Americana 2020 Día 3: The Vast of Night/The Art of Self-Defense

Dentro del Americana siempre ha habido un pequeño resquicio para algún film que indague sin muchas fisuras derivativas dentro del género fantástico inédito en nuestro país, algo que en cierta manera tiene su mérito, siempre que la propuesta lo valga naturalmente, dada la excesiva proliferación de festivales especializado en dicho género que copan dichos productos, en esta edición el turno recayó en el segundo trabajo tras las cámaras del realizador Andrew Patterson titulado The Vast of Night, la película nos sitúa en Nuevo México, Estados Unidos en la década de los años 50. Dos trabajadores de una radio local, un operador de radio y un pinchadiscos descubren una frecuencia que podría cambiar su vida y la de toda la humanidad para siempre, líneas telefónicas caídas, sospechosas señales de radio, bobinas de cintas ocultas en una biblioteca y una misteriosa llamada telefónica anónima llevarán a nuestros protagonistas a una peligrosa búsqueda hacia lo desconocido.

The Vast of Night fue posiblemente uno de los titulo más interesantes vistos este año dentro del Americana, independientemente de su aparente adscripción genérica estamos ante un film que representa casi a la perfección la validez de saber transitar con cierto aplomo los recovecos de lo que viene a representar la esencia del cine independiente, básicamente y resumiendo la originalidad técnica o narrativa por encima de los medios disponibles a la hora de su plasmación fílmica. Dicho esto no estaría de más el contextualizar y en parte clarificar ciertas etiquetas otorgadas de antemano al film de forma algo confusa que pueden llevar al despiste al espectador poco precavido, principalmente el referido a equipararla en base a ser un clon surgido del imaginario de la fundamental The Twilight Zone, a tal respecto señalar que la película de Andrew Patterson se sustenta básicamente a través del homenaje o la referencia de la mítica serie creada por Rod Serling y no tanto en el espíritu entendido como tal, al comienzo del film vemos una pequeña pantalla de televisión que emite un programa en blanco y negro a modo casi de némesis del de Serling titulado Paradox Theatre que sirve de preámbulo o introducción a la narrativa que se nos va a relatar a partir de ese momento, a tal respecto las similitudes son clónicas solo en apariencia, o sea a través de su carcasa, sin embargo la auténtica naturaleza de la película da la sensación de recurrir a texturas más propias de la Amblin de los años 80 que a la propia The Twilight Zone. Posiblemente una de las mayores virtudes que podemos encontrar en The Vast of Night consista en ver como Andrew Patterson se las ingenia, a través de diversos recursos técnicos tales como efectivos planos secuencia, para intentar disimular un argumento bastante simple que en parte no va más allá de lo que es su propia premisa, supuestos avistamientos de ovnis, visitas y secuestros alienígenas ubicados en una época que anida a través de la perplejidad de sus habitantes, a tal respecto The Vast of Night es esa clase de relatos que intenta evoca los dramas de radio de tiempos pretéritos, el tipo de cuentos fantásticos que llevaron a multitud de familias a reunirse alrededor de su aparato de radio y escuchar hasta altas horas de la noche ficciones fantásticas, historias en definitiva con un trasfondo que puede devenir como muy amplio pero contadas de una forma tan simple y sutil como efectiva.

El norteamericano Riley Stearns ya había dado cuenta con su opera prima Fauls de un interesante discurso que orbitaba principalmente sobre diversos estilemos acerca del narcisismo y control mental que solemos ejercer hacia las personas o viceversa, en un segundo trabajo tras las cámaras que se ha hecho esperar más de lo previsto Stearns vuelve a indagar sobre temarios parecidos a través de una sátira aún más marcada que en su primera película en donde se expone diversos cliques tóxicos acerca de la masculinidad contemporánea. The Art of Self-Defense nos cuenta como un hombre es atacado mientras camina solo por la calle, dicho suceso hará que decida apuntarse en un dojo de karate, lugar en donde un peculiar y carismático maestro le enseña mucho más que a defenderse a sí mismo, descubriendo un mundo siniestro de fraternidad donde impera por encima de todo la violencia e hipermasculinidad.

The Art of Self-Defense parte del ineludible hándicap de intentar en todo momento buscar un equilibrio ante las numerosas texturas genéricas que atesora en su haber, al igual que en su anterior Fauls The Art of Self-Defense podría partir de los postulados propios de la comedia satírica o negra, sin embargo en el relato encontraremos evidentes retazos dramáticos que subsisten dentro de una especie de reflexión acerca de una sociedad y unos personajes fracturados mentalmente, como viene siendo norma habitual en este tipo de películas la cuestión principal radica normalmente en mesurar o dosificar convenientemente el grado de humor evitando que este se convierta en caricatura pues de lo contrario se corre el riesgo de desvirtuar el resto de los conceptos expuestos, en parte Riley Stearns logra salvar dicha disyuntiva pese que el conjunto termine siendo bastante irregular e incluso poco contundente, como podemos apreciar en por ejemplo un clímax final que no consigue estar ni mucho menos a la altura de todo lo anteriormente mostrado. A un nivel temático y narrativo en lo concerniente a lo antes comentado la principal referencia que nos vendrá a la mente viendo la película será Fight Club, al igual que en el film de David Fincher uno tiene la sensación de estar ante un relato que intenta por todos los medios salirse de la norma mediante una cierta sofisticación conceptual casi a modo de un artefacto de índole literario que aquí da la sensación de ser una especie de historia corta que se quiere alarga más de la cuenta en base a una premisa que podríamos definir como una suerte de concepto sobre una violencia idealizada a modo de ente redentor que sólo termina engendrando aún más violencia al mismo tiempo que se ridiculiza todos los clichés habidos y por haber de la llamada cultura machista. Esperemos que un futuro no muy lejano Riley Stearns consiga adecuar con algo más de enjundia unos validos conceptos ya muy presentes en su autoría como pueden ser la insuficiencia e inseguridad en referencia al uso y exposición de diversos simbolismos expuestos a través de unos subtextos y una mordacidad que se atisban como ciertamente interesantes.