En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, Paul da sus primeros pasos como DJ. En compañía de su mejor amigo crea un dúo llamado Cheers y pronto encuentran su público. “Eden” sigue los pasos de la generación del «French Touch» desde 1992 hasta hoy, una generación que todavía disfruta de un destacado éxito internacional gracias a DJs como Daft Punk, Dimitri from Paris o Cassius.
Si hubo una película presente en la pasada edición del festival de San Sebastián que un servidor echo en falta en su palmarés final esta fue sin lugar a dudas «Eden«, último trabajo de la directora francesa Mia Hansen-Løve, autora de «Le père de mes enfants» y «Un amour de jeunesse» que aquí presenta un monumental y por momentos apabullante electrofilm de tintes biográficos (concretamente su hermano Sven Løve, un en apariencia exitoso DJ de los años 90′, co-autor del guion junto a la propia Mia Hansen-Løve ).
Con «Eden« la directora francesa nos presenta su obra más madura, un apasionante mural calidoscópico sobre las vivencias y trayectoria de un DJ, un devenir de tono dramático en forma de retrato generacional que nos habla principalmente de la búsqueda de la felicidad, de la madurez, de los cambios vitales, pero sobre todo del paso del tiempo y como este nos puede llegar a afectar si no conseguimos aprovecharlo de manera adecuada, todo ello retratado bajo el lienzo de la escena electrónica francesa y su evolución, una evolución que abarca desde 1992 hasta hoy en día, un retrato de incuestionable tono amargo, una aproximación al individuo acerca del desencanto que precede a la madurez.
«Eden» no es una película fácil por varios motivos, la diversidad de adhesiones por parte de la crítica presente en el pasado festival de San Sebastián así lo atestigua, primero por su duración (son más de dos horas de metraje), una duración esta que va ligada de manera intrínseca a su temática, un tema el aquí tratado que requiere algo de empatía en mayor o menor grado por parte del espectador, el reflejo de la vida de un conjunto de jóvenes inmersos en el movimiento de música electrónica parisina a partir de la década de los 90 con la figura icónica de los Daft Punk orbitando en la mayor parte del metraje del film, y presentado en cierta manera como contrapunto al retrato del protagonista, sin embargo, la película logra recompensar este esfuerzo con creces, ya que Hansen-Løve retrata la vida de este grupo de jóvenes con su acostumbrada precisión y exactitud, consiguiendo integrar a la perfección el entorno en el que se mueven estos junto a una selección musical exquisita que en ningún caso entorpece el relato contado, esto supone en parte uno de los mayores logros de la cinta, esa simbiosis música-retrato generacional calzan por momentos a la perfección con una extraordinaria afinidad, sin forzar de una manera artificiosa el recurso, logrando contar el relato de forma muy sutil, de tono pausado y sin grandes aspavientos argumentales.
El único problema ocasional que veo en el filme es su carácter episódico no desarrollado de manera compensada en su totalidad, la película cubre casi 20 años en la vida del protagonista (de 1992 a 2013), lo cual lleva a que determinadas situaciones y relaciones queden esbozadas de una manera no del todo aprovechada, no llegando a ser profundizadas lo suficiente, como las continuas idas y venidas de su relación con un par de mujeres, o la relación con su silencioso socio musical, situaciones sentimentales y de compañerismo que se quedan como retazos de mero trasfondo en la historia, dando la impresión de que la narrativa se mueve más de forma algo caprichosa hacia las sensaciones que hacia el puramente retrato personal, un retrato este marcado por cierto tono melancólico, pero no desde una visión decadente o patético, sino desde un prisma en donde Mia Hansen-Love huye del retrato biográfico al uso, de la consabida historia de rápidos ascensos y caídas crueles dentro del mundo musical, decide no recrearse ferozmente con su protagonista en ese vaivén existencial, ni tanto en las alegrías y efímeros triunfos musicales, ni en los excesos y sus adicciones con la droga, algo que dota al conjunto de una notable solidez en su recorrido argumental.
Finalmente «Eden» queda como una serena reflexión sobre el crecimiento personal, el paso del tiempo, las oportunidades perdidas y las puntualmente encontradas, un relato rodado con la delicadeza estilística propia de Mia Hansen-Løve, con una notable sensibilidad del tempo, de las pausas y elipsis bien ejecutados, y con una indiscutiblemente banda sonora ensamblada en el conjunto de manera acertada, tal vez la mayoría de nosotros sólo conozcamos a Daft Punk y poca cosa más de la música electrónica o estilo garage , pero resulta curioso e interesante ver esa continua lucha por el éxito de muchas más voces involucradas en ciertos estilos musicales, unas voces como la del protagonista de «Eden» cuya transición personal durante los 20 años contados en el film es casi nula, voces ocasionales que fueron escuchadas en su momento de forma muy breve para acabar perdidas en el limbo.
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