Crónica D’A 2019. Día 2: Amanda

Amanda

París, hoy en día. David tiene veinte años y vive el presente. Se gana la vida con pequeños trabajos, y evita tomar decisiones que le comprometan. Es solitario y soñador. Un día se enamora de Lena, una vecina que acaba de llegar. El transcurso tranquilo de su vida estalla de pronto cuando su hermana mayor muere brutalmente en un atentado. David es la única persona que se puede hacer cargo de Amanda, su sobrina de siete años.

Existe una delgada y limítrofe línea que separa en algunos films las coordenadas, o lo que entendemos acerca de ellas, de lo entendible como cine de autor y lo que se aleja en mayor o menor medida de dicho posicionamiento, los certámenes cinematográficos especializados ya sea a un nivel genérico o conceptual viven en un continuo debate interno acerca de la conveniencia o no de incluir en su programación según que trabajos que se adecuen a sus postulados, este año el D’A no fue ajeno a dicha disyuntiva, posiblemente debido a su algo aparatoso incremento de películas en su programación hubo algunos trabajos que dieron la ligera impresión de situarse en ese terreno limítrofe a veces tan difícil de etiquetar arriba mencionado, Amanda en nuevo trabajo tras las cámaras de Mikhaël Hers fue una de esas películas cuyos conceptos cinematográficos creo algún que otro interrogante en un servidor.

Tal confusión posiblemente venga dada en la medida en que la nueva película del responsable de Memory Lane transita en todo momento por cuestiones trascendentales tales como la muerte, su difícil aceptación o la responsabilidad de aceptar nuevos roles familiares a causa de todo ello estando expuesto bajo la premisa argumental de contarnos una historia humana detrás de unos ataques terroristas acontecidos en Paris, sin embargo dicho trayecto se hace en este caso esquivando en todo momento una profundidad que suele ser bastante característica en este tipo de trabajos, llegados a este punto uno se pregunta si tal posicionamiento tal como nos es mostrado en el film deviene como un defecto o una virtud. Por un lado se agradece que se eludan daños colaterales tan característicos en estas historias como esa falsa impostura melodramática a la hora de tocar fibras mediante discursos aleccionadores en donde su subrayado queda latente en el relato todo momento. Tal discreción sin embargo otorga a Amanda la etiqueta de film que al igual que su protagonista intenta eludir en continuamente temarios tales como por ejemplo su nula reflexión acerca del contexto político que circunvala la acción, a lo largo de todo su metraje uno tiene la sensación de estar ante un producto tan ameno y liviano como poco trascendental, esto da paso a una cierta superficialidad preguntándonos si estamos ante una película adecuadamente austera cuyo principal cometido narrativo es mostrar el trayecto de la vuelta a la normalidad de unas personas o de una predominante ligereza en base a ser un drama familiar de bajo perfil que no quiere o no puede ahondar en matices psicológicos, al final como puntos a destacar lejos de dicha disquisiciones nos queda la ceñida interpretación a cargo de Vincent Lacoste y la inteligente utilización escénica de las calles de Paris como centro neurálgico de todos los conflictos internos que atesora el joven protagonista en este relato que podría clasificarse como agradablemente banal.

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