“Broker” review

Una noche lluviosa una joven abandona a su bebé a las puertas de una iglesia. El recién nacido es recogido por dos hombres que se dedican a robar bebés abandonados para venderlos padres dispuestos a pagar una tarifa. Cuando la joven regresa a la iglesia, arrepentida, descubre el negocio ilegal de ambos hombres y decide unirse a ellos para encontrar a los padres adoptivos más adecuados. En este inusual viaje por carretera, el destino de los que se crucen en la vida del niño cambiará radicalmente.
Uno de los nombres fijos del Festival de San Sebastián es el del japonés Hirokazu Koreeda que presentaba este año en la sección Perlas, previo paso unos meses antes por Cannes, Broker, película rodada en Corea, hablada en el idioma de dicho país y con actores tan conocidos como por ejemplo Song Kang-ho. Un relato que no deja de representar un nuevo paso en ese llamado autoexilio evolutivo de un autor que da la impresión de seguir transitando por un mismo temario, pero dirigido ahora hacia una parcela más globalizadora en referencia a la territorialidad y ubicación de sus últimos trabajos, en donde vuelve a incidir sobre asuntos voluminosos que son resueltos con extrema sencillez.
 A través de una road movie de tono tragicómico, las subtramas dramáticas y policiacas quedan bastantes diluidas, el realizador japonés vuelve a reincidir en eso tan característico de su cine, ya casi una marca de la casa en sí mismo, que es el exceso de tramas paralelas, en el caso que nos ocupa algunas de ellas demasiado intrascendentes, que al final, acabando en un previsible e inalterable tratado de empatía,  y correspondiente solidaridad, hacia sus personajes, en su gran mayoría pertenecientes a un núcleo familiar disfuncional. Personajes que no suelen ser juzgados por Koreeda pero si, de forma casi sistemática, redimidos en relación a ese tratado sobre segundas oportunidades tan presente en su cine.  Puestos a indagar en esas reconocibles capas emocionales, se echa de menos un trazo sin tanta transparencia y algo más profundo, también indolente, presente en anteriores películas suyas, como por ejemplo Nadie sabe o la reivindicable Air Doll.
Si otra cosa queda meridianamente clara en el cine de Hirokazu Kore-eda es su interés por las madres, aquí visualizado tanto en las que son capaces de abandonar a un hijo, como las que están desesperadas por adoptarlos,  sin embargo, a medida que se desarrolla la película, la mirada se extrapola a los propios niños a raíz de la interrogante que surge en cómo se le muestra al infante desechado por sus padres que tienen todo el derecho a pertenecer a este mundo.
A tal respecto el posicionamiento del responsable de Nuestra hermana pequeña sigue siendo similar, y plenamente reconocible, con relación a lo que son sus intenciones, en líneas generales otro sensible retrato sobre la posibilidad de encontrar impensados núcleos familiares donde uno menos se lo espera, aunque las formas, en lo concerniente a ese actual tejido percibido como complaciente, parecen encontrarse en espíritu cada vez más alejado con respecto a aquellos primeros trabajos.

Valoración 0/5: 2’5