
Paradise Hills

Paradise Hills nos sitúa es un internado de lujo del mismo nombre ubicada en una isla remota en donde familias acomodadas mandan a sus hijas para que sean entrenadas y educadas para ser mujeres perfectas al estar sometidas a un intenso tratamientos de belleza, gimnasia y dietas restringidas para tratar de eliminar todos los supuestos defectos físicos y emocionales que atesoran al entrar. Una joven llamada Uma es enviada allí pero pronto descubrirá que la residencia oculta un oscuro y terrible secreto.
En una edición en donde el nivel medio de las producciones patrias fue bastante decente la opera prima de la joven realizadora bilbaína Alice Waddington supuso un inevitable punto de discordia o inflexión con respecto a sus compañeras de viajes. Paradise Hills dadas sus muy particulares características nace involuntariamente con una inequívoca vocación, con la duda de su voluntariedad, de ser una película de naturaleza maldita, de esas que en el momento de ver la luz, normalmente a través de certámenes cinematográficos, suele ser vilipendiada por un gran sector de la crítica festivalera pero que al cabo de los años es en parte rescatada del olvido, en algunos casos incluso reivindicadas dada su singularidad, a lo largo de estos últimos
años Sitges ha presentado diversas propuesta que se ceñían a la perfección a dicha tesis, por poner solo dos ejemplos citaremos The Birthday de Eugenio Mira y el Atolladero de Oscar Aibar, ambos films comparten junto a Paradise Hills una condición de rara avis que las aleja de cualquier tipo convenciones genéricas amparadas en el convencionalismo.
Paradise Hills parte de la idea de ser de alguna manera un pastiche de referencias, las lecturas que nos llega a ofrecer devienen como infinitas, a un nivel estético y visual principalmente, en ocasiones expuesto a través de un tono inequívocamente barroco, Picnic en Hanging Rock está muy presente, también encontramos retazos de La residencia o incluso de La fuga de Logan, enmascarada argumentalmente a medio camino entre los rasgos de una distopía feminista retrofuturista y los cuentos de hadas al uso a modo de indagación fantástica en lo referido a problemáticas y rebeliones adolecentes con el empoderamiento femenino situado siempre en la trastienda del relato, a tal respecto Alice Waddington lleva muy al límite un catálogo que mezcla sin demasiadas sutilezas feminismo y ciencia-ficción. De alguna manera lo de Paradise Hills no deja de ser un desafío que dista mucho de ser redondo, más bien todo lo contrario, pese a que la intención sea loable esto no significa que el resultado final sea el adecuado, dicha valentía autoral la direcciona en muchos momentos a bordear esa peligrosa línea que separa la originalidad estética y el ridículo narrativo en un film que indaga más en lo emocional que en lo reflexivo, esto último a fin de cuentas un escollo ciertamente difícil de superar dada su nula profundidad en referencia a un desarrollo que se muestra en todo momento demasiado errático.
Valoración 0/5: 2
The Lodge

The Lodge nos cuenta como una joven mujer que está a punto de convertirse en madrastra se encuentra atrapada junto a los dos hijos de su prometido en una casa alejada de cualquier tipo de civilización por culpa de una fuerte nevada. Justo cuando la relación entre los tres parece que empieza a florecer y normalizarse la mujer adopta repentinamente una actitud aterradora que parece provenir del salvaje adoctrinamiento que sufrió en el pasado por parte de una secta religiosa.
Mucha expectación había suscitado en nuevo trabajo del dúo de realizadores compuesto por los austriacos Severin Fiala y Veronika Franz, en este su primera película en lengua inglesa vuelven a recurrir por temarios ya transitados en su notable opera prima Goodnight Mommy, de hecho no dejamos de estar ante una re visitación, en esta ocasión algo más direccionada al relato de terror psicológico de índole más puro pero volviendo a incidir en problemáticas y subjetivas desviaciones dentro del entorno familiar.
En The Lodge, todo vuelve a girar y transitar en torno a los infantes como entes detonantes o ejecutores de la problemática en cuestión o victimas de ella, al igual que en su anterior Goodnight Mommy en donde se prolongan obsesiones estamos ante una película de claras texturas minimalistas en torno a un trauma que da la impresión de estar diseñado y expuesto de una forma milimétrica en base a una perpetua tensión narrativa y escénica, a tal respecto su desarrollo estético es
ciertamente brillante, la fotografía a cargo de Thimios Bakatakis (habitual en el cine de Yorgos Lanthimos) vuelve a situarnos en un espacio claustrofóbico, su frialdad por momentos nos remiten a imaginaros asépticos surgidos de cineastas como el propio Lanthimo o Haneke, si en la anterior película era una lujosa casa de campo alejada de cualquier atibo cercano de civilización aquí nos encontramos ante otra vivienda que por culpa de un severo temporal queda completamente aislada, un virtuosismo técnico expuesto en espacios reducidos al completo servicio de una historia expuesta de forma bastante soterrada, Severin Fiala y Veronika Franz detrás de esa admirable construcción de ambientes, de planos sostenidos, no tienen mucha prisas por desvelar sus cartas, la jugada resulta ciertamente interesante por mucho que por momentos uno tenga la ligera sensación de percibir como un exceso de manierismos se sitúan por delante de una narrativa que por momentos deviene como algo mingue en contenidos, por el contrario su gran virtud posiblemente radique en como sabe en un primer momento incomodar para después perturbar en detrimento de simplemente aterrar, de alguna manera estamos ante una película meditada y calculada y no elevada, virtud esta que conlleva el librarse del escepticismo de fundamentalistas del género de terror, la ansiedad atmosférica del entramado con el concepto de la madre intrusa, la religión y el trauma de trasfondo juegan una baza importante al respecto erigiendo al dúo compuesto por Severin Fiala y Veronika Franz como unos muy aplicados constructores de desviaciones y psicopatías de naturaleza bastantes maquiavélicas.
Valoración 0/5: 3’5
Ready or Not

Durante la noche de su boda, una joven mujer recibe la invitación por parte de la rica y excéntrica familia de su nuevo marido para participar en una tradición ancestral que repentinamente se convierte en un juego letal en el que todos luchan por la supervivencia.
Incluso en un festival tan abierto en torno a dinámicas como resulta ser el de Sitges siempre es bien recibido propuestas lúdicas del tipo de Ready or Not, la única película distribuida por un gran estudio, 20th Century Fox, presente en el festival, el film de Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin deviene como un producto completamente desprejuiciado con respecto a lo que son sus verdaderos propósitos.
Situada a medio camino entre el slasher y la comedia de estética slapstick en Ready or Not, que además tiene el agradable añadido de ser producida por la intermitentemente renacida Hammer Films, todo transita a través de un ameno subtexto genérico, aquel que en ningún momento se preocupa de ir más allá de sus propios postulados, estos se basan en una multi referencia tan amena como efectiva, cogiendo como punto
de partida una premisa derivada de la fundamental El malvado Zaroff de Ernest B. Schoedsack el film de los responsables de la fallida Devil’s Due no profundiza en cuestiones tales como por ejemplo la institución matrimonial, la fantasía depravada aristocrática de dar caza al desfavorecido o el empoderamiento femenino, en Ready or Not, que se beneficia de una aplicada labor actoral a cargo de Samara Weaving, todo pasa a través de un divertimento de claras connotaciones guiñolescas, una suerte de sátira gótica que al menos tiene el beneplácito de saber equilibrar entretenimiento grotesco, con una buena dosis de gore, y una comedia negra con un ligero acento británico sin que esto último llegue a desvirtualizar el primer y en teoría fundamental concepto, por lo demás dicha fórmula deviene como perfecta a la hora de aplicar unos automatismos en donde las narrativas del todo vale se erigen como un status quo primordial a través de un producto tan distendido y afable en referencia a su comicidad con el espectador como efervescente en la medida de ser una propuesta totalmente carente de cualquier tipo de pretensión y complejidad posible.
Valoración 0/5: 2’5
Il signor Diavolo

Carlo es un chico de 14 años que ha matado a otro llamado Emilio, a quien cuidaba el párroco local. El Ministro del Interior italiano quiere saber qué es exactamente lo que ha sucedido, ya que la relación entre la Iglesia y las instituciones políticas no pasa precisamente por su mejor momento. Carlo acusa al diablo de ser el responsable de lo sucedido y comenta la influencia que ha tenido sobre él una monja. El adolescente está convencido de que Emilio fue el responsable de la muerte de Paolino, su mejor amigo, dos años antes.
Uno de los puntos álgidos de esta edición del Festival de Sitges fue el reconocimiento en forma de un merecido homenaje otorgado al veterano realizador italiano Pupi Avati, en su extensa carrera como director encontraremos indagaciones dentro del género fantástico ciertamente interesantes como Balsamus l’uomo di Satana o Le strelle nel fosso pasando por ya reconocidos clásicos como La casa dalle finestre che ridono, Zeder o la magnífica L’arcano incantatore, curiosamente y pese a una alternancia genérica en su filmografía muy visible Avati siempre ha regresado de una forma relativamente continua al género de terror, Il nascondiglio de 2007 no dejaba de ser una interesante re visitación de temarios ya transitados con anterioridad, a sus 80 años de edad el realizador italiano continua ampliando un legado cinematográfico ciertamente notable, Il signor Diavolo basada en una novela escrita por el propio Avati y publicada el pasado año supone un nuevo acercamiento por parte del realizador de origen boloñés al género fantástico siendo una de las propuestas más coherentes y lucidas en el ámbito autoral de las vistas este año en Sitges.
No deja de tener un regusto algo amargo por lo que respecta a un servidor el paso del gran Pupi Avati por el Festival de Sitges, las dos proyecciones en pantalla grande de sus películas, Zeder y la que nos ocupa no tuvieron el beneplácito del lleno en el cine Prado por parte del público del certamen, una pena que estas oportunidades, en cierta manera únicas, de descubrir en primera persona una trayectoria pretérita de un autor tan fundamental como resulta ser Avati no figure como una opción
primordial por parte de un tipo de espectador que el propio festival a lo largo de estos últimos años ha ido direccionando de forma casi forzada al evento y las inmediatez cinematográfica, en tal sentido no basta con programar, se tiene que publicitar adecuadamente ese esfuerzo realizado, de alguna manera obligar y empujar al espectador virgen al descubrimiento como tal. Sea como fuere la notable Il signor Diavolo viene a significar la certificación de una militancia que deviene como irrenunciable en su manera de entender una forma de hacer cine, ambientado en el denominado Padano gótico el film indaga a modo de supersticiones atávicas, una temática que ya estaba más o menos presente en sus anteriores L’arcano incantatore y Il nascondiglio, en Il signor Diavolo la diversidad genérica está aún más presente si cabe, desde el thriller policíaco de investigación pasando por componentes políticos, religiosos y evidentemente demoniacos, también encontramos en el relato algún que otro apunte autobiográfico en relación a esa sempiterna confrontación que anida en la fe existente y creencia, o no, del ser humano. Il signor Diavolo termina siendo como no podía ser de otra manera una película de connotaciones atemporales, dado un esteticismo que parece proveniente de otro tiempo seguramente más de uno la tildara de anacrónica, nada más lejos de la realidad pues que puede haber más actual que una irrenunciable constancia de tratados que no se detienen en echar mano a modernidades liquidas, en parte el film de Pupi Avati y su manera en general de percibir el medio cinematográfico deviene como una especie casi en extinción, en desuso, un cine tan artesanal en su definición escénica como familiar a la hora de poner en pie un proyecto que da la impresión de ir a contracorriente, su hermano Antonio y su hijo Alvise han estado presentes a la hora de dar forma a esta producción. Il signor Diavolo termina siendo un regreso al inicio de ese clasicismo gótico que curiosamente nos advierte de la proximidad del final de una carrera, claramente reflejada en una de las cintas más libres de espíritu y sinceras con respecto a su adscripción genérica de las vistas este año en el Festival de Sitges.
Valoración 0/5: 4
Kindred Spirits

Chloe es madre soltera, vive con su hija adolescente y mantiene una relación clandestina con su vecino Alex. La irrupción de su hermana Sadie, que regresa a casa tras una larga y misteriosa ausencia, removerá los cimientos de su vida, sobre todo, porque Sadie parece tener intenciones algo dudosas respecto a todos aquellos que se acercan a Chloe.
Kindred Spirits supuso la vuelta a Sitges de un viejo conocido del certamen como es Lucky McKee, con respecto a su nuevo trabajo tras las cámaras su inclusión en una sección como es Noves Visions es cuanto menos bastante discutible partiendo de la base que dicho apartado está en un principio destinado a obras arriesgadas en referencia a contenido y autoría, curiosamente la nueva película de Lucky McKee da la inequívoca impresión de estar situada más bien lo más lejos posible de dichos postulados.
Yendo un paso algo más allá uno intuye que si este film no hubiera estado dirigido por Lucky McKee difícilmente hubiera sido programado en Sitges poniendo nuevamente sobre la palestra esa cuestionable tesitura de como algunas selecciones están más direccionadas por el responsable que la obra en cuestión. Kindred Spirits no deja de ser un paso más en lo concerniente a la involución autoral de Lucky McKee, lejos queda aquella opera prima titulada May, un thriller psicológico en donde pese a sus carencias se podía percibir un
imaginario por desarrollar bastante prometedor, The Woods, Red o las algo más desinhibidas The Woman y All Cheerleaders Die fueron trabajos transitorios que nos ponían un poco a la espera de un despegue que no se ha producido aun, a trabajos algo alimenticios como Blood Money se le une este Kindred Spirits situándonos en el punto más bajo de su carrera hasta el momento, la película no deja de ser una indigesta y estandarizada recopilación de ese concepto tan habitual en algunos films de los años 90 expuestos a modo de thriller psicológico en donde un elemento exterior se introduce en un entorno familiar para desestabilizarlo, Pacific Heights o The Hand That Rocks the Cradle son solo unos ejemplos, Kindred Spirits parte de dicha premisa, aquí el elemento distorsionador sin embargo proviene del propio núcleo familiar representado en la figura de una hermana que vuelve tras un tiempo ausente, el elemento psicótico vendrá en la medida de ver cómo esta intenta suplantar la personalidad de su sobrina. Kindred Spirits sin embargo no va más allá de dicho enunciado, su realización y rutinaria puesta en escena parece direccionada a las tv movies de sobremesa, todo resulta tan previsible como manido, no hay atisbo alguno de lo original y conceptual de aquellos primeros trabajos perpetrados por Lucky McKee, de hecho Kindred Spirits dada su más que notoria intrascendencia de forma dolorosa parece situarse en las antípodas de aquellos lejanos tratados.
Valoración 0/5: 1’5
Little Monsters

En Little Monsters vemos como Dave, un músico sin éxito, decide acompañar a su sobrino a una excursión del colegio tras sentirse atraído por la profesora Miss Caroline, a dicha excursión se une también una celebridad de un programa infantil. Dicho día de ocio para los niños dará un giro inesperado cuando repentinamente aparece un brote de zombies que pone sus vidas en riesgo haciendo que Dave y Miss Caroline provistos tan solo del ingenio de unos cuantos niños de guardería deban unirse para intentar salvar sus vidas.
Como no podía ser de otra manera el subgénero zombie estuvo presente en Sitges, Little Monsters de Abe Forsythe al igual que el Zombieland Ruben Fleischer también presente en el certamen años atrás y como ejemplo de dicho conclave genérico vino a cubrir de alguna manera esa cuota de cine amable direccionado a una comedia con claras texturas direccionadas a la feel-good movie o a la family friendly final, un producto que al mismo tiempo sirve como vehículo de lucimiento a una actriz tan en alza últimamente como es Lupita Nyong’o.
A través de un análisis superficial resulta muy evidente que Little Monsters está estructurada en base a una plantilla que deviene como muy reconocible, sus mimbre plenamente detectables juegan de alguna manera sobre seguro, el espectador a los pocos minutos de metraje sabe por dónde irán los tiros, si aceptas conscientemente el juego la experiencia llegará a ser satisfactoria,
en este sentido el entorno de Sitges deviene dada su innegable complacencia con este tipo de películas como perfecto para dicha simbiosis, por el contrario si lo que se busca es algo de originalidad que la aleje de una tangente preestablecida en el producto la sensación final será la de decepción o cierta intrascendencia pues el film del australiano Abe Forsythe no va más allá de los postulados arriba citados. Llegados a este punto posiblemente el grado imprimido de humor negro, de irreverencia, sea lo que salve al conjunto de esa cierta irrelevancia final, en Little Monsters la encontraremos pero de forma algo escueta, hay apuntes con especial incidencia en el personaje del popular y narcisista presentador televisivo, en el detectamos algo de corrosividad en el relato, al final la sensación de usar y tirar prevalece un referencia a una película amable en lo comedido de su tono que busca en todo momento la empatía en especial en base a su musicalidad, un tratado de claras connotaciones naif que difícilmente fallara en su propósito si se recurren en estas lideres a temas de Taylor Swift, Hanson o Neil Diamond por ejemplo, una efectividad incuestionable que terminara por nublar cualquiera otra consideración posible que vaya más allá de dicha fórmula.




estando sola en el mundo, la historia expuesta siempre al filo del documental se ampara en parte en una puesta en escena muy deudora de los hermanos Dardenne por aquello de transitar todo momento bajo un tono en apariencia frio a través de conflictos sociales ubicados normalmente en barrios marginales.
con ciertas texturas a la hora de abordar un tono que nos remite a una cierta sensación de prefabricación, también en lo referido a unos manierismos bastante detectables últimamente en ese cine patrio que pretende ser comercial, dicho de otra manera estamos ante un producto manufacturado en donde el continuo subrayado juega en todo momento en su contra, perpetuos planos ralentizados para resaltar los momentos de mayor dramatismo o una agresividad que da la sensación de estar impostada por poner solo dos ejemplos. No deja de ser una pena el resultado final, bastante intrascendente, a fin de cuentas los mimbres eran interesantes, escenarios reales que nos trasportan al extrarradio de una ciudad a modo de un submundo en donde casi todo está permitido expuesto con un cierto atisbo de aroma a aquel añorado cine quinqui rodado en nuestro país en los años setenta y principios de los ochenta, todo ello sin embargo son apuntes que devienen como esporádicos en referencia a una supuesta aplicación que termina sustituyendo para mal un tono de tragedia shakesperiano presente pero no ejecutado con solvencia a favor de una estridencia mal entendida provista de claras texturas que nos acaban remitiendo a una especie de videoclip de consonancias y texturas bastantes pueriles.
a su mercado y sus críticos a través de una mirada nada complaciente, por poner solo dos ejemplos uno sería The Square de Ruben Östlund, película con el que comparte protagonista principal, un ajustado Claes Bang, y en clave fantástica la fallida Velvet Buzzsaw de Dan Gilroy, con respecto al film de Giuseppe Capotondi sin embargo sus semejanzas devienen como parciales al estar ante una obra de connotaciones genérica algo duales, en dicha aseveración convendría resaltar que pese a ser un producto entretenido e incluso interesante en su primer tercio por según que apuntes que meditan acerca del arte pese a una cierta verborrea por momentos algo indigesta, un tramo en donde se nos presenta a unos personajes que actúan según lo que les dicta el entorno en el que se mueven, por otra parte hay una segunda parte en la película que sin embarga resulta mucho menos interesante, su algo forzado y caprichoso viraje al noir artístico, o más bien al thriller al uso la hacen bastante predecible en lo concerniente a su narrativa, en tal respecto tanto como indagación autoral o como propuesta comercial The Burnt Orange Heresy da la impresión de quedarse en tierra de nadie, más afortunada en una parcela que en otra siempre nos quedara el consuelo de su presencia actoral, porque bien pensado el film de Giuseppe Capotondi deviene como un perfecto vehículo de lucimiento de dicho tratado artístico, curiosamente y de forma algo contradictoria con actores como el gran Donald Sutherland que no requieren de esa especie de ese vehículo de promoción, lo suyo es simplemente llenar en el buen sentido de la palabra la pantalla con su sola presencia.
a tal respecto no deja de ser algo curioso las referencias y puntos de partidas utilizados por el realizador francés al comprobar como en otras de sus películas centradas en universos de adolescentes conspirativos como era Nocturama cogía conceptos muy reconocibles de otro de los puntales principales del cine de zombies como es George A Romero.
de inicio no ser convencionales aunque al final en parte lo sea en según qué discutibles manierismos expuestos en su tramo final, la principal referencia al film la podemos encontrar en películas tales como Ciudad de Dios o Tropa de élite, en tal aspecto el punto de partida y posterior desarrollo es similar, su desarrollo sin embargo intenta alejarse algo pese a que el retrato de ese microcosmos social de desfavorecidos en base a unos protagonistas imposibilitados de salir de esa especie de hormiguero ubicado en el corazón de las favelas parezca en un principio idéntico al de sus congéneres. El film de Paxton Winters tiene al menos la virtud de no recrease en la miseria, por fortuna tampoco la juzga, o al menos no de una manera gratuita dando la impresión de estar ante un relato más focalizado en la humanidad de los protagonistas que en la violencia criminal del entorno en el que subsisten, de igual manera nos asistimos a discursos alegóricos en torno a la denuncia entendida como tal, el tono, bastante ameno, transcurre a través de una especie de thriller de connotaciones melodramáticas, en el detectamos una reflexión acerca de la familia como núcleo social motivador, también del anhelo de este por conquistar una libertad, una quimera a fin de cuentas, cuyo final queda escenificado con cierto aplomo en cómo llegar a sobrevivir de una manera u otra a un entorno que deviene como hostil.
tan ridícula como hilarante, en el percibimos retazos de slapstick y ligeros apuntes que nos remiten a los primeros trabajos de Woody Allen y hasta a un leve espíritu que nos recuerda a imaginarios provenientes de Jacques Tati, el problema viene dado en la medida de que dicho chiste deja de tener gracia a los quince minutos de metraje haciendo acto de aparición el agotamiento, una vez llegados a este punto dicha dupla cómica se torna en bases a sus maneras muy cuestionable por no decir ininteligible en referencia a su análisis, tanto como su inclusión en la Sección Oficial a competición.
identidades dentro de una misma persona, el de una víctima y la problemática construcción de lo que debería ser su vida adulta, el film orquestado por el hasta ahora actor, dramaturgo y guionista Gonçalo Waddington apuesta fuerte por una narrativa tan sugerente como desconcertante y en parte fallida aunque no desprovistas de apuntes interesantes ubicado en una historia que no muestra prácticamente nada siendo el espectador el que en parte se vea obligado a rellenar huecos, decisión esta tan compleja en referencia a su ejecución como parcialmente discutible en la medida de lo voluntariamente aséptica que es en prácticamente todas sus facetas, tantas narrativas como escénicas , expuestas todas ellas sin apenas florituras estilísticas, en dicho entramado nos encontramos ante una película que lastra una muy evidente morosidad, especialmente palpable en la parte central del relato, el transito estará expuesto a través de esa supuesta radiografía de un enigma a modo de reflexión sobre el posible origen del mal en el ser humano, el resultado final tendrá la misma tesitura que el origen, tanto uno como el otro plagado de unos silencios que devienen como ciertamente estremecedores.
y que les permite el poder entablar un dialogo al poder situarse ambos a un mismo nivel de comunicación, a partir de ahí hará acto de presencia la sencillez a la hora de ir desarrollando una historia posiblemente demasiado primaria que por fortuna huye de la grandilocuencia y que no va más allá de dicho enunciado, el de la honestidad de una confesión, por momentos una tosca divagación, pero también el referido a una recepción, tampoco es que le haga falta bastante más la verdad y mucho menos que su intención sea el expandir temario, Maider Fernández Iriarte en parte adopta una posición en base a la escucha entendida como tal, del mismo modo hace participe al espectador de todo ello, un tratado en definitiva sobre la comprensión expuesta de forma tan sencilla como honesta en referencia a lo que es, o pretende ser, su principal dictado.
una especie de hijo putativo de Sitges, en cada edición estaba presente con más de un título llegando incluso a rodar una película en la localidad catalana, la algo indigesta JoJo’s Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable, una vez reducida en algo su proclive hiperactividad Takashi Miike sigue sin hacerle ascos a ningún tipo de trabajo, sin embargo va depurando su discurso dando la impresión de no tener la imperiosa necesidad de llamar la atención, de provocar en definitiva, sus trabajos dejan de ser un coto privado destinados a festivales de género, a tal respecto a nadie sorprendió que su First Love estuviera presente en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes, también estuvo presente en San Sebastián dentro de la sección Zabaltegui en un certamen que al igual que aquel lejano 1999 ahora está dirigido por Rebordinos, curiosamente el círculo se cierra de alguna manera.


Lo mejor que se puede decir de un producto de las características de Code 8 es su innegable falta de pretensiones, algo evidente en un film en el que se detecta un esmero por entretener al espectador, llegados a un punto el apunte social de denuncia muy presente en su enunciado y en la presentación de los personajes pasa a un segundo plano casi imperceptible a favor de subtramas algo liquidas direccionadas principalmente al espectáculo de contornos pueriles, por consiguiente el film de Jeff Chan cumple en parte con el propósito de entretener al respetable en base a una historia de narcotraficantes y policías, de buenos y malos en definitiva, aderezada con unos correctos efectos visuales pero poco más, la sensación final es la de ser un film de textura algo intranscendente en su conjunto, en este caso de bien poco sirve tener un envoltorio atrayente en un principio, ese retrato de una sociedad distópica en donde libertades y privacidad son suprimidas a la fuerza por un poder estatal que arrincona al diferente, si al final se recurre a estereotipos genéricos manidos mil veces, la sensación en este caso, de una corrección bastante simple, no da lugar a encontrar en el producto ningún tipo de resquicio posible a la hora de buscar una trascendencia que le aparte de ciertos convencionalismos ya vistos con demasiada frecuencia con anterioridad.
Netflix está reclutando a directores que con anterioridad habían dejado una interesante impronta en el género fantástico con sus primeros trabajos pero que de alguna manera se habían quedado varados en referencia a seguir mostrando dicho discurso, en apenas unas semanas de diferencia Netflix ha estrenado nuevos trabajos de directores cuyos inicios habían sido tan prometedores como es el caso del propio Vincenzo Natali, Brad Anderson o Jim Mickle, a tal respecto recordemos que el responsable de Cube llevaba desde el año 2013 sin realizar un trabajo para la gran pantalla viviendo hasta la actualidad de alimenticios trabajos televisivos. In the Tall Grass supone pues un regreso en parte afortunado por parte de un realizador que siempre ha mostrado ser un narrador bastante aplicado, para más inri estamos ante un producto de un empaque técnico en referencia a su diseño de producción muy a tener en cuenta con un especial tino en referencia a su composición de encuadre, si una cosa es evidente es la sobrada solvencia de los directores arriba citados en estas líderes. Aun así In the Tall Grass queda algo alejada de ser una película perfecta, especialmente en referencia a esa llamada credibilidad fantástica de como contar una historia y que esta llegue a ser coherente, el estar rompiendo reglas continuamente a través de su narrativa acerca de quien está vivo o muerto, en que tiempo y espacio nos encontramos etc resta una evolución solida al relato direccionado al espectador a cierta confusión que inevitablemente lleva a un desinterés por lo que está presenciando. Con todo In the Tall Grass termina siendo un producto digno y en parte meritorio plagado de interesantes pinceladas expuestas tanto a un nivel genérico como social/familiar que nos devuelve a un autor cuyo supuesto talento es merecedor de no estar enclaustrado durante tanto periodo de tiempo.
de diversos y algo toscos flashbacks en donde se nos intenta poner al tanto del origen de dicha problemática, la particularidad en esta caso viene en la medida de ver como el asesino en serie no coge a sus víctimas al azar sino que intenta castigar al que él cree merecedor de sus actos, la enfatización del espectador hacia el psycho-killer se erige pues como condición sin ecuanon al ser guiados dentro de un relato en donde llegados a un determinado punto la similitudes a la serie televisiva Dexter devienen como muy evidentes. De hecho el film de Henry Jacobson tiene el dudoso beneplácito de pese a no ser original intentar al menos ser efectiva, del mismo modo el film está plagado de ligeros formulismos referenciales no solo direccionadas a la conocida serie televisiva sino inspirados en imaginarios surgidos de películas de Brian De Palma o Dario Argento por ejemplo, las referencias sin embargo son expuestas de forma muy liviana por no decir torpes, tanto como sus previsibles pistas y giros argumentales en una película cuya síntesis queda perfectamente y de forma muy predecible plasmada en su título por aquello de ver como la familia que mata unida permanece inquebrantable en su unión.
como en su anterior 31 son inconfundibles como marca de la casa, con especial atención a lo políticamente incorrecto a modo de una subversiva violencia extrema aplicado todo ello a un contexto social actual, por otro lado tenemos una repetición sistemática de dichas referencias, mirándolo bien 3 From Hell podría ser perfectamente la misma película que The Devil’s Rejects, más que una continuación como tal deviene como un anexo suplementario añadido catorce años después, el problema viene dado en la medida que si analizamos las dos películas como una obra unitaria incluso añadiendo los lugares comunes vistos también en 31 llegamos a un momento en que la repetición de conceptos causa un cierto y lógico agotamiento. Posiblemente Rob Zombie tras ese sumun autoral que es The Lords of Salem haya decidido por voluntad propia quedarse en ese universo que da la impresión de no tener ningún tipo de remedio o solución, transitar por vías de índole infernal ya preconcebidas al ser consiente de no poder trascender más allá del trabajo arriba citado, este posicionamiento no tiene por qué ser algo negativo forzosamente, la película aunque juegue con las cartas marcadas no deja de ser un regreso realizado con cierto brío, su parte final nos remite claramente a retazos del cine de Sam Peckinpah y en especial a su fundamental Grupo salvaje a modo de un salvaje aquelarre contra la falsa corrección y las buenas maneras, a su modo y en definitiva, un tipo de cine que transita orgulloso a través del dogma cinematográfico entendido como tal, algo que por repetitivo en una trayectoria no deja de tener una valía muy a tener en cuenta en unos tiempo en donde la innovación no ejerce en la mayoría de casos como tal.
buena mano a la hora de indagar en el suspense psicológico. Fractured representa a la perfección dicha tesis, un aplicado y entretenido thriller con inequívocos retazos hitchcockianos, de narrativa juguetona y provista de ligeros apuntes a modo de crítica al sistema sanitario estadounidense, en tal sentido Brad Anderson, con la ayuda de un solvente Sam Worthington, pese a lo manido del material del que dispone le sabe sacar provecho en la medida de saber mantener una narrativa direccionada a mantener la tensión durante prácticamente todo el metraje, a un servidor le gustaría añadir un inciso en lo concerniente a cierto recibimiento excesivamente negativo del film por parte de un nutrido grupo de críticos y espectadores haciendo especial hincapié en cómo han detectado la trampa argumental desde prácticamente el inicio del film señalándolo como una mera repetición de esquemas vistos con demasiada frecuencia con anterioridad, en tal cuestión Fractured es un perfecto paradigma en unos tiempos en donde mayoritariamente analizar películas parece sintetizado en catalogarlas como buenas o malas sin apenas contextualizar la propuesta en cuestión, posiblemente en dicha contextualización del producto Fractured, por mucho que las revelaciones sean predecibles, encuentre su muy válida razón de ser, pues a fin de cuentas en un cierto tipo de cine en donde lo más importante y en parte su razón de ser radica en lo relativo a lo que es su trayecto y no tanto en su destino final como muchos de forma insistente parecen estar empecinados en recalcar en una obra que bien merece ser mirada con una visión algo más ecuánime.
The Living and the Dead o Red White & Blue cambia en esta ocasión de tercio y temática a la hora de presentarnos un fresco histórico gansteril ambientado en los bajos fondos de la capital británica. Once Upon a Time in London arrastra el pesado lastre de no saber medir con ecuanimidad su algo desmedida ambición, dicho de otra manera estamos ante esa clase de productos que quieren abarcar más de lo que en realidad está a su disposición especialmente en lo referido a un nivel presupuestario pero también en lo narrativo de su impronta, hay momentos en lo que uno tiene la sensación de percibir como Simon Rumley que parece tener ciertas urgencias por contar todo y no dejarse nada en el tintero derivando en serios problemas a la hora de estructurar adecuadamente personajes y sub tramas, el tono final es la de cierta intrascendencia y manufacturación por lo confuso y en parte precipitación de su desarrollo poniendo de manifiesto como algunos realizadores se mueven mucho mejor planteando y desarrollando historias de ambivalencias modestas, producciones en su mayoría de cáliz independiente, que en grandes empresas en donde encuentran multitud de dificultades a la hora de poder domarlas con una cierta solvencia.

encontramos ante un auténtico deleite visual en base a un ejercicio de estilo ciertamente admirable, grandes panorámicas, utilización del sonido como ente perturbador, inspirados encuadres etc, el gran lastre lo encontramos en lo concerniente a su narrativa, está en realidad apenas existe y lo poco que detectamos de ella llega a ser intrascendente, que Malgorzata Szumowska a lo largo de su carrera ha incidido con cierta rebeldía en normas y convicciones sociales es harto evidente, sin embargo en The Other Lamb, cercana a la distopía mental de El cuento de la criada, su acercamiento a cuestiones tales como el heteropatriarcado y el empoderamiento resultan bastante pueriles por no decir previsibles, tanto como las analogías existentes en referencia a la primera menstruación de la protagonista principal y la sangre derramada de los animales por poner solo un ejemplo, metáforas en definitivas muy manidas e hijas putativas de los tiempos del Metoo en lo concerniente a su propia contradicción, un lastre demasiado pesado que no logra disimular su estilismo preciosista.
adentrarse en cómo cada ser humano se enfrenta a sus propios miedos, o de cómo llegar a poder asumir dicha disyuntiva vital, en el relato escenificado por la llegada de una muerte inminente, cineasta chileno al contrario que por ejemplo el Morir de Fernando Franco con el que guarda más de una similitud argumental se decanta en esta ocasión por situaciones bastantes más sugeridas que explicadas como tales, en cierta manera Vendrá la muerte y tendrá tus ojos es un poema sobre la muerte, o varios dadas sus ramificaciones narrativas, del mismo modo no deja de ser un relato que continuamente está transitando a través de la ensoñación, este da la impresión de estar expuesto a modo de fábula moral acerca del amor y la muerte, su tono por momentos casi fantasmagórico pueden direccionarnos a imaginarios surgidos de la mente de Apichatpong Weerasethakul en base a esas historias en donde sus imágenes y lo que hay detrás de ellas están continuamente dialogando acerca de cómo poder transmitir emociones al espectador.
originalidad de apartarse del tipo de películas que se mueven de forma convencional por el cine de denuncia social, el relato de Mati Diop anida a través de ello, nos muestra la desazón de una juventud condenada a la pobreza cuya única fuga posible consiste en hacerse a la mar, sin embargo recurre a una especie de lirismo fantástico a la hora de narrar diversas parábolas sobre la inmigración y la pérdida de un ser querido en referencia a la metamorfosis de las jóvenes marcada por la pérdida de esos seres queridos, a tal respecto Dakar nos es mostrada como una ciudad taciturna y fantasmal en donde el océano se traga a los desdichados protagonistas, también hay sitio para exponer diversos retazos de la cultura y folclore local, a tal respecto y al igual que otra película presentada en esta sección como es la notable Zombi Child de Bertrand Bonello su aproximación e indagación temática a la fundamental I Walked with a Zombie de Jacques Tourneur resulta ciertamente interesante, sin embargo el conjunto global deviene como excesivamente heterogéneo en las algo innecesarias idas y venidas de un desarrollo que reclama un atrevimiento formal algo más notorio, con todo en Atlantique en base a esos registros líricos tan bien aprovechados aunque irregulares se percibe una interesante voz autoral muy propia de la cual habrá que estar muy atentos y prestar la debida atención en un futuro.
Répertoire des villes disparues podría partir de la tesis de como un pueblo comienza a convertirse en algo fantasmagórico, no en relación a ninguna maldición digamos ancestral, por el contrario el elemento social está integrado en el relato de una forma muy sutil, Denis Côté que se vale continuamente del fuera de campo de alguna manera nos habla de la desconfianza al desconocido algo que deriva inevitablemente en xenofobia en la medida hablar acerca de cuerpos olvidados que de una forma inesperada necesitan de ser visibles. Digno de mención en este film de narrativa elíptica que en todo momento sabe situarse a medio camino entre el realismo social y lo sobrenatural es el referido a su tono formal, en unos tiempos en donde el virus Netflix de la digitalización pone en evidencia, especialmente según que visionados en pantalla grande, la autentificación casi artesanal de la imagen cinematográfica como tal está muy presente en Répertoire des villes disparues, la fotografía granulosa en 16mm o la particularidad del uso del sonido en el relato vienen a ser otros añadidos a tener en cuenta de una de las películas más peculiares e indescifrables en el buen sentido de la palabra de este 2019.
no solo en referencia un hipnótico inicio que parece colindar con lo fantasmagórico sino también en lo referido a ver un modo de vida que da la impresión de estar en vías de extinción, el poder de esas imágenes nos lleva a contemplar la imposibilidad del protagonista principal de poder purgar pecados del pasado, el responsable de Mimosas a través de cierto atavismo parece hablarnos principalmente del regreso y posterior comportamiento a un ámbito escénico concreto, las montañas de Lugo, la imposibilidad de volver a ser aceptado en relación a un relato que incide principalmente en la contemplación rural, a partir de este dictado los matices expuestos son infinitos, hay una frase en la película que podría definir a la perfección su síntesis, en un momento dado la madre de Amador en referencia a la expansión descontrolada de las raíces del eucaliptos le dice a su hijo Si causan sufrimiento es que ellos sufren, a tal respecto pocas veces una realidad antropológica quedo tan bien narrada y retratada por una de las voces de nuestro cine con más personalidad de la actualidad.
están muy presente en un trama que hace de la inseguridad (ojo a esa escena premonitoria en el restaurante de la protagonista con su ex pareja y que nos pone sobre aviso de lo que estar por llegar) una patología de la paranoia interna, en este aspecto el notable trabajo de Ina Weisse es ciertamente admirable a la hora de mostrarnos una tensión latente a través de una puesta en escena que nunca llega a eclosionar pero que sin embargo a la larga tendrá unas consecuencias tan inquietantes como desgarradoras. Como certero análisis visto a través de un prisma familiar que indaga en la hondura psicológica The Audition de alguna manera encuentra su mejor virtud en lo extremadamente austera y rigurosa que resulta ser a la hora de circunvalar un entorno determinado a dicho imaginario personal que deviene como quebradizo, la enfermedad mental de la protagonista principal está ligada inevitablemente a un sistema social, cultural y económico que da la impresión de imponer el éxito por encina de cualquier otro tipo de cuestión, el ultimo y magistral plano de la cinta no deja de ser una síntesis perfecta de todo lo que se nos ha explicado con anterioridad, a tal respecto no hay lugar a la hora de emitir juicios sobre según qué actos de los que hemos sido testigos, tampoco diálogos que sobre expliquen la terrible disociación que nos es mostrada.
del presente como pueden ser por ejemplo Takeshi Kitano o Bong Joon-ho, por otra parte asistimos a un trabajo inequívocamente autoral, en tal sentido a Adilkhan Yerzhanov que tiene tiempo incluso de transitar a través de un humor que parece mirar sin pudor a imaginarios provenientes del cine de Jacques Tati no parece importarle mucho ni el ritmo ni el tempo narrativo de la película, esto puede suponer para el espectador no predispuesto un inconveniente de difícil escollo, al igual que el farragoso día a día de sus protagonistas en A Dark-Dark Man el tiempo parece estar suspendido en un limbo, a tal respecto la mirada del cineasta deviene como clave, de alguna manera la apuesta es arriesgada y por consiguiente digna de elogio, el estilo en esta ocasión siempre quedara situado por delante de convencionalismos genéricos en una cinta de naturaleza atrevida que nos habla principalmente de esa sempiterna colisión adyacente en la inocencia y en una culpabilidad moral casi viral dentro de una sociedad en donde la corrupción anida en un sistema que genera por igual víctimas y verdugos y en donde no parece haber resquicios intermedios posibles como comprueba de forma fatalista el atribulado protagonista del relato.
Expuesto a modo de pastiche y juego cinéfilo, Zeroville intenta generar una reflexión sobre la cinefilia llevada al límite, un film que empieza por causar una cierta curiosidad por lo insólito de su naturaleza a contra corriente, sin embargo la broma dura bien poco hasta llegar a convertirse en una especie de chiste deslavazado pasado de rosca, imposible de unir con un mínimo de coherencia, el conjunto final deviene con muy poca gracia bordeando por momento lo irritante.
iba a desencadenar en el país. Puestos al día de la situación el grupo de vecinos decide organizarse y armar un minucioso plan con el objetivo de recuperar lo que les pertenece. El film de Sebastián Borensztein que ha venido a ser la gran apuesta comercial de la temporada para el cine argentino tiene la particularidad de abordad un tema tan espinoso como fue el corralito con bastante ligereza, una película revanchista, por momentos colindando con el slapstick criminal, pero de claro tono buenista y calado agradable en donde se recurre a la consabida hibridación genérica en esta clase de relatos, comedia con giros inesperados posiblemente con alguna que otra caricatura exagerada evitable, momentos puntúales de tragedia y algún que otro ramalazo de épica emocional en un producto que no engaña a nadie en referencia a sus postulados, a tal respecto en todo momento dado su tono bufo y ameno se busca la complicidad del espectador, de alguna manera sin existir tal propósito difícil seria justificar su existencia como tal.
realismo llevado hasta las últimas consecuencias con todo lo que ello puede acarrear en lo bueno y lo malo, tiene la cualidad de hacerlo de forma algo original, de echo el relato no deja de ser una especie de continuo y por momentos ameno dialogo en base a reafirmar y cuestionar al mismo tiempo el posicionamientos de sus dos protagonistas principales, unos ajustados Fabrie Luchini y Anaïs Demoustier, en base a la supuesta profundidad de los diálogos, a partir de ahí la idea se percibe como un ejercicio que intenta construir una relación en particular de dos personajes en principio muy opuestos hablando únicamente de política. Posiblemente el gran lastre que un servidor detecta en la película viene dado en la medida de tener la sensación de ver como este temario tan interesante llega a eclipsar la verdadera entidad que se le supone a los personajes, en tal sentidos dichos personajes incluso los más secundarios deben tener sus motivos y se les da cancha a la hora de poder justificarse sin embargo la sensación final es de quedarse de alguna manera en tierra de nadie pese al loable intento de indagar en un temario tan interesante a priori en referencia a su didáctica como complicado de llevar al cine sin llegar a recurrir en los consabidos maniqueísmos.
o Mother. El nuevo trabajo tras las cámaras de Bong Joon-ho tiene la inequívoca virtud de estar sorprendiendo continuamente al espectador, una fábula domestica mostrada a modo de sitcom con retazos a imaginarios de Hitchcock, Buñuel, al The Housemaid de Kim Ki-young o el The Servant de Joseph Losey, con una utilización del espacio fílmico ciertamente admirable Parasite, tan heterodoxa como estimulante sin caer en ningún momento en el esperpento, es una obra inclasificable en el buen sentido de la palabra, al igual que en los anteriores trabajos arriba citados tiene la virtud en como sabe exponer su ambivalencia genérica, partiendo de unas bases que la emparentan al cine fantástico que anida a través del sustrato social en referencia a la alienación de clases, el film sin pertenecer a un género concreto utiliza varios, podemos percibir en el relato como en un principio la comedia negra de tono liviano con la que empieza se va convirtiendo paulatinamente y a raíz de la subsistencia de sus protagonistas en algo que anida a través del drama familiar, la monstruosa parábola social que nos es mostrada y con la que se cierra el film sin embargo podría pertenecer perfectamente al cine de terror en esta historia de connotaciones laberínticas acerca de oprimidos y opresores, todos ellos trasuntos de una sociedad que parece abocada a la propia autodestrucción.


Vive sola con su hija de siete años Stella. Sarah se siente culpable por no poder pasar más tiempo con su hija. Cuando Sarah es elegida para formar parte de la tripulación de una misión espacial de un año de duración llamada Proxima, se produce un conflicto moral en la relación entre madre e hija.
Kenneth Loach, el cine de ambos autores se sustenta a través de mostrarnos la degradación de tratados sociales, sin embargo la rigurosidad y austeridad formal con una especial incidencia en el plano secuencia de Mano de obra se distancia afortunadamente del tremendismo del veterano realizador británico a la hora de intentar construir unas narrativas morales que no pretenden en ningún momento incidir en el subrayado que intenta aleccionar a través de una injusticia social, David Zonana se decanta en aplicar diversas metáfora de claro índole contradictorias direccionada para la ocasión hacia un escepticismo que la deriva por momentos al cine de Buñuel por aquello de encontrar en la más absoluta marginalidad parábolas que anidan a través de la picaresca más descarnada. Inexplicablemente el film de David Zonana no tuvo presencia en el palmarés de festival, una ocasión perdida en este aspecto a la hora de reivindicar una de las obras más arriesgadas y sorprendentes de las vistas este año dentro de la sección oficial.
La trinchera infinita coge como base y referencia para que nos hagamos una idea el concepto ya visto en el segmento The Pianist de Roman Polanski, aquel en donde vemos al protagonista recluido de manera clandestina en un apartamento de Varsovia durante un largo periodo de tiempo ante la invasión nazi.
de su autor adolece de una cohesión narrativa que si detectábamos en su anterior trabajo, el cine de Makoto Shinkai siempre se ha estructurado en base a un temario formado por dialécticas que transitan a través de la amistad, la aventura urbana, el romance o la diferencias entre clases sociales, en este último trabajo y en plena era Greta Thunberg además se presta especial atención casi a modo de leitmotiv a la crisis medioambiental, son tantas las vías y personajes en el relato que llegados a un punto Makoto Shinkai da la impresión de perder un poco el rumbo a la hora de indagar con profundidad en algunas de dichas ramificaciones temáticas, algo que de manera puntual hace que el espectador pueda perder algo de interés en un producto que en cierta manera resulta ser todo lo que prometía ser, pero absolutamente nada más, con todo aquí entraríamos en ese eterno dilema de saber contextualizar de una forma adecuada una obra en apariencia algo menor por parte de uno de los autores más validos e importantes de la actual animación japonesa.
The Laundromat no es un film que se base en la experimentación como tal sin embargo es un producto que al menos intenta ser original en lo referente a su dictado. La película basada en hechos reales transita a través de los llamados «papeles de Panamá», un escándalo que salió a la luz a raíz de una investigación periodística en el año 2017 en la que tras un filtración de un despacho de abogados se desveló que importantes personalidad mundiales tenían patrimonio no declarado en bancos de Panamá a modo de paraíso fiscal.

pese a su indudable corrección todo parece estar impregnado en base a una manipulación emotiva direccionada al espectador poco prevenido en estas líderes, algo que termina anulando cualquier tipo de inquietud autoral por parte del responsable de Notting Hill, en su lugar asistimos a una representación algo manida sobre la eutanasia dentro del seno de una familia acomodada de clase media en donde predomina por encima de cualquier otro activo el lucimiento actoral orquestado para la ocasión en base a figuras que devienen como estereotípicas, lástima que un tema tan delicado y complejo de cierta sensación de transitar en lo concerniente a la no originalidad a través de carriles narrativos muy preestablecidos, como consuelo nos queda que al menos Roger Michell tiene el detalle de no caer ni en la militancia ni en el tremendismo dramático alternado con una ligera lucidez momentos de reflexión emocional con otros en donde un humor algo desinhibido liberan un trazo que en gran parte del metraje se vislumbra como excesivamente calculado.
a la convulsa situación del país, dicha mirada nos es expuesta a modo de mosaico provisto de personajes que devienen ciertamente como arquetípicos, ellos de alguna manera representan en la cinta el imperecedero estigma de las dos Españas ya muy visibles en los preámbulo de la Guerra Civil, por un lado la ambivalencia y vaivenes ideológicos según se desarrolla los acontecimiento de Miguel de Unamuno, por otro los a entender de un servidos algo caricaturizados y por momentos grotescos Franco y Millán Astray, personajes que nos dictan una confrontación moral e ideológica de difícil solución. De algún modo el nuevo trabajo tras las cámaras del responsable de Tesis se sitúa en un territorio que da la impresión de buscar en todo momento una neutralidad que de alguna manera parece condenada a mutar en conciliación, a tal respecto posiblemente el mayor activo de Mientras dure la guerra radique en la puesta en contexto de dicho discurso, afortunadamente desprovisto de maniqueos coyunturales y grandilocuencia pueril, el resultado final se atisba como un esforzado retrato de reversos sociales e ideológicos tanto del pasado como del presente, algunos mejor expuesto que otros pero cuya actitud final se sitúa pese a ciertas aristas muy por encima de los últimos trabajos realizados por Alejandro Amenábar.
que el pasa de puntillas sobre varias narrativas que no terminan de ensamblarse de manera correcta mediante una esforzada obsesión por una verosimilitud de dudosa ejecución, a tal respecto un servidor hubiera preferido un retrato algo más personificado de una figura que resulto ser tan vulnerable como lo fue Jean Seberg, los arquetípicos personajes agentes del FBI, las tensiones raciales de la época o una confusa militancia feminista lastran de convencionalismos una propuesta que seguramente habría salido ganando si se hubiera centrado en un retrato algo más unitario, con solo escarbar con algo más de profundidad en el turbulento episodio del rodaje de la Saint Joan de Otto Preminger ya se hubiera justificado el intento.
o discurso político, dicha disyuntiva tiende a contrarrestar un supuesto mensaje o dictado moral, sin embargo los beneficios de este aplicado ejercicio vendrá en la medida de saber crear con inusitada soltura un clima en base a un ritmo narrativo bien direccionado a curiosamente una evasión fílmica que entra en continua confrontación con una supuesta credibilidad a la hora de retratar el conflictivo extrarradio parisino. De una visualización poderosa Les Misérables solo parece hacer aguas en un tercer acto en donde se da pie al subrayado moral, un mal menor para una cinta que se erige en uno de los más enérgicos thrillers policiales en lo que llevamos de año.
que deviene como un apabullante e hipnótico ejercicio de estilo que rehúye cualquier tipo de tendencias liquidas dentro del actual cine de género fantástico para ofrecernos casi una pieza de orfebrería en base a la construcción de un propio lenguaje autoral. Ambientada a finales del siglo XIX en un único escenario y dos únicos personajes (sobresalientes una vez más Willem Dafoe y Robert Pattinson en un duelo descarnado a través de dos masculinidades bien distintas) The Lighthouse nos cuenta un infernal purgatorio a modo de drama de época de tendencias shakespeareanas malsanas, un tipo de cine que muy posiblemente los puristas del género fantástico acusen erróneamente de ser demasiado pretenciosa en referencia a su dictado. Que la imagen como tal vaya siempre por delante de la narrativa más que un déficit tiene que ser un beneficio si está bien aplicado, a tal respecto Robert Eggers evoca a clásicos autores como Murnau, Stanley Kubrick o incluso Béla Tarr aderezado con ligeros tonos proveniente de imaginarios propios de Melville, Lovecraft o Poe, referencias que tan solo como punto de inspiración estética en una propuesta de atmósfera ominosa que rozando lo experimental queda situado entre un sucio realismo desvirtuado y lo pesadillesco en base a la creación a modo de lienzo tenebrista de imágenes de impacto en dónde el crescendo narrativo deviene como un inquietante caldo de cultivo a la hora de mostrar una degradación moral y física. The Lighthouse termina convirtiéndose por méritos propios como una de las propuestas más radicales y fascinantes de los últimos años en un trabajo en el que volveremos de forma algo más detenida con motivo de su proximo estreno comercial.
Adults in the Room dicha cualidades temáticas se ven bastantes deslucidas en la medida de exponer un relato de mensaje bastante unitario, de alguna manera es como si el director de origen griego le comprara sin apenas pestañear el discurso a Yanis Varoufakis sin detenerse a explorar una posible confrontación ideológica a través de una mirada digamos neutra, no se trata de dictar un posicionamiento positivo o negativo de dos entidades pero si de intentar homologar tendencias de una forma algo más ecuánime, dicha aseveración no significa forzosamente que estemos ante una historia de tintes militantes pero si de una mirada que deviene como unidireccional y algo manipuladora y por lo tanto deslucida en su conjunto final. Lo que cuenta Adults in the Room en parte es interesante aunque no tanto en la manera en cómo lo hace, la sensación final es estar ante un relato plagado de un simplismo populista que transita peligrosamente en lo maniqueo, una búsqueda forzada a través de un ejercicio de empatía que siempre parece bordear la propaganda, de poco sirve que el film levante el vuelo en su tramo final en base a una teatralización del conflicto a modo de sátira que atesora algo de originalidad, el trazo de brocha gorda exhibido en los anteriores cien minutos terminan siendo un lastre de muy difícil escoyo para el espectador.








































