“The Captain” review

En los últimos momentos de la II Guerra Mundial, un soldado de 19 años, andrajoso y hambriento, roba el uniforme de un capitán. Haciéndose pasar por un oficial, reúne a un grupo de desertores y comienza a matar y saquear a su paso a través de la golpeada Alemania nazi.

El último día hábil del pasado festival de San Sebastián en lo referente a la proyección de películas que integran su sección oficial a competición volvió a ser un campo un abonado para sorpresas de última hora como viene siendo algo habitual en estos últimos años, al igual que las anteriores ediciones con películas tan validas como resultaron ser The Demons de Philippe Lesage o en menor medida Ikari de Lee Sang-il la cinta alemana Der Hauptmann (The Captain) fue una inesperada y agraciada bocanada de calidad tonal y formal ofrecida a última hora en el certamen, una película que parte en un principio de la peculiaridad de contar con un realizador como Robert Schwentke que no cuadra en apariencia con el tono y forma del film que nos ocupa, el realizador alemán termino siendo un artesano exiliado a los Estados Unidos hace ya unos años con trabajos comerciales en su haber como por ejemplo Tatto, Flightplan, Red o la saga Divergente, tras este algo irregular periplo por Hollywood esta vuelta a su país de origen se erige como una pieza ciertamente elaborada, un giro al cine de autor muy por encima de todas las películas perpetradas anteriormente en su haber, un film que transita a través de un ensayo sobre una inquietante afiliación del fascismo más genocida y brutal posible en lo concerniente a la evolución de un personaje que pasa de ser víctima a juez y posteriormente verdugo, el relato de una desconexión de la moral a través de una nueva y cruda lectura poco transitada del genero bélico, de hecho estamos ante una película que mirándola bien parece que solo puede estar expuesta y realizada convenientemente a través de una sola mirada territorial, la alemana en este caso.

Basada en la historia real del joven soldado Willi Herold en The Captain vemos como durante los últimos suspiros de la II Guerra Mundial un joven desertor  por cuestiones del azar termina teniendo la potestad de decidir sobre los demás, la película en cierta manera refleja el poso existente del horror, esas últimas semanas del conflicto bélico en forma de coletazos de un ejército nazi que pasa de ser una maquinaria de miedo estructurado a una barbarie desorganizada con carta blanca para perpetrar crímenes contra aquellas personas que quedan suspendidas en situación de evidente vulnerabilidad. Lo que empieza como una acertada reflexión moral sobre los límites que implica vivir al borde de la supervivencia más extrema o el significado del poder del uniforme en tiempos de barbarie se trasforma en una historia de como un individuo de poder verse a un lado o en su reverso termina convirtiéndose en el fondo y cuestión del horror que habita en una mente humana expuesta a condiciones limites, la película para más inri se permite el lujo de lanzar matizadas reflexiones al aire tales como la violencia oculta que puede atesorar cada persona en su interior o la alienación a que puede estar sometido el ser humano en según qué condiciones. Al igual que la polaca Beyond Words The Captain se vale astutamente de su artificio estético para evaluar y conceptuar su discurso, especialmente en lo referente a la asfixiante fotografía en blanco y negro de corte clásico a cargo de Florian Ballhaus, un dispositivo perfecto para determinar ese tratado acerca de la paradoja de un fanatismo expuesto en la propia historia a modo de un simbolismo que por momentos bordea con inusitada ecuanimidad el primitivismo de sus personajes.

The Captain (que mereció tener una presencia más visible en el palmarés oficial aparte del premio concedido a la Mejor fotografía ) termina siendo un compendio de sobrias y crudas imágenes que sirven de testimonio para uno de los episodios más oscuros en la historia de la humanidad, Robert Schwentke se ampara en unas imágenes que nos acercan a los últimos latidos de un universo nazi, un tratado que por cierto en el brillante epilogo final que vemos sirve a la perfección a modo de lucida conexión con nuestro presente, unas imágenes que terminan conectando con nuestro hoy,  y es que nada más real que la atemporalidad para exponer un grave problema que da visos de que nunca en mayor o menor medida  parece que vaya a desaparecer de la condición humana.

Valoración 0/5: 3’5