“12 jours” review

Cada año en Francia 92.000 personas son ingresadas en centros psiquiátricos sin su consentimiento. Según la ley, el hospital tiene 12 días para llevar a cada paciente ante un juez. Sobre la base de los historiales médicos y las recomendaciones de un doctor, hay que tomar una decisión crucial: ¿El paciente debe irse o quedarse? Son doce días después de los cuales una vida puede cambiar para siempre. El prestigioso director y fotógrafo Raymond Depardon, que ha tenido acceso por primera vez a esas audiencias, recoge estos extraordinarios encuentros entre la justicia y la psiquiatría. Se trata de un film sorprendente y esclarecedor que da voz a aquellos que hasta ahora no la tenían.

En la pasada edición del festival de San Sebastián y dentro de ese estimulante cajón de sastre genérico que es la sección Zabaltegi – Tabakalera uno tuvo la suerte de poder perderse por él y descubrir trabajos tan interesantes y fascinantes como es este 12 jours, documental a cargo del veterano realizador Raymond Depardon en donde asistimos a un demoledor tratado narrativo acerca de la locura. Bajo la premisa argumental de esos 12 días en donde un juez tiene la potestad de determinar su salida o por el contrario continuar con el internamiento psiquiátrico del paciente hospitalizado a la fuerza asistimos a una serie de escenas elaboradas a través de una máxima austeridad formal del testimonio-entrevista en lo concerniente al testimonio de diez hospitalizados que tendrán que exponer su aparente verdad ante el letrado en base a un continuo plano-contra plano más un tercero dispositivo visual de composición neutra, un diálogo que en ocasiones puede resultar tan delicado como enfático.

12 jours pese a su enunciado evita el justificar o adentrarse en el discurso social como tal, huye conscientemente de lo estrictamente reivindicativo o incluso panfletario, sin embargo esa supuesta economía narrativa que puede parecer en un principio menor o simple se amplifica en lo relativo a su condición de exposición, el documental no deja de ser un ejercicio que reflexiona a través de la observación, aunque inevitablemente veamos en el film dos voces irreconciliables y totalmente antagónicas, la ecuanimidad jurídica y el desequilibrio mental, de alguna manera esos representantes de la ley intentar adentrarse al igual que el espectador en unas ajenas zonas mentales de naturaleza casi encriptada, en lo referente a esa supuesta confrontación social entre letrado y paciente sí que podríamos encontrar alguna rendija acerca de la supuesta potestad de una clase social más elevada que otra a la hora de determinar o legitimar el destino del paciente, sin embargo este aparente conflicto que daría lugar a una síntesis totalmente diferente de la que nos ocupa queda reducido a la nada prácticamente pues al final y al cabo las decisiones que toma el juez encargado del caso no dan lugar en ningún momento al debate en lo eferente a la sentencia en cuestión, de hecho esos 12 días y posterior vista jurídica no deja de ser una especie deMacGuffin, lo que Raymond Depardon intenta exponer en las imágenes que capta a través de una simple observación es una muy realista y desoladora narrativa de la locura.

12 jours constituye un fascinante y por momentos demoledora verbalización del desequilibrado mental, el dar la palabra a individuos que van desde la esquizofrenia más peligrosa hasta la paranoia, pasando por impulsos suicidas o por un conmovedor sentimiento de persecución, todo tipo de patologías al servicio de una exposición que por extenuante en su cometido llega a desvirtuarnos en algún que otro momento de nuestra propia realidad, en este sentido las imágenes casi fantasmagóricas del exterior del centro psiquiátrico que nos son mostradas a modo de interludio entre las entrevistas no dejan lugar a dudas de que estamos asistiendo a un relato que de alguna manera indaga en un juego de espejos, esa mirada contemplativa de Raymond Depardon no deja de ser la nuestra propia, la de la supuesta cordura que mira entre el pragmatismo y la curiosidad a ese otro reverso distorsionado en donde se atisba de trasfondo una triste fragilidad humana que en ocasiones intenta ser enmascarada por los propios protagonistas a la hora de justificar de alguna manera su inexistente cordura, la extraordinaria y rigurosa en lo formal cámara fría y neutra de Raymond Depardon terminará desvelándonos toda la cruda realidad.

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