que no tienen agallas cuando están abajo?, una situación en donde parece claro que cuanto más arriba estés, más oportunidades de sobrevivir tendrás.

La ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia se convirtió por méritos propios en la máxima galardonada de esta edición del Festival de Sitges, Mejor película, Mejores efectos especiales, Premio del público y el Citizen Kane al director revelación que otorga el Jurado de la Crítica fue el reconocimiento oficial a El hoyo, un film que navega continuamente por esas ambiguas y en ocasiones bien utilizadas en el cine vías que nos pueden remitir tanto a distopias futuristas con una gran dosis de alegorías como a un entretenido survival carcelero también de índole futurista que en esta ocasión parece estar situado a medio camino entre el Cube de Vincenzo Natali y el Fortress de Stuart Gordon.

El gran triunfo de El hoyo posiblemente radique en ver cómo logra equilibrar con cierto aplomo los conceptos arriba citados, la película parte de la tesis del absurdo y lo anecdótico existente en cualquier tipo de encierro ubicado en un espacio claustrofóbico, una suerte de cárcel, aquí vertical, cuya posición, continuamente alterada, dará o quitara privilegios a sus huéspedes, el privilegio en si consistirá en poder comer o no, el tono será pues de inequívocas consonancias minimalistas a lo largo de todo su metraje, la información a diferencia del film de Vincenzo Natali sí que se nos va proporcionando pero de forma dudosa en relación a como esta dosificada, no se nos explica sin embargo el motivo real de la existencia de dicho habitáculo, si las motivaciones que sus habitantes han tenido a la hora de entrar en ella, de alguna manera poco importa que se nos detalle todo el entramado, esto seguramente haría languidecer la base principal por el cual se mueve el relato que no es otro que  exponer una metáfora sobre la condición humana. Las intenciones funcionan en la medida de mostrarnos al igual que en el Snowpiercer de Bong Joon-ho o el High-Rise de Ben Wheatley una fábula moral acerca de la degradación humana y la sempiterna  lucha de clases, posiblemente la lectura política entendida como tal da cierta sensación de venirle algo grande a los autores, es por eso que El hoyo que no deja de ser un paradigma de las dinámicas del anhelo en el ser humano que funciona mucho mejor en su tramo inicial que en lo referido a su conclusión, en esa parte final, en donde el discurso pretende tomar el mando, cuando se echa en falta una mayor abstracción y ambigüedad que si poseía en un inicio en donde podíamos percibir una vida propia que fuera más allá de la lectura metafórica que esta por aparecer. La metáfora de El hoyo termina siendo tan evidente como la vida misma, la suerte viene dada en la medida de aplicar a la formula una generosa dosis de comedia negra, también de gore, en cómo se nos muestra ese tono grotesco y en su correspondiente equilibrio final con el dialogo, un posicionamiento que a fin de cuentas logra salvar un producto tan encomiable como efectivo aplicado en base a un hiperrealista juego de espacios que eleva el listón de calidad con respecto a otras producciones patrias que intentan transitar con mucha menos gracias por sendas similares.

Valoración 0/5: 3’5

 

Lux Æterna

Dos actrices, Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg, cuentan en un plató historias de brujas. Lux Æterna es también un ensayo sobre el cine, sobre el amor por el cine y la histeria en un set de rodaje.

Gaspar Noé es uno de los poco directores que el Festival de Sitges se puede vanagloriar, si obviamos alguna de sus colaboraciones colectivas, de haber presentado todos sus trabajos en el certamen, desde aquel lejano 1999 con una proyección en el cine Retiro de su mediometraje Carne Sitges y el director francés de origen argentino han mantenido una especie de idilio que dura hasta hoy en día, lo curioso del caso es que si nos fijamos en su filmografía ninguno de sus trabajos podrían adscribirse a lo entendible como fantástico puro, lo suyo son más bien ramificaciones o fugas hacia una indeterminación genérica que nos puede llevar a un punto desconocido en donde la única regla existente en dichos materiales es una completa ausencia de patrones que nos permitan saber por dónde pueden ir los tiros.

Esta tesis cada vez parece más un denominador común en la carrera de Gaspar Noé, si ya en su anterior y premiada Climax la improvisación estaba muy presente en Lux Æterna esta no deja de ser de alguna manera su quintaesencia, en parte parece que Gaspar Noé ha llegado a un momento de su trayectoria en que literalmente se deja llevar, Lux Æterna para lo malo pero muy especialmente para lo bueno representa a la perfección dicho posicionamiento autoral. De solo 52 minutos de duración y rodada en apenas 5 días esta pieza pese a la continua improvisación de la que hace gala aúna conceptos ya vistos en anteriores trabajos de su director, el principal, el estar ante un relato de claras consonancias histéricas, por otra parte lo que ya se intuía en el inicio de Climax aquí está bastante más desarrollado a modo de ejercicio meta cinematográfico en donde se juega continuamente con los formatos con especial atención al juego que plantea a través de la multicámara o el split screen. Digamos que Lux Æterna que parte de la premisa de mostrar el nivel de caos al que puede llegar un rodaje, en parte no deja de ser un estudio experimental que transita a través de los parámetros que marcan las bases de la creación artística entendida  aquí como un ente en donde el cine nos es representado como un agente cáustico ubicado en el más absoluto caos, a tal respecto en Lux Æterna, que en todo momento aúna metaficción y autoreferencias, vemos como su set de rodaje nos es presentado como un epiléptico campo de batalla en donde percibimos a una Beatrice Dalle como exigente productora y una Charlotte Gainsbourg como abnegada actriz, el paralelismo de la ficción rodada y la realidad que nos es mostrada siempre bajo un timing frenético podría ser interpretada como una suerte de metáfora de connotaciones destructivas en donde las intérpretes son tratadas como brujas y los creadores que se sientan tras las cámaras como una especie de trasuntos de la inquisición, un peaje del artista en beneficio o detrimento de otro artista en donde de forma clara el concepto del vampirismo hará acto de presencia a través de dicha coyuntura, en cierta manera una suerte de reinterpretación por parte de Gaspar Noé de aquella esplendida Irma Vep de Olivier Assayas. Como en todo el cine de Gaspar Noé al final la reflexión entendida como tal solo nos vendrá a través de la lectura de sus imágenes, unas imágenes que atacan al espectador, estas evidentemente devendrán como profundamente agresiva y en parte provocadoras, a fin de cuentas todo el cine de Gaspar Noé bascula a través de la provocación pero también en referencia a esa hipnosis que es casi marca registrada de la casa en relación a un autor irreductible en referencia a sus particulares tratados a semejanza de otros directores de similar posicionamiento también presentes en el certamen este año como por ejemplo Sion Sono o Fabrice du Welz, autorías que en definitiva fueron las que nos ofrecieron sin lugar a dudas el mejor cine visto este año en Sitges.

Valoración 0/5: 4

 

Antrum

En 1988, la proyección de una película provoco la muerte de cincuenta y seis personas cuando el cine de Budapest donde tenía lugar la premiere prendió en llamas. Desde entonces, es un título maldito, marcado a fuego por la tragedia. Ahora, se ha encontrado un nuevo negativo y se está restaurando una nueva copia: la película más mortal de la historia está lista para el reestreno.

Dentro de la sección Panorama  su pudo ver la opera prima de los estadounidenses  David Amito y  Michael Laicini Antrum, un film que auspiciado con el llamativo subtitulo de The Deadliest Film Ever Made resulta ciertamente peculiar en sus formar pero no tanto en lo referente a sus contenidos. Relato bicéfalo que nos muestra una primera media hora a modo de un mockumentary de manual que parece mirar sin ningún tipo de disimulo a aquel sugerente trabajo televisivo titulado El fin del mundo en 35 mm realizado por John Carpenter para la serie Master of Horror, una vez acabada esta especie de documental en donde se nos advierte de la existencia maldita de una película tendremos el dudoso beneplácito de asistir a la proyección de ese supuesto metraje hasta ahora prohibido para los ojos humanos.

De alguna manera quienes esperen que un film de las características de Antrum funcione en base a las expectativas que el mismo relato pretende crear posiblemente salga bastante decepcionado al comprobar que el supuesto atractivo de lo que vende, de lo prohibido, bajo la premisa de mostrar una película maldita, no va más allá de propio enunciado, bastante más acertada sin embargo está a la hora de sustentar su metraje a través de coordenadas que indagan en el concepto del cine dentro del cine al mismo tiempos que en los límites existentes entre la realidad y la creación de la ficción artística, por otra parte la recreación de ese film maldito actúa a modo de un reciclaje genérico por momentos sugerentes que parece surgido de la mente de Quentin Tarantino o Robert Rodriguez a la hora de recrear un falso Grindhouse teniendo un incuestionable valor empático en referencia al curtido aficionado al género. Quién sabe si realizada con algo de anterioridad a The Blair Witch Project Antrum hubiera tenido una mayor repercusión mediática, aunque ambas caminen por sendas y formas parecidas los fondos sin embargo divergen bastante entre sí, pese a todo la intención es ciertamente curiosa otorgando al film un aura de rareza o de rara avis que logra situarla algo por encima de convencionalismos propios de la serie B, lástima sin embargo que este planteada en un tiempo y en un momento en donde la sobreexplotación de coordenadas genéricas que indagan en la trasgresión del elemento fantástico saturan dichos conceptos hasta límites insospechados.

Valoración 0/5: 2’5

 

Horror Noire: A History of Black Horror

Basado en el aclamado libro del mismo nombre escrito por Robin R. Means Coleman (productor ejecutivo del documental) Horror Noire lanza una mirada crítica y cronológica a un siglo de películas de género, desde el cine mudo hasta su reciente resurgimiento con películas como los éxitos comerciales Get Out o Us, films que de alguna manera usaron, caricaturizaron, explotaron y dejaron de lado a los cineastas y al público negro. El documental comienza echando una mirada a principios del siglo XX tomando como referencia el film de D.W. Griffith Birth of a Nation, película que supone una epopeya sobre la conciliación nacional estadounidense de raza blanca, sin embargo para los espectadores de origen afroamericano deviene como una serie de perturbadoras imágenes.

Con respecto a Robin R. Means Coleman, responsable del magnífico libro que da pie al documental que nos ocupa, este declaraba como El género de terror funciona como una pedagogía avanzada e inquebrantable. No deja de ser un interesante material de estudio acerca de nuestro entorno social, político y racial. Las películas de terror son fascinantes, por una razón u otra se enorgullecen de aliarse a lo considerado como tabú, mientras confunde nuestro sentido del bien y del mal, de lo monstruoso y lo divino o lo sagrado y lo profano. Es una de las formas de entretenimiento más intrépidas en el estudio de nuestra humanidad y nuestras debilidades. La síntesis aquí explicada tan brevemente y tan bien por parte del escritor deviene como perfecta a la hora de situar en importancia y contexto a un trabajo de las características de Horror Noire, el estudio que otorga el documental de genero a modo de herramienta pedagógica resulta incuestionable, en este caso el que nos ocupa incide en que el horror para los espectadores de raza negra no es lo mismo que para las audiencias blancas. Horror Noire resalta que dichas audiencias y creadores negros tienen perspectivas muy personales sobre lo que es el género poniendo de manifiesto que el horror negro no es solo un subgénero más sino también un replanteamiento de lo que realmente significa dicho concepto visto desde otra perspectiva. Un documental básico que funciona con el piloto automático al ser un trabajo de manual que tiene la gran virtud de que lo que se nos cuenta resulta bastante más interesante que en la forma en que lo hace. La sección Seven Chance, ahora reciclada en una especie de cajón de sastre genérico en donde todo parece tener cabida, tuvo para bien el poder ofrecer la posibilidad de ver este documental, un doble merito, la elección y la oportunidad, especialmente que sea a través de un trabajo de difícil acceso para el espectador de estas latitudes, si no estás abonado en Estados Unidos al servicio de streaming de la cadena Shudder difícilmente tendrás acceso a él, canal que curiosamente está siendo muy activo últimamente en esto de indagar en el género fantástico produciendo series como la renacida Creepshow o rescatando para su catálogo documentales que parecían ya perdidos como el excelente Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini, trabajo curiosamente visto hace años por parte de un servidor en la misma sala que esta meritoria e interesante Horror Noire.

Valoración 0/5: 3

 

Idol

El destino de dos hombres está ligado por un accidente en el que ninguno estuvo presente. Por un lado, Myung-hui, un exitoso político, intenta convencer a su hijo para que diga la verdad sobre el accidente en el que estuvo implicado. Por el otro, Joon-sik ve cómo su vida se hace pedazos tras la muerte de su hijo. Cuando una chica que estaba en la noche del accidente desaparezca, los dos padres la buscarán desesperadamente… pero con motivos bien diferentes.

Bastante expectación había suscitado el segundo trabajo tras las cámaras del realizador coreano Lee Su-jin tras aquel notable drama sobre la vulnerabilidad que era Han Gong-Ju (Princesa), film también presente en Sitges hace unos años, con Idol cambia completamente de tercio y registro para ofrecernos otro drama pero de unas características bien distintas y menos acertadas que las de su opera prima.

Reconozco que siempre he tenido un problema hasta cierto punto personal con un tipo de cine, en su mayoría comercial, proveniente de Corea del sur, los tropos excesivamente teatralizados y tremendistas de sus narrativas consiguen sacarme por completo de sus tramas, curiosamente los autores más válidos surgidos de dicho país como por ejemplo Chan-wook Park, Bong Joon-ho, Kim Ji-woon o Na Hong Jin por no hablar de autorías más cerradas como Kim Ki-duk, Lee Chang-dong o Hong Sang-soo prescinden por completo de dichos manierismos, tras su opera prima Lee Su-jin por sus formas parecía formar parte de este primer grupo de realizadores, sin embargo esta Idol pone en duda dicha aseveración. Planteada como un drama de intriga que coquetea con el thriller Idol atesora uno de los grandes males de las mayorías de producciones provenientes de dichas latitudes, esta viene en referencia a su desmedida duración, aquí de 140 minutos. Un servidor es de los que piensan que la duración de una película solo puede ser proporcional a su negatividad en referencia al buen o mal uso que se haga de ella, dicho de otra manera el problema de Idol no son sus 140 minutos sino en cómo están empleados en una película en donde coexisten de manera forzada infinidad de bifurcaciones argumentales en donde el espectador llegado a un punto pierde por completo el interés por lo que está viendo. Ese mal que deviene como endémico de rizar el rizo continuamente en busca del asombro con respecto al espectador está muy presente en todo el metraje de Idol, es esta ocasión no basta con plantearte un juego que pretenda situarse en la antítesis de un ritmo lento, para que la formula funcione hay que saber adecuar en todo momento esa especia de frenesí, la factura técnica impoluta como marca registrada de la casa siempre estará presente sin embargo los sempiternos giros sacrifican la supuesta coherencia del conjunto y por ende el de su propia credibilidad en una historia que trata principalmente de la colisión de dos personajes a través de una particular búsqueda, la excesiva dramaturgia vendrá en la medida de ver como terceros personajes son víctimas colaterales de dichos actos, a partir de ahí ramificaciones mil en una historia que supone un pequeño paso atrás, del que esperemos que se recupere en un futuro, por parte de un Lee Su-jin que se mostró bastante más acertado y comedido en la que fue su opera prima.

Valoración 0/5: 1’5

Crónica Festival de Sitges 2019. Día 4

Amigo

Después de un grave accidente, David decide llevarse a su mejor amigo Javi y cuidarlo. Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes de que salgan a la superficie las peleas entre los dos, dejando al descubierto una relación envenenada y homicida, más cercana a la locura que a la amistad que parecen tener.

Como habíamos señalado anteriormente con respecto a Ventajas de viajar en tren y a diferencia de anteriores ediciones este año en Sitges la cosecha de cine español tuvo un nivel más que aceptable, Amigo de Óscar Martín, realizador con un extenso bagaje en el cortometraje, fue otra de las óperas primas vistas en esta edición del festival de Sitges, un film incuestionablemente meritorio que nace con una cierta vocación experimental, no tanto en referencia a su discreta narrativa y si en lo concerniente a una producción con tan solo una semana de rodaje y muy pocos medios económicos a su disposición a la hora de poder explayar un imaginario que deviene tan complejo como poco solido en la manera de cómo llega a estar expuesto.

Amigo tiene el gran lastre, y déficit al fin y a la postre, de no poder disimular su condición de ser un corto alargado, poco importa sus escasos 85 minutos de duración, a tal respecto y con un guion escrito sobre la marcha la historia está planteada a modo de un thriller psicológico aderezado con algunos toques de comedia negra contada a través de un relación masculina que deviene como toxica y que por momentos parece beber de referencias tales como por ejemplo la fundamental What Ever Happened to Baby Jane? de Robert Aldrich, en este caso no estamos ante dos hermanas en el crepúsculo de sus vidas sino ante dos amigos, unos ajustados David Pareja y Javier Botet, en donde un terrible suceso los ha terminado encadenado, el desarrollo de Amigo no deja de ser un relato en donde prima más la creación de atmosferas asfixiantes que el suspense narrativo entendido como tal, quienes esperen los consabidos golpes de guion aquí no los encontraran pues básicamente estamos ante una película muy física en referencia a intenciones que no en ejecuciones, la escases de diálogos va en beneficio de una austera estética bastante bien aplicada a un ambiente que nos sitúa a principios de los años 80 otorgando un cierto aroma a ciertos trabajos realizados por Chicho Ibáñez Serrador como por ejemplo su última aportación al medio, la injustamente infravalorada La culpa. Amigo tiene la virtud de ser una especie de hija putativa de ese tipo de relatos en donde coexiste en todo momento un duelo interpretativo a dos bandas, a partir de dicha premisa vendrá ese tono opresor y claustrofóbico en donde la amistad referida en el titulo se convierte poco a poco en su propia antítesis, un concepto invertido aquí barnizado con algún que otro concepto gótico en un film cuya ausencia total de pretensiones termina convirtiéndose en su mayor aliado.

Valoración 0/5: 2’5

 

The Room

Al mudarse a su nueva casa, una pareja descubre una extraña habitación secreta, cuyo interior alberga el poder de materializar todo lo que desean. Un día, deciden pedir a la estancia que les conceda el hijo que no han podido tener. Pero la felicidad inicial de esa bendición tendrá consecuencias imprevistas.

En esta edición del festival de Sitges hubo una serie de películas que en mayor o menor manera tomaron como referencia principal a la fundamental The Twilight Zone a la hora de mostrar unas determinadas coordenadas por las cuales empezar a narrar la historia que les corresponde, una de ellas fue sin lugar a dudas The Room, puesta de largo del francés Christian Volckman en la imagen real después de dejar  doce años atrás buenas sensaciones con el film de animación futurista Renaissance, en The Room cambia completamente de tono no solo en referencia al formato cinematográfico sino también al referido a unas maneras tan detectables como cuestionables en la medida de como están aplicadas.

Si hace bien poco y encuadrada dentro de ese grupo de películas arriba citadas hablábamos de la sugerente Vivarium de Lorcan Finnegan como paradigma del relato fantástico al servicio de la alegoría social The Room parte de unas coordenadas parecidas en base a connotaciones minimalistas expuestas a través de un anecdotario de naturaleza fantástica como punta de partido del relato, sin embargo su posterior desarrollo diste mucho de ser parecido, a tal respecto Christian Volckman no se entretiene demasiado a la hora de presentarnos unas características vistas en infinidad de ocasiones en películas del género, una joven pareja con un trauma se muda a una nueva casa para empezar una vida desde cero, un elemento fantástico adyacente en el inmueble hará que entre en aparición una nueva perspectiva que cuestionara los principios morales de los nuevos inquilinos. A diferencia de Vivarium la metáfora en The Room es prácticamente inexistente, evidentemente buscando con cierto ahínco podremos detectar mimbres y retazos como por ejemplo aquella máxima que nos dicta hasta donde puede llegar la felicidad conseguida tan solo a través del consumismo, también el limite existente en nuestros deseos a la hora de encontrar ese bienestar tan anhelado, o la más evidente cuestión que puede plantear el film, que es preferible, la libertad o la riqueza? esto sin embargo no deja de ser una deducción pues Christian Volckman no parece muy dispuesto a sugerir, lo suyo va más encaminado a mostrar y lo hace de una forma desmesurada especialmente en su tramo final, a tal respecto The Room despojada de cualquier tipo de misterio en su narrativa no deja de ser una especie de tren de la bruja genérica en donde el continuo giro de guion argumental se convierte curiosamente en lo contrario de lo que pretende ser, no hay lugar pues en ningún momento de su metraje para la indagación encaminada al thriller psicológico, en detrimento veremos unos muy reconocibles golpes de efecto, una senda ya muy transitada en este tipo de películas con anterioridad en donde predomina por encima de cualquier otro tipo de disquisición ese efecto suflé tan característico y en parte deficitario del fantástico actual, relativamente efervescente en su consumo pero de una muy difícil digestión posterior.

Valoración 0/5: 2

 

Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist

Ensayo fílmico lírico y espiritual sobre El exorcista, la ultimísima película de Alexandre O. Philippe explora las profundidades inexploradas de la mente de William Friedkin, los matices de su proceso creativo y los misterios de la fe y del destino que han modelado su vida y su filmografía.

Como vinimos comentado anteriormente con respecto a la notable Memory: The Origins of Alien Alexandre O. Philippe fue indiscutiblemente uno de los nombres propios de esta edición del Festival de Sitges, Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist fue su segundo trabajo tras las cámaras que se pudo ver en el certamen este año, un documental que sin embargo huye de ser prototípico en relación a una función que sigue siendo inequívocamente didáctica para con el espectador pero que sustituye el consabido desgrane global de un autor o una obra, en el caso que nos ocupa la seminal The Exorcist, para ofrecernos una apasionante reflexión acerca del proceso creativo que termina bifurcándose hacia toda su obra a cargo de una sola voz, la del propio creador, William Friedkin.

La fórmula aquí expuesta por evidente que resulte no deja de ser exitosa en el caso que nos ocupa, tan solo seis días de rodaje y una exposición a modo de lujoso audio-comentario resultante de una extensa entrevista en donde William Friedkin analiza un proceso de construcción que deviene como muy personal, el quid de la cuestión en referencia a dicho formato queda en manos exclusivas de su interlocutor, si por ejemplo este hubiera sido por ejemplo John Carpenter el resultado sería bastante diferente, es en dicha síntesis narrativa en donde Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist resulta ciertamente interesante pues a fin de cuentas la clarividencia aquí va bastante más allá que una simple disección de anécdotas ocurridas en un rodaje en concreto. Siempre es interesante escuchar lo que dice William Friedkin, pero especialmente en como lo dice, la información a tal respecto deviene como valiosísima, ni que decir tiene que para los fanáticos de la película constituirá un auténtico tesoro que difícilmente verán en cualquier edición extra del film en formato doméstico, poco importara que el responsable de The French Connection en su continuo y muy profundo monologo otorgue una cierta sensación de superioridad cultural, algunos lo llamaran pedantería, lo importante es que esta mirada no sea impostada pues a fin de cuentas el testimonio como tal deviene como inabarcable en referencia a sus numerosos matices. Como documento excepcional que es Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist, proyecto que curiosamente se gestó hace un par de años en un Sitges en donde coincidieron y se conocieron por primera vez un homenajeado William Friedkin y un Alexandre O. Philippe que presentaba en el certamen su 78/52, este queda finalmente expuesta a modo de un interesante making of de lujo que cuenta con el añadido del acierto de un Alexandre O. Philippe que hasta este momento solo se había acercado a las obras para ahora hacerlo en referencia al autor, aquí expuesto desde el primer plano a través de una abrumadora confesión que extrapola el concepto de la puntual descripción de una obra maestra del género que curiosamente acabo siendo concebida a modo de un acto de fe autoral.

Valoración 0/5: 4

 

The Forest of Love

Jo Murata es un hombre despiadado que usa su carisma para manipular a la gente. Cuando Murata conoce a Shin, este decide que Murata y su turbulenta relación con Mitsuko serían el tema perfecto para su película. A medida que avanza el rodaje, las mentiras comienzan a no distinguirse de la verdad y los límites de la humanidad se ponen a prueba, dando como resultado actos tan estremecedores como repugnantes.

Como apuntemos en la editorial que abría las crónicas del festival este año Sitges ha estado marcado por una fuerte presencia de Netflix en el certamen, la expansión del gigante del streaming no solo ha estado relacionado con su inclusión en el cine estadounidense sino que también se ha ido abriendo a otras nacionalidades como por ejemplo Japón, posiblemente debido a la abrupta diferencia de formato en parte ha existido la idea de que el canal televisivo de alguna manera limitaba la libertad creativa de los autores que reclutada para sus producciones, podrá gustar más o menos el entorno Netflix  pero nada más lejos de la realidad si nos atenemos a como realizadores que atesoran un imaginario muy propio han tenido carta blanca a la hora de desarrollar sus trabajos, nada mejor para poder comprobar dicha tesis que este The Forest of Love del insobornable Sion Sono.

No es la primera vez que el realizador nipón trabaja para una gran plataforma televisiva, antes de The Forest of Love fue responsable de la lúdica Tokyo Vampire Hotel para Amazon, sin embargo este último trabajo que nos ocupa viene a representar un perfecto compendio de la gran mayoría de inquietudes autorales perpetradas por el responsable de Suicide Club, dada la naturaleza de la que parte el resultado termina siendo ciertamente estimulante, sorprendente dada su financiación como hemos apuntado más arriba, también lo es de la forma deslavazada en que nos es mostrada, de alguna manera no podía ser de otra manera en una obra que contornea en todo momentos con los limites, una película multi direccional en donde encontraremos pautas transitadas con anterioridad como la trasgresión expuesta en base al exceso llegando a ser la completa antítesis de un cine de consonancias conservadoras, a tal respecto no existe una adscripción genérica determinada en The Forest of Love, en cierta manera es todo y es nada al mismo tiempo como buena mezclar de continuas ficciones que es, buscando referencias en su filmografía a la hora de poder buscar similitudes esta las podemos encontrar en un mix imposible resultante de Why Don’t You Play in Hell? y Cold Fish. Que Sion Sono es una de las mentes más creativas que existen en la actualidad es incuestionable, que dicha incontinencia de obsesiones no es un plato para todos los gustos también, apoyada por un metraje generoso en cuanto a duración The Forest of Love por momento resulta inabarcable dada la infinidad de referencias, tonos o géneros que coexisten en ella, la infinidad de capas vuelven a ser numerosas, a tal respecto no existe una fórmula concreta que consiga desgranarlas una por una, lo mejor y más apropiado, poco importa que sea en una sala de cine o en el salón de casa, es dejarse llevar y aceptar el juego orquestado por un autor que afortunadamente sigue sin conocer ningún tipo de restricciones a la hora de poder elaborar su cine.

Valoración 0/5: 3’5

 

Carmilla

Miss Fontaine es la institutriz de Lara una adolescente de 15 años que vive totalmente sola en su hogar familiar y que necesita del cuidado de una tutora para controlar su madurez. Desesperada por desatar la pasión sexual propia de su edad, Lara cae rendida bajo el hechizo de la encantadora Carmilla Las dos se ven envueltas en una apasionada relación que comienza a levantas las sospechas de aquellos que viven en las cercanías de la casa, especialmente del doctor de la familia La actitud de Carmilla no tardará en dar la razón a aquellos que la temen.

Una de las ventajas más enriquecedoras que un servidor encuentra en los diferentes certámenes cinematográficos a los que acude cada año radica en poder dialogar con gente siempre interesante acerca de diversas vicisitudes no solo en referencia al propio festival sino también en lo concerniente a otras cuestiones normalmente casi siempre relacionadas con el séptimo arte, a tal respecto recuerdo como este año la mente siempre clarividente de Álvaro Peña me comentaba como tenía la sensación de intuir como los responsables de programar la sección Noves Visions parecían tener una cierta aversión hacia el género fantástico entendido como tal, razón no le faltaba, dicho apartado, uno de los más interesantes del festival, nació con la vocación de presentar unos trabajos que incidían en las autorías más arriesgadas, autorías de género, de alguna manera sigue siendo así aunque a un nivel genérico la cosa se ha dispersado tanto que cuesta el encontrar producciones que podríamos catalogar como puramente fantásticas.

Este pequeño inciso viene a ser una perfecta colación con respecto a esta Carmilla de la realizadora Emily Harris, una nueva adaptación de la célebre novela de Sheridan Le Fanu que pese a ser un film tan esforzado como por momentos interesantes parte de la premisa de anular casi por completo el elemento fantástico adyacente en el texto original, en el film encontraremos pautas reconocibles que nos direccionan al gótico pero la vampirización, génesis principal y fundamental del relato, terminara siendo expuesta más un nivel emotivo-sentimental en claro detrimento de la vertiente terrorífica, esto no tiene que ser algo negativo de por si, al menos si pasamos por alto unas carencias muy detectables visibles en una puesta en escena que parece regodearse más en la teatralidad que en la propia cinematografía. La vía encontrada por parte de Emily Harris en esta obra de contornos claramente minimalistas, en donde lo meramente contemplativo queda al completo servicio del detalle, continua siendo válido en lo concerniente a su matriz principal, en parte gracias a una cierta originalidad que aunque no indague en lo fantástico si lo hace en referencia a adentrarse en ese terreno de la adolescencia tan amplio abonado a liberaciones y rebeldías varias, también hay un lugar destacado a la figura del represor, aquí en una total divergencia con el descubrimiento como no podía ser de otra manera, en este por momentos aplicado relato en donde se nos vuelve a hablar de forma algo diferente acerca de transformaciones que terminan siendo cerceradas de una forma abrupta.

Valoración 0/5: 3

Muñecas, el tiempo de la belleza y el terror

Una muñeca es el principio y el fin de la inocencia. El núcleo de esa transición es como los ángeles de Rilke. Terrible y bello. Ambivalente y perturbador. Viven aquí las muñecas de cera de Lotte Pritzel, las muñecas rotas de Cindy Sherman, la muñeca descoyuntada de Hans Bellmer; una muñeca perdida en un western de John Ford, una muñeca-amante imaginada por Luis Berlanga, una muñeca consumida y recreada, con Barbies, por Todd Haynes; una muñeca fantasmal soñada por Manoel de Oliveira y un ángel-muñeca filmado por David Lynch; la muñeca mecánica que baila, en una Venecia de Cinecittà, la última danza del Giacomo Casanova de Fellini. Una muñeca robada por Felisberto Hernández, otra narrada por Juan Carlos Onetti, otra imaginada por Unica Zürn. Muñecas de leyendas japonesas y matrioskas rusas; ginoides y hologramas de ciencia ficción (de Blade Runner a Ghost in the Shell, con escalas en J. G. Ballard); maniquíes de fotografías de Atget, muñecas anatómicas destinadas al filo del bisturí, muñecas protegidas y luego abandonadas en un mismo poema (de Sharon Olds).

Procesos de muñequización: en una imagen fatal de la crónica “roja” mexicana captada por Enrique Metinides, en una instalación de pájaros arropados con abrigos de lana firmada por Annette Messager, en la dulce giganta de Nueva Escocia que giró por el mundo como atracción circense, en la fábrica americana de relojes luminiscentes donde chuparon pinceles las “chicas del radio”, en Evita como muñeca ignífuga de la Nación.

Muñecas conjugadas en todas las variantes de sus campos. De sus campos de tiro. Porque tu muñeca te mira sin pestañear. Tu muñeca se sienta a tomar el té. De repente, el jardín trepida y se enrarece. “Todo juguete puede ser un arma”, dijo Jean-Luc Godard. La muñeca se baja de su estante, se alisa su vestido. Dispara.

SUMARIO

A modo de introducción:
Qué puede una muñeca
Mariel Manrique

MUÑECAS HIPNÓTICAS, MUÑECAS INSUMINAS

Si se abrasa, es que es auténtica.
Sobre Rilke y las muñecas
Alberto Ruiz de Samaniego

El éxtasis de las muñecas.
Ginoides, hologramas y muñecas anatómicas
Rubén Martín

Muñecas dulces, muñecas que matan.
Acerca de El extraño caso de Angélica (Manoel de Oliveira, 2010)
Faustino Sánchez

MUÑECAS PERDIDAS, MUÑECAS AMANTES, MUÑECAS ROTAS

La muñeca de Debbie: Tres trayectos cinematográficos.
En torno a la muñeca perdida de The Searchers (John Ford, 1956)
Aarón Rodríguez Serrano

La necesidad de ruptura.
En torno a la muñeca en Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1974)
Irene de Lucas

El cuerpo de Karen Carpenter.
En torno a la muñeca rota en Superstar: The Karen Carpenter Story (Todd Haynes, 1988)
Ricardo Baduell

MUÑECAS MECÁNICAS, MUÑECAS TRISTES

El gobierno del ángel-muñeca.
Una glosa a Mulholland Drive (David Lynch, 2001)
José Miguel Burgos

Conjeturas.
Acerca de Las Hortensias, de Felisberto Hernández
Olvido Marvao

La mirada de la mujer artificial.
Las muñecas en Rilke, Pritzel y Zürn
Laia López Manrique

Venecia sin ti.
La danza final en Il Casanova di Federico Fellini (Federico Fellini, 1976)
Mariel Manrique

MUÑECAS MECÁNICAS, MUÑECAS TRISTES

El síndrome del túnel carpiano.
Muñecas: sentidos, formas
Erika M. Jaramillo

Súbitamente muerta, extensamente viva.
Acerca de una fotografía de Enrique Metinides y una atracción circense de P. T. Barnum
Mariel Manrique

La máscara de la efigie.
La lente del ojo en su repetición de la imagen
Ruth Llana

ADIÓS, MUÑECA, ADIÓS

Eva, Muñeca de la Nación
Mariel Manrique

El juego más hermoso
Manuel Merino

A MODO DE EPÍLOGO

Un poema de Sharon Olds

Autor; Mariel Manrique (coord.), Editorial: Shangrila, Revista Shangrila nº 34, Páginas: 258

Crónica Festival de San Sebastián 2019. Día 9

En las catacumbas de la psique humana

Waiting for the Barbarians suponía para el realizador colombiano Ciro Guerra un primer proyecto con una clara difusión internacional, con nombres en su reparto como Mark Rylance, Johnny Depp o Robert Pattinson en una primera película realizada fuera de las fronteras de su país y basada en la novela del premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee, también es responsable del guion, veremos como el administrador de un asentamiento aislado en la frontera de un imperio sin nombre anhela una jubilación tranquila que se verá en serio peligro con la llegada del Coronel Joll, cuya misión es informar de las actividades de unos supuestos bárbaros y de los problemas de seguridad en la frontera. Joll lleva a cabo una serie de implacables interrogatorios. La forma de tratar a los bárbaros del Coronel y la tortura de una joven indígena se combinan para llevar al administrador a una crisis de conciencia que derivara en un acto de rebelión.

No hace falta haber leído la novela de J. M. Coetzee para detectar como su traslación al cine supone una notoria simplificación de ramificaciones narrativas que de alguna manera imposibilita explayar lo que viene a ser el leitmotiv de la obra en cuestión, los efectos nocivos del colonialismo o el salvajismo que puede recaer en un poder autoritario, el film transita por ese tipo de denuncias que hacen especial  hincapié en la barbaries que subyacen en sociedades que supuestamente son más avanzadas que otras a las que somete, a tal respecto la tesis que esgrime Waiting for the Barbarians, que se beneficia de la labor interpretativa de un espléndido Mark Rylance, queda meridianamente clara en intenciones pero no tanto en unos resultados en donde se tiene la sensación de una cierta carencia de recursos con respecto a intentar matizar tanto tramas alternativas como según que personajes en beneficio eso si de un aplicado espíritu visual que la emparenta por momentos a retratos cinematográficos épicos ya pretéritos. La metáfora principal, dividida en cuatro arcos narrativos, basculan a través del relato a modo de esa cruda amoralidad de tono militarista que nos expone el responsable de El abrazo de la serpiente y que termina siendo muy detectable, tanto que en su planteamiento no encontraremos un tiempo ni un lugar claro al que poder profundizar, de alguna manera dicho mal endémico deviene como atemporal incluso aun en nuestros tiempos, para más inri existe un subrayado en el film, que incluso acaba salpicando unas caracterizaciones que por momentos bordean peligrosamente el estereotipo interpretativo, algo que le hace entrar en un terreno de tono explicativo en donde los actos siempre están situados por delante de una reflexión que debería indagar más acerca de las fronteras, físicas y mentales, pues a fin de cuentas esta disquisición territorial viene a ser la principal síntesis argumental de una historia y en definitiva de una gran parte de los trabajos realizador por Ciro Guerra, una frontera y su estudio, en donde la alegoría la encontramos en ver como poderosos imperios tienen que inventarse a enemigos para poder llegar a sobrevivir o incluso en peor medida a enriquecerse a su costa.

Curioso que una de las películas más comentadas y esperadas del festival este año incluso antes de tener conocimiento de su existencia, aunque se intuyera, recayera en el Joker de Todd Phillips, San Sebastián recuperaba de este modo las ya extinta desde hace años sesión sorpresa que en realidad no lo fue tanto, o prácticamente nada, pues al poco de empezar el certamen ya se anunció su presencia, de algún modo la flamante ganadora del León de Oro en el último Festival de Venecia se erigió de esta manera como el auténtico, aunque no oficial, broche final de esta edición del Zinemaldia en una película en donde vemos como un individuo llamado Arthur Fleck vive en la ciudad de Gotham junto a su madre, siendo su única motivación en la vida el hacer sonreír a la gente haciendo de payaso en pequeños trabajos pese a tener serios problemas mentales que hacen que la gente le vea como un bicho raro. Su gran sueño es poder actuar como cómico delante del público, pero una serie de trágicos acontecimientos le hará ir incrementando su ira contra una sociedad que le ignora continuamente.

Recogiendo de alguna manera el oscurantismo ya visible en infinidad de comics y en algunas aproximaciones realizadas al personaje por parte de Christopher Nolan este Joker, película de cocción ciertamente lenta en su desarrollo, se erige como una brillante aproximación a la complejidad existente entre el bien y el mal, Todd Phillips, en la que es indiscutiblemente una de las películas de este 2019, huye de cierto tono de estereotipos narrativos al uso teniendo la gran virtud de saber en todo momento buscar acomodo en un relato que se encuentra bastante más cercano a modo de relectura del Taxi Driver de Martin Scorsese que a cualquier película de súper héroes al uso en donde afortunadamente nos encontraremos con una total carencia de efectos digitales, en un film que tiene además el añadido de estar producida por un gran estudio y poseer una carga subversiva bastante notoria, todo un logro en unos tiempos de una desmesurada corrección política. Este posicionamiento no solo vendrá en referencia a una narrativa en donde somos testigos de una oscura denuncia moral sino en intentar evocar en base a su estética a un tipo de cine pretérito expuesta a modo de fábula amoral pues a fin de cuentas la sociedad por donde transita el personaje interpretado por Joaquin Phoenix, al igual que el Conrad Veidt de The Man Who Laughs de Paul Leni, no deja de ser un trasunto más de un colectivo que deviene como enfermo. Como fiel apología de la verosimilitud de un relato en donde el estudio de una mente fracturada va direccionada desde lo interior a lo exterior este acabara terminando expuesto a modo de un símbolo y un desencanto global sin cuya revolución no existiría la evolución de un personaje cuya anterior indefensión queda totalmente desaparecida dadas las circunstancias acometidas.

Viene siendo una sana costumbre por parte de un servidor en estos últimos años el terminar mi andadura en el Zinemaldia con el visionado de alguna película encuadrada dentro de la retrospectiva clásica, no deja de ser una especie de particular mea culpa al no haber podido tener la opción, ni el tiempo necesario, de intentar indagar en dicho apartado con algo más de ahínco, no será por ganas y si por la coyuntura que representa el acudir a un festival a cubrirlo, a tal respecto y lejos de disquisiciones personales nunca me cansare de recalcar la importancia de las retrospectivas y la recuperación de clásicos en los certámenes de cine a modo enseñanza de una cinematografía o de un autor ya pretéritos, un apartado que de alguna manera contrarreste dentro de sus posibilidades el evento entendido como tal dentro de los certámenes cinematográficos.

En lo referido a esta labor, en la educación de esa mirada, San Sebastián en estos últimos años está acertando plenamente, desprendiéndose de la más que discutible retrospectiva de cine contemporánea para centrar esfuerzos en la clásica, si el pasado año dicho apartado correspondió a la figura de la autora británica Muriel Box esta edición estuvo dedicada al realizador mexicano Roberto Gavaldón, un gran retratista social y mejor cronista de la época que atesora una filmografía tan rica en matizaciones autorales como variada genéricamente. Un servidor tuvo la ocasión de visionar un título que de alguna manera aúna géneros muy utilizados a lo largo de su carrera, en La diosa arrodillada vemos como un millonario llamado Antonio obsequia a su esposa con una estatua de una mujer desnuda como regalo de aniversario nupcial. La modelo que posó para la estatua es Raquel, amante de Antonio. Raquel exige a Antonio que se divorcie de su esposa sin embargo poco después ésta muere bajo unas circunstancias misteriosas. Antonio tendrá que aceptar casarse con Raquel para que no se descubra que su esposa no falleció por causas naturales. De alguna manera La diosa arrodillada no deja de ser un compendio casi perfecto que marcó la pauta para el desarrollo de lo que se vino a llamar el noir mexicano, evidentemente influenciado en base a las coordenadas provenientes del cine negro norteamericano. Un cine negro pero también direccionado a la denuncia de tratados sociales, aquí provistos de reminiscencias urbanas que indagan en la degradación moral de sus protagonistas. Con una omnipresente María Félix, el trágico destino de sus protagonistas se convertirá de alguna manera en un rasgo autoral que devendrá  como bastante reconocible a lo largo de la carrera del responsable de Macario. Punto y aparte merece destacarse la manera en que Roberto Gavaldón con este trabajo se atreve a experimentar con las posibilidades existentes en lo referente a la utilización de la fotografía en blanco y negro, un trabajo en definitiva que viene a representar casi a la perfección una época de oro del cine mexicano aquí personificada a través de uno de sus principales e indiscutibles artífices.

 

Palmares

Concha de Oro a Mejor Película: Pacificado, de Paxton Winters

Concha de Plata a la Mejor Dirección: Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Maria Goenaga por La trinchera infinita

Concha de Plata a Mejor Actriz (Ex aequo): Nina Hoss por The Audition y Greta Fernández por La hija de un ladrón

Concha de Plata a Mejor Actor: Bukassa Kabengele por Pacificado

Premio del Jurado a Mejor Fotografía: Laura Merians por Pacificado

Premio del Jurado a Mejor Guión: Luiso Berdejo y Jose Mari Goenaga por La trinchera infinita

Premio Especial del jurado: Proxima, de Alice Winocour

Premio Nuev@s Director@s: Algunas bestias, de Jorge Riquelme Serrano

Premio Horizontes: De nuevo otra vez, de Romina Paula

Premio Zabaltegui Tabakalera: Ich War Zu Hause, Aber’, de Angela Schnelec

Premio del público: Especiales, de Olivier Nakache y Éric Toledano

Premio a mejor película europea: Sorry we missed you, de Ken Loach

Premio Irizar al cine vasco: La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga

Crónica Festival de San Sebastián 2019. Día 8

De guerras y dolorosos resquicios endémicos

Con motivo del Premio Donostia que este año el Festival de San Sebastián otorgaba a la actriz española Penélope Cruz se tuvo la oportunidad de ver uno de sus últimos trabajos, en esta ocasión bajo la tutela del realizador francés Olivier Assayas Wasp Network, trama basada en hechos reales e inspirado parcialmente en el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría de Fernando Moraisun que nos sitúa en la ciudad de La Habana a principios de los años 90. En el vemos como René González es un piloto cubano que roba un avión y huye del país dejando atrás a su amada esposa e hija. Comienza así una nueva vida en Miami. Otros desertores cubanos pronto le seguirán e iniciaran una red de espionaje. Su misión será la de infiltrarse en organizaciones anticastristas violentas, responsables de ataques terroristas en la isla.

Uno es de la opinión de que si no fuera por dicha coyuntura arriba citada Wasp Network difícilmente estaría presente en el certamen donostiarra por mucho que Olivier Assayas se haya convertido, por méritos propios, en estos últimos tiempos en un peso pesado dentro del  circuito de festivales. Wasp Network, que nace con unas inequívocas texturas de producto comercial con clara vocación internacional, queda muy lejos del tono y resultados de sus últimos trabajos, se tenía la esperanza, al menos en lo referente a un servidor, por la temática y por aquello de la semejanza de repetir con Edgar Ramirez como protagonista principal, que de alguna manera y debido a sus coincidencias temáticas se equiparara en algo con su notable miniserie Carlos, nada más lejos de la realidad, en realidad en film de Assayas se encuentra más cercano en estructura a la olvidable Loving Pablo del inefable Fernando León de Aranoa, la película a través de una narración que navega en un tono en donde se percibe demasiada medianía conceptual da cierta sensación de no saber a ciencia cierta si quiere centrarse en un relato de espías al uso o en un drama familiar, su síntesis final no incomoda pero tampoco llega a subyugar en prácticamente ningún momento de su metraje en base a un maniqueísmo que deviene como bastante simplista, a tal respecto estamos ante un film, siempre con la sensación de estar situado a medio camino entre el drama y el discurso político, en donde se nos cuenta una historia interesante pero que está bastante mal contada, el relato en cuestión deviene como acelerando en muchos tramos y bastante disperso en el modo en que está ejecutado, transitando por un territorio que no le llega a ser desconocido sorprende en parte la pueril resolución en la medida de estar ante un autor bastante curtido, no es la primera vez que el responsable de Personal Shopper trabaja fuera de su país, de alguna manera se agradece la osadía en la medida de realizar un intento de integración autoral a través de un producto de supuestas connotaciones mainstream, este sin embargo termina transitando por todos los tópicos habidos y por haber dentro del referido género, lo peor de todo es que da la sensación de que lo hace con una cierta desgana situando el producto en las antípodas de joyas perpetradas por su autor como por ejemplo Irma Vep o Finales de agosto principios de septiembre.

Hace un par de años el joven cineasta ruso de tan solo 25 años Kantemir Balagov consiguió sorprender a propios y extraños con aquella opera prima titulada Tesnota, un ejemplar y modélico ejercicio de violencia contenida ambientada durante la Guerra de Chechenia y expuesta a modo de un crudo retrato que indagaba en irrompibles y dolorosos lazos familiares que devienen como tóxicos, dos años más tarde el joven Kantemir Balagov se enfrenta a esa tesitura tan habitual y en parte comprometida a la hora de poder reafirmar o no esas buenas sensaciones con un segundo trabajos tras las cámaras, en Beanpole Balagov nos vuelve a situar a través de un drama intimista de tono femenino ambientado en el Leningrado de 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a un nivel físico como psíquico. El asedio ha terminado, a  través de este devastador escenario veremos como dos mujeres jóvenes llamadas Iya y Masha trataran de encontrar un difícil sentido a sus vidas.

Beanpole, inspirada en la novela La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich, no solo reafirma un talento que en parte deja de estar en ciernes sino que deviene como una incuestionable confirmación de un autor que todo indica que puede devenir como clave en un futuro, Kantemir Balagov en esta ocasión vuelve a incidir en retratos femeninos densos y asfixiantes llevados al límite, nuevamente ubicados en un escenario que deviene tan devastador como resulta ser unas psiques, la de sus dos protagonistas, situadas aquí a través de un estado de auténtica devastación existencial a causa la barbarie de la guerra, de alguna manera este intenso drama de cámara que termina siendo inequívocamente inmersivo para el espectador no deja de ser un profundo y continuo estrés postraumático expuesto a modo de una dramaturgia de tintes casi bergmanianos en donde se nos muestras unas heridas que se prevén como incurables, una mirada a una de las muchas caras no visibles de la trastienda bélica en donde se cuestiona ese unitario heroísmo patriótico del supuesto vencedor, en tal sentido el retrato que nos propone Beanpole quedara siempre situado a modo de un purgatorio mental situado al borde de un colapso emotivo y moral, para más inri Kantemir Balagov, aquí dotado de un presupuesto bastante mayor que en su opera prima, se permite el lujo de rodar con una excelente pulcritud espacios escénicos de una belleza cromática que por momentos da la impresión de estar colindando con el arte pictórico a través de un extraordinario rigor formal. Beanpole, indiscutiblemente una de las películas de este 2019, termina transitando mucho más allá de la empatización del dolor de unos personajes víctimas de una coyuntura silenciada, a tal respecto el estudio que se nos ofrece de ese total vacío de la victoria será la de un doloroso un sufrimiento interior alejado de cualquier tipo de épica, el resultado final en lo relativo a su ejecución es ciertamente admirable confirmando a Kantemir Balagov como un talento autoral al cual habrá que seguir muy de cerca en un futuro que se prevé como ciertamente brillante.

Curioso cuanto menos, dado el contexto genérico en el que se mueve, la participación dentro de la sección Perlas de la opera prima de Michael Angelo Covino The Climb, film genéricamente prototípico que suele ser más propio de festivales tipo Sundance o en menor medida y dentro de un contexto patrio el Americana de Barcelona, un cine independiente norteamericano que aquí queda expuesto a modo de comedia ácida en donde vemos como Kyle y Mike son dos amigos que comparten un fuerte y curioso vínculo de amistad hasta que Mike se acuesta con la prometida de Kyle. A partir de este hecho y su confesión veremos como una amistad que ha durado décadas se ve comprometiendo y rehaciendo a lo largo de los años.

The Climb pese a un tipo de producción bastante detectable en lo referente a su síntesis como hemos citado más arriba tiene al menos la virtud de ser original con respecto a sus postulados, estos giran a través de exponernos una peculiar amistad que resulta ser tan extraña como toxica. La película, de esas comedias acidas que te pueden arrancar una sonrisa cómplice y no una carcajada, parte de un hándicap bastante detectable en la medida de ser una especie de apéndice algo alargado de un corto anterior con los mismos protagonistas, la historia está expuesta en base a continuas idas y venidas en donde más que de la amistad en si lo que Michael Angelo Covino parece querer contarnos es en referencia al vínculo creado de tal concepto, los dos protagonistas devienen como completamente antagónicos, uno resulta ser un inocente bonachón de carácter extremadamente afable, el otro un tanto ególatra y vividor pero principalmente egoísta con quien le rodea, curiosamente la mezquindad del segundo hará que anhelé y en parte necesite el entorno familiar solido que atesora el primero. Dividida en siete capítulos expuestos a lo largo de varios años a través de ellos veremos una relación de amor-odio ofrecida a modo de una rara avis que explora el concepto bastante desvirtuado de las buddy movie en donde el dialogo corrosivo también va acompañado de una técnica y un rasgo estilístico esforzado representado en varios planos secuencias que suelen ser muy impropios en este tipo de comedias convirtiendo a The Climb en toda una extravagancia merecedora cuanto menos de no caer en el olvido al que parece estar predestinado.

Para cerrar las películas vistas este año dentro de la sección Nuevos Directores nada más adecuado que el visionado de la película que termino alzándose con el premio principal de dicha sección, Algunas bestias supone el segundo trabajo tras las cámaras del realizador chileno Jorge Riquelme Serrano tras aquella curiosa opera prima titulada Camaleón, un film rodado en apenas 10 días y con Jorge Riquelme Serrano convertido en un auténtico hombre orquesta en donde aparte de la dirección se ha encargado del guion, producción y montaje en una historia que nos cuenta como una familia desembarca con entusiasmo en una isla deshabitada en la costa sur de Chile con el sueño de poder levantar un hotel turístico en el lugar. Un fin de semana invitan a los padres de ella con la intención de pedirles un préstamo económico para dar impulso al proyecto, sin embargo cuando el hombre que se ocupa del mantenimiento básico de la isla desaparece, la familia quedará prisionera víctima de las precariedades. Con frío, sin agua y sin apenas certezas, los ánimos y la buena convivencia comenzaran a diluirse poco a poco.

En Algunas bestias, que empieza con un abrumador plano cenital y cuya narrativa afortunadamente resulta bastante más sutil que su título, amparándose en una inequívoca puesta en escena teatral se nos muestra a una familia encerrada, dicho enclaustramiento forzoso que en un principio es paradisiaco ira lentamente convirtiéndose en claustrofóbico dando lugar a la representación de un determinada  microcosmos que de alguna manera pretende ser una suerte de reflejo de un país entero, a través de todo ello se nos retrata lo más feo y oscuro que puede llegar a anidar dentro del ser humano. Alegado formalmente de ese tono gélido y aséptico tan característico en películas centroeuropeas en donde se nos retrata disfuncionalidades familiares de todo tipo Jorge Riquelme Serrano tiene la virtud de hacerlo todo más cercano en base a la cotidianidad de los actos, esto no significa que el relato no sea áspero y oscuro, a tal respecto el film tiene el dudoso honor de atesorar la escena posiblemente más hiriente y sórdida vista durante todo el festival. Un notable tratado que da la sensación de transitar acerca de los males que suelen envenenar nuestra sociedad actual, se nos expones las consecuencias, nunca las causas, a tal respecto no terminamos presenciando una historia de denuncia como tal sino más bien una condena con visos de tener muy pocas oportunidades a la hora de encontrar algún tipo de redención posible.

Últimamente parece ser que clausurar un festival de cine se ha convertido más que en un privilegio en una tesitura algo complicada, en muchos sectores de la industria es algo que se tiende a evitar a la hora de ofrecer películas para ello, ya no solo en referencia a San Sebastián sino a prácticamente todo los certámenes cinematográficos, lejos quedan los tiempos en que films importantes cerraban ediciones, las causas devienen como diversas, por un lado no es el mejor apartado para difundir o publicitar un trabajo, los festivales hoy en día suelen ser de alguna manera como los maratones, sus participantes, prensa y público, llegan exhaustos a su final y la mirada sobre el producto termina siendo en la mayoría de los casos algo desvirtuada y liquida dada las condiciones, se cómo fuere el Zinemaldia en esta edición aposto por lo académico a la hora de intentar conseguir un consenso que fuera lo más global posible con respecto a su acogida, en The Song of Names adaptación de la conocida novela de Norman Lebrecht, vemos como en plena Segunda Guerra Mundial, Martin, un niño de nueve años crea un vínculo afectivo con su hermano recién adoptado, Dovidl, un prodigio del violín de su misma edad que acaba de llegar a Londres como refugiado judío de origen polaco. Tiempo después, horas antes de ofrecer su primer gran concierto a la edad de 21 años, Dovidl desaparece sin dejar rastro, provocando la vergüenza y la ruina de su familia que lo adopto.

No deja de ser algo curioso como el realizador de origen francés François Girard vuelve de alguna manera a una temática en donde el violín y la música en definitiva se encuentran situados en su eje argumental, sin embargo su anterior y notable Le Violon rouge tiene bastante poco que ver con esta deslucida The Song of Names, la historia aquí contada, de amistad entre dos hermanastros pero sobre todo de remordimientos, siempre con el trasfondo del Holocausto nazi presente en su narrativa, nos sitúa a través de un relato de estructura episódica fragmentada en el tiempo que termina siendo demasiado académica utilizando negativamente tal termino, uno acaba teniendo cierta sensación de estar ante un trabajo que prioriza el texto entendido como tal que su traslación en imágenes, estas, provistas de un empaque técnico ciertamente impoluto y aplicado, no acaban de conceptuar adecuadamente un relato que pretende indagar en la emoción de la memoria colectiva a toda costa sin llegar apenas conseguirlo, estamos pues posiblemente ante una película que carece del alma necesaria que reclamaba una dramaturgia literaria que en su traslación fílmica deviene por momentos tan encorsetada en sus formas como impostada a la hora de no saber abordar e indagar adecuadamente las diversas raíces humanistas que forman parte primordial del Status Quo que sí parece atesorar el texto original en el que está basado.

Crónica Festival de Sitges 2019. Día 3

Ventajas de viajar en tren

Helga Pato acaba de internar a su marido en un psiquiátrico. En el tren de vuelta, un desconocido se le presenta como Ángel Sanagustín, psiquiatra que trabaja investigando trastornos de personalidad a través de los escritos de los pacientes. Le cuenta entonces la historia de un enfermo paranoico extremadamente peligroso obsesionado, entre otras cosas, con la basura. Este encuentro fortuito marcará de manera irremediable el futuro de Helga Pato y el de todos los personajes involucrados en una serie de tramas impredecibles que se superponen, capa tras capa, hasta llegar a un delirante clímax.

Hace ya muchos años que los festivales de género, en especial Sitges, dejaron de ser un coto casi exclusivo para películas que no se salían de unas coordenadas que preestablecían claramente cuáles eran las barreras limítrofes del fantástico, hoy en día dicho temario genérico se ha expandido hasta límites ciertamente insospechados, hasta tal punto que muchas de las mejores películas que se pueden ver en una edición tienen una dudosa adscripción genérica, ¿es género fantástico entendido como tal The House That Jack Built o The Lighthouse?, sea como fuere esa hoy tan en boga hibridación termina teniendo sus ventajas e inconvenientes, en realidad la cuestión es tan simple como que esos conceptos estén bien cohesionados y tengan una razón de ser coherente, en este misma crónica destacábamos como deficitaria en tal aspecto la cinta proveniente de Laos The Long Walk de Mattie Do, Ventajas de viajar en tren la opera prima de Aritz Moreno vendría a significar el lado opuesto de dicho paradigma genérico.

Después de unos años en donde la producción patria presente en Sitges dejaba bastante que desear en esta edición se ha podido comprobar un nivel bastante decente, primeros trabajos como El hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia o Amigo de Óscar Martín adecentaron un certamen falto de propuestas que de alguna manera se salieran de una tangente temática y autoral convencional, Ventajas de viajar en tren a modo de sofisticada herramienta manipuladora entra perfectamente en dicho tratado, más surrealista que fantástica, basado en la novela de Antonio Orejudo estamos ante un film tan atrevido como inclasificable, volviendo un poco a lo arriba comentado su variada paleta genérica deviene como inabarcable, comedia negra, drama criminal, intriga o elementos esporádicos de terror, a tal respecto Aritz Moreno crea una narrativa bifurcada en múltiples direcciones, en parte a modo de una estructura circular que por momentos se unen y se separan para volver al final a encontrarse, el mérito principal de este ejercicio de incuestionable libertad creativa expuesto a modo de caja de muñecas rusas viene en la medida de saber en todo momento ampararse y crear continuas expectativas con el espectador sin perder lo que podríamos denominar una identidad global, un tren del absurdo que al final termina teniendo sentido, también hay sitio aunque de una manera algo menos fluida para digresiones tales como la alienación del individuo o la desmitificación de tratados cotidianos preestablecidos, en su contra podemos achacar como mal menor al film de Aritz Moreno una desmesurada intensidad que puede terminar agotando al espectador, también un exceso explicativo en su tramo final que en parte contradice su osadía y extravagancia narrativa, males menores en definitiva para un producto de una textura tan marciana como admirable en lo referente a su ejecución.

Valoración 0/5: 3

 

Vivarium

Una joven pareja se plantea la compra de su primer hogar. Para ello, visitan una inmobiliaria donde los recibe un extraño agente de ventas, que les acompaña a una nueva, misteriosa y peculiar urbanización para mostrarles una vivienda unifamiliar. Allí quedan atrapados en una pesadilla laberíntica y surrealista.

El realizador irlandés Lorcan Finnegan ya apunto hace años buenas maneras con su opera prima Without Name también presente en Sitges dentro de la sección Noves Visions, un interesante film de terror ecológico narrado en forma de pesadilla interna en donde se mostraban unas costuras genéricas muy ambivalentes, con una puesta en escena en donde la creación de una atmosfera densa y la utilización del sonido devenían como herramientas claves a la hora de construir un relato de claros contornos metafísicos. Con Vivarium, que forma parte de esas películas en donde cuanta menos información se tenga de ella a la hora de visionarla mejor, cambia completamente de maneras para ofrecernos pese a unas ciertas imperfecciones una de las cintas más sorprendentes de las vistas en este Sitges 2019.

Si hay una cosa que es omnipresente en Vivarium como elaborado juguete distópico es su innegable adscripción a esa clase de películas que anidan en todo momento a través de la alegoría fantástica al mismo tiempo que funciona a la perfección a modo de un entretenimiento de tono inteligente, dicha metáfora que en ocasiones deviene en sátira de tintes kafkianos en el caso que nos ocupa se sustenta principalmente en la referencia cinematográfica, la básica es evidentemente la fundamental Twilight Zone, también encontraremos ciertos retazos de otras series como Tales of the Unexpected y Black Mirror aunque menos detectables. Partiendo de una premisa argumental que da la sensación de beber de imaginarios surgidos de la mente de John Wyndham el film de Lorcan Finnegan parte de la anécdota, aquella en donde una joven pareja pretende firmar un contrato para poder comprar la que en teoría ellos creen que puede ser la casa de sus sueños, ese punto de partida de claros contornos minimalistas conforme avanza la película se trasforma en metáfora hiperestilizada que intenta describirnos un mundo horrendo, representado en tener unas vidas escaneadas en serie en referencia a la vida familiar suburbana, a tal respecto la crítica al american way of life está presente en todo el metraje, también el concepto de la maternidad manipulada y de forma relativamente más sutil y anecdótica el paralelismo del comportamiento de los cucos con respecto a algunos personajes de la trama. Vivarium pese a ciertos lastres narrativos que dan cierta sensación de dilatar el relato innecesariamente y en donde por momentos se incide más en el mensaje que en el thriller psicológico de índole paranoico como tal funciona mejor conforme se hace más oscura y se retuercen de alguna manera coordenadas genéricas a la hora generar un mayor impacto en el relato a modo de elementos de horror insertados en lo supuestamente cotidiano, en esa construcción social que nos es impuesta, dramas y déficits de nuestro día a día meditados y expuestos de manera solvente en uno de los vehículos más adecuado para todo ello, el género fantástico, aquel que no te limitan en lo concerniente a traspasar las barreras de la realidad, una realidad que aquí y en su génesis nos es presentada en Vivarium como ciertamente perturbadora.

Valoración 0/5: 3’5

 

Memory: The Origins of Alien

«Memory» fue un guion que Dan O’Bannon comenzó en 1971 y que nunca llegó a pasar de la página número 29. Después de gestar la idea durante algunos años, finalmente vio la luz en forma de uno de los productos de ciencia ficción más conocidos de la historia del género: «Alien: el octavo pasajero», una de las obras maestras del director Ridley Scott.

Alexandre O. Philippe suele ser en estos últimos años un habitual al Festival de Sitges, todos sus trabajos documentales han estado presentes en el certamen catalán en una trayectoria que le ha llevado a ser un referente actual en dicha materia cogiendo de alguna manera el relevo del australiano Mark Hartley que tras su Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films decidió por voluntad propia abandonar la realización de trabajos en dicho formato, Alexandre O. Philippe estuvo presente en Sitges con dos documentales, ambos notables, Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist de la que hablaremos próximamente y Memory: The Origins of Alien, un apasionante, como no podía ser de otra manera, estudio que indaga en el proceso de creación de una de las películas capitales del género fantástico como es el Alien de Ridley Scott.

No deja de ser algo curiosa la evolución de la trayectoria de Alexandre O. Philippe partiendo de la base de como con los años ha ido perfeccionando la calidad de sus documentales, sus inicios fueron ciertamente modestos a tal respecto, The People vs. George Lucas y The Life and Times of Paul the Psychic Octopus partían de un anecdotario muy patente en un deslucido desarrollo que no iba más allá de dicha premisa, tampoco pasara a la posteridad su acercamiento a la cultura zombie con la intrascendente Doc of the Dead, con la notable 78/52, su mejor trabajo hasta la fecha junto a Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist, consigue dar un paso al frente y sus trabajos empiezan a ser un común denominador en cualquier festival de genero que se precie. En Memory: The Origins of Alien Alexandre O. Philippe sigue por esa buena senda mostrada en sus últimos trabajos, a tal respecto el documental que nos ocupa no pretende, ni lo es, ser el documental definitivo que desgrane a conciencia el film de Ridley Scott, su mirada provista de un abundante material de imágenes de archivo, va más bien direccionada a la mitología e influencias varias de la cual parte dicha creación, unos apéndices bien investigados en donde sobresale el apartado dedicado a el guionista Dan O’Bannon, posiblemente unos de los talentos dentro del fantástico menos reivindicado a día de hoy, emparentándose con 78/52 también hay un apartado bastante generoso en como analiza con detenimiento la famosa escena en donde vemos por primera vez al alien después de eclosionar el pecho de John Hurt, del mismo modo las interpretaciones posteriores lanzadas al espectador devienen como infinitas , una de ellas por ejemplo sería una interesante mirada sobre el lado feminista del relato y sus influencias con respecto a las heroínas dentro del cine. El proceso desgranado no solo se limita al ámbito creativo sino también al referido a su producción, una mirada tan amena como didáctica que sin embargo no es definitoria en el estudio en el que se adentra pero que sirve a la perfección como excelente añadido a modo de pleitesía a una obra que cuarenta años después  de su realización sigue siendo referencial en la historia del cine fantástico.

Valoración 0/5: 4

 

Sesión salvaje

Sesión salvaje recorre la época dorada del cine de géneros en España, desde los westerns rodados en Almería a las películas de terror, pasando por el destape y el denominado cine quinqui. Este cine de serie B mantuvo a toda una pequeña industria de cineastas y nos regaló pequeñas y grandes obras, y este documental es un homenaje a todos aquellos profesionales que hicieron posible aquel cine hoy casi olvidado.

En una edición en donde de alguna manera el festival dada su algo deslucida sección oficial ha tenido que recurrir de forma más evidente y casi de una manera forzada a apartados en principios algo alternativos no deja de ser motivo de satisfacción que el número de documentales vistos este año se haya visto incrementado notoriamente con respecto a ediciones anteriores, más importante aún resulta que a día de hoy se realicen un ingente número de trabajos en dicho formato con una calidad bastante destacable en la gran mayoría de ellos, a tal respecto convendría señalar la importancia del documental de género como perfecta herramienta didáctica para el joven aficionado al fantástico de nuevo cuño, productos que no dejan de ser un vehículo a modo de apéndices didácticos que incitan a la revisión o el descubrimiento de un cine ya pretérito.

En esa labor antes comentada proveniente del documental genérico tiene un mérito aún más destacable si cabe aquel que se adentra en una parcela en parte no reconocida, o lo que es más importante desconocida para mucha gente, si de alguna manera es un temario que un servidor ha mamado a conciencia en el momento en que se dio esa herramienta didáctica se convierte en empática casi por obligación siendo ciertamente reconfortante el volver a transitar por lugares ya recorridos tiempo atrás. Sesión salvaje dirigida a cuatro manos por Paco Limón y Julio César Sánchez nos habla de aquella forma de hacer cine destinada primero a las salas de barrio de sesión doble para más tarde recalar en los videoclubs, también nace en referencia a esa labor antes comentada de divulgar y reivindicar en esta ocasión un tipo de cine que quedo extinto ya hace muchos años sin apenas reconocimiento, la denominada exploitation nacional que en realidad funcionaba a las mil maravillas como industria, el cine de repertorio genérico español de los años 70 y 80 son analizados de forma amena pero también rigurosa, ese rigor curiosamente no está acompañado por una narrativa digamos ordenada, a tal respecto es casi imposible que este tipo de cine por su naturaleza no termine estando estudiada de una forma algo deslavazada, mediante a confecciones y entrevistas de implicados de aquella época y voces autorizadas del presente se nos muestra un repaso de aquellas producciones que en su día pese a ser rentable en lo económico y exportables al exterior fueron denostadas, desde el spaghetti western al cine de terror pasando por las comedias del destape y terminando en el cine quinqui, muchas de ellas catalogadas con aquella Clasificación ‘S’ que nos venía a advertir que era un tipo de cine solo destinado a gente adulta, como no podía ser de otra manera también hay en el documental una indagación en el entorno social y político de la época, en este apartado resulta ciertamente alarmante el comprobar como aquel cine siempre expuesto bajo la mirada del sensor acabo resultando bastante más atrevido y desprovisto de ligaduras morales que el producido hoy en día, una paradoja que da que pensar en la involuciona sufrida a lo largo de estos años, por lo demás Sesión salvaje es un goce continuo con respecto al cinéfilo con pedigrí que funciona a la perfección a la hora de mirar hacia atrás en su función de rememorar, reivindicar y descubrir un cine libre que tarde o temprano está destinado a ser tratado con la justicia que lamentablemente no tuvo en su día.

Valoración 0/5: 4

 

VFW

Como todos los soldados que han luchado en Vietnam, Fred cree que lo ha visto todo. Hasta que, una noche, él y sus amigos deben enfrentarse a una horda de yonkis mutantes que asedian el puesto de veteranos del ejército de su localidad.

A falta de la presencia de directores ya plenamente consagrados dentro del fandom este Sitges 2019 direcciono su mirada hacia autores que de alguna manera aún parecen encontrarse en boxes, en este sentido uno de los nombres propios a modo de relevación definitiva de esta edición fue sin lugar a dudas el estadounidense Joe Begos, presente en el festival con dos trabajos radicalmente opuestos entre sí en referencia a su estructura, por un lado esa alocada desviación lisérgica y psicodélica que es Bliss y por otro el film que nos ocupa, la aplicada y desmedida re visitación del action movie de los años 80 VFW.

No deja de ser curioso sin embargo como el mayor beneplácito de público y crítica con respecto a ambas películas fuera a recaer sin paliativos a Bliss, seguramente de una forma merecida, la contradicción viene dada en la medida de cómo esta película se aparta del temario habitual de su director, si repasamos su breve pero intensa filmografía detectaremos que trabajos como Almost Human o The Mind’s Eye no dejan de ser ómnibuses genéricos que en ningún momento disimulan su condición de homenaje y pleitesía a un determinado tipo de cine realizado en los años 80, VFW de forma evidente y a diferencia de Bliss, film que analizaremos más adelante con algo más de detenimiento, pertenece sin ningún tipo de disimulos a este grupo, en esta ocasión a modo de vuelta de tuerca de tono desenfadado y en parte gamberro del Assault on Precinct 13 de John Carpenter y productos sucedáneos que devinieron de este. VFW cuyo título hace referencia a las siglas de los soldados veteranos que participaron en la guerra de Vietnam está impregnada en todo momento a través de un aire retro bastante característico visto en trabajos anteriores de un Joe Begos que afortunadamente sigue fiel a un estilo, de inequívocas texturas independiente que en parte no deja de ser un tipo de cine de guerrillas, una película cuya misión a parte de divertir a la audiencia es la de evocar un espíritu pretérito. Pese a la precariedad económica de la propuesta la abundante dosis de gore deviene como generosa para mayor satisfacción del incondicional de esto de los revaivals cinematográficos, en tal sentido su cuadratura de claro índole carismático y referencial deviene como una apuesta ganadora para un entorno como el de Sitges, al igual que en anteriores películas de su autor la falta de experiencia o una cierta inmadurez fílmica, aquí algo más depurada, queda equilibrada por una total libertad de prejuicios creativos, aquí el tono testosterónico y sin miramientos a las sutilezas impera a lo largo de todo el metraje en un relato en donde los malos son muy malos y los buenos muy buenos, el disfrute para gente afín a esta coordenadas genéricas está plenamente garantizado hasta el lógico y en parte inevitable agotamiento temático que terminara padeciendo el espectador, algo por otra parte poco importante dada la propia naturaleza de esta clase de películas.

Valoración 0/5: 2

 

The Long Walk

Un muchacho que vive en las afueras de un pueblo rural de la jungla de Lao se ve obligado a cuidar de su madre enferma cuando su padre les abandona. Cuando un día acude a la ciudad en busca de alimento, es testigo del atropello de una joven mujer cuyo espíritu permanece a su lado en silencio de ese momento en adelante. 50 años después, pese al desarrollo de la ciudad, el campo sigue siendo exactamente el mismo, solo que ahora sirve como escaparate para que los turistas puedan contemplar la pobreza que impera en el país. Una serie de sucesos le llevan a descubrir que el espíritu de aquella chica le permite viajar en el tiempo, lo que le empuja a intentar salvar a su madre de contraer la enfermedad que finalmente acabaría con su vida.

Después de la interesante Dearest Sister la realizadora Mattie Do (Premio a la mejor Dirección) volvía a Sitges otra vez encuadrada dentro de la Sección Noves Visions con su nuevo trabajo tras las cámaras titulado The Long Walk, un film que en esta ocasión transita nuevamente sobre fantasmas, más ambicioso tanto en recursos como en contenidos en uno de esos relatos que exigen al espectador un sobreesfuerzo extra a la hora de no perderse por una narrativa tan exigente en su por momentos confuso dictado como interesante en referencia a sus postulados genéricos de claro índole tradicional.

The Long Walk como relato que bascula en todo momento a través de una narrativa fragmentada temporalmente tiende a hablarnos de oportunidades perdidas y de cómo un hombre intenta cambiar su propio pasado, este denso viaje espectral a modo de drama rural con claras acotaciones sobrenaturales y un cierto tono poético expuesto a través de distintas líneas temporales y provisto de fantasmas y apariciones varias de por medio deviene como un producto ciertamente curioso dada su peculiar condición autóctona, hay bastante poca cinematografía proveniente de Laos, menos de género y más raro aún si esta viene firmada por una fémina, a tal respecto esta pieza que reflexiona tímidamente sobre la fe y el destino desde una perspectiva muy poco convencional, por momentos demasiada criptica y sobrecargada de detalles de cuestionable aclaración con algunos pasajes ciertamente indescifrables, termina dándole un plus autoral a un producto con interesantes ingredientes a tener en cuenta y que en parte sirve en la medida de paliar ciertos déficits estructurales como por ejemplo su desmesurada duración. Una lástima que Mattie Do pese a lo interesante e inhabitual de la propuesta no termine de saber adecuar convenientemente todo el potencial metafórico de una historia que parece estar fragmentada no solo argumentalmente sino también en referencia a una dudosa adscripción genérica situada entre la tradición rural budista y ciertos retazos de ciencia ficción, por otra parte pese a asomar tímidamente en la historia los elementos de terror estos tampoco se adueñan en ningún momento de un relato que da la sensación de situarse genéricamente en tierra de nadie, esto ocasiona inevitablemente el no poder encontrar una audiencia potencial determinada que termine avalando para bien un producto de una naturaleza tan loable en intenciones como ciertamente peculiar en referencia a su condición.

Valoración 0/5: 2’5

Autorreflexión en primera persona, tráiler de «Tomasso», lo nuevo de Abel Ferrara

No deja de ser una obviedad como a lo largo de su carrera Abel Ferrara ha tenido una serie de actores de plena confianza que han sido bastantes recurrentes dentro de su ya extensa filmografía, entre ellos encontraremos a Harvey Keitel, Christopher Walken pero muy especialmente a Willem Dafoe, si repasamos sus colaboraciones detectaremos trabajos tan fructíferos como por ejemplo resultaron ser New Rose Hotel, Go Go Tales, 4:44 Last Day on Earth o Pasolini, Tomasso, cuyo primer tráiler acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su póster oficial, supone hasta el momento y en espera de recién acabada Siberia el último encuentro artístico de ambos. La película de producción italiana, que tuvo su premier mundial en el pasado festival de Cannes y que estos días se podrá ver dentro de la sección oficial del Festival de Sevilla, viene a representar una especie de autorretrato medio friccionado casi a modo de continuación de su anterior Alive in France en donde somos testigos de un ejercicio fílmico a la hora de ver como el realizador neoyorquino de origen italiano intenta reconducir su confusa vida familiar.

Tomasso nos narra las vivencias de un artista estadounidense (Willem Dafoe) que vive en la ciudad de Roma con su mujer Nikki (Cristina Chiriac) y con su hija de 3 años. La historia viene a ser una especie de confesión cinematográfica del propio Abel Ferrara en donde se plasman sus propias experiencias en referencia a su vida personal en un argumento que se centra en el proceso de ruptura sentimental con su esposa Christina.

La película con guion del propio Abel Ferrara y música a cargo del habitual Joe Delia está protagonizada por Willem Dafoe, Cristina Chiriac, Anna Ferrara, Stella Mastrantonio, Lorenzo Piazzoni, Alessandro Prato y Alessandra Scarci.

https://youtu.be/7ShjwOCyqR4

Crónica Festival de San Sebastián 2019. Día 7

Fracturas adolecentes y recuperaciones musicales pretéritas

Si existe una temática bastante recurrente normalmente en los festivales de cine de categoría A esta es esa constante que nos suele retratar problemáticas sociales, raro es ver en cualquiera edición de Cannes, Berlín, Venecia o San Sebastián relatos que en mayor o menor medida transitan a través de la marginación del desfavorecido social, curiosamente este año en el Zinemaldia ha habido dos películas muy colindantes argumentalmente con respecto a dichas problemáticas direccionada en esta ocasión en la adolescencia, por un lado la española La hija de un ladrón de Belén Funes y por otro la película que nos ocupa Rocks, en el film de la realizadora británica Sarah Gavron vemos el complicado día a día de una adolescente poseedora de una aptitud siempre optimista provista de grandes sueños de futuro, con amigas leales, divertidas y un hermano pequeño algo travieso al que adora. Un día sin embargo su particular mundo se trastoca cuando llega del colegio y se encuentra con que su madre se ha ido, dejando un poco de dinero y una nota sin mucha más explicación que un lacónico lo siento.

Rocks parte de un hándicap que en parte es solucionado satisfactoriamente, concretamente el referido en intentar ofrecernos algo de originalidad y frescura en lo concerniente a un temario demasiado trillado y muy propenso a la grandilocuencia dramática. De este modo y aunque parte de una premisa similar el nuevo trabajo de la autora de Suffragette no se asemeja a por ejemplo al Nadie sabe de Hirokazu Koreeda, por fortuna tampoco lo hace con respecto a ese realismo friccionado tan habitual en el cine perpetrado por el británico Ken Loach, Rocks con una cierta tendencia a los pequeños detalles sin ser moralista ni sermoneadora pone el énfasis en la ausencia materna, pero en especial en como sobrellevarla, tieniendo la virtud de mostrarnos de forma algo diferente a lo habitual una historia acerca de una consolidación a la edad adulta forzada por las circunstancias, la construcción de una identidad con especial incidencia en la amistad y lealtad femenina que lo rodea, no lo hace a través del gueto entendido como entidad marginal sino más bien en lo concerniente a una cotidianidad de un grupo de adolescentes de origen multiétnico, en sus continuas interacciones encontraremos mucha improvisación escénica, esta radiografía deviene como clave a la hora de mostrarnos un comedido retrato en donde la veracidad va unida a una imágenes tan físicas como dinámicas en una película totalmente ajena al subrayado que no a la veracidad entendida como retrato de un devenir adolecente expuesto en base a una naturalidad que nos direcciona de forma casi obligada a la empatía hacia la protagonista.

En la jornada de hoy hubo tiempo de poder adentrarse en esa sección ya tan consolidada y en parte imprescindible dentro del festival como es Nuevos Directores, apartado en donde prima el descubrimiento dedicado exclusivamente a primeras y segundas películas, de Suiza vino Le milieu de l’horizon de la realizadora Delphine Lehericey, un segundo trabajo tras las cámaras que curiosamente colinda temáticas adolecentes con la que fue su ópera prima Puppylove, también presente años atrás en la misma sección del certamen. Le milieu de l’horizon nos sitúa en el verano del año 1976. Una ola de calor está provocando que el campo suizo se seque a toda velocidad. En un ambiente sofocante, Gus, que tiene trece años y es hijo de un granjero, ve cómo su entorno familiar y su inocencia se están resquebrajando, desde su propia mirada está de alguna manera viviendo lo que él considera como una especie de un fin de mundo particular.

Le milieu de l’horizon que adapta una novela de Roland Buti parte de una idea cinematográfica prototípica, aquella que nos explica la trasformación o emancipación de un joven en parte obligado por una serie de acontecimientos ocurridos dentro del núcleo familiar al que pertenece, punto de partida similar a la anteriormente comentada Rocks pero a través de una narrativa completamente diferente, en esta ocasión a modo de una característica coming of age encuadrada dentro de un periodo de tiempo muy determinado, apenas dos semanas y una ubicación rural clave en el desarrollo de la historia. De alguna manera en el film de Delphine Lehericey asistimos al final de un tiempo y unas vivencias que dan paso a otro bien diferente, transitando más allá del característico y sempiterno despertar sexual del joven protagonista el relato nos permite ciertas acotaciones interesantes que vienen a representar dicha ruptura vital arriba citada, el derrumbe de un mundo plasmado por un lado por una especie de capitalismo que pasa por encima del individual entorno campesino simbolizado en el relato en la figura de un padre que asiste a la irremediable tesitura de intentar subirse al tren de la modernidad si no quiere verse abocado a la desaparición laboral, el otro no social sino a modo de reafirmación sentimental o emotiva en referencia a la liberación de la mujer, la de una madre (una ajustada Laetitia Casta) que ve el momento de desembarazarse de ese cordón umbilical familiar para resetear el destino que ella cree que en verdad le corresponde, todo ello evidentemente bajo la mirada del infante, en esta ocasión expuesta como figura representativa del joven contemplativo que asiste a un irremediable cambio, una mirada tan vulnerable ante los hecho que se ve obligado a afrontar como en parte participe de lo que inevitablemente el futuro le deparara.

Otras de las películas presentes en la jornada de hoy en la sección Nuevos Directores fue la cinta Nematoma, coproducción entre Letonia, Lituania y Ucrania y segundo trabajo tras las cámaras del realizador Ignas Jonynas, la historia nos presenta a Jonas, un hombre que finge ser ciego para poder entrar en un conocido concurso de baile televisivo, será allí donde conoce a su atractiva compañera de baile, Saulé. Pronto se convierten en los concursantes más populares del show. En otro relato colindante vemos como un hombre llamado Vytas sale de prisión sediento de venganza, pues cree no ser el único responsable de la muerte de su esposa, sino que gran culpa de tan desgraciado hecho también recae en el que él piensa que fue su antiguo amante.

Nematoma cuya notable depuración formal es incuestionable es de esas películas en donde su aparente condescendencia narrativa le hace un flaco favor a su conjunto, dicho de otra manera en el film de Ignas Jonynas atisbamos una buena estructura a modo de relato dual en donde se juega continuamente con las expectativas del espectador en base a irrealidades escapistas y ansias de venganza, de alguna manera los interesantes mimbres con los que despega, la convivencia con las mentiras a modo de capacidad de autoengaño de ciertas personas para no hacer frente a una traumática realidad que en mayor o menor medida les corroe expuestas en base a una masculinidad de tono tóxico o ligeros apuntes a modo de crítica social con respecto a la manipulación de los medios por ejemplo siempre están destinados en la medida de ser utilizados en base a una conclusión en donde siempre se echa mano a la grandilocuencia fatalista, una exploración del trauma dudosamente desarrollada la verdad, a tal respecto la finalidad siempre es el golpe de efecto dramático en un relato en donde el subrayado de los contrastes es demasiado evidente y abrupto, algo que no tendría que ser malo por naturaleza sino fuera por como todo el entramado referido se percibe mucho tiempo antes de que esa eclosión narrativa se produzca a través de unas anteriores expectativas que devienen como muy detectables.

Amazing Grace enclavada dentro de la sección Perlas vino en parte a cubrir un hueco bastante evidente visto en una edición en donde escasearon los documentales dentro de su programación, sin embargo este trabajo no es desde luego un documental convencional entendido como tal sino más bien el rescate de un registro musical a modo de testamento, para ponernos un poco en contexto de esta atípica producción que finalmente ha visto la luz el film nos cuenta como en el año 1972, Aretha Franklin decidió volver a sus raíces y dedicar un álbum en vivo a la música con la que se crió: el góspel. Para grabarlo, Warner invitó al Coro Comunitario del Sureste de California, a una banda y a un centenar de personas de público, para pasar dos noches en una iglesia de Los Ángeles convenientemente habilitada para tal evento. De ahí tenía que salir también una película, que sería un reportaje/making of promocional realizado por el mismísimo Sydney Pollack. Por motivos técnicos un joven e inexperto Pollack no pudo usar claquetas en el inicio de cada toma que registraban las cinco cámaras que habían dentro del recinto y las 20 horas de metraje que resultaron de ahí fueron absolutamente imposibles de poder ser montadas en posproducción. El material de archivo terminó en una bóveda y ha sido durante 4 décadas uno de los tesoros cinematográficos perdidos de la música del siglo XX. En 2008, tras el fallecimiento del director, el productor musical Alan Elliott rescató el material y usando la tecnología del momento logró sincronizar la imagen con la pista de sonido, logrando por fin sacar a la luz la grabación en directo del disco más vendido de la historia del góspel.

Posiblemente la gran virtud de Amazing Grace radique en la medida de cómo alguien que no tiene que ser forzosamente un seguidor o apasionado de la música de la famosa cantante estadounidense puede disfrutar perfectamente de tal documento, como he citado más arriba este afortunado rescate musical tiene su razón de ser en como ejerce de experiencia hacia el espectador, a tal respecto la película no deja de ser una especie de catarsis de clara naturaleza inmersiva, despojada de cualquier tipo de intromisión ya sea en forma de entrevistas o contextos explicativos de la situación, solo nos quedará la música tal cual expuesta a través de un material que deviene casi como primitivo en lo relativo a su ejecución, esta autenticidad en parte le da un mayor sentido a lo entendible como momento único e irrepetible, un regalo didáctico de algo que se creía ya perdido, una celebración eucarística en definitiva que la historia nos debía a modo de visualización de uno de los mejores conciertos de todos los tiempos.

Como colofón de esta jornada se pudo ver el último trabajo del realizador madrileño Daniel Sánchez Arévalo tras las cámaras titulado Diecisiete, una luminosa road movie con inequívocas texturas de ese subgénero denominado como feel good movie en un relato en donde vemos como un chico de 17 años de edad lleva dos internos en un centro de menores. De carácter insociable y poco comunicativo el joven apenas se relaciona con nadie hasta que un día se anima a participar en una terapia de reinserción con perros. La terapia evidentemente termina por ser bidireccional, a través de ella se establece un vínculo indisoluble con una perra, a la que llama Oveja. Pero un día el animal es adoptado y el joven se muestra incapaz de aceptarlo. A pesar de que solo le quedan menos de dos meses para cumplir su internamiento, decide escaparse para ir a buscarla.

No existe mucho misterio a la hora de intentar desgranar una película de las características de Diecisiete, título que hace referencia a la edad de su protagonista, su paráfrasis principal vendría a ser en ver como dos hermanos que no acaban de entenderse terminan haciéndolo en base a réplicas y contrarréplicas, será en ese trayecto y las relaciones personales e interactuaciones de ambos a través de él lo que haga sanar las heridas existentes hasta ese momento, las taras psicológicas familiares y falta de conexión principalmente que atesoraban al inicio de dicho recorrido. Una historia mínima acerca de personalidades a medio construir que transita por lugares demasiado comunes, su síntesis podría definirse como un relato en donde priman en todo momento las buenas maneras, unas intenciones que no llegan a ser equiparables a lo que es su resultado final, situado siempre a medio camino entre un atisbo de reflexión y la ligereza genérica, el nuevo trabajo del responsable de Azuloscurocasinegro (en lo que respecta a un servidor su mejor película realizada hasta la fecha) parte de la premisa de que no es necesario ponerse muy dramáticos a la hora de explicar problemáticas varias, la sensación final de este enésimo viaje de autodescubrimiento conjunto provisto de diálogos extremadamente subrayados termina siendo la de asistir a una corrección temática tan sencilla que no ofende pero que evidentemente tampoco llega a trascender ni siquiera levemente en ningún momento de su por otra parte ameno metraje.

La Sala Berlanga de Madrid acoge un ciclo de películas de Sitges 2019

Títulos como ‘Amigo’, ‘American Satan’ o ‘Luz’ se proyectan esta semana en la sala madrileña.

El Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya y la Fundación SGAE organizan conjuntamente un ciclo de cine dedicado al Festival, con la proyección de cinco títulos presentados en su 52ª edición. Las sesiones se llevarán a cabo hasta el próximo sábado, 9 de noviembre, a un precio de tres euros la entrada.

Amigo, de Óscar Martín; An American Satan, de Aram Garriga; El psicópata, crónica de un caso sin resolver, de Estefani Céspedes; Luz, de Juan Diego Escobar Alzate, y En el pozo, de Bernardo Antonaccio y Rafael Antonaccio, son los cinco films seleccionados para participar en este ciclo que tiene lugar en la Sala Berlanga de Madrid.

La clausura del ciclo, el sábado 9 de noviembre, consistirá en la proyección de los trabajos audiovisuales seleccionados para la retrospectiva del 20º aniversario de los Premios SGAE Nueva Autoría, que cada año se entregan en el marco del Festival de Sitges. La entrada para esta sesión será gratuita hasta completar aforo.

 

Programa

Lunes, 4 de noviembre
18.30 h. Amigo / Óscar Martín / 2019 / 85’
20.30 h. An American Satan / Aram Garriga / 2019 / 72’

Martes, 5 de noviembre
18.30 h. El psicópata, crónica de un caso sin resolver / Estefani Céspedes / 2019 / 84’
20.30 h. Luz / Juan Diego Escobar Alzate / 2019 / 103’

Miércoles, 6 de noviembre
18.30 h. En el pozo / Bernardo Antonaccio y Rafael Antonaccio / 2018 / 80’
20.30 h. Amigo / Óscar Martín / 2019 / 85’

Jueves, 7 de noviembre
18.30 h. An American Satan / Aram Garriga / 2019 / 72’
20.30 h. El psicópata, crónica de un caso sin resolver / Estefani Céspedes / 2019 / 84’

Viernes, 8 de noviembre
18.30 h. Luz / Juan Diego Escobar Alzate / 2019 / 103’
20.30 h. En el pozo / Bernardo Antonaccio y Rafael Antonaccio / 2018 / 80’

Sábado, 9 de noviembre
19.00 h. 20 años de Premios SGAE Nueva Autoría

 

John Carpenter. El maestro del terror

John Carpenter, es uno de los grandes referentes del cine de terror, sobre todo a raíz de haber filmado la transcendental la noche de Halloween (Halloween, 1978), filme de bajo presupuesto que cambió el subgénero protagonizado por asesinos en serie. Pero, este director americano entró en la industria con la intención de imitar a Howard Hawks o John Ford, de los cuales recogió lo mejor de sus recursos técnicos para presentar su propio estilo, un talante único y propio que lo ha servido para enfocar cualquier género como si fuese una película del Oeste. Enfrentando de forma constante con los grandes estudios, el maestro representa la figura del outsider que ha sabido exprimir escasos recursos para sacar adelante proyectos que necesitaba de un gran presupuesto, haciendo del minimalismo artístico una virtud. En plena efervescencia alrededor de la cultura retro, Carpenter es un director de culto al que se alude también cuando se habla de la iconografía presente en el arte de los años ochenta, y es adorado dentro del mundo musical ligado a los sintetizadores porque utilizó estas máquinas de un modo original dentro del cine, componiendo sus propias bandas sonoras para sortear el hecho de no poder contratar una orquesta. Siendo ahora un venerable decano, del que se espera que algún día vuelva a la gran pantalla, Carpenter sigue en la brecha dando conciertos de música y promoviendo los cómics de ciencia-ficción que publica su esposa Sandy King. Juan Manuel Corral estudia en John Carpenter. El maestro del terror la biografía y filmografía de un genio que ha logrado que sus filmes lleven la etiqueta “John Carpenter’s”, desde su juventud hasta nuestros días, y así, el lector podrá leer sobre, por ejemplo:
La verdadera influencia de John Carpenter en la serie Stranger Things (2016 – )
¿Por qué se definió a La cosa: El enigma del otro mundo (The Thing, 1982) como un filme pornográfico?  
En qué bandas chinas reales se fijaron los guionistas para escribir Golpe en la pequeña China (Big Trouble in Little China, 1986).
Cuando Adrienne Barbeau descubrió a su marido John Carpenter atemorizado en la casa que el matrimonio poseía en Inverness.
¿Por qué el hijo de Dave Davies de The Kinks es el ahijado de Carpenter?  Y un interesante apartado que desentraña todos los temas de sus bandas sonoras.
Autor; Juan Manuel Corral, Editorial: Dolmen Ediciones, Páginas: 288

Crónica Festival de Sitges 2019. Día 2

Paradise Hills

Paradise Hills nos sitúa es un internado de lujo del mismo nombre ubicada en una isla remota en donde familias acomodadas mandan a sus hijas para que sean entrenadas y educadas para ser mujeres perfectas al estar sometidas a un intenso tratamientos de belleza, gimnasia y dietas restringidas para tratar de eliminar todos los supuestos defectos físicos y emocionales que atesoran al entrar. Una joven llamada Uma es enviada allí pero pronto descubrirá que la residencia oculta un oscuro y terrible secreto.

En una edición en donde el nivel  medio de las producciones patrias fue bastante decente la opera prima de la joven realizadora bilbaína Alice Waddington supuso un inevitable punto de discordia o inflexión con respecto a sus compañeras de viajes. Paradise Hills dadas sus muy particulares características nace involuntariamente con una inequívoca vocación, con la duda de su voluntariedad, de ser una película de naturaleza maldita, de esas que en el momento de ver la luz, normalmente a través de certámenes cinematográficos, suele ser vilipendiada por un gran sector de la crítica festivalera pero que al cabo de los años es en parte rescatada del olvido, en algunos casos incluso reivindicadas dada su singularidad, a lo largo de estos últimos años Sitges ha presentado diversas propuesta que se ceñían a la perfección a dicha tesis, por poner solo dos ejemplos citaremos The Birthday de Eugenio Mira y el Atolladero de Oscar Aibar, ambos films comparten junto a Paradise Hills una condición de rara avis que las aleja de cualquier tipo convenciones genéricas amparadas en el convencionalismo.

Paradise Hills parte de la idea de ser de alguna manera un pastiche de referencias, las lecturas que nos llega a ofrecer devienen como infinitas, a un nivel estético y visual principalmente, en ocasiones expuesto a través de un tono inequívocamente barroco, Picnic en Hanging Rock está muy presente, también encontramos retazos de La residencia o incluso de La fuga de Logan, enmascarada argumentalmente a medio camino entre los rasgos de una distopía feminista retrofuturista y los cuentos de hadas al uso a modo de indagación fantástica en lo referido a problemáticas y rebeliones adolecentes con el empoderamiento femenino situado siempre en la trastienda del relato, a tal respecto Alice Waddington lleva muy al límite un catálogo que mezcla sin demasiadas sutilezas feminismo y ciencia-ficción. De alguna manera lo de Paradise Hills no deja de ser un desafío que dista mucho de ser redondo, más bien todo lo contrario, pese a que la intención sea loable esto no significa que el resultado final sea el adecuado, dicha valentía autoral la direcciona en muchos momentos a bordear esa peligrosa línea que separa la originalidad estética y el ridículo narrativo en un film que indaga más en lo emocional que en lo reflexivo, esto último a fin de cuentas un escollo ciertamente difícil de superar dada su nula profundidad en referencia a un desarrollo que se muestra en todo momento demasiado errático.

Valoración 0/5: 2

 

The Lodge

The Lodge nos cuenta como una joven mujer que está a punto de convertirse en madrastra se encuentra atrapada junto a los dos hijos de su prometido en una casa alejada de cualquier tipo de civilización por culpa de una fuerte nevada. Justo cuando la relación entre los tres parece que empieza a florecer y normalizarse la mujer adopta repentinamente una actitud aterradora que parece provenir del salvaje adoctrinamiento que sufrió en el pasado por parte de una secta religiosa.

Mucha expectación había suscitado en nuevo trabajo del dúo de realizadores compuesto por los austriacos Severin Fiala y Veronika Franz, en este su primera película en lengua inglesa vuelven a recurrir por temarios ya transitados en su notable opera prima Goodnight Mommy, de hecho no dejamos de estar ante una re visitación, en esta ocasión algo más direccionada al relato de terror psicológico de índole más puro pero volviendo a incidir en problemáticas y subjetivas desviaciones dentro del entorno familiar.

En The Lodge, todo vuelve a girar y transitar en torno a los infantes como entes detonantes o ejecutores de la problemática en cuestión o victimas de ella, al igual que en su anterior Goodnight Mommy en donde se prolongan obsesiones estamos ante una película de claras texturas minimalistas en torno a un trauma que da la impresión de estar diseñado y expuesto de una forma milimétrica en base a una perpetua tensión narrativa y escénica, a tal respecto su desarrollo estético es ciertamente brillante, la fotografía a cargo de Thimios Bakatakis (habitual en el cine de Yorgos Lanthimos) vuelve a situarnos en un espacio claustrofóbico, su frialdad por momentos nos remiten a imaginaros asépticos surgidos de cineastas como el propio Lanthimo o Haneke, si en la anterior película era una lujosa casa de campo alejada de cualquier atibo cercano de civilización aquí nos encontramos ante otra vivienda que por culpa de un severo temporal queda completamente aislada, un virtuosismo técnico expuesto en espacios reducidos al completo servicio de una historia expuesta de forma bastante soterrada, Severin Fiala y Veronika Franz detrás de esa admirable construcción de ambientes, de planos sostenidos, no tienen mucha prisas por desvelar sus cartas, la jugada resulta ciertamente interesante por mucho que por momentos uno tenga la ligera sensación de percibir como un exceso de manierismos se sitúan por delante de una narrativa que por momentos deviene como algo mingue en contenidos, por el contrario su gran virtud posiblemente radique en como sabe en un primer momento incomodar para después perturbar en detrimento de simplemente aterrar, de alguna manera estamos ante una película meditada y calculada y no elevada, virtud esta que conlleva el librarse del escepticismo de fundamentalistas del género de terror, la ansiedad atmosférica del entramado con el concepto de la madre intrusa, la religión y el trauma de trasfondo  juegan una baza importante al respecto erigiendo al dúo compuesto por Severin Fiala y Veronika Franz como unos muy aplicados constructores de desviaciones y psicopatías de naturaleza bastantes maquiavélicas.

Valoración 0/5: 3’5

 

Ready or Not

Durante la noche de su boda, una joven mujer recibe la invitación por parte de la rica y excéntrica familia de su nuevo marido para participar en una tradición ancestral que repentinamente se convierte en un juego letal en el que todos luchan por la supervivencia.

Incluso en un festival tan abierto en torno a dinámicas como resulta ser el de Sitges siempre es bien recibido propuestas lúdicas del tipo de Ready or Not, la única película distribuida por un gran estudio, 20th Century Fox, presente en el festival, el film de Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin deviene como un producto completamente desprejuiciado con respecto a lo que son sus verdaderos propósitos.

Situada a medio camino entre el slasher y la comedia de estética slapstick en Ready or Not, que además tiene el agradable añadido de ser producida por la intermitentemente renacida Hammer Films, todo transita a través de un ameno subtexto genérico, aquel que en ningún momento se preocupa de ir más allá de sus propios postulados, estos se basan en una multi referencia tan amena como efectiva, cogiendo como punto de partida una premisa derivada de la fundamental El malvado Zaroff de Ernest B. Schoedsack el film de los responsables de la fallida Devil’s Due no profundiza en cuestiones tales como por ejemplo la institución matrimonial, la fantasía depravada  aristocrática de dar caza al desfavorecido o el empoderamiento femenino, en Ready or Not, que se beneficia de una aplicada labor actoral a cargo de Samara Weaving, todo pasa a través de un divertimento de claras connotaciones guiñolescas, una suerte de sátira gótica que al menos tiene el beneplácito de saber equilibrar entretenimiento grotesco, con una buena dosis de gore, y una comedia negra con un ligero acento británico sin que esto último llegue a desvirtualizar el primer y en teoría fundamental concepto, por lo demás dicha fórmula deviene como perfecta a la hora de aplicar unos automatismos en donde las narrativas del todo vale se erigen como un status quo primordial a través de un producto tan distendido y afable en referencia a su comicidad con el espectador como efervescente  en la medida de ser una propuesta totalmente carente de cualquier tipo de pretensión y complejidad posible.

Valoración 0/5: 2’5

 

Il signor Diavolo

Carlo es un chico de 14 años que ha matado a otro llamado Emilio, a quien cuidaba el párroco local. El Ministro del Interior italiano quiere saber qué es exactamente lo que ha sucedido, ya que la relación entre la Iglesia y las instituciones políticas no pasa precisamente por su mejor momento. Carlo acusa al diablo de ser el responsable de lo sucedido y comenta la influencia que ha tenido sobre él una monja. El adolescente está convencido de que Emilio fue el responsable de la muerte de Paolino, su mejor amigo, dos años antes.

Uno de los puntos álgidos de esta edición del Festival de Sitges fue el reconocimiento en forma de un merecido homenaje otorgado al veterano realizador italiano Pupi Avati,  en su extensa carrera como director encontraremos indagaciones dentro del género fantástico ciertamente interesantes como Balsamus l’uomo di Satana o Le strelle nel fosso pasando por ya reconocidos clásicos como La casa dalle finestre che ridono, Zeder o la magnífica L’arcano incantatore, curiosamente y pese a una alternancia genérica en su filmografía muy visible Avati siempre ha regresado de una forma  relativamente continua al género de terror, Il nascondiglio de 2007 no dejaba de ser una interesante re visitación de temarios ya transitados con anterioridad, a sus 80 años de edad el realizador italiano continua ampliando un legado cinematográfico ciertamente notable, Il signor Diavolo basada en una novela escrita por el propio Avati y publicada el pasado año supone un nuevo acercamiento por parte del realizador de origen boloñés al género fantástico siendo una de las propuestas más coherentes y lucidas en el ámbito autoral de las vistas este año en Sitges.

No deja de tener un regusto algo amargo por lo que respecta a un servidor el paso del gran Pupi Avati por el Festival de Sitges, las dos proyecciones en pantalla grande de sus películas, Zeder y la que nos ocupa no tuvieron el beneplácito del lleno en el cine Prado por parte del público del certamen, una pena que estas oportunidades, en cierta manera únicas, de descubrir en primera persona una trayectoria pretérita de un autor tan fundamental como resulta ser Avati no figure como una opción primordial por parte de un tipo de espectador que el propio festival a lo largo de estos últimos años ha ido direccionando de forma casi forzada al evento y las inmediatez cinematográfica, en tal sentido no basta con programar, se tiene que publicitar adecuadamente ese esfuerzo realizado, de alguna manera obligar y empujar al espectador virgen al descubrimiento como tal. Sea como fuere la notable Il signor Diavolo viene a significar la certificación de una militancia que deviene como irrenunciable en su manera de entender una forma de hacer cine, ambientado en el denominado Padano gótico el film indaga a modo de supersticiones atávicas, una temática que ya estaba más o menos presente en sus anteriores L’arcano incantatore y Il nascondiglio, en Il signor Diavolo la diversidad genérica está aún más presente si cabe, desde el thriller policíaco de investigación pasando por componentes políticos, religiosos y evidentemente demoniacos, también encontramos en el relato algún que otro apunte autobiográfico en relación a esa sempiterna confrontación que anida en la fe existente y creencia, o no, del ser humano. Il signor Diavolo termina siendo como no podía ser de otra manera una película de connotaciones atemporales, dado un esteticismo que parece proveniente de otro tiempo seguramente más de uno la tildara de anacrónica, nada más lejos de la realidad pues que puede haber más actual que una irrenunciable constancia de tratados que no se detienen en echar mano a modernidades liquidas, en parte el film de Pupi Avati y su manera en general de percibir el medio cinematográfico deviene como una especie casi en extinción, en desuso, un cine tan artesanal en su definición escénica como familiar a la hora de poner en pie un proyecto que da la impresión de ir a contracorriente, su hermano Antonio y su hijo Alvise han estado presentes a la hora de dar forma a esta producción. Il signor Diavolo termina siendo un regreso al inicio de ese clasicismo gótico que curiosamente nos advierte de la proximidad del final de una carrera, claramente reflejada en una de las cintas más libres de espíritu y sinceras con respecto a su adscripción genérica de las vistas este año en el Festival de Sitges.

Valoración 0/5: 4

 

Kindred Spirits

Chloe es madre soltera, vive con su hija adolescente y mantiene una relación clandestina con su vecino Alex. La irrupción de su hermana Sadie, que regresa a casa tras una larga y misteriosa ausencia, removerá los cimientos de su vida, sobre todo, porque Sadie parece tener intenciones algo dudosas respecto a todos aquellos que se acercan a Chloe.

Kindred Spirits supuso la vuelta a Sitges de un viejo conocido del certamen como es Lucky McKee, con respecto a su nuevo trabajo tras las cámaras su inclusión en una sección como es Noves Visions es cuanto menos bastante discutible partiendo de la base que dicho apartado está en un principio destinado a obras arriesgadas en referencia a contenido y autoría, curiosamente la nueva película de Lucky McKee da la inequívoca impresión de estar situada más bien lo más lejos posible de dichos postulados.

Yendo un paso algo más allá uno intuye que si este film no hubiera estado dirigido por Lucky McKee difícilmente hubiera sido programado en Sitges poniendo nuevamente sobre la palestra esa cuestionable tesitura de como algunas selecciones están más direccionadas por el responsable que la obra en cuestión. Kindred Spirits no deja de ser un paso más en lo concerniente a la involución autoral de Lucky McKee, lejos queda aquella opera prima titulada May, un thriller psicológico en donde pese a sus carencias se podía percibir un imaginario por desarrollar bastante prometedor, The Woods, Red o las algo más desinhibidas The Woman y All Cheerleaders Die fueron trabajos transitorios que nos ponían un poco a la espera de un despegue que no se ha producido aun, a trabajos algo alimenticios como Blood Money se le une este Kindred Spirits situándonos en el punto más bajo de su carrera hasta el momento, la película no deja de ser una indigesta y estandarizada recopilación de ese concepto tan habitual en algunos films de los años 90 expuestos a modo de thriller psicológico en donde un elemento exterior se introduce en un entorno familiar para desestabilizarlo, Pacific Heights o The Hand That Rocks the Cradle son solo unos ejemplos, Kindred Spirits parte de dicha premisa, aquí el elemento distorsionador sin embargo proviene del propio núcleo familiar representado en la figura de una hermana que vuelve tras un tiempo ausente, el elemento psicótico vendrá en la medida de ver cómo esta intenta suplantar la personalidad de su sobrina. Kindred Spirits sin embargo no va más allá de dicho enunciado, su realización y rutinaria puesta en escena parece direccionada a las tv movies de sobremesa, todo resulta tan previsible como manido, no hay atisbo alguno de lo original y conceptual de aquellos primeros trabajos perpetrados por Lucky McKee, de hecho Kindred Spirits dada su más que notoria intrascendencia de forma dolorosa parece situarse en las antípodas de aquellos lejanos tratados.

Valoración 0/5: 1’5

 

Little Monsters

En Little Monsters vemos como Dave, un músico sin éxito, decide acompañar a su sobrino a una excursión del colegio tras sentirse atraído por la profesora Miss Caroline, a dicha excursión se une también una celebridad de un programa infantil. Dicho día de ocio para los niños dará un giro inesperado cuando repentinamente aparece un brote de zombies que pone sus vidas en riesgo haciendo que Dave y Miss Caroline provistos tan solo del ingenio de unos cuantos niños de guardería deban unirse para intentar salvar sus vidas.

Como no podía ser de otra manera el subgénero zombie estuvo presente en Sitges, Little Monsters de Abe Forsythe al igual que el Zombieland Ruben Fleischer también presente en el certamen años atrás y como ejemplo de dicho conclave genérico vino a cubrir de alguna manera esa cuota de cine amable direccionado a una comedia con claras texturas direccionadas a la feel-good movie o a la family friendly  final, un producto que al mismo tiempo sirve como vehículo de lucimiento a una actriz tan en alza últimamente como es Lupita Nyong’o.

A través de un análisis superficial resulta muy evidente que Little Monsters está estructurada en base a una plantilla que deviene como muy reconocible, sus mimbre plenamente detectables juegan de alguna manera sobre seguro, el espectador a los pocos minutos de metraje sabe por dónde irán los tiros, si aceptas conscientemente el juego la experiencia llegará a ser satisfactoria, en este sentido el entorno de Sitges deviene dada su innegable complacencia con este tipo de películas como perfecto para dicha simbiosis, por el contrario si lo que se busca es algo de originalidad que la aleje de una tangente preestablecida en el producto la sensación final será la de decepción o cierta intrascendencia pues el film del australiano Abe Forsythe no va más allá de los postulados arriba citados. Llegados a este punto posiblemente el grado imprimido de humor negro, de irreverencia, sea lo que salve al conjunto de esa cierta irrelevancia final, en Little Monsters la encontraremos pero de forma algo escueta, hay apuntes con especial incidencia en el personaje del popular y narcisista presentador televisivo, en el detectamos algo de corrosividad en el relato, al final la sensación de usar y tirar prevalece un referencia a una película amable en lo comedido de su tono que busca en todo momento la empatía en especial en base a su musicalidad, un tratado de claras connotaciones naif que difícilmente fallara en su propósito si se recurren en estas lideres a temas de Taylor Swift, Hanson o Neil Diamond por ejemplo, una efectividad incuestionable que terminara por nublar cualquiera otra consideración posible que vaya más allá de dicha fórmula.

Valoración 0/5: 2’5

El universo de David Lynch presente en el Festival Internacional de Cine de Gijón

Cabeza Borradora y los cortometrajes de David Lynch formaran parte de las actividades en  torno a la exposición “DAVID LYNCH, SMALL STORIES” en la sala 2 de cultura antiguo instituto.

La Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular de Gijón/Xixón y el Festival Internacional de Cine de Gijón/Xixón (FICX) acompañarán la exposición David Lynch, Small Stories con la proyección de The Short Films of David Lynch, una colección de cortometrajes rodados por el genial artista estadounidense, que brindan una perspectiva más amplia de su personalísimo universo. Esta colección de cortos está compuesta por las siguientes obras: Six Men Getting Sick (1966) primera pieza audiovisual de su carrera, The Alphabet (1968), The Grandmother (1970), The Amputee (1974) y Lumière & Compagnie: Premonitions Following an Evil Dead (1995).

Por otra parte, y ya fuera del espacio del CCAI, los espectadores del FICX también podrán asistir al pase especial de Cabeza borradora (Eraserhead, 1977) en lo que supondrá el estreno en España de su copia restaurada en 4K. Este seminal largometraje de Lynch, que fue la película favorita de Stanley Kubrick, contiene muchas de las ideas que desarrollaría posteriormente en los diversos campos artísticos que ha cultivado, y supone una oportunidad incomparable para establecer un primer contacto con una de las personalidades más singulares de nuestro tiempo. Un creador incomparable, en definitiva, que ha sido reconocido con el Oscar Honorífico que le fue entregado ayer en la ciudad de Los Ángeles.

La exposición David Lynch, Small Stories está organizada en colaboración con la Maison Européenne de la Photographie de París y la Galería ITEM y podrá verse en la Sala2 del Centro de Cultura Antiguo Instituto desde el próximo 15 de noviembre hasta el 26 de enero de 2020.

Crónica Festival de San Sebastián 2019. Día 6

Desamparos emocionales e hipnóticos exorcismos etnográficos

La ópera prima de la joven realizadora Belén Funes había levantado bastante expectación, no ya por tratarse de una cinta española sino por su condición de obra primeriza encuadrada dentro de la sección oficial a concurso, algo que no suele ser muy habitual en festivales como San Sebastián, La hija de un ladrón es de esas películas que sin recurrir a un obvio catálogo de miserias nos transmiten una precariedad que nos va derivando a una sucesión de otras, en el caso que nos ocupa de índole maternal pero sobre todo emocional, en la historia vemos como Sara se ha encontrado sola prácticamente toda su vida. Con 22 años de edad y un bebé al que cuidar, su deseo, más bien esperanzada utópica, es la de formar una familia junto a su hermano pequeño ahora internado en un centro de acogida y el padre de su hijo pese a la fatal total de expectativas, tanto a un nivel económico como afectivo. Su padre, tras muchos años de ausencia y al salir de la cárcel, decide reaparecer en sus vidas. La hija de un ladrón que parte a modo de re visitación y posterior continuación del corto Sara a la fuga realizado por la misma autora años atrás podría partir de la síntesis argumental de ver como el amor, o la empatía emocional no siempre resulta recíproca, el relato nos habla básicamente de como una persona se cae, se levanta y así sucesivamente, estando sola en el mundo, la historia expuesta siempre al filo del documental se ampara en parte en una puesta en escena muy deudora de los hermanos Dardenne por aquello de transitar todo momento bajo un tono en apariencia frio a través de conflictos sociales ubicados normalmente en barrios marginales.

La omnipresente  Greta Fernández (merecida Concha de Plata mejor actriz ex-aequo con la portentosa Nina Hoss) intuye al personaje casi a la perfección en el relato, a tal respecto encontraremos multitud de detalles y pequeñas observaciones, a una primera vista casi intrascendentes pero de gran importancia en la historia, es esa sutileza en dichos mimbres lo que otorga al film de Belén Funes una cualidad muy a tener en cuenta, el expresar a través de una cotidianidad o naturalidad una síntesis perfecta de lo que tendría que ser la contención emocional de un drama expuesto en base a realidades y supuestas ficciones, dicho de otra manera lo que nos cuenta La hija de un ladrón es simple, de la manera en que lo cuenta sin embargo no lo es tanto, no se recurre a una estilización dramática, por fortuna tampoco al tremendismo tan habitual en este tipo de historias, lo suyo va encaminado a una apuesta por el naturalismo duro, seco y extremadamente contemplativo, en el siempre veremos resquicios de esperanza pese a lo difícil de la coyuntura, el extraordinario plano final con que se cierra el film, que nos puede remitir perfectamente a un film con el que guarda bastantes coincidencias como es el Verano 1993 de Carla Simón, viene a representar el mejor ejemplo de todo ello, en definitiva la de una mirada humanista a cargo de una cineasta en la que se percibe una voz propia muy a tener en cuenta en el futuro.

Adiós, el regreso tras su periplo americano a su Sevilla natal de Paco Cabezas vino a cubrir esa cuota de cine comercial español, últimamente también muy direccionado al ámbito de las series televisivas, que el Festival de San Sebastián suele incluir en su Sección Oficial fuera de concurso durante estos últimos años, el responsable de Mr. Right se adentra en esta ocasión en un dramático thriller de venganzas en una historia que nos cuenta como Juan (un Mario Casas que vuelve a reunirse con el director sevillano diez años después de rodar juntos Carne de neón) es un preso en tercer grado y padre de familia que logra un permiso para asistir a la comunión de su hija en Sevilla. Después de la celebración la muerte en un principio accidental de la niña destapa todo un entramado de corrupción policial y de narcotráfico, el caso acaba en manos de Eli, una joven inspectora que tendrá que lidiar con los recelos de un sector de sus compañeros y del padre de la pequeña, que evidentemente quiere tomarse la justicia por su cuenta.

Adiós es esa clase de films cuyas intenciones comerciales son ciertamente loables, sin embargo dicho posicionamiento no termina por justificar una historia que aparte de hacer aguas en diversos frentes da la impresión de ser un mero vehículo para un lucimiento actoral bastante discutible, con ciertas texturas a la hora de abordar un tono que nos remite a una cierta sensación de prefabricación, también en lo referido a unos manierismos bastante detectables últimamente en ese cine patrio que pretende ser comercial, dicho de otra manera estamos ante un producto manufacturado en donde el continuo subrayado juega en todo momento en su contra, perpetuos planos ralentizados para resaltar los momentos de mayor dramatismo o una agresividad que da la sensación de estar impostada por poner solo dos ejemplos. No deja de ser una pena el resultado final, bastante intrascendente, a fin de cuentas los mimbres eran interesantes, escenarios reales que nos trasportan al extrarradio de una ciudad a modo de un submundo en donde casi todo está permitido expuesto con un cierto atisbo de aroma a aquel añorado cine quinqui rodado en nuestro país en los años setenta y principios de los ochenta, todo ello sin embargo son apuntes que devienen como esporádicos en referencia a una supuesta aplicación que termina sustituyendo para mal un tono de tragedia shakesperiano presente pero no ejecutado con solvencia a favor de una estridencia mal entendida provista de claras texturas que nos acaban remitiendo a una especie de videoclip de consonancias y texturas bastantes pueriles.

No suele ser una buena señal en referencia a su calidad que en estos últimos tiempos una película clausure un certamen cinematográfico, The Burnt Orange Heresy fue la encargada de hacerlo en el pasado Festival de Venecia, en San Sebastián su presencia vino dada por el Premio Donostia de uno de sus protagonistas principales, el veterano Donald Sutherland, así pues el segundo trabajo tras las cámaras del realizador italiano Giuseppe Capotondi parte de una serie de coyunturas en un principio muy poco halagüeñas, The Burnt Orange Heresy, adaptación de la novela de Charles Willeford, nos cuenta como el crítico de arte James Figueras, nada que ver por fortuna con el veterano critico catalán, se siente atraído por una turista estadounidense llamada Berenice Hollis. En pleno idilio ambos viajan al paradisíaco lago de Como para visitar a un poderoso coleccionista de arte llamado Cassidy. Este les revela que es el mecenas del famoso pintor Jerome Debney proponiéndoles indagar y recabar información en su oculta y misteriosa obra.

Últimamente son muchas películas que de algún modo han realizado curiosos acercamientos y estudios acerca del mundo del arte, a su mercado y sus críticos a través de una  mirada nada complaciente, por poner solo dos ejemplos uno sería The Square de Ruben Östlund, película con el que comparte protagonista principal, un ajustado Claes Bang, y en clave fantástica la fallida Velvet Buzzsaw de Dan Gilroy, con respecto al film de Giuseppe Capotondi sin embargo sus semejanzas devienen como parciales al estar ante una obra de connotaciones genérica algo duales, en dicha aseveración convendría resaltar que pese a ser un producto entretenido e incluso interesante en su primer tercio por según que apuntes que meditan acerca del arte pese a una cierta verborrea por momentos algo indigesta, un tramo en donde se nos presenta a unos personajes que actúan según lo que les dicta el entorno en el que se mueven, por otra parte hay una segunda parte en la película que sin embarga resulta mucho menos interesante, su algo forzado y caprichoso viraje al noir artístico, o más bien al thriller al uso la hacen bastante predecible en lo concerniente a su narrativa, en tal respecto tanto como indagación autoral o como propuesta comercial The Burnt Orange Heresy da la impresión de quedarse en tierra de nadie, más afortunada en una parcela que en otra siempre nos quedara el consuelo de su presencia actoral, porque bien pensado el film de Giuseppe Capotondi deviene como un perfecto vehículo de lucimiento de dicho tratado artístico, curiosamente y de forma algo contradictoria con actores como el gran  Donald Sutherland que no requieren de esa especie de ese vehículo de promoción, lo suyo es simplemente llenar en el buen sentido de la palabra la pantalla con su sola presencia.

Siguiendo al igual que en días anteriores por ese interesante transito visto este año en la sección Zabaltegi Tabakalera en donde directores no afines al género fantástico nos dan su particular visión en este caso de elementos característicos del género de terror el turno en esta ocasión recayó en el nuevo trabajo tras las cámaras de francés Bertrand Bonello titulado Zombi Child, el responsable de la notable  Nocturama al igual de algunos compañeros suyos, Claire Denis por ejemplo, tiene la virtud de apropiarse de un género concreto para a través de el desarrollar un discurso de connotaciones plenamente de autorales. Zombi Child representa a la perfección ese relato dual que al final termina uniéndose, la película nos trasporta en un primer momento a la Haití del año 1962. Allí vemos a un hombre vuelve de entre los muertos para trabajar en las infernales plantaciones de azúcar. 55 años después en la segunda narrativa vemos como una joven haitiana les dice a sus amigas un secreto familiar, sin saber que esto llevará a una de ellas a cometer un error de trágicas consecuencias. Ni que decir tiene que la abstracción etnográfica que anida en Zombi Child la aparta por completo de lo entendible por algunos como el terror clásico por mucho que la fundamental I Walked With a Zombie de Jacques Tourneur a modo iconográfico está muy presente en el relato, a tal respecto no deja de ser algo curioso las referencias y puntos de partidas utilizados por el realizador francés al comprobar como en otras de sus películas centradas en universos de adolescentes conspirativos como era Nocturama cogía conceptos muy reconocibles de otro de los puntales principales del cine de zombies como es George A Romero.

Zombi Child nos cuenta básicamente como de alguna u otra manera el pasado siempre vuelve a la actualidad, su narrativa se bifurca no solo en referencia a sub tramas diversas sino también el referido a temarios como la teen movie femenina de connotaciones iniciáticas, el cine de zombies o la exploración reflexiva de la cultura francesa desde una perspectiva meramente ancestral en referencia a mitos y realidades diversos, el gran logro viene en la mediada de ver como tal amalgama no llega a desvirtuar al relato, más bien todo lo contrario al encontrarnos con una propuesta plagada de hallazgos, posiblemente donde mejor salga parada es en su exposición acerca de cómo perciben el mundo dos culturas económicamente y socialmente enfrentadas en base a entrecruzamientos y sus continuos contrastes en donde un vínculo de unión fantástico actúa a modo de viaducto a la hora de explorar diversas puertas de las imaginarias vistas en una de las propuestas más validas e interesantes existente dentro de un subgénero enclavado dentro de otro como es el referido a ese otro cine de género tan rico en matices e interpretaciones.