“Ni juge, ni soumise” review

La extraordinaria y nada convencional jueza Anne Gruwez nos lleva a la trastienda de investigaciones criminales reales. Durante tres años el equipo satírico que está detrás de la serie televisiva de culto Strip-Tease capturó lo que nadie hasta entonces se había atrevido a filmar. Sin concesiones y de un modo políticamente incorrecto. No daréis crédito a vuestros ojos. No es cine: ¡es peor!

Seguramente lo mejor de un film de las características de Ni juge, ni soumise en lo referente a su inclusión en la sección oficial a competición del pasado festival de San Sebastián fue que sirviera como perfecto ejemplo del cambio realizado por la cúpula del certamen a la hora de seleccionar formatos hasta el momento tan poco transitados como son el documental o la animación para que opten por la Concha de Oro, algo ciertamente impensable años atrás, un posicionamiento valido en intenciones aunque discutible en cuanto a equiparar la calidad del producto en cuestión. La cinta franco belga Ni juge, ni soumise supone el salto al medio cinematográfico por parte del dúo compuesto por Jean Libon e Yves Hinant, reconocidos autores a través del medio catódico belga por su serie documental de culto Strip-Tease, Ni juge, ni soumise no deja de ser una continuación llevada al cine del mismo esquema televisivo, un trabajo tan sorprendente en lo referente a sus formas como algo cuestionable en lo concerniente a intenciones o a la utilización de ciertos trazados morales provistos de una supuesta incorrección política que el film parece querer exhibir en todo momento.

A la hora de intentar evaluar y desgranar una película como es Ni juge, ni soumise no estaría de más retroceder algo en el tiempo en busca de precedentes temáticos y acercarnos a otro film belga como es C’est arrivé près de chez vous, un trabajo que de alguna manera reactivo hace ya 25 años lo que se dio a entender como el falso mockumentary, entre las evidentes diferencias de tono entre ambas películas convendría detenerse en una muy particular, la veracidad por la que transitan ambas cintas, el problema viene dado cuando esa supuesta realidad de la que carecía casi por completo el film de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde y que si parece querer pregonar en todo momento Ni juge, ni soumise, un posicionamiento a la hora de querer romper reglas fílmicas y narrativas que se nos presenta de forma ciertamente cuestionable, no ya solo en referencia a los hechos de los que somos testigos y si en la representación que nos ofrece de la jueza de instrucción Anne Gruwez, aquí habría que detenerse y preguntarnos si realmente no estamos asistiendo a una interpretación como tal por parte de tan peculiar personaje (provisto de un ego realmente grande dicho sea de paso), hay un énfasis muy evidente por parte de la letrada en subrayar en todo momento su perfil irónico y su supuesta libertad de expresión especialmente en situaciones digámosla de una naturaleza complicada, hay una mirada por encima del hombro de los demás interlocutores que no se molesta en disimilar en ningún momento, en este aspecto parece claro que los realizadores toman la determinación de seguirle el juego hasta las últimas consecuencias aplicando estilemas de tono crudo muy cuestionables en lo referente a sus formulismos ¿entre otras cosas por ejemplo era realmente necesario el ofrecer explícitos planos de la exhumación de un cadáver relativamente reciente para ser testigos de la incorreción política de la señora en sus comentarios en la que posiblemente fue la escena más desagradable vista durante todo el festival?.

En cierta manera la validez de Ni juge, ni soumise viene dada por la frescura de la propuesta como tal y la oportunidad de paso de ver un lado muy poco conocido de lo que es la burocracia jurídica expuesta desde dentro de forma políticamente incorrecta, dicha validez también podría estar en la interpretación que le quiera dar el espectador a la función pedagógica (si es que realmente existe alguna) del film, en contra la película de Jean Libon e Yves Hinant parece querer apostar fuerte en referencia a la supuesta empatía por parte de dicho espectador hacia una protagonista provista de un ego difícilmente asimilable para según quienes. Para finalizar y al igual que C’est arrivé près de chez vous  Ni juge, ni soumise se cierra utilizando esquemas y conceptos similares, o al menos en apariencia, es en este punto en concreto en donde posiblemente se posicione y se adecúe más al estilo del cinéma vérité, un testimonio aterrador sirve en parte para borrar abruptamente la sonrisa cómplice que hasta ese momento se había tenido del relato en cuestión, una escena por cierto que curiosamente serviría como un inmejorable preámbulo o anexo como narrativa de la locura al notable documental 12 jours, también presente este año en San Sebastián.

Valoración 0/5: 2’5