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En 1971, Ed Pincus emprendió el proyecto de filmar con una cámara de 16 mm, y a lo largo de cinco años, la intimidad de su vida familiar. El montaje, a partir de las veintisiete horas de material registrado, no lo empezó hasta 1976, en forma de revisión (auto) crítica de esa experiencia. La muy influyente Diaries (1971-1976) —considerada una de las grandes obras maestras del género diarístico y que se presenta ahora recién restaurada— encara la colisión entre vida y arte, y los conflictos y goces de crear una familia, con el deseo de reconciliar, según el cineasta, lo trivial con lo profundo, y sondear la fragilidad y el heroísmo de la vida cotidiana.
Pincus había escrito Guide to Filmmaking (1969), un célebre manual de técnicas cinematográficas, y fue profesor de cine en el MIT y en Harvard, además de documentalista de direct cinema; pero en 1970 piensa que su obra está en un callejón sin salida y decide hacer un giro radical, exponerse crudamente ante la cámara y cuestionar las convenciones del cine y de su propia vida. La película empieza cuando la esposa de Ed, Jane —feminista y artista de batik—, tiene 34 años y sus hijos Sami y Ben, 6 y 2 años, respectivamente. Son, según Jane, «la familia feliz». Lo que sigue es el derrumbe de esa vida familiar, entre las aventuras amorosas de Ed y los efectos dolorosos que tienen para ella.
«Ed Pincus ha creado un melodrama cómico de la vida familiar en los años setenta, que es tan fascinante, triste, enloquecedor e inquietante como cualquier ficción. Ha dado un salto mágico, saltando sobre las cabezas del cinéma-vérité y de la narración cinematográfica hacia un nuevo y deslumbrante reino» (Stephen Schiff, Film Comment).
Diaries (1971-1976), Ed Pincus, Estados Unidos, 1982, 16 mm, 200’
Proyección en DCP, VOSC. Copia digitalizada y restaurada procedente del Harvard Film Archive.
Tres años después de la notable Too Old to Die Young, disponible actualmente en Prime Video, Nicolas Winding Refn vuelve a la pequeña pantalla con Copenhagen Cowboy, serie de seis episodios creados y dirigidos por el responsable de The Neon Demon, cuyo primer avance en forma de tráiler oficial acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su póster promocional. La serie, un violento thriller con el concepto de la venganza como eje argumental, tras su premier mundial en el pasado festival de Venecia se estrenará a través de Netflix el próximo 5 de enero de 2023.
En Copenhagen Cowboy vemos como la joven Miu después de una vida de servidumbre, y decidida a ganarse una segunda oportunidad en la vida, se adentrara en el siniestro inframundo criminal de Copenhague en busca de un nuevo comienzo. En su búsqueda de justicia, venganza y libertad se encontrará con su némesis, Rakel, con la que se embarcará en una odisea a través de lo natural y lo sobrenatural. Algo que definirá el futuro de ambas cuando descubran que no están solas y son muchas.
La serie con guion a cargo del propio Nicolas Winding Refn está protagonizada por Zlatko Buric, Angela Bundalovic, Fleur Frilund, Dragana Milutinovic, Mikael Bertelsen, Andreas Lykke Jørgensen, Li Ii Zhang, Jason Hendil-Forssell, Mads Brügger, Lola Winding Refn, Peter Belli y Lizzielou Winding Refn.
Una noche lluviosa una joven abandona a su bebé a las puertas de una iglesia. El recién nacido es recogido por dos hombres que se dedican a robar bebés abandonados para venderlos padres dispuestos a pagar una tarifa. Cuando la joven regresa a la iglesia, arrepentida, descubre el negocio ilegal de ambos hombres y decide unirse a ellos para encontrar a los padres adoptivos más adecuados. En este inusual viaje por carretera, el destino de los que se crucen en la vida del niño cambiará radicalmente.
Uno de los nombres fijos del Festival de San Sebastián es el del japonés Hirokazu Koreeda que presentaba este año en la sección Perlas, previo paso unos meses antes por Cannes, Broker, película rodada en Corea, hablada en el idioma de dicho país y con actores tan conocidos como por ejemplo Song Kang-ho. Un relato que no deja de representar un nuevo paso en ese llamado autoexilio evolutivo de un autor que da la impresión de seguir transitando por un mismo temario, pero dirigido ahora hacia una parcela más globalizadora en referencia a la territorialidad y ubicación de sus últimos trabajos, en donde vuelve a incidir sobre asuntos voluminosos que son resueltos con extrema sencillez.
A través de una road movie de tono tragicómico, las subtramas dramáticas y policiacas quedan bastantes diluidas, el realizador japonés vuelve a reincidir en eso tan característico de su cine, ya casi una marca de la casa en sí mismo, que es el exceso de tramas paralelas, en el caso que nos ocupa algunas de ellas demasiado intrascendentes, que al final, acabando en un previsible e inalterable tratado de empatía, y correspondiente solidaridad, hacia sus personajes, en su gran mayoría pertenecientes a un núcleo familiar disfuncional. Personajes que no suelen ser juzgados por Koreeda pero si, de forma casi sistemática, redimidos en relación a ese tratado sobre segundas oportunidades tan presente en su cine. Puestos a indagar en esas reconocibles capas emocionales, se echa de menos un trazo sin tanta transparencia y algo más profundo, también indolente, presente en anteriores películas suyas, como por ejemplo Nadie sabe o la reivindicable Air Doll.
Si otra cosa queda meridianamente clara en el cine de Hirokazu Kore-eda es su interés por las madres, aquí visualizado tanto en las que son capaces de abandonar a un hijo, como las que están desesperadas por adoptarlos, sin embargo, a medida que se desarrolla la película, la mirada se extrapola a los propios niños a raíz de la interrogante que surge en cómo se le muestra al infante desechado por sus padres que tienen todo el derecho a pertenecer a este mundo.
A tal respecto el posicionamiento del responsable de Nuestra hermana pequeña sigue siendo similar, y plenamente reconocible, con relación a lo que son sus intenciones, en líneas generales otro sensible retrato sobre la posibilidad de encontrar impensados núcleos familiares donde uno menos se lo espera, aunque las formas, en lo concerniente a ese actual tejido percibido como complaciente, parecen encontrarse en espíritu cada vez más alejado con respecto a aquellos primeros trabajos.
Los patrones culturales y sociales que imperan en la industria del cine han identificado tradicionalmente determinados géneros como propios de la sensibilidad femenina, confiando el liderazgo de proyectos dentro del terror, la ciencia ficción, la acción o del thriller, por ejemplo, a los hombres creadores; mientras que, por su parte, las mujeres no identifican el fantástico como un género a su alcance.
Y aunque han sido tradicionalmente ‘rara avis’, los largometrajes de género fantástico dirigidos por mujeres han surgido, sobre todo en los últimos años, dando paso a una cantera más que interesante en la que destacan nombres como Karen Arthur, Mary Harron, Claire Denis, Marina de Van, Jennifer Lynch, Kathryn Bigelow, las hermanas Wachowski, Karyn Kusama, Anna Biller, Julia Ducournau y un largo etcétera.
Este estudio sobre la mujer cineasta en el género fantástico aparece no exento de una polémica de fondo, surgida a raíz por supuesto de la mayor atención mediática hacia las mujeres y su vínculo con el terror: ¿debemos seguir exponiendo a la luz pública esta estadística minoritaria y el trato desigual de la industria hacia la mujer en el fantástico, o bien hay que comenzar a normalizar el trabajo de las cineastas en este terreno?
Quizás uno de los aspectos más estimulantes a corto plazo para la mujer en el género fantástico sea el poder configurar por fin su narrativa particular, mediante un enfoque o una sensibilidad diferentes, o no, pero en cualquier caso en proyectos firmados y liderados por ellas.
Libro oficial del SITGES Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya.
Autor: Libro coordinado por Mónica García Massagué con los autores Alan Jones, Diego López-Fernández, Domingo López, Heidi Honeycutt, Ángel Sala, Violeta Kovacsics y Jordi Sánchez-Navarro. Ilustración cubierta de Nora Montesinos García, Editorial: Hermenaute, Páginas: 204
“Un día todos los hombres se quedaron dormidos… Y los cercos de la tierra, ardieron”. Una historia sobre la desobediencia, la amistad y la dignidad que existe en la resistencia. Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano. Cinco chicos de la calle de Medellín. Cinco reyes sin reino, sin ley, sin familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra prometida. Un cuento subversivo a través de un clan salvaje y entrañable, que transita entre realidad y delirio. Un viaje hacia la nada, donde pasa todo.
Siguiendo con el estigma del desfavorecido, la ganadora de la Concha de Oro a la Mejor Película en el pasado Festival de San Sebastián, Los reyes del mundo, vendría a ser una suerte de versión de Los olvidados de Luis Buñuel, con claros ecos a referentes literarios como Lord of the Flies de William Golding o incluso, apurando mucho, los antecedentes al Heart of Darkness de Joseph Conrad. A tal respecto la narración del film, siguiendo patrones típicos de la road-movie, nos traslada al Medellín actual partiendo del concepto de la recuperación de la tierra prometida, en su día confiscada por los paramilitares. El tema central aquí orbita en todo momento a través del concepto de la orfandad espiritual de unos adolescentes decididos formar su propio, y en parte utópico, núcleo familiar.
En esta ocasión Laura Mora cambia su mirado con respecto a la ofrecida en su anterior Matar a Jesús, si en aquella película retrataba, casi en modo cinéma vérité, momentos percibidos como fugaces en lo concerniente a su realismo, a través de un relato político que hablaba sobre un asesinato, en Los reyes del mundo, su mirada se sitúa mas desde la distancia. Lo hace en relación a una narrativa de tono contemplativo. El estilo autoral de la realizadora colombiana se estructura pues en referencia al estimulante manejo que hace de los espacios cerrados por donde transitan sus personajes. La principal virtud del film se podría decir que radica en como aborda, desde la intimidad y la abstracción, problemáticas sociales de la realidad actual colombiana, en este caso la referido a la tenencia de la tierra. Lo hace situándose en la frontera de lo real y lo imaginario, dinámica acentuada aún más si cabe por el estado de ánimo de los protagonistas a medida que avanza su viaje, todo ello a través de un tono que de alguna manera acompaña al creciente delirio por el que deambulan.
Película que termina estando plagada de simbolismos, la mayoría de ellos de evidentes trazos neorrealistas y texturas hipnóticas. El nuevo trabajo tras las cámaras de la colombiana Laura Mora tiene el beneplácito de ser ese tipo de relato que parte de un compromiso honesto atesorando al mismo tiempo la virtud de prescindir de cualquier trazo de estética vacua a favor de lo meramente instintivo y conmovedor, todo ello a través de la reafirmación de una identidad, o el intento de él, también de una búsqueda que en realidad no deja de ser una huida.
Octubre de 2019, Great Yarmouth, Norfolk (Reino Unido). Tres meses antes del Brexit. Cientos de trabajadores migrantes llegan desde Portugal a la ciudad en busca de un empleo en las fábricas locales de procesado de carne de pavo. Tânia trabajó en de estas plantas avícolas pero está actualmente casada con un hotelero inglés. Nadie mejor que ella para ayudar a estas personas migrantes portuguesas a hacerse con un trabajo, pero desea obtener la ciudadanía británica, abandonar ese ingrato negocio y reformar los hoteles abandonados (propiedad de su marido) para transformarlos en residencias para la tercera edad.
Uno de los temas recurrente en las ultimas ediciones del Festival de San Sebastián en sus diferente secciones suele ser el referido al realismo social, recurrente de forma casi sistemática con relación a la precariedad de las condiciones laborales del desfavorecido, en tal sentido lo más apreciable del interesante film del portugués Marco Martins, Great Yarmouth: Provisional Figures, título que nos remite a un término burocrático utilizado para personas que no se encuentran en una situación legal en el país en donde trabajan, radica en su decidida no adscripción al consabido relato de impronta que estigmatiza, en lo concerniente a la utilización de recursos manidos, al marginado de la sociedad, en el caso que nos ocupa una película más direccionada a la exploración de un concreto estado anímico, personificado en la solvente figura de la actriz Beatriz Batarda, de tono febril y sucio, evidentemente nada optimista en lo referente a su exposición pues lo narrado versa principalmente sobre un visceral descenso a los infiernos.
En el caso que nos ocupa la historia nos muestra la explotación de emigrantes lusos en una ciudad obrera de Inglaterra, lúgubre marco escénico de esta apreciable obra dotada de un poderoso tono visual, donde su realismo extremo poco dado a la concesión, termina dando la sensación de estar planteado casi a modo de una historia de terror con respecto a la sofisticada elaboración de artilugios formales como el sonido y la música de Jim Williams, o la imagen, ojo a esa fotografía a cargo de João Ribeiro, que nos remiten casi a las antípodas en estética y narrativa del cine perpetrado en su día por ejemplo por un recurrente autor en estas líderes como es Ken Loach, aquí sin embargo la humillación resulta bastante más cruda que en el cine mostrado por el responsable de Hidden Agenda, aunque el mensaje sigue siendo el mismo, o eso se percibe en una primera instancia, aquí las consonancias son aún más atroces si cabe, especialmente en lo concerniente a una sociedad capitalista de índole neoliberal que pisotea sin compasión a los más humildes.
En este sentido, Great Yarmouth: Provisional Figures no siempre resulta ser una película sutil con relación a su supuesto mensaje, si lo es sin embargo en su cometido de ser un relato inquietante y oportuno, dado que en la actualidad el Reino Unido se enfrenta un nuevo régimen conservador en donde se percibe poco probable que se haga de la compasión social una prioridad política.
El trabajo, publicado en euskera, se presenta mañana en Tabakalera dentro del Festival Literaktum y de los actos de conmemoración del 70º aniversario del Festival. El libro parte de una original y divertida premisa: una fiesta a la que asisten estrellas fallecidas que recibieron el Premio Donostia.
La escritora Katixa Agirre presentará mañana en Tabakalera, dentro del festival Literaktum, el libro Zinema festa bat da. Enkontru ezinezko bat Zinemaldiaren 70. urteurrenean. Editado en euskera por la Filmoteca Vasca y Donostia Kultura con la colaboración del Festival de San Sebastián, el número X de la Colección Nosferatu sirve para acompañar al ciclo Zinemaldia 70, que desde el pasado enero y hasta mediados de diciembre repasa los 70 años del Festival de San Sebastián con la proyección de algunos títulos importantes que pasaron por su programación.
El libro de Agirre cuenta con portada y contraportada de Irantzu Piquero y parte de una original y divertida premisa: una fiesta muy especial organizada en el Palacio Miramar para celebrar los 70 años del Festival y en la que se reúnen invitadas e invitados un tanto especiales y con dos características en común: recibieron el Premio Donostia y han fallecido.
Según promete la propia autora, en la citada fiesta “Lauren Bacall aparecerá más elegante que nunca, a Gregory Peck le costará entender la situación, Max von Sydow ha venido a bailar, Agnès Varda intentará realizar un documental y, cómo no, Bette Davis asumirá las funciones de anfitriona”. “La noche se llenará de sorpresas, disputas, borracheras y recuerdos. Al final se pondrán todos de acuerdo: el cine es una fiesta que hay que celebrar”, subraya Katixa Agirre.
Ruth Pérez de Anucita, responsable de Comunicación del Festival de San Sebastián, conversará con la autora en la presentación de mañana en el cine de Tabakalera a las 18.00 horas. La entrada es libre y las invitaciones se pueden reservar en la página web de Tabakalera. Después tendrá lugar la proyección de Passion (2008), película dirigida por Ryusuke Hamaguchi e incluida en el ciclo Nosferatu, para la que sí es necesario comprar entrada.
El pasado enero, coincidiendo con el inicio del nuevo ciclo Nosferatu, se publicó el libro Zinemaldia 1953-2022. Singularidades del Festival de Donostia / San Sebastián , editado por Donostia Kultura, Filmoteca Vasca y el Festival de San Sebastián y coordinado por Quim Casas. En los próximos días, el ciclo que repasa algunas de las películas más relevantes de la historia del Festival finalizará con tres últimas proyecciones: El caballo de dos piernas (Asbe du-pa / Two-Legged Horse, 2008), de Samira Makhmalbaf (30 de noviembre); Genpin (2010), de Naomi Kawase (7 de diciembre), y Post mortem (2010), de Pablo Larraín (14 de diciembre).
Alice y Jack tienen la suerte de vivir en la comunidad idealizada de Victoria, una ciudad experimental creada por una compañía en donde los hombres que trabajan para el «Proyecto Victoria», de alto secreto, viven con sus familias. Pero cuando empiezan a aparecer grietas en su idílica vida, exponiendo destellos de algo mucho más siniestro que se esconde bajo la atractiva fachada, Alice no puede evitar cuestionarse exactamente qué están haciendo en Victoria, y por qué.
Presente, previo paso por Venecia, en la pasada edición del Festival de San Sebastián dentro de una sección como Perlas, proclive a ciertas concesiones de cara al evento, la nueva película como realizadora de Olivia Wilde, Don’t Worry Darling, viene a engrosar ese grupo de películas, que son más forma que fondo, que tratan temas supuestamente muy actuales desde una perspectiva de género, lo hace a través de una mirada que no se percibe como original y ni siquiera militante, en su vertiente sociopolítico, de echo y puestos a ser algo maliciosos cualquiera diría que todo el entramado polémico, lindante a conceptos propios de la prensa rosa con despidos desmentidos o exposición de audios privados entre otras cosas, que ha rodeado a la película antes de su estreno parece estar concebido para que no se hable de las carencias y la obviedad de un producto ideado en un principio como bastante ambicioso que en su función de thriller psicológico no logra ser ni la mitad de perturbador de lo que pretende ser.
Aunque muy posiblemente la principal falla que se pueda encontrar en Don’t Worry Darling sea en lo concerniente a su condición de discutible pieza de entretenimiento que palidece por completo en su intento de ser algo parecido a una feroz distopía sobre la masculinidad tóxica y el patriarcado, expuesta aquí a partir de la creación de un universo artificial en donde se anhela un mundo idílico e ideal, comparado con un concepto bastante similar visto en la novela The Stepford Wives de Ira Levin y su apreciable adaptación al cine a cargo de Bryan Forbes en el año 1975, o incluso ya puestos y adentrándonos en el terreno de las comparativas, igualmente deficitaria con respecto a supuestas alegorías antisistema que señalan al audiovisual norteamericano como mal endémico, si la cotejamos con una película de hace 25 años que incidía en un mismo temario, como por ejemplo, The Truman Show de Peter Weir.
Lástima que esas nociones a priori tan interesantes, en donde se intuyen y cuestionan los cimientos del imaginario yanqui como modelo de vida promocionado por una sociedad de consumo derivativa a la paranoia post-11S, termine siendo poco más que una simple fábula poco trascendente provista de un enunciado narrativo sin un desarrollo percibido como lógico, teniendo la sensación final de estar ante un entramado atropellado y reiterativo, en lo relativo a subrayar la artificiosidad de un universo, aderezado con una parte final que bordea involuntariamente, y de forma bastante peligrosa, la serie B genérica de tono más cáustico.
Antoine y Olga son una pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea del interior de Galicia. Allí llevan una vida tranquila, aunque su convivencia con los lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca en la aldea hasta alcanzar un punto de no retorno.
Previo paso por Cannes el Festival de San Sebastián presentó dentro de la sección Perlas una de las mejores películas españolas de este prolífico 2022, fecundo año en cuanto al número de nombres consagrados, no tanto en lo concerniente a la excelsa calidad de los trabajos. Una de las cumbres del cine español de este año se mire por donde se mire, es el nuevo trabajo tras las cámaras de Rodrigo Sorogoyen, As bestas, una suerte de versión genérica del Alcarrás de Carla Simón, que recurre a conceptos propios de ese tensional thriller rural de continuas replicas y malestares, por momentos derivativos del western, visto en obras como Straw Dogs de Sam Peckinpah o la reivindicable The BackWoods de Koldo Serra, a la hora de estructurar un relato ubicado en la Galicia caníbal, en donde predomina un duro clima de zozobra a raíz de una disputa de índole personal que con el paso del tiempo irá a más.
El cine de Rodrigo Sorogoyen se ha caracterizado en gran parte en presentar en casi todas sus películas una masculinidad tóxica normalmente mostrada a través de la visión de un antihéroe, As bestas, título que hace referencia a la fiesta denominada como ‘A Rapa das Bestas’ originaria de la aldea gallega de Sabucedo, en donde varios hombres tienen que inmovilizar a caballos salvajes desparasitarlos y marcarlos, no es ni mucho menos ajena a dicha radiografía sobre personalidades que terminan siendo representadas como complejas. El eje central de la película, la disputa abocada a modo de preludio y posterior materialización de la violencia, será expuesta a través de dos concepciones totalmente antagónicas del espacio vital, como modelos de vida adyacentes a un nivel cultural y evidentemente territorial, con relación al asentado desde tiempos remotos y al recién llegado, curiosamente desde perspectivas invertidas de lo que podemos concebir en un primer momento, la venta urgente y la utópica escapada de los primeros y la conservación y mejora ecológica de lo poco que se conserva por parte del segundo.
Lástima que llegados a un determinado momento de metraje el responsable de El reino decide hacer dos películas de una, sus 137 minutos de duración terminan siendo propicios en tal cometido, vertebrando la trama entre diferentes nociones de lo masculino y lo femenino, del personaje de Denis Ménochet pasamos al de la extraordinaria Marina Foïs, con referencia a cómo afrontar una problemática, algo que termina por adherir al tramo final una fuerte carga de trascendencia dramática al relato de género entendido como tal. Por fortuna, y como mal menor en este apartado, aquí no se atisba impostura por ningún lado, aunque sí una considerable y algo contraproducente arritmia narrativa. Con todo, los primeros noventa minutos de As bestas suponen, con diferencia, el punto más alto de la trayectoria de Sorogoyen.
Posiblemente la existencia e importancia de una sección de las características de Perlas, y sus actuales fundamentos, se deba principalmente a ese sempiterno equilibrio de apartados que suele aglutinar un Festival como el de San Sebastián con relación a tendencias, autorías y diversas políticas de visionados. En estos últimos años, la naturaleza de Perlas se ha percibido como demasiado previsible con respecto a nombres y a una cierta servidumbre por parte del festival a según qué distribuidoras patrias, al final todo esto seguramente no deje de ser un mal menor a modo de agradecida concesión, pues la máxima de cualquier certamen que se precie tiene que ser la de guiar al espectador a través de su secciones e indicarles qué tipo de cine y diversos conceptos van a poder encontrarse en cada uno de los apartados, en relación con eso no hay nada que objetar, pues un servidor no tiene ninguna duda al respecto de que hoy por hoy el Zinemaldia cumple a rajatabla con tal función didáctica.
Uno de esos nombres fijos antes mencionados es el del japonés Hirokazu Koreeda que presentaba este año en Perlas, previo paso por Cannes, Broker, película rodada en Corea y hablada en el idioma de dicho país, lo que no deja de ser un nuevo paso en ese llamado autoexilio evolutivo de un autor que da la impresión de seguir transitando por un mismo temario, pero dirigido ahora hacia una parcela más globalizadora en referencia a la territorialidad de sus trabajos. A través de una road movie de tono encubierto, Koreeda vuelve a reincidir en eso tan característico de su cine que es el exceso de tramas paralelas, algunas de ellas demasiado intrascendentes, que al final, acabando en un previsible e inalterable tratado de empatía hacia sus personajes, en su gran mayoría pertenecientes a un núcleo familiar disfuncional. Puestos a indagar en esas reconocibles capas emocionales, se echa de menos un trazo sin tanta transparencia y más profundo, presente en anteriores películas suyas, como por ejemplo Nadie sabe o la reivindicable Air Doll. A tal respecto el posicionamiento sigue siendo similar e incluso plenamente reconocible con relación a lo que son sus intenciones, aunque las formas, en lo concerniente a su actual tejido complaciente, parecen encontrarse en espíritu cada vez más alejadas con respecto a aquellos primeros trabajos. En una sección como Perlas, proclive a ciertas concesiones de cara al evento, la presencia de la nueva película de Olivia Wilde, Don’t Worry Darling, se pudo entender como normal. Una discutible pieza de entretenimiento que palidece en su intento de ser una feroz distopía sobre la masculinidad tóxica y el patriarcado, expuesta aquí a partir de la creación de un universo artificial supuestamente idílico, comparado con un concepto bastante similar visto en la novela The Stepford Wives de Ira Levin y su apreciable adaptación al cine a cargo de Bryan Forbes en el año 1975, o incluso ya puestos en el terreno de las comparativas, igualmente deficitaria si nos adentramos en supuestas alegorías antisistema que señalan al audiovisual norteamericano como mal endémico, en comparación con una película de hace 25 años, como por ejemplo, The Truman Show de Peter Weir. Lástima que esas nociones tan interesantes, en donde se intuyen y cuestionan los cimientos del imaginario yanqui como modelo de vida promocionado por la sociedad de consumo, termine siendo poco más que una simple fábula poco trascendente provista de un enunciado narrativo sin un desarrollo percibido como lógico, teniendo la sensación final de estar ante un entramado tan atropellado como una parte final que bordea involuntariamente, y de forma algo peligrosa, la serie B genérica más cáustica.
Otra de las películas que parecían desde un principio encontrar un lógico acomodo en Perlas fue el nuevo trabajo tras las cámaras de Santiago Mitre, Argentina, 1985, película política que reconstruye un importante acontecimiento histórico desde un posicionamiento muy inteligente, dada su inequívoca vocación de cine clásico popular de juicios con ligeras texturas de telefilm, como parcialmente cuestionable con relación a una cierta complacencia que apela a la emoción de cara a una galería ávida de triunfalismos idealistas y democráticos; algo completamente lícito, pues no se atisba en el relato ningún trazo oportunista, si no fuera por una cierta extrañeza al comprobar el anterior bagaje de su responsable en lo concerniente al revisionismo de clichés asociados al cine político visto por ejemplo en su anterior y notable La cordillera, film bastante más dotado de rigor y complejidad que el que nos ocupa. Por su parte, Un beau matin de Mia Hansen-Løve también indaga respecto al concepto de la emotividad, pero a través de una perspectiva totalmente distinta. La responsable de L’avenir traza un relato afectivo de tintes autobiográficos percibido como muy fiel a su propio imaginario, especialmente en relación con algo que se le suele dar bastante bien en lo que concierne a ir mostrando a través de pequeños matices una historia que se desarrolla de forma progresiva, sin apenas detenerse en la autocomplacencia o el aspaviento emocional. Aquí todo queda relacionado en función de un desorden emocional y un continuo estado de indeterminación por parte de la protagonista, percibido a través de una doble vertiente, la amorosa y la familiar, que derivan respectivamente en dependencias afectivas y filiales. Un cine de autenticidad que hacen de su modestia y moderación su mejor arma.
Otra presencia que suele ser preceptiva cada año en Perlas es la ganadora de la Palma de Oro de Cannes, en tal sentido seis años después de The Square, Ruben Östlund repetía comparecencia en San Sebastián con Triangle of Sadness, film segmentado en tres partes que viene a ser la quintaescencia de un autor con respecto a esa indagación marca de la casa, y de origen casi patológico, que retrata a través de la mirada del enfant terrible las miserias del primer mundo, aquí focalizada principalmente en los ambivalentes papeles jerárquicos de las clases sociales, en modo satírico y grotesco. Desafortunadamente el cine del realizador sueco, supuestamente malintencionado, tiene la innegable virtud de atesorar un gran sentido de la observación, que sin embargo no se ve correspondido con respecto a una exposición de brocha gorda, intuida por momentos como muy simplista, que parece estar bastante más preocupada en entretener a un público cómplice, entregado al gag de tono caricaturesco, que en desarrollar las interesantes reflexiones o el análisis político que se perciben en un cine que da la impresión de estar en un continuo regocijo de sí mismo. Dos fueron los documentales musicales que se pudieron ver este año en San Sebastián, por una parte el extraordinario Meet Me in the Bathroom presente en la sección Zabaltegi-Tabakalera y por otra, el no menos interesante y exuberante retrato multimedia Moonage Daydream, a cargo de Brett Morgen (Kurt Cobain: Montage of Heck 2015), acertado trabajo de no ficción, que prescinde de la prototípica historia cronológica, que termina siendo tan camaleónico en sus formas como fue el propio David Bowie, indiscutiblemente uno de los artistas musicales más poliédrico e influyente de todos los tiempos. La única pena que le produce a un servidor el visionado de este meritorio documental, de generosa sobrecarga sensorial expuesta casi a modo de viaje lisérgico que obvia recursos y clichés característicos del género, es no tener ocasión de poder verlo en formato IMAX con sus 48 canciones remasterizadas, por lo demás todo bien, cualquier tipo de pleitesía al genio en forma de trabajo audiovisual es por descontado bienvenido.
Tras su paso por Venecia, Alejandro González Iñárritu, con el respaldo de Netflix, desembarcaba en Donostia con la determinación de llegar a lo más alto con Bardo, propuesta tan desmesurada y ambiciosa como discutible, que toma referencias y puntos de partida de, por ejemplo, y por aquello de ponernos algo en contexto, el 8 ½ o Amarcord de Fellini o el Synecdoche, New York de Charlie Kaufman, a la hora de hablarnos del propio pasado del autor bajo la fórmula del todo vale. Película en la que a lo largo de sus casi tres horas de duración nos deja claro que el alter ego de Iñárritu es el epicentro neurálgico de una historia que transita a modo de biografía emocional por los límites de la realidad y los sueños, el resultado final termina siendo más un indigesto muestrario de onirismo que una lúcida disección de las heridas de un país como México. Un relato que fracasa estrepitosamente a partir de un intento de autocomplacencia más direccionado finalmente al exceso efectista, e incluso narcisista, en lugar de intentar exponer algún halo de verdad a través de unas imágenes percibidas como inertes. En las antípodas de sus formas y su correspondiente contenido, y por aquello de intentar contextualizar un poco, según qué nuevas autorías ególatras con otras mucho más sólidas y pretéritas de una película de Iñárritu, se presentó la última película de los hermanos Dardenne, Tori et Lokita, cine en apariencia sencillo, pero construido sobre la base de la emoción y no las ínfulas. Aunque la fórmula pueda parecer en un principio la misma de siempre, en los Dardenne se percibe una interesante evolución hacia lo pesimista con referencia a un cine social que va bastante más allá de su propio enunciado, aquí la historia de dos jóvenes inmigrantes africanos enfrentados a la maldad de un sistema adyacente a esa Europa del bienestar que alimenta de forma soterrada la delincuencia y la explotación. Cine ético y digno construido desde el silencio que no busca la complicidad en su función de detenerse más en las miradas que en los gestos, cuyo cometido es hacernos ver desde otra perspectiva, y a través de una solvencia y precisión suficientemente contrastada, la realidad de una oscuridad social que nos rodea en nuestro día a día.
Recuperando tres títulos patrios dejados en el tintero en nuestra anterior crónica, Perlas presentó posiblemente las dos mejores películas españolas de este prolífico 2022, en cuanto a nombres consagrados, por un lado, una de las cumbres del cine español de este año se mire por donde se mire, es el nuevo trabajo tras las cámaras de Rodrigo Sorogoyen, As bestas, película que recurre a conceptos propios de ese tensional thriller rural, por momentos derivativos del western, visto en obras como Straw Dogs de Sam Peckinpah o la reivindicable The BackWoods de Koldo Serra, a la hora de estructurar un relato ubicado en la Galicia caníbal, en donde predomina un duro clima de zozobra a raíz de una disputa de índole personal que con el paso del tiempo irá a más. Lástima que llegados a un determinado momento de metraje el responsable de El reino decide hacer dos películas en una vertebrando la trama entre diferentes nociones de lo masculino y lo femenino, algo que termina por adherir al tramo final una fuerte carga de trascendencia dramática al relato de género. Por fortuna aquí no se atisba impostura en ningún lado, aunque sí una considerable arritmia narrativa. Con todo, los primeros noventa minutos de As bestas suponen, con diferencia, el punto más alto de la trayectoria de Sorogoyen. Por otro lado, tras su paso por la Berlinale de Un año, una noche, basado en el libro Paz, amor y Death metal, de Ramón González, Isaki Lacuesta explora la experiencia del superviviente a través de las consecuencias emocionales acaecidas tras el atentado terrorista en el local Bataclan de París, lo hace, y en parte, esa es su gran virtud, pues evita el trazo sensacionalista, a través del camino menos complaciente y tremendista posible a la hora de estructurar un dispositivo narrativo deconstruido en distintos tiempos. En tal sentido Un año, una noche, como drama psicológico unitario que es, no deja de ser un meritorio tratado acerca de la descomposición de una pareja y esa huella indiscernible, que posiblemente acompañe en mayor o menor medida siempre, derivada de un hecho traumático que habla principalmente del miedo en todas sus representaciones, a través de lo sugerido en donde se nos sitúa en distintas fases de ese estado mental como el duelo inicial, la fatídica memoria y finalmente la tan ansiada catarsis. Otra película que de alguna manera también habla sobre los oscuros resquicios de la memoria fue Los renglones torcidos de Dios de Oriol Paulo, película que parte de una premisa similar a la fundamental Shock Corridor de Samuel Fuller, y que vino a cubrir esa cuota de comercialidad, a veces tan necesaria, por aquello de los equilibrios temáticos, en los certámenes de cine. Una ostentosa adaptación de la popular novela de Luca de Tena, que en su traslación en imágenes carece de un orden que pueda ser percibido como lógico y verosímil, con relación a algo que posiblemente funcione a un nivel literario, pero no a uno cinematográfico. Película plagada de un excesivo número de giros argumentales y puntos de vista divergentes que parece prescindir de cualquier posibilidad de lo real a favor del concepto reiterante de lo delirante, con todas las connotaciones que pueda atesorar para bien, pero sobre todo para mal en el caso que nos ocupa, tal término.
Nuevos Directores
New Directors, una de las secciones que más sentido tiene en un festival de las características del Zinemaldia, presentó, como suele ser habitual en estos últimos años, un interesante muestrario de nuevas autorías, algunas de ellas muy a tener en cuenta en un futuro no muy lejano, como por ejemplo la vista en Foudre, ópera prima de la realizadora suiza Carmen Jaquier, que nos plantea cómo algunos tabúes del pasado siguen estando de alguna manera vigentes hoy en día con respecto a pasiones emocionales y sexuales que no pueden expresarse de forma libre, pues en un principio van contra la norma dictada. En la película, que nos sitúa en el verano de 1900 en una aldea en los Alpes suizos, vemos como una adolescente ha de regresar a un entorno rural familiar debido a la repentina muerte de su hermana mayor. A través de una atmosfera de tono opresivo asistimos a esa consabida confrontación antagónica entre los valores conservadores, adyacentes al cristianismo hermético, y una mentalidad joven, y aún virginal, que todavía no ha sucumbido a dicho dogma opresivo, narrado a través de un relato que recurre al misticismo visual a la hora de mostrar el emocional descubrimiento de alguien que se siente amado por primera vez, y la libertad que todo ello puede otorgar. Por su parte, desde una cinematografía tan exigua en títulos como es la nicaragüense, se proyectó la primera película de ficción dirigida por una mujer de dicho país, La hija de todas las rabias de Laura Baumeister, que recurre al relato fábula con relación a ese imaginario infantil tan proclive al escapismo onírico del concepto de la miseria y la pobreza extrema, vistos a través de unos ojos inocentes, aquí con una fábrica de reciclaje de basura como principal escenario. Representación de un realismo mágico, muy en consonancia con el Beasts of the Southern Wild de Benh Zeitlin, por aquello de ponernos un poco en contexto, que a través de ese a veces pantanoso terreno del miserabilismo, nos muestra cómo lo bello se abre camino entre lo feo, a partir de un mundo propio que el infante logra crear.
Empieza a ser habitual que nuevas autorías provenientes del territorio asiático empiecen a incidir en problemáticas colindantes a personas de una cierta edad pertenecientes a unas sociedades plagadas de prejuicios, si el pasado año, y también dentro de la sección New Directors, la china Gull (crítica aquí) nos mostraba el viacrucis social que tenía que afrontar una mujer de 61 años víctima de una violación, la coreana Jeong-sun no deja de ser una muestra casi coetánea que nos muestra un caso bastante similar, en esta ocasión sobre la filtración de unas fotos indiscretas pertenecientes a una mujer de más de cincuenta años. A tal respecto, la ópera prima de Jeong Ji-hye sigue al pie de la letra un cine que se ampara en postulados de denuncia social referidos a estigmas morales ocasionados por la actual exposición en redes de la intimidad, en este caso ubicado en el ámbito laboral, con la particularidad de exponer como la estabilidad de una persona de una cierta edad se derrumba de forma repentina con el concepto de la vergüenza como tema central. Lástima que se perciba una autoría de laboratorio en lo concerniente a una narrativa de ritmo farragoso respecto a su intención de mostrarnos una cotidianidad que retrasa hasta lo indecible la llegada del asunto central de la historia. Por su parte Fifi, ganadora del Premio Nuevos directores, se centra en ese concepto recurrente, que al cine francés se le suele dar tan bien, que trata la llegada de la madurez en la edad juvenil, ubicada evidentemente en verano. El relato urdido por Jeanne Aslan y Paul Saintillan nos plantea una sencilla y fluida historia sobre el significado de los vínculos y el crecimiento emocional, también la referida a la brecha social que separa dos mundos distintos dentro de la adolescencia a un nivel socioeconómico, a través de un relato finiquitado como es preceptivo al final del periodo estival, una vez que se imponga la fría perspectiva ocasionada por la distancia y el tiempo. Película ingeniosa en su cometido en mostrar cómo se supera una etapa vital y complicada de la vida, teniendo la gran virtud de salir bastante airosa del temido coming of age festivalero.
Dirigida a tres bandas por Masahiko Sato, Yutaro Seki y Kentaro Hirase, e interpretada por Teruyuki Kagawa, uno de los rostros más perturbadores que ha dado el cine nipón en estos últimos años, y del cual Kiyoshi Kurosawa ha sabido sacar un generoso provecho, la japonesa Miyamatsu to Yamashita/ Roleless fue otra de las estimulantes sorpresas vistas este año en New Directors, cinta que nos plantea interesantes reflexiones con relación al significado y el sentido de la naturaleza fílmica. Película ovni de tono pausado e inteligente en lo concerniente a su utilización de la elipsis, que coloca al espectador en un continuo desconcierto a la hora de discernir qué es realidad y qué es ficción. La historia nos presenta a un hombre de apariencia gris, que trabaja como extra en todas las películas en las que puede, y que está empeñado en morir de forma sistemática en esa simulación no real, evidentemente detrás de todo ello anida un trauma sobre la no identidad en relación con un relato en donde se atisban fragmentos de lo que fue una vida pretérita, aquí visualizados en forma de papeles vacíos que pueden representar el no querer asumir un pasado, muy a semejanza del protagonista de Memento de Christopher Nolan. Por su parte Chevalier Noir nos retrata el periplo de la juventud de Teherán a través de una historia que parte del concepto del drama familiar intergeneracional, a partir de dicho enunciado la película del debutante Emad Aleebrahim-Dehkordi nos muestra el día a día de dos hermanos que se enfrentan, cada uno a su manera, al continuo estado de limbo en el que parece encontrarse su generación. Chevalier Noir representa a la perfección ese cine de tesis orquestado por autores formados cinematográficamente lejos de su país de origen que deciden volver a sus orígenes realizando trabajos que, pese a su corrección, a la hora de mostrar un enfoque realista de las contradicciones actuales de la sociedad iraní, recurren a una serie de símbolos visuales y subrayados narrativos demasiados evidentes. Una mirada, la de Ali Abbasi en la decepcionante Holy Spider, sería otro buen ejemplo de ello, que pese a estar en un principio amparada en lo autóctono, termina apelando a un trazo de índole mucho más globalizador e incluso industrial. A tal respecto un servidor, puesto a elegir, echa en falta aquel cine autoral iraní de los años noventa, en donde realizadores como, por ejemplo Abbas Kiarostami o Mohsen Makhmalbaf, nos ofrecían unas miradas mucho más personalizadas y sólidas, y lo que es aún más importante, más arriesgadas.
Las secuelas sociales y emocionales que subyacen en territorios en donde ha ocurrido algún conflicto bélico también suele ser un temario bastante recurrente dentro de la sección New Directors, referente a eso, Carbon, del realizador moldavo Ion Borş, se fundamenta sobre el absurdo y el sinsentido causado durante la posguerra. Situada en la Moldavia del año 1992 a pocos días de celebrarse el primer aniversario de su independencia de la Unión Soviética, la película nos ofrece una mirada con una ironía de tono casi berlanguiano de la transición, una suerte de road movie en donde los dos personajes principales intentan dar una digna sepultura al cuerpo carbonizado de un desconocido. La metáfora final contra el nuevo sistema burocrático terminará siendo tan liviana en su desarrollo, con un estilo cómico derivado de la desventura, como predecible y poco trascendente a la hora de dar a conocer un determinado contexto y su correspondiente trasfondo. Mucho más interesante y compleja con relación a las raíces de la disidencia resulta ser la ópera prima del croata Josip Zuvan Garbura, una alegoría mucho más sutil, en esta ocasión el escenario también deviene como hostil, ya no solo por la herencia recibida del conflicto armado, sino también por los protagonistas, dos familias vecinas cuyas rencillas se cimentan y agrandan a través del anecdotario a lo personal, donde subyace un desequilibrio que genera una inevitable tensión y filtración del odio que irá en aumento conforme avance la trama. Las diferentes visiones que anidan en la sociedad croata, principalmente con respecto a la tradición y supuesta modernidad, quedarán expuestas a través de la mirada de dos niños, perspectiva que rehúye por fortuna cualquier directriz derivada del coming-of-age al uso, estando más dirigida a mostrarnos cómo la toxicidad heredada generacionalmente intenta invadir territorios reservados en un principio para la inocencia.
Zabaltegi–Tabakalera
Una sección completamente abierta a diversos formatos y temáticas suele correr el peligro de convertirse en una especie de cajón de sastre, si no se sabe adecuar con cierto rigor lo que es su selección, a tal respecto Zabaltegi-Tabakalera en estos últimos años se ha convertido en un apartado tan interesante con relación a las propuestas exhibidas, como algo errática con respecto a la presencia de según qué tipo de concesiones poco dadas al riesgo o a la experimentación. En Piaffe, ópera prima de la realizadora alemana Ann Orense, al menos se puede atisbar una cierta valentía y arrojo en lo concerniente a su condición de artificio fílmico, expuesto a través de tonos eróticos y sensoriales que cuestionan conceptos sobre la naturaleza de la sexualidad, a pesar de un osado planteamiento inicial, termina siendo bastante más simple de lo que pueda aparentar en un principio. Piaffe gira en torno a la sempiterna búsqueda de una identidad que finalmente consigue materializarse, muy a la manera del Dogs Don’t Wear Pants de J-P Valkeapäa, gracias al fetichismo y al sometimiento derivado de ello, aquí semejante a la relación existente entre un jinete y un caballo; el problema viene dado por cómo dichos artilugios, de claras y muy evidentes concomitancias “arty”, dinamitan por completo el concepto de una narrativa que termina siendo esclava de ser hilarante, aunque de forma involuntaria. Por su parte Mutzenbacher, de la documentalista Ruth Beckermann, nos sitúa en una audición para hombres de entre 16 y 99 años ubicada en una antigua fábrica adornada para la ocasión con un sofá rosa en donde se requiere de la voluntad del entrevistado para comprometerse abiertamente con el tema y el lenguaje de las palabras escritas en una página en donde se reproducen textos de la escandalosa novela publicada anónimamente en 1906 Josefine Mutzenbacher. Mutzenbacher gira en torno a un contexto documental de prueba, en donde asistimos a una perspectiva masculina de un polémico texto, de cómo este siempre cambia de perspectiva cuando se lee en voz alta, aquí a partir de una exploración diversa y en parte inteligente con respecto a cómo perciben los hombres esa extrema sexualidad, curiosamente en unos tiempos en donde parece que ciertos conceptos tradicionales de la masculinidad se hallan en una crisis de identidad.
Curiosamente este año en Zabaltegi-Tabakalera lo más interesante vino en forma de cortos y mediometrajes, la mayoría de ellos a cargo de autorías de prestigio, como por ejemplo la de Peter Strickland, que este mismo año presentaba en el pasado Festival de Berlín ese maravilloso desvarío que es Flux Gourmet. En Blank Narcissus (Passion of the Swamp), que evoca intencionadamente al cine de Michael Powell, se nos narra en apenas 12 minutos un ejercicio de rememoración mediante la voz en off de un veterano director de cine porno que contempla de forma pretérita una antigua relación amorosa con uno de sus actores. Ejercicio de planteamiento sencillo que basa principalmente su razón de ser en lo manierista y atmosférico de un trabajo en donde se perciben un abrupto contraste entre la imagen y el sonido expuesto a través de una dialéctica intuida como juguetona que cuestiona según qué tipo de límites, todo ello a propósito del posicionamiento de un cineasta cuyo estilo continua siendo inalterable, pese a atisbarse en sus últimos trabajos una inquieta búsqueda a la hora de intentar experimentar nuevas vías narrativas. Por su parte, el extraordinario cortometraje A Short Story nos trae de vuelta cuatro años después de Long Day’s Journey Into Night de Bi Gan el tono más esteta a través de una sucesión de imágenes expuestas a modo de hipnótica fábula gatuna que es plenamente fiel al sugerente imaginario de su autor. Un relato que en unos escasos 15 minutos de duración nos propone, respecto a la inequívoca condición de prestidigitador visual de Bi Gan, un sinfín de fascinantes subtramas visuales de talante surrealista que requieren de una aplicada labor de descifrado por parte del espectador.
Para dar por finalizada esta doble crónica de todo lo visto en el Zinemaldia 2022, dos películas que tuvieron un acomodo en sesiones especiales del festival. Por un lado y con motivo del Premio Donostia otorgado a la actriz Juliette Binoche, presente en el film de ese indiscutible referente que es Claire Denis, que este mismo año cuenta también en su haber con la notable Stars at Noon, presentó Avec amour et acharnement, película que adapta una novela de la escritora francesa Christine Angot, y que representa a la perfección el ideario fílmico de una autora excepcional que maneja como nadie un cine plagado de impulsos y poco proclive a la explicación fácil para el espectador, y eso para los fieles seguidores, no deja de ser un auténtico festín. Película adulta e incorruptible que recurre a una corporalidad aquí expuesta a través de una perversa elipsis que se desdobla a modo de un estado mental que deconstruye un romance a tres. Una historia alejada de cualquier tipo de convencionalismos que indaga en las relaciones emocionales como algo complejo, ambiguo y contradictorio con respecto al pensamiento pasional e irracional que deriva del deseo. Por su parte y dentro de ese evento denominado Película Sorpresa, Blonde de Andrew Dominik, que adapta de forma inteligente una novela escrita en el año 2000 por Joyce Carol Oates, y expone a modo de producto kamikaze una historia que transita por el reverso oscuro del biopic al uso, respecto a una visión personalizada, por la escritora y el cineasta, del personaje de Marilyn Monroe / Norma Jeane. A través de un loable trabajo técnico, en donde se mezclan tonos, atmósferas y formatos, se desmitifica el sueño americano y al mito en forma de pesadilla, funcionando incluso como una suerte de fantasía de rescate, resuelta en una media hora final que linda con conceptos propios del cine de terror. En realidad, aquí no hay ningún tipo de relato de auge y caída, tampoco un tratado sobre el poder destructivo ocasionado por la fama, pues la herida se percibe desde un principio, y sí un tremebundo retrato sobre la angustia y el abismo a la hora de ofrecernos la representación de una realidad que sabe expresar bien lo que fue la fragilidad de un icono popular.
Palmarés
Concha de Oro a Mejor Película: ‘Los reyes del mundo’, de Laura Mora
Concha de Plata a la Mejor Dirección: Genki Kawamura por ‘A hundred flowers’
Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal: Carla Quílez por ‘La maternal’ y Paul Kircher por ‘Le Lycéen’
Concha de Plata a Mejor Interpretación de Reparto: Renata Lerman por ‘El suplente’
Premio Especial del Jurado: ‘Runner’ de Marian Mathias
Premio del Jurado a Mejor Guion: Dong Yun Zhou y Wang Chao por ‘A woman’
Premio del Jurado a Mejor Fotografía: Manuel Abramovich por ‘Pornomelancolía’
Premio Nuev@s Director@s: ‘Fifi’, de Jeanne Aslan y Paul Saintillan
Mención Especial Nuev@s Director»s: ‘On either sides of the pond’
Premio Horizontes: ‘Tengo sueños eléctricos’, de Valentina Maurel
Premio Zabaltegi: ‘Godland’, de Hlynur Pálmason
Premio del público: ‘Argentina 1985’, de Santiago Mitre
Premio del público a la mejor película europea: ‘As Bestas’, de Rodrigo Sorogoyen
Libro oficial del SITGES Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Hace cuatro décadas, TRON (Steven Lisberger, 1982) reveló un nuevo mundo. Un universo en el que la electrónica y la teoría matemática de la comunicación debían hacerse seductoras para el gran público, un mundo en que palabras como bit, transmisión o código iban a formar parte del vocabulario de los espectadores cinematográficos. En este libro volvemos la vista atrás y reflexionamos sobre lo que pudo haber sido y lo que finalmente fue, lo que queda de aquella película visionaria en la cultura visual contemporánea.
Autor: Coordinado por Ángel Sala y Jordi Sánchez-Navarro, con aportaciones de los propios coordinadores y Asier Mensuro, Elisa McCausland, Diego Salgado, Joan J. Pons, Marta Salicrú y Ben Cardew. Ilustración cubierta: Miki Edge, Editorial: Hermenaute, Páginas: 260
No deja de ser una gran noticia que uno de los mejores actores de las últimas décadas como es Willem Dafoe tenga una presencia tan prolífica en la gran pantalla alternado películas de un claro corte autoral con otras más direccionadas a lo comercial, Inside, cuyo primer tráiler vía Focus Features acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su curioso póster oficial, parece pertenecer al segundo apartado. Un minimalista thriller psicológico de encierro que supone el primer trabajo tras las cámaras del realizador Vasilis Katsoupis.
En Inside, que tiene previsto su estreno comercial en Estados Unidos para el próximo 10 de marzo de 2023, vemos como un ladrón de arte de alto nivel, llamado Nemo, tendrá que usar toda su astucia para poder sobrevivir al quedar atrapado en un lujoso ático de alta tecnología situado en Times Square de Nueva York después de que un atraco no salga como lo tenía planeado en un principio.
La película con guion a cargo de Ben Hopkins basado en una idea del propio Vasilis Katsoupis está protagonizada por Willem Dafoe, Gene Bervoets, Eliza Stuyck y Josia Krug.
Tras las buenas sensaciones cosechadas con su primer largometraje Bait (2019 Premios BAFTA al Mejor debut) Mark Jenkin tiene ya listo su segundo trabajo tras las cámaras titulado Enys Men, film cuyo primer tráiler acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su póster oficial. Al igual que su opera prima Enys Men se fundamente en un tono experimental en esta ocasión expuesto a través de una perspectiva de género fantástico en donde predomina lo atmosférico. Tras su paso por Cannes dentro de la Quincena de Realizadores y el reciente Festival de Sitges la película tiene previsto su estreno comercial en Reino Unido para el próximo 13 de enero de 2023.
Enys Men se desarrolla en el año 1973 en una isla deshabitada situada frente a la costa de Cornualles, donde una mujer voluntaria se dedica a la observación diaria de una flor rara. Obsesionada con visiones del pasado sus observaciones darán un giro oscuro hacia lo extraño y metafísico.
La película con guion a cargo del propio Mark Jenkin está protagonizada por John Woodvine, Edward Rowe, Mary Woodvine, Isaac Woodvine, Callum Mitchell, Morgan Val Baker y Dion Star.
Festival dedicado al cine contemporáneo, con especial atención a propuestas innovadoras y arriesgadas que combinan talento emergente y consagrado. La Casa Encendida acoge la programación que incluye formatos como shows A/V, performances, conciertos, charlas, encuentros y sesiones infantiles.
En esta 12ª edición, que se celebrará del 22 al 27 de noviembre, el Festival se internacionaliza y expande su programación hacia lo performativo con especial interés en la convergencia entre otras artes visuales y el arte sonoro. En su programación cuenta con grandes nombres del cine europeo como Guiraudie, Diop, Bonello, Mazuy, Sokurov o Seidl al tiempo que sigue apoyando el cine español e iberoamericano. En esa expansión hacia interdisciplinariedad y la apertura a nuevos lenguajes artísticos, la programación contará con la performance Umbráfono de Enrique del Castillo y los live AV de Holy Other & Pedro Maia, Myriam Bleau, Alex Augier, Artur M Puga & Shoeg, que se presentan como estreno en Madrid.
Las propuestas performáticas del Festival, se ubican en la convergencia entre el arte sonoro y las artes visuales, un espacio de creación que trasciende la sala convencional de cine, y están vinculados al programa Paisajes Alterados que reflexiona en torno al concepto postnaturaleza con Joan Fontcuberta, el Instituto de Estudios Postnaturales y otras artistas.
El programa para público infantil Márgenes LaFamily, este año presenta una sesión de cine experimental en 16mm y artesanal a través del que imaginar otras formas de mirar la naturaleza.
La Casa Encendida acoge, además, la 8ª edición del laboratorio de desarrollo de proyectos de Márgenes cuyo objetivo principal es apoyar el desarrollo, la producción y distribución del cine independiente. Desde esta edición, cuenta con un programa doble articulado a través de WORK/DESARROLLO y WORK/IN PROGRESS. Ambos ofrecen un espacio de profesionalización y acompañamiento artístico para fomentar el tejido industrial y creativo del cine español e iberoamericano con particular atención a aquellas propuestas que exploran caminos creativos y fórmulas de producción no tradicionales. Además, MRG//WORK vuelve a formar parte del programa de residencias RAW, fruto de la colaboración junto con el Festival Internacional de Cine de Gijón y DocLisboa y que se abre también al territorio de la investigación y la crítica.
Los proyectos seleccionados para el MÁRGENES / WORK 2022 son:
MÁRGENES/WORK DESARROLLO:
Alguien camina sobre tu tumba, de Clara Sanz (España)
Anna Borges do Sacramento, de Aída Bueno Sarduy (Argentina/Brasil/Portugal/España)
Donde estés será mi hogar, de Lionel Braverman (España)
M-X, de Iván Blanco (España)
MÁRGENES/WORK IN PROGRESS:
Deuses de pedra, de Iván Castiñeiras (España)
Die blaue Blume im Land der Technik, de Albert garcía-Alzorriz (España)
Hija del volcán, de Jenifer de la Rosa (España, México)
La Parra, de Alberto Gracia (España)
On the go, de María Royo y Julia De Castro (España)
Samsara, de Lois Patiño (España)
Gracias al impulso de la Fundación Montemadrid, MÁRGENES / WORK concede el Premio a la Creación Audiovisual La Casa Encendida, dotado con 9.000€ y que tiene como objetivo apoyar la creación audiovisual independiente y el talento emergente.
La película ganadora de este premio en la edición 2019, Sobre las nubes, de la argentina María Aparicio, podrá verse por primera vez en Madrid en una sesión especial el domingo 27.
Cinco años después de Mother! Darren Aronofsky tiene ya listo su nuevo trabajo tras las cámaras titulado The Whale, película basada en la obra de teatro de Samuel D. Hunter cuyo primer tráiler de la mano de A24 acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su póster oficial. El film, en donde vemos a un digitalizado Brendan Fraser, tras su premier mundial en el pasado Festival de Venecia se estrenará comercialmente en Estados Unidos el próximo 9 de diciembre. A España de la mano de YouPlanet Pictures lo hará el 4 de enero de 2023.
The Whale nos cuenta la historia de un solitario profesor de inglés con obesidad severa que intenta reconectar emocionalmente con su hija adolescente en una última oportunidad de redención.
La película con guion adaptado por parte del propio Darren Aronofsky está protagonizada por Brendan Fraser, Sadie Sink, Samantha Morton, Ty Simpkins, Hong Chau, Sathya Sridharan, Huck Milner y Ryan Heinke.
El ministro ha inaugurado esta mañana la exposición ‘70 años 7 piezas 7 cineastas’, con la que la Filmoteca Española conmemora su 70 aniversario. Esta tarde se celebra un acto en el Cine Doré y la proyección de la película Canciones para después de una guerra, de Basilio Martín Patino.
La muestra, que se podrá ver gratuitamente hasta el 30 de abril de 2023, ha contado con la aportación de siete cineastas y personalidades del séptimo arte: Ester Expósito, Jonás Trueba, Teresa Font, Santiago Segura, Alauda Ruiz de Azúa, Albert Serra y Eduardo Casanova.
La inauguración se suma a las más de 300 actividades nacionales e internacionales que, con motivo de la celebración del Día del Cine Español, se están desarrollando en colegios, instituciones educativas, culturales, centros penitenciarios, centros de mayores, y en diferentes centros del Instituto Cervantes.
Con motivo del 70 aniversario de la Filmoteca Española y enmarcado en la celebración de la segunda edición del Día del Cine Español, el Ministerio de Cultura y Deporte pone en marcha la exposición ‘70 años 7 piezas 7 cineastas’Enlace externo, se abre en ventana nueva. La muestra ha sido inaugurada por el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, la directora general del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA), Beatriz Navas, y el director de la Filmoteca Española, Josetxo Cerdán.
También han asistido al acto la montadora Teresa Font y el actor Eduardo Casanova, madrina y padrino de dos de las piezas en torno a las que gira la exposición, y las actrices Loles León y Mónica Bardem y el compositor Juan Bardem.
Siete cineastas y personalidades del séptimo arte -Ester Expósito, Jonás Trueba, Teresa Font, Santiago Segura, Alauda Ruiz de Azúa, Albert Serra y Eduardo Casanova- han elegido siete objetos representativos de la historia del cine a partir de una preselección de 70 piezas, realizada por Filmoteca Española, que recorren la historia de las imágenes animadas desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XXI.
Estos objetos sirven como pretexto para abordar desde distintas perspectivas la historia de Filmoteca, del propio cine y el cine español, de sus públicos, y repensar de forma pública el sentido de una Filmoteca del siglo XXI, más allá de la preservación de los archivos y la memoria.
Las siete piezas en torno a las que gira la muestra son:
La máscara original de José Antonio Sánchez para el diablo de El día de la bestia, película dirigida por Álex de la Iglesia y estrenada en 1995, elegida por Ester Expósito
Los descartes del negativo de Las Hurdes, tierra sin pan de Luis Buñuel (1932-1933), pieza seleccionada por Albert Serra
Los forillos creados por Félix Murcia para la terraza de Pepa, Carmen Maura, en Mujeres al borde de un ataque de nervios de Pedro Almodóvar (1988), escogidos por Eduardo Casanova
Una moviola vertical seleccionada por Teresa Font
Un álbum fotográfico de los Laboratorios Madrid Film que incluye imágenes de la puesta en marcha en 1911 y las consecuencias del incendio que los arrasó en 1950, elegido por Santiago Segura
El llamamiento a las Primeras Conversaciones Cinematográficas Nacionales, promovidas y organizadas por el Cine Club de la Universidad de Salamanca del que era responsable Basilio Martín Patino, escogido por Jonás Trueba
La película dirigida por Alice Guy Chien jouant à la balle de 1905, film más antiguo conservado en la Filmoteca Española dirigido por una mujer, seleccionada por Alauda Ruiz de Azúa
La inauguración se suma a las más de 300 actividades nacionales e internacionales que, con motivo de la celebración del Día del Cine Español, se están desarrollando en colegios, instituciones educativas, culturales, centros penitenciarios, centros de mayores, y en diferentes centros del Instituto Cervantes a lo largo de toda la jornada. Esta tarde, se celebra un acto en el Cine Doré y la proyección de la película Canciones para después de una guerra, de Basilio Martín Patino.
’70 años 7 piezas 7 cineastas’ podrá visitarse de forma gratuita en la sede central de Filmoteca Española (calle Magdalena, 10, Madrid) hasta el 30 de abril de 2023.
Lunes, martes y miércoles: cerrada. Jueves y viernes: de 10:00 a 20:00 y sábados y domingos: de 12:30 a 20:00
Tras su premiere mundial en el pasado Venezia 2022 y presente dentro de pocos días en el Festival de Sevilla acaba de ver la luz de la mano de A24 un primer tráiler oficial, que podéis ver a final de página, del nuevo trabajo tras las cámaras de la realizadora Joanna Hogg titulado The Eternal Daughter. Película con componente fantástico rodada durante la pandemia en donde la responsable de Exhibition y el díptico The Souvenir vuelve a indagar en esa autoexploración tan característica de su cine.
The Eternal Daughter nos muestra como una cineasta lleva a su anciana madre a un hotel en el campo por su cumpleaños. Un hotel que años atrás fue la residencia de la madre, de niña, y que ahora es un lugar fantasmal sin más huéspedes. Secretos del pasado acechan, en una película que es a la vez revisión de una compleja relación familiar, y el camino de búsqueda de sí misma de una mujer.
La película con guión a cargo de la propia Joanna Hogg está protagonizada por Tilda Swinton, Joseph Mydell, Carly-Sophia Davies, August Joshi, Zinnia Davies-Cooke y Alfie Sankey-Green.