El señor Karel vive completamente obsesionado con su trabajo mientras domina a sus familiares, amigos y empleados. Sólo está preocupado porque el tránsito de los difuntos hacia el más allá sea lo más limpio y rápido posible, todo mediante la incineración de cadáveres en el cementerio que regenta, la repentina irrupción de un antiguo compañero que luchó junto a él en la Primera Guerra Mundial hará que empiece a plantearse el poder acceder al partido Nazi .
«The Cremator» (1969), podría considerarse como uno de los films más representativos y validos pertenecientes a la denominada nueva ola cinematográfica surgida en la década de los sesenta en la exenta Checoslovaquia, un film que supone todo una rareza fílmica en sí misma, una de las películas más extrañas, desasosegantes e inclasificables que ha dado el cine proveniente de la Europa del Este a lo largo de su historia, a medio camino entre el cine de arte y ensayo que por momentos bordeando incluso lo experimental en su faceta técnica y el fantástico de tono metafórico, dirigida por Juraj Herz (autor bastante afín al género fantástico con títulos como «El diablo cojo» (1968), «Morgiana» (1973), «Beauty and the Beast» (1978) o «Ferat Vampire» (1982) cuya carrera convendría reivindicar de manera urgente) y basada en la novela de Ladislav Fuks que fue publicada en 1967 «The Cremator» aúna la fábula social y la alegoría política-social a través de un fascinante discurso en donde la mixtura de la realidad y la ficción quedan perfectamente ensamblados en una obra de contornos tan sugerentemente hipnóticos como perturbantemente reflexiva en lo referido a lo que expone su hipotético mensaje .
Una de las interrogantes que puede llegar a plantear un film de las características como el que nos ocupa es su algo confusa adscripción genérica, evidentemente no estamos ni mucho menos antes una película de terror, u horror en su defecto, al uso, aunque podríamos llegar a aseverar sin riego a equivocarnos a que «The Cremator» pertenece al género fantástico de una forma clara por pura omisión, no cabe otra lectura genérica posible en el film, un relato que nos narra un acelerado proceso de degeneración mental (especialmente en su vertiente ideológica y moral) de un individuo dedicado con máximo esmero a incinerar cadáveres en un cementerio, un retrato que sirve al mismo tiempo como fiel reflejo del incipiente dogma nazi en la antigua Checoslovaquia de por aquel entonces, en la película vemos de forma clara, y lejos del mensaje críptico bastante habitual en productos de semejante índole, una aseveración acerca del nazismo como locura a gran escala social, un tratado ideológico el del protagonista acerca de la muerte que fusiona desde elementos de la filosofía tibetana hasta el dogma del nazismo como desequilibrado espejo de la deshumanización y desintegración moral acontecida en la Checoslovaquia anterior a la Segunda Guerra Mundial.
Hay muchos y diferentes aspectos secundarios a destacar aparte de la propia valía subyacente en «The Cremator«, por un lado tenemos a su intérprete principal, un extraordinario Rudolf Hrusinsky, sin él la película simplemente no existiría en conceptos, magistral como figura omnipresente repleto de matices, por otro lado y en la función puramente técnica del film destaca de manera positiva el tratamiento de la imagen que otorga Juraj Herz al conjunto, la utilización de las deformaciones del espacio repleta de grandes angulares y el singular y ocasional punto de vista de ojos de pez otorgan a la película un inusual y por momentos sombrío aspecto a medio camino entre un matizado gótico y el expresionismo alemán, de la misma manera su montaje utiliza unos primerísimos planos para realizar las transiciones entre escenas logrando de este modo un efecto de desorientación espacio-temporal bastante acorde con el imaginario de sus personajes, estas originales transiciones escénicas como mero recurso formal la direccionan a un tono casi vanguardista al mismo tiempo que refuerza su inquietante y algo forzada alegoría.
«The Cremator» de Juraj Herz termina convirtiéndose por derecho propio en una obra capital dentro del cine Europeo de la época, pocas películas han tratado la fisionomía de la locura y el sinsentido de las ideologías de forma tan atípica y compleja, un perfecto ejemplo de como el cine de tono transgresor e innovador puede llegar a marcar pautas a través de la metáfora de su discurso, un discurso el «The Cremator» que termina con una de las escenas más perturbadoras y a la vez más hermosas (en perfecta síntesis con el marcado tono de montaña rusa perversa que posee el film) que ha dado el cine, un final de aplicado desconcierto mortuorio plenamente coherente a una obra tan inclasificable como fascinante.
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