Crónica Festival de San Sebastián 2019. Día 4

Sectas y afortunados tránsitos por el fantástico alternativo

En una edición con una nutrida representación de mujeres realizadoras The Other Lamb de la polaca Malgorzata Szumowska nos introducía en un tema tan espinoso como de plena actualidad, posiblemente esto último más en el imaginario friccionado colectivo que en el real, el referido a las sectas de apariencia religiosas en donde por alienación forzada se llegan a someter  a las mujeres, la película nos cuenta como Selah es una chica nacida en el seno de una secta conocida con El Rebaño, sus integrantes, mujeres y niñas, viven en un recinto situado en mitad del bosque dirigidas por un hombre conocido como el Pastor. Selah, a punto de entrar en plena adolescencia comienza a establecer un vínculo con Sarah, una esposa marginada que se muestra cada vez más escéptica con respecto a las directrices del Pastor. Malgorzata Szumowska que ya había mostrado buenas maneras en sus anteriores Body y Mug nos sumerge en esta ocasión en una pesadilla que deviene principalmente como estilística, dicho de otra manera nos encontramos ante un auténtico deleite visual en base a un ejercicio de estilo ciertamente admirable, grandes panorámicas, utilización del sonido como ente perturbador, inspirados encuadres etc, el gran lastre lo encontramos en lo concerniente a su narrativa, está en realidad apenas existe y lo poco que detectamos de ella llega a ser intrascendente, que Malgorzata Szumowska a lo largo de su carrera ha incidido con cierta rebeldía en normas y convicciones sociales es harto evidente, sin embargo en The Other Lamb, cercana a la distopía mental de El cuento de la criada, su acercamiento a cuestiones tales como el heteropatriarcado y el empoderamiento resultan bastante pueriles por no decir previsibles, tanto como las analogías existentes en referencia a la primera menstruación de la protagonista principal y la sangre derramada de los animales por poner solo un ejemplo, metáforas en definitivas muy manidas e hijas putativas de los tiempos del Metoo en lo concerniente a su propia contradicción, un lastre demasiado pesado que no logra disimular su estilismo preciosista.

Otras de las películas a competición en esta jornada fue el nuevo trabajo tras las cámaras del siempre interesante José Luis Torres Leiva, utilizando como título un pasaje de un poema escrito por Cesare Pavese en Vendrá la muerte y tendrá tus ojos vemos como dos mujeres que han compartido toda una vida juntas se ven enfrentadas a la hora de asumir la enfermedad terminal de una de ellas. Este nuevo trabajo del responsable de El cielo, la tierra y la lluvia devino como una de las cimas autorales más altas de las vistas este año en San Sebastián, la osadía del festival en este aspecto es digna de elogio al programar una película de contenido y desarrollo tan poco convencional, evidentemente el tono del relato y la forma de ser en definitiva del cineasta no es un plato para todos los gustos en referencia a su dictado y a un ejercicio que puede llegar a generar cierto agobio para el espectador no predispuesto en estas líderes, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos se aleja pues de la pomposidad para adentrarse en cómo cada ser humano se enfrenta a sus propios miedos, o de cómo llegar a poder asumir dicha disyuntiva vital, en el relato escenificado por la llegada de una muerte inminente, cineasta chileno al contrario que por ejemplo el Morir de Fernando Franco con el que guarda más de una similitud argumental se decanta en esta ocasión por situaciones bastantes más sugeridas que explicadas como tales, en cierta manera Vendrá la muerte y tendrá tus ojos es un poema sobre la muerte, o varios dadas sus ramificaciones narrativas, del mismo modo no deja de ser un relato que continuamente está transitando a través de la ensoñación, este da la impresión de estar expuesto a modo de fábula moral acerca del amor y la muerte, su tono por momentos casi fantasmagórico pueden direccionarnos a imaginarios surgidos de la mente de Apichatpong Weerasethakul en base a esas historias en donde sus imágenes y lo que hay detrás de ellas están continuamente dialogando acerca de cómo poder transmitir emociones al espectador.

Si ha habido una sección que ha ido creciendo en interés en estos últimos años dentro del festival esa ha sido sin lugar a dudas Zabaltegi-Tabakalera, la sección más abiertas en contenidos e inevitablemente más variada en temáticas, afortunadamente no se trata de un simple cajón de sastre en donde casi todo puede tener cabida, en ese aspecto cumple a la perfección con una selección de títulos que encuadrados dentro de un apartado guía al espectador sobre qué tipo de títulos se puede llegar a encontrar, dentro de Zabaltegi-Tabakalera este año se pudieron ver una serie de films que a su manera transitan a través de imaginarios fantásticos, de Senegal y con el Gran Premio del Jurado del pasado Festival de Cannes bajo el brazo nos llegó Atlantique de Mati Diop, la película nos cuenta como Ada es una joven de 17 años que está enamorada de Souleimane, un joven trabajador de la construcción. Una noche, Souleimane y sus compañeros desaparecen en el mar. Poco después, regresan en forma de espectros para atormentar a su antiguo capataz que les adeuda una gran cantidad de dinero tomando para ello posesión de las novias que dejaron atrás. Atlantique ubicada en una zona costera de Dakar y desarrollada entre la vigilia y el sueño es una cinta tan interesante en lo que intenta explicar cómo irregular en como lo intenta hacer, tiene la virtud y la originalidad de apartarse del tipo de películas que se mueven de forma convencional por el cine de denuncia social, el relato de Mati Diop anida a través de ello, nos muestra la desazón de una juventud condenada a la pobreza cuya única fuga posible consiste en hacerse a la mar, sin embargo recurre a una especie de lirismo fantástico a la hora de narrar diversas parábolas sobre la inmigración y la pérdida de un ser querido en referencia a la metamorfosis de las jóvenes marcada por la pérdida de esos seres queridos, a tal respecto Dakar nos es mostrada como una ciudad taciturna y fantasmal en donde el océano se traga a los desdichados protagonistas, también hay sitio para exponer diversos retazos de la cultura y folclore local, a tal respecto y al igual que otra película presentada en esta sección como es la notable Zombi Child de Bertrand Bonello su aproximación e indagación temática a la fundamental I Walked with a Zombie de Jacques Tourneur resulta ciertamente interesante, sin embargo el conjunto global deviene como excesivamente heterogéneo en las algo innecesarias idas y venidas de un desarrollo que reclama un atrevimiento formal algo más notorio, con todo en Atlantique en base a esos registros líricos tan bien aprovechados aunque irregulares se percibe una interesante voz autoral muy propia de la cual habrá que estar muy atentos y prestar la debida atención en un futuro.

Como quien no quiere la cosa otras de las películas vistas en la sección Zabaltegi-Tabakalera en la jornada de hoy transitaron por ese otro cine fantástico muy dado en autores no afines al género, el realizador franco-canadiense Denis Côté podría ser perfectamente uno de ellos y su Répertoire des villes disparues sería su visión más cercana de realizar una película de terror, evidentemente el resultado final es bastante Sui géneris siendo una de las propuestas más ambiguas e interesantes del presente curso en lo concerniente a ese género fantástico autoral. En Répertoire des villes disparues que toma solo como punta de partido la novela de Laurence Olivier del mismo título vemos como Simon Dubé muere en un extraño accidente de coche que tiene lugar en un pequeño y remoto pueblo de Quebec de apenas 215 habitantes. Ante tal hecho los habitantes del pueblo procuran no hablar sobre las circunstancias de la tragedia. Mientras la gente trata de digerir la desgracia, una serie de personas desconocidas comienzan a aparecer por el pueblo de forma inesperada. A la hora de buscar alguna aproximación que nos situé por tan peculiar y por momentos hipnótico relato la referencia más cercana la podemos encontrar tanto en la película de Robin Campillo Les revenants como en su posterior traslación a la pequeña pantalla, sin embargo esta coincidencia argumental solo es ejecutada como un punto de partida, Répertoire des villes disparues podría partir de la tesis de como un pueblo comienza a convertirse en algo fantasmagórico, no en relación a ninguna maldición digamos ancestral, por el contrario el elemento social está integrado en el relato de una forma muy sutil, Denis Côté que se vale continuamente del fuera de campo de alguna manera nos habla de la desconfianza al desconocido algo que deriva inevitablemente en xenofobia en la medida hablar acerca de cuerpos olvidados que de una forma inesperada necesitan de ser visibles. Digno de mención en este film de narrativa elíptica que en todo momento sabe situarse a medio camino entre el realismo social y lo sobrenatural es el referido a su tono formal, en unos tiempos en donde el virus Netflix de la digitalización pone en evidencia, especialmente según que visionados en pantalla grande, la autentificación casi artesanal de la imagen cinematográfica como tal está muy presente en Répertoire des villes disparues, la fotografía granulosa en 16mm o la particularidad del uso del sonido en el relato vienen a ser otros añadidos a tener en cuenta de una de las películas más peculiares e indescifrables en el buen sentido de la palabra de este 2019.

Dentro de la sección Perlas en esta jornada el turno recayó en una de las películas patrias más importantes del año, con el merecidísimo Premio del jurado de la sección Un Certain Regard del pasado Festival de Cannes  O que arde supone un paso adelante, sino ya la confirmación definitiva, de uno de los talentos más validos surgidos en estos últimos años en nuestra filmografía. En la película vemos como Amador sale de la prisión tras cumplir condena por haber provocado un incendio. Regresa a su casa, una aldea perdida de las montañas donde volverá a convivir con su madre Benedicta. Sus vidas vuelven a trascurrir a un ritmo sosegado en consonancia con la naturaleza que les rodea hasta que todo cambia cuando un nuevo fuego hace acto de aparición. O que arde se enmarca dentro de ese tipo de cine en donde lo meramente contemplativo es su principal razón de ser, el tono deviene como semidocumental, a tal respecto la fotografía a cargo de Mauro Herce, del cual siempre remito a revisar su monumental trabajo en Dead slow ahead, deviene como clave a la hora de mostrarnos una historia narrada principalmente en base a la imagen, no solo en referencia un hipnótico inicio que parece colindar con lo fantasmagórico sino también en lo referido a ver un modo de vida que da la impresión de estar en vías de extinción, el poder de esas imágenes nos lleva a contemplar la imposibilidad del protagonista principal de poder purgar pecados del pasado, el responsable de Mimosas a través de cierto atavismo parece hablarnos principalmente del regreso y posterior comportamiento a un ámbito escénico concreto, las montañas de Lugo, la imposibilidad de volver a ser aceptado en relación a un relato que incide principalmente en la contemplación rural, a partir de este dictado los matices expuestos son infinitos, hay una frase en la película que podría definir a la perfección su síntesis, en un momento dado la madre de Amador en referencia a la expansión descontrolada de las raíces del eucaliptos le dice a su hijo Si causan sufrimiento es que ellos sufren, a tal respecto pocas veces una realidad antropológica quedo tan bien narrada y retratada por una de las voces de nuestro cine con más personalidad de la actualidad.