
Annabelle: Creation

Varios años después del trágico fallecimiento de su hija, un juguetero que crea muñecas y su mujer, acogen en su casa a una monja enfermera y a un grupo de niñas, tratando de convertir su casa en un acogedor orfanato. Sin embargo, las nuevos inquilinos se convertirán en el objetivo de Annabelle, una muñeca poseída por un ser demoníaco.
A propósito de Annabelle: Creation y su papel en el actual cine de terror norteamericano convendría retroceder unos pocos años y recordad el recibimiento que tuvo en Sitges su predecesora, recuerdo perfectamente el día que se solapo el pase del film de John R. Leonetti con el de Jamie Marks Is Dead de Carter Smith, lo interesante fue ver las opiniones tanto de una como de otra a través de las ese infernal mecanismo de inmediato veredicto que son las redes sociales, mientras que Annabelle fue poco menos que vilipendiada por gran parte de usuarios de dicho mecanismo el film de Carter Smith fiel exponente del cine de género made in Sundance era alabado con algo más de consenso, lo curioso de dicho comportamiento vino poco después al producirse una reivindicación casi inmediata de la primera pese a sus innumerables fallas, una defensa casi a ultranza a favor de los manidos códigos genéricos por los que se mueve, de lo básico pero efectivo como recurso valido en contraposición de esas nuevas vías que por novedosas parecen algo inmunes a un tipo concreto de veredicto crítico.
Todo esto viene a colación en lo relativo a la desnaturalización de la percepción de según qué películas, en este aspecto el significado de Annabelle: Creation es ciertamente cristalino y no ofrece dobles interpretaciones, su papel en el engranaje de una franquicia de éxito económico está bien claro, todo se reduce a seguir unos esquemas temáticos, un estilo identificativo que beba de su predecesora y conceptuarlos como un apéndice más, si se es ambicioso se puede incluso expandir dicho ideario a otras parcelas. Lo bueno de Annabelle: Creation es que no engaña a nadie en lo referente a su cometido, David F. Sandberg lo hace con solvencia y cierto estilo artesanal, hay soluciones visuales que aunque manidas resultan dignas, también hay un intento loable en lo referente a su escenario, aquí se sustituye la clásica mansión por una destartalada granja situada en mitad del campo reconvertida en orfanato para niñas y adolescentes y que nos remite al gótico sureño, todos estos recursos son parte de ese engranaje genérico que hemos visto ya en innumerables ocasiones, en Annabelle: Creation no hay lugar a la sorpresa y si la previsibilidad, tampoco es intención de los responsables apartarse de dicha resolución, algo que en cierta manera nos puede llevar al planteamiento de una supuesta honestidad a la hora de ofrecer un producto por mucho que este camine inescrutablemente por senderos ya de por sí bastantes trillados.
Valoración 0/5: 2
The Killing of a Sacred Deer

Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un niño de dieciséis años sin padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo.
Tras su premio al mejor guion en el pasado Festival de Cannes el nuevo trabajo de Yorgos Lanthimos fue uno de los platos fuertes este año en la sección oficial del Festival de Sitges, The Killing of a Sacred Deer es una historia de venganzas familiares que supone la plena incursión del director griego en el terror psicológico, pensándolo bien pocas películas se adecuan tan bien a dicho termino, el film transita a través de una impoluta ilustración del horror estético y sugerido narrado en forma de puzle, la lenta pero penetrante intrusión de un elemento ajeno y disolutivo en el seno de una familia en apariencia perfecta sirve ya no solo para dinamitar desde el núcleo el acomodamiento burgués de una determinada clase social sino también para ofrecernos una abrumadora lección de cómo trasladar una extrema y prolongada síntesis del paroxismo al medio cinematográfico.
Todo el cine perpetrado por Yorgos Lanthimos es de una crueldad inexorable, extremadamente doliente y traumática en lo emocional, pocas películas como por ejemplo Canino nos explicaban algo tan atroz desde un punto de vista tan marciano e irónico, en The Killing of a Sacred Deer hay poco lugar a ese supuesto cinismo, o al menos hay que escarbar lo suyo para poder encontrarlo, Yorgos Lanthimos nos ofrece un relato quirúrgico y aséptico en lo referente sus formas, en este sentido hay un homenaje kubrickiano presente en todo momento en el film, la intención sigue siendo la misma que en anteriores trabajos del director griego, la de incomodar al subconsciente a través de una descontextualización de lo real, se nos traslada a un imaginario ciertamente perturbador, lo que empieza como una cotidianidad en base a la banalidad de diálogos y situaciones varias va transformándose poco a poco en algo anómalo que en un principio nos causa desconcierto para ir pasando inexorablemente al horror. La película más cuidada formalmente hasta la fecha por parte de Lanthimos evidencia sin embargo de una reiteración a nivel narrativo muy notoria especialmente en su tramo final, un pequeño lastre que no empañan la que es posiblemente la película más perturbadora de este año, The Killing of a Sacred Deer logra con inusitada precisión sumergirnos en una pesadilla de perfecta caligrafía geométrica en lo referente a unas imágenes que nos derivan a diversas alegorías ciertamente desoladoras de nuestro propio presente en el mundo que nos toca vivir.
Valoración 0/5: 4
King Cohen: The Wild World of Filmmaker Larry Cohen

‘La serpiente voladora’, ‘¡Estoy vivo!’, ‘God Told Me To…’ Todos estos clásicos de la serie B tienen en común haber salido de la ácida mente de Larry Cohen. El insigne director y guionista recibe el tributo que se merece en un documental que repasa su vida y obra, y que incluye testimonios de colaboradores y fans ilustres.
El género documental estuvo presente en Sitges otro año más con trabajos ciertamente interesantes, en estos últimos años siempre he sido de la opinión de aumentar el número de títulos en este apartado, hay material de sobras (mucho derivado a la sección Brigadom), aunque otra cosa seria el comprobar el verdadero interés por parte de ese supuesto fandom que invade cada año Sitges por este tipo de trabajos, un público que en su mayoría me da la sensación está más pendiente de la última producción Blumhouse que en ver un documental que te habla de la trayectoria de un director que empezó su carrera profesional en los años 50, sea como fuera King Cohen: The Wild World of Filmmaker Larry Cohen era un documental que tenía que estar este año en Sitges por simple coherencia.
King Cohen: The Wild World of Filmmaker Larry Cohen es un documental de manual, sigue unas directrices concretas y las ejecuta a la perfección, el director Steve Mitchell nos sitúa desde el comienzo de la vida de Cohen, escuchamos historias sobre la infancia en la ciudad de Nueva York, y cómo sus experiencias creciendo en ese lugar fueron definiéndolo como artista, especialmente en su trabajos cinematográficos, Cohen también habló sobre cómo vendió su primer guión a la temprana edad de 17 años y como comenzó a trabajar consistentemente en el mundo de la televisión como guionista, experiencia que le fue creando una frustración por no tener el control creativo de sus propios trabajos, algo que llevó a Cohen a comenzar a hacer películas por sí mismo, a partir de ese momento se disecciona un personaje fundamental en el desarrollo de la serie B de los años 70 y 80 en Estados Unidos, un documental que se vertebra a la perfección por un lado con la confesión en primera persona del propio Cohen, por otro con los testimonios de gente como Joe Dante, Mick Garris, John Landis, J.J. Abrams, Eric Roberts, Fred Williamson o Martin Scorsese entre otros muchos, en este apartado el catálogo de anécdotas y material audiovisual es abundante, tanto como la rica perspectiva que se da a la trayectoria. King Cohen: The Wild World of Filmmaker Larry Cohen es un trabajo de obligada visión para el cinéfilo que atesora pedigrí genérico, un ceñido homenaje a un autor de dedicación y espíritu creativo ciertamente inquebrantable.
Valoración 0/5: 4
O Animal Cordial

La irrupción de unos atracadores convierte un restaurante sumido en el tedio en una olla a presión, donde aflorará un extremo instinto de supervivencia y, también, algunos de los deseos ocultos que albergan las personas atrapadas en ese espacio.
Este año en Sitges irrumpió con inusitada fuerza el cine brasileño como punta de iceberg de ese nuevo cine latinoamericano de género, dos fueron las cintas que demostraron partir de tan interesante premisa autoral, por un lado la estupenda As boas maneiras de Marco Dutra y Juliana Rojas, la otra fue O Animal Cordial en donde otra mujer, Gabriela Amaral Almeida que ya había trabajado anteriormente como guionista en Quando eu era vivo de Marco Dutra, debuta en la dirección con un trabajo ciertamente estimulante, el film parte de un hecho cotidiano
que deriva en claustrofóbico, a partir de ahí Almeida amparándose en inequívocos códigos genéricos nos ofrece una lectura social nada complaciente acerca de personalidades varias. O Animal Cordial (no se me ocurre mejor título a la película) con una factura escénica de clara base teatral bascula a través del terror interior que alberga cada persona, aquí el detonante, la excusa genérica, es una violenta situación límite, un atraco, algo que servirá de detonante para que cada uno de los personajes atrapados muy a su pesar suyo en el restaurante y cada uno a su manera saquen a relucir esa personalidad oculta en un principio cordial pero que siempre ha sido animal y que ha estado anulada hasta ese momento ya sea por imposición social o por simple naturaleza sumisa, es ciertamente interesante ver como Gabriela Amaral Almeida reconstruye anatomías y roles de poder desarrollarlos a través de comportamiento primitivos según avanza la trama. O Animal Cordial fue una de las joyas ocultas que este año se pudieron ver en la sección Noves Visions, ese cine de género que a través de la ambivalencia cognitiva que va mucho más allá de una simple lectura.
Valoración 0/5: 2’5
Mom and Dad

Una misteriosa epidemia en forma de locura masiva provoca que los padres ataquen violentamente a sus hijos. Carly y Joshua tratarán de sobrevivir durante tan aciaga jornada, amenazados por unos progenitores que poseen los rasgos de Nicolas Cage y Selma Blair.
Podríamos aseverar a día de hoy que Nicolas Cage constituye un propio subgénero como tal, las exageraciones escénicas del actor y la larga lista de trabajos de una digamos naturaleza dudosa en la que ha participado en estos últimos años así lo atestigua. La premisa de Mom and Dad parece pues adecuarse casi a la perfección a su labor como intérprete de estos últimos tiempos, el film supone el primer trabajo en solitario de Brian Taylor que junto a Mark Neveldine había codirigido las dos entregas de Crank y la fallida Ghost Rider: Spirit of Vengeance. Mom and Dad parte de la premisa de pervertir el concepto expuesto en películas como ¿Quién puede matar a un niño? de Narciso Ibáñez Serrador o el The Children de Tom Shankland, aquí en lugar de los menores son los padre quien a través de un virus actúan de forma homicida contra sus propios hijos, curiosamente han de ser sus propios vástagos los que devengan como víctimas, fuera de este lazo familiar curiosamente no hay lugar a dicho gen asesino.
A diferencia de los dos extraordinarios ejemplos citados más arriba Mom and Dad funciona solo a modo de gamberrada sin ir mucho más allá de lo que es su propio enunciado, una disparatada comedia a golpe de frenética y convulsa cámara en mano y montaje de formas epilépticas que nos remite mucho a la saga Crank, el principal problema de la película es que hay un momento en que duda en seguir ofreciendo un disfrute sin complejos o hilvanar una suerte de crítica social cínica y mordaz del concepto de la familia tradicional norteamericana. Por suerte para el espectador Brian Taylor es consciente de sus propias limitaciones a la hora de salirse de unas coordenadas concretas y aborta el discurso abruptamente en el tramo final para algarabía de quienes esperan de ella un mero pasatiempo sin ningún tipo de ínfulas acerca de una posible reflexión en lo concerniente a la pérdida de identidad por parte del entramado parental.
Valoración 0/5: 2
Les affamés

En un pequeño pueblo remoto de Quebec las cosas han cambiado. La gente local no es la misma, sus cuerpos se están descomponiendo y se sienten atraídos por la carne humana.
Si ha habido un subgénero dentro del fantástico que en estas últimas décadas ha sido extenuado en su exposición hasta la saciedad ese ha sido sin lugar a duda el de los muertos vivientes, las aportaciones lejos de ir disminuyendo han ido en claro aumento algo que ha llevado a la saturación y reincidencia en la temática, es por eso que el fiel seguidor del género fantástico busca con inusitado ahínco un resquicio, una pizca de originalidad en dichas propuestas, Les affamés segundo largometraje del quebequense Robin Aubert ofrece algo de ello sin estridencias, una historia de zombies expuesta casi a modo bressoniano que nos cuenta lo mismo de siempre aunque de un modo diferente.
Robin Aubert que ya había ofrecido buenas maneras en su opera prima Saint-Martyr des Damnés nos muestra en Les affamés una óptica algo diferente de un camino ya de por sí muy trillado, una versión del subgénero zombie a medio camino entre el cinema-verité y un tono extremadamente naturista sin utilizar la violencia ni lo explicito,
o haciéndolo en muy pocas ocasiones, de hecho podríamos sugerir que la película transita casi exclusivamente a través de los estados de ánimos de los protagonistas, esa sensación de estar rodeado continuamente de zombies se puede extrapolar a un nivel estructural, la elipsis y el fuera de campo están omnipresentes en todo momento, en este aspecto la alegoría en el film es muy evidente, de hecho la película es una gran metáfora como tal, hasta los mismos zombies nos son presentados como víctimas de la situación, no dejan de ser los restos de lo que un día fue la memoria de la humanidad, ese magnífico detalle de como estos apilan objetos como ultima conexión de lo que fueron nos remiten directamente al maestro, a diferencia de sonrojantes series de televisión que por algún que otro motivo se vanaglorian de la referencia Les affamés tiene la gran virtud de no caer en la obviedad en basa a su sutileza y sus formas, a su manera algo poética es de los pocos ejemplos que mira con respeto y cierta solvencia al cine de George A Romero, algo que visto por donde transitan la gran mayoría de sus congéneres es realmente digno de elogio.



Todo esto viene a colación por la importancia del escenario nostálgico en la historia que nos cuenta Soldaţii, adaptación de la novela homónima de Adrian Șchiop, una historia de amor, tan atípica y en parte sucia como lo es dicho escenario.
En Happy End el objetivo vuelve a ser la clase burguesa, la adinerada familia que no es diseccionada en la película a partir de una mirada en cierta manera neutra es en verdad problemática, no solo en lo concerniente al exterior sino especialmente de puertas adentro, Michael Haneke vuelve a insistirnos en que algo no funciona correctamente en el núcleo, un discurso que transita básicamente en lo relativo a la podredumbre moral, el problema viene dado en que el matiz del discurso lo conocemos de sobras, algo que por momentos nos deriva al déjà vu, es como si de alguna manera en muchas de la situaciones que vemos en Happy End estemos un paso por delante de lo que va a ocurrir, estamos ante un trabajo que no deja de ser un reciclaje de ideas y conceptos muy reconocibles, Amour, Cache o Benny’s Video están muy presentes de una manera u otra, algo que por muy diluido que se nos presente no deja de ser una coherencia en lo concerniente a temarios de su filmografía, sobre todo cuando el cineasta se adentra en la farsa con ganas de apaciguar de alguna manera la situación a través de la ironía. Esa continuidad en las obsesiones siempre presentes en su obra no deja de representar un riesgo autoral que asume con cierto carácter, lástima que el resultado final se perciba como ambiguo o incompleto, como si de alguna manera lo que estamos presenciando fuera obra de un alumno aventajado y no del maestro.
libremente en el relato L’homme semence de Violette Ailhaud teoriza a través de sus cuidadas imágenes en una situación que podríamos perfectamente denominar casi de utópica, el empoderamiento de un núcleo femenino que ha de afrontar la intrusión de una aparición masculina en su entorno, una aldea compuestas exclusivamente por mujeres desamparadas y desprovistas en lo afectivo que nos puede remitir en un primer momento al The Beguiled de Don Siegel y Sofia Coppola pero a diferencia de la novela de Thomas Cullinan Marine Francen opta por ofrecernos una versión que se aparta de lo violento y lujurioso para ampararse en una visión mucho más poética de dicho conflicto, en este apartado la puesta en escena juega un papel muy importante a la hora de utilizar artificios formales tales como con las sombras y la iluminación que otorgan un empaque visual ciertamente meritorio a esa quietud escénica antes comentada. Le semeur con sus obvias referencias pictóricas y esa evidente pulcritud y cuidado formal expuesto en formato 4.3 adolece de una trascendencia en lo referente a su historia, hay cierta tendencia a apostar por lo académico, un deleite estético ciertamente premeditado que juega en ocasiones contra de una narrativa más acentuada que esperemos que Marine Francen sepa adecuar en su próximo trabajo.
Nunca he sido muy partidario del cine perpetrado por Darren Aronofsky, reconozco las virtudes de una muy estimulante opera prima como es Pi, fe en el caos o algunos trabajos posteriores como Black Swan, pero es en Mother! donde posiblemente Aronofsky logre la que considero su mejor película. Simplificar la trama de Mother! a través de una solo vía narrativa es totalmente inútil, podemos aseverar eso sí que estamos ante una gran alegoría metafísica sobre la Biblia y sus conceptos canónicos como mitos, creación, devoción, egoísmo etc, también podría servir a modo de metáfora sobre el descontrol en que esta sumido el mundo contemporáneo, no creo que este sea el lugar idóneo para discernir significados que de alguna manera están en la percepción de cada uno, lo que realmente me parece fascinante de Mother! no es el mensaje sino el trayecto pues estamos ante una película de las que sacude tanto en lo emocional que termina derivando en físico a través de una contundencia de clara naturaleza kamikaze, evidentemente una apuesta tan arriesgadamente inmersiva conlleva una narrativa caótica, hay momentos en que situaciones y diálogos rozan el disparate, en cierta manera es un peaje muy lógico, Mother! es ante todo un apabullante ejercicio de puras formas cinematográficas, en donde el estilo visual, la historia y su concepto simbólico están al servicio de la trasgresión convirtiéndose en una de esas agresivas fabulas que hacen falta de vez en cuando en el actual panorama cinematográfico.
Le parc nunca me cansaré de recomendar nos propone otra apuesta de características extremas, en esta ocasión de claro tono contemplativo y estructura totalmente minimalista, The Night I Swam es de esas películas en donde cualquier pequeño detalle por muy minio pueda parecernos en un principio tiene su importancia, evidentemente esa supuesta importancia se la tendremos que otorgar nosotros mismos, a la hora de enfrentarte a ella ha de existir una predisposición por parte del espectador, esta historia sin ningún tipo de dialogo oral transita a través de la espontaneidad de un niño de seis años, lo que empieza como una fuga ya mutando en la curiosidad y la preservación de un trayecto. La existencia de un producto de las características de The Night I Swam no deja de ser un triunfo en sí mismo en unos tiempos en donde cada vez menos la imagen es utilizada para articular un discurso, en este caso el trasformar un paisaje nevado en un imaginario infantil cálido, que nadie se deje llevar por el concepto de la simplicidad, la joya perpetrada por Kohei Igarashi y Damien Manivel es mucho más que su enunciado.
La llamada es un auténtico popurrí de géneros ciertamente luminosos que juega a ser políticamente incorrecta consiguiéndolo solo a medias, un relato de iniciación acerca de cómo querer afrontar la vida y que decisiones tomar, tampoco es intención de los responsables el profundizar en matices tan trascendentales, lo suyo es exponerlos de forma extremadamente liviana, cómplice, sin llegar a molestar a ninguna de las facciones de las expuestas, estas intenciones la película las cumple con inusitada solvencia, da lo que ofrece sin mucho más que disgregar, otra cuestión totalmente diferente seria detenernos de forma algo pulcra en los recursos cinematográficos utilizados de su traslación teatral, el déficit en este aspecto es muy evidente, hay varios pasajes que no pasan el corte mínimo de su traducción al lenguaje fílmico, algo que en cierta manera no deja de ser puramente anecdótico en un producto con la única misión de entretener a un público tan amable como predispuesto a dejarse seducir por la propuesta.
de altura, una arrebatadora fabula con contornos de cuento de hadas romántica provista de múltiples y ricas referencias al fantástico de ayer como no podía ser de otra manera tratándose del autor en activo que posiblemente ha tratado el género con más honestidad y conocimiento en estas últimas décadas.


Todo el cine realizado por Justin Benson y Aaron Moorhead hasta la fecha ha dado la sensación de querer abarcar mucho más de lo que realmente puede conceptuarlo, algo que ya era muy visible en sus anteriores Resolución y Spring, en The Endless esta percepción se incrementa y es incluso más notoria, evidentemente tal mixtura genérica y de conceptos varios terminan derivando en una leve irregularidad en lo relativo a su narrativa pero hay un intento por parte de sus autores ciertamente elogiable en querer ampararse solamente en la imagen y la palabra y no en el artificio más común a la hora de contarnos una historia fantástica, se sugiere más que se matiza, posiblemente la precariedad de la que parte tenga algo de culpa en todo esto pero no deja de ser meritorio la honestidad en proponer un discurso muy fiel y deudor a ciertas coordenadas del cine de género y como amparándose a través de todo ello ofrecernos una mirada muy personal. The Endless con todas las derivas que puede atesorar representa a la perfección el mejor y más honesto cine independiente de género que a día de hoy podemos ver dentro, aquel que no le tiembla el pulso a la hora de ofrecer un discurso y una mirada muy personal, la decisión de los propios directores de ser los protagonistas del film no es casual, más bien se trata de una declaración de intereses, un posicionamiento que en parte que demuestra lo irreductible de tan estimulante propuesta.
es no saber mucho de ella, esa falta de información nos permitirá ir en cierta manera a la par que la protagonista en su descendiente trayecto, posiblemente el apelativo que le venga mejor a esta sugerente película sea la de psicodrama, filmada en Super 16 con textura de color y grano que nos remite a los años 70 y extenuando por momentos los movimientos de cámara Most Beautiful Island tiene la virtud de exponer un terror social desde dos perspectivas y narrativas bien diferenciadas, una primera que linda casi con el documental a modo de survival urbano costumbrista ubicado en la gran manzana de Nueva York, y una segunda que abraza más decisivamente la ficción y por tanto el género como tal y que por momentos parece una versión abreviada del 13 Tzameti de Géla Babluani, la gran virtud que atesora el film es que tanto en una como en otra parcela cada una a su manera ambas logran una sensación de inquietud y asfixia bastante lograda. Bajo un tamiz de cierta sencillez Most Beautiful Island atesora varias capas de exposición en lo referente a ese reverso oscuro del sueño americano que nos es presentado, Ana Asensio nos habla de una vulneración extrema por parte del desamparado social, primero interior y psicológica y luego una física de cara al exterior, también de la diferencia de clases y su indecencia, todo ello a través de una mirada introspectiva en una de las óperas primas más estimulantes que nos ha deparado el presente curso.
Purgatoryo es un fiel exponente de ese realismo sucio tan típico en dicha cinematografía, la película aunque anida a través de la picaresca de los personajes lo que se nos relata es ciertamente angustioso, asfixiante y bastante oscuro, de hecho la puesta en escena por parte de Cabrido deviene casi como teatral en base a ese propio hermetismo, prácticamente hay un solo escenario, la funeraria, en ella asistimos a una especie de ecosistema ciertamente toxico en donde diversos personajes dan rienda suelta a instintos que cada vez nos perecerán más degradantes. Purgatoryo no es una película agradable ni fácil de ver, tras esa fachada de comedia negra que poco a poco va derivando en trágica vislumbramos un desarrollo ciertamente sucio y poco complaciente, en donde la miserabilidad de situaciones y actos diversos se vuelven cada vez más perturbadores, un relato que por muchas pretéritas historias que la circunvalan esta en todo momento en contacto con la muerte, un halo mortuorio del que es imposible desprenderse durante todo su metraje, sensación acrecentada con la fundada idea de que la mayoría de cadáveres que vemos en el film sean muy probablemente reales. A parte de lo arriesgado y en parte original de una propuesta nada condescendiente como es Purgatoryo en ella hay un trabajo formal en lo relativo a su apartado técnico muy a destacar, nada mejor que esos largos planos secuencia para certificar a través de lo contemplativo el tránsito y estancia de unos personajes dentro de un auténtico purgatorio.
Curiosamente el cine surcoreano ha tratado de forma bastante habitual parte de esa violencia como un concepto cotidiano más bastante inherente en el interior de dicha sociedad, raro es por ejemplo que en un film policíaco proveniente de dicha cinematografía no veamos como un superior reprende a un subalterno ya no verbalmente sino físicamente como algo que en cierta manera se considera normal, afortunadamente The Seeds of Violence nos propone un discurso de dicho origen desde una perspectiva diferente y más real, en la película nunca vemos el estallido y si lo que ocasiona el germen, alejada de esos artificios que suelen ser bastante habituales de ver en dicha cinematografía. En la película somos testigos de cómo el protagonista Jooyong va incubando dicha semilla a raíz de diversas situaciones que le resulta muy complicado de manejar, ya no solo en lo referente al estamento militar del que forma parte sino también en el familiar al percibir los maltratos físicos que sufre su propia hermana por parte de su marido, en este aspecto es interesante comprobar cómo se nos muestra la omisión de terceros e incluso de las propias victimas en lo relativo a diversas situaciones. The Seeds of Violence pese a una narración y puesta en escena algo morosa y poco incisiva tiene al menos la virtud de exponer y reflexionar de forma solvente acerca del papel de la sociedad surcoreana como causante, víctima o simple testigo pasivo en dichos comportamientos.
la película nos narra el encuentro de dos personajes en un principio totalmente antagónicos que sirven como base a una disección que se aparta de la simple rivalidad deportiva (expuesta de forma algo esquemática en el film y dejándose en el trayecto apartados ciertamente importantes) para ofrecernos un relato en torno al ambiente y las percepciones que rodea a unos personajes retratado de una forma excesivamente efectista por parte del danés Janus Metz. Hay un intento de trascendencia algo impostada en lo referente a unas imágenes que quieren separarse de la épica, entendible si aceptamos que estamos ante un retrato dual y por lo tanto imparcial, de hecho el enfrentamiento de la final de Wimbledon deviene como anticlimático en lo referente a la emoción deportiva. En este aspecto la dirección por parte de Janus Metz es ciertamente fluida en lo que respecta a un lenguaje cinematográfico que se sustenta básicamente en composiciones visuales ciertamente elaboradas logrando que los apartados de tensión estén bien dosificados en la trama argumental, el problema viene dado en que este tipo de retratos requieren de una empatía casi obligada por parte del espectador hacia unos personajes que es muy difícil de vislumbrar en la película, es en esa falta de emotividad por mucha trascendencia que se le quiera otorgar a la historia en donde somos plenamente conscientes de las evidentes carencias que atesora una películas de las características de Borg/McEnroe, un retrato que funciona más como simple encuentro o hecho histórico mostrado con cierta solvencia visual que como una profunda disección de personajes.
un principio distintas, un guion vertebrado en sendas historias en donde personajes y situaciones varias en un principio distantes y sin ninguna conexión entre ellas acabarán unidas en un final que no dejar ningún cabo suelto en lo referente a la comprensión de su argumento. Evidentemente ese final orquestado anteriormente a modo de puzle narrativo nos proporcionara toda la información que hemos ido buscando durante todo el trayecto anterior, sin embargo un servidor se preguntó al finalizar la proyección si realmente era necesario o justificado tal dispositivo narrativo para lo que al final se nos termina contando, cuestiones como la infidelidad, el compromiso sentimental o la venganza quedan en un segundo plano, la sensación de que las formas anulan por completo el fondo queda de manifiesto de una forma palparía, hay un trasfondo ciertamente interesante en la ubicación de la historia, verano de Beijing de 2008), ese contexto de la China contemporánea marcada por la pujanza económica que marca claramente el desarrollo de sus personajes, lástima que solo sea un apunte muy esporádico, muy entrecomillado, al final el espectador se planteará si en verdad ha valido la pena llegar hasta el final del trayecto de un producto que atesora una exploración con demasiados tintes de superficialidad en su haber.
los precedentes de La invención de Hugo de Martin Scorsese y ese aroma de tono tan Spielberg que rezuma casi toda la obra de Selsznick podía dar a entender una cierta pérdida de personalidad autoral por parte de Todd Haynes. El resultado final en cuanto a intenciones y resultado es tan ambivalente como lo singular que resulta ser lo enfático de dicha propuesta.
su acogida fue una de las películas más vilipendiadas durante el certamen por parte de prensa y público, de manera muy justa visto el resultado final aunque quizás las formas de manifestar tal descredito convendría adecuarlas de forma algo más ecuánime.
Morir transita de frente y sin apenas tapujos por una asfixia emocional sin ningún tipo de complacencia de cara al espectador, centrada en el personaje de Marta (esplendida Marian Álvarez), la historia nos cuenta la agonía sufrida en pareja del último trayecto vital por parte de uno de sus integrantes, historia circular de una abnegación en solitario que a través de sus imágenes sobrias y milimétricamente precisas Franco logra construir a partir de simbolismos cotidianos y en base a una amalgama de sentimientos contradictorios resultantes de dicha situación a través de una crónica intimista del que va a dejar de vivir pero sobre todo del acompañante, hay dos puntos de vista pero sobre quien bascula la práctica totalidad del relato es en el personaje de ella. Morir es un tipo de cine extremadamente directo que puede dar lugar a entender que todo lo que se nos cuenta transita en lo relativo a una cierta superficialidad en el tratado de una enfermedad y sus consecuencias, nada más lejos de la realidad, es la mirada del espectador la que tiene que evaluar en su justa medida un tipo de cine que huye de simbolismos manidos tales como el heroicidad o la superación, Fernando Franco se limita con inusual acierto a exponer por una descomposición vital por la que tarde o temprano todos tenemos que pasar de un modo u otro, en base a la exposición de ese doloroso trance transcurre una de las propuestas nacionales más validas vistas este año en el Zinemaldia.
la de ofrecer un producto de tono libre y arriesgado y de paso si es posible en cierta manera que se atreva a romper códigos narrativos en lo relativo a una valentía autoral que tendría que tendría que ser más habitual en primeros trabajos tras las cámaras. En un principio el enunciado y la visión superficial de la que parte Blue My Mind puede parecer algo manida, el cuerpo de una adolescente de 15 años como metáfora de cambio que deriva a inadaptación a un ámbito concreto, sin embargo la propuesta de Brühlmann va un paso más allá ofreciéndonos una feroz y sugerente parábola acerca del punto de inflexión que circunvala el teen angst.
el film parte de una premisa histórica situada en la Viena del siglo XVIII ciertamente interesante, la ceguera de la protagonista (extraordinaria interpretación a cargo de Maria Draguscomo, posiblemente lo mejor de la película) le otorga una valía artística que se pone en riesgo al ir recuperando la visión y perdiendo poco a poco la concentración y calidad interpretativa que atesoraba a raíz al parecer de dicha disfunción visual, podríamos decir que la película cuestiona la necesidad de elegir entre dos importantes y vitales conceptos por el que se rige el ser humano ¿arte o vida?, bajo esta premisa el núcleo dramático se diversifica en varias disquisiciones de la época en que transcurre la trama, hay varias cuestiones ciertamente jugosas y hasta por momentos reflexivas, el papel de la ciencia dentro de este contexto histórico, el cruel juego de clases y normas sociales que definen dicha época o el arte como sustento de una parte de la burguesía, disquisiciones estas que sin embargo se quedan muy en la superficie, Barbara Albert es incapaz de analizar o profundizar en ellas de una manera convincente, la narrativa ciertamente plana del film se encamina hacia lo contemplativo pero desde una óptica algo equivocada, no hay rastros de ese conflicto latente entre la autenticidad interior y la falsedad que anida en el exterior de personajes y escenario, podemos percibir levemente eso si un intento de observación de todo lo que se deriva a través su incuestionable academicismo, lástima que ese lujoso diseño de producción y ambientación exquisita se decante más por la rigurosa estética en detrimento de una mirada algo más personal del relato.
una película que se mueve a través de un realismo social nada complaciente, posiblemente la gran virtud de esta ópera prima sea su incuestionable valentía a la hora de mostrar un entorno determinado utilizando una mirada claramente neutra, Pailalim por ello no cae en el error de juzgar o posicionarse en lo relativo a personajes y contexto y por lo tanto no caer en lo gratuito de una historia ciertamente cruda que podía a lugar a ello fácilmente.
una interpretación por parte de Ramsay que supone una peculiar y muy arriesgada nueva lectura del Taxi Driver de Martin Scorsese, unos esquemas argumentales prácticamente idénticos aunque bastante diferentes a la hora de como contarlos.
thriller político que vertebra su narrativa en un drama familiar e incluso en un relato de trasfondo psicológico con algún que otro elemento fantástico, el problema de un enunciado tan prometedor a priori viene dado que pese al intento de ofrecer un producto nada complaciente o convencional uno termina teniendo la ligera sensación de estar ante una película que no termina de posicionarse o desarrollar convenientemente ninguna de las varias vías planteadas por su director, ofreciendo un producto tan irregular como ambivalente, tan difuso y enigmático como resulta ser su protagonista principal.
The Day After dentro de la sección Zabaltegi – Tabakalera. Dada la fecundidad a la hora de dirigir por parte de Hong Sang-soo (tres películas en este 2017) soy de la firme opinión de que un festival de cine de las características de San Sebastián se queda de alguna manera cojo o desprotegido si no presenta alguno de sus trabajos en cada edición, The Day After sin ser la mejor película de su director fue en mi opinión una de las indiscutibles cimas autorales más estimulantes vista este año en el certamen.


trabajos suyos llegaban a ser ciertamente escandalosas, una postura la de aquí tomada que sin embargo sigue evidenciando de forma muy clara un riesgo 0 en lo referente a una propuesta que parece más destinada a un pase televisivo de domingo tarde que a una inclusión en la sección oficial de un festival de clase A.
drama y melancolía recuperando la mejor tradición de un reparto coral capitaneado por una inconmensurable Frances McDormand, una interpretación con claro marchamo de Oscar.
hay un énfasis muy evidente por parte de la realizadora en lo concerniente a la fabricación de un imaginario propio (el de la joven protagonista) que intenta contrarrestar la amenaza de todo lo masculino que le rodea de una forma no natural, y que sirve al mismo tiempo como metáfora de como las mujeres siempre han estado supeditadas de alguna manera a los deseos y a los sueños masculinos. El posicionamiento de Princesita con respecto a un tema tan sórdido es algo distante, en cierta manera rehúye de lo escabrosa jugándoselo todo a una carta al presentar dos visiones que son estructuradas a través de una doble voz en off, la de la niña protagonista y la del Miguel, el líder de la secta presentado bajo los rasgos siempre inquietantes de un solvente Marcelo Alonso, dicha dualidad tiene la intención de crear una cierta ambigüedad en el espectador en lo concerniente al relato, lo consigue solo a medias pues uno termina teniendo la ligera sensación de estar ante una película que quizás se ampare demasiado en lo preconcebido a la hora de desvelar sus propios recursos narrativos.
A la hora de intentar evaluar Ni juge, ni soumise no estaría de más retroceder algo en el tiempo y acercarnos a otro film belga como C’est arrivé près de chez vous, un trabajo que de alguna manera reactivo hace ya 25 años lo que se dio a entender como el falso mockumentary, entre las evidentes diferencias entre ambas películas convendría detenerse en una muy particular, la supuesta veracidad por la que transitan ambas, el problema viene dado cuando ese realidad que parece pregonar Ni juge, ni soumise cuando menos se nos presenta cuestionable, no en referencia a los hechos de los que somos testigos y si en la representación que nos ofrece la jueza de instrucción Anne Gruwez, aquí habría que detenerse y preguntarnos si realmente no estamos asistiendo a una interpretación por parte de tan peculiar personaje, hay un énfasis muy evidente por parte de la letrada en subrayar en todo momento su perfil irónico y su supuesta libertad de expresión especialmente en situaciones digámosla de naturaleza complicada, en este aspecto parece claro que los realizadores toman la determinación de seguirle el juego aplicando formalismos muy cuestionables ¿realmente era necesario el ofrecer explícitos planos de la exhumación de un cadáver reciente para ser testigos de la incorreción política de la señora en la que posiblemente fue la escena más desagradable vista durante todo el festival?. En cierta manera la validez de Ni juge, ni soumise viene dada por la frescura de la propuesta como tal y la oportunidad de ver un lado muy poco conocido de la burocracia jurídica, en contra la película apuesta fuerte en referencia la supuesta empatía por parte del espectador hacia una protagonista con un ego difícilmente asimilable para según quien. Al igual que C’est arrivé près de chez vous Ni juge, ni soumise se cierra utilizando esquemas y conceptos similares, un testimonio aterrador sirve en parte para borrar la sonrisa cómplice que se había tenido de ella hasta ese momento, una escena por cierto que curiosamente serviría como un inmejorable preámbulo a la notable 12 jours.
Bajo la premisa argumental de esos 12 días en donde un juez a tiene que determinar la salida o el internamiento psiquiátrico del paciente asistimos a unas escenas elaboradas a través de la máxima austeridad formal del testimonio-entrevista de diez hospitalizados que tendrán que exponer su aparente verdad ante el letrado en base a un continuo plano-contra plano más un tercero dispositivo visual de composición neutra.



La douleur parte de hándicap de la dificultad de poder adaptar un texto en extremo literario, un relato en donde la voz y el silencio han de tener que mostrarse y posteriormente asimilarse de una manera coherente, o al menos intentarlo, lo que nos cuenta la escritora francesa en su escrito transita a través de un catálogo en donde la espera, el ansía o la angustia ubicados en una época claustrofóbica y demoledora han de transitar en lo relativo a una sola voz y mirada (extraordinaria interpretación a cargo de Mélanie Thierry e incomprensiblemente no presente en el palmarés del certamen).
Discípulo declarado del cine de Yasujiro Ozu y acostumbrados al drama costumbrista tan característico en sus películas, The Third Murder siendo un film algo menor si lo comparamos con otros trabajos suyos no es tampoco la fallida y convencional película que parece que muchos terminaron viendo.
esta premisa de claras connotaciones fantásticas son representadas en imágenes a través de unos planos en donde vemos a dos ciervos acariciarse en un bosque nevado, dicho enunciado onírico parece querer mirar a la magnífica Upstream Color de Shane Carruth pero a diferencia de esta en donde todo se sustentaba a través de lo críptico Ildikó Enyedi tiende a recurrir en demasiadas ocasiones a un trazo deliberadamente explicito ubicado en un escenario que parece remitirnos a La sangre de las bestias de Georges Franju con la particularidad de que por momentos se logra equilibrar de forma admirable esa contundente puesta en escena con un exquisito gusto por el detalle (ojo al maravilloso plano final de los dos protagonistas desayunando plagado de acotaciones).


el film parte de una idea bien sencilla, recorrer distintas localidades de Francia conociendo a los desconocidos habitantes de esas regiones periféricas que parecen estar situadas en una especie de olvido territorial para luego poder inmortalizarlos a través de enormes murales que son expuestos a la vista de todos sus conciudadanos.





tampoco ayuda que las cintas que han inaugurado en estos últimos años el festival no han tenido un nivel digámoslo suavemente aceptable en referencia a su calidad global. Submergence, la nueva película del alemán Wim Wenders no logra cambiar dicha dinámica con esta muy fallida adaptación de la novela homónima de J.M. Ledgard.
una película que desde un principio nos introduce en el drama social de la inmigración visto en primera persona, a través de una ansiedad de un solo personaje, de hecho la historia que se nos cuenta parece bascular básicamente en lo concerniente a una desesperada lucha contrarreloj, la del protagonista principal con intentar arraigarse de una forma legal en Copenhague. La ansiedad de Esmail conforme avanza el metraje dota a la historia de oscuros tintes psicológicos en detrimento del inicial conflicto social expuesto, algo que deriva al producto por momentos en el pantanoso terreno del psicodrama paranoico, en la narrativa impuesta por Milad Alami vemos como el protagonista principal trata de conseguir por todos los medios posibles lo que cada vez parece más difícil, para más inri tendrá que lidiar internamente con un sentimiento de culpa ocasionado por los supuestos daños colaterales de sus acciones como nos muestra la contundente escena inicial con que Milad Alami abre el film.
Call Me by Your Name anida a través de una historia iniciática sobre el primer amor, personajes y escenario complementan un tono ciertamente exquisito y en las antípodas del habitual manierismo existente en la mayoría de cine que aborda la temática del enamoramiento gay, todo ello expuesto a través de una máxima sencillez narrativa que se invierte en un depurado ejercicio que aborda cuestiones tan trascendentales que van mucho más lejos de lo que es una simple representación de unas primeras relaciones amorosas entre dos individuos.
Álvaro quiere ser escritor, pero todo lo que escribe es falso, pretencioso, insípido. Trabaja como escribiente en una notaría de Sevilla y su vida es gris, coloreada sólo por sus sueños. Su mujer, Amanda, es todo lo contrario. Siempre ha tenido los pies en la tierra y nunca ha soñado con ser escritora. Sin embargo, es ella la que se pone a escribir y le sale un best-seller. Ironías de la vida. La separación es inevitable. Y en ese momento, Álvaro decide afrontar su sueño: escribir una gran novela. Pero es incapaz; no tiene talento ni imaginación. Guiado por Juan, su profesor de escritura, indaga en los fundamentos de la novela, hasta que un día descubre que la ficción se escribe con la realidad. Álvaro comienza a manipular a sus vecinos y amistades para crear una historia, una historia real que supera a la ficción.

el sueco Ruben Östlund parece querer contarnos la decadencia moral e identitaria de la civilización occidental en base a un catálogo en donde situaciones y personajes que interactúan a modo de contrastes irónicos y punzantes dentro de la historia. En The Square bajo el anecdotario de llevar el arte al límite vemos como la clase social es diseccionada (de forma algo deslavazada) en un film en donde parece primar de forma más soluble el mensaje que la propia representación de dicho acto, expresado de otra manera, se incide en demasía en lo relativo al supuesto trazo que articula lo escandaloso en base a acciones puntuales dejando en un segundo término la en teoría efectividad subyacente en la propia historia.