Aquarius (Doña Clara) review

Clara, una ex-crítica musical de Recife de 65 años, vive retirada en un edificio particular, el Aquarius, construido en la década de 1940 sobre la chic Avenida Boa Viagem, que bordea el océano. Un importante promotor ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo y emprende una guerra fría contra la empresa que la acosa. La estresante situación le perturba y le lleva a pensar en su vida, en su pasado, en sus seres queridos.

No deja de haber una especie de dualidad en lo referente a lo que puedan parecer sus intenciones y posteriores apreciaciones las diferentes interpretaciones que puedan existir entre el titulo original y el utilizado con motivo de su estreno en España en la película dirigida por el brasileño Kleber Mendonça Filho (critico convertido en cineasta con una extensa trayectoria previo paso a la ficción como documentalista), si el título de Doña Clara parece en cierta manera direccionarnos más al cine de contenido social, amparado en unos arquetipos narrativos que nos presenta a un noble, entrañable y por momentos solitario personaje que lucha contra las fuerzas de la modernización aquí representado en forma de un feroz acoso inmobiliario, Aquarius, nombre del inmueble situado en el paseo marítimo de la ciudad de Recife, sea un título que posiblemente más se ajuste al contenido abstracto y esencial que nos es narrado, un nombre que no deja de ser un mero epicentro escénico pues el film de Kleber Mendonça Filho nos habla básicamente de una lucha por la posesión de los recuerdos y como a partir de un posicionamiento íntegro como el que se nos expone se nos hace reflexionar en lo relativo al valor de las cosas pero sobre todo y más importante del derecho a decidir que queremos hacer con ellos.

En lo concerniente a esta última apreciación hay una secuencia al comienzo del film que deja bien claro por donde transitará a partir de ese momento el imaginario expuesto en imágenes a cargo de Kleber Mendonça Filho, en una escena de cumpleaños en donde vemos a nuestra protagonista de joven, presenciamos como un familiar de edad avanzada cuya fiesta es en su honor en vez de ser partícipe del momento familiar de jolgorio festivo fija su mente en un mueble situado en el comedor donde se celebra dicha fiesta, a través de su memoria esta recordará como ese objeto estuvo presente en lo que fue su juventud a modo de recuerdo de un encuentro sexual, una mirada que sintetiza la que en definitiva intenta mostrar Aquarius que empezando a través de un punto de partida poco original se nos hace participes de un tránsito a través de la nostalgia o de la importancia que pueden tener los espacios físicos en lo que son nuestras vidas pasadas e incluso presentes, cada esquina del departamento en el que vive Doña Clara contemplamos que llega a estar plagado tanto de objetos como de recuerdos y vivencias propias de lo que ha sido ese transito vital de la protagonista, también hay un lugar muy destacado en la película para exaltar esa especie de dicotomía siempre existente entre lo que entendemos como lo viejo y lo nuevo, de echo el relato está impregnado casi en todo momento por esa sensación quedando como anécdota o más bien como un segundo plano las formas del poder personificado en la película en el litigio entre unas fuerzas evidentemente dispares existente entre la protagonista y la empresa inmobiliaria, es por eso que posiblemente los últimos y algo exaltados minutos que nos muestra Aquarius a modo de justicia digamos poética lleguen a desentonar con el tono general del filme expuesto hasta ese momento pues no estamos ante un trabajo que se ampare de una manera exclusiva en el concepto de la denuncia social.

Aunque si en Aquarius se nos habla de ese espacio físico como forma de identidad propio, unos espacios y sus correspondientes alrededores que llegan a definir la sorprendente habilidad de Kleber Mendonça Filho a la hora de construir la puesta en escena del film, dicho retrato subdividido en tres partes bajo los títulos de El pelo de Clara, El amor de Clara y El cáncer de Clara no sería el mismo que terminamos viendo sin la participación actoral de Sonia Braga en el que es su regreso al cine brasileño pues estamos ante esa clase de películas que parecen estar diseñadas exclusivamente para loar (muy merecidamente en esta ocasión) la labor interpretativa en este caso a cargo de la que es considerada como la gran dama del cine brasileño, reflejando de manera perfecta esa cotidianeidad del personaje ubicado en un edificio de contornos casi fantasmales visto desde nuestra mirada, un trabajo este que en cierta manera una vez visionado el film se nos presenta como muy difícil el llegar a imaginarlo con otra interprete diferente.

Valoración 0/5:3’5