Crónica festival de Sitges 2016. Día 6

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Grave

Justine, una joven de 16 años, vive en una familia donde todo el mundo es veterinario y vegetariano. Desde su primer día en la escuela de veterinaria, Justine se desvía radicalmente de sus principios familiares y come carne. Las consecuencias no tardan en llegar y Justine empieza a desvelar su verdadera naturaleza.

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El debut en la dirección de la francesa Julia Ducournau venía precedida por una muy buena acogida en la Semana de la Crítica del pasado festival de Cannes y por una campaña algo mediática por lo explícito de algunas de sus imágenes tras su reciente paso por Toronto, al final Grave deviene como una de las óperas primas más interesantes que ha dado el prolífico cine fantástico francés, algo aletargado en estos últimos tiempos, una versión cruda y algo más realista del Ginger Snaps de John Fawcett y al mismo tiempo una especie de revival de tono creativo del horror galo aunque en esta ocasión fundamentándose en una clara deriva alegórica.

Grave inquieta más que horroriza, quienes estén esperando un catálogo de escenas explicitas al uso y semejanza de por ejemplo de A l’interieur seguramente Grave le decepcionará, Julia Ducournau opta un camino muy diferente aunque igualmente intenso, y no inpidiendo de la misma manera que en la película podamos presenciar un par de escenas subidas de tono por lo que respecta a su crudeza, Grave transita principalmente a través de la metáfora, direccionado en dos vías que confluyen irremediablemente, asistimos en paralelo al despertar sexual de la protagonista, pero sobre todo a una inherente rebelión contra las pautas de comportamiento a las que nos vemos obligados a acatar por parte de la sociedad (expuestos en el film en base a las continuas y retorcidas novatadas a la que se ve sometida la protagonista en la facultad de veterinaria en la que acaba de ingresar) es ahí en donde hace acto de aparición el desorden alimentario que sufre la adolecente dando paso a un canibalismo hereditario como pulsación primigenia a la hora de exponer una especie de mecanismo de defensa de claro tono contestatario, una naturaleza carnívora que torpedea al mismo tiempo la moral de la joven Justine. En esta su opera prima de horror reflexivo Julia Ducournau pone el listón muy alto con respecto a futuros trabajos suyos, habrá que estar atentos a una expectativas que son indudablemente inmejorables.

Valoración 0/5: 3’5

 

I tempi felici verranno presto

Tommaso y Arturo se han escapado, buscando refugio en el bosque. Décadas más tarde, el bosque parece estar infestado de lobos, pero justo en ese lugar, Ariana descubre un extraño agujero. ¿Podrá Ariane ser la joven mencionada en la leyenda local que se cuenta en el valle? La razón por la que Ariane entró al agujero sigue siendo un misterio. Todos le añaden algo de su propia cosecha a la historia, pero concuerdan en una cosa: Ariane se encontró con el lobo.

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El italiano Alessandro Comodin en I tempi felici verranno presto presento en Sitges la película posiblemente más críptica de las vistas este año dentro del certamen, aunque no por ello estemos ante un film en parte fascinante dado su propia naturaleza, evidentemente no es un tipo de cine direccionado a todos los paladares, al contrario, a semejanza del tailandés Apichatpong Weerasethakul Alessandro Comodin rompe con una narrativa convencional para adentrarse en una amalgama en donde predomina como denominador común la sensaciones más primarias como pueden ser, los gestos, la iluminación o el sonido, por el contrario el intentar encontrar un significado entre tanto entresijos argumental no es tarea fácil, la frontera entre la ficción contemplativa y el documental por la que se mueve el realizador italiano deriva en base a dos subtramas, por un lado el de dos jóvenes fugados, ubicados en medio de la naturaleza en donde van aflorando en ellos los instintos más primarios, por otra parte tenemos otra historia de un claro tono más fabulario, que intercala por momentos con el anterior, y en donde vemos a la joven Ariane, una chica residente en un pueblo que nos es introducida en el relato mediante un cuento con la figura de un lobo como ente metafórico del peligro y una abstracción que abre al mismo tiempo diversas conexiones alegóricas entre ambas historias.

En I tempi felici verranno presto subyace un impresionante trabajo de imagen, narrativa sincopada y sonido, que requiriere de un claro posicionamiento en lo referente a mantener la mente abierta lo máximo posible por parte del espectador, en esta labor esta la función de poder el apreciar en su justa medida un trabajo poseedor de un ensamblaje conceptual poco dado a la explicación teórica.

Valoración 0/5: 3

 

Antiporno

Kyoko es una artista de prestigio, joven y bella, que mantiene una sádica relación con su asistente… hasta que alguien grita “¡corten!”, y la personalidad de la protagonista se escinde en varias capas de delirio.

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Sion Sono al igual que en la pasada edición (Tag, Love & Peace y The Virgin Psychics) y con permiso del gran Kiyoshi Kurosawa fue otro de los nombre clave de este año en Sitges, junto a The Whispering Star y el documental sobre su persona The Sion Sono pudimos ver Antiporno, una particular reinterpretación del roman porno en clara clave metalingüística.

En Antiporno Sion Sono vuelve a jugar según sus propias reglas, exponiendo un equidistante y transgresor (como no podía ser de otra manera) manifiesto artístico a modo de ensayo sobre la opresión de las mujeres en Japón a través de una velada crítica dirigida a la pornografía como concepto y a la hipocresía existente a día de hoy en la sociedad japonesas y la actual posición de la mujer con respecto a ello, discurso en el que ya incidió el director nipón aunque desde otra perspectiva completamente diferente en su anterior Tag. Una pesadilla feminista de tono onírico plagada de monólogos y vivida en primera persona a cargo de una ceñida Ami Tomite, todo ello expuesto en base a un inteligente uso del espacio escénico (al igual que en su magnífica The Whispering Star), Sion Sono vuelve a dinamitar como en él es habitual otra vez las posibles expectativas de las que parte el espectador incorporando nuevas capas narrativas conforme avanza la película de forma completamente inesperada, un imaginario tan extravagante como rico en matices ya sea a través de un onirismo extremo o de su propia y particular estética, un universo en definitiva el de Sion Sono que hacen de él un autor único que en base al exceso siempre encuentra de alguna manera una compleja lucidez, una virtud al alcance de muy pocos directores.

Valoración 0/5: 4

 

Tenemos la carne

Dos hermanos andan sin rumbo por una ciudad en ruinas en busca de algo de refugio y comida. Cuando entran por casualidad en uno de los pocos edificios que quedan en pie, se encuentran con un hombre muy singular. Este extraño individuo les hará una propuesta de lo más extraña y siniestra para sobrevivir al mundo exterior.

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Tenemos la carne, el incendiario debut del joven Emiliano Rocha Minter (26 años) es un perfecto ejemplo del pujante nuevo cine mexicano, nombres como Carlos Reygadas, Jorge Michel Grau o Amat Escalante (no os perdáis su notable La Región Salvaje), o el beneplácito de directores ya consagrados como Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón ha servido de alguna manera para que esta nueva corriente de interesante y arriesgado cine autoral empiece a sonar con bastante fuerza, Tenemos la carne aparte de ser una extrema ópera prima nos ofrece una sugerente premisa en donde una grotesca performance hereditaria del arte y ensayo incide más sobre lo ambiguo que en lo preciso de la propuesta.

Posiblemente una gran mayoría de público y prensa que asiste con regularidad a Sitges hubiera preferido que la película que más le hubiera incomodado este año a través de lo explícito de sus imágenes hubiera sido Grave o el último film de Rob Zombie, sin embargo fue Tenemos la carne, un producto que sigue siendo de difícil digestión para un colectivo determinado como el de Sitges, más conservador y mainstream de lo que se puede pensar en un principio y no tan comprensivo con según qué tipo de cine, un producto que la organización del festival intento sacar de esa especie de bendito gueto que es la sección Noves Visiones. Tenemos la carne parte a través de una poética enfermiza en donde vemos como dos hermanos buscan cobijo en un supuesto escenario postapocalíptico, la irrupción de un tercer personaje servirá para dar entrada a todo tipo de parafilias sexuales, incesto, necrofilia y el canibalismo tendrán cabida progresivamente en un escenario en donde la naturaleza social del ser humano parece volver a unos orígenes de instintos primarios. Emiliano Rocha Minter posiciona un producto de voluntario contenido grotesco y enfermizo pero de clara y fascinante expresión evolutiva situándolo en las antípodas de la indiferencia del espectador,  exponiendo una ambivalencia formal que parece incidir en el análisis alegórico de un México actual alienado en donde el director se permite a través de una cuidadísima puesta en escena el lujo de mezclar con acierto la narración más caustica con insertos experimentales. Tenemos la carne parte del objetivo de intentar remover conciencias y conceptos en el buen sentido de la palabra, esto último no es ironía, cine de riesgo y valiente que necesita de más de un visionado, a ser posible lejos de la intoxicación de ese estancado colectivo que se levanta de las butacas a media proyección incapaz de poder asimilar nuevas coordenadas cinematográficas.

 Valoración 0/5: 4

 

El ataúd de cristal

Vestida para la ocasión con un elegante traje de noche, Amanda entra en la enorme y lujosa limusina que espera aparcada frente a su casa para llevarla a la gala en la que recogerá un premio a su trayectoria como actriz. De pronto los cristales de las ventanillas se tintan de negro, el móvil de Amanda queda deshabilitado y no puede abrir ninguna de las puertas. Y una voz, distorsionada por un filtro metalizado, le pide por favor que deje de intentar romper cualquiera de las ventanillas, va a ser imposible, eso también lo había previsto. Será mejor que asuma cuanto antes que está atrapada ahí dentro. A partir de ahora, si Amanda no quiere que pasen cosas más desagradables de lo estrictamente necesario, será mejor que durante el resto de la noche cumpla con todo lo que la voz le vaya ordenando.

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Decepcionante debut por parte del director de origen vasco Haritz Zubillaga, El ataúd de cristal que se pudo ver en Sitges en rigurosa premiere mundial es un film en donde sus muy dilatados 75 minutos de duración se hacen por increíble que parezca demasiado largos. Una película que podría definirse como un cruce estilístico entre el thriller de supervivencia minimalista de un único escenario, muy al estilo del Buried de Rodrigo Cortés pero cambiando como escenario el ataúd por una lujosa limusina. El gran problema de la película es que en ningún momento llega a ser creíble la situación que nos es expuesta, lo único que podría salvar en parte un producto de las características de El ataúd de cristal es su valiente intento de hacer un tour de forcé de género arriesgado o la esforzada performance la actriz Paola Bontempi, lamentablemente sus resultados son diametralmente opuestos a sus supuestas intenciones, Haritz Zubillaga abusa de una sobre explicación en lo referente a sus diálogos, no trabaja la intriga en base a una posible sutileza, más bien todo lo contrario, El ataúd de cristal se mueve a través del pantanoso terreno de una planificación convencional cuando en teoría se partía de una base supuestamente original, para más inri en su final hay una escena fusilada del Cape Fear de Martin Scorsese, señal tan inequívoca como dolorosa de la diferencia existente entre el saqueo y la referencia.

Valoración 0/5: 1’5

 

Detour

Harper está convencido de que su padrastro causó el accidente que dejó a su madre en coma. Una noche de borrachera, le cuenta sus penas a Johnny, un golfo que le ofrece una solución a sus problemas: liquidar al tipo a cambio de veinte mil dólares.

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El británico Christopher Smith un habitual del festival presento dentro de la sección Òrbita su último trabajo como director, Detour, film del que dijo sentirse más contento y que consideraba como el mejor de su carrera, por lo que respecta a este servidor aunque Detour tenga alguno que otro atributo a destacar está claramente un peldaño por debajo tanto de la notable Triangle como de su algo olvidada epopeya medieval Black Death o incluso de su efectiva Creep.

Detour parte desde el claro homenaje al neo-noir (de alguna manera no deja de ser una reinterpretación a modo de serie B y en clave de teen movie del clásico del mismo título dirigido por Edgar G. Ulmer en 1945), Christopher Smith utiliza una serie de estratagemas narrativas (división de tramas paralelas, pantalla partida) algo cuestionables en lo referente a su utilización y que terminan irremediablemente yendo en claro detrimento con respecto a los pobres recursos cinematográficos en los que se sustenta, agravados en esta ocasión por una elección de casting a mi modo de ver bastante errónea. Detour es un thriller que por momentos da la sensación  de ser una especie de versión ramplona y algo manida del Brick de Rian Johnson, funcionando muy esporádicamente a modo de road movie criminal ligeramente entretenida en base a sus trampas narrativas pero a todas luces insuficiente en su propósito de intentar transcender de alguna manera.

Valoración 0/5: 2l

 

31

Cinco personas son secuestradas en los días previos a Halloween y mantenidos como rehenes en un lugar llamado Murder World. Mientras están atrapados, deben jugar un juego violento llamado 31, donde la misión es sobrevivir 12 horas contra una pandilla de payasos malvados.

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La nueva película de  Rob Zombie venía precedida de una cierta polémica desde su premiere el pasado mes de enero en el festival de Sundance, las mala recepción que tuvo en el certamen norteamericano ha ido creciendo cual bola de nieve hasta llegar a Sitges, es harto evidente que Rob Zombie suele dividir opiniones de forma bastante drástica, su cine no es un plato para todos los paladares, incluyendo a los supuestos expertos del género, que 31 tuviera una mala acogida en Sundance no deja de ser algo normal, que en parte también la tuviera en Sitges ya no lo es tanto, algo que obliga a una cierta reflexión en lo concerniente a la reivindicación y defenestración casi instantánea de tendencias genéricas que a día de hoy son cada vez más visibles.

Esta caro que 31 (subvencionada a través de un crowdfunding) dista mucho de ser lo mejor de Rob Zombie, posiblemente sea su trabajo más liviano en concepto hasta la fecha, aquí no hay personajes como tales, tampoco una historia, 31 es puro y duro art concept made in Zombie, de clara naturaleza ecléctica, esa fijación a la hora de recrear los 70 es muy visible en un film que transita a través de lo grotesco y el slow motion, una especie de regreso al cine de terror de iconografía perfectamente intacta y que funciona al mismo tiempo como una suerte de versión sanguinaria del The Running Man de Arnold Schwarzenegger, el problema viene a la hora de querer equipararla con The Lords of Salem (título clave del terror contemporáneo a mi entender), en 31 Zombie retrocede en conceptos y coordenadas a sus inicios como director, una película que a mi entender y pese a las carencias y derivas (casi autoimpuestas) de las que hace gala es el mejor  slasher como tal del año, aparte de contar con uno de los mejores villanos vistos últimamente en una pantalla de cine (Doom-Head genialmente interpretado por Richard Brake), para otro día y con más tiempo sería conveniente reflexionar sobre lo arriba expuesto, esa manía que querer reivindicar por ejemplo cualquier slasher justito de los ochenta y renegar actualmente de un concepto tan diáfano y honesto en lo genérico como es 31 es algo que el tiempo pondrá en su justo lugar, como casi siempre suele ocurrir en estos casos.

Valoración 0/5: 3’5