Crónica festival de Sitges 2017. Día 6

La piel fría

La piel fría nos cuenta cómo, huyendo en parte de su pasado como activista del IRA, un hombre llega a una diminuta isla perdida en el océano, donde la única edificación es la cabaña del meteorólogo y un faro. Su primera sorpresa consiste en comprobar que el único habitante de la isla no sale a recibirle, pero pronto esto se convierte en un detalle sin importancia cuando descubre que el faro es periódicamente atacado por seres procedentes del mar cuyos objetivos nadie conoce. No tarda en unir esfuerzos con el defensor del faro, Batis Caffó, pero con el paso de los días, y sometido a la extrema tensión de los ataques nocturnos, empieza a replantearse su actitud hacia los supuestos monstruos marinos.

La esperada adaptación de la conocida novela de Albert Sánchez Piñol tuvo su puesta de largo en Sitges, La piel fría al mismo tiempo supone un nuevo trabajo en la dirección del francés  Xavier Gens, posiblemente el integrante de ese grupo de realizadores que conformaban el nuevo extremismo francés que mejor ha sabido adaptarse y encontrar un hueco fuera de sus fronteras a la hora de asumir funciones de simple artesano, es decir el rol de asumir proyectos no propios y dotarles de un empaque asumible a una amplia gama de receptores, de alguna manera esta adaptación de La piel fría escenifica a la perfección tal tesis.

Sin haber leído la novela de Albert Sánchez Piñol y por consiguiente tener el beneplácito de no incidir en algo tan absurdo como es ese ejercicio de la comparativa literaria y cinematográfica el hacer un diagnóstico de la película en cuestión es en parte relativamente sencillo dada sus propias características, no hay mucho misterio en un film que pasa por alto cualquier tipo de trasgresión en lo referente a una narrativa algo pobre, visiblemente estática en su trama central y que un servidor deduce que esta algo alejada del texto original, lo suyo es más bien un aplicado cuento de terror marino que incluso colinda en más de un momento con la aventura clásica de claros ecos a la literatura de Verne, de pulcro acabado técnico, último trabajo en el diseño de producción del maestro Gil Parrondo (en este apartado solo chirria el excesivo número de planos aéreos), La piel fría deviene como un survival en donde la imagen se antepone siempre a las palabras, con claras connotaciones a la serie B muy visible en ese en ese final circular que parece remitirle sin ningún tipo de disimulo a la fundamental The Twilight Zone. A través de esta perspectiva La piel fría es un producto plenamente disfrutable dentro de una sola categoría, el otorgarle un estatus diferente solo hará que salgan a flote sus más que evidentes carencias, la más visible por ejemplo el otorgar al film una forzada y redundante voz en off, recurso este que igual habría funcionado si el film hubiera apostado por un tono algo más lovecraftiano que difícilmente llegamos a ver a lo largo de la película.

Valoración 0/5: 2’5

 

The Maus

Alex y Selma viajan al corazón de Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, su coche se para en medio del bosque. Mientras buscan ayuda, Selma, que sobrevivió a la Guerra de los Balcanes, empieza a sospechar que no andan solos, sino que una fuerza misteriosa les acompaña. Ella se aferra a su amuleto, pero lo que debería protegerla no hará más que invitar a la extraña presencia a que emerja del bosque.

La ópera prima en el largometraje de Yayo Herrero The Maus fue otra de las propuestas nacionales (en este caso coproducción) que formaron parte de la sección oficial este año en Sitges, un film que parte de un escenario prototipo del género de terror como es el bosque en donde el survival se erige como máximo exponente, también lo son en un principio los personajes ubicados en él, una pareja de vacaciones perdida en dicho escenario y una amenazante ayuda que parece llegar en un primer momento, Herrero nos ofrece a partir de esta premisa un relato alegórico de la Europa actual y pasada, evidentemente las nacionalidades de los protagonistas y posteriores actuaciones de ellos ya nos lo indica de antemano, ella Bosnia, el novio Alemán y los cazadores Serbios. The Maus en este sentido no engaña a nadie y es meridiana en lo referente a los objetivos de sus premisas, quizás demasiado, al film le hubiera venido bien algo más de sutileza a la hora de exponer la metáfora, curiosamente si encontramos un ápice de ella esta radica cuando nos adentramos en la psique de la protagonista, ese tránsito onírico de claras reminiscencias pesadillescas que parecen difuminar las por momentos imperceptibles fronteras entre realidad y sueño, en definitiva cuando la película abraza sin contemplaciones su aparente condición de relato fantástico. A The Maus pese a sus muy evidentes carencias no se le puede negar un cierto arrogo formal a la hora de salirse de unas tangentes temáticas convencionales, esta historia dual del no perdón, de conflictos históricos en donde coexisten dos partes  de imposible reconciliación y una tercera cuya neutralidad deriva finalmente en involuntaria hipocresía posiblemente merecía algo de mejor acogida en un certamen que cada vez parece menos dado por parte de un público mayoritario a intentar desgranar conflictos internos por muy maniqueos que estos nos sean presentados.

Valoración 0/5: 2

 

A Day

De regreso a casa, Jun-young contempla un accidente en la carretera. Una de las víctimas es su propia hija. A partir de aquí, la escena se le repite, como un fatídico loop, como un trauma del que no puede escapar. Con la ayuda de un paramédico que ha perdido a su mujer, Jun-young intentará salvar lo inevitable, y salir de esa funesta jornada, que se reitera como una versión perversa del día de la marmota.

Este año en Sitges hubo dos películas en su sección oficial que nos explicaban historias en donde se utilizaba la paradoja temporal como principal reclamo en lo referente a sus argumentos, por un lado la efectiva producción estadounidense Happy Death Day y por otro la cinta que nos ocupa, A Day, thriller de mediano tono fantástico proveniente de Corea del Sur que se vale del bucle temporal al más puro estilo Groundhog Day para desarrollar una historia en donde se ha de corregir por todos los medios un funesto hecho. A Day ópera prima de Cho Sun-Ho al igual que mucha películas provenientes de dicha cinematografía exhiben unas carencias que valga la refundación empiezan a ser sistemáticas, son productos que en su gran mayoría gozan de un inmaculado diseño de producción, en este caso esa estructura de repetitividad que tiene como principal premisa y reclamo no tiene ninguna explicación, o mejor dicho no se la intenta buscar algo que en cierta manera es más grave, una cosa es que productos como los arriba citados utilicen dicho planteamiento como un mera excusa a la hora de ofrecernos un divertimento que cuadre con su ineludible condición lúdica, otra cosa es que quieras ofrecer un discurso supuestamente serio y saltes reglas de credibilidad narrativa continuamente. Para más inri y como viene siendo habitual A Day es larga (no en duración 90 minutos y si en contenido), o mejor dicho su estructura narrativa se nos hace larga, aunque posiblemente su principal lastre radique en un final dramatizado hasta la extenuación (otra marca de la casa registrada) algo que termina por desbaratar cualquier atibo de atención que hasta ese momento un servidor podía aun mantener en la historia. Este año en Sitges ha quedado demostrado de sobras ese mal endémico que arrastra el cine surcoreano en estos últimos años, no hay un término medio en referencia a calidad entre autores consagrados como por ejemplo Park Chan-wook, Kim Ji-Woon o  Na Hong-jin, todos presentes el pasado año en el certamen, y el resto, un abismo diferencial del cual A Day es un fiel exponente.

Valoración 0/5: 1’5

 

Thirst Street

Gina es una azafata de vuelo traumatizada por el reciente suicidio de su novio. Cuando una de sus rutas la lleva a París, la joven se deja intoxicar por Jérôme, un camarero de personalidad turbia, y su ex novia  Clémence.

Otra de las ofertas ciertamente peculiares en lo referente a su tono vistas este año en la sección Noves Visions fue el nuevo trabajo del prolífico director Nathan Silver, Thirst Street, una sorprendente y por momentos inclasificable película que se ampara básicamente en la referencia, estética en mayor parte, narrativa en menor, a la hora de abordar la senda de los thrillers psicosexuales tan prolíficos en los años 80 o 90, curiosamente el film no se detiene ahí y nos ofrece un giro retroactivo de los 70 en donde las reminiscencias tonales al cine de Rainer Werner Fassbinder o Brian DePalma son muy evidentes. En Thirst Street vemos como Gina (extraordinaria Lindsay Burdge) sufre una ansiedad, a raíz de encuentro sexual con Jerôme (un Damien Bonnard recién venido de esa maravillosa locura que es Rester vertical) esa ansiedad pasara a convertirse en obsesión al comprobar como para el ese encuentro no deja de ser una aventura de una sola noche, todo lo contrario de lo que la mente de ella parece dictarle, hasta aquí podríamos aseverar que la historia se sustenta en un modelaje visto con anterioridad en demasiadas ocasiones, el punto de originalidad en la propuesta podemos encontrarlo en la medida de ver como Nathan Silver aplica a estos mecanismos una receta ciertamente compleja, se nos cuenta lo de siempre aunque de una manera algo distinta de la habitual, una historia de amores obsesivos que derivan en enfermizos en donde dicha perversión (siempre presente en el relato con la voz en off de Anjelica Huston) se articula a través de un tono en principio voyeurista para acabar aderezado con la tragicomedia más caustica. Thirst Street termina convirtiéndose en un sugerente ejercicio acerca de la deformidad visual, un propuesta deforme de por  sí sobre una idea equivocada del deseo que paso de forma muy desapercibida como otras tantas por ese vericueto interminable de secciones que inundan Sitges cada año.

Valoración 0/5: 3

 

Blade of the Immortal

Blade of the Immortal nos sitúa en el periodo Edo, un guerrero samurái de nombre Manji tras varias batallas se encuentra con una centenaria monja que le concede el don de la inmortalidad. Más tarde sin embargo, la muerte de su propia hermana y otros sucesos le llevaran a desear volver a la mortalidad, algo que solo podrá conseguirlo si consigue matar a 1000 hombres malvados para poder así redimirse. Pasado un tiempo conocerá a la joven Rin Asano, a quien promete ayudarla a vengarse por la muerte de sus padres a manos de un grupo de espadachines denominados Itto ruy.

Takashi Miike ya es por méritos propios un hijo adoptivo de Sitges, este año como no podía ser de otra manera estuvo presente  en el festival, su cita anual estuvo compuesta por con tres películas, The Mole Song – Hong Kong Capriccio, JoJo’s Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable y su película numero 100 Blade of the Immortal, de esta manera el director japonés quiso de alguna manera unirse a la onomástica por partida doble, Blade of the Immortal adaptación del popular manga de Hiroaki Samura es indudablemente el titulo estrella de este año por parte de Takashi Miike, un film en donde se vuelve a pones de manifiesto que su autor no ha perdido un ápice de energía ni perspicacia fílmica por mucho que algunos se empeñen en proclamarlo.

Hay una norma muy extendida entre el aficionado al género en señalar repetidamente últimamente que con el paso del tiempo Takashi Miike ha perdido la radicalidad exhibida en sus primeros trabajos, que un director con más de cien películas en su haber no muestre signos de cambio seria ciertamente preocupante, más que cambios estructurales podríamos hablar de una lógica evolución, es verdad que en estos últimos tiempos posiblemente Miike abuse de adaptaciones al manga, pero habría que detenerse en la supuesta función de un autor que casi siempre se ha movido en los terrenos más artesanales posibles. Que Blade of the Immortal fuera la tercera película tras Shield of Straw y Hara-kiri: Death of a Samurai de su autor en estar presente en una sección oficial del festival de Cannes no es un hecho que parta de la simple anécdota, pese a lo supuestamente alocado y violento de su trama estamos ante una película plenamente coherente, evolutiva y en cierta manera depurada de lo que podríamos denominar como ese subgénero propio made in Takashi Miike. En Blade of the Immortal los aficionados al manga y por ende al cine de su autor encontrarán lo que andan buscando, pocos directores saben adecuarse tan bien a unas imágenes de violencia extrema a través de una historia de lo más simple, esa temática samurái con marchamos de modernidad expuesta a la hipérbole no deja de representar una marca hereditaria y consecuente del imaginario de un realizador ciertamente único en lo referente a sus cometidos.

Valoración 0/5: 3’5

 

Laissez bronzer les cadavres!

Laissez bronzer les cadavres nos cuenta como Luce, una pintora excéntrica de cincuenta años, se instala en pleno verano en una pequeña casa aislada y medio en ruinas al sur de Francia en busca de inspiración, rodeada de invitados como Max Bernier, su antiguo amante, un escritor alcohólico, un abogado llamado Brisorgueil y tres amigos de este que no conocía todavía, Rhino, Gros y Alex, una banda de ladrones profesionales que tras haber hecho la compra en la ciudad asaltan un furgón blindado y se hacen con 250 kilos de oro. Volviendo poco después a la casa de Luce, con la idea de ocultarse allí tranquilamente hasta el final del verano. Ellos piensan que han encontrado el lugar perfecto para esconderse y ocultar el botín, pero algunos sucesos van a dificultar sus planes viendo como la casa se va a convertir en un campo de batalla con la llegada por sorpresa de dos agentes de policía.

Por fortuna parece que el cine de Hélène Cattet y Bruno Forzani empieza a ser reconocido como una parada obligatoria en cualquier festival de cine que se precie de incorporar a su programación un mirada autoral en las antípodas de lo heterogéneo, en este aspecto Laissez bronzer les cadavres! supone para sus autores lejos de instaurarse en una supuesta autocomplacencia un paso hacia adelante hasta cierto punto lógico y consecuente, de cual salen reforzados al adecuar un discurso que en ningún momento renuncia a sus inconfundibles señas de identidad.

Si en las excepcionales Amer y The Strange Colour of Your Body’s Tears Hélène Cattet y Bruno Forzani  a través un insólito posicionamiento rendían pleitesía a su manera al giallo de los años 70 y 80 con Mario Bava y Dario Argento como principales referentes en Laissez bronzer les cadavres!, adaptación de la novela homónima de Jean-Patrick Manchette y Jean-Pierre Bastid, lo hacen con el Neo-Western, valiéndose de un intento (algo inconsistente) de narración más convencional el dúo de cineastas belgas vuelven a ampararse en la psicodelia de sus imágenes más extremas para ofrecernos un tiroteo y expandirlo eternamente en el tiempo en medio de un calor sofocante del Mediterráneo como escenario, de características más pop que anteriores trabajos suyos y diseccionado hasta la extenuidad en función de un montaje alucinatorio, fotografía y sonido que juegan a favor del colapso y aturdimiento a través de un ejercicio que vuelve a transitar por lo más puramente invasivo sensorialmente hablando como viene siendo habitual en el cine de sus autores. Quien quiera ir al cine para que le expliquen historietas argumentadas Laissez bronzer les cadavres! será desde luego una mala elección, de hecho soy de los que piensas que para disfrutar mejor tan exquisito manjar cinematográfico es incluso adecuado el obviar por completo su argumento, si es que lo hay, en cierta manera no deja de ser una mera excusa,  la imágenes que nos muestran Cattet y Forzani no están diseñadas para responder y si para exponer con contundencia, evidentemente habrá quienes incidan en la irregularidad del producto en cuestión, ¿desde cuándo una película que nos es ofrecida a modo de reto ineludible no lo es?, en este sentido bendita la inconsistencia que deviene de otra joya de culto (la tercera) por parte de Hélène Cattet y Bruno Forzani.

Valoración 0/5: 4