“A Dark-Dark Man” review

En A Dark-Dark Man e somos testigos de cómo un niño es asesinado en un recóndito pueblo kazajo. El joven detective asignado al caso quiere terminar la investigación cuanto antes al comprobar que policía local al parecer ya ha encontrado al autor. Pero cuando una periodista llega desde la ciudad para informar sobre el caso todo empezara a desmoronarse.

Otras de la película vistas en la pasada edición del Festival de San Sebastián que competían por la Concha de Oro fue la interesante coproducción entre Francia y Kazajistán titulada A Dark-Dark Man del realizador Adilkhan Yerzhanov, una película que indaga en lo que podríamos denominar como la quintaesencia del thriller local. En A Dark-Dark Man se parte de inicio de premisas y coordenadas muy conocidas que podemos encontrar en infinidad de películas que transitan a través del noir, sin embargo su principal particularidad la encontraremos tanto en lo referente a su ubicación, unas áridas e interminables estepas situadas en Kazajistán que parecen no tener fin al quedar situadas en un escenario que deviene inequívocamente como inhóspito, como en lo referente a una exposición argumental que no deja de ser una especie de reinterpretación del noir francés, dicho escenario, omnipresente a lo largo de todo el metraje, juega un papel fundamental  a la hora de presentar un relato que deviene su status quo como bucéfalo en lo concerniente  a su inconfundible y pervertida estructura genérica clásica que parte de aquella máxima de estar ante un relato en donde no encontraremos personajes buenos, aquí todos son malos o peores en referencia a la práctica total de unos protagonistas que atesoran una negatividad moral a cada cual más difícil de justificar.

En el film de Adilkhan Yerzhanov somos testigos de cómo su protagonista a través un tono situado a medio camino entre lo melancólico y lo pesimista casi sin llegar a proponérselo termina engullido por una espiral corrupta de la cual quiere desprenderse conforme avanza la trama a modo de redención casi a semejanza del aquel Harvey Keitel en el Bad Lieutenant de Abel Ferrara, un personaje, un excelente Daniar Alshino, que al principio de la trama forma parte de manera consiente de una corrupción policial que deviene casi en social, también se detecta en el film claras reminiscencias dialécticas en su narrativa a autores claves del presente como pueden ser por ejemplo Takeshi Kitano o Bong Joon-ho a la hora de presentarnos situaciones terribles, en algunos casos muy violentas, que son tratadas a través de un tono desenfadado pese a la atmósfera malsana que subsiste en una historia por momentos colindante con el thriller nórdico, todo ello expuesto formalmente a través de unas querencias estéticas tan insólitas como atrevidas como por ejemplo puede ser la por momentos hipnótica banda sonora de tono electrónico a cargo de Galymzhan Moldanazar, por otra parte asistimos a un trabajo de connotaciones inequívocamente autorales, en tal sentido a Adilkhan Yerzhanov que tiene tiempo incluso de transitar a través de un humor por momentos absurdo, que parece mirar sin ningún tipo de pudor a imaginarios provenientes del cine de Jacques Tati por ejemplo, da la sensación de no darle mucha importancia al tempo narrativo de la película, cuestión esta que puede suponer para el espectador no predispuesto a la espera paciente un inconveniente de difícil escollo dada la particular concepción de un ritmo el efectuado aquí que al igual que el farragoso día a día de los protagonistas del film parece quedar situado en un tiempo indefinidamente suspendido en el limbo.

A tal respecto la mirada de Adilkhan Yerzhanov en este corrosivo retrato deviene como clave, de alguna manera la apuesta es arriesgada dadas sus manera y sus formas siendo digno de elogio dada su peculiaridad principalmente en referencia a esa inesperada  irrupción de lo cómico antes comentada cuando el relato menos lo espera, una propuesta arriesgada que el Festival de San Sebastián alejado de manierismos convencionales a la hora de programar tuvo para bien incluirla en su Sección Oficial a concurso. El estilo en esta ocasión siempre quedara situado por delante de convencionalismos genéricos en una cinta de naturaleza ciertamente atrevida que nos habla principalmente de un existencialismo trágico expuesto a través de esa sempiterna colisión adyacente en la inocencia y en una culpabilidad moral casi viral dentro de una sociedad en donde la corrupción anida en un sistema que genera por igual víctimas y verdugos y en donde no parece haber resquicios intermedios posibles como comprueba de forma fatalista el atribulado protagonista del relato.

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