Fantasia, web dedicada al cine, críticas y análisis de películas, series de televisión, festivales, noticias, libros, Dvd & Bluray, merchandising y todo lo que rodea al séptimo arte
31 de octubre de 1977. Night Owls, el programa nocturno de entrevistas de Jack Delroy, es el espacio favorito para los insomnes de los Estados Unidos. Ahora bien, un año después de la trágica muerte de su esposa, los índices de audiencia se han desplomado. Desesperado por mejorar su suerte, Jack planea un especial de Halloween, sin saber que está a punto de llevar el mal a los hogares americanos.
La particularidad, tanto como la originalidad, ha sido a lo largo de los años dentro del cine fantástico una de las virtudes más apreciadas por parte del fan al género. Dentro de esta faceta, plagada de matices, el cine proveniente de Australia ha ido ofreciendo a lo largo de los años 70 y 80 una serie de coordenadas genéricas que hacían de esa particularidad antes comentada unas inequívocas señas de identidad, así pues autores como Peter Weir o indagaciones dentro del género como la reivindicable Summerfield (Ken Hannam, 1977), Long Weekend (Colin Eggleston 1978), Patrick (Richard Franklin 1978), The Survivor (David Hemmings 1981) o Next of Kin (Tony Williams, 1982), por poner unos ejemplos, nos ofrecían una vocación al fantástico distinta a la habitual, una extrañeza formulada desde unos parámetros cuanto menos novedosos.
Evidentemente con el paso de los años esos rasgos, tan propios y territoriales, han ido globalizándose sin dejar apenas rastro de aquellas pretéritas señas de identidad, sin embargo, hoy en día aun podemos encontrar ciertos resquicios de originalidad proveniente de Australia, con respecto a Late Night with the Devil, concerniente a la cultura popular de los 70, siendo otra de las película vistas en la pasada edición del festival de Sitges que se amparaban en el exceso, en el buen sentido de la palabra, partiendo como principal referente de la estupenda Ghostwatch (Lesley Manning 1992). Concebida a cuatro manos por Cameron Cairnes y Colin Cairnes, estamos ante una historia que sustituye el terror en tiempo real por una suerte de found footage de tono vintage que nos traslada a los 70. La película puede carecer de cierta credibilidad y realismo con relación a la utilización de sus muy variados dispositivos formales, sin embargo, tiene la virtud de evitar subrayados narrativos proclives a dicho formato, desplegando una ingeniosa, y por momentos divertida, mirada sobre la fascinación y credulidad de América por lo oculto y las consecuencias que acarrea el anhelo de éxito bajo cualquier tipo de circunstancias.
Situada a medio camino entre Network de Sidney Lumet y Rosemary’s Baby de Roman Polanski, y pervirtiendo el concepto del reality show, el film de Cameron Cairnes y Colin Cairnes, que cuenta con un extraordinario David Dastmalchian, por fin en un papel principal, atesora como gran virtud con uno de los clímax mejor llevados en relación con su puesta en escena del reciente cine de terror, sirviendo al mismo tiempo a modo de metáfora perfecta de como el entretenimiento nocturno desbloquea y expande lo malévolo, atributo complementado a través de una innata capacidad de sus autores a la hora de introducir al espectador en un formato, y una cinematografía, que aún parece resistirse a ciertos convencionalismos.