Hoy se le recuerda por un puñado de películas realizadas en los frondosos años ‘60 y, sin embargo, toda su obra exige revisión y reconocimiento. Cine modelado en tierra y bambú, jardín de piedra, escritura sobre la arcilla y la flor. Hiroshi Teshigahara o el diálogo de las artes. Tercer iemoto (gran maestro) de la Escuela Sogetsu de Ikebana, y figura consagrada en este arte; cineasta de prestigio internacional, ceramista, pintor, director de teatro y ópera, diseñador de jardines y autor de sorprendentes instalaciones que alternan lo natural con lo artificial, Teshigahara fue un ejemplo de artista multidisciplinar que exploró de continuos paisajes creativos poco transitados. A lo largo de su carrera buscó infatigablemente esos sutiles hilos que enlazan pasado y presente, tradición y modernidad, oriente y occidente, arte y naturaleza.
En su labor como cineasta realizó veintidós películas, una filmografía nada desdeñable que incluye al menos uno de los largometrajes japoneses de referencia en los años ‘60: La mujer de la arena. Más allá de esta película, y superando todo tipo de encasillamientos y de convenciones, su trayectoria profesional rebosa interés y está llena de sorpresas. El presente trabajo se propone, por primera vez, examinar la obra de este artista en su conjunto. Así el cine convivirá estrechamente con las otras artes en las que volcó su talento, lo que se hará prestando especial atención a su interés y proximidad con algunos artistas españoles fundamentales: Gaudí y Dalí, Picasso y Buñuel, entre otros. El núcleo de su actividad artística se centra en especialidades tradicionales japonesas que encontraron acomodo en su cine, bien entendido como una forma de arte total; pero el propósito es siempre el mismo: ¿cómo dar un sentido moderno, propio de nuestro tiempo, a aquellas artes ancestrales que no han perdido vigencia? ¿Cómo proyectar lo moderno en lo antiguo? ¿Qué actitud debe tomar un artista innovador frente a las prácticas artísticas más venerables y reglamentadas de su país? ¿Acaso basta con filmarlas y transformarlas en imágenes dinámicas, asimismo perecederas? En la respuesta a estos interrogantes se descubrirán las claves para comprender el conjunto de una obra original y diversa, en la que el cine ocupa una posición central, pero nunca exclusiva.
El autor
Antonio Santos, Doctor en Historia del Arte, es profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Cantabria y profesor en la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid. Entre sus líneas de trabajo actuales destacan: La imagen como vía de acceso al conocimiento de la sociedad y de sus representaciones. Educación crítica de la mirada. El cine como recurso didáctico en la enseñanza de las Ciencias Sociales.
Autor de las siguientes monografías: Kenji Mizoguchi (Cátedra, 1993); Yasujiro Ozu: Elogio del silencio (Cátedra, 2005); La trama policial en el cine (Cosema, 1995); El sueño imposible: aventuras cinematográficas de don Quijote y Sancho (Fundación Botín, 2006); Barataria, la imaginada: el ideal utópico de don Quijote y Sancho (Centro de Estudios Cervantinos; Universidad de Cantabria, 2008); En torno a Noriko. Primavera tardía, Principios de verano, Cuentos de Tokio (Filmoteca de Valencia, 2010); Ozu: Tiempo de cine (Tokio: Texnai, 2014); Tierras de Ningún Lugar: Utopía y Cine (Cátedra, 2017) y Tiempos de Ninguna Edad: Distopía y Cine (Cátedra, 2019).
Autor: Antonio Santos, Editorial: Shangrila, Colección Trayectos libros, Páginas: 570