«Body Odyssey» review

Mona, culturista, parece una mujer obsesionada por un ideal deforme. El cuerpo es su contenedor inseparable, su aliado más fiel, su compañero de lamentos. Juntos, se encuentran en el umbral de su destino.

La sección Noves Visions volvió a ser uno de los apartados más interesantes de la pasada edición del festival de Sitges, un espacio nacido con vocación de ofrecer un contenido de tono arriesgado, poco dado a la catalogación genérica.  A tal respecto, Body Odyssey podría ser un perfecto ejemplo del tipo de contenido acorde a una sección de las características de Noves Visions. En el debut como directora de Grazia Tricarico predomina un evidente riesgo conceptual mediante una historia que indaga en la relación que tenemos con nuestro propio cuerpo, mostrado a través de una oscura y abstracta contemplación de realidades, obsesiones y deriva mental final, expuesta a modo de psicodrama onírico, dando cabida a conceptos tales como la transformación corporal o el mito de Prometeo.

La inmersión en la psique de una culturista es narrada aquí gracias a una disposición visual donde los cuerpos musculosos se colocan casi a modo de esculturas dentro de una composición, posicionamiento que se adentra en ámbitos expresivos de un tipo de cine que intenta dar sentido a la manera de rodar una determinada corporeidad; a tal respecto, y salvando las distancias evidentes, aquí la referencia principal podría ser cierto cine de un paradigma como es Claire Denis, o la más cercana en temática Gentle (2022), y la antítesis a nivel de formulismos, la muy cuestionable Love Lies Bleeding (2004). Body Odyssey tiene además el aliciente de poder ver por última vez en pantalla a un notable actor de carácter como Julian Sands.

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