

Jane
Usando una gran cantidad de material inédito, la película se centra en las investigaciones de la conocida primatóloga Jane Goodall, su trabajo de campo, su relación con su marido y cámara Hugo van Lawick y los chimpancés a los que estudió.
Cerrando la sección Docs de esta edición del Americana se pudo ver el último trabajo de un director de renombre dentro del género documental como es Brett Morgen, responsable entre otros de trabajos tan conocidos dentro de dicho medio como por ejemplo On the Ropes, The Kid Stays in the Picture o Kurt Cobain: Montage of Heck, ahora con la inestimable y omnipresente presencia de Philip Glass orquestando la banda sonora presenta Jane, una laboriosa recreación de la labor de investigación llevada a cabo durante varias décadas por la Dra. Jane Goodall en la investigación del comportamiento de los chimpancés.
De alguna manera Jane en su propósito de ofrecernos un retrato íntimo y a la vez didáctico en sus propias enseñanzas juega sobre seguro al contar con varios ases en la manga que son ciertamente difícil de obviar, tener como director con un especialista del medio como es Brett Morgen o tener como principal valedor
a National Geographic y sobre todo la naturaleza de la historia narrada hacen que en cierta manera este relato contado en primera persona adquiera un acercamiento que aún lejos de sorprender en lo referente a sus postulados estén provistos de una belleza formal bastante absorbente de cara al espectador, o lo que es lo mismo el comprobar como un documental cimentado en lo más manual logra una garantía refrendada después de su visionado. Una base que encontramos en los cerca de más de 100 horas de material inédito hasta hoy día entre los que se encuentran principalmente los archivos registrados por Hugo Van Lawick, esa selección de archivos preexistente que nos son narrado con la voz en off de la propia Jane Goodall sirven en muchos momentos para dar lugar a la propia reflexión de la protagonista siéndonos narrados de forma tan convencional como lucida, un posicionamiento que sirve como perfecto ejemplo de saber anteponerse al característico documento que transita a través del biopic o de la investigación de rigor para ofrecernos un relato que de alguna manera funciona de forma dual en lo referente a su narrativa, el personal y el supuestamente publico cimentado y esto es lo más importante del asunto en cuestión a modo de ineludible legado para generaciones venideras.
Valoración 0/5: 3
Gemini

Un crimen atroz pone a prueba la compleja relación entre una tenaz asistente personal y su jefe, una estrella de Hollywood. Mientras la asistente viaja por Los Ángeles para desentrañar el misterio, la actriz debe tratar con un determinado policía. Al mismo tiempo, se cuestiona profundamente sobre aspectos como la amistad, la verdad y la fama.
La nueva película del realizador Aaron Katz (Quiet City, Cold Weather, Land Ho!) nos trasporta a ese Hollywood de bambalinas tantas veces reflejado en el celuloide en donde fugaces y emergentes estrellas del mundo del cine son engullidas entre flashes y aspiraciones a una efímera fama que en algún momento se les puede volver en contra, un asesinato por resolver y una investigación en primera persona de la principal sospechosa del crimen nos trasportará a un escenario que circunvala sin ningún tipo de pudor un noir de serie B tan atípico en su estructura como por momentos sugerente en lo concerniente a su narración.
Gemini es básicamente un film que se estructura a través de referencias cinematográficas que se sirve de mecanismos genéricos plenamente reconocibles pare exponerlos de manera tan artificial como arbitraria en una trama en donde el MacGuffin argumental es demasiado visible, en este contexto podríamos aseverar que Gemini es un thriller a contracorriente,
especialmente visible al ofrecernos un relato de dobles lecturas. Hay una parte en la película de Aaron Katz que nos remite claramente al género negro perpetrado en los años 80 y 90 por autores como Abel Ferrara o Olivier Assayas por ejemplo , aderezando al máximo una puesta en escena en donde neones y una música electrónica algo intrusiva se sirven para ofrecernos un envoltorio por momentos sugerente, un tono visual ciertamente atrayente que se sitúa algo por encima de una narrativa expuesta que va de más a menos conforma avanza metraje, su algo tramposa vuelta de tuerca final es posiblemente el principal indicio de todo ello, sin embargo y volviendo a esa referida doble lectura antes comentada Gemini encuentras sus mejores momentos a la hora de exponer esas relaciones de poder dentro de un mundo plagado de vacuidad y falsas apariencias, un castillo de naipes que se derriba de forma vertiginosa según avanza el film en referencia a esos intereses casi mercantilistas por el que se mueve la protagonista principal, también y como apunte a destacar también hay un sugerente juego meta expuesto de forma algo peculiar, ese cine dentro del cine también sugiere una acida critica de ese sistema cambiante a conveniencia y egoísmo, un escenario por el que transitan unos personajes que dan la impresión de estar anclados en una continua deriva existencial.
Valoración 0/5: 3
The Rider

En The Rider vemos como Brady, que fue una de las estrellas del rodeo y un talentoso entrenador de caballos, sufre un accidente que le incapacita para volver a montar. Cuando vuelve a casa se da cuenta de que lo único que quiere hacer es montar a caballo y participar en rodeos, lo que le frustra bastante. En un intento por retomar el control de su vida, Brady emprende un viaje en busca de una nueva identidad y del significado de lo que es ser un hombre en el corazón de América.
La clausura del Americana 2018 vino de la mano de la realizadora de origen china-americana Chloé Zhao con The Rider, uno de los mejores films vistos este año en el certamen, el nuevo trabajo de la responsable de Songs My Brothers Taught Me nos traslada al retrato de la figura del cowboy y por ende a lo que podemos entender como un western moderno, un relato que transita básicamente a través de una frustración a modo de docudrama de claro índole intimista acerca de un hombre que intenta redefinirse a sí mismo, unos sueños truncados en donde dicho personaje en cierta forma se ve incapacitado a la hora de poder seguir con los dictámenes de lo que hasta ese momento había sido su propia vida, una actividad, en este caso los rodeos, de difícil extrapolación a otras facetas vitales de su día a día.
La mayor virtud que reside en The Rider la podemos encontrar en lo referente a su propia estética, Chloé Zhao valiéndose de un relato de clara naturaleza crepuscular se adentra en lo meramente contemplativo de una historia
en donde la imagen, con el bello paisaje de Dakota del Sur siempre omnipresente, se sitúa en todo momento por delante de la palabra, en lo relativo a ese aspecto es harto evidente de que nos encontramos ante un film construido a través de texturas, sonido, música y fotografía juegan a favor de un relato de apariencia áspera que termina convirtiéndose en conmovedora a través de su propia lírica De alguna manera Chloé Zhao se vale del tono documental (sensación acrecentada ante un reparto de actores no profesionales que se interpretan a sí mismos) que impregna casi todo el relato a la hora de trasportarnos a una especie de ética del perdedor relacionada y conectada en multitud de ocasiones con una inconfundible esencia de western clásico de tono crepuscular. The Rider termina convirtiéndose en un relato tan adorable como desolador, una vuelta de turca al retrato tradicional de la masculinidad que se aleja de dicho estereotipo a través de lo meramente emocional en lo concerniente a un logrado equilibrio entre realismo y lirismo que termina deviniendo como ciertamente notable, de esas historias en definitiva en donde lo más aparentemente mínimo se trasforma en algo mucho más amplio y minucioso.
Valoración 0/5: 3’5
Lemon

A sus 40, Isaac Lachmann es un hombre inmovilizado por su mediocridad, un personaje irritante que tiene una forma de relacionarse con un entorno completamente desconcertante y absurdo. Su carrera no progresa, y su novia de los últimos 10 años le acaba de abandonar.
Hablando recientemente en estas crónicas del Americana 2018 de la muy válida The Stange Ones constataba esas apuestas loables por parte del festival en ofrecer productos de un indudable riego autoral que se aparten de alguna forma de ese tono y pautas algo convencionales por el que se suele moverse con relativa frecuencia últimamente el actual cine independiente norteamericano, Lemon opera prima de Janicza Bravo entra plenamente en dicha ecuación aunque a diferencia del film más arriba comentado sus resultados tienden ser de una forma clara bastante más cuestionables.
Pese esa aparente anomalía por el que se mueve un film de las características de Lemon hay un objetivo en ella que deviene como meridianamente claro en referencia a sus propósitos, básicamente estamos ante un relato que busca incomodar al espectador a través
del absurdo de personajes y situaciones, evidentemente eso no constituye un gran mérito en sí mismo si no hay una finalidad del relato que justifique dicho trayecto, dicho de otra forma, hay un grave problema no en las formas pero si en el fondo, es en ese propósito en donde esta historia de este perdedor cuarentón no encuentra su principal razón de ser como comedia pues no hace gracia en prácticamente ningún momento de su metraje, uno se pregunta si realmente ese era el propósito de Janicza Bravo, el crear algo diferente que se aparte conscientemente de postulados al uso, logrado supuestamente este propósito sin embargo no basta con ser aparentemente original si el guion da la continua impresión de ser una colección de escenas repletas de incoherencias, un catálogo de situaciones sin un propósito aparente que lo justifique de alguna manera. Lemon termina convirtiéndose en un hermano menor y algo más complaciente de productos como por ejemplo el The Greasy Strangler de Jim Hosking o la reciente Kuso de Flying Lotus, en el film de Janicza Bravo no encontraremos rastros de la escatología que impregnaban dichas película, por el contrario sí que comparten con ellas una alarmante ausencia de una estructura narrativa que otorgue algo de solidez al relato en cuestión.






por Jim Carrey nos encontramos ante un relato que basa su narrativa en las dependencias anheladas, de un comienzo amable que termina derivando en una suerte de thriller psicológico, seguidas estas pautas argumentales el gran hándicap que atesora el film de Matt Spicer posiblemente venga dado por no apostar decididamente por una vía genérica que percibamos de forma clara, la película transita a través de la comedia, el relato denuncia y finalmente el thriller, todas ellas expuestas pero no profundizadas de manera conveniente. Es en ese apartado de supuesta denuncia en donde podemos apreciar como las nuevas tecnologías, la soledad y esa liquida forma de relacionarse que tiene gran parte de la sociedad actual en lo concerniente a las redes sociales en donde se echa de menos el matiz y la disección o la crítica a la dependencia de la exposición pública, a su favor es indudable que Matt Spicer sabe manejar según que mecanismos a la hora de ofrecer un producto sumamente entretenido pese a su continuo tono liviano, un desequilibrio narrado en primera persona que se beneficia de una Aubrey Plaza en estado de gracia, lástima que todo lo que se intuye termine siendo expuesto de una forma tan opaca.
separa la realidad de la pesadilla deviene en uno de los imaginarios telúricos más interesantes vistos últimamente dentro del fantástico contemporáneo más autoral.
su funcionamiento expuesto desde dentro, evidentemente tratándose de su autor este recorrido no es para nada superfluo o convencional en lo referente a propósitos, más bien todo lo contrario, pero siempre dentro de una coordenadas muy propias y plenamente reconocibles, al igual que en su anterior National Gallery estamos ante una inmersión del funcionamiento desde dentro de una institución sin ánimo de lucro, de clara vocación aglutinadora que no solo se dedica a la lectura o al mero almacenamiento de libros, a través de sus salas esta búsqueda del saber está representada por vertientes tan distintas pero al final tan hermanadas como puede ser el apartado a la investigación o el potenciar el mero estimulo del arte en lo referente a toda una diversidad de vertientes tales como el activismo cultural, vecinal e incluso político, una institución de origen burgués hoy al servicio comunitario, en lo concerniente a este apartado hay un espacial énfasis en mostrarnos numerosas reuniones administrativas que dictaminan un proceder a tal respecto, un trabajo tan exhaustivo que por momentos resulta agotador en lo concerniente a su intensidad, un énfasis que hace que sus más de tres horas de duración (resumen de 150 horas de grabación) se nos hagan al final algo insuficientes no en contenido y si en simetría.

mirada de un público no afín a dicha estructura religiosa, posiblemente este sea el principal mérito de una película de las características de Menashe a parte de su honesta adscripción a la hora de mostrarnos una loable y determinada cotidianidad, en este aspecto la mirada ofrecida por Joshua Weinstein no se detiene en ningún momento en juzgar estrictas leyes, preceptos o determinados personajes y si en exponer un equilibrio de tales conceptos expuestos a través de contrastes de tonos claroscuros, tan hermética es la comunidad y reglas ancestrales establecidas por dicha conclave ultra ortodoxo (empeñado en volver a casar al protagonista a toda costa como norma sine qua non para volver a hacerse cargo de su hijo) como incapaz e inoperante ante tal labor de dicho personaje por mucha empatía que desprenda su loable intención de seguir una independencia emocional. Posiblemente la mejor escena existente en Menashe venga dada en lo relativo a esa mecánica de las relaciones, en ella vemos como nuestro protagonista se abre emocionalmente (la única vez que lo vemos hacer de forma honesta) ante unos compañeros de trabajo de origen latino, ese momento intimo lejos de la estructura férrea en la que convive describe a la perfección y lejos del tono liviano existente en el relato los anhelos de un individuo por encauzar una segunda oportunidad a través de una propia confesión redentora.
estamos antes un día a día de personas que en un principio no entran dentro de los parámetros dictados por la sociedad como normales, sin embargo el trazo narrativo impuesto por Antonio Santini y Dan Sickles se aleja conscientemente de la mirada exterior (la nuestra) y la fija en el ámbito doméstico y cotidiano de los propios protagonistas, no se trata solo de hacernos partícipes de una crónica que se basa principalmente en la escucha y la mirada sino en la exposición de una relación que como cualquier otra está llena de obstáculos, no tanto por la naturaleza de sus personajes, ya plenamente asumida por ellos mismos y si en la sinceridad de unas relaciones alejadas de la perfección, el con graves problemas a la hora de desenvolverse en los momentos más íntimos y ella teniendo que lidiar con las heridas afectivas de un pasado especialmente duro. Dina termina convirtiéndose en la quintaesencia de lo que consideramos como relato verité, con sus ventajas e inconvenientes que todo ello puede conllevar, a partir de ese posicionamiento plagado de dramas, toques humorísticos y momentos incomodos se establece la esperada comicidad de quien esta visionando como principal cualidad de un relato que termina poniendo a la misma altura a personajes y espectadores, todo un logro se mire como se mire.
como llevarlas que por momento parece derivarnos al cine de Richard Linklater, por increíble que parezca dicha amalgama genérica por momentos logra funcionar de un modo ciertamente sorprendente. Todo el cine realizado por Justin Benson y Aaron Moorhead hasta la fecha ha dado la sensación de querer abarcar mucho más de lo que realmente puede conceptuarlo, algo que ya era muy visible en sus anteriores Resolución y Spring, en The Endless esta percepción se incrementa y es incluso más notoria, evidentemente tal mixtura genérica y de conceptos varios terminan derivando en una leve irregularidad en lo relativo a su narrativa pero hay un intento por parte de sus autores ciertamente elogiable en querer ampararse solamente en la imagen y la palabra y no en el artificio genérico más común a la hora de contarnos una historia fantástica, se sugiere más que se matiza, posiblemente la precariedad de la que parte tenga algo de culpa en todo esto pero no deja de ser meritorio la honestidad en proponer un discurso muy fiel y deudor a ciertas coordenadas del cine de género y como amparándose a través de todo ello ofrecernos una mirada muy personal.



que asistimos a modo de profunda exploración individual cuya mayor funcionalidad posiblemente consista en compartir un dolor propio direccionado a personas ajenas, ante tal tesitura emocional una de las cosas más interesantes que se pueden sacar en claro en de The Work es en ver como esa masculinidad y dolor ajeno no entiende de ningún estatus social en dicho tratamiento como podemos presenciar en dichas sesiones, la curiosidad de ver como convictos violentos de los cuales la gran mayoría pasaran el resto de su vida entre rejas son los que les abran las puertas emocionales al urbanita de a pie a la hora de exorcizar y compartir sus propios demonios interiores es ciertamente paradójico. Posiblemente el gran interrogante que me viene a la mente después de visionar un trabajo de las características de The Work venga dado en lo relativo a su supuesta autenticidad, no en lo que vemos pues esto no admite ningún tipo de dudas pero si en referencia a la manipulación de dicho metraje por parte de sus creadores, hay un énfasis que parece muy evidente en intentar destacar la expresividad de lo emocional, abundancia de primeros planos, utilización del sonido etc, en este aspecto no hubiera estado de más un cierto distanciamiento por parte de las cámaras, aunque solo sea a modo de respiro de esta experiencia tan interesante en sus interacciones emotivas como ciertamente agotadora en lo referente a sus propios postulados.
film con un extraordinario Stephen McHattie también presente en Weirdos en forma de breve cameo) consensuado o no nos remite a una cierta inconsistencia temática que parece buscar de forma algo forzada la empatía por parte del espectador, es evidente que el envoltorio es ciertamente atrayente especialmente en según qué hábil manejo técnico aunque no tanto en lo referente a su interior, un uso dinámico musical, interesante captación de imágenes que le otorga un empaque visual potente, mimbres estos que uno tiene la sensación que no logran contrarrestar del todo una trascendencia que si acaso vemos de forma muy tímida en su tramo final. Por otra parte en esta relación de amistad entre chico y chica hay un intento en romper dicho hermetismo temático por parte del realizador mediante fugaces apariciones mágicas de un imaginario Andy Warhol a modo de conciencia aleccionadora del confundido protagonista principal en un film en donde sí algo queda claro es en lo relativo a su fiel posicionamiento a un universo de claras consonancias adolecentes que intenta explorar de forma algo irregular las incertidumbres varias que atañen a sus protagonistas.
estabilidad dentro del nucleó familiar que vemos en el último film de Alex Ross Perry es explorada a partir de la muerte del cabeza de familia, hecho y posterior detonante que dará pie a la aparición de ese elemento venido del exterior representado en la película en la figura de una joven becaria, personaje que no deja de ser paradójico al ser el más deseados por todos siendo ella misma la más perdida de dicho conclave. Golden Exits se adentra de esta manera en un juego de vidas cruzadas y espejos en donde la ya constatada perdida en prácticamente todos sus protagonistas de una motivación que les aleje de una vida que ya es plenamente predecible se disecciona a partir de un retrato coral en donde el dialogo o incluso la utilización de los silencios por el que transitan los personajes en esas aparentes zonas de confort en la que conviven deviene como un lúcido y muy amargo retrato de la infelicidad, es en ese amplio y acertado subtexto que nos ofrece Alex Ross Perry en donde se percibe claramente el talento de un autor que se aleja conscientemente de etiquetas, aquí en una obra que se percibe como plenamente coherente e igualmente rupturista en referencia a su anterior y esplendido film Queen of Earth, relatos en donde oscuras derivas existenciales son representadas como un fiel reflejo de la perdida de lo que entendemos como el bienestar emocional.
con un continuo y vano esfuerzo por pate del protagonista en intentar modificar una naturaleza sexual que parece ya de por si plenamente asentada dentro de su subconsciente.




















no muy lejano en donde el gobierno reinante trata de combatir el crimen suprimiendo la privacidad en el habitante creando de esta manera una vigilancia total que carece de cualquier tipo de filtros. Un detective de policía llamado Sal Frieland hace todo lo posible para intentar combatir el crimen en la ciudad, repentinamente las cosas toman un giro totalmente inesperado en el momento en que se topa con una hacker conocida como The Girl, una mujer que no existe en la teoría y que le hará cuestionar al gobierno para el que trabajo.


Pocos años después de su forzoso y de alguna manera no natural nacimiento la ciudad ya en su pleno cenit llego a albergar a cerca de 40.000 habitantes. Dawson debido a su conclave geográfico se había convertido en la última parada de distribución de una línea de exhibición comercial de películas que recorrían casi todos los pueblos del norte del país. Debido a este fin de trayecto dichas películas no tenían a donde ir, convirtiendo a Dawson en un punto de almacenaje masivo de celuloide, por motivos ciertamente caprichosos en lugar de simplemente deshacerse de ellas, labor imposibilitada al no poder prenderlas fuego por el riesgo explosivo que conlleva el nitrato del celuloide del que estaban fabricadas, ni tampoco la posibilidad de dejarlas tiradas por el riesgo existente de la descomposición de la cinta que provocaría posiblemente una peligrosa detonación se decidió finalmente enterrarlas bajo el hielo de una pista de hockey, un acto que de manera algo involuntaria hizo suspender ese material cinematográfico en el tiempo hasta hace bien poco.
















Director/a: Stewart Sugg, Título original: KENNY, Año estreno: 2018, País: Inglaterra, Duración: 86 minutos.
Director/a: Rafa de los Arcos, Título original: EL EQUIPO DE MI BARRIO, Año estreno: 2018, País: España, Duración: 52 minutos.
Director/a: Jonny Owen, Título original: DON’T TAKE ME HOME, Año estreno: 2018, País: Gales, Duración: 86 minutos.
Un grupo de pacientes procedentes de varios centros de salud mental de toda Italia, un psiquiatra (Dr. Santo Rullo) como director deportivo, un ex jugador de fútbol sala (Enrico Zanchini) como entrenador y un campeón mundial de boxeo (Vincenzo Cantatore) como preparador físico. Estos son los protagonistas de Crazy for Football (Locos por el fútbol), un documental de Volfango De Biasi sobre el primer equipo italiano de fútbol sala que participa en la Copa Mundial de Pacientes Psiquiátricos en Osaka. La película recoge el proceso, desde la selección de los doce integrantes, hasta la participación en el Mundial. Pero nos lleva también por un viaje más profundo: el de la montaña rusa de sentimientos y sensaciones de quienes sufren una enfermedad mental. Un camino zigzagueante entre la salud y la locura, que nos incumbe a todos. Es esta una película, sin embargo, en la que los jugadores y no su enfermedad son los protagonistas, con el objetivo de luchar contra los prejuicios que rodean a los que sufren enfermedades mentales.
Director/a: David Stewart, Título original: 89, Año estreno: 2018, País: Inglaterra, Duración: 88 minutos
Director/a: Mehdi Benhadj-Djilali, Título original: ZWEIKAMPFER, Año estreno: 2018, País: Alemania, Duración: 98 minutos.
Director/a: Adam Sobel, Título original: THE WORKERS CUP, Año estreno: 2018, País: Inglaterra, Duración: 88 minutos.
Director/a: Luciano Pérez Fernández, Título original: BOCA DE FUEGO, Año estreno: 2018, País: Brasil, Duración: 9 minutos.
Director/a: Luke Mellows, Título original: THE LANE, Año estreno: 2018, País: Inglaterra, Duración: 51 minutos.
Director/a: Irene Herrero del Valle, Título original: IRAGARTZE, Año estreno: 2018, País: Euskal Herria, Duración: 8 minutos.
Director/a: Adam Darke y Jon Carey, Título original: FORBIDDEN GAMES: THE JUSTIN FASHANU, STORY, Año estreno: 2018, País: Inglaterra, Duración: 80 minutos.
