Crónica festival de Sitges 2017. Día 8

Errementari

Han pasado 10 años desde de la primera Guerra Carlista de 1833. En un pequeño pueblo de Álava, un comisario del gobierno llamado Alfredo investiga un suceso que le lleva hasta una siniestra herrería en lo profundo del bosque, donde vive un peligroso y solitario herrero llamado Patxi. Los aldeanos de la zona cuentan oscuras historias sobre él relacionadas con robos, asesinatos y pactos demoníacos. Hasta que por casualidad una niña huérfana llamada Usue consigue colarse en la misteriosa herrería, destapando la terrible verdad que se esconde tras Patxi el Herrero.

La ópera prima en el largometraje a cargo Paul Urkijo era una de las películas que más expectación habían levantado este año en Sitges, el responsable del multipremiado corto El bosque negro nos ofrece en Errementari una fábula del folclore vasco a modo de sugerente cuento fantástico.

El film (apadrinado por Álex de la Iglesia y Carolina Bang) al igual que otra de las películas vascas más importantes de este año como es Handia parte del contexto histórico de la Primera Guerra Carlista, a través de este punto de partida asistimos a la exposición de un cuento popular que gira en torno al diablo, o más bien a como engañar al diablo, en este sentido Errementari atesora un trabajo de estética muy meritoria y una dirección más que correcta algo que no deja de ser un triunfo en lo referente a sus intenciones visto su resultado final, un resultado totalmente consecuente en su posicionamiento a la hora de ofrecer un producto que de alguna manera revista veracidad en lo referente a ese propósito, no solo ya en lo concerniente a cuestiones tales como estar hablada íntegramente en un euskera alavés del siglo XIX sino también el saber dotar al relato de una atmósfera ciertamente mágica, de utilizar con elegancia en su puesta en escena paisajes del norte, en la utilización de efectos artesanales  o en la importancia que se le otorga a la tradición oral de cuento clásico que como tal atesora un mensaje en su interior. Dado el panorama genérico por el que se mueve este país a día de hoy si hay una película por el cual convendría con inusitada justicia pasar por alto algunas derivas y deficiencias esta es Errementari, su narrativa aunque lineal es algo difusa e irregular, empieza de manera muy sobria y erguida para acabar con un tono más liviano que le aproxima a un humor algo inocentón, posiblemente más adecuado para el fabulario fantástico en el que se mueve. Estos apéndices no son óbice para que Errementari ya solo por su condición de producto atípico e irreductible en lo referente a sus postulados sea considerado como meritorio, un tipo de cine que hoy y mucho nos tememos que en un futuro es prácticamente inviable, en este sentido estamos ante un film que sabe explorar mitologías genéricas hoy en desuso, es sin lugar a dudas la perfecta representación en el buen sentido en la palabra de ese anacronismo fantástico.

Valoración 0/5: 3

 

A Gentle Woman

Inspirada en el relato de Dostoyevski de 1876, ‘La sumisa’. Una mujer recibe de vuelta el paquete que mandó a su marido, preso en una cárcel rusa. Inicia entonces un viaje trufado de humillaciones, para averiguar por qué no se ha podido entregar el paquete.

Este año dos películas provenientes de la Europa del Este de alguna manera dinamitaron temáticamente en lo referente a conceptos genéricos la sección Noves Visions, por un lado la extraordinaria cinta rusa Tesnota de Kantemir Balagov y por otro la Ucraniana A Gentle Woman de Sergei Loznitsa, duros dramas sociales ambos films que abrieron un debate algo infructuoso acerca de su más que dudosa adscripción al género fantástico, si el film de Balagov tenía una difícil justificación a la hora de valorar dicha semejanza A Gentle Woman posiblemente tenga un mejor acercamiento al género especialmente debido a un último tramo en donde sale a flote una clara y alucinatoria metáfora de naturaleza onírica emparentada por momentos al Satiricón Federico de Fellini.

Sergei Loznitsa  en A Gentle Woman al igual que en su anterior y muy notable My Joy intenta transitar básicamente a través de una pesadilla, en esta ocasión de claros tintes kafkianos y pesimismo dostoievskiano, una lucha desesperada a lo largo de 140 minutos de duración en donde somos testigos de cómo una mujer topa sistemáticamente contra un muro, es este caso dicho obstáculo está representado por una anacrónica y atrofiada burocracia Rusa, a través de una argumentación que parte de la anécdota asistimos a un trayecto en primera persona que arrastra literalmente al espectador hacia dentro de una historia de tono inmersivo en donde un escenario en forma de ciudad inhóspita que colinda y cohabita de alguna manera con la cárcel se erige como un protagonismo más de la trama, dicho escenario es expuesto a modo de crudo reflejo de la realidad rusa actual en donde corrupción, incompetencia, pobreza y violencia se dan de la mano, dicho ensamblaje no deja de ser un ecosistemas propio del cual el desdichado personaje principal le será muy difícil escapar, en este sentido Sergei Loznitsa nos sumerge en un viaje de claras connotaciones febriles y oníricas al igual que circular en lo referente a su temporalidad. Aunque pueda parecerlo en un primer instante A Gentle Woman no es un tipo de cine que se preste a la denuncia social como tal, su voz e imágenes más bien transitan a través del delirio y el absurdo como ejemplo de que algo anda mal y que no tiene visos de solución, el de un ejercicio de características continuamente irritantes que busca que el espectador lo pase mal a través de un trayecto dual que es terminado abruptamente mediante un final onírico que se mueve entre la ironía y el chiste de mal gusto y que nos deja una sensación aún más oscura y desesperante por la propia indefensión del relato, A Gentle Woman convierte de esta manera a Sergei Loznitsa en un cronista tan certero como aventajado en lo relativo a mostrar cualquier tipo de desasosiego social.

Valoración 0/5: 4

 

November

November nos sitúa en una aldea pagana de estonia donde los hombres lobo, las plagas y los espíritus vagan a sus anchas. El principal problema de los aldeanos es como sobrevivir en el frío, oscuro invierno. Y, para lograrlo, nada es un tabú. La gente se roba unos a otros, a sus señores alemanes, a los espíritus, al diablo o incluso a Cristo. En ese contexto, la joven Liina está irremediablemente enamorada de Hans, de una granja cercana, cuyo corazón se pierde por la hija de un señor alemán. Para recuperar su amor, Liina hará lo que sea necesario, incluso si ello significa aprovechar la magia negra que circula alrededor de la aldea.

Los designios caprichosos y totalmente intencionados por parte de la organización del festival hizo posible que en un mismo día pudiéramos ver de forma consecutiva dos atípicas muestras que se mueven en la indagación y posterior exposición de un fabulario local muy determinado, al igual que la vasca Errementari aunque desde un punto de vista algo más ambicioso November coproducción entre Estonia, Polonia y Alemania que adapta la novela Rehepapp ehk November de Andrus Kivirähk sigue un esquema que indaga en ese folklore rural repleto de mitos, en este caso el retrato de una comunidad de la Estonia feudal desprovista de cualquier tipo de creencias algo que la conduce de una forma irremediable al oscurantismo más diverso dado su desamparo religioso.

El film de Rainer Sarnet (pre-seleccionado por Estonia para a los Oscar de 2018) en este sentido se acerca más a la parábola coral de una propuesta abrumadoramente acumulativa en lo referente a sus ingentes contenidos imaginarios, tanto que por momentos puede llegar a perderse en un laberinto narrativo de difícil salida, estamos ante ese inconfundible tipo de cine cuya digestión y asimilación posterior hace que crezca en nuestro recuerdo, unas escenas las de November que el espectador contempla a través de un surrealismo que deviene en una continua lucha entre el plano y la imagen (notable labor en la fotografía a cargo de Mart Taniel). November, que de forma realmente inexplicable no estuvo representada de una forma ecuánime en el palmarés oficial, desde su primera e increíble secuencia inicial se posiciona de buenas a primera en la paradoja rural pagana por excelencia y lo hace echando una mirada hacia atrás, a referentes cinematográficos locales tales que van desde el Viy de Georgi Kropachyov y Konstantin Ershov hasta ecos tonales del cine de Ingmar Bergman y muy especialmente el de Wojciech Has, una apuesta por lo metafísico en esta contundente y atípica opera prima que la convierten posiblemente en la película europea de género más estimulante que ha dado este 2017, un tipo de cine que volviendo un poco al discurso anterior a propósito de Errementari se sustenta en la tradición del relato fantástico, unas apuesta llevada por fortuna hasta las últimas consecuencias, sin atisbo a ningún tipo de concesión, quizás por ello paso por Sitges entre la incredulidad generalizada y la falta de interés, algo que deja bien claro que vivimos malos tiempos en lo referente a la indagación del fantástico clásico y primigenio por parte del espectador.

Valoración 0/5: 4

 

Drácula Barcelona

En 1969, Jesús Franco y Christopher Lee rodaban El conde Drácula en Barcelona. Paralelamente, Pere Portabella daba cuenta de esa filmación, vampirizándola en Vampir-Cuadecuc. Género y arte y ensayo nunca habían estado tan cerca. Drácula Barcelona relata la historia de esas películas hermanas entrevistando a quienes estuvieron implicados en su elaboración.

Aprovechando el homenaje que el festival de Sitges le dedicaba este año a la emblemática figura de Drácula el festival tuvo para bien el proyectar el documental Drácula Barcelona de Carles Prats, un interesante trabajo cuya función no deja de ser la de un simple apéndice (especialmente ideal a modo de antesala para quien no conozcan las dos películas) de ese binomio que conforman El Conde Drácula de Jess Franco y esa fascinante reinterpretación que se gestó en paralelo como es el Vampir Cuadecuc de Pere Portabella. Posiblemente esa naturaleza de proyecto realizado de forma algo tortuosa e intermitente durante años por falta de presupuesto que es este Drácula Barcelona le otorga una falta de solidez bastante palpable a modo de estudio antropológico de tal hecho, su función posiblemente se adecue más al de una aproximación y observación a través de una tercera mirada, siempre interesante pues hablamos de un material que da pie a muchas valoraciones dada su condición de retroalimentación artística de dos piezas en principio antagónicas en elaboración y posterior perspectiva, en este aspecto Drácula Barcelona obvia por completo una narración o voz en off que nos guíe en dicho tratamiento a favor del testimonio de los implicados, rico y variado en lo referente a su anecdotario pues se recoge material inédito de gente como Christopher Lee, Jesús Franco, Pere Portabella, Arturo Marcos, Jeannine Mestre, Annie Settimo o Jack Taylor entre otros muchos. Drácula Barcelona sin embargo debido a su inequívoca naturaleza no acaba por indagar en un estudio pormenorizado de este cine dentro del cine o vampiración cinematográfica que ciertamente da para muchas y apasionantes digresiones teóricas, se acerca pero no lo suficiente, aquí se está más próximo al tratamiento a esas dos figuras tan antagónicas y outsiders que se apartan de cualquiera tipo de catalogación de industria como son Franco y Portabella, dos enfants terribles, cada uno a su manera que un día acabaron por confluir de una forma ciertamente fascinante.

Valoración 0/5: 3’5

 

Stephanie

Stephanie está sola en casa. No sabe por qué sus padres la han dejado allí, pero parece haberse acostumbrado a la situación, y es consciente de en qué momento debe esconderse para evitar la presencia amenazante que mora en las cercanías. ¿Deberíamos sufrir por ella, o quizá hay algo siniestro ocultándose tras los inocentes ojos de la niña?

Este año la cada vez más referencial Blumhouse estuvo presente en Sitges por partida doble, a la muy eficiente Happy Death Day se le sumo Stephanie del productor, director y guionista Akiva Goldsman responsable de la curiosa Winter’s Tale, una película que se sitúa por detrás de otros exitosos trabajos que este año ha presentado la factoría de Jason Blum como por ejemplo la sorprendente Get Out o el título arriba citado. Stephanie parte de una premisa interesante aunque ya expuesta con anterioridad con mucha más matización y eficiencia, de hecho la idea mucho antes que del anime Elfen Lied que algunos aseveraron como principal referencia proviene del capítulo de la mítica The Twilight Zone It’s a Good Life que Rod Serling escribió a partir de un relato corto de Jerome Bixby y que años más tarde Joe Dante volvería a reinterpretar para la adaptación al cine de la serie.

Las diferencias entre la base y el sucedáneo son muy palpables, especialmente en lo referente a su desarrollo narrativo, si en el original quedaba claro de buenas a primeras el enigma fantástico para disgregar de inmediato en un apasionante discurso sobre causa y efecto, más sombrío y oscuro en el episodio de James Sheldon, de tono más luminoso en el de Joe Dante, en Stephanie se juega más la baza de la incógnita argumental, de alguna manera esa primera media hora es la más conseguida de la película, es cuando la interrogante va desapareciendo de su trama cuando el film de Akiva Goldsman (curiosamente mejor guionista que director aunque Stephanie no sea el mejor ejemplo de ello) va destapando sus muy evidentes carencias, ya no solo en lo concerniente a un ritmo demasiado irregular en donde los actos narrativos son de una muy difícil equiparación sino a recurrir en exceso al cliché genérico en su segundo y tercer acto, en ese territorio común y plenamente reconocible es en donde Akiva Goldsman no logra articular ningún tipo de discurso acerca del terror infantil, el principal leitmotiv de la historia a mi modo de ver, posiblemente no era el propósito de sus responsables o no le interesaban esa a priori jugosa exploración y si el de realizar una simple y asumible serie B, intenciones que de alguna manera otorgan la sensación de un desaprovechamiento temático que queda muy de manifiesto a lo largo de todo el metraje que vemos en el film.

Valoración 0/5: 2

 

Caniba

Documental que narra la historia del caníbal Issei Sagawa, un criminal japonés nacido en 1949 declarado culpable de asesinato y canibalismo en los años 80, y sin duda uno de los más célebres antropófagos confesos. Issei, proveniente de una familia con dinero, estaba estudiando en la Sorbona de París cuando asesinó a una estudiante holandesa, la despedazó y practicó el canibalismo con ella. Fue detenido y condenado, pero en la actualidad está libre pues las autoridades francesas, a instancias de la diplomacia auspiciada por el influyente padre de Issei, y pensando que le quedaban pocas semanas de vida por una enfermedad, lo trasladaron a Tokyo, pero no murió y hoy en día disfruta de libertad.

Tras haber ganado con todo merecimiento el Premio Especial del Jurado en la sección Orizzonti del pasado Festival de Venecia Caniba, el nuevo trabajo de la pareja formada por Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel aterrizo en Sitges dispuesto a poner a prueba la capacidad de asimilación de códigos y conceptos genéricos de un público que da la impresión que cada vez le cuesta más el indagar en el estudio de la trasgresión cinematográfica, unos espectadores que en su gran mayoría parecen más decantados al fácil hipterismo de ultima vanguardia (léase por ejemplo algo tan discreto y anecdótico como Brigsby Bear) que ha intentar transitar por territorios de más difícil acceso.

No deja de ser curioso que el film que retrató con más agudeza el horror más real con mucha diferencia con respecto al resto de películas este año en Sitges fuese un documental, Caniba a su manera y próxima a una obra experimental  no apta para todos los públicos resulta tan contundente a la hora de mostrar una perversión genérica como lo fue en su día Leviatán, el anterior trabajo de Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel. Caniba no anida en la entrevista ni en un acercamiento digamos plural de la figura del caníbal Issei Sagawa, mucho menos incide en el sensacionalismo, tampoco se juzga al personaje básicamente estamos ante un testimonio deformado en extremo y en primera persona, mostrado a bases de primerísimos planos que llegados a tal grado de acercamiento se llegan a desvirtuar por momentos (zoom acentuado al máximo que deriva en un primer plano desenfocado), una observación  antropológica que se convierte un dual al unirse el hermano llamado Jun, adicto a las autoflagelaciones, tan desviado de lo que entendemos como la cordura como Sagawa, ambos, masoquista uno y caníbal el otro, ante la imposibilidad de reinsertarse en la sociedad relatan su psicopatía desde sus inicios hasta día de hoy, no hay señales de culpa o arrepentimiento y si en la reafirmación y en el detalle, “no hay mayor acto de amor de un individuo que comerse los labios de la persona a la que amas” llega a decir en un momento Sagawa, a partir de ahí aparece el incómodo y la abyección en el espectador ante lo que está presenciando, algo que va en aumento hasta llegar a un final en donde la persona que ha aceptado la inmersión quiere con todas sus ansias que lo que está presenciando no sea más que una broma de mal gusto, nada más lejos de la realidad y ante esas imágenes desvirtuadas todo lo que encontramos es el horror más real que subyace en la perversión de una mente enferma. Caniba nos muestra como los monstruos existen en la realidad, su abstracción narrativa la convierten en una de las experiencias cinematográficas más extremas y perturbadoras que un servidor recuerda en mucho tiempo, un tipo de cine que está continuamente desafiando (que no provocando) al espectador a través de su propia trasgresión fílmica, ese tipo de cine en definitiva que una vez que nos obliga a mirar al abismo nos invita posteriormente a la dolorosa reflexión acerca de los límites que creemos que puede atesorar el alma humana.

Valoración 0/5: 4’5