Crónica festival de San Sebastián 2017. Día 7

The Disaster Artist

Adaptación del libro de Greg Sestero, que habla sobre la producción de una de las consideradas peores películas de la historia del cine, “The Room”, dirigida en el 2003 por Tommy Wiseau. The Disaster Artist es una buddy comedy sobre dos inadaptados en busca de un sueño. Cuando el mundo los rechaza, deciden hacer su propia película, una película maravillosamente espantosa, gracias a sus momentos involuntariamente cómicos, sus tramas dispersas y sus terribles interpretaciones.

La justa ganador a la Concha de Oro a la Mejor Película vino a certificar dos cuestiones bien diferenciadas por las que convendría detenerse aunque sea de una manera muy leve, por un lado la necesidad de que un festival como el de San Sebastián incluya con algo más de normalidad películas de las características de The Disaster Artist en su sección oficial, y otra más importante que dichas películas este muy presente en su palmarés, siempre que su calidad lo justifiquen evidentemente, en unos momentos en que los festivales de categoría A empiezan a desprenderse del corsé genérico para abrir nuevas vías y ampliar horizontes a la hora de programar como se ha podido comprobar de forma muy clara estos últimos años en Cannes, Berlín o Venecia no está de más que San Sebastián no se quede atrás en lo relativo a esa diversidad que a día de hoy deviene como casi necesaria a la hora de aplicar una amplitud de conceptos más extendidos en lo referente a las propuestas exhibidas.

En una edición en donde dramas de una trascendencia muy de actualidad copaban en gran parte la sección oficial una comedia como The Disaster Artist (en las antípodas de esa impostura que es C’est la vie) fue recibida con un justificado y sincero agradecimiento por parte de la audiencia, un film que mira en la temática de manera nada disimulada al Ed Wood de Tim Burton aunque con claras diferencia en lo referente a su narrativa, algo que hace que la propuesta de James Franco adquiera una personalidad muy definida y propia. Nunca he sido partidario de ese concepto de venerar un cine torpe o malo hasta revertir su valoración real por mucho que se haga desde un posicionamiento totalmente lúdico y despreocupado, solo he visto en una ocasión el The Room de Tommy Wiseau y no la volveré a ver nunca más por razones que para un servidor son muy obvias, me interesa y fascina mucho más como me ocurrió con Ed Wood la gestación del cómo y el por qué, en este aspecto The Disaster Artist sacia por completo y para bien toda mi curiosidad, un retrato en forma de buddy comedy que nos presenta a un personaje y una situación teniendo la virtud de no caer ni en la complacencia que podría derivar de la exaltación de una ilusión extrema ni en el cinismo ni la caricaturización burda de un personaje que da de sobras para ello. The Disaster Artist funciona a la perfección tanto como una rica e imaginativa muestra de ese impulso creativo o como una pulcra y asombrosa recreación de un hecho concreto (imprescindible ver el nivel de recreación mostrado en los títulos de créditos finales) confirmando el talento que atesora un autor tan inquieto de visiones como es James Franco.

Valoración 0/5: 4

 

The Florida Project

Una niña de 6 años y sus amigos pasan un verano lleno de aventuras alrededor de un pequeño motel, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean pasan unos tiempos difíciles.

El estadounidense Sean Baker presento en Perlas una nueva y poderosa muestra del reverso del american way of life tan presente en su carrera como director, si en su anterior Tangerine nos ofrecía la parte menos glamurosa de Los Angeles como escenario de las vivencias cotidianas de unos transexuales en la extraordinaria The Florida Project nos vuelve a situar en la periferia de esa otra sociedad norteamericana ubicada en un ambiente degradado, moteles decrépitos y centros comerciales en las afueras de la ciudad de Orlando, un conclave territorial situado en las inmediaciones de los parques Disneyworld poblado de rincones marginales en donde los protagonistas son tres niños que por fuerza mayor campan a sus anchas, estos a través de sus miradas nos introducirán en un fascinante universo propio.

Que un cineasta independiente como Sean Baker se haya convertido en muy poco tiempo en todo un experto en cómo saber retratar la trastienda del sueño americano queda muy de manifiesto en The Florida Project, podríamos decir que la película capta a la perfección esa esencia tan característica de su cine, hay una reincidencia en la tendencia de situarnos en historias de desfavorecidos en lo social y lo emocional, en tal narrativa hay un trasfondo escénico o contexto decisivo para lograr entender el devenir y desarrollo de personajes y situaciones, la virtud de Baker reside en cómo se apoya en la cotidianidad y naturalidad de la acción, algo que en un principio puede parecer tan sencillo pero que no lo es tanto, ahí radica la honestidad de la propuesta, la grandeza de The Florida Project está también en no cargar la tintas en lo melodramático, y no porque la historia no dé pie a ello, de hecho Baker adopta una postura muy contemplativa marca de la casa, cercana incluso al documental en lo referente a una honestidad narrativa ciertamente meritoria. The Florida Project nos cuenta como la inocencia se adelanta momentáneamente a la antesala del dolor, ese efímero micro mundo de libertad y pillería con fecha de caducidad nos es mostrada como uno de los dramas más coloridos y conmovedores del presente año, pocos cineastas en la actualidad como Sean Baker a la hora de saber retrata la ternura e inocencia que anida en la más absoluta sordidez social.

Valoración 0/5: 4’5

 

A Fish Out of Water

Yian, que comienza a ir al jardín de infancia, pide a menudo a sus padres que lo ayuden a encontrar a los progenitores de su vida anterior. Sin embargo, los médicos y sus padres piensan que sufre de psicosis. Entretanto, sus padres están negociando su separación. Su madre Yaji decide mudarse con él mientras su padre Haoteng decide cuidar al abuelo enfermo de Yian…

Otras de las propuesta asiáticas vistas este año dentro de la sección Nuev@s Director@s fue la opera prima del realizador taiwanés Lai Kuo-An A Fish Out of Water. Partiendo de una premisa fantástica que bien podría corresponder al Audrey Rose de Robert Wise y que nunca es utilizada como tal sino más bien como detonante o ligera metáfora que da lugar a una soñada vida pasada o al anhelo de no romper con los lazos familiares. A Fish Out of Water transita a través del drama cotidiano y familiar, el de la asimilación de los pequeños detalles que nos son mostrados poco a poco, de hecho la película es en extremo veraz y realista en lo concerniente a sus supuestos postulados, tal punto de partida no deja de ser una mera excusa a la hora de abordar cuestiones tales como la superación de obstáculos a modo de fábula doméstica, en la película todo el entramado argumental está muy sugerido, posiblemente demasiado, no se incide en un mensaje de tono críptico por fortuna pero la sensación de falta de profundidad, de quedarnos en la superficie de algo mucho más interior está latente en prácticamente todo el relato, un film que también peca como muchos otros primeros trabajos de anteponer un cierto preciosismo en sus imágenes por delante de su exposición narrativa, no es penalizable que haya un cuidado formal destacable, en la película hay infinidad de cuidadosos encuadres escénicos ciertamente elaborados, algo que en teoría no tendría como he dicho que ser negativo si no fuera por esa cierta reincidencia a la hora de recurrir a ello como condición sine qua non en primeros trabajos cinematográficos.

Valoración 0/5: 2

 

Beyond Words

Michael y Franz, su jefe y mejor amigo, se sienten como en casa en los restaurantes, bares y clubes de moda de Berlín. Aparentemente no hay diferencias entre ellos, pero Michael, que emigró de Polonia tras la muerte de su madre hace unos cuantos años, todavía presta especial atención a su acento. Michael queda conmocionado cuando un polaco desastrado y bohemio se presenta en su puerta asegurando ser su padre. Padre e hijo, dos perfectos extraños, comparten un fin de semana que va de la empatía al rechazo y la desconfianza. Una dolorosa crisis se hace inevitable conforme Michael se va reencontrando con sus raíces…

La directora polaca Urszula Antoniak presento a competición la cinta Beyond Words, cuarto largometraje de su carrera rodado en un pulcro blanco y negro que anida a través de un discurso sobre como el inmigrante asentado en un territorio empieza a cuestionarse su verdadero sentido de pertenencia a dicho lugar de adopción, dicha reflexión o detonante surge a raíz del momento en que aparece en la trama un elemento que deviene distorsionador en la acomodada vida de nuestro personaje principal, un padre al que apenas conoce que hará que el protagonista que hasta ese momento disfrutaba de esa confortable posición social se plantee varias disquisiciones sobre cuál es su papel en una sociedad adoptiva que por momentos consideraba como propia. En Beyond Words hay un conflicto muy evidente entre imágenes y discurso, ciertamente la notable estética visual del film (magnífico trabajo en la fotografía a cargo de Lennert Hillege) es exquisito en lo referente a sus formas, este dispositivo formal por momentos llega a marcar distancia en lo referente al mensaje o más bien a las varias reflexiones que lanza al aire Urszula Antoniak en lo relativo a la disquisición de cuales son la auténticas raíces del inmigrante, sin embargo en el film hay una innegable abstracción en lo referente a esas visualizaciones que llegan a colindar con la ensoñación subjetiva y que de alguna manera impide la cercanía a unos personajes en clara crisis identitaria, una verdadera lástima pues las bases de la que parte Beyond Words aparte de interesantes son de plena actualidad y pedían un soporte formal que no se limitará solo a una estética que deriva al final tristemente en estática con respecto a lo que es su argumentación.

 Valoración 0/5: 2

 

La peste

En la segunda mitad el Siglo XVI, Sevilla era la metrópoli del mundo occidental. Puerta de acceso de América en Europa. Ciudad donde la riqueza florecía con facilidad gracias al comercio internacional, al oro, la plata; a la convivencia de nacionales y extranjeros: cristianos, judíos conversos, moriscos, esclavos, libertos, pícaros, ladrones, prostitutas, nobles y plebeyos. Pero también era una ciudad de sombras por la desigualdad, las hambrunas y epidemias.

San Sebastián como no podía ser de otra manera lanzo su mirada a las series de televisión, un peaje que hoy se antoja como imprescindible, el medio catódico en estos últimos años ha roto barreras en lo referente a calidad con respecto a sus congéneres cinematográficos, cualquier festival que se precie ha de contemplar algún acto que le relacione con el medio si no quiere quedarse en la cola de las nuevas tendencias audiovisuales, otra cosa bien distinta es el papel real que pueden desempeñas las series en ciertos certámenes de cine, estos a día de hoy devienen como simples actos promocionales o publicitarios al proyectar normalmente una obra que suele estar incompleta.

En el Zinemaldia se presentó  la serie de Movistar + La peste dirigida por Alberto Rodríguez en sus dos primeros capítulos (los proyectados) de seis en total la serie nos sitúa en la Sevilla de finales del siglo XVI. La peste atesora un diseño de producción ciertamente excelente que hace que estemos ante un producto perfectamente exportable de cara al exterior, algo en verdad muy importante y que de alguna manera no dejaba de ser un déficit bastante evidente habido en el medio patrio durante muchos años. Disquisiciones de producción en la trastienda La peste pese a su lujoso envoltorio tiene una estructura narrativa que puede resultar ser algo reincidente en lo referente a su premisa y posterior tesis, como lastre complementario se incide (no es la primera vez) en una pésima vocalización de muchos de los actores que vemos en la serie, algo que hace difícil el seguimiento, al menos en una pantalla de cine si no se dispone de los subtítulos correspondientes. Inconvenientes técnicos a parte la serie tiene la virtud de alejarse de series históricas españolas de naturaleza y veracidad muy artificiosas, Alberto Rodríguez quien parece claro que ha tenido libertad creativa logra acaparar un cierto interés en lo referente a subtramas y como aplica en ellas ciertos paralelismos, las cloacas del poder devienen como clave en una historia en donde curiosamente vemos ingente cantidad de ratas, actuaciones de gobernantes cuyos comportamientos equivalen por momentos a los de los roedores. Con referencia a dichos paralelismos en La peste también somos testigos de un reflejo nada complaciente de nuestros propios días en lo referente al juego y roles de poderes de las altas esferas, una esforzada y por momentos conseguida visión histórica la ofrecida que nos demuestra que pese a la diferencia temporal  la situación no parece haber cambiado mucho.

Valoración 0/5: 2’5

 

La villa

En una pequeña cala cerca de Marsella, en pleno invierno, Angèle, Joseph y Armand vuelven a la casa de su anciano padre. Angèle es actriz y vive en París, y Joseph acaba de enamorarse de una chica mucho más joven. Armand es el único que se quedó en Marsella para llevar el pequeño restaurante que regentaba su padre. Es el momento de descubrir qué ha quedado de los ideales que les transmitió su progenitor, del mundo fraternal que construyó en este lugar mágico en torno a un restaurante para obreros. Pero la llegada de una patera a una cala vecina cambiará sus reflexiones.

Tras su paso por el festival de Venecia en el Zinemaldia y dentro de la sección Perlas estuvo presente el último trabajo del realizador francés Robert Guediguian La Villa, el autor de Las Nieves del Kilimanjaro vuelve a contar con sus actores habituales Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin para proponernos un nuevo recorrido por manierismos que son perfectamente reconocibles si somos algo asiduos a anteriores trabajos suyos. A medio camino entre el ejercicio nostálgico y el discurso social Guediguian nos retrata el reencuentro e intento de reconciliación de tres hermanos en un escenario plenamente reconocible, un trazo cotidiano el que se nos ofrece que da pasó al habitual discurso en donde el drama familiar adquiere reminiscencias sobre antiguas heridas afectivas que no parecen estar completamente cerradas, a partir de ahí una narración en donde impera mucho el silencio en lo concerniente a unos diálogos mezclados hábilmente con momentos de tragedias y confrontaciones del pasado y del presente visualizado a través de material de archivo a modo de vídeos caseros familiares. La Villa nos habla básicamente de cómo afrontar el ayer y el hoy, esa ambivalencia temporal vista desde un prisma familiar e íntimo que nos es presentado a modo de una mirada autoral de cierto beneplácito, estas virtudes por momentos parecen dar paso también a una morosidad de una narrativa excesivamente transitada con anterioridad por parte del director, en este aspecto esa supuesta elegancia encorsetada queda algo en evidencia al intentar armar una historia en donde el conflicto generacional y social en la parte final de la película no terminan de adecuarse con la habilidad que antaño Guediguian si parecía dominar con un mejor tacto. Por fortuna en el cine del autor francés siempre encontraremos varios resquicios para la discusión ideológica, política y social rica en matices, una retórica que por fortuna a lo largo de los años ha sabido mantenerse alejada del mensaje populista.

Valoración 0/5: 3’5