Americana 2019 Día 3: Madeline’s Madeline/An Evening with Beverly Luff Linn

Madeline’s Madeline

Madeline (Helena Howard) es una chica de catorce años con cierta inestabilidad psicológica. A través de las clases de improvisación e interpretación de una pequeña escuela de teatro, descubre una manera única de expresar su mundo interior y explorar su relación con los demás.

Una de las apuestas más arriesgadas en lo concerniente a su contenido vistas este año en el Americana fue sin lugar a dudas Madeline’s Madeline, tercer largometraje de la realizadora Josephine Decke que en esta ocasión nos narra un relato acerca de una desconstrucción psicológica expuesta a través de una óptica ciertamente sorprendente, relato en donde las relaciones maternofiliales actúan como enunciado de una historia que retratos disfuncionales aparte es obligatorio destacar por encima del resto de supuestas virtudes del film el prometedor debut de la joven actriz Helena Howard.

Tras las algo cripticas imágenes que nos ofrece Madeline’s Madeline es fácil detectar en su interior atisbos y retazos conceptuales de autores tan fundamentales en esto de indagar en personalidades quebradizas como por ejemplo John Cassavetes o Terrence Malick, en este sentido la película de Josephine Decke (autentica mujer orquesta en distintos apartados creativos del film) transita en todo momento a través de una narrativa tan equidistante en lo formal como distorsionada en referencia a su mirada mostrada, no solo ya por parte de su protagonista principal sino también en lo concerniente a personajes periféricos de la historia como son la madre y la directora del grupo teatral interpretada por Molly Parker, dichos puntos de vista quedan expuestos en la película de modo experimental tanto a un nivel sonoro como visual de una forma bastante acentuada, todo ello al final quedará canalizado en función de una metáfora expuesta por parte de Josephine Decke en donde también podría quedar perfectamente validada una historia de iniciación. Madeline’s Madeline de esta manera queda compuesta a través de una especie de mosaico que indaga en una meta-reflexión sobre el arte y su poder de vampirización en lo referido a buscar soluciones a conflictos personales de diferente índole, una suerte de codificación interna a través de la participación en un grupo teatral por parte de la joven protagonista disfuncional, acto este que servirá como motor de arranque a modo de construcción de una supuesta nueva identidad, aquella construida en base a un dual y algo equivocado intercambio afectivo. Madeline’s Madeline termina siendo una de esas rara avis autorales tan difícil de poder ser catalogada, un plato dadas sus características no apto para todos los paladares, tan sugerente en sus formas abordadas como ciertamente irregular en lo concerniente al devenir de su algo difusa narrativa.

Valoración 0/5: 2’5

 

 

An Evening with Beverly Luff Linn

Lulu trabaja en el bar de su marido, un tipo autoritario y bastante ridículo. Su matrimonio no tiene ningún sentido, pero ambos sobreviven manteniendo ciertas monotonías. Un día Lulu ve por la tele que muy cerca, dará un misterioso espectáculo un hombre estrafalario que se hace llamar Beverly Luff Linn. Le cambia la cara y comienza a trazar un plan para verlo. El mundo en el que vive, lleno de individuos de lo más extraño aún se volverá más marciano e imprevisible. Irá al hotel en que Beverly está alojado y las situaciones delirantes y de humor grueso se sucederán, mientras el espectáculo prometido nunca llega y las relaciones personales entre los diferentes personajes se irán complicando.

Como viene siendo habitual en el Americana en esta edición se pudo ver un título proveniente del pasado Festival de Sitges, en esta ocasión dicha distinción recaló en An Evening with Beverly Luff Linn, segundo trabajo tras las cámaras del realizador y guionista Jim Hosking tras aquel catalogo escatológico de contornos imposibles titulado The Greasy Strangler. En este su nuevo largometraje Jim Hosking vuelve a mostrarse insobornable en referencia a un estilo que circunvala contantemente algo que se podría denominar como una comedia situada entre el absurdo y el esperpento.

En An Evening with Beverly Luff Linn, con esa nueva musa del cine indie norteamericano llamada Aubrey Plaza al frente del reparto, vemos como con respecto al anterior trabajo de su director se puede percibir de forma clara una evolución en lo relativo a su fondo, el intentar articular un argumento, no tanto a unas formas que vuelven a recurrir al incómodo y a una cierta irreverencia como herramientas coyunturales a la hora de contarnos una supuesta historia que es esclava en todo momento de su estilo en base a un humor absurdo plagado de extravagancias expuestas a medio camino entre el estoicismo y la sobreactuación de sus protagonistas, términos estos que aquí no podemos emplear como algo peyorativo y si como una especie de marca autoral o inequívocas señas identificativas por parte de su responsable, el problema posiblemente venga dado en la medida de que An Evening with Beverly Luff Linn abusa de la reiteración en referencia a unos determinados códigos de comedia, o dicho de otra manera, sus gags cómicos van perdiendo fuelle gradualmente conforme avanza un metraje ya de por sí bastante extenso, ese límite acotado aun no siendo tan notorio como se podía vislumbrar en la anterior The Greasy Strangler fluctúa en todo momento como un cierto lastre con respecto a la aplicación de un tono distintivo que hacen de Jim Hosking y sus universos estrafalarios un autor ciertamente peculiar, de alguna manera único y por tanto incorruptible en referencia a lo que vendría a ser su tesis fílmica, de aquellos realizadores cuya obra no admiten en lo concerniente a la aceptación por parte del espectador medias tintas, tanto en lo positivo como en lo negativo de su concepción.

Valoración 0/5: 2’5