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First Love nos cuenta como un joven boxeador que atraviesa una mala racha durante el transcurso de una noche se encuentra inesperadamente con el primer gran amor de su vida ahora convertida en una prostituta adicta a la droga que pese a sus circunstancias personales sigue manteniendo una mente inocente. La chica sin embargo se encuentra inmersa en una compleja trama relacionada con el tráfico de drogas que la convierte en el objetivo de varias personas.
Con más de cien títulos en su haber no deja de ser algo curiosa la evolución que ha tenido la carrera cinematográfica de Takashi Miike en estas últimas décadas, más sorprendente aún si cabe ha sido su aceptación y posterior tránsito por los festivales de cine de nuestro país, el director de origen nipón empezó a darse a conocer en territorio patrio allá por el año 1999 con una cinta que devino clave en su trayectoria como fue Audition, por aquel entonces el Festival de Sitges sufría una confusión de identidades genéricas brutal, la Semana de Terror de San Sebastián curiosamente capitaneando por Luis Rebordinos por aquel entonces estuvo bastante más avispada a la hora de programar dicho título, un tiempo en que el japonés era un autor de una clara naturaleza trasgresora, en parte lo sigue siendo aunque de una forma algo distinta, con títulos entre otros como por ejemplo The City of Lost Souls, Visitor Q, Ichi the Killer o la saga Dead or Alive en la medida de ofrecer un tipo de cine que se caracterizaba principalmente por una ausencia total de esquemas preconcebidos.
Con el paso de los años y un ritmo de producción cada vez más desmesurado Takashi Miike se convirtió en una especie de hijo putativo del Festival de Sitges, en cada nueva edición estaba presente con más de un título llegando incluso a rodar una película en la localidad catalana, la algo indigesta JoJo’s Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable, una vez reducida en algo su proclive hiperactividad Takashi Miike aunque sigue sin hacerle ascos a ningún tipo de trabajo va depurando su discurso siguiendo en ocasiones transitando por un cine de encargo pero de un mayor empaque como lo demuestra trabajos como por ejemplo 13 assassins, Hara-kiri: Death of a Samurai o su depurada reinterpretación low cost de otro clásico como es la notable Over Your Dead Body. Una trayectoria que da la impresión de no tener ya una imperiosa necesidad de llamar la atención, de provocar en definitiva, sus trabajos se expanden dejando de ser un coto privado destinados a festivales de género, a tal respecto a nadie sorprendió que su First Love estuviera presente en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes, también estuvo presente el pasado mes de septiembre en San Sebastián dentro de la sección Zabaltegui en un certamen que al igual que aquella Semana de Terror de San Sebastián del año 1999 ahora está dirigido por Luis Rebordinos, circunstancia que curiosamente hace que el círculo se cierre de alguna manera.
Entrando ya en materia de lo que es su último trabajo tras las cámaras un servidor siempre ha sido de la opinión de como las películas orquestadas por Takashi Miike, indiscutiblemente uno de los mejores artesanos que ha dado el cine japonés en mucho tiempo, más que analizarlas concienzudamente merecen ser simplemente disfrutadas, First Love, que se acerca de forma evidente al sector digamos más respetable de su filmografía, representa a ese tipo de cine despreocupado que entre tanta trascendencia festivalera su visionado sienta de maravilla, al igual que la también reciente The Forest of Love de Sion Sono, el film no deja de ser una especie compendio autoral marca de la casa que recoge lo mejor y en parte lo peor de dicha ecuación, su irregularidad narrativa esclava de esa máxima tan característica de su autor en donde todo vale queda aquí convertida en un conjunto de creatividad continua que viene a representar a la perfección el significado de lo que es su propia coreografía cinematográfica, evidentemente tan multigenérica como disfrutable.
Posiblemente si se tuviera que elegir una sola catalogación genérica para el film, algo que en realidad que no deja de ser un poco absurdo en la trayectoria del responsable de One Missed Call, esta sería la de ser una especie de desprejuiciado slapstick criminal que no deja de lado el trazo emocional aderezado como no podía ser de otra manera con un buen número de pinceladas de humor negro, una aplicación de diversas tonalidades genéricas que tiene en parte la virtud de esquivar uno de los males endémicos de muchas de las películas de Takashi Miike, la de agotar al espectador en base a un dilatado frenesí siempre direccionado a desembocar en un clímax continuo que parece no tener fin, aquí todo está permitido en base a la utilización de recursos visuales a cual más ingenioso, como por ejemplo recurrir a la animación en alguna escena espectacular cuando el presupuesto no da para poder rodarla en imagen real, por lo demás el cajón de sastre deviene como inabarcable, solo cogiendo lo positivo, que en este caso no es poco, el disfrute está plenamente asegurado.
Le milieu de l’horizon nos sitúa en el verano del 76. Una ola de calor está provocando que el campo suizo se seque a toda velocidad. En un ambiente sofocante, Gus, que tiene trece años y es hijo de un granjero, ve cómo su entorno familiar y su inocencia se resquebrajan, en parte está viviendo el fin de su particular mundo.
Dentro de la pasada edición del Festival de San Sebastián hubo tiempo de poder adentrarse aunque de forma algo breve en esa sección ya tan consolidada y en parte imprescindible dentro del certamen como es Nuevos Directores, apartado en donde prima el descubrimiento de autorías direccionado exclusivamente a primeras y segundas películas, de Suiza vino la cinta Le milieu de l’horizon de la realizadora Delphine Lehericey, un segundo trabajo tras las cámaras que curiosamente colinda temáticas adolecentes y emancipaciones emotivas al igual que su ópera prima Puppylove, película también presente curiosamente años atrás en la misma sección del festival.
Le milieu de l’horizon, que adapta una novela de Roland Buti y que parte de una idea, urdida a cuatro manos por parte de Joanne Giger y Roland Buti, provista de personajes imperfectos y que podríamos denominar como prototípica, aquella que nos explica una trasformación o emancipación que discurre a través de los ojos de un preadolescente en lo concerniente a una vivencia ubicada en esa concreta etapa tan dada en la formación de una identidad que queda situada a un pie de la infancia y otro de la adolescencia representado en el relato a través de un personaje, un Luc Bruchez cumpliendo con rigor, obligado a presenciar una serie de acontecimientos ocurridos dentro del núcleo familiar al que pertenece que no puede manejar como él quería, un punto de partida similar a otra película vista este año en el festival como es la británica Rocks pero desarrollada a través de una narrativa completamente distinta, en esta ocasión todo expuesto a modo de una muy característica coming of age aquí encuadrada dentro de un periodo de tiempo muy determinado, apenas dos semanas y acontecida una ubicación rural que deviene como clave en el desarrollo de una historia en donde el entorno histórico cultural resulta fundamental a la hora de retratar lo que vendría a ser una incertidumbre hacia lo desconocido o una contrariedad cosechada en lo relativo a los sentimientos del joven protagonista visualizados a través de un particular micromundo representado aquí de forma tan clásica como hiperrealista en la medida de conseguir trasivergar la consabida idílica rural gracias en parte a un notable empaque visual por parte de la fotografía a cargo de Christophe Beaucarne.
De alguna manera en el film de Delphine Lehericey, que ante la falta de cierta originalidad atesora firmeza, asistimos al final de un tiempo y unas vivencias que dan paso a otro que se percibe como bien diferente, transitando más allá del característico y sempiterno despertar vital o sexual del joven protagonista el relato nos permite ciertas acotaciones algo interesantes que vienen en parte a circunvalar dicha ruptura emocional arriba citada, uno por ejemplo el social, representado en esta ocasión en el derrumbe de un mundo plasmado por un lado por una especie de capitalismo que pasa por encima del individual entorno campesino simbolizado en el relato en la figura de un padre que asiste a la irremediable tesitura de intentar subirse al tren de la modernidad si no quiere verse abocado a la desaparición laboral, el otro igual no tan social sino más bien a modo de reafirmación, sentimental o emotiva como se prefiera, en referencia a la liberación de la mujer dentro de los cimientos del patriarcado, en esta ocasión la de una madre (una ajustada Laetitia Casta) que ve el momento de desembarazarse de ese cordón umbilical familiar para intentar resetear el destino que ella cree que en verdad le corresponde y que ahora si puede llegar a acometer, una parte de la historia que pese a estar ambientada en los años 70 las cuestiones que abordan podrían ser perfectamente adyacentes y actuales a las que puede plantearse cualquier mujer a día de hoy, todo ello evidentemente bajo la sempiterna mirada del infante, en esta ocasión expuesta como figura representativa del joven contemplativo que asiste a un irremediable cambio que se supone que cimentara su futura personalidad, una mirada tan vulnerable ante los hecho que se ve obligado a afrontar como en parte participe, de forma involuntaria, de lo que inevitablemente el mañana le deparara tanto a él como a los seres que le rodean.
Cuatro años han trascurridos desde La calle de la amargura para que el veterano realizador de origen mexicano Arturo Ripstein se volviera a poner tras las cámaras con El diablo entre las piernas, film cuyo primer tráiler y póster oficial acaban de ver la luz y podéis ver a final de página. Una película, que tuvo su premier mundial en el pasado Festival de Toronto y que aún carece de una posible fecha de estreno comercial en nuestro país, en donde Ripstein vuelve una vez más a indagar en ese desencanto de índole moral ubicado en ambientes claustrofóbicos tan característico dentro de su trayectoria.
El diablo entre las piernas nos cuenta como Beatriz y el Viejo han estado juntos durante varias décadas. Farmacéutico ya retirado, el Viejo ahora malgasta su tiempo en su hogar situado en la Ciudad de México, un lugar que comparte junto a su esposa Beatriz, una mujer víctima de continuos insultos, vejaciones y humillaciones por parte de su celoso marido, sin embargo no huye de su lado porque han creado una codependencia y, al menos ella, no concebiría una nueva vida de otra manera. Una triste existencia en donde de manera esporádica se escabulle para tomar clases de tango y proponerle matrimonio a un compañero de baile más joven que ella. Con sus hijos crecidos hace ya mucho tiempo, la única persona que queda en el hogar para presenciar la enfermiza rutina cada vez mayor de la pareja de ancianos es Dinorah, la joven criada que de forma eventual tomará el asunto en sus propias manos.
La película con guion de Paz Alicia Garciadiego está protagonizada por Silvia Pasquel, Alejandro Suárez, Greta Cervantes, Daniel Giménez Cacho, Erando González, Patricia Reyes Spíndola y Mar Carrera.
En A Dark-Dark Man e somos testigos de cómo un niño es asesinado en un recóndito pueblo kazajo. El joven detective asignado al caso quiere terminar la investigación cuanto antes al comprobar que policía local al parecer ya ha encontrado al autor. Pero cuando una periodista llega desde la ciudad para informar sobre el caso todo empezara a desmoronarse.
Otras de la película vistas en la pasada edición del Festival de San Sebastián que competían por la Concha de Oro fue la interesante coproducción entre Francia y Kazajistán titulada A Dark-Dark Man del realizador Adilkhan Yerzhanov, una película que indaga en lo que podríamos denominar como la quintaesencia del thriller local. En A Dark-Dark Man se parte de inicio de premisas y coordenadas muy conocidas que podemos encontrar en infinidad de películas que transitan a través del noir, sin embargo su principal particularidad la encontraremos tanto en lo referente a su ubicación, unas áridas e interminables estepas situadas en Kazajistán que parecen no tener fin al quedar situadas en un escenario que deviene inequívocamente como inhóspito, como en lo referente a una exposición argumental que no deja de ser una especie de reinterpretación del noir francés, dicho escenario, omnipresente a lo largo de todo el metraje, juega un papel fundamental a la hora de presentar un relato que deviene su status quo como bucéfalo en lo concerniente a su inconfundible y pervertida estructura genérica clásica que parte de aquella máxima de estar ante un relato en donde no encontraremos personajes buenos, aquí todos son malos o peores en referencia a la práctica total de unos protagonistas que atesoran una negatividad moral a cada cual más difícil de justificar.
En el film de Adilkhan Yerzhanov somos testigos de cómo su protagonista a través un tono situado a medio camino entre lo melancólico y lo pesimista casi sin llegar a proponérselo termina engullido por una espiral corrupta de la cual quiere desprenderse conforme avanza la trama a modo de redención casi a semejanza del aquel Harvey Keitel en el Bad Lieutenant de Abel Ferrara, un personaje, un excelente Daniar Alshino, que al principio de la trama forma parte de manera consiente de una corrupción policial que deviene casi en social, también se detecta en el film claras reminiscencias dialécticas en su narrativa a autores claves del presente como pueden ser por ejemplo Takeshi Kitano o Bong Joon-ho a la hora de presentarnos situaciones terribles, en algunos casos muy violentas, que son tratadas a través de un tono desenfadado pese a la atmósfera malsana que subsiste en una historia por momentos colindante con el thriller nórdico, todo ello expuesto formalmente a través de unas querencias estéticas tan insólitas como atrevidas como por ejemplo puede ser la por momentos hipnótica banda sonora de tono electrónico a cargo de Galymzhan Moldanazar, por otra parte asistimos a un trabajo de connotaciones inequívocamente autorales, en tal sentido a Adilkhan Yerzhanov que tiene tiempo incluso de transitar a través de un humor por momentos absurdo, que parece mirar sin ningún tipo de pudor a imaginarios provenientes del cine de Jacques Tati por ejemplo, da la sensación de no darle mucha importancia al tempo narrativo de la película, cuestión esta que puede suponer para el espectador no predispuesto a la espera paciente un inconveniente de difícil escollo dada la particular concepción de un ritmo el efectuado aquí que al igual que el farragoso día a día de los protagonistas del film parece quedar situado en un tiempo indefinidamente suspendido en el limbo.
A tal respecto la mirada de Adilkhan Yerzhanov en este corrosivo retrato deviene como clave, de alguna manera la apuesta es arriesgada dadas sus manera y sus formas siendo digno de elogio dada su peculiaridad principalmente en referencia a esa inesperada irrupción de lo cómico antes comentada cuando el relato menos lo espera, una propuesta arriesgada que el Festival de San Sebastián alejado de manierismos convencionales a la hora de programar tuvo para bien incluirla en su Sección Oficial a concurso. El estilo en esta ocasión siempre quedara situado por delante de convencionalismos genéricos en una cinta de naturaleza ciertamente atrevida que nos habla principalmente de un existencialismo trágico expuesto a través de esa sempiterna colisión adyacente en la inocencia y en una culpabilidad moral casi viral dentro de una sociedad en donde la corrupción anida en un sistema que genera por igual víctimas y verdugos y en donde no parece haber resquicios intermedios posibles como comprueba de forma fatalista el atribulado protagonista del relato.
En Políticas de la Nueva Carne, el multi galardonado autor de Filosofía Zombi, Jorge Fernández Gonzalo, vuelve a adentrarse en el arte cinematográfico como medio para un ensayo lúcido y revelador. En esta ocasión, de la mano del conocido cineasta David Cronenberg, cuya carrera transitó desde las obras maestras del gore-underground hasta el cine de autor más incisivo e inteligente. El autor madrileño desbrozará la inquietante filmografía cronenbergiana a partir de sus dos ejes centrales (la «Etapa Perversa» y la «Etapa Teratológica»), para desplegar un arsenal propio de ideas en torno a las políticas de la ficción y las políticas del cuerpo. Sexopolítica y videopolítica, tecnoorganismos y monstruosidades, morbosas criaturas libidinales y cuerpos pre-genéricos, tecnosexualidad y parafilias se fusionan en Cronenberg y Gonzalo hibridándose con la teoría queer, la ciencia-ficción y el psicoanálisis lacaniano, en un retrato conciso y certero de las políticas de la carne que se ponen en juego en nuestro tiempo.
El cineasta David Cronenberg es el mejor exponente de una estética y una línea de pensamiento denominada la Nueva Carne. En su obra se descomponen los límites entre lo orgánico y lo inorgánico, la carne y lo maquínico, lo sexual y lo asexual, la mente y el cuerpo, lo masculino y lo femenino, en un catálogo de entrecruzamientos «perversos» que ponen al límite nuestra imaginación. Un ensayo lúcido y revelador que recorrela filmografía de Cronenberg y sus criaturas perturbadoras, desde los clásicos del gore fantástico Videodrome, Crash, eXistenZ… hasta la etapa final del director canadiense y Consumidos.
Zombi Child nos trasporta en un primer momento a la Haití del año 1962. Allí vemos a un hombre vuelve de entre los muertos para trabajar en las infernales plantaciones de azúcar. 55 años después en una segunda narrativa vemos como una joven haitiana les dice a sus amigas un secreto familiar, sin saber que esto llevará a una de ellas a cometer un error de trágicas consecuencias.
Ese interesante tránsito de autorías imprevistas visto este año en la sección Zabaltegi Tabakalera del pasado Festival de San Sebastián nos permitió la oportunidad de poder ver trabajos de directores en un principio no afines al género fantástico, autores que nos dieron su particular visión en este caso en lo referente a elementos característicos del género de terror, después de las estimulantes obras a cargo de Denis Côté con Répertoire des villes disparues o Mati Diop con Atlantique el turno en esta ocasión recayó en el nuevo trabajo tras las cámaras de realizador francés Bertrand Bonello titulado Zombi Child, el responsable de la notable Nocturama, también presente en Donostia hace unos años, al igual de algunos compañeros suyos, Claire Denis por poner un ejemplo, atesora la virtud de apropiarse de un género concreto y exponer un discurso mientras utiliza instrumentos prototípicos del cine de terror para a través del cual desarrollar un discurso de connotaciones plenamente autorales.
Zombi Child, una de esas películas en donde la trama es bastante más compleja de lo que puede dar a entender en un inicio y en donde Bertrand Bonello en lo relativo a su indagación dentro del concepto zombie está bastante más entonado que Jim Jarmusch con su decepcionante The Dead Don’t Die, representa a la perfección ese relato de narrativa dual que al final termina confluyendo, ni que decir tiene que la abstracción etnográfica que anida en Zombi Child la aparta por completo de lo entendible por algunos como el terror clásico por mucho que la fundamental I Walked With a Zombie de Jacques Tourneur a modo de representación iconográfica está muy presente en todo el relato, a tal respecto no deja de ser algo curioso las referencias y los puntos de partidas utilizados por el realizador francés al comprobar como en otras de sus películas también centrada en universos de adolescentes conspirativos como era Nocturama cogía conceptos sociales muy reconocibles de otro de los puntales principales del cine de zombies, aunque desde una perspectiva moderna, como era George A Romero y su Dawn of the Dead.
Zombi Child no es un film al uso que intente argumentar la existencia de lo fantástico dentro de un determinado núcleo social o realista sino más bien la de exponer una especie de confrontación de dos culturas bien diferentes pero unidas a través de una coyuntura histórica como es la neocolonial y la oprimida que aquí se perciben como totalmente enfrentados en lo relativo a una premisa en donde se nos cuenta básicamente como de alguna u otra manera el pasado siempre vuelve a la actualidad. Un relato expuesto en base a una narrativa que se bifurca no solo en referencia a sub tramas diversas sino también en lo concerniente a temarios tales como la exploración del concepto de la coming-of-age que en el relato colinda con la teen movie femenina de connotaciones iniciáticas, el cine de zombies evidentemente o la exploración reflexiva de la cultura francesa desde una perspectiva meramente ancestral en referencia a mitos y realidades diversas, el gran logro viene en la mediada de ver como tal amalgama de tonos y géneros no llega a desvirtuar la historia, más bien todo lo contrario al encontrarnos con una propuesta plagada de hallazgos que devienen tras su visionado en reflexivos.
Posiblemente en donde mejor salga parada Zombi Child a modo de film político sea en lo referente a una exposición inquietante acerca de cómo perciben el mundo a través de las dos miradas y percepciones ya más arriba citadas, ambas económicamente y socialmente enfrentadas en base a una apropiación cultural ajena que deviene como errónea, todo ello en base a entrecruzamientos y continuos contrastes dotados de un indudable atrevimiento en referencia a lo que representaría la yuxtaposición de sus historias y en donde un elemento de unión de índole fantástico actúa a modo de viaducto a la hora de explorar la obra de un autor como es Bertrand Bonello que afortunadamente aún permanece fiel a sí mismo, a un discurso que curiosamente deviene como tremendamente actual en referencia al uso de múltiples capas tanto en la forma como en el fondo de un relato que termina siendo una de las propuestas más validas e interesantes existente dentro de ese peculiar subgénero que queda enclavado dentro de otro, aquí alejado conscientemente del tono mainstream como es el referido a ese otro cine de género autoral siempre provisto de matices e interpretaciones a cual más diversas.
A pocos días de terminar este año 2019 es hora de hacer un breve balance de lo más destacado visto en este curso cinematográfico por parte de un servidor, a un nivel meramente global y como primer y muy destacado apunte a señalar poner un especial énfasis en el pleno asentamiento de Netflix como gigante del audiovisual ya asentada en el mercado casi a modo de una major cinematográfica, si a finales del pasado curso destacábamos productos de una alta calidad lanzadas por la plataforma de streaming como por ejemplo Roma o The Ballad of Buster Scruggs este año las propuestas de este índole se han multiplicado siendo un bastión ineludible el The Irishman de Mastin Scorsese, trabajos que poniendo solo dos ejemplos más como pueden ser el Marriage Story de Noah Baumbach o la extraordinaria Uncut Gems de los hermanos Safdie ponen de manifiesto que en los próximos años la producción Netflix devendrá como capital a la hora de señalar lo que ha sido lo mejor del curso cinematográfico.
Un 2019 que ha tenido un inequívoco sabor a testamento por parte de grandes directores en donde se puede percibir el final de unas carreras expuestas a modo de obras compendios, The Irishman de Mastin Scorsese, Dolor y gloria de Pedro Almodóvar, El crack Cero de José Luis Garci, Il traditore de Marco Bellocchio, Once Upon a Time in… Hollywood de Quentin Tarantino o incluso el Tommaso del siempre inquieto Abel Ferrara han significado a la postre el mejor y más asentado cine visto este año al menos por parte de un servidor. En contrapartida jóvenes talentos que ya devienen como consagrados como Kantemir Balagov con su modélica Beanpole o Diao Yinan con The Wild Goose Lake no hacen más que confirmar que estamos ante unas trayectorias autorales que nos pueden ofrecer bastante en un futuro no muy lejano al igual que autores de un claro índole independiente norteamericano como Rick Alverson o Robert Eggers responsables de las muy estimulantes The Mountain y The Lighthouse.
En el apartado de cine patrio y dejando de lado los trabajos arriba citados de Pedro Almodóvar y José Luis Garci destacar nuevamente como lo más interesante un tipo de cine autoral tan personal como arriesgado validado con propuestas como Lo que arde de Óliver Laxe o Liberté de Albert Serra, un cine situado bastante por encima de otro entendido como comercial pero del todo intrascendente y demasiado conformista que ha predominado en gran parte en el cine español de este año. También destacar del mismo modo la cada vez más normalizada presencia de directoras a la hora de señalar lo mejor del curso cinematográfico, las estilizadas en el buen sentido de la palabra A Portuguesa de Rita Azevedo Gomes y Portrait de la jeune fille en feu de Céline Sciamma dieron buena muestra de ello. Nombres consagrados como James Gray con su magnífica Ad Astra o la cinta que posiblemente haya tenido un mayor consenso critico este año como es el Parasite del coreano Bong Joon-ho demostraron el buen hacer de dos autores provistos de un imaginario fílmico que deviene como inabarcable, una síntesis autoral también valida para el incalificable Bruno Dumont con nuevamente un sorprendente trabajo tras las cámaras como es Jeanne. Dentro del fantástico destacar propuestas no comerciales que amplifican en sugerencias temáticas las miras del género con peliculas tan interesantes como Adoration de Fabrice Du Welz, Ghost Town Anthology del canadiense Denis Côté o la hipnótica Zombi Child de Bertrand Bonello. Para finalizar y al igual que paso hace un par de años con el Twin Peaks: The Return de David Lynch incluir en la lista la extraordinaria e híper-estilizada Too Old to Die Young de Nicolas Winding Refn que pese a ser una serie televisiva sus coordenadas autorales expuestas a modo casi de obra unitaria la acerca bastante más al concepto cinematográfico que al catódico.
Para finalizar y como viene siendo habitual en estos últimos años a continuación y como mero indicativo a través de visionados no regidos únicamente a partir de estrenos comerciales en nuestro país, de ahí la ausencia de films como High Life o Long Day’s Journey Into Night ya reseñados en la lista de 2018, unas preferencias que no dejan de ser personales y plenamente subjetivas a través de una lista de las diez + cinco mejores películas vistas por un servidor durante este 2019 ya sea a través de estrenos en salas comerciales, visionados en festivales de cine o streaming.
1. The Irishman
Frank Sheeran fue un veterano de la Segunda Guerra Mundial, estafador y sicario que trabajó con algunas de las figuras más destacadas del siglo XX. ‘El irlandés’ es la crónica de uno de los grandes misterios sin resolver del país: la desaparición del legendario sindicalista Jimmy Hoffa. Un gran viaje por los turbios entresijos del crimen organizado; sus mecanismos internos, sus rivalidades y su conexión con la política. Adaptación del libro «I Heard You Paint Houses», de Charles Brandt, a cargo del guionista Steven Zaillian (La lista de Schindler, American Gangster).
2. Dolor y gloria
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. «Dolor y Gloria» habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.
3. Beanpole
Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio (uno de los peores de la Historia) ha terminado, la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad.
4. Ad Astra
El astronauta Roy McBride (Brad Pitt) viaja a los límites exteriores del sistema solar para encontrar a su padre perdido y desentrañar un misterio que amenaza la supervivencia de nuestro planeta. Su viaje desvelará secretos que desafían la naturaleza de la existencia humana y nuestro lugar en el cosmos.
5. Adoration
Adoration nos presenta a Paul, un joven solitario que casualmente conoce a Gloria, una nueva paciente en la clínica psiquiátrica donde trabaja su madre. Enamorándose locamente de esta adolescente problemática y sola, Paul después de cometer un crimen huirá con ella, intentando escapar lejos del mundo adulto.
6. A Portuguesa
Al norte de Italia, los von Ketten disputan las fuerzas del Episcopado de Trento. Herr Ketten busca matrimonio en un país lejano, Portugal. Tras regresar a casa de su viaje de luna de miel, Ketten se va nuevamente a la guerra. Transcurren once años. Corren rumores sobre la presencia de esa “extranjera” en el castillo. Algunos dicen que es una hereje. Hasta que un día, el obispo de Trento termina muriendo y, con la firma de la paz, cae en el trasfondo de la vida de von Ketten. ¿Ganarán los portugueses, donde la muerte parece estar avanzando?
7. Too Old to Die Young
Una trágica noche, la vida de Martin Jones, un ayudante de sheriff del condado de Los Ángeles, salta por los aires y se ve obligado a entrar en un mundo clandestino y letal de soldados del cártel, asesinos yakuza y justicieros misteriosos. No tardará en verse inmerso en una odisea surrealista de asesinato, misticismo y venganza mientras le acechan sus antiguos pecados.
8. El crack Cero
Seis meses después del suicidio del afamado sastre Narciso Benavides, una misteriosa y atractiva mujer casada visita a Germán Areta, prestigioso ex policía de la Brigada Criminal y ahora detective privado, para que inicie una investigación exhaustiva sobre el “Caso Benavides”. La mujer está convencida de que el sastre, que era su amante, fue asesinado. Aunque su instinto le dice a Areta que la gente sólo mata por amor o por dinero, irá descubriendo que hay más motivos, y más de un sospechoso, para quitar de en medio al sastre… Precuela de «El crack» (1981), que narra de nuevo las investigaciones del detective Areta en los convulsos años de la Transición Española.
9. Tommaso
Tomasso nos narra las vivencias de un artista estadounidense (Willem Dafoe) que vive en la ciudad de Roma con su mujer Nikki (Cristina Chiriac) y con su hija de 3 años. La historia viene a ser una especie de confesión cinematográfica del propio Abel Ferrara en donde se plasman sus propias experiencias en referencia a su vida personal en un argumento que se centra en el proceso de ruptura sentimental con su esposa Christina.
https://youtu.be/7ShjwOCyqR4
10. The Mountain
En la América de 1950, un joven introvertido, tras perder a su madre, decide trabajar con un doctor especializado en terapias y lobotomías. Mientras avanza por el asilo, el joven empieza a sentirse identificado con los pacientes.
Bonus track
11. Portrait de la jeune fille en feu
Francia, 1770. Marianne, una pintora, recibe un encargo que consiste en realizar el retrato de bodas de Héloïse, una joven que acaba de dejar el convento y que tiene serias dudas respecto a su próximo matrimonio. Marianne tiene que retratarla sin su conocimiento, por lo que se dedica a investigarla a diario.
12. Parásitos
Tanto Gi Taek (Song Kang-ho) como su familia están sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases particulares en casa de Park (Lee Seon-gyun), las dos familias, que tienen mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan una interrelación de resultados imprevisibles.
13. The Lighthouse
En una remota isla de la costa de Nueva Inglaterra, dos fareros atrapados y aislados debido a una tormenta aparentemente sin fin se enzarzan en una creciente escalada de enfrentamientos a medida que se fraguan tensiones entre ambos y unas misteriosas fuerzas, reales o imaginarias, parecen apoderarse de ellos.
14. Once Upon a Time in… Hollywood
Hollywood, años 60. La estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio), intenta amoldarse a los cambios del medio al mismo tiempo que su doble (Pitt). La vida de Dalton está ligada completamente a Hollywood, y es vecino de la joven y prometedora actriz y modelo Sharon Tate (Robbie) que acaba de casarse con el prestigioso director Roman Polanski.
15. The Wild Goose Lake
Zhou Zenong (Hu Ge) es un gángster que, recién salido de la cárcel, se convierte en fugitivo tras una reunión de bandas que acaba con la muerte de un policía. Tratando de esconderse mientras se recupera de sus heridas, Zhou se encuentra con Liu Aiai (Gwei Lun Mei), una prostituta que puede haber sido enviada para ayudarle, o bien para entregarlo al capitán de la policía (Liao Fan) a cambio de una cuantiosa suma. Perseguido por las bandas y por un dispositivo policial que parece abarcar toda la ciudad, Zhou deberá enfrentarse a los límites de lo que está dispuesto a sacrificar tanto por esta extraña como para la familia que dejó atrás.
Sarah es una astronauta francesa que se entrena en la Agencia Espacial Europea en Colonia. Es la única mujer dentro del exigente programa. Vive sola con Stella, su hija de siete años. Sarah se siente culpable por no poder pasar más tiempo con la niña. Su amor es abrumador, inquietante. Cuando Sarah es elegida para formar parte de la tripulación de una misión espacial de un año de duración llamada Proxima, se produce el caos en la relación entre madre e hija.
En este 2019 han surgido un par de películas con la ciencia ficción y la carrera espacial de fondo en donde se han tratado complejas relaciones y vínculos parento-filiales expuestos en mayor o menor medida a modo de alegoría espacial, si en la magnífica Ad Astra de James Gray se incidía en una ruptura no afectiva dependiente entre un padre y un hijo en Proxima, coproducción francoalemana de la realizadora francesa Alice Winocour, se transita a través de las dificultades emocionales de una mujer a la hora de poder delimitar las fronteras existentes entre su responsabilidad materna y su carrera profesional, la semejanza entre ambas cintas sin embargo las encontraremos tan solo en el punto de partida arriba citado, si en el film del responsable de The Lost City of Z la ciencia ficción deviene como fundamental en un relato que mira sin ningún tipo de complejos al El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad en Proxima el elemento genérico no deja de ser algo parecido a una excusa argumental a la hora de desarrollar un discurso más próximo al melodrama domestico que transita a través de tintes de claro tono existencialista y que pese a ser un reveso del genero materno indaga al igual que el film de James Gray en una ruptura del cordón umbilical y de paso pone el punto de mira en una cierta invisibilización que ha tenido la mujer dentro de la carrera espacial.
Proxima nos habla principalmente de un dilema interno, una íntima radiografía de una dificultad representada a nivel laboral y doméstica y en la importancia que conlleva según qué tipo de renuncias, en este caso el abandonar a su hija de siete años durante el largo tiempo que durara la misión espacial, a las que ha de hacer frente su protagonista principal, una notable, una vez más, Eva Green, dicha encrucijada moral expuesta en base a la dificultad existente en poder compaginar estos dos ámbitos de la vida esta relatada de una forma ciertamente pausada en la medida de poder ofrecernos un lienzo tan detallista como extremadamente austero, de claras connotaciones poéticas especialmente en su tramo final, ayudado en este aspecto por una inmersiva banda sonora a cargo de Ryuichi Sakamoto, un tono el expuesto que de alguna manera contribuye a que no estemos ante un film de narrativa lenta como puede parecer en un primer instante sino más bien profundo. El film de la responsable de Augustine, que vuelve a indagar con cierta sutileza en este su tercer trabajo tras las cámaras en imaginarios eminentemente femeninos, se aleja de la épica norteamericana que suele relatar la hazaña estereotipada del héroe masculino, a tal respecto resulta fundamental la ubicación en donde se desarrolla la acción al ofrecernos una visión completamente multicultural, y por tanto plenamente actual, que no delimita fronteras territoriales en lo relativo a las nacionalidades bastantes diversas que forman parte de la trama.
De un desarrollo tan realista que por momentos se acerca al trazo documental dado su extremo rigor, algo que dado su inequívoco tono neutro posiblemente dote al film de un exceso de frialdad narrativa pese a atesorar curiosamente algún tipo de licencia de muy difícil justificación, como por ejemplo la fuga de la protagonista para poder ver a su hija en el último día de la cuarentena a la que esta sometida, Alice Winocour tiene al menos la indudable virtud de saber indagar con cierto aplomo a través de un retrato y un universo plenamente femenino, el desarrollo y la complejidad existente en el crecimiento personal de la mujer aquí retratado a través de un entorno que deviene como extremadamente masculinizado, un discurso que atesora la gran virtud de no estar acoplado forzosamente a ningún tipo de militarismo en lo referido a las desigualdades de género, algo que hoy en día y viendo las coyunturas sociales actuales aplicadas al arte es ciertamente digno de elogio.
Este 2019 que está a punto de acabar posiblemente haya sido el año de la plena consagración de Joe Begos como uno de los realizadores independientes más interesantes dentro del actual panorama de género fantástico, dos han sido sus trabajos tras las cámaras este año y ambos se pudieron ver en el pasado Festival de Sitges, por un lado la lisérgica, y su mejor película realizada hasta el momento, Bliss y por otro VFW, film cuyo primer tráiler y póster oficial acaban de ver la luz y podéis ver a final de página. El film, una vuelta de tuerca de tono desenfadado del Assault on Precinct 13 de John Carpenter cuya reseña podéis leer aquí, estará disponible en VOD a partir del próximo 14 de febrero.
En VFW vemos como Fred, al igual que todos los soldados que han luchado en Vietnam cree que lo ha visto todo, sin embargo una noche, él y sus amigos deberán enfrentarse a una horda de yonkis traficantes que asedian el bar en donde los veteranos del ejército de su localidad se suelen reunir.
La película con guion de Max Brallier y Matthew McArdle está protagonizada por Stephen Lang, William Sadler, Martin Kove, David Patrick Kelly, Sierra McCormick, Dora Madison, George Wendt, Fred Williamson, Travis Hammer, Tom Williamson, Graham Skipper, Josh Ethier, TJ Garcia, Jessie Hobson, Kyle Ament, Preston Fassel, Emma Campbell, Joe Sanchez-Trapp, Devon Gilbert, Grace Beauchamp, Erica Shay Paschal, Riley Cusick, Brian Rawson, Jeremie White, Josh Gilbert, Seth Komito, Eric Lovell, Hank Slaughter y Andrew Wills.
En una remota isla de la costa de Nueva Inglaterra, dos fareros atrapados y aislados debido a una tormenta aparentemente sin fin se enzarzan en una creciente escalada de enfrentamientos a medida que se fraguan tensiones entre ambos y unas misteriosas fuerzas, reales o imaginarias, parecen apoderarse de ellos.
Fue una de las películas presentadas dentro de la sección Perlas del Festival de San Sebastián que mayor expectación habían levantado este año, tras el éxito de su opera prima The Witch el nuevo trabajo de Robert Eggers titulado The Lighthouse, que se alzó con el Premio FIPRESCI de la Quincena de realizadores en el pasado Festival de Cannes, supone para el realizador estadounidense un paso adelante en eso tan complicado en el mundo del cine que es superar expectativas con un segundo trabajo tras las cámaras, curiosamente lo hace a través de una película que no toma un camino que en lo referente a su construcción y posterior desarrollo que se perciba como convencional.
Antes de entrar en materia y como apunte a modo de apéndice no deja de ser curioso como The Lighthouse de cara a un determinado circulo de aficionados al género fantástico haya sido catalogada de buenas a primeras como una pieza que entraría a formar parte en esa horrible denominación tan de moda hoy en día llamada elevated horror, o lo que es lo mismo, una nomenclatura utilizada normalmente de forma algo despectiva que hace referencia a como un autor mira de forma algo pretenciosa por encima del hombro a un género determinado, en este caso el fantástico, la pregunta vendría en la medida de considerar a Robert Eggers como un realizador afín a dicho género, en tal sentido que su opera prima transitara por recovecos bastante detectables no significa obligatoriamente que su futura trayectoria se deba por fuerza mayor a unas coordenadas genéricas determinadas, pensándolo bien un servidor es de la opinión que el responsable de The Witch es un director que básicamente utiliza formas y modismos prototípicos del genero fantástico a la hora de contar fundamentalmente historias dramáticas que indagan normalmente en un origen clásico de la mitología direccionada en gran parte a una Norteamérica pretérita, a diferencia de por ejemplo Ari Aster, en donde si es detectable un posicionamiento excesivamente calculado con respecto a lo que quiere contar, el cine de Robert Eggers y su catalogación como «terror de autor» resulta bastante cuestionable en la manera de apreciar cómo este se apropia y desarrollara según que códigos habituales dentro del cine de horror.
Ambientada a finales del siglo XIX en un solo escenario y dos únicos personajes aislados de forma expeditiva del mundo exterior, sobresalientes una vez más Willem Dafoe y Robert Pattinson en un duelo descarnado de dos masculinidades toxicas bien distintas a través de una relación entre un veterano farero y su ayudante que evidentemente no tendrá un final feliz, The Lighthouse nos cuenta básicamente un descenso a la locura, un infernal purgatorio expuesto a modo de drama de época de malsanas tendencias shakespeareanas aderezado por una apuesta estética de alto nivel a través de un trazo visual que nos remite de forma evidente al cine silente. The Lighthouse como estética pieza de cámara de que es abandona conscientemente cualquier tipo de convencionalismos pese a ser en realidad una película bastante sencilla en su fondo pero no en lo relativo a sus formas, un film cuya narrativa no deja de ser en parte anecdótica en la medida de arriesgarlo todo a través solo de sus imágenes pese a que la dimensión verbal y sonora también resulten fundamentales en la historia, a tal respecto es evidente que el film está extremadamente calculado, algo que no tiene que ser forzosamente negativo, desde su formato 1,19:1 hasta su inequívoco tono expresionista provisto de abundantes picados y contrapicados o un blanco y negro que anula cualquier atisbo de utilización cromática, recursos que no hacen más que confirmar que Eggers es de esos autores que se preocupan por que el imaginario orquestado que rodea la historia devenga como extremadamente real y creíble pese a que en esta ocasión recurra de forma algo soterrada a un humor tan negro como escatológico, una austeridad formal expuesta a través de una pieza cinematográfica que deviene por momentos como un apabullante e hipnótico ejercicio de estilo que rehúye cualquier tipo de tendencias liquidas habituales dentro del actual cine de género fantástico a la hora de ofrecernos una arriesgada pieza de orfebrería provista de un propio y singular lenguaje autoral.
Un tipo de cine como he indicado más arriba que muy posiblemente los puristas del género fantástico acusen erróneamente de ser demasiado pretenciosa o en el peor de los casos artificiosa en referencia a lo que es su dictado, que la imagen como tal vaya siempre por delante de la narrativa más que un déficit puede ser perfectamente un beneficio siempre que esté bien aplicado el recurso, a tal respecto Robert Eggers transita a través de un imaginario enfermizo que recurre sin muchos disimulos a clásicos autores como Murnau, Stanley Kubrick o incluso Béla Tarr aderezado para la ocasión con ligeros tonos proveniente de imaginarios propios que toman el concepto de la novela de marinos en base a referentes a clásicos como pueden ser Melville, Lovecraft o Poe, apropiaciones literarias estas tan solo utilizadas como punto de inspiración estética en lo relativo a una propuesta de atmósfera ominosa que rozando lo experimental queda situada entre un sucio realismo desvirtuado y lo pesadillesco en base a la creación de un lienzo tenebrista provisto de imágenes de impacto en dónde el crescendo narrativo deviene como un inquietante caldo de cultivo a la hora de mostrarnos una degradación moral y física. The Lighthouse termina convirtiéndose por méritos propios en una de las propuestas más radicales realizadas este año al mismo tiempo que supone la confirmación de un joven autor poseedor de una peculiar mirada hacia lo genérico, una trayectoria que nos obligara a estar muy atentos en un futuro.
La Transición política hacia la democracia es uno de los periodos más convulsos y fructíferos del cine español y también de los más variados en temas, géneros estilos y enfoques. Un cine coyuntural que documenta y retrata la España de esos años desde todos los frentes, desde todas las opciones políticas. En los catorce años que median entre 1973 y 1986 se producen del orden de 1300 largometrajes; un vasto corpus heterogéneo y complejo, tanto en lo que se refiere a las formas fílmicas desplegadas como a los discursos construidos por medio de aquellas. Porque, como es lógico, tanto los filmes más reaccionarios como aquellos otros capaces de transmitir al público los valores que vertebraban la transformación política, pasando por los más rupturistas que rechazaban el proceso político desde la izquierda, hubieron de poner en pie sus discursos ideológicos desplegando las herramientas propias del medio cinematográfico (el montaje/puesta en escena en sus sentido más amplio), especialmente proclive entonces a audacias y probaturas formales de todo tipo: investigaciones e innovaciones ora brillantes y fructíferas, ora apenas embrionarias, en exceso abruptas fallidas o inconclusas, pero siempre valiosas e históricamente significativas, y construidas muchas veces a partir de una reelaboración profunda de formas y estilizaciones vinculadas a las tradiciones culturales populares de las que el cine español se había nutrido desde el periodo mudo.
De hecho, y a partir del detenido análisis fílmico de ciertos títulos cinematográficos y televisivos muy significativos —de Queridísimos verdugos (Basilio Martín Patino, 1973) a Furtivos (José Luis Borau, 1975), de Duerme, duerme, mi amor (Francisco Regueiro, 1974) a ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (Pedro Almodóvar, 1984)— Formas en Transición indaga especialmente —aunque no solo— en la fértil evolución en tan complejo momento histórico de esas formas y estilizaciones inspiradas sobre todo en el teatro popular español sobre las que sustentara el más fecundo cine español desde el periodo silente y la II República y que, Guerra Civil e inmediata posguerra mediante, habían dado lugar a esa moderna crispación ibérica que los grandes títulos de Fernán-Gómez, Marco Ferreri o Luis García Berlanga de la primera mitad de los años sesenta ejemplificaban paradigmáticamente.
Se revelará así, por citar un solo ejemplo, una insistente presencia de significantes composiciones plásticas geométricas que, más allá del talante y el talento del cineasta concreto en cada caso, nos mostrarán la elocuencia de la forma a la hora de buscar salidas a un “triángulo” que hasta entonces se aparecía inamovible (España/Franquismo/pueblo español) y que, en determinadas ficciones, habrá de fundirse significativamente con el no menos pastoso y conflictivo triángulo edípico.
El autor.
José Luis Castro de Paz (A Coruña, 1964) es historiador del cine, doctor en Historia del Arte y Catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Santiago de Compostela. Redactor jefe de la revista Vertigo en los años ‘90 del siglo pasado, colabora en publicaciones especializadas españolas y extranjeras y es miembro del comité editorial de las revistas Translations, Eu-topías, Archivos de la Filmoteca y Volvoreta. Presidente de la Fundación Wenceslao Fernández Flórez y director de su colección “Cuadernos de Cine y Cultura Española del Siglo XX”.
Ha participado en obras colectivas como Antología crítica del cine español (1896-1995), editada por Cátedra y Filmoteca Española (1997), Diccionario del cine español (1998) o Diccionario del cine iberoamericano (SGAE, 2011), coordinado una Historia del cine en Galicia (1996) y dirigido, con Julio P. Perucha y Santos Zunzunegui, La nueva memoria. Historia(s) del cine español (Vía Láctea, 2005).
Ha coordinado asimismo numerosas obras sobre la vinculación con el mundo cinematográfico de señeras figuras de las letras (Wenceslao Fernández Flórez, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela) y sobre la trayectoria y el análisis de la obra de los más destacados cineastas (Mur Oti, Nieves Conde, Berlanga, Bardem, Regueiro), actores (María Casares, Fernando Rey) o productores (Suevia Films-Cesáreo González: 30 años de cine español).
Entre sus numerosos libros destacan Vertigo/De entre los muertos (Paidós, 1999); El surgimiento del telefilme (Paidós, 1999); Alfred Hitchcock (Cátedra. 2000), Un cinema herido. Los turbios años cuarenta en el cine español (Paidós, 2002), premio al mejor ensayo otorgado por la AEHC (2003), Fernando Fernán-Gómez (Cátedra, 2010), Del sainete al esperpento. Relecturas sobre el cine español de los años cincuenta, escrito con Josetxo Cerdán (Cátedra, 2011) o Sombras desoladas. Costumbrismo, humor, melancolía y reflexividad en el cine español de los años cuarenta (1939-1950) (Shangrila, 2012).
Autor; José Luis Castro de Paz, Editorial: Shangrila, Colección Hispanoscope libros, Páginas: 244
Terminada la época de repasos de festivales de cine de este otoño pasado es hora de volver con algunas de las informaciones que han ido surgiendo durante este último mes, una de ellas es este primer avance en forma de tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, del nuevo trabajo de Naomi Watts titulado The Wolf Hour, un thriller psicológico dirigido por Alistair Banks Griffin (Two Gates of Sleep 2010) que tras su premier mundial hace cerca de un año en el Festival de Sundance se ha estrenado en salas comerciales de Estados Unidos el pasado 6 de diciembre.
The Wolf Hour nos sitúa en el año 1977. June E. Leigh fue una vez una artista conocida de la contracultura ahora caída en el olvido viviendo sola en su apartamento de manera casi aislada del mundo exterior. Es el famoso Verano de Sam y June solo tiene que mirar por la ventana para ver cómo la violencia se intensifica con el brutal calor del verano. La ciudad es una olla a presión a punto de explotar en los incendiarios disturbios de Nueva York causados por un apagón que ha provocado numerosos incendios, saqueos y un buen número de detenciones. Una presencia oculta aprovechando el caos existente comenzara a explotar sus debilidades.
La película con guion del propio Alistair Banks Griffin está protagonizada por Naomi Watts, Jennifer Ehle, Brennan Brown, Emory Cohen, Jeremy Bobb, Kelvin Harrison Jr., Pedro Hollywood, Maritza Veer, Justin Clarke, Ohene Cornelius, Richard Bird, Angel Christian Roman, John Palacio y Sean Pilz.
Del 3 al 8 de marzo vuelve el Americana Film Fest a Barcelona, el único festival del país especializado en Cine Independiente Norteamericano. Como viene siendo tradición por estas fechas, Americana lanza su oferta navideña por un tiempo limitado. Se podrá comprar un abono de 6 películas a un precio excepcional de 30 euros hasta agotar existencias. Este abono permitirá el acceso a seis sesiones del festival y es compartible, es decir, se puede cambiar más de una entrada por sesión.
Como viene siendo habitual aquí tenéis las dos primeras confirmaciones de la séptima edición:
Honey Boy
Americana ya proyectó la anterior película de Alma Har’el, el documental LoveTrue. En esta edición podremos asistir a la première española de su primera ficción, la multipremiada Honey Boy. La película está escrita e interpretada por Shia LaBeouf y basada en su propia infancia. Una de las sensaciones del pasado festival de Sundance que se llevó el Premio Especial del Jurado y que actualmente está nominada a cuatro categorías en los Independent Spirit Awards (Dirección, dos actores de reparto y fotografía).
Otis es un niño de 12 años que descubre desde muy joven la fama de Hollywood. Su padre es un antiguo payaso de rodeo con diversos problemas, ahora sin trabajo, que decide convertirse en su guardián. Cuando Otis no está divirtiendo a un selecto público pasa el rato con él en hoteles de poca monta situados en las afueras de las ciudades a las que acude a grabar. La convivencia entre ambos es muy compleja: Otis se ve obligado a sufrir sus abusos mientras ambos intentar dar sentido a una relación que se reproduce en el tiempo a lo largo de más de una década.
Reparto: Noah Jupe, Shia LaBeouf, Lucas Hedges, Maika Monroe, Natasha Lyonne, Martin Starr, Clifton Collins Jr., Laura San Giacomo, Dorian Brown, Sandra Rosko, FKA Twigs, Ludwig Manukian, Al Burke, Graham Clarke y Byron Bowers.
Matthias & Maxime
Este año Americana se ha propuesto explorar todas las cinematografías norteamericanas y bajo esa premisa, y tras su paso por los festivales de Cannes y Gijón, estrenará en Barcelona la nueva película de l’enfant terrible canadiense Xavier Dolan: Matthias & Maxime.
Dos amigos de la infancia se besan como parte de la filmación de un cortometraje para la universidad. Tras el beso, ambos comienzan a preguntarse cuáles son sus auténticas preferencias sexuales, lo que pone en peligro la estabilidad de sus vínculos sociales.
Reparto: Xavier Dolan, Anne Dorval, Pier-Luc Funk, Catherine Brunet, Gabriel D’Almeida Freitas, Antoine Pilon, Marilyn Castonguay, Adib Alkhalidey, Micheline Bernard y Samuel Gauthier.
Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio (uno de los peores de la Historia) ha terminado, la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad.
Hace un par de años el joven cineasta ruso de tan solo 25 años de edad Kantemir Balagov consiguió sorprender a propios y extraños con aquella sugerente y a la vez contundente opera prima titulada Tesnota, un ejemplar y modélico ejercicio de violencia contenida ambientada durante la Guerra de Chechenia y expuesta a través de un crudo retrato que indagaba en irrompibles y dolorosos lazos familiares que devenían como tóxicos, dos años más tarde el joven Kantemir Balagov se enfrenta a esa tesitura tan habitual y en parte comprometida en la medida de poder reafirmar o no esas buenas sensaciones cosechadas con anterioridad con un segundo trabajo tras las cámaras que a priori y si es posible sea algo más ambicioso en lo relativo a fondo y forma, en Beanpole, tras su pasó por Cannes en Una Cierta Mirada y presente en la sección Perlas del Festival de San Sebastián, Kantemir Balagov nos vuelve a situar en un drama intimista de claro tono femenino en donde se nos revela un imaginario que al igual que su opera prima nos trasporta a un nuevo viaje al pasado, aunque aquí a través de un desarrollo y una estética de índole mucho más clásico en base a su condición de un melodrama de época que deviene como sórdido y en donde asistiremos a una oscura historia expuesta a modo de retrato intimista ubicado pocos meses después de finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Beanpole, inspirada en la novela La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich, no solo reafirma un talento que en parte deja de estar ya en ciernes sino que deviene como una incuestionable confirmación de un autor que todo indica que puede ser clave en un futuro, Kantemir Balagov en esta ocasión vuelve a incidir en retratos femeninos densos y asfixiantes llevados al límite, aquí nuevamente ubicados en un escenario que se percibe tan devastador como resulta ser unas psiques, la de sus dos protagonistas, situadas a través de un estado de auténtica devastación existencial a causa la barbarie provocada por la guerra, de alguna manera este intenso drama de cámara provisto de una gravedad extrema termina siendo inequívocamente inmersivo para con el espectador a través de una narrativa que no deja de estar expuesto a modo de un profundo y continuo estudio del estrés postraumático relatado a través de una dramaturgia de tintes casi bergmanianos en donde se nos muestras unas heridas que se prevén como incurables, una mirada a una de las muchas caras no visibles de la trastienda bélica en donde se cuestiona ese unitario heroísmo patriótico del supuesto vencedor, la notable reconstrucción de la época resultara un activo clave a la hora de transportar directamente al espectador a un imaginario desgarrador en donde por ejemplo vemos como los soldados malheridos de la trastienda piden que los liberen de su sufrimientos a sus cuidadores, en tal sentido el retrato que nos propone Beanpole quedara siempre situado a modo de un purgatorio mental situado siempre al borde de un colapso emotivo y moral escenificado en esta ocasión en el imperioso deseo de ser madre, para más inri Kantemir Balagov que da nuevamente la sensación de ser un alumno aventajado de la escuela de Aleksandr Sokurov, aquí dotado de un presupuesto bastante mayor que en su opera prima, se permite el lujo de rodar con una excelente pulcritud espacios escénicos de una belleza cromática que por momentos da la impresión de estar colindando con el arte pictórico a través de un extraordinario rigor formal.
Beanpole como relato que indaga en la genealogía cinematográfica de un territorio y un país ya pretérito es indiscutiblemente una de las películas más notorias de este año 2019 que está a punto de finalizar, un film que termina transitando mucho más allá de la empatización del dolor de unos personajes víctimas de una coyuntura silenciada, a tal respecto el estudio que se nos ofrece de ese vacío total de la victoria será la de un doloroso un sufrimiento interior alejado de cualquier tipo de épica, el resultado final en lo relativo a una ejecución brillante de sus aspectos formales es ciertamente admirable confirmando a Kantemir Balagov como un talento autoral al cual habrá que seguir muy de cerca en un futuro que dada su actual precocidad, ahora tan solo 28 años, se prevé como ciertamente brillante.
Será indiscutiblemente una de las producciones patrias con vocación internacional más ambiciosas de este 2020 que está a punto de comenzar, Way Down, cuyo primer teaser y póster promocional acaba de ver la luz y podéis ver a final de página, supone el nuevo trabajo tras las cámaras de un Jaume Balagueró que en esta ocasión cambia de registro cambiando el terror, tan habitual en su filmografía hasta día de hoy, por una cinta de atracos bancarios que tiene previsto su estreno en salas comerciales para el próximo 27 de noviembre.
Way Down nos sitúa alrededor del Banco de España, una entidad bancaria inexpugnable y muy difícil de atracar, algo que sin embargo no parece asustar a Thom Johnson, un brillante y joven ingeniero reclutado para averiguar cómo acceder a su interior. El objetivo es un pequeño tesoro que va a estar depositado en el banco durante solo diez días. Diez días para descubrir el secreto de la caja, diez días para urdir un plan, diez días para preparar el asalto, diez días para aprovecharse de un plan de fuga cuando la esperada final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica reúna a cientos de miles de aficionados a las puertas del propio Banco. Diez días para alcanzar la gloria o para acabar en prisión.
La película con guion a cargo de Rowan Athale, Michel Gaztambide, Andrés Koppel, Rafa Martínez y Borja Glez. Santaolalla está protagonizada por Freddie Highmore, Astrid Bergès-Frisbey, José Coronado, Liam Cunningham, Luis Tosar, Famke Janssen, Sam Riley, Emilio Gutiérrez Caba, Axel Stein, Hunter Tremayne, Julius Cotter, James Giblin, Craig Stevenson y Daniel Holguín.
Way Donw es una producción de TELECINCO CINEMA, CIUDADANO CISKUL, THINK STUDIO y EL TESORO DE DRAKE AIE, con la participación de MEDIASET ESPAÑA, MOVISTAR+ y MEDITERRÁNEO MEDIASET ESPAÑA GROUP, así como del propio Freddie Highmore como productor.
Tiempo después de los eventos sucedidos tras el último episodio de la serie «Breaking Bad», el fugitivo Jesse Pinkman (Aaron Paul) huye de sus perseguidores, de la ley y de su pasado.
Netflix como claro paradigma omnipresente de esta edición en la última jornada del festival volvió a estar presente con El Camino: A Breaking Bad Movie de Vince Gilligan, una proyección que certifica como el gigante del streaming fue un agarradero de ultima hora por parte del certamen en referencia a suplir ese hueco dejado por las Majors en la medida de encontrar un equilibrio de contenidos cada vez más difícil de conceptuar, poco importo que el film estuviera desde el día anterior a disposición en la plataforma televisiva, el objetivo no dejaba de ser el de engalonar un entorno que diera algo de vida mediática al certamen más allá de las pantallas de cine, la presencia del actor Aaron Paul y la imaginativa publicidad del film que rodeaba el Auditorio se encargaron en parte de dicho cometido.
Centrándonos en El Camino: A Breaking Bad Movie decir en un primer lugar que este vuelve a estar expuesta a modo de un apéndice que el creador de una obra determinada creyó que no había estado lo suficientemente desarrollada, o más bien en el tema que nos ocupa finiquitada, a tal respecto pese a estar ante el mismo creador existe una gran diferencia en el desarrollo narrativo con respecto a esa otra ramificación surgida de Breaking Bad que es Better call Saul, si en aquella ocasión también se partía de un patrón que seguía los cánones de la secuela esta en realidad transitaba a modo de precuela en referencia a la construcción de un personaje que ya sabemos de antemano en que se va a convertir, la valía de la serie pues y amparándose en la buena mano de Vince Gilligan consistía básicamente en un trayecto en el que se recrea como viene siendo habitual y no una finalidad ya conocida. El Camino: A Breaking Bad Movie difiere de este estatus narrativo al privarnos de la elipsis y funcionar como una continuación pura y esquemática a modo de epilogo de la obra original en donde se es extremadamente fiel a sus líneas estéticas y narrativas, a tal respecto no hay tiempo ni espacio a la hora de abrir nuevas vías y personajes en la trama, aquí lo que prima es cerrar el capítulo y no extenderlo. En este aplicado día después no se cuenta una historia entendida como tal sino que en realidad está concebida a modo de final, en sus líneas narrativas detectamos un tono que al final nos dirige a la nostalgia en referencia básicamente a la proliferación de flashbacks, su cuadratura pues no deja de ser dual, una mirada hacia delante que se sustenta a través de otra mirada en este caso hacia atrás, los postulados en este caso son tan simples como efectivos, el cerrar heridas a la hora de afrontar un nuevo presente. El regusto final termina siendo tan complaciente como algo amargo al intuir que estamos ante un producto correcto que transita con seguridad por unas coordenadas que funcionan con la precisión de una maquinaria de relojería y en donde la identidad preterida sigue intacta al saber captar la esencia del material original pero que al mismo tiempo se abstrae en el cometido de ser más ambicioso otorgándole al film una funcionalidad correcta a modo de epilogo de una serie pero insuficiente en lo que respecta a su valía como largometraje independiente que intenta ir más allá de un universo ya fabricado con anterioridad.
Valoración 0/5: 2’5
Sadako
Mayu es la encargada de cuidar a una chica que sufre de amnesia. La paciente está bajo custodia policial y es de especial interés para las autoridades. Sin embargo, sus allegados desconocen el porqué de esta situación, e incluso la propia sospechosa ignora los motivos por los que está siendo vigilada 24h. Mientras Mayu se desvive por realizar su trabajo, su hermano, un aspirante a convertirse en un personaje famoso en redes sociales, comienza a darse cuenta de que ha dado con un filón que tratará de aprovechar a toda costa.
Si existe un tipo de películas y autores en donde convendría contextualizar su trasfondo de forma algo detenida antes ser despacharlas alegremente en base a sus, por otra parte evidentes carencias, esta sería sin lugar a dudas esta nueva entrega de Sadako orquestada por Hideo Nakata. Un servidor recuerda la visita del director japonés a Sitges en el año 1999 para presentar el díptico The Ring 1 y 2, pese a venir con un año de retraso el impacto de la primera parte fue fulminante dando vía libre a ese nuevo concepto que estaba por aparecer y que se encontraba en sus inicios y que algunos llamaron como el J-Horror. En las entrevistas concedidas por Hideo Nakata por aquel entonces este insistía sin embargo en la necesidad de reivindicar un cine anterior proveniente de su país que no dejaban de ser la auténtica estructura en donde se sustentaban estas nuevas propuestas que estaban a punto de ver la luz, el kaidan eiga, películas fantasmales por excelencia que eclosionaron de los años 60 hasta finales de los 70 y en donde podemos encontrar nombres tan representativos como Yoshihiro Ishikawa, Nobuo Nakagawa o Satoru Kobayashi a la hora de ofrecernos auténticas joyas dentro del subgénero, muchas de ellas aún desconocidas entre el público occidental.
La comparativa viene dada en la medida de una cierta semejanza existente en Hideo Nakata con los realizadores arriba citados, salvando las evidentes distancias la sensación deviene en este caso en la aplicación de un tono que se percibe como artesanal, no tanto en lo concerniente a indagar en unas constantes autorales y si a la hora de realizar un tipo de cine que da la impresión de abstraerse de cualquier tipo de modas. Hideo Nakata más que fiel a unos determinados géneros cinematográficos lo ha sido a una manera de poder concebirlos, si repasamos brevemente su trayectoria dentro del fantástico veremos cómo tras la celebrada The Ring consigue realizar la que es con toda seguridad su mejor película realizada hasta la fecha, Dark Water, después de su experiencia estadounidense en donde vuelve a incidir en el imaginario de Sadako realiza la notable y poco reivindicada cinta titulada Kaidan, una muy aplicada reformulación de los conceptos del kaidan eiga. Es a partir de ese momento es en donde Hideo Nakata de alguna manera se deja llevar por trabajos que muchos pueden confundir como alimenticios pero que en realidad no dejan de ser una manifestación de tropos genéricos muy característicos que a riesgo de no lograr una aceptación en los nuevos públicos si consiguen ser al menos coherentes en referencia a un tipo de cine que da la impresión de no entender de etiquetas, trabajos como The Complex, Ghost Theater o esta peculiar reinicio de la famosa saga que intenta expandir este universo más allá de una cinta de video que es Sadako dan la sensación de ser productos letárgicos e incluso apáticos para con el espectador en referencia a unas narrativas que se niegan sistemáticamente a innovar, películas que parecen haberse quedado ancladas en lo analógico no a modo de reivindicación nostálgica y si más en lo relativo querer obviar conscientemente lo digital o la modernidad mal entendida en la que se apoya. Sadako no es ni mucho menos una gran película pero a menos atesora esa extraña virtud de ser algo atemporal en lo concerniente a una reinvención que no quiere abrazar a unas actuales conceptualidades liquidas que poco hubiera favorecido a un producto y un material ya de por sí bastante explotado.
Valoración 0/5: 2
The Wild Goose Lake
Zhou Zenong es un gánster que acaba de salir de la cárcel y se convierte en fugitivo esa misma noche, después de que una reunión de bandas acabe mal y provoque la muerte de un policía. Tratando de esconderse mientras se recupera de sus heridas, Zhou se encuentra con Liu Aiai, una prostituta que puede haber sido enviada para ayudarle, o bien para entregarlo al capitán de la policía a cambio de una cuantiosa suma. Perseguido por las bandas y por un dispositivo policial que parece abarcar toda la ciudad de Wuhan, Zhou deberá enfrentarse a los límites de lo que está dispuesto a sacrificar tanto por esa extraña como por la familia que dejó atrás.
El realizador de origen chino Diao Yinan con tan solo cuatro trabajos detrás de las cámaras en su haber se ha convertido en todo un referente de ese actual panorama genérico que transita por el llamado noir chino, su anterior y notable Black Coal, con la que consiguió ganar el Oso de Oro en Berlín hace cinco años, no dejaba de ser una brillante y sofisticada vuelta de tuerca de dicho genero sin perder de vista una indagación en el contexto social, su nuevo trabajo proveniente de Cannes y de la sección Perlas del Festival de San Sebastián titulado The Wild Goose Lake sigue transitando por una misma senda temática que al igual que en su anterior film tiene como principal activo el atesorar un asombroso virtuosismo visual.
The Wild Goose Lake es indiscutiblemente una de las películas del año provenientes de la nueva cinematografía china, Diao Yinan en esta ocasión vuelve a incurrir en esa infografía visual que parece estar en una catarsis permanente en relación a apostar por un propio virtuosismo que parece situarse constantemente en ese peligroso territorio que delimita de forma muy difusa la brillantez estética con una cierta artificialidad que en parte puede diluir el trazo dramático del relato. Diao Yinan sin embargo sale bastante airoso del envite, The Wild Goose Lake resulta ciertamente fascinante en la medida de estar ante una obra bien orquestada, de una naturaleza claramente hiperactiva que no conceder ningún tipo de tregua para con el espectador al quedar expuesta a través de una revisión de los arquetipos del noir en donde el lenguaje visual se sitúa en todo momento por delante de los diálogos, en cierta manera su premisa argumental, un par de personajes que por uno u otro motivo han de escapar de controles policiales y criminales, no deja de ser una excusa, la argumentación de los continuos itinerarios de fugas, persecuciones, traiciones y conceptos propios del cine negro no parecen una prioridad para un Diao Yinan que parece encontrarse mucho más cómodo a la hora de retratar o más bien contemplar unos escenarios de índole laberintico, nocturnos, lluviosos y bellamente iluminado a través de los neones, un conclave estético que parece de alguna manera asalvajado y que no dejan de ser una durísima radiografía o si se prefiere alegoría de una actual China en donde las brechas sociales existentes entre sus habitantes son cada vez mayores, a través de todo ello subsisten en ese escenario, de fantasmal ambiente turístico y connotaciones casi utópicas, unos habitantes en continuo movimiento cuya compulsividad y aparatosidad parecen remitirnos a cierto cine perpetrado en su día por Sam Fuller, de alguna manera son seres que viven cercenados en reductos que dan la sensación de ser limítrofes con el resto de la población, será en la nocturnidad de la acción en donde percibamos una suerte de sueño a modo de triste elegía en relación a una urbe desproporcionada a todos los niveles que se manifiesta como un animal salvaje en una historia en donde a fin de cuentas se nos cuenta una redención cuya consecuencia final volverá a poner en equilibrio las cosas. Un film planificado y ejecutado de forma excelsa, la fotografía a cargo de Dong Jinsong otorga a The Wild Goose Lake la inequívoca condición de ser un producto gran calado fílmico en donde podemos atisbar detrás de las cámaras un talento muy a tener en cuenta en los próximos años.
Valoración 0/5: 4
Cosmic Candy
Anna es una cajera de supermercado excéntrica y neurótica que vive sola en Atenas, en el espacioso piso de sus padres. Un día, se ve forzada a acoger a la hija de un vecino, después de que este desaparezca súbitamente. En paralelo, Anna debe lidiar con la posibilidad de que la echen del trabajo y con un romance potencial para el que no parece preparada. Todo esto, mientras consume compulsivamente chucherías Cosmic Candy.
Como cierre de la sección Noves Visions la producción griega Cosmic Candy, opera prima de la realizadora Rinio Dragasaki nos ofreció ese tipo de relatos que parten de la premisa de ser, o intentan serlo, inclasificables a un nivel genérico e incluso narrativo, el problema en este caso vendrá en la medida de ver como Cosmic Candy llega tarde a una ecuación o postulado que en los años noventa daba resultado pero que hoy en día requieren de algo más en su armazón para poder llegar a sorprender al respetable.
Si hay un referente bastante claro al que mira sin ningún tipo de disimulo Cosmic Candy ese es sin lugar a dudas Le fabuleux destin d’Amélie Poulain de Jean-Pierre Jeunet, al igual que el film francés Cosmic Candy no se adhiere ningún género cinematográfico especifico, bajo un tono de claras consonancias kitsch la historia deambula por varias ensoñaciones coloristas a través de la comedia naif y extravagante, el musical, la trama romántica y el drama. A grandes rasgos la película de Rinio Dragasaki no deja de ser una elegía acerca del abandono infantil y las figuras paternas ausentes, también del trauma que todo ello acarrea y que de alguna manera nos impide dar el paso adelante en nuestras vidas adultas, también se indaga especialmente en la abstracción mental ocasionada por este déficit que da lugar a fugas oníricas con todo lo que ello puede conllevar, evidentemente la ornamentación impuesta al film pretende darle un status al producto que le otorgue un tono inclasificable o diferencial con respecto a sucedáneos, consiguiéndolo solo de una forma muy superficial. Las imágenes coloristas nos dan a entender una suerte de autenticidad trabajada en sus imágenes pero no tanto en el fondo o en la finalidad pues esta transita por recovecos que devienen ya como muy manidos, el envoltorio en esta ocasión no logra disimular las carencias de un producto que da la sensación de haber visto la luz con cerca de veinte años de retraso.
Valoración 0/5: 1’5
Palmares
Secció Oficial Fantàstic a competició
Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Length Film El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia
Millor direcció / Mejor dirección / Best Direction (sponsored by XAL)
Kleber Mendonça Filho & Juliano Dornelles (Bacurau)
Millor interpretació masculina / Mejor interpretación masculina / Best Actor (sponsored by Jeep Turiauto)
Miles Robbins (Daniel Isn’t Real)
Millor interpretació femenina / Mejor interpretación femenina / Best Actress (sponsored by Mistinguett Sparkling)
Imogen Poots (Vivarium)
Millor guió / Mejor guion / Best Screenplay (sponsored by Caixabank & La Caixa)
Mirrah Foulkes (Judy & Punch)
Millors efectes especials / Mejores efectos especiales / Best Special Effects (sponsored by Deluxe)
Iñaki Madariaga (El hoyo)
Millor fotografia / Mejor fotografía / Best Photography (sponsored by Moritz)
Manu Dacosse (Adoration)
Premi especial del jurat / Premio especial del jurado / Special Jury Prize Adoration, de Fabrice du Welz
Gran Premi del públic a la millor pel·lícula / Gran Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture (sponsored by La Vanguardia) El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia
Millor curtmetratge de gènere fantàstic / Mejor cortometraje de género Fantástico / Best Fantastic Genre Short Film (sponsored by Fotogramas) Polter, de Álvaro Vicario
Menció als nens d’Adoration/ Mención a los niños de Adoration /Mention to the kids of Adoration
Thomas Gioria & Fantine Harduin
Menció a la pel·lícula Achoura / Mención a la película Achoura / Mention to the Film Achoura
Achoura, de Talal Selhami
Noves Visions
Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Film Dogs Don’t Wear Pants, de J-P Valkeapäa
Millor direcció / Mejor dirección / Best Direction
Mattie Do (The Long Walk)
Millor curt Noves Visions Petit format / Mejor corto Noves Visions Petit Format / Best Noves Visions Petit Format Short Lucienne mange une auto, de Geordy Couturiau
Menció 1 / Mención 1 / Mention 1 Nina Wu, de Midi Z
Menció 3 / Mención 3 / Mention 3 Hail Satan?, de Penny Lane
Panorama Fantàstic
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture Extra Ordinary, de Aike Ahern y Enda Loughman
Midnight X-treme
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture The Devil Fish, de David Chuang
Focus Àsia
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture The Gangster, the Cop, the Devil, de Lee Won-Tae
Sitges Documenta
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture La venganza de jairo, de Simón Hernández
Méliès Awards
Méliès d’Argent a la millor pel·lícula / Méliès d’Argent a la mejor película / Méliès d’Argent to a Feature Film Adoration,de Fabrice du Welz
Méliès d’Argent al millor curt / Méliès d’Argent al mejor corto / Méliès d’Argent to a Short Film Children of Satan, de Thea Hvistendahl
Millor pel·lícula Òrbita / Mejor película Òrbita / Best Òrbita Film Huachicolero, de Edgar Nito
Jurat de la crítica
Premi de la crítica José Luis Guarner / Premio de la Crítica José Luis Guarner / José Luis Guarner Critic’s Award Bacurau, de Kleber Mendonça Filho & Juliano Dornelles
Premi Citizen Kane al director revelació / Premio Citizen Kane al director revelación / Citizen Kane Award for Best New Director
Galder Gaztelu-Urrutia (El hoyo)
Carnet JOVE
Premi Jurat Carnet Jove al millor llargmetratge de gènere fantàstic / Premio Jurado Carnet Jove al mejor largometraje de género fantástico / Carnet Jove Award for Best Fantasy Genre Feature Film Bacurau, de Kleber Mendonça Filho & Juliano Dornelles
Premi al millor llargmetratge d’animació / Premio al mejor largometraje de animación / Award for Best Animated Feature Film Ride Your Wave, de Masaaki Yuasa
Premi al millor curtmetratge d’animació / Premio al mejor cortometraje de animación / Award for Best Animated Short Film The Lonely Orbit, de Frederic Siegel & Benjamin Morard
Brigadoon
Premi Brigadoon Paul Naschy / Premio Brigadoon Paul Naschy / Paul Naschy Brigadoon Award
Marc Martínez Jordán (Tu último día en la Tierra)
Sitges Cocoon
Premi a la millor pel·lícula Sitges Cocoon / Premio a la mejor película Sitges Cocoon / Best Sitges Cocoon Film Gloomy Eyes, de Jorge Tereso & Fernando Maldonado
Un meteorito se estrella cerca de la granja de los Gardner, liberando un organismo extraterrestre que convierte la tranquila vida rural de la familia en una pesadilla colorista y alucinógena.
Hubo una doble vertiente en relación a la expectación levantada por parte del fandom del fantástico a la hora de calibrar lo que podía salir y dar de sí una película de las características de Color Out of Space, por un lado el poder comprobar en qué situación autoral actual se encontraba su director, un Richard Stanley que tras dos interesantes incursiones en el género a principios de los años noventa, como fueron Hardware y la notable Dust Devil, decidió embarcarse en empresas de una mayor envergadura con el rodaje de una ambiciosa nueva versión del The Island of Dr. Moreau, un proyecto que acabo siendo un auténtico caos encontrándose despedido apenas tres días después de iniciado el rodaje, unas crónicas de continuas desdichas que dejan muy tocado anímicamente a Stanley y que son recogidas fielmente en el documental Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley’s Island of Dr. Moreau de David Gregory, trabajo este por cierto que podría formar un perfecto programa doble con aquella otra crónica de inacabables infortunios que era el Lost in La Mancha de Keith Fulton y Louis Pepe, desde entonces han trascurrido cerca de veinticinco años sin noticias relevantes de un realizador que ya dábamos por perdido, por otra parte también había una lógica e inusitada expectación por estar ante todo un caramelo genérico tan apetecible a priori como es adaptar a la gran pantalla uno de los relato más conocidos de H.P. Lovecraft.
Posiblemente una de las mejores virtudes que podemos llegar a encontrar en esta nueva versión de Color Out of Space es en referencia a estar ante un producto de unas claras connotaciones atemporales, estamos ante un trabajo que no parece tener mucha prisa en a través de un drama familiar encontrar el horror, eso sí cuando lo ejecuta va sin frenos, un film de un evidente ritmo pausado adecuado a un in crescendo narrativo del cual y contra todo pronóstico Richard Stanley sale bien parado en la medida de presentarnos una cinta que sabe conjuntar con cierto aplomo conceptos tales como el inherente terror cósmico del relato original aderezado aquí con un tono que nos remite al bodyhorror de los años ochenta teniendo la virtud de saber encontrar acomodo en una factura técnica situada entre lo artesanal y lo digital, la mirada en esta ocasión por fortuna no deviene como impostada o gratuita en lo relativo a su función de índole nostálgico, también y a diferencia de aquella simpática pero intranscendente serie B que era The Curse de David Keith el relato pese a una cierta actualización es bastante fiel al original, a tal respecto no es fácil mantener un equilibrio en este tipo de material y que este se perciba como consecuente y más contando con ese género en sí mismo tan difícil de controlar que es Nicolas Cage al frente del reparto. Pese a una cierta irregularidad Color Out of Space a modo de viaje de connotaciones psicotrópicas y narrativas algo atípicas cumple objetivos en la labor de ser un trabajo más artesanal que autoral, otra cuestión seria el elevarla por encimas de sus propias posibilidades, a fin de cuentas el film no deja de ser un aplicado ejercicio de estilo provisto de una imaginaría fantástica bien ejecutada en referencia a sus hallazgos formales, sin embargo y por desgracia en la película no encontraremos ni mucho menos las interesantes indagaciones autorales que si se percibían en los dos primeros trabajos de su director, el mérito de Color Out of Space consistirá en esta ocasión en lo relativo a sortear histrionismos y convencionalismos a partes iguales en una cinta que parecía predestinada a un fracaso que finalmente no lo ha sido.
Valoración 0/5: 3
The Vigil
Tras aceptar convertirse en shomer nocturno (una práctica judía en la que una persona vigila el cadáver de un miembro de la comunidad recientemente fallecido), un joven que acaba de perder su fe descubre que la casa donde ejerce de vigía esconde un terrorífico secreto.
Siguiendo con la tónica de estos últimos años la clausura de esta edición de Sitges no estuvo a la altura de lo que años atrás en relación a la calidad suponía el film destinado al cierre del festival, esta tesitura podría extenderse perfectamente a la gran mayoría de certámenes cinematográficos de hoy en día que dan la sensación de haber dejado en un segundo término la calidad en la selección de películas que den por concluido el festival, sea como fuere la opera prima de Keith Thomas The Vigil no elevo el nivel con respecto a pasadas ediciones, posiblemente su presencia se debió en gran parte a ser una producción de fabricación muy reciente, un producto que de alguna manera vino virgen con una premiere mundial en la Midnight Madness de Toronto pocas semanas antes de que Sitges acogiera su estreno Europeo, una situación que ponía nuevamente de relieve la imperiosa necesidad, y coyuntura al mismo tiempo, de los certámenes de cine de intentar ofrecer casi siempre la novedad por encima de la calidad ubicada dentro de ese ecosistema cada vez más complicado y variable que es el de la distribución cinematográfica.
The Vigil parte de una premisa argumental ciertamente interesante al ubicar el relato en un territorio en principio no afín o transitado con poca frecuencia en el género como es la indagación fantástica de la comunidad judía ortodoxa a través de un terror expuesta en esta ocasión en relación a la figura del shomer, el encargo de velar el cuerpo de un fallecido durante la vigilia, sin embargo y al igual que otra película que partía de unos postulados parecidos como era aquella decepcionante The Possession de Ole Bornedal con producción de Sam Raimi la cosa se queda estancada en su simple anunciado o como mucho en un aplicado trabajo técnico en base al aprovechamiento escénico de un espacio reducido, por lo demás su desarrollo deviene como manido en una película que posiblemente requería de algo más de sutileza, de intuir en vez de mostrar sin tener que recurrir a tropos propios del genero contemporáneo como el consabido golpe de efecto sonoro aquí repetido hasta la extenuación en una historia que daba la impresión de querer transitar sin conseguirlo por el terror a través del drama o su consecuencia a modo de ente traumático proveniente del pasado. Seguramente The Vigil no sea una mala película entendida como tal pero resulta intrascendente, si en vez de ser clausura y formara parte sin más de cualquiera de las múltiples secciones que Sitges atesora hubiera pasado posiblemente más desapercibida aun si cabe, a tal respecto y como bien indica Álvaro Peña en su crónica en Cinedivergente para una indagación mucho más acertada en derivas del folklore judío de raíz fantástica es conveniente recurrir a productos de índole más autóctonos como por ejemplo la notable Demon del malogrado Marcin Wrona también presente en Sitges hace algunos años.
Valoración 0/5: 2
5 è il numero perfetto
En la Nápoles de los años 70, Peppino Lo Cicero es un ex-sicario de la camorra se ve obligado a salir de su retiro tras el asesinato de su hijo Nino. Si quiere salvar la vida de los suyos, deberá ser más astuto y despiadado que sus enemigos.
Si The Vigil fue la elegida como clausura oficial del certamen la cinta italiana 5 è il numero perfetto fue la encargada de cerrar la sección Òrbita, debut en la dirección del polifacético Igor Tuveri que aquí adapta su propia, y una de las más conocidas, novela gráfica del mismo título publicada en el año 2002, un lujoso film de vendettas napolitanas al servicio del cada vez más reconocido Toni Servillo, aquí bajo los rasgos de un veterano sicario de la Camorra retirado que tiene que volver a la circulación criminal por fuerza mayor.
5 è il numero perfetto fue una película de connotaciones algo inusuales dentro de ese gran ecosistema genérico que suele ser Sitges, evidentemente en el certamen hay un lugar privilegiado para el cine negro o policiaco, a tal respecto existe sin embargo un notorio abuso en programar producciones asiáticas que transitan por dicho concepto genérico. El debut en el cine de Igor Tuveri da la sensación de ser un producto que va, o al menos lo intenta, más allá de unas coordenadas preconcebidas a la hora de adaptar un comic al uso, el film alejado de convencionalismos no deja de ser una apuesta que ser percibe como arriesgada en la medida de una nada disimulada apuesta por la estética, evidentemente las primeras referencias, de tono que no de fondo, la encontraremos en aquella singular Dick Tracy de Warren Beatty, el trazo crepuscular de 5 è il numero perfetto sin embargo difiere algo a la hora de presentarnos una historia en donde prima lo emocional y los tintes nostálgicos y melancólicos por encima de variables exuberancias caricaturescas que si atesoraba por ejemplo el film de Beatty. Sin embargo en tal sentido existe una evidente descompensación en lo relacionado con la técnica y la narrativa del film, en el primer apartado el esfuerzo es significativo, también sus resultados, a la hora de recrear un Nápoles cuyo decadente barroquismo la trasforman casi en una ciudad fantasmal, la fotografía a cargo de Nicolaj Brüel, responsable de la notable Dogman, logra crear una factura que por momentos resulta portentosa en la medida de mostrar una paleta de colores primarios, blanco, negro y azul, que estiliza de tal manera la imagen que por momentos parece un anexo visual casi perfecto a la novela gráfica originaria, también la música de D-Ross Startuffo ayuda con cierta solvencia a la evocación de este peculiar noir, sin embargo el gran déficit de una película de las características de 5 è il numero perfetto vendrá en la medida de estar ante una historia o argumentación que no está ni mucho menos a la misma altura que sus enérgicas imágenes, a tal respecto el relato como tal se adhiere a manierismos tan esquemáticos como muy detectables en películas que transitan por el mismo género, esta tesitura no deja de poner en manifiesto una vez más la dificultad que a veces supone la traslación de un comic a un medio como es el cine que requiere de unas mayores amplitudes narrativas que el medio originario posiblemente no precisaba.
Valoración 0/5: 2’5
Samurai Marathon
Samurai Marathon 1855 nos sitúa durante el Bakumatsu, los últimos años del período Edo una vez que el reinado del shogunato Tokugawa parece llegar a su fin. Para preparar a sus guerreros ante posibles ataques de invasores extranjeros, el hanshu organiza un maratón. La maratón se corre a lo largo de un sendero de montaña durante unos 58 kilómetros. Mientras tanto, el gobierno central de Edo a través de un malentendido ve erróneamente la maratón como un acto de traición. Unos asesinos son enviados al castillo de los hanshu para repelerla. Jinnai Karasawa parece ser un samurai normal pero en realidad es un espía del gobierno central dándose cuenta de que los asesinos están sintiendo enviados al castillo de hanshu. Para detener a los asesinos y aclarar el malentendido, Jinnai Karasawa deberá corre desesperadamente.
Otro de esos autores que hoy resulta ciertamente difícil de encuadrar a través de un patrón determinado es el guionista y realizador británico Bernard Rose, los aficionados al fantástico lo ubicaran rápidamente por ser el responsable de Candyman, Paperhouse su notable debut tras las cámaras también tránsito por un género que en estos últimos tiempos ha revisitado en formato low cost con propuestas tan dispares en contenido y resultados como por ejemplo sxtape o Frankenstein. Sin embargo Bernard Rose es un autor todo terreno en el buen sentido de la palabra que ha tenido tiempo de sobras a la hora de adentrarse incluso en un territorio eminentemente académico con películas como Immortal Beloved o Anna Karenina, es por esta evidente inquietud autoral y también laboral que en parte no sorprenda que este al mando de una producción tan variopinta en coordenadas y conceptos como es Samurai Marathon.
Esta adaptación de la novela de Akihiro Dobashi parte de la singularidad de ser un producto con parte de capital y autoría occidental en relación a una historia provista de evidentes trazos localistas inspirados en hechos verídicos, de alguna manera estamos ante un intento de estandarizar el concepto genérico del chambara expuesto aquí a través de esa clase de películas que terminan siendo correctas en la medida de intentar contentar de la mayor manera posible a los distintos ámbitos conceptuales por los que transita, esto otorga a Samurai Marathon una condición de producto que en parte da cierta sensación de prefabricación quedando situada a medio camino entre la épica de connotaciones academicistas y el prototípico relato de aventuras de tono liviano. Afortunadamente esta ligereza apuntada en último lugar no llega a desvirtuar del todo un concepto clásico que parece contornear narrativamente a través de un estilo de claro índole contemporáneo. Samurai Marathon, que también se ve beneficiada de esa globalidad conceptuada en su estructura a través de una competente banda sonora a cargo del veterano Philip Glass, cumple pues con unos patrones determinados en donde los giros narrativos del relato en cuestión resultan ser tan predecibles como funcionales en la labor de filmar con cierto aplomo unos cuerpos que están en constante movimiento pero que por otra parte terminan dando una ligera sensación de no estar plenamente cohesionados al relato en referencia a la temática preconcebida que parecen abordan sus hibridas imágenes.
Valoración 0/5: 2’5
Phil Tippett: Mad Dreams and Monsters
Ganador del Oscar por El retorno del Jedi y Parque Jurásico, Phil Tippet es un maestro incontestable de la stop-motion, que ha dado vida a algunas de las criaturas más memorables de la historia del cine y que aún hoy se encierra en su taller para seguir creando y soñando. Este documental, realizado por los expertos en la materia Gilles Penso y Alexandre Poncet, se adentra en su obra a través de una inmersión en profundidad en el alucinante archivo personal del genio.
Dentro de los documentales vistos en esta edición de Sitges también existió un pequeño hueco a la hora de explorar con detenimiento la trayectoria de figuras cuya impronta dentro del género fantástico ha sido digna de mención, Phil Tippet, como figura icónica y fundamental dentro de la animación stop motion merecía un estudio documentado que recorriera una labor creativa ciertamente destacable. En estas últimas décadas una queja bastante común que anida en el fantástico actual es la excesiva proliferación del CGI, a tal respecto los gráficos generados por computadora han disminuido aquella efectividad de antaño plagada de imperfecciones perdonables y que eran muy visibles en los monstruos de las películas de género, de la misma manera han dejado en la trastienda los efectos artesanales y por ende a los artistas del stop-motion.
Si bien los avances tecnológicos tienen sus evidentes ventajas y su momento, muchos aficionados al género creen que los efectos prácticos y artesanales siempre emitirán una experiencia visual que devenga como tangible. Gilles Penso y Alexandre Poncet no son unos recién llegados en esto de indagar y estudiar a los profesionales de lo artesanal, tanto Ray Harryhausen: Special Effects Titan como Le complexe de Frankenstein exploraban con detenimiento dicho concepto, en Phil Tippett: Mad Dreams and Monsters se sigue una fórmula estándar que cubre paso a paso todos los aspectos de la vida y obra artística de Phil Tippett. El documental comienza con testimonios y filmaciones varias sobre la infancia del creador de efectos especiales en películas como Robocop o Starship Troopers entre otras, un niño tímido que solía ser un poco solitario a la hora de interesarse por diversos aspectos del arte, como suele pasar en estos casos los monstruos y las películas de género fantástico por las que sentía devoción no eran populares entre sus compañeros. Este será el punto de partida del relato, a partir de una temprana edad vemos como nuestro protagonista esculpía animales de arcilla en su habitación y soñaba con labrarse una carrera en la animación después de enamorarse del trabajo de ese tótem en la materia como fue Ray Harryhausen. Phil Tippett: Mad Dreams and Monsters cumple pues a la perfección con esa norma tan habitual en este tipo de trabajos de convalidar en su estudio la trayectoria profesional sin dejar de lado la vivencia personal, un reconocimiento bien ajustado que no pretende sentar cátedra y si divulgar la labor de un director, productor, pero especialmente supervisor de efectos visuales y diseñador de criaturas a modo de homenaje a una magia artística que aquí nos es presentada como agraciadamente intemporal.
Valoración 0/5: 3
Iron Fists and Kung Fu Kicks
Iron Fists and Kung Fu Kicks explora la influencia del cine de artes marciales de Hong Kong y como ha modelado la estética cinematográfica desde Hollywood hasta Uganda. Con entrevistas a leyendas del cine de Hong Kong, intérpretes y críticos, la película ofrece un viaje sin paradas desde la primera época de la Shaw Brothers a los blockbusters de Hollywood.
En un año generoso en lo relativo a documentales que transitaban por las diversas ramificaciones genéricas del fantástico también hubo lugar para este ameno estudio por parte del australiano Serge Ou en donde se indaga en el desarrollo del kung-fu en la historia del cine. Iron Fists and Kung Fu Kicks como documental más elaborado y completo, en donde posiblemente predomine más la amplitud que la profundidad, quito aquel mal sabor de boca que dejo años atrás en el festival la anecdótica Dragon Girls! Les amazones pop asiatiques de Yves Montmayeur funcionando a la perfección a modo que una especie de apéndice del notable Category III: The Untold Story of Hong Kong Exploitation Cinema de Calum Waddell también presente en Sitges el pasado año. Iron Fists and Kung Fu Kicks deviene como un aplicado recorrido de tal práctica y su incidencia a través de la industria cinematográfica, especialmente la referida a la de Hong Kong y el enorme impacto que tuvo posteriormente en la cultura estadounidense.
Desde figuras y estudios icónicos como Bruce Lee o la mítica Shaw Brothers a una mirada más socio cultural de épocas pretéritas en base a imágenes y documentación de archivo como por ejemplo esos noticiarios en blanco y negro de los disturbios de Hong Kong del año 1967 que fueron alimentados por disputas laborales de aquella época, todo ello evidentemente aderezado con un buen número de testimonios como marcan los cánones del documental didáctico, puesto a ponerle alguna pega a este voluntarioso y funcional Iron Fists and Kung Fu Kicks un servidor detecta una abrupta ruptura narrativa en lo referente a su tramo final, aquella en donde una vez la evolución llega a nuestros días se deja de lado la faceta cinematográfica y se incide en el aspecto social como fenómeno cultural YouTube de nuestros días, un ligero lastre que no enturbia un estudio que no deja de ser en sí mismo un homenaje y una celebración que rinde cuentas a la perfección en lo relativo a su incondicional pleitesía a las artes marciales ubicadas en la historia del cine al mismo tiempo que queda validada como perfecta herramienta de descubrimiento de un sinfín de títulos que indagan en dicha materia y que el aficionado recién iniciado buscara con ahínco una vez concluya el visionado de este agradable paseo cinético que es Iron Fists and Kung Fu Kicks.
Este libro –lejos de modas y coyunturas– nace de la fascinación por el cine de Visconti y el universo cultural de sus grandes películas de madurez. Con la crisis de la modernidad como trasfondo y la decadencia como leitmotiv, el lector transitará de la literatura a la filosofía y la historia, para adentrarse en un complejo universo donde estética y política se entremezclan, el mal y el bien conviven en rara complementariedad, la sofisticación no logra enterrar a lo grotesco, y la muerte se convierte en anhelo. En este universo de luz crepuscular y sutil melancolía, con tanta elegancia como ironía, exponen sus pensamientos Platón, Schopenhauer y Nietzsche. Allí escriben sus cuentos maravillosos Thomas Mann y Giuseppe di Lampedusa, allí viven y padecen reyes, príncipes y artistas mientras suena la música de Verdi, Wagner o Mahler. Este libro es una invitación a recuperar –de la mano del mejor cine de Visconti– lo mejor de la gran cultura europea de finales del siglo XIX y principios del XX, para reflexionar –entre otras cosas– sobre el erotismo y la belleza, sobre la vida y su tragedia, o sobre la quiebra de la civilización burguesa y la barbarie fascista mientras escuchamos el preludio del Tristán e Isolda, nos acordamos de cómo Sigfrido descubrió el miedo o nos dejamos llevar por el adagietto de la Quinta de Mahler hasta fundirnos por unos instantes en la tentadora infinitud del ser, primigenio y caótico
El autor:
ANDRÉS DE FRANCISCO (1963) es doctor en filosofía y profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid. Autor entre otros libros de ‘La mirada republicana’ (Catarata, 2012) y editor de ‘Harrington, Stuart Mill y Marx’, ha desarrollado un creciente interés por la interpretación filosófica de obras y géneros cinematográficos, interés que empezó con su ‘El western como cine político y moral’ (La balsa de la Medusa, 2011) y ha concluido por ahora con el presente libro ‘Visconti y la decadencia’.
Autor; Andrés de Francisco, Editorial: EDIC. DE INTERVENCIÓN CULTURAL / VIEJO TOPO, Páginas: 186
Wiebke vive con su hija adoptiva Nicolina y acaba de adoptar a Raya. Las dos hermanas parecen llevarse bien, pero la pequeña empieza a mostrarse agresiva y a ser un peligro para los demás. Ante la situación, Wiebke tendrá que enfrentarse a una serie de extremas decisiones para proteger a sus pequeñas.
En estos últimos años Sitges ha sido un perfecto campo abonado y escaparate a la hora de mostrar nuevas autorías genéricas a través de una mirada femenina, en parte esto no dejaba de ser un déficit histórico que afortunadamente hoy en día parece normalizado, la indagación de realizadoras en el fantástico empieza pues a ser un denominador común en la actualidad en autoras como Jennifer Kent, Julia Ducournau, Anna Biller o Ana Lily Amirpour por ejemplo, posiblemente la alemana Katrin Gebbe al contrario que las compañeras arriba citadas se ha ido acercando al género fantástico de una forma algo más sutil y menos expeditiva, con su opera prima Nothing Bad Can Happen transitaba en el drama oscuro ubicado a través de una crónica real, tras formar parte de la colectiva The Field Guide to Evil Pelican Blood se presenta como su trabajo más ambicioso y ambiguo genéricamente realizado hasta la fecha.
En estas crónicas de Sitges hemos incidido, posiblemente de forma una bastante reiterada, en la difusa adscripción, o no, en el género fantástico de muchas de las películas presentes en el festival, en un buen número de ellas impera en mayor o menor medida una indagación que se percibe como parcial, a tal respecto las hibridaciones genéricas están a la orden del día casi a modo de un nuevo estatus autoral que años atrás era ciertamente complicado de ver, Pelican Blood podría ser un buen ejemplo de todo ello, el film de la alemana Katrin Gebbe parte a través de una premisa de claro índole dramático, su desarrollo también da la sensación de no salirse de una tangente reconocible y preestablecida a la hora de abordar un complejo estudio psicológico acerca de la maternidad, será en su tramo final, en su resolución, cuando recurra a un fantástico aderezado con algún que otro apunte al folk horror o al cine de posesiones ubicado dentro del gótico estadounidense, la pregunta vendrá dada en la medida de averiguar si dicha deriva o divergencia genérica desvirtúa o por el contrario llena de matices el relato en cuestión, digamos que ni una cosa u otra, Pelican Blood termina siendo todo una particularidad a tener en cuenta dada su atípica naturaleza, el film de Katrin Gebbe nos habla básicamente de una abnegación materna que continuamente está siendo torpedeada en lo concerniente al trauma, Nina Hoss, que este año repite papel como madre en la encrucijada tras la notable La audición de Ina Weisse, deviene como un activo importante a la hora de contarnos una historia delimitada territorial y moralmente en los márgenes de la sociedad, la trama animalista en esta ocasión actuara a modo dual, el personaje principal se niega a renunciar, tanto en la complicada enseñanza de un caballo como a la niña recién adoptada de la cual cree que sin importar lo que haya sufrido en el pasado puede ser redimida a través del amor puro que una madre que le puede otorgar, su conclusión, pese a una cierto falta de verisimilitud, por otra parte lógica dada la dirección tomada, añadirá varios matices a una cinta que tiene la virtud de no transitar en la complacencia en lo relativo a una función reflexiva que profundiza en el adiestramiento emocional.
Valoración 0/5: 3’5
Le daim
La obsesión de un hombre con una chaqueta de ante le lleva a gastarse todos sus ahorros, además de fingir ser cineasta, e incluso hacer alguna cosa mucho peor.
Otros de esos sospechoso habituales presentes en Sitges durante estos últimos años es indudablemente Quentin Dupieux, desde Rubber y exceptuando sus cortos el realizador francés siempre ha estado presente en el festival, trabajo más entonado o menos el responsable de la extraordinaria Réalité ha logrado mantener una impronta autoral que resulta ciertamente curiosa, un tipo de cine que basa su principal concepto en una total anarquía a la hora de afrontar esquemas, algo que sorprendentemente le otorga unas referencias personales bastantes reconocibles, o dicho de otro modo, el cine perpetrado por Quentin Dupieux deviene tan único que difícilmente se verán unas coordenadas o postulados parecidos que en parte se puedan llegar a asemejar.
A modo de reflexión una vez acabada la carrera de Quentin Dupieux esta será de esa clase de trayectorias que si aún siguen en marcha esto de las retrospectivas en los certámenes cinematográficos su revisión o reconocimiento pretérito a través de ellas vendrá en la medida de percibir la visión global de una carrera que deviene como plenamente coherente dentro del caos temático que se suele detectar en sus trabajos. En Le daim, en donde uno de sus máximos activos reside nuevamente en la fascinación que puede genera su atípica premisa, se vuelve a incidir en una hibridación de tono surrealista, evidentemente la comedia de tono marciano direccionada más allá de los límites de la razón será otra vez quien lleve la voz cantante en una película que vuelve a transitar a través de lo insólito y extravagante, aquí para más inri el discurso, si así se puede llamar, en esta ocasión se perfecciona invitando incluso a una suerte de mensaje alegórico o reflexión punzante que podría transitar perfectamente a través de la locura existente que otorga la libertad. Le daim vuelve a ser un perfecto vehículo en el cual Quentin Dupieux juega con los géneros cinematográficos, comedia, drama existencialista e incluso metáfora social o terror incrustados en un relato provisto de una narrativa tan simpática como oscura. Todo cabe en un imaginario que en esta ocasión nos retrata la historia de amor entre un hombre y una chaqueta, en cierto sentido estamos ante un relato que a su manera indaga en el amour fou a modo de ente liberador de la soledad que padece el protagonista, un notable Jean Dujardin, un desarrollo expuesto a través de una deriva obsesiva acerca de la autenticidad, curiosamente termino este también valido para describir el cine salido de la mente de Quentin Dupieux, también detectamos un ligero esbozo acerca del cine que habla del cine sin llegar a ser pedante ni aburrido en ningún momento. Posiblemente unido a su originalidad la gran virtud del cine tan dislocado de Quentin Dupieux reside en generar una autoría consecuente que indaga en relación a premisas estrambóticas que se sustentan a modo de punto de partida a través de un chiste o una anécdota que conforme es desarrollada va algo más allá de lo simplemente absurdo y gracioso que aparenta ser su enunciado.
Valoración 0/5: 3’5
Depraved
Depraved nos cuenta como un joven llamado Alex tiene una emotiva noche junto a novia Lucy, de regreso a casa es apuñalado en un frenético ataque que lo deja al borde de la muerte. Se despierta para descubrir que su cerebro está en un cuerpo que no reconoce. Esta criatura ahora denominada Adam ha sido traída a la vida por Henry, un brillante cirujano que sufre un trastorno de estrés post-traumático después de una larga estancia en el Medio Oriente. Henry está cada vez más consumido por los actos cometidos sensación que se agrava cuando Adam descubra en un video su propio origen y huya.
Es ciertamente curiosa y en parte atípica la trayectoria cinematográfica de Larry Fessenden, si bien atesora trabajos como director a tener en cuenta como por ejemplo Habit, The Last Winter y muy especialmente Wendigo, el realizador estadounidense siempre ha dado la sensación de encontrar un mejor acomodo en su función de productor y mecenas de jóvenes talentos, después de unos años en donde su labor como director ha estado en un segundo plano vuelve tras las cámaras con una nueva vuelta de tuerca a un mito tan universal como el de Frankenstein.
Al respecto de dicha adaptación y sus maneras existe una semejanza bastante notoria con otro film relativamente reciente como es el Frankenstein de Bernard Rose realizado en 2015, ambas reinterpretaciones de la novela de Mary Shelley, fundamentadas a través de producciones de claras características low cost, trasladan el relato a nuestros días, si indagamos un poco más también encontraremos unos curiosos paralelismos entre ambos directores en la función de ver cómo tanto Larry Fessenden y Bernard Rose no son unos recién llegados a esto del fantástico, en cierta manera han tocados ya demasiados palos y esta incursión cuanto menos da la sensación de obedecer a una especie de reformulación de un concepto clásico que da pie a experimentar en base a nuevos escenarios y formatos. En lo relativo a la comparativa el film de Bernard Rose sale vencedor con bastante diferencia con respecto a este Depraved. Adaptar textos universales que han sido ya interpretados en multitud de ocasiones y formas es tarea complicada si no se recurre a una cierta originalidad con respecto a ir más allá a la hora de intentar plantear una versión posmoderna del mito, por desgracia Larry Fessenden curiosamente aquí cae en manierismos convencionales que en sus anteriores películas eran difíciles de detectar, en este sentido en Depraved su mejor virtud recae curiosamente en no ser o parecer gran cosa y tampoco pretender serlo, modestia autoral aparte en esta ocasión se sustituye el dramatismo y el terror inherente del texto del que parte para convertirse en un indigesto relato que fija principalmente su mirada en la denuncia, en este caso en la dirigida a la industria farmacéutica y a la actual problemática bélica, evidentemente el debate ético y moral está muy presente sin embargo otro de sus déficits lo encontraremos en ver como el concepto del mad-doctor queda muy difuso en un producto sin nervio aparente y en donde la supuesta novedad termina no siéndolo tanto.
Valoración 0/5: 1’5
The Juniper Tree
A finales de la Edad Media, la joven Margit (Björk) y su hermana mayor Katla huyen a las montañas después de la muerte de su madre, quemada por brujería. Ambas encuentran refugio con Jóhann, un viudo que vive con su hijo pequeño Jónas. Mientras Katla trata de seducir al campesino, Margit y Jónas se hacen buenos amigos. Pero el pequeño está convencido de que Katla es una bruja y la odia profundamente.
Ese delicioso cajón de sastre en que parece se ha convertido la actual sección Seven Chances sigue dando la oportunidad de recuperar un tipo de cine desconocido para la gran mayoría de público que asiste a Sitges y que merece un rescate en este caso a modo de visionado, a tal respecto no hace falta remontarse 40 años atrás para encontrar rarezas cinematográficas por descubrir, The Juniper Tree fue filmada en el año 1990, posiblemente mucha gente tendrá una ligera noción sobre ella en la medida de estar interpretada por una joven Björk, la restauración en tecnología 4K, por parte de la Wisconsin Center for Film & Theater Research y The Film Foundation que en esta ocasión conto con la estimable ayuda de la George Lucas Family Fundation, de la opera prima de una prematuramente fallecida Nietzchka Keene, y que tendrá un estreno limitado en cines gracias a Capricci Cine, devino como una oportunidad única de poder descubrir una sorprendente y fascinante obra situada a medio camino entre la brujería medieval y el estudio de la emancipación femenina de aquella época.
Bajo un atemporal, imponente y exquisito blanco y negro expuesto en base a un portentosa fotografía a cargo de Randy Sellars The Juniper Tree entra en esa tan especial catalogación de films hasta ahora inencontrables que han sido condenados a un inexplicable aislamiento cultural hasta día de hoy, rodada en los agrestes paisajes islandeses y ambientada en el final de la cruenta Edad Media el film de Nietzchka Keene parte de unos postulados muy propios que aquí adapta muy libremente un oscuro relato de los hermanos Grimm titulado El enebro, a tal respecto la película indaga en conceptos tan atrayentes como es ese paganismo ubicado dentro del folclore nórdico que enfrenta a lo humano y a lo esotérico. Definida por muchos como un cuento de hadas feminista The Juniper Tree es de esas películas que hayan su principal referencia a través de unas imágenes muy primarias, en ellas atisbaremos imaginarios que nos pueden hacer recordar a Bergman, Tarkovski y evidentemente Dreyer, por fortuna esto no deja de ser una mirada de connotaciones básicamente estéticas y en parte fugaces, en The Juniper Tree se atisba para bien un discurso autoral ciertamente interesante y muy propio, de alguna manera adelantado a su época, aquel que indaga a través de las líricas provenientes de las sagas nórdicas ubicadas en un universo en donde el estigma actúa a modo de poético aquelarre, también existe una segunda lectura provista de consonancias aún más demoledoras si cabe que iría más allá de una cruda y mística medieval por la cual el relato da la sensación de vertebrarse, aquella en la que en relación al concepto de la superstición pagana se atisba una atroz misoginia de connotaciones atávicas en donde seremos testigos de cómo las protagonistas femeninas han de sobrevivir de alguna manera a modo de acompañantes de hombres legitimados socialmente para proveer su sustento. A través de su atmosfera y sus poderosas imágenes The Juniper Tree vuelve a poner de manifiesto que lo insondable aplicado al fantástico no calibra de códigos o coordenadas actuales o pasadas que anidan en lo obvio o lo subrayado, lo suyo es más bien crear turbulentos imaginarios a partir de la simple sugestión visual en relación a una caligrafía que treinta años después de su realización continua siendo tan arriesgada como fascinante, todo un logro.
Valoración 0/5: 4
Dancing Mary
Kenji es el miembro más joven de un equipo encargado de construir un gran centro comercial. Pero, para crear el nuevo complejo, hay que destruir un antiguo local de baile, y cada esfuerzo para echar abajo el edificio es boicoteado por un misterioso poder. De hecho, existe el rumor de que el local está maldito, y el equipo de construcción pensó en contratar exorcistas, pero ninguno de ellos parece encontrar la solución.
El realizador japonés SABU estuvo presente en Sitges con dos trabajos, Jam y la película que nos ocupa y cuya proyección supuso su estreno mundial, Dancing Mary. Sin llegar a ser un experto ni un asiduo seguidor de su filmografía un servidor tiene la sensación, que en realidad no deja de ser una certeza, de que SABU es esa clase de autores destinados a convivir casi por obligación dentro del ecosistema de festivales de cine, su cine, con películas tan interesantes como por ejemplo Monday o Miss Zombie, da la impresión de que difícilmente tendrá un acomodo digamos rentable fuera de ese especifico circulo.
Dancing Mary no deja de ser una curiosidad en si misma con algún disperso punto de interés en su haber, SABU a su manera y como viene siendo habitual a modo de marca registrada de la casa huye de cualquier tipo de encasillamiento, no existe un denominador común en su cine y Dancing Mary es un claro ejemplo de todo ello en relación a sus continuas rupturas narrativas, una historia de fantasmas que no asustan, y que en cierta manera viene a ser la antítesis de J-Horror. Básicamente el relato se sustenta a través de la interrelación entre los humanos y los seres del más allá a modo y semejanza de una road movie en lo concerniente a una narrativa que transita a través de una suerte de fábula de tono amable en el que detectamos una tímida indagación en el característico realismo mágico japonés, sin embargo al final los fundamentos del relato vuelven a ser algo manidos pese a un envoltorio digamos peculiar, pues a fin de cuentas lo que se nos cuenta no deja de ser la sempiterna historia de alguien, en esta ocasión un joven funcionario, que a través de unas vivencias algo extremas, decide replantearse un posicionamiento inicial, será ahí, en su algo irregular desarrollo, cuando entre en acción una suerte de reflexión en relación a una desmedida gentrificación ubicada dentro del entorno social japonés, también se atisba otra cuestión ligeramente más interesante y expuesta de forma menos convencional en relación a como saldar deudas con el pasado pero también con el presente, el figurado o fantasmal y el real, este último apartado representa una síntesis casi perfecta en referencia a lo que viene a ser un tipo de cine que pese a atesorar algún trazo autoral digno de mención no deja de ser algo esclava de una excesiva y dispersa vertebración de mimbres adheridos a sus estructuras.
Valoración 0/5: 2’5
O Beautiful Night
Aunque Juri es joven, vive con un terror constante a la muerte. Para él, los ataques de pánico nocturnos son una rutina. Una de esas noches, una oscura figura se presenta ante él: dice ser la encarnación de la Muerte. Así comienza un viaje faustiano a través de la noche, en la cual Juri encontrará a Nina, de la que se enamorará; pero, con el amanecer, uno de los dos debe morir.
Dentro de esa inabarcable apartado temático en que parece haberse convertido la sección Noves Visions hubo un hueco para el debut tras las cámaras del joven realizador Xaver Xylophon dada su innegable condición de obra de difícil identificación, algo que en parte hizo posible su inclusión en dicha sección y que venía a estar medianamente justificado dadas sus propias características.
Como muy bien indica su título la acción de O Beautiful Night transcurre a lo largo de una sola noche, dicha premisa y también tono narrativo nos remitirá por ejemplo tanto al After Hours de Martin Scorsese como en el Night on Earth de Jim Jarmusch en relación a presentarnos una travesía nocturna a través de un submundo plagado de personajes a cual más peculiar, el mito de Fausto estará muy presente en un relato en donde la alegoría y el simbolismo son más que evidentes, estos no dejaran de ser una especie de trasunto que nos dice de intentar exprimir la vida al máximo pues esta no deja de ser demasiado efímera, sin embargo el recorrido que se hace a través de dicha metáfora es por momentos original solamente en relación a sus formatos técnicos, en la utilización del sonido y el uso cromático de sus imágenes veremos una novedosa aplicación estética que nos remite a cierto tipo de cine perpetrado en los años 80 ubicado a través de calles desiertas y habitaciones retro-románticas amuebladas de una forma opulenta. Como en la película de Martin Scorsese arriba citada veremos a un grupo de personajes, posiblemente trazados aquí de una forma excesivamente caricaturizadas, que juegan en contraposición a un cierto aura de trascendencia percibido en la génesis del relato y que actúan de manera decidida y en parte anómala en contraposición a un protagonista que asiste impertérrito y pasivo ante unos acontecimientos que dan la sensación de crearle una confusión cada vez más profunda. Debajo de esa extravagancia que la emparenta a una comedia algo bufa camuflada en base a una estética colorista O Beautiful Night da la sensación de que tiene algo que decir urgentemente sobre la condición humana, la muerte y nuestro miedo innato a ella, quedando desarrollada a modo de parábola de tintes filosóficos y provista de un tono ingrávido e inexpresivo acerca del amor y el fin de nuestra existencia, más que el mensaje, al final habrá una inevitable redención vital, lo sugerente y más acertado de una película como O Beautiful Night resultara ser un envoltorio que por momentos se percibe como atrevido, ese tránsito estético/musical de tono melancólico a través de la tensa inquietud nocturna validan en parte una propuesta algo irregular que dio la impresión de tener un muy difícil acomodo que devenga lógico dentro de la programación de Sitges.
Steven Spielberg solía decir que el sonido es el cincuenta por ciento de una película. Sin embargo, la historia del cine se ha centrado, sobre todo, en las imágenes. Making Waves pretende enmendar este error a través de entrevistas a directores como David Lynch, Sofia Coppola, George Lucas o el mismo Spielberg; y del testimonio de algunos de los grandes editores de sonido que ha dado Hollywood.
Como hemos venido comentado en crónicas pasadas este año el formato documental fue un activo muy a tener en cuenta en Sitges, hubo varios y muy buenos, en tal sentido vuelvo a incidir una vez más en la importancia, especialmente dada la calidad existente a día de hoy, del documental de género como una herramienta en continua redefinición a la hora de poder instruir al público en lo concerniente a diversas materias relacionadas con el ámbito cinematográfico, también en lo referido a ser utilizado a modo de soporte por el profesional a la hora de ser enfocado en su parcela didáctica, a tal respecto la mayor parte del material existente en la actualidad en base a las densidades teóricas que nos suelen ofrecer estos trabajos hacen que las posibilidades de divulgación y reflexión a través de dicho formato sean infinitas.
Making Waves: The Art of Cinematic Sound en esta ocasión deja de lado la autoría entendida como el desgrane de una obra, artista o género para adentrarse en aspectos técnicos del cine, en este caso el referido al diseño del sonido dentro del séptimo arte, el documental, que funciona a modo de una clase magistral que está continuamente aportando detalles, tiene la virtud de atesorar un extenso catálogo de testimonios de gente importante relacionada con el cine. Estos artistas son los que crean, ya sea en primera o segunda línea, ese particular mundo del sonido, una parcela técnica que quizás sea la más sensible de una película y que deviene como indispensable a la hora de crear un imaginario propio en donde se pueda vivir y respirar la verisimilitud entendida como ente narrativo. Todo esto requiere de un arte y de una delicadeza, a tal respecto el director del documental, Midge Costin, como formador y editor desde hace mucho tiempo en la USC es una fuente autorizada a la hora de hablarnos de dicha materia, un apartado que empieza en el documental con una breve descripción del sonido en los albores del cine, con una incidencia especial a King Kong como paradigma de ser todo un hito a la hora de recrear los efectos de sonido expresivos, también una mirada que deviene clave es la de Citizen Kane, obra pionera en la incorporación de las técnicas de sonido utilizadas en la radio por parte de Orson Welles . A partir de ahí la evolución es mostrada y percibida como infinita dado los innumerables matices adyacentes que irán apareciendo en dicha técnica a lo largo de los años, evidentemente habrá apartados que encontremos demasiados escuetos en referencia a su exposición, a tal respecto es una tarea casi titánica el abordar todo el concepto global profundizando en cada uno de los apartados existentes, posiblemente una serie de documentales hubiera sido más apropiado a la hora de ser más exhaustivos, con todo Making Waves: The Art of Cinematic Sound cumple a la perfección con el objetivo de estar bien elaborada en relación a una función tan didáctica como entretenida, para más inri también habrá lugar para una generosa apreciación ofrecida desde dentro por parte de las personas que diseñan esos fascinantes mundos de sonido que suelen dar vida a las imágenes.
Valoración 0/5: 3
Legend of the Mountain
El académico He está al cargo de la transcripción de unos antiguos sutras budistas, por lo que viaja a una vieja fortaleza para encontrar paz y tranquilidad, ya que el ejército estacionado allí fue evacuado. Él se encuentra la fortaleza poco menos que desértica, sin embargo, el misterioso Tsui aparece con su extraño amigo Chang. Más extraños personajes aparecen, incluida una anciana lavandera y Melody, una aspirante a investigadora, experta en tocar el tambor chino. Para complicar las cosas, después de un supuesto encuentro romántico con Melody, He es chantajeado para casarse. Hay también una misteriosa y bella flautista que se aparece a Ho, pero desaparece cuando se acerca. Y lo que es peor, los sutras que está transcribiendo cuentan que ejercen un terrible poder entre los demonios del inframundo.
Dentro de la retrospectiva dedicada al realizador taiwanés King Hu la oportunidad de poder ver en pantalla grande Legend of the Mountain supuso el agradable descubrimiento de una obra, que sin llegar a los niveles de la mastodóntica y fundamental A Touch of Zen, es considerada como clave a la hora de entender los precedentes que vinieron tras de ella, aquí King Hu abandona en parte el concepto de wuxia aunque no su inherente dramatismo emocional, tampoco la vertiente onírica, que en esta ocasión potencia en relación a su indagación en el fantástico, es a través de estas coordenadas en donde veremos como directores como por ejemplo Ching Siu-tung fijan conceptos como denominador común en lo que será su filmografía, especialmente visible en la trilogía A Chinese Ghost Story, a tal respecto y a modo de curiosidad un servidor aún recuerda el shock entre el público no afín a estas cinematografías que supuso en Sitges la proyección de la primera parte de dicho tríptico allá en el año 87, una película que curiosamente meses más tarde tuvo un inusual estreno comercial en nuestro país dentro del circuito de V.O.
Filmada en zonas agrestes de Corea del Sur en Legend of the Mountain volvemos a asistir a una magnificencia escénica que nuevamente está representada a través de hermosos paisajes naturales que son meticulosamente fotografiados, en ellos existe un atractivo tan extraño como fascinante en relación a unas panorámicas expuestas a través de una impoluta paleta de colores, vegetación densa y niebla blanca ubicada a la deriva, mimbres que demuestran por las claras que aunque a King Hu incide constantemente en el manejo volátil de la cámara en relación al movimiento de sus personajes también le gusta detenerse de forma consiente en las imágenes, de alguna manera como si estas estuvieran encuadradas también dentro de una armonía de tono compositivo. Un film en definitiva que representa la esencia que hace especial las películas de King Hu, Legend of the Mountain es nuevamente la quintaesencia de un trabajo marcado por una época determinada, sus escaramuzas imposibles que desafían la física y se alían a los elementos sobrenaturales están adheridos al relato con un total sinceridad, utilizando conceptos característicos del genero para contar una absorbente historia de entidades divinas aderezadas por fugaces estallidos de violencia, todo ello ubicado en otra de las maravillas pretéritas vistas en este Sitges 2019. .
Valoración 0/5: 4
Adoration
Adoration nos presenta a Paul, un joven solitario que casualmente conoce a Gloria, una nueva paciente en la clínica psiquiátrica donde trabaja su madre. Enamorándose locamente de esta adolescente problemática y sola, Paul después de cometer un crimen huirá con ella, intentando escapar lejos del mundo adulto.
Fabrice Du Welz volvía a Sitges con su nuevo trabajo tras las cámaras titulado Adoration, de forma merecida fue un de las películas más galardonadas en esta edición, Premio Especial del Jurado, Mejor fotografía y Méliès d’Argent, el director de origen belga ha estado en estos últimos años transitando a través del noir con películas como Colt 45 o Message from the King, films ciertamente competentes pero que quedan algo alejados por cuestiones obvias de ese imaginario tan particular visto al principio de su carrera en trabajos como Calvaire, Vinyan y Alleluia, un tipo de cine que basa su tesis principal a través de una búsqueda que suele devenir como visceral y quimérica, Adoration pertenece de una forma clara a este grupo, un film expuesto a modo de perfecto cierre de esa trilogía ardenesa formada por sus anteriores Calvaire y Alleluia.
Al igual que las dos películas antes citadas Adoration parte del concepto del amour fou aunque aquí representado de una forma algo más íntima, mirándolo bien podría ser una ceñida precuela de Alleluia en un film en donde también encontraremos similitudes bastantes evidentes con aquella Les amants criminels de François Ozon, continuaciones esquemáticas y referenciales aparte lo bueno del cine de Fabrice Du Welz es su innegable adscripción a un imaginario tan personal como intuitivo, en Adoration están perfectamente definidos y no por ello los conceptos deja de ser nuevamente atrayentes, inocencia, amor, imaginario escapista y dura realidad, a través de todos ellos seremos testigos de cómo el sentimiento de amor, en el más amplio sentido de la palabra, actúa a modo de ente derrocador, de alguna manera los dos jóvenes protagonistas transitan en todo momento a través de fronteras terrenales, físicas y figuradas, aunque ese recorrido o huida a ninguna parte termine siendo circular, a tal respecto queda muy claro que en el cine de Fabrice Du Welz siempre existe una colisión en relación a sus formas, un cine muy sensual pero a la vez extremadamente visceral, Adoration es posiblemente la perfecta quintaesencia de este tratado, Fabrice Du Welz se acerca a los cuerpos de una manera casi epidérmica, pese a aparentar ser una película sencilla con respecto a su ejecución la narrativa y sobre todo la parte técnica devienen como claves y complejas a la hora de retratar con un inusual acierto un extremo realismo poético que por momentos parece surgido del cine francés de los años 30-50. Rodada en 16mm, con fotografía del ya fundamental Manuel Dacosse y música a cargo de otro habitual como es Vincent Cahay Fabrice Du Welz tiene la virtud de trasportar al espectador a los estados mentales de sus protagonistas en relación a unos cambiantes estatus mentales en donde por una razón u otra vemos a unos personajes incapaces de afrontar las embestidas emocionales que están por aparecer, ahí existe un momento en el que tono onírico se adueña tanto de los protagonistas como de la historia, aquel en que la naturaleza queda encuadrada en cada plano de la película, la enfermedad mental y la interactuación con el mundo adulto hará que dicho imaginario termine desvirtuándose. Como buen viaje al corazón de la oscuridad que es lo que en un principio parecía una fábula intima ahora se trasforma en un cuento de hadas con claras texturas de horror, al final el mensaje vuelve a ser aquel que nos dice que la adolescencia es campo abonado para historias que terminan derrotándonos. Fabrice Du Welz es indiscutiblemente uno de los realizadores más importantes de la actualidad, de alguna manera pertenece a esa clase de autores intuitivos que consideran esencial la puesta en escena, los decorados y la fotografía a la hora de contarnos una historia, Adoration, que termino siendo una de las cimas autorales más interesantes de las vistas este año en Sitges, ejemplifica ese tratado a la perfección.
Valoración 0/5: 4
J’ai perdu mon corps
Una mano cortada se escapa de un laboratorio con un objetivo crucial: volver a encontrar su cuerpo. A medida que avanza por los escollos de París, recuerda su vida con el joven al que una vez estuvo apegado… hasta que conocieron a Gabrielle.
Una de las cuotas mal altas de la animación vistas este año en Sitges correspondió por derecho propio al esperadísimo debut en el largometraje de Jeremy Clapin titulado J’ai perdu mon corps, el realizador de origen francés para entendidos en esto de la animación no es ningún recién llegado al formato, más bien al contrario, sus cortos Une histoire vertébrale, Palmipedarium o Hundred Waters: Innocent son considerados como pequeñas joyas de orfebrería, Skhizein también es reconocida como una pieza capital, en ella éramos testigos de cómo un individuo era golpeado por un meteorito de 150 toneladas de peso, un suceso que le obligara a vivir exactamente a 91 centímetros de distancia con respecto a su cuerpo. J’ai perdu mon corps parte de una premisa muy parecida, casi idéntica en relación a su estructura, en esta ocasión no se trata de ensamblar un cuerpo y si de presenciar como una mano intenta por todos los medios regresar al cuerpo que le corresponde, a partir de dicha premisa la metáforas expuestas tanto a modo de símbolo de pérdida o búsqueda de una propia identidad devendrán como infinitas.
Basada en la novela Happy Hand de Guillaume Laurant, que también ejerce de coguionista en la película, J’ai perdu mon corps tiene la virtud de funcionar a la perfección en base a ser accesible prácticamente a todos los públicos, evidentemente el infantil quedaría excluido de dicha ecuación, a tal respecto no debe ser fácil el indagar en postulados de índole existencialista sin abusar del subrayado, o lo que es peor, caer en una cierta pedantería autoral que desvirtué por completo el concepto, por fortuna Jeremy Clapin posee un imaginario tan rico en matices como definido en lo concerniente a sus postulados, aquí los dobles sentidos quedan bien integrados dentro de una narrativa por la que da gusto el llegar a perderse. También hay que destacar en J’ai perdu mon corps su adscripción a la hibridación genérica, en el film existen varios tránsitos que parecen fluctuar en todo momento entre lo amable y lo oscuro, a través de ellos harán acto de aparición desde la comedia, el drama, el trazo romántico e incluso pequeñas pinceladas de terror, tal variedad de registros funcionan a la perfección en la medida de estar expuestos a través de un relato vertebrado narrativamente en dos tiempos distintos, por un lado vemos a una mano que al igual que en la travesía final del protagonista de la seminal The Incredible Shrinking Man busca encontrar, no una casa de muñecas en donde refugiarse y si el adherirse al resto de su cuerpo, por otro lado somos testigos de la historia del joven Naoufel, a través de flashbacks visualizaremos una vivencia de pasado trágico y presente incierto en donde impera una vida que no parece tener un rumbo definido. Jeremy Clapin redefine, a partir de una autoría muy propia que indagan en el sentido clásico entendido como tal, el estar perdido e intentar reencontrar el sentido de la pertenencia como concepto vital, mimbres que en otros formatos o narrativas distintas seguramente serian manidos pero que aquí llegan a convertirse en una de las reflexionas más interesantes y creativas en lo concerniente a la animación vista durante esta temporada.
Valoración 0/5: 3’5
Swallow
Hunter es un ama de casa que acaba de descubrir que está embarazada. Sin embargo, por alguna razón que desconoce se siente tentada a consumir objetos peligrosos para su salud, una obsesión que no pasa desapercibida ante los ojos de su marido y del resto de su familia. Pronto descubrirá el motivo que la empuja a querer herirse a sí misma.
El debut en el largometraje de Carlo Mirabella-Davis volvió a escenificar otra de esas películas presentes este año en Sitges que de alguna manera juegan de forma algo caprichosa con los parámetros genéricos, su estructura en un principio la emparenta a ese tipo de film prototípico proveniente del Festival de Sundance, Swallow no estuvo presente en Park City pero si en Tribeca en donde consiguió un merecido premio a la Mejor actriz para una notable Haley Bennet que aquí parece una réplica casi perfecta situada entre Bryce Dallas Howard y Jennifer Lawrence, poco importa la ecuación del producto, la mirada viene a ser la misma al American Way of Life, aquí contada a través de un drama independiente que vuelve a ser muy poco complaciente con respecto a un estatus social que en ocasiones ahoga literalmente a sus integrantes.
Swallow versa principalmente a través de una insatisfacción vital o si se prefiere de una ofuscación silenciada, también en la forma en que esta es contestada, al principio del relato de una forma algo grotesca que llega a emparentarla a ese tipo de films que suelen transitar a través de un cuento de hadas de claras texturas satíricas expuestas a modo de mito distópico, por fortuna no estamos ante una historia que se vertebra en relación a militarismos ni alegatos de tono feminista sino más bien en referencia a exponer con cierta gracia y ligereza una opresión femenina que deviene como atemporal. La película de Carlo Mirabella-Davis empieza a partir de una sutil naturaleza grotesca de connotaciones casi anecdóticas e incluso caricaturescas en relación a la ingesta voluntaria por parte de la protagonista de objetos cada vez más peligrosos, de la canica pasaremos a la chincheta o a la piedra, no solo en referencia a poner en riesgo su propia salud sino en especial para él bebe que se aloja en su interior, la actuación viene dada en la medida de ver como la protagonista intenta rellenar un hueco en su interior, frase esta que un servidor espera no sea interpretada a partir de dobles lecturas, no estar contenta con la sumisión de su nuevo estatus social requiere de una drástica acción a modo de exorcismo burgués y de paso poder a través de dicho posicionamiento intentar superar traumas del pasado, más que un desorden alimenticio estamos ante uno emocional, no en relación a un castigo autoimpuesto sino en la medida de intentar tomar el control de una situación que no controla visualizada aquí en el despertar de un letargo o alteración psicológica a través de un acto que para la protagonista deviene como liberador, posiblemente este sea el tramo de Swallow más interesante, también el referido a la distorsión que sufre el personaje principal cuando ha de hacer frente a una colisión que resulta inevitable con los miembros de su nueva familia. Lástima sin embargo de un tramo final que anida a través de un tono algo más solemne, aquel en donde la primera persona toma el mando del relato para contarnos algo que anteriormente estaba de forma más sutil mejor contado, un tratado en definitiva acerca de cómo sentirse bien consigo mismo, la parcial originalidad del trayecto para llegar a ello será la mejor virtud de una obra tan efectiva en según qué tramos como algo irregular en referencia al estudio de un comportamiento anómalo que posiblemente requería de algo más de dilatación a la hora de abordar la principal problemática por la cual anida la historia.
Valoración 0/5: 2’5
Les particules
En la frontera franco-suiza, P. A. y sus amigos atraviesan esa edad tan compleja como es la adolescencia. Sin embargo, las tribulaciones propias de este período de crisis tendrán su correspondencia en un hecho más global: debajo de la región de Pays de Gex, donde viven, se esconde el LHC, el mayor acelerador de partículas del mundo. Pronto, P. A. comenzará a pensar que algo extraño está pasando a su alrededor.
El primer trabajo de ficción del realizador franco-suizo Blaise Harrison mezcla sin ningún tipo de disimulo realismo social y fantasía científica en una película que parte de una premisa bastante interesante, aquella que contornea con lo iniciático a través del mundo adolecente, la novedad en este caso vendrá en la medida de ver como el componente fantástico está integrado en la trama, el concepto y su aplicación devendrá como inusuales si lo comparamos con otras películas que en apariencia transitan por sendas narrativas idénticas.
En Les particules ese componente genérico que rompe en dos el relato será el de la física cuántica, a tal respecto se ha de agradecer que una vez puesta en práctica dicha teoría no se llegue a incidir en una narrativa criptica como por ejemplo si percibíamos en otra película que aunque de forma diferente indagaba por el mismo concepto científico como era la cinta canadiense Endorphine de André Turpin, en este caso Blaise Harrison no se muestra tan ambicioso en referencia al mensaje, en cierta manera lo que se nos cuenta entra dentro de esos paramentos habituales en donde las fronteras de la percepción humana están representadas a través de una huida de lo real hacia lo fantástico ubicado en ese campo tan propicio para dicha coyuntura como es el viaje iniciático enclavado dentro de la indefensión de la adolescencia. En el film de Blaise Harrison prima tanto lo progresivo cómo lo cotidiano visualizado aquí mediante un enfoque casi documental, algo que en cierta manera resta de empatía a los protagonistas, un desarrollo que da paso lentamente a fenómenos de índole fantástico/científico cada vez más intrigantes, sin embargo se detecta en la película una contradicción en la medida de ver continuamente una confrontación entre lo complejo y lo simple en lo concerniente a ver hasta dónde llega la física cuántica y empieza la fantasía entendida como tal, la sensación final es la de quedarse en tierra de nadie, el estar ante un producto que quiere ser original sin forzar en ningún momento la máquina, lo consigue solo a medias, posiblemente las infinitas nociones y posibilidades que nos ofrecen en lo relativo a las realidades del espacio/tiempo daban para algo más allá que mostrarnos una disyuntiva o una simple diócesis a la hora de crear interrogantes acerca de si lo que vemos termina siendo real o por el contrario solo existe en las mentes de los protagonistas.