Crónica Festival de Sitges 2019. Día 5

El asesino de los caprichos

Varios crímenes en un barrio de clase alta tienen algo en común: sus víctimas coleccionan grabados de Goya. Las inspectoras Carmen Cobos y Eva González iniciarán la investigación en un entorno elitista en el que el tráfico de obras de arte es habitual. Tendrán que descubrir a un asesino que reproduce con sus víctimas las escenas de los Caprichos de Goya.

No es la primera vez que el ya veterano realizador Gerardo Herrero se adentra en el thriller policiaco, no hace falta ir muy atrás en el tiempo, trabajos como Silencio en la nieve o La playa de los ahogados así lo demuestran, tampoco es un recién llegado a Sitges, hace un par de años presento Maus, aquel proyecto con vocación internacional en donde el característico survival forestal mutaba y quedaba revestido en base a metáforas sociales y políticas excesivamente subrayadas, con El asesino de los caprichos incide en el primer apartado señalado, un producto extremadamente funcional que posiblemente deba su presencia en el certamen en la medida de tener a una de las homenajeadas de este año en Sitges, la protagonista principal del film Maribel Verdú.

El asesino de los caprichos parte de una formula bastante recurrente dentro del cine policiaco, posiblemente expuesta de forma algo intermitente en las ultimas décadas pero que cada cierto tiempo vuelve de alguna manera a estar presente y funcionar como hemos visto recientemente con la serie televisiva True Detective, una temática bastante recurrente en los años noventa, parejas de policías completamente antagonistas entre ellos que han de detener a un criminal digamos exótico cuyo modus operandi​ se sale de una tangente habitual en estos casos, ni que decir tiene que la atmosfera que envuelve a todo el relato devendrá como opresiva, evidentemente una de las primeras obras que nos vendrá a la cabeza con respecto a dicha tesis seria la seminal Seven de David Fincher, lamentablemente El asesino de los caprichos se sitúa con respecto a dicho concepto en el lado de la imitación de tono burdo que podría equipararse por aquello de buscar algún tipo de semejanzas al Resurrection de Russell Mulcahy por poner un solo ejemplo, posiblemente la comparativa este cogida con pinzas pues incluso el film interpretado por Christopher Lambert tenia al menos la virtud de no disimular su condición de prototípica serie B. El único atisbo de algo de originalidad, bastante lejano, que podremos detectar en El asesino de los caprichos posiblemente radique en ver en los roles detectivescos a dos mujeres en un terreno que hasta el momento parecía estar abonado a la masculinidad, por lo demás la narrativa y la puesta en escena nos es expuesta de una forma bastante plana y rutinaria algo que por momentos la deriva en tediosa teniendo un déficit difícilmente perdonable en relación a una conclusión de una difícil explicación coherente por mucho que transite por una formula genérica que normalmente suele tener un beneplácito generalizado en el espectador, a tal respecto El asesino de los caprichos difícilmente lo obtendrá. Gerardo Herrero bastante más acertado hace 25 años con su análoga Desvío al paraíso no logra desprenderse de esa etiqueta de producto manufacturado que da la sensación de estar continuamente en un conflicto interno en lo concerniente a buscar e intentar aplicar un entretenimiento en base a algo predecible como resulta finalmente ser todo el entramado orquestado.

Valoración 0/5: 1

 

El hoyo

El Hoyo nos sitúa en un futuro que deviene como distópico. La historia nos ubica en un espacio misterioso en donde parece existir dos personas por nivel, un número desconocido de niveles y una sola plataforma con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están arriba? ¿O de los que no tienen agallas cuando están abajo?, una situación en donde parece claro que cuanto más arriba estés, más oportunidades de sobrevivir tendrás.

La ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia se convirtió por méritos propios en la máxima galardonada de esta edición del Festival de Sitges, Mejor película, Mejores efectos especiales, Premio del público y el Citizen Kane al director revelación que otorga el Jurado de la Crítica fue el reconocimiento oficial a El hoyo, un film que navega continuamente por esas ambiguas y en ocasiones bien utilizadas en el cine vías que nos pueden remitir tanto a distopias futuristas con una gran dosis de alegorías como a un entretenido survival carcelero también de índole futurista que en esta ocasión parece estar situado a medio camino entre el Cube de Vincenzo Natali y el Fortress de Stuart Gordon.

El gran triunfo de El hoyo posiblemente radique en ver cómo logra equilibrar con cierto aplomo los conceptos arriba citados, la película parte de la tesis del absurdo y lo anecdótico existente en cualquier tipo de encierro ubicado en un espacio claustrofóbico, una suerte de cárcel, aquí vertical, cuya posición, continuamente alterada, dará o quitara privilegios a sus huéspedes, el privilegio en si consistirá en poder comer o no, el tono será pues de inequívocas consonancias minimalistas a lo largo de todo su metraje, la información a diferencia del film de Vincenzo Natali sí que se nos va proporcionando pero de forma dudosa en relación a como esta dosificada, no se nos explica sin embargo el motivo real de la existencia de dicho habitáculo, si las motivaciones que sus habitantes han tenido a la hora de entrar en ella, de alguna manera poco importa que se nos detalle todo el entramado, esto seguramente haría languidecer la base principal por el cual se mueve el relato que no es otro que  exponer una metáfora sobre la condición humana. Las intenciones funcionan en la medida de mostrarnos al igual que en el Snowpiercer de Bong Joon-ho o el High-Rise de Ben Wheatley una fábula moral acerca de la degradación humana y la sempiterna  lucha de clases, posiblemente la lectura política entendida como tal da cierta sensación de venirle algo grande a los autores, es por eso que El hoyo que no deja de ser un paradigma de las dinámicas del anhelo en el ser humano que funciona mucho mejor en su tramo inicial que en lo referido a su conclusión, en esa parte final, en donde el discurso pretende tomar el mando, cuando se echa en falta una mayor abstracción y ambigüedad que si poseía en un inicio en donde podíamos percibir una vida propia que fuera más allá de la lectura metafórica que esta por aparecer. La metáfora de El hoyo termina siendo tan evidente como la vida misma, la suerte viene dada en la medida de aplicar a la formula una generosa dosis de comedia negra, también de gore, en cómo se nos muestra ese tono grotesco y en su correspondiente equilibrio final con el dialogo, un posicionamiento que a fin de cuentas logra salvar un producto tan encomiable como efectivo aplicado en base a un hiperrealista juego de espacios que eleva el listón de calidad con respecto a otras producciones patrias que intentan transitar con mucha menos gracias por sendas similares.

Valoración 0/5: 3’5

 

Lux Æterna

Dos actrices, Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg, cuentan en un plató historias de brujas. Lux Æterna es también un ensayo sobre el cine, sobre el amor por el cine y la histeria en un set de rodaje.

Gaspar Noé es uno de los poco directores que el Festival de Sitges se puede vanagloriar, si obviamos alguna de sus colaboraciones colectivas, de haber presentado todos sus trabajos en el certamen, desde aquel lejano 1999 con una proyección en el cine Retiro de su mediometraje Carne Sitges y el director francés de origen argentino han mantenido una especie de idilio que dura hasta hoy en día, lo curioso del caso es que si nos fijamos en su filmografía ninguno de sus trabajos podrían adscribirse a lo entendible como fantástico puro, lo suyo son más bien ramificaciones o fugas hacia una indeterminación genérica que nos puede llevar a un punto desconocido en donde la única regla existente en dichos materiales es una completa ausencia de patrones que nos permitan saber por dónde pueden ir los tiros.

Esta tesis cada vez parece más un denominador común en la carrera de Gaspar Noé, si ya en su anterior y premiada Climax la improvisación estaba muy presente en Lux Æterna esta no deja de ser de alguna manera su quintaesencia, en parte parece que Gaspar Noé ha llegado a un momento de su trayectoria en que literalmente se deja llevar, Lux Æterna para lo malo pero muy especialmente para lo bueno representa a la perfección dicho posicionamiento autoral. De solo 52 minutos de duración y rodada en apenas 5 días esta pieza pese a la continua improvisación de la que hace gala aúna conceptos ya vistos en anteriores trabajos de su director, el principal, el estar ante un relato de claras consonancias histéricas, por otra parte lo que ya se intuía en el inicio de Climax aquí está bastante más desarrollado a modo de ejercicio meta cinematográfico en donde se juega continuamente con los formatos con especial atención al juego que plantea a través de la multicámara o el split screen. Digamos que Lux Æterna que parte de la premisa de mostrar el nivel de caos al que puede llegar un rodaje, en parte no deja de ser un estudio experimental que transita a través de los parámetros que marcan las bases de la creación artística entendida  aquí como un ente en donde el cine nos es representado como un agente cáustico ubicado en el más absoluto caos, a tal respecto en Lux Æterna, que en todo momento aúna metaficción y autoreferencias, vemos como su set de rodaje nos es presentado como un epiléptico campo de batalla en donde percibimos a una Beatrice Dalle como exigente productora y una Charlotte Gainsbourg como abnegada actriz, el paralelismo de la ficción rodada y la realidad que nos es mostrada siempre bajo un timing frenético podría ser interpretada como una suerte de metáfora de connotaciones destructivas en donde las intérpretes son tratadas como brujas y los creadores que se sientan tras las cámaras como una especie de trasuntos de la inquisición, un peaje del artista en beneficio o detrimento de otro artista en donde de forma clara el concepto del vampirismo hará acto de presencia a través de dicha coyuntura, en cierta manera una suerte de reinterpretación por parte de Gaspar Noé de aquella esplendida Irma Vep de Olivier Assayas. Como en todo el cine de Gaspar Noé al final la reflexión entendida como tal solo nos vendrá a través de la lectura de sus imágenes, unas imágenes que atacan al espectador, estas evidentemente devendrán como profundamente agresiva y en parte provocadoras, a fin de cuentas todo el cine de Gaspar Noé bascula a través de la provocación pero también en referencia a esa hipnosis que es casi marca registrada de la casa en relación a un autor irreductible en referencia a sus particulares tratados a semejanza de otros directores de similar posicionamiento también presentes en el certamen este año como por ejemplo Sion Sono o Fabrice du Welz, autorías que en definitiva fueron las que nos ofrecieron sin lugar a dudas el mejor cine visto este año en Sitges.

Valoración 0/5: 4

 

Antrum

En 1988, la proyección de una película provoco la muerte de cincuenta y seis personas cuando el cine de Budapest donde tenía lugar la premiere prendió en llamas. Desde entonces, es un título maldito, marcado a fuego por la tragedia. Ahora, se ha encontrado un nuevo negativo y se está restaurando una nueva copia: la película más mortal de la historia está lista para el reestreno.

Dentro de la sección Panorama  su pudo ver la opera prima de los estadounidenses  David Amito y  Michael Laicini Antrum, un film que auspiciado con el llamativo subtitulo de The Deadliest Film Ever Made resulta ciertamente peculiar en sus formar pero no tanto en lo referente a sus contenidos. Relato bicéfalo que nos muestra una primera media hora a modo de un mockumentary de manual que parece mirar sin ningún tipo de disimulo a aquel sugerente trabajo televisivo titulado El fin del mundo en 35 mm realizado por John Carpenter para la serie Master of Horror, una vez acabada esta especie de documental en donde se nos advierte de la existencia maldita de una película tendremos el dudoso beneplácito de asistir a la proyección de ese supuesto metraje hasta ahora prohibido para los ojos humanos.

De alguna manera quienes esperen que un film de las características de Antrum funcione en base a las expectativas que el mismo relato pretende crear posiblemente salga bastante decepcionado al comprobar que el supuesto atractivo de lo que vende, de lo prohibido, bajo la premisa de mostrar una película maldita, no va más allá de propio enunciado, bastante más acertada sin embargo está a la hora de sustentar su metraje a través de coordenadas que indagan en el concepto del cine dentro del cine al mismo tiempos que en los límites existentes entre la realidad y la creación de la ficción artística, por otra parte la recreación de ese film maldito actúa a modo de un reciclaje genérico por momentos sugerentes que parece surgido de la mente de Quentin Tarantino o Robert Rodriguez a la hora de recrear un falso Grindhouse teniendo un incuestionable valor empático en referencia al curtido aficionado al género. Quién sabe si realizada con algo de anterioridad a The Blair Witch Project Antrum hubiera tenido una mayor repercusión mediática, aunque ambas caminen por sendas y formas parecidas los fondos sin embargo divergen bastante entre sí, pese a todo la intención es ciertamente curiosa otorgando al film un aura de rareza o de rara avis que logra situarla algo por encima de convencionalismos propios de la serie B, lástima sin embargo que este planteada en un tiempo y en un momento en donde la sobreexplotación de coordenadas genéricas que indagan en la trasgresión del elemento fantástico saturan dichos conceptos hasta límites insospechados.

Valoración 0/5: 2’5

 

Horror Noire: A History of Black Horror

Basado en el aclamado libro del mismo nombre escrito por Robin R. Means Coleman (productor ejecutivo del documental) Horror Noire lanza una mirada crítica y cronológica a un siglo de películas de género, desde el cine mudo hasta su reciente resurgimiento con películas como los éxitos comerciales Get Out o Us, films que de alguna manera usaron, caricaturizaron, explotaron y dejaron de lado a los cineastas y al público negro. El documental comienza echando una mirada a principios del siglo XX tomando como referencia el film de D.W. Griffith Birth of a Nation, película que supone una epopeya sobre la conciliación nacional estadounidense de raza blanca, sin embargo para los espectadores de origen afroamericano deviene como una serie de perturbadoras imágenes.

Con respecto a Robin R. Means Coleman, responsable del magnífico libro que da pie al documental que nos ocupa, este declaraba como El género de terror funciona como una pedagogía avanzada e inquebrantable. No deja de ser un interesante material de estudio acerca de nuestro entorno social, político y racial. Las películas de terror son fascinantes, por una razón u otra se enorgullecen de aliarse a lo considerado como tabú, mientras confunde nuestro sentido del bien y del mal, de lo monstruoso y lo divino o lo sagrado y lo profano. Es una de las formas de entretenimiento más intrépidas en el estudio de nuestra humanidad y nuestras debilidades. La síntesis aquí explicada tan brevemente y tan bien por parte del escritor deviene como perfecta a la hora de situar en importancia y contexto a un trabajo de las características de Horror Noire, el estudio que otorga el documental de genero a modo de herramienta pedagógica resulta incuestionable, en este caso el que nos ocupa incide en que el horror para los espectadores de raza negra no es lo mismo que para las audiencias blancas. Horror Noire resalta que dichas audiencias y creadores negros tienen perspectivas muy personales sobre lo que es el género poniendo de manifiesto que el horror negro no es solo un subgénero más sino también un replanteamiento de lo que realmente significa dicho concepto visto desde otra perspectiva. Un documental básico que funciona con el piloto automático al ser un trabajo de manual que tiene la gran virtud de que lo que se nos cuenta resulta bastante más interesante que en la forma en que lo hace. La sección Seven Chance, ahora reciclada en una especie de cajón de sastre genérico en donde todo parece tener cabida, tuvo para bien el poder ofrecer la posibilidad de ver este documental, un doble merito, la elección y la oportunidad, especialmente que sea a través de un trabajo de difícil acceso para el espectador de estas latitudes, si no estás abonado en Estados Unidos al servicio de streaming de la cadena Shudder difícilmente tendrás acceso a él, canal que curiosamente está siendo muy activo últimamente en esto de indagar en el género fantástico produciendo series como la renacida Creepshow o rescatando para su catálogo documentales que parecían ya perdidos como el excelente Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini, trabajo curiosamente visto hace años por parte de un servidor en la misma sala que esta meritoria e interesante Horror Noire.

Valoración 0/5: 3

 

Idol

El destino de dos hombres está ligado por un accidente en el que ninguno estuvo presente. Por un lado, Myung-hui, un exitoso político, intenta convencer a su hijo para que diga la verdad sobre el accidente en el que estuvo implicado. Por el otro, Joon-sik ve cómo su vida se hace pedazos tras la muerte de su hijo. Cuando una chica que estaba en la noche del accidente desaparezca, los dos padres la buscarán desesperadamente… pero con motivos bien diferentes.

Bastante expectación había suscitado el segundo trabajo tras las cámaras del realizador coreano Lee Su-jin tras aquel notable drama sobre la vulnerabilidad que era Han Gong-Ju (Princesa), film también presente en Sitges hace unos años, con Idol cambia completamente de tercio y registro para ofrecernos otro drama pero de unas características bien distintas y menos acertadas que las de su opera prima.

Reconozco que siempre he tenido un problema hasta cierto punto personal con un tipo de cine, en su mayoría comercial, proveniente de Corea del sur, los tropos excesivamente teatralizados y tremendistas de sus narrativas consiguen sacarme por completo de sus tramas, curiosamente los autores más válidos surgidos de dicho país como por ejemplo Chan-wook Park, Bong Joon-ho, Kim Ji-woon o Na Hong Jin por no hablar de autorías más cerradas como Kim Ki-duk, Lee Chang-dong o Hong Sang-soo prescinden por completo de dichos manierismos, tras su opera prima Lee Su-jin por sus formas parecía formar parte de este primer grupo de realizadores, sin embargo esta Idol pone en duda dicha aseveración. Planteada como un drama de intriga que coquetea con el thriller Idol atesora uno de los grandes males de las mayorías de producciones provenientes de dichas latitudes, esta viene en referencia a su desmedida duración, aquí de 140 minutos. Un servidor es de los que piensan que la duración de una película solo puede ser proporcional a su negatividad en referencia al buen o mal uso que se haga de ella, dicho de otra manera el problema de Idol no son sus 140 minutos sino en cómo están empleados en una película en donde coexisten de manera forzada infinidad de bifurcaciones argumentales en donde el espectador llegado a un punto pierde por completo el interés por lo que está viendo. Ese mal que deviene como endémico de rizar el rizo continuamente en busca del asombro con respecto al espectador está muy presente en todo el metraje de Idol, es esta ocasión no basta con plantearte un juego que pretenda situarse en la antítesis de un ritmo lento, para que la formula funcione hay que saber adecuar en todo momento esa especia de frenesí, la factura técnica impoluta como marca registrada de la casa siempre estará presente sin embargo los sempiternos giros sacrifican la supuesta coherencia del conjunto y por ende el de su propia credibilidad en una historia que trata principalmente de la colisión de dos personajes a través de una particular búsqueda, la excesiva dramaturgia vendrá en la medida de ver como terceros personajes son víctimas colaterales de dichos actos, a partir de ahí ramificaciones mil en una historia que supone un pequeño paso atrás, del que esperemos que se recupere en un futuro, por parte de un Lee Su-jin que se mostró bastante más acertado y comedido en la que fue su opera prima.

Valoración 0/5: 1’5