Crónica Festival de Sitges 2018. Día 5

Animal

Antonio Decoud es un hombre de familia conservador que se ve obligado por el destino a enfrentar una situación inesperada que lo sacude hasta el núcleo, revolviendo su vida y sus prioridades, empujándolo a olvidar sus creencias y su forma de entender la vida y seguir el instinto más básico: el instinto animal.

Desgranar a estas alturas si una película reúne las condiciones genéricas suficientes como para justificar su presencia en un festival especializado de las características del actual Sitges es ciertamente una tarea algo complicada, sea como fuere si en él se le da la bienvenida de forma sistemática a autores como Lars Von Trier, Gaspar Noé o Michael Haneke el argentino Armando Bo con su nuevo trabajo tras las cámaras no tendría que tener ningún problema al respecto, en Animal nos relata una historia no extraordinaria en lo referente a sus fundamentos pero si algo extrema o al límite en lo concerniente a sus postulados.

El nuevo trabajo del guionista Biutiful y Birdman y realizador de la notable El último Elvis es de esas películas que en todo momento de su metraje van planteándonos una serie de interrogantes, posiblemente solo moralizantes en su conclusión, casi a modo de ensayo acerca de la condición humana y social llegado a un determinado punto de fricción del que es difícil retroceder, en este aspecto Animal, film de una solvencia visual a destacar que en ocasiones coquetea de forma algo tímida con el thriller, nos ofrece un amplio y detallado catálogo de miserias y vilezas con algún que otro punto de humor negro en su haber en lo concerniente a indagar en los instintos más bajos del ser humano, no solo en lo concerniente a ese protagonista principal interpretado con solvencia por parte de Guillermo Francella sino también el referido a su entorno, el familiar, el requerido por la urgencia, en donde atisbamos una encarnizada lucha de clases y el social, con una nada disimulada critica al sistema sanitario argentino que podría actualmente explayarse perfectamente al de otros países, en este sentido la síntesis argumental planteada en Animal puede parecer algo sencilla y simple, no tanto en referencia a las resonancias que expande, exponer a un hombre común a una situación límite y como ese supuesto sacrificio que está dispuesto a realizar llega a estar justificado o no, a partir de aquí entra el juego existencial de egoísmos varios que deriva en una continua imprevisibilidad por parte de los protagonista de una historia que aparte de oscura termina pareciendo desagradable sin recurrir a lo explicito, posiblemente a su final le falte algo de credibilidad en referencia a su planteamiento algo que termina de empañar de forma algo leve un film que en todo momento transita con buen tacto a través de la supuesta ambigüedad lanzada por sus propias interrogantes.

Valoración 0/5: 2’5

 

The House That Jack Built

Estados Unidos, década de 1970. Seguimos al brillante Jack durante un período de 12 años, descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie. La historia se vive desde el punto de vista de Jack, quien considera que cada uno de sus asesinatos es una obra de arte en sí misma.

Soy de los que opinan algo que a algunos les puede parecer tan obvio como aquello de que Lars Von Trier en cierta manera pertenece a otra galaxia autoral en lo concerniente a diferenciarlo de sus congéneres, es por eso que una obra de las características de The House That Jack Built resulta complicado de poder interpretar convenientemente dada su por momentos inalcanzable creatividad no solo en referencia a compararlo con cualquier otro realizador contemporáneo sino al análisis correspondiente de la propia critica en la medida de ser una obra de difícil acceso y desgrane a la hora de poder ser abordada y diseccionada con las plenas garantías que se merece.

Dicha inaccesibilidad queda acrecentada con la sensación de que poco más de treinta líneas a la hora de hablar de ella devienen claramente como insuficientes, evidentemente y dada la innegable importancia que un servidor le otorga al film volvemos a ella de una forma mucho más detenida con motivo de su estreno comercial. El autorretrato deformado y ciertamente terrorífico que nos ofrece The House That Jack Built ha sido calificada por algunos, no sin parte de razón, como la capilla Sixtina del cine de los serial killer, dicho calificativo no pretende otorgarle ningún galardón como la mejor película realizada en dicha temática, más bien viene dada en referencia a su innegable densidad y matización a la hora de meditar a través de ella acerca de una feroz autocrítica sobre la moral humana, algo que extrapola la condición de mero retrato de una mente desvirtuada en favor de un estudio acerca del sentido de la creación a través del propio arte. Un servidor que ha seguido de pies puntillas la carrera del director de origen danés sin atisbos de fanatismos ni fobias infundadas nunca ha entendido que una provocación artística tenga que ser algo que algunos se empeñan en catalogar como criticable, en este sentido The House That Jack Built como brillante y sádico catálogo de horrores va la limite a la hora de exponer un  discurso en donde se nos expone la creación de obras de arte como un ente autodestructivo que a ojos del resto de los mortales pueden parecer atrocidades, uno tiene la sensación de que a Lars Von Trier le ha salido un relato más serio y en parte trascendental de lo que él hubiera pretendido en un inicio, ese supuesto y poco reconocible humor negro queda en parte dilapidado en base a una cierta socarronería de lo supuestamente explícito en referencia a la recreación de forma algo sistemática de la violencia infligida a las víctimas. Al igual que el Maniac de William Lustig (en el que nos detendremos próximamente tras su excelso pase en esta misma edición en una versión restaurada en 4K) o el Henry: Portrait of a Serial Killer de John McNaughton estamos ante una película contada desde la propia problemática, narrada desde dentro, o sea desde la mirada del asesino, pero a diferencia de estas ese ejercicio de metacine en referencia a cierta angustia existencia que es The House That Jack Built hace de dicho discurso como algo propio, consistente y evidentemente narcisista, de hecho este no deja de ser una confesión dialogada tanto en primera persona como con la ayuda de esa voz de la conciencia presentada bajos los rasgos de Bruno Ganz y expuesta a modo de descenso a un infierno que en su parte final nos remite de forma meridiana clara a La divina comedia de Dante, deviniendo como una muestra más, y ya van unas cuantas, de la innegable pericia autoral de unos de los indiscutibles genios cinematográficos que nos ha dado el cine en estas ultima décadas.

Valoración 0/5: 4’5

 

I Think We’re Alone Now

I Think We’re Alone Now nos cuenta la historia de Del, el supuestamente último hombre en la faz de la Tierra, un hecho del que se siente afortunado pues ya era un ser bastante solitario antes de no tener más compañía en el planeta. No obstante su soñada utopía existencial se verá interrumpida de golpe con la llegada de Grace, una adolescente en apariencia entusiasta cuya historia y motivos son toda una incógnita.

El cine post-apocalíptico centralizo este año su presencia en Sitges a través de la cinta independiente I Think We’re Alone Now, su director Reed Morano que con anterioridad había indagado en el thriller con la fallida Meadowland nos plantea en esta ocasión una mirada del subgénero en donde parece predominar una visión de la soledad a modo de bien liberador, tan estimable en lo referente a sus intenciones como algo deslucida en lo concerniente a una supuesta falta de sutileza expuesta de forma poco convincente.

En I Think We’re Alone Now poco importa el origen de la debacle, lo que prima aquí son las motivaciones de los protagonista ante esta nueva situación, como han de lidiar ante ella, todo expuesto a través de claro tono minimalista e incluso filosófico, en este sentido el film de Reed Morano es un relato en donde da la impresión que se prioriza más las texturas visuales, sonoras y por ende atmosféricas que el desarrollo narrativo de unos personajes que parecen no estar a la altura del entramado técnico orquestado para la ocasión, no deja de ser un contrasentido que el guion escrito por Mike Makowsky no termine de estar consensuado a una premisa que en su inicio da la sensación de estar planteada de una forma inteligente, esta no deja de ser un tratado acerca de la sociabilidad como ente toxico que una sociedad venidera que parece haber adoptado de una pretérita, al igual que un Robinson Crusoe ubicado en un futuro distópico en donde la soledad autoimpuesta como medida del sufrimiento interno parece ser la única solución viable a la hora de apartarse de imposturas sociedades recién creadas. I Think We’re Alone Now juega su principal baza a través de la exploración psicológica de sus personajes, quizás mostrada de forma algo abrupta en referencia a la falta de sutileza antes mencionada, en este sentido su resolución final deviene como algo torpe al no manejar los tiempos narrativos de una forma algo más adecuada, ese clímax final de alguna manera traiciona la esencia que hasta ese momento habíamos atisbado, unas reflexiones las planteadas que aunque poco profundas en su desarrollo al menos intentaban el ofrecer una visión algo alternativa y no al uso de lo apocalíptico en el cine.

Valoración 0/5: 3

 

Journal 64

La historia arranca con un descubrimiento: tras una pared falsa, se hallan tres cadáveres momificados alrededor de una mesa, y junto a un asiento libre. El detective Carl Mørck y su asistente Assad seguirán las pistas hasta una institución donde tenían lugar experimentos médicos. Allí, intentarán descubrir quién debía ocupar el cuarto asiento, en este nuevo caso del Departamento Q.

Hubo un tiempo en que Christoffer Boe parecía estar predestinado en ser  una de las voces autorales más interesantes surgidas del cine nórdico de estos últimos años, películas como Reconstruction, Allegro o Offscreen daban lugar a pensar en ello, sin embargo con el paso del tiempo Boe parece haber querido desprenderse de forma voluntaria o no de esa etiqueta que daba la impresión de que muchos le habían otorgado antes de tiempo, en este aspecto un trabajo tan entretenido como funcional como resulta ser Journal 64 no deja de ser un ejercicio de auto reafirmación genérica por parte de un realizador que da la impresión de querer zafarse de corsés autoimpuestos con anterioridad. Journal 64 pertenece a ese subgénero propio de adaptaciones al cine de populares novelas policiacas nórdicas, en este caso la cuarta entrega de la saga denominada como Los casos del Departamento Q del novelista Jussi Adler-Olsen. He de reconocer que me cuesta bastante el desgranar con algo de ecuanimidad un producto de semejante características, en este se percibe una cartografía casi de manual y de piloto automático en referencia a su desarrollo, un film de agradable visionado pero totalmente intrascendente a la hora de ir algo más allá de sus propios postulados, en este sentido su función de thriller rutinario resulta efectivo, se agradece en su trama alguna que otra derivación hacia lo macabro, ese inequívoco gusto por la morbidez en los asesinatos que son investigados no dejan de ser un activo en esta clase de películas, lástima que en todo lo demás no se atisbe nada nuevo en el horizonte, personajes excesivamente estereotípicos, indagaciones históricas que quedan muy en la superficie o cierta pretensión de querer ser más de lo que en realidad es son solo algunos de los males endémicos de un tipo de cine tan detectable y resultón en referencia a su consumo como extremadamente liso en lo concerniente a todo lo demás que precisamente no es poco.

Valoración 0/5: 2

 

Un couteau dans le coeur

Paris, verano de 1979. Anne, una productora de películas porno gay baratas, es una mujer violenta, víctima del alcohol y de sus propios demonios. Cuando Loïs, su editora y pareja, la abandona tras años de relación, Anne queda destrozada. Desesperada y decidida a reconquistarla, hace una película mucho más ambiciosa. Pero un asesino misterioso enmascarado merodea en su entorno y esto alterará su vida.

El francés Yann Gonzalez parece otro de esos autores predestinado en un futuro a estar presente en Sitges a cada nueva edición, tras su provocadora e inclasificable Les rencontres d’après minuit volvía al certamen con una película de connotaciones aún más genérica como es esta Un couteau dans le coeur, film revisionista en modo autoral a través de una mirada a un giallo de tintes fantasmagóricos ubicado en el universo del porno gay.

A su manera Un couteau dans le coeur toma como punto de partida tanto el Cruising de William Friedkin como cierto cine perpetrado en su día  por DePalma o Jess Franco, esta solo es una referencia de inicio pues el tono por el que transita Yann Gonzalez llega a ser tan personal como peculiar, hay quienes lo consideren que en ella exista una estética grotesca y estridente que dificulta en algo una asimilación genérica algo más en uso, al igual que otros autores lo de Yann Gonzalez consiste en apropiarse de conceptos varios y filtrarlos a través de en este caso una inusual mirada, como película de características retro con un trabajo de escenografía ciertamente potente Un couteau dans le coeur ambientada en el verano de 1979 parte de una inequívoca estética setentera en donde el exceso estilístico asoma a cada nueva secuencia de su metraje, plagada con colores saturados meticulosamente iluminados el film coquetea con derivaciones propias del giallo, slasher y el porno a través de una mirada desprejuiciada y en ocasiones chillona y casi de contornos camp, en este aspecto hay quien podría asegurar que estamos ante la película que Pedro Almodóvar no se atrevió a rodar en su día, lo que parece claro es que Un couteau dans le coeur es toda una agradable rara avis en el actual panorama genérico europeo no destinada a todos los paladares, plagada de metanarrativas al igual que algunos de los trabajos orquestados por Hélène Cattet y Bruno Forzani, un film en definitiva que lejos de la referencia o el homenaje al uso demuestra tener una vida propia a través de un trabajo que deviene como casi artesanal en su aplicación, de esas películas que para lo bueno y también lo malo no te ofrece medias tintas en lo concerniente a una manifiesta particularidad que puede derivarla con los años en una pieza de culto ha redescubrir, en este sentido el tiempo dictara sentencia a tal respecto.

Valoración 0/5: 3