Crónica Festival de Sitges 2019. Día 1

El año Netflix

Del 3 al 13 de octubre tuvo lugar una nueva edición del Festival de Sitges, antes de entrar en materia de lo más destacado visto este año a la hora de hacer un balance general de lo que ha sido esta 52 edición no estaría de más el detenerse brevemente a reflexionar sobre los objetivos que el propio certamen de alguna manera se ha autoimpuesto en ir cumpliendo en mayor o menor medida año tras año, posiblemente que Sitges, cuyo desmesurado gigantismo es una etiqueta o una catalogación de la que no está dispuesta desprenderse voluntariamente, como festival que pone especial énfasis en los objetivos tiene un problema que deviene como endémico, posiblemente en las dos anteriores ediciones en referencia a programación e invitados se llegó a tocar techo, la tesitura llega en el momento de plantearse como paliar un déficit que tarde o temprano por razones lógicas ha de terminar apareciendo, este año la programación bajo un escalón con respecto a ediciones pasadas, la ausencia de grandes nombres consagrados en la pantalla y fuera de ella hizo que no hubiera grandes películas en una programación tan correcta como plana por no decir levemente adocenada, casi obligado al descubrimiento de nuevos autores y tendencias a raíz de como las majors año tras año a excepción de Venecia sigue obviando su catálogo por completo a festivales europeos, a tal respecto sangrante ha sido el boicot de Warner a Sitges, un leitmotiv dedicado a Mad Max que quedo bastante deslucido y en donde ni siquiera se tuvo la opción de proyectar la película en pantalla grande, las razones que originaron tal actitud igual tendría que ser el propio certamen quien las explicaras, sea como fuera el festival este año tuvo que recurrir de alguna manera a esa nueva vía que es Netflix a la hora de equilibrar contenidos, a tal respecto dicha decisión da lugar a un debate al menos interesante, por un lado dicha opción a propiciado el poder tener acceso a nombres como Patrick Wilson o Aaron Paul por ejemplo, también la oportunidad de ver en pantalla grande películas destinadas solo a un visionado doméstico, por el contrario surge la cuestión de la conveniencia de proyectar trabajos que al día siguiente estarán disponibles en cualquier hogar, en tal medida la función del festival de ofrecer la primicia queda totalmente anulada en beneficio del evento como tal.

Sitges como gigantesco cajón de sastre temático que es tiene sus inconvenientes y ventajas, a tal respecto cada espectador puede diseñarse un festival a su propia medida, lo mejor volvió a estar centrado en apartados paralelos, la función de un certamen cinematográfico de dar oportunidad a descubrir un cine pretérito es digno de elogio, por fortuna en Sitges aún existe un pequeño resquicio en este apartado, la sección Seven Chance, Pupi Avati o la oportunidad de redescubrir algunos trabajos del fundamental King Hu y en menor medida Andrezj Zulawski o volver a ver en pantalla grande la portentosa Crash de David Cronemberg  justifican la existencia de un evento cinematográfico como tal, la pedagogía ofrecida por un buen número de documentales vistos este año también tendría que ser motivo de celebración por parte del aficionado. En lo positivo y a diferencia de otros años el nivel de producciones de nuestro país fue notable, del mismo modo se redujo el número de película dando la oportunidad de más pases de según qué películas, también agraciada fue la decisión de ver como films importantes provenientes de San Sebastián como The Lighthouse, Zombi Child o The Wild Goose Lake salieron afortunadamente del gueto de ser solo proyectadas el último día del Festival. Por el contra Sitges sigue adoleciendo de una estabilidad en sus actividades secundarias a mejorar tales como los esquemáticos e incluso ridículos en duración Q&A o una mayor rigor en lo que respecta a la equiparación y coherencia de secciones que sepan guiar al espectador.

Sitges 2020 vuelve a tener su hoja de ruta marcada en onomásticas que homenajearan clásicos como La noche del cazador de Charles Laughton o La máscara del demonio de Mario Bava, también habrá lugar para un simposio en donde expertos debatirán hacia dónde va el cine fantástico. A continuación y como viene siendo norma en estos últimos años a modo de post crónica iremos detallando los más de cincuenta títulos vistos este año en Sitges, en algunos de ellos aprovechando su estreno comercial, salida al ámbito doméstico o simplemente debido a la importancia que creemos que poseen nos detendremos más adelante de una manera algo más extensa y minuciosa en la medida de poder analizarlos con una mayor ecuanimidad.

 

Code 8

En un futuro donde las autoridades persiguen a aquellos que son “diferentes”, un joven con superpoderes no tiene más remedio que aceptar la oferta de un criminal que quiere sacar provecho de sus habilidades, aunque ello signifique arriesgarse a llamar la atención de las fuerzas del orden.

Esta edición en lo relativo a proyecciones dentro de su sección oficial, y situándonos en el emblemático cine Retiro, abrió el fuego la cinta norteamericana Code 8 del joven realizador canadiense Jeff Chan, el film viene a ser una adaptación del corto del mismo título creado por el mismo autor en el año 2016, un relato que nos sitúa en un futuro próximo a modo de distopia, obra de naturaleza en apariencia bicéfala situada a medio camino entre la ciencia ficción, la acción y un cierto trazo social, en tal respecto encontramos ligeras semejanzas con la primera X-Men de Bryan Singer a la hora de ver como se parte de una premisa en donde un sector de la sociedad se ve obligada a quedar recluida en el ámbito social y laboral al ser diferente del resto por fuerzas del estado.

Lo mejor que se puede decir de un producto de las características de Code 8 es su innegable falta de pretensiones, algo evidente en un film en el que se detecta un esmero por entretener al espectador, llegados a un punto el apunte social de denuncia  muy presente en su enunciado y en la presentación de los personajes pasa a un segundo plano casi imperceptible  a favor de subtramas algo liquidas direccionadas principalmente al espectáculo de contornos pueriles, por consiguiente el film de Jeff Chan cumple en parte con el propósito de entretener al respetable en base a una historia de narcotraficantes y policías, de buenos y malos en definitiva, aderezada con unos correctos efectos visuales pero poco más, la sensación final es la de ser un film de textura algo intranscendente en su conjunto, en este caso de bien poco sirve tener un envoltorio atrayente en un principio, ese retrato de una sociedad distópica en donde libertades y privacidad son suprimidas a la fuerza por un poder estatal que arrincona al diferente, si al final se recurre a estereotipos genéricos manidos mil veces, la sensación en este caso, de una corrección bastante simple, no da lugar a encontrar en el producto ningún tipo de resquicio posible a la hora de buscar una trascendencia que le aparte de ciertos convencionalismos ya vistos con demasiada frecuencia con anterioridad.

Valoración 0/5: 2

 

In the Tall Grass

In the Tall Grass nos cuenta como dos hermanos se adentran en un inmenso campo de hierba tras escuchar el grito de auxilio de un niño. Cuando Becky y Cal se encuentran en mitad del campo quedarán atrapados por una fuerza siniestra que rápidamente les desorienta y les separa. Aislados del mundo y sin posibilidad de escapar del control del campo, pronto descubren que lo único peor que estar perdido es ser encontrado.

En un año en donde la producción Netflix estuvo muy presente en el festival In the Tall Grass, film a cargo de un habitual del certamen como es Vincenzo Natali, fue la encargada de inaugurar la presente edición, no es la primera vez que el gigante del streaming adapta a Stephen King, en esta ocasión con un relato escrito a cuatro manos en el año 2012 junto a su hijo Joe Hill, películas como 1922 de Zak Hilditch o El juego de Gerald de Mike Flanagan habían sido aproximaciones al universo del escritor de Maine bastantes aplicadas al contexto de dicho imaginario, In the Tall Grass sigue de alguna manera esa senda de corrección en un film de texturas laberínticas que curiosamente retoma constantes ya vistas en los primeros trabajos del realizador canadiense, concretamente en lo referido a una especie de reverso luminoso de su seminal Cube.

No deja de ser en cierta manera alentador el ver como Netflix está reclutando a directores que con anterioridad habían dejado una interesante impronta en el género fantástico con sus primeros trabajos pero que de alguna manera se habían quedado varados en referencia a seguir mostrando dicho discurso, en apenas unas semanas de diferencia Netflix ha estrenado nuevos trabajos de directores cuyos inicios habían sido tan prometedores como es el caso del propio Vincenzo Natali, Brad Anderson o Jim Mickle, a tal respecto recordemos que el responsable de Cube llevaba desde el año 2013 sin realizar un trabajo para la gran pantalla viviendo hasta la actualidad de alimenticios trabajos televisivos. In the Tall Grass supone pues un regreso en parte afortunado por parte de un realizador que siempre ha mostrado ser un narrador bastante aplicado, para más inri estamos ante un producto de un empaque técnico en referencia a su diseño de producción muy a tener en cuenta con un especial tino en referencia a su composición de encuadre, si una cosa es evidente es la sobrada solvencia de los directores arriba citados en estas líderes. Aun así In the Tall Grass queda algo alejada de ser una película perfecta, especialmente en referencia a esa llamada credibilidad fantástica de como contar una historia y que esta llegue a ser coherente, el estar rompiendo reglas continuamente a través de su narrativa acerca de quien está vivo o muerto, en que tiempo y espacio nos encontramos etc resta una evolución solida al relato direccionado al espectador a cierta confusión que inevitablemente lleva a un desinterés por lo que está presenciando. Con todo In the Tall Grass termina siendo un producto digno y en parte meritorio plagado de interesantes pinceladas expuestas tanto a un nivel genérico como social/familiar que nos devuelve a un autor cuyo supuesto talento es merecedor de no estar enclaustrado durante tanto periodo de tiempo.

Valoración 0/5: 2’5

 

Bloodline

Para Evan (Seann William Scott) la familia es lo más importante. Todo aquel que amenaza con destruir la paz que reina entre él, su mujer y su hijo recién nacido descubre este hecho por las malas. Por desgracia para Evan, las cosas se complican cuando sus tendencias violencias comprometen sus actos, convirtiendo su vida en un baño de sangre.

La ópera prima del estadounidense Henry Jacobson se adentra en la psique de un asesino en serie, a tal respecto una película como Bloodline, que no disimula en ningún momento su condición de slasher aderezado con ligeras pinceladas de humor negro, forma parte de ese grupo de films en donde el relato esta contado desde dentro, o sea desde la perspectiva del propio asesino, aquí bajos los rasgos de un actor como es Seann William Scott tan poco dado a estos papeles, salvando distancias y tono entre otros muchos ejemplos siempre pongo como referencia en estos casos al Maniac de William Lustig. Evidentemente el psicópata que nos muestra Bloodline intenta salirse de la tangente y ser algo peculiar mostrado a través de diversos y algo toscos flashbacks en donde se nos intenta poner al tanto del origen de dicha problemática, la particularidad en esta caso viene en la medida de ver como el asesino en serie no coge a sus víctimas al azar sino que intenta castigar al que él cree merecedor de sus actos, la enfatización del espectador hacia el psycho-killer se erige pues como condición sin ecuanon al ser guiados dentro de un relato en donde  llegados a un determinado punto la similitudes a la serie televisiva Dexter devienen como muy evidentes. De hecho el film de Henry Jacobson tiene el dudoso beneplácito de pese a no ser original intentar al menos ser efectiva, del mismo modo el film está plagado de ligeros formulismos referenciales no solo direccionadas a la conocida serie televisiva sino inspirados en imaginarios surgidos de películas de Brian De Palma o Dario Argento por ejemplo, las referencias sin embargo son expuestas de forma muy  liviana por no decir torpes, tanto como sus previsibles pistas y giros argumentales en una película cuya síntesis queda perfectamente y de forma muy predecible plasmada en su título por aquello de ver como la familia que mata unida permanece inquebrantable en su unión.

Valoración 0/5: 2

 

3 From Hell

Otis, Baby y Spaulding han logrado sobrevivir de alguna manera a una tormenta de balas. Su recuperación “satánica” les lleva directamente a prisión, de donde escapan sin demasiados problemas. Una vez fuera conocerán a un cuarto miembro, Foxy, que comparte sus peculiares virtudes, y con el cual volverán a desatar el caos allá por donde pasan.

En una edición en donde los nombres consagrados en esto del cine fantástico escasearon de una forma muy notoria Rob Zombie fue uno de los pocos autores reconocibles en base a una trayectoria referenciada por parte de los fans del género que estuvo presente en este Sitges 2019, con 3 From Hell vuelve a transitar por manierismos habituales en un ejercicio tan consecuente en lo autoral como algo caprichoso en referencia a no intentar indagar de forma voluntaria fuera de unos lugares y contextos que devienen como extremadamente comunes.

El nuevo trabajo de Rob Zombie tras las cámaras viene a ser el paradigma de la reescritura cinematográfica en base a una radicalidad que en parte se contradice a sí misma, por una parte los mimbres característicos de siempre están muy presentes, como en su anterior 31 son inconfundibles como marca de la casa, con especial atención a lo políticamente incorrecto a modo de una subversiva violencia extrema aplicado todo ello a un contexto social actual, por otro lado tenemos una repetición sistemática de dichas referencias, mirándolo bien 3 From Hell podría ser perfectamente la misma película que The Devil’s Rejects, más que una continuación como tal deviene como un anexo suplementario añadido catorce años después, el problema viene dado en la medida que si analizamos las dos películas como una obra unitaria incluso añadiendo los lugares comunes vistos también en 31 llegamos a un momento en que la repetición de conceptos causa un cierto y lógico agotamiento. Posiblemente Rob Zombie tras ese sumun autoral que es The Lords of Salem haya decidido por voluntad propia quedarse en ese universo que da la impresión de no tener ningún tipo de remedio o solución, transitar por vías de índole infernal ya preconcebidas al ser consiente de no poder trascender más allá del trabajo arriba citado, este posicionamiento no tiene por qué ser algo negativo forzosamente, la película aunque juegue con las cartas marcadas no deja de ser un regreso realizado con cierto brío, su parte final nos remite claramente a retazos del cine de Sam Peckinpah  y en especial a su fundamental Grupo salvaje a modo de un salvaje aquelarre contra la falsa corrección y las buenas maneras, a su modo y en definitiva, un tipo de cine que transita orgulloso a través del dogma cinematográfico entendido como tal, algo que por repetitivo en una trayectoria no deja de tener una valía muy a tener en cuenta en unos tiempo en donde la innovación no ejerce en la mayoría de casos como tal.

Valoración 0/5: 3

 

Fractured

Mientras viajan a través del país, Ray (Worthington), su mujer y su hija hacen una parada en una zona de descanso y la niña tropieza, rompiéndose el brazo. Los tres ponen rumbo al hospital y, tras varias horas de trayecto, por fin logran que su hija sea atendida. Agotado, Ray se queda dormido esperando a los resultados sobre la gravedad de las lesiones. Cuando despierta, nadie del hospital recuerda haber visto a su familia, ni existen datos de que alguna vez hayan ingresado en él.

Otras de las producciones Netflix que este año estuvieron presentes en Sitges fue el último trabajo tras las cámaras de Brad Anderson titulado Fractured, un film que curiosamente y al igual en parte que el In the Tall Grass de Vincenzo Natali viene a ser una aplicada re visitación de tránsitos anteriores orquestados por el propio autor, en este determinado caso Fractured no deja una hija putativa de una de sus cimas creativas como fue aquella pesadilla de tintes kafkianos titulada The Machinist .

Volviendo a incidir en semejanzas no deja de ser una pena que al igual que el canadiense Vincenzo Natali Brad Anderson haya estado estos últimos años recluido en trabajos televisivos de muy poco empaque, un autor tan válido como resulta ser el responsable de Session 9 merece de más oportunidades en el ámbito cinematográfico, Anderson es esa clase de realizadores que una vez concluida su trayectoria y repasando lo que ha sido su filmografía nos daremos cuenta de lo gran y solvente artesano que fue, un sólido narrador con especial buena mano a la hora de indagar en el suspense psicológico. Fractured representa a la perfección dicha tesis, un aplicado y entretenido thriller con inequívocos retazos hitchcockianos, de narrativa juguetona y provista de ligeros apuntes a modo de crítica al sistema sanitario estadounidense, en tal sentido Brad Anderson, con la ayuda de un solvente Sam Worthington, pese a lo manido del material del que dispone le sabe sacar provecho en la medida de saber mantener una narrativa direccionada a mantener la tensión durante prácticamente todo el metraje, a un servidor le gustaría añadir un inciso en lo concerniente a cierto recibimiento excesivamente negativo del film por parte de un nutrido grupo de críticos y espectadores haciendo especial hincapié en cómo han detectado la trampa argumental desde prácticamente el inicio del film señalándolo como una mera repetición de esquemas vistos con demasiada frecuencia con anterioridad, en tal cuestión Fractured es un perfecto paradigma en unos tiempos en donde mayoritariamente analizar películas parece sintetizado en catalogarlas como buenas o malas sin apenas contextualizar la propuesta en cuestión, posiblemente en dicha contextualización del producto Fractured, por mucho que las revelaciones sean predecibles, encuentre su muy válida razón de ser, pues a fin de cuentas en un cierto tipo de cine en donde lo más importante y en parte su razón de ser radica en lo relativo a lo que es su trayecto y no tanto en su destino final como muchos de forma insistente parecen estar empecinados en recalcar en una obra que bien merece ser mirada con una visión algo más ecuánime.

Valoración 0/5: 3

 

Once Upon a Time in London

El hampa británico no se entendería sin las figuras de dos de sus gángsters más importantes: Billy Hill y Jack “Spot” Comer. Once upon a Time in London relata el auge y la caída de ese imperio criminal, que duró tres décadas.

La inauguración de la sección Orbita estuvo a cargo de otro viejo conocido del certamen como es el realizador británico Simon Rumley, el responsable de cintas independientes tan notables como The Living and the Dead o Red White & Blue cambia en esta ocasión de tercio y temática a la hora de presentarnos un fresco histórico gansteril ambientado en los bajos fondos de la capital británica. Once Upon a Time in London arrastra el pesado lastre de no saber medir con ecuanimidad su algo desmedida ambición, dicho de otra manera estamos ante esa clase de productos que quieren abarcar más de lo que en realidad está a su disposición especialmente en lo referido a un nivel presupuestario pero también en lo narrativo de su impronta, hay momentos en lo que uno tiene la sensación de percibir como Simon Rumley que parece tener ciertas urgencias por contar todo y no dejarse nada en el tintero derivando en serios problemas a la hora de estructurar adecuadamente personajes y sub tramas, el tono final es la de cierta intrascendencia y manufacturación por lo confuso y en parte precipitación de su desarrollo poniendo de manifiesto como algunos realizadores se mueven mucho mejor planteando y desarrollando historias de ambivalencias modestas, producciones en su mayoría de cáliz independiente, que en grandes empresas en donde encuentran multitud de dificultades a la hora de poder domarlas con una cierta solvencia.

Valoración 0/5: 1’5