
Synchronic

Dos paramédicos de Nueva Orleans ven cómo sus vidas cambian de la noche a la mañana tras descubrir una serie de terribles muertes, al parecer causadas por una nueva droga de diseño que está causando estragos en la ciudad.
Otros de los habituales de Sitges en estos últimos años son la pareja de realizadores formada por Justin Benson y Aaron Moorhead, Synchronic, su nuevo trabajo tras las cámaras, nos vuelve a situar en un terreno y unas coordenadas que dan la impresión de ser plenamente coherentes en referencia a unas determinadas obsesiones autorales siempre representadas a través de una mirada al género fantástico que deviene como incondicional en relación a su posicionamiento.
Posiblemente Justin Benson y Aaron Moorhead dejaron el listón muy alto con su anterior The Endless, a la postre su mejor película realizada hasta la fecha, la buena noticia es que Synchronic pese a ser algo inferior a su antecesora es plenamente consecuente a un estilo muy reconocible, concepto este hoy en día difícil de encontrar dentro del género fantástico, el ser fiel a una serie de coordenadas cuya base de alguna manera se mantiene inalterable, a tal respecto los responsables de Resolution no dejan de ser una especie de rara avis dentro de un panorama genérico que en referencia a autorías ubicadas dentro de ese ecosistema cinematográfico actual que está continuamente mutando en consonancia a las demandas. En Synchronic, que no deja de ser una versión existencialista en clave fantástica del Bringing Out the Dead de Martin Scorsese, vemos como los medios y recursos afortunadamente son más generosos que con respecto a anteriores
películas, el discurso vuelve a transitar por cuestiones tales como la amistad, el vacío personal o el verdadero sentido de nuestra existencia, cuestiones aquí revestidas genéricamente a modo de un thriller de ciencia ficción con viajes temporales expuestos en base a temas siempre profundos los planteados por Justin Benson y Aaron Moorhead que aquí sin embargo dan una cierta sensación de no estar plenamente cohesionados al relato, posiblemente el elemento fantástico está demasiado forzado con respecto a lo que es su propia credibilidad, el resultado final termina siendo algo inferior a trabajos que le precedieron, las reflexiones filosóficas vuelven a tener la gran virtud de no parecer impostadas pese a que el mensaje en cuestión en esta ocasión tenga una lectura muy predecible, está a groso modo no deja de ser una especie de alegato en referencia a saber apreciar en su justa medida nuestro presente una vez que has catado el infierno del pasado, esto con independencia del resultado global del producto no deja de ser una activo muy a tener en cuenta, las autorías orquestadas por Justin Benson y Aaron Moorhead son siempre tan interesantes como inhabituales, poco importa y se le perdona en parte que en esta ocasión el trazo emotivo, siempre por delante del efectivo, de la sensación de estar demasiado subrayado, lo importante aquí es saber apreciar a través de sus grandes enunciados ese tono siempre íntimo y cercano tan característico en un tipo de cine que deviene como ciertamente atípico.
Valoración 0/5: 2’5
A Touch of Zen

Un joven vive alegre y humildemente en un pequeño pueblo junto a su madre, componiendo poemas, escribiendo cartas y haciendo retratos. Un día, una joven se traslada a vivir al edificio que está junto al suyo, abandonado y que tiene fama de estar encantado. Aunque se siente atraído por ella, su llegada también supone el inicio de sus problemas, al verse involucrado en intrigas políticas.
Uno de los momentos cumbres indiscutiblemente de este Sitges 2019 por lo que respecta a un servidor fue la oportunidad de poder ver en pantalla grande cuatro de las películas más emblemáticas realizadas por King Hu, uno de los directores más relevantes de los años setenta surgido del cine proveniente de Hong Kong, A Touch of Zen obra totémica y seminal del wuxia es una pieza que justifica por si sola la existencia de un certamen cinematográfico que ofrezca la oportunidad de poder visionarla, una ocasión única para reverenciar una vez más, o descubrir por primera vez en el mejor de los casos, una película que tenía el añadido de ser proyectada en un fantástica copia restaurada.
A Touch of Zen es de esas historias en apariencia simples pero provistas de un tratamiento ciertamente complejo, como obra maestra del género que es resulta por momentos inabarcables, no solo en referencia a su generosa duración, 180 minutos, sino en lo concerniente a una amalgama que va desde lo más puramente lúdico a lo trascendental al aunar un concepto fantástico al wuxia en referencia a conjuntar duelos y reyertas varias junto a la clásica historia china de fantasmas a través de
una historia de estructura episódica, también en lo concerniente a ser una obra plenamente referencial, a tal respecto sería muy largo el detallar a los numerosos realizadores contemporáneos que en mayor o menor medida han mirada y sustentado sus trabajos en la obra perpetrada por King Hu, posiblemente la referencia más notoria para las nuevas generaciones serían los wuxias realizados por Zhang Yimou, en trabajos como Hero, House of Flying Daggers, Curse of the Golden Flower o la reciente Shadow existe una semejanza en relación a la estilización de la imagen, de un tono más inmovilista y preciosista en el caso de Yimou King Hu atesora sin embargo una superioridad visual bastante notoria con respecto a sus acólitos, la poética visual en este caso va en consonancia con la fluidez de unos diálogos que inmediatamente dan paso a majestuosas escenas de lucha y viceversa. Nada mejor que enfrentarse a una película de las connotaciones de A Touch of Zen que intentar buscar una especie de acomodo y una semejanza para con un protagonista principal que deviene como falso, el espectador al igual que el asistirá casi en primera persona y en tiempo real a una abrumadora exploración de un particular imaginario que no deja de ser toda una lección de cómo hacer cine.
Valoración 0/5: 4’5
L’angle mort

En L’angle mort vemos como Dominick tiene el don de volverse invisible, pero eso no hace su vida mejor. De hecho, oculta el poder incluso a sus seres queridos, como si fuera una enfermedad. Cada vez le resulta más complicado mantener el control de su habilidad, y eso pone en jaque sus relaciones y su estabilidad. Durante el proceso, un día su propio poder se escapa de su control, con terribles consecuencias al mismo tiempo que conoce a otro chico que casualmente comparte su misma habilidad y al que parece aterrorizarle la idea de poder perderlo.
El concepto de la invisibilidad también estuvo presente este año en Sitges con la cinta francesa L’angle mort, el film de Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic, responsables de la notable L’autre, explora a partir de una idea de Emmanuel Carrère en dicha temática a través de una historia que se aleja conscientemente del trazo que indaga en un componente lúdico que podría emparentarla al cine de súper héroes o en la sempiterna re visitación de conceptos clasicistas.
Queda muy claro que L’angle mort en cierta manera utiliza el elemento fantástico de su historia casi a modo de escusa pues la verdadera intención de sus responsables versa en el modo de contarnos un relato provisto de evidentes tintes existencialistas, la historia es la de un hombre atrapado a través de un don que termina convirtiéndose en una especie de maldición, una premisa fantástica que juega en todo momento a favor de la reflexión social mostradas a través de las vivencias de su protagonista principal, en el film somos testigos de lo entendible como una doble invisibilidad, la material y la alegórica, esta segunda vía en relación al desfavorecido social que también termina siéndolo en lo emocional, la metáfora de índole
casi metafísica transitara pues en lo concerniente a una aparatosa colisión, aquella que enfrenta al costumbrismo y la naturalidad extrema del relato contra la fantasía sobrenatural ubicada en un escenario que intuimos como reconocible en nuestro día a día, lo excepcional y la racionalidad mundana de una historia que en realidad más que hablarnos de la invisibilidad nos plantea el anhelo del concepto de la visibilidad, a tal respecto la mirada de Patrick-Mario Bernard y Pierre Trividic deviene como ciertamente pesimista e incluso oscura, el contexto urbano termina siendo determínate a la hora de mostrarnos una estigmatización o encarcelamiento social del abandono moral de seres que cohabitan en una gran y hostil urbe, en el film un Paris taciturno y opresivo para con el distinto, aquel cuya identidad no logra definirse quedando anulada o en el menor de los casos fragmentada, ahí es cuanto veremos esa doble fantasmagoría del individuo expuesto en relación a un relato provisto de un generoso números de capas, serán a través de ellas en donde seremos testigos de una obra que huye de lo ordinario a la hora de abordar la tesis de la vulnerabilidad para adentrarse en una muy oscura antropofagia conceptual de lo no visible.
Valoración 0/5: 3
Misterio en la noche

1900, en la Filipinas colonial. Una mujer criada en un bosque encantado por unas ninfas experimenta el amor por primera vez. Enamorada de un hombre de ciudad, vivirá el dolor de la traición y la ruptura, que canalizará en forma de una tremenda furia. La mujer se transformará así en Aswang, un ser mitológico dispuesto a vengarse y a condenar a su amado a sufrir para siempre.
Uno de los cometidos y atractivos de antaño en los festivales de cine era el descubrimiento entendido como concepto de enfrentarse a una obra o a un autor completamente virgen de referencias con respecto a su visionado, en muchas ocasiones el ir con los ojos tapados suponía toda una agradable sorpresa a la hora de encontrar casi sin proponértelo unas virtudes fílmicas con las que no contabas en un principio, ni que decir tiene que con el paso de los años y con la sobre información a la que estamos expuestos dicho concepto aplicado a los certámenes cinematográficos de hoy en día deviene casi como en su antítesis, ahora premia el evento como tal y el rum rum previo, en la mayoría de veces direccionado al halago prefabricado de la obra en cuestión. Por suerte aun en según qué festivales queda un pequeño resquicio para dichas disquisiciones pretéritas, Sitges para bien o para mal es un enorme contenedor fílmico en donde aún tienes el privilegio de entrar en una sala y descubrir pequeñas joyas cinematográficas de las previamente que no tenías ninguna constancia en relación a su existencia como resulta ser el caso de la cinta filipina Mystery of the Night.
Lo primero que sorprende en un producto de las características de Mystery of the Night viene en relación a que no estamos ante una ópera prima al uso, más bien todo lo contrario pues Adolfo Alix Jr. tiene una larga trayectoria tras las cámaras con la constancia de haber tocado bastantes palos genéricos a través de ella. Mystery of the Night fluctúa en relación a un sosegado cuento que indaga en el folclore local, esta como buena fabula que es estará provista de una moraleja final, a tal respecto las mitologías locales no dejan de ser, como percibimos claramente en el film de Adolfo Alix Jr., relatos e idiomas
de índole universal, dichas sapiencias pretéritas sirven de algún modo para aleccionar moralmente al receptor, en el caso que nos ocupa a través de una historia de venganza integrada plenamente en la cultura filipina, el tono otorga una peculiar identidad y entidad a un producto de cocción lenta en donde el trazo artesanal, en el término más amplio de dicha palabra, resulta ser tan sugerente como coherente en referencia a la exposición de un relato que da la sensación de ser una desviación oscura del mito de Adán y Eva contado a modo de pesadilla de connotaciones surrealistas que parecen surgidas de esas viejas escuelas que suelen honrar la larga tradición fantástica local. La moraleja final de Mystery of the Night resulta evidente, una violación alegórica a la Madre Naturaleza por parte de la civilización/colonialismo occidental materializada con la aparición de espíritus vengativos que habitan en el bosque, más sugerente y por ende sutil resulta ser una atmósfera visual que por intenciones que no aplicación queda emparentada junto a otra pequeña joya que merece una mayor difusión como es la alemana Hagazussa de Lukas Feigelfeld. Mystery of the Night termina siendo una magnifica exploración del folclore fantástico popular y su conexión con el trauma del pueblo filipino durante la ocupación española, temas ciertamente complejos vinculados con inusual acierto al cuento autóctono en lo concerniente a una de las sorpresas más agradables de las vistas en este año en Sitges.
Valoración 0/5: 4
The Living Skeleton

Han pasado tres años desde que unos piratas asaltaron y mataron a toda la tripulación de un carguero. Tras la aparición de una extraña niebla, los culpables de la matanza empezarán a tener visiones de una de las muertas.
La sección Seven Chances volvió a situarse un año más como uno de los apartados más interesantes del certamen, nacida en el lejano año 93 esta sección surgió con el propósito de ofrecer una oportunidad de poder visionar films cuyo estreno comercial en nuestro país no estaba previsto ni a corto ni largo plazo, ni que decir tiene que con el paso de los años, y la cambiante coyuntura en el ámbito de la distribución, derivo en que dicho reducto se convirtiera en una especie de cajón de sastre sin una identidad definida que marcara una línea o pauta a seguir. Afortunadamente hace un par de años Seven Chances ha logrado resetear contenidos intentando en la medida de las circunstancias se lo mas fiel a sus fundamentos.
La oportunidad en un único pase de ver en pantalla grande un film tan curioso como resulta ser The Living Skeleton sin embargo y por lo que respecta a un servidor se vio algo empañada por parte de una organización que inexplicablemente no incluyo dicha proyección como pase de prensa, con una sala a medio llenar no tiene una lógica el tenerse que pagar un acreditado la entrada de su propio bolsillo y mucho menos aún en una sección fundamentada desde el ACCEC. Vicisitudes de difícil explicación aparte y centrándonos en lo que realmente importa The Living Skeleton deviene como una producción ciertamente
atípica que hará las delicias de los fanáticos que suelen indagar en las curiosidades genéricas, el film de Hiroki Matsunono se atiene a un patrón concreto, la película de alguna manera nace, o eso parece, con la intención de abrir nuevas vías en una productora tan poca dada al género fantástico como fue la mítica Shochiku, el film no deja de ser una curiosísima mezcla que aúna desde el horror al cine negro teniendo una conclusión que en parte le emparenta al Kaidan clásico, rizando el rizo estamos ante un trabajo de claras ornamentaciones occidentales con visibles referencias al gótico europeo de principios de los sesenta, también es detectable tanto una indagación en la figura del Mad Doctor, que nos remite al cine de Val Lewton, como otra en lo concerniente a un romanticismo oscuro que bebe de fuentes como por ejemplo el The Black Cat de Edgar G. Ulmer. El mérito principal viene dado en la medida de ver como ante semejante batiburrillo genérico la cosa no desvaría en exceso, más bien al contrario, si llegar a ser ni mucho menos una gran película The Living Skeleton tiene el agradable añadido de manejar bien lo que se podría denominar como el delirio fantástico, aquel en donde se nota una atemporalidad en el momento de su realización, ahí vemos el clasicismo en según qué detalles pero también un tono de truculencia que intentaba asomar la cabeza por aquel entonces a modo de ruptura esquemática de unos patrones inamovibles hasta aquel entonces.
Valoración 0/5: 3
It Comes

Hideki y Kana Tahara son una pareja de recién casados. Hideki está realmente emocionado por el futuro que le depara junto a Kana. Un día, una misteriosa persona visita la compañía en la que él trabaja. Pronto recibe un mensaje de un compañero, asegurando que la persona en cuestión se llama «Chisa», algo que impacta a Hideki. «Chisa» es el nombre que tanto él como su mujer han elegido para su bebé, pero sólo ellos están al corriente del embarazo de Kana. En cuestión de días, el compañero que transmite el mensaje fallece bajo extrañas circunstancias. La vida de Hideki cambia por completo de ese momento en adelante, viéndose implicado en una serie de misteriosos acontecimientos en los siguientes dos años de su existencia.
Había suscitado mucha expectación por parte de los fieles seguidores al género fantástico la noticia de que Tetsuya Nakashima realizaría una película de terror, evidentemente quienes conozcan la trayectoria y las maneras del responsable de Confessions no se han visto sorprendidos a la hora de enfrentarse a unos resultados que devienen como completamente alejados de convencionalismos en referencia a un producto de las características de It Comes, un relato expuesto a modo de delirante antítesis de formulismos manidos en donde el desconcierto causante deviene como un arma de doble filo en lo concerniente a su algo complicada asimilación por parte de un público desconocedor de un imaginario tan extremadamente particular como resulta ser el de Tetsuya Nakashima.
Tetsuya Nakashima es una autor que va bastante más allá del simple exceso o delirio en sus películas como muchos pretenden etiquetarlo a modo de plantilla genérica, en cierta manera su visión o mirada anida principalmente a través de los demonios interiores que atesoran sus personajes, si nos fijamos brevemente en su filmografía esta viene a ser una constante habitual, basada en una novela de Ichi Sawamura It Comes no es ajena a dicha tesis, el escenario en esta ocasión está ubicado dentro de los paramentos del cine de terror japonés pero en parte esto no deja de ser una coyuntura parcial en donde parece primar más la mirada que el formato genérico en cuestión, dicha mirada vuelve a dirigirse en relación a los malos hábitos del ser humano disparando en esta ocasión al modelo prototípico
de familia tradicional japonesa en donde anida esa doble moral adyacente en nosotros, o más bien en ellos, un déficit que actuara como desencadénate para que el elemento sobrenatural haga acto de aparición en una historia en donde la familia y la paternidad mal entendida actúa a modo de detonante abrupto en el relato. En lo relativo al formato este curiosamente deviene como algo mas sostenido que películas como Memories of Matsuko o The World of Kanako, films que buscaban a toda costa apabullar en lo visual mediante al frenesí o el desfase conceptual al espectador, más bien en referencia a las formas pues su fondo como marca registrada de la casa continua siendo excesivamente disperso a un nivel narrativo, por momentos desquiciante al igual que su excesivo metraje en lo concerniente a un desarrollo que a través de diferentes líneas temporales vuelve a crear abundantes matices expuestos a través de unos códigos tan concretos como difusos. El mensaje final de It Comes vuelve a ser demoledor como ya lo era en su día su anterior Confessions, aquí ni siquiera hace falta recurrir a una hibridación de géneros a la hora de curiosamente incomodar más que aterrar, a fin de cuentas Tetsuya Nakashima vuelve a recurrir a una infinidad de posibilidades estéticas y narrativas en relación a un tipo de cine aparatosamente complejo que para lo bueno y lo malo atesora esa virtud tan en desuso hoy en día de no dejar indiferente a prácticamente nadie, algo que se mire por donde se mire deviene como todo un logro dado los tiempos que corren.
Valoración 0/5: 3’5




relato devendrá como opresiva, evidentemente una de las primeras obras que nos vendrá a la cabeza con respecto a dicha tesis seria la seminal Seven de David Fincher, lamentablemente El asesino de los caprichos se sitúa con respecto a dicho concepto en el lado de la imitación de tono burdo que podría equipararse por aquello de buscar algún tipo de semejanzas al Resurrection de Russell Mulcahy por poner un solo ejemplo, posiblemente la comparativa este cogida con pinzas pues incluso el film interpretado por Christopher Lambert tenia al menos la virtud de no disimular su condición de prototípica serie B. El único atisbo de algo de originalidad, bastante lejano, que podremos detectar en El asesino de los caprichos posiblemente radique en ver en los roles detectivescos a dos mujeres en un terreno que hasta el momento parecía estar abonado a la masculinidad, por lo demás la narrativa y la puesta en escena nos es expuesta de una forma bastante plana y rutinaria algo que por momentos la deriva en tediosa teniendo un déficit difícilmente perdonable en relación a una conclusión de una difícil explicación coherente por mucho que transite por una formula genérica que normalmente suele tener un beneplácito generalizado en el espectador, a tal respecto El asesino de los caprichos difícilmente lo obtendrá. Gerardo Herrero bastante más acertado hace 25 años con su análoga Desvío al paraíso no logra desprenderse de esa etiqueta de producto manufacturado que da la sensación de estar continuamente en un conflicto interno en lo concerniente a buscar e intentar aplicar un entretenimiento en base a algo predecible como resulta finalmente ser todo el entramado orquestado.
de alguna manera poco importa que se nos detalle todo el entramado, esto seguramente haría languidecer la base principal por el cual se mueve el relato que no es otro que exponer una metáfora sobre la condición humana. Las intenciones funcionan en la medida de mostrarnos al igual que en el Snowpiercer de Bong Joon-ho o el High-Rise de Ben Wheatley una fábula moral acerca de la degradación humana y la sempiterna lucha de clases, posiblemente la lectura política entendida como tal da cierta sensación de venirle algo grande a los autores, es por eso que El hoyo que no deja de ser un paradigma de las dinámicas del anhelo en el ser humano que funciona mucho mejor en su tramo inicial que en lo referido a su conclusión, en esa parte final, en donde el discurso pretende tomar el mando, cuando se echa en falta una mayor abstracción y ambigüedad que si poseía en un inicio en donde podíamos percibir una vida propia que fuera más allá de la lectura metafórica que esta por aparecer. La metáfora de El hoyo termina siendo tan evidente como la vida misma, la suerte viene dada en la medida de aplicar a la formula una generosa dosis de comedia negra, también de gore, en cómo se nos muestra ese tono grotesco y en su correspondiente equilibrio final con el dialogo, un posicionamiento que a fin de cuentas logra salvar un producto tan encomiable como efectivo aplicado en base a un hiperrealista juego de espacios que eleva el listón de calidad con respecto a otras producciones patrias que intentan transitar con mucha menos gracias por sendas similares.
creación artística entendida aquí como un ente en donde el cine nos es representado como un agente cáustico ubicado en el más absoluto caos, a tal respecto en Lux Æterna, que en todo momento aúna metaficción y autoreferencias, vemos como su set de rodaje nos es presentado como un epiléptico campo de batalla en donde percibimos a una Beatrice Dalle como exigente productora y una Charlotte Gainsbourg como abnegada actriz, el paralelismo de la ficción rodada y la realidad que nos es mostrada siempre bajo un timing frenético podría ser interpretada como una suerte de metáfora de connotaciones destructivas en donde las intérpretes son tratadas como brujas y los creadores que se sientan tras las cámaras como una especie de trasuntos de la inquisición, un peaje del artista en beneficio o detrimento de otro artista en donde de forma clara el concepto del vampirismo hará acto de presencia a través de dicha coyuntura, en cierta manera una suerte de reinterpretación por parte de Gaspar Noé de aquella esplendida Irma Vep de Olivier Assayas. Como en todo el cine de Gaspar Noé al final la reflexión entendida como tal solo nos vendrá a través de la lectura de sus imágenes, unas imágenes que atacan al espectador, estas evidentemente devendrán como profundamente agresiva y en parte provocadoras, a fin de cuentas todo el cine de Gaspar Noé bascula a través de la provocación pero también en referencia a esa hipnosis que es casi marca registrada de la casa en relación a un autor irreductible en referencia a sus particulares tratados a semejanza de otros directores de similar posicionamiento también presentes en el certamen este año como por ejemplo Sion Sono o Fabrice du Welz, autorías que en definitiva fueron las que nos ofrecieron sin lugar a dudas el mejor cine visto este año en Sitges.
premisa de mostrar una película maldita, no va más allá de propio enunciado, bastante más acertada sin embargo está a la hora de sustentar su metraje a través de coordenadas que indagan en el concepto del cine dentro del cine al mismo tiempos que en los límites existentes entre la realidad y la creación de la ficción artística, por otra parte la recreación de ese film maldito actúa a modo de un reciclaje genérico por momentos sugerentes que parece surgido de la mente de Quentin Tarantino o Robert Rodriguez a la hora de recrear un falso Grindhouse teniendo un incuestionable valor empático en referencia al curtido aficionado al género. Quién sabe si realizada con algo de anterioridad a The Blair Witch Project Antrum hubiera tenido una mayor repercusión mediática, aunque ambas caminen por sendas y formas parecidas los fondos sin embargo divergen bastante entre sí, pese a todo la intención es ciertamente curiosa otorgando al film un aura de rareza o de rara avis que logra situarla algo por encima de convencionalismos propios de la serie B, lástima sin embargo que este planteada en un tiempo y en un momento en donde la sobreexplotación de coordenadas genéricas que indagan en la trasgresión del elemento fantástico saturan dichos conceptos hasta límites insospechados.
en este caso el que nos ocupa incide en que el horror para los espectadores de raza negra no es lo mismo que para las audiencias blancas. Horror Noire resalta que dichas audiencias y creadores negros tienen perspectivas muy personales sobre lo que es el género poniendo de manifiesto que el horror negro no es solo un subgénero más sino también un replanteamiento de lo que realmente significa dicho concepto visto desde otra perspectiva. Un documental básico que funciona con el piloto automático al ser un trabajo de manual que tiene la gran virtud de que lo que se nos cuenta resulta bastante más interesante que en la forma en que lo hace. La sección Seven Chance, ahora reciclada en una especie de cajón de sastre genérico en donde todo parece tener cabida, tuvo para bien el poder ofrecer la posibilidad de ver este documental, un doble merito, la elección y la oportunidad, especialmente que sea a través de un trabajo de difícil acceso para el espectador de estas latitudes, si no estás abonado en Estados Unidos al servicio de streaming de la cadena Shudder difícilmente tendrás acceso a él, canal que curiosamente está siendo muy activo últimamente en esto de indagar en el género fantástico produciendo series como la renacida Creepshow o rescatando para su catálogo documentales que parecían ya perdidos como el excelente Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini, trabajo curiosamente visto hace años por parte de un servidor en la misma sala que esta meritoria e interesante Horror Noire.
que la duración de una película solo puede ser proporcional a su negatividad en referencia al buen o mal uso que se haga de ella, dicho de otra manera el problema de Idol no son sus 140 minutos sino en cómo están empleados en una película en donde coexisten de manera forzada infinidad de bifurcaciones argumentales en donde el espectador llegado a un punto pierde por completo el interés por lo que está viendo. Ese mal que deviene como endémico de rizar el rizo continuamente en busca del asombro con respecto al espectador está muy presente en todo el metraje de Idol, es esta ocasión no basta con plantearte un juego que pretenda situarse en la antítesis de un ritmo lento, para que la formula funcione hay que saber adecuar en todo momento esa especia de frenesí, la factura técnica impoluta como marca registrada de la casa siempre estará presente sin embargo los sempiternos giros sacrifican la supuesta coherencia del conjunto y por ende el de su propia credibilidad en una historia que trata principalmente de la colisión de dos personajes a través de una particular búsqueda, la excesiva dramaturgia vendrá en la medida de ver como terceros personajes son víctimas colaterales de dichos actos, a partir de ahí ramificaciones mil en una historia que supone un pequeño paso atrás, del que esperemos que se recupere en un futuro, por parte de un Lee Su-jin que se mostró bastante más acertado y comedido en la que fue su opera prima.
en este caso no estamos ante dos hermanas en el crepúsculo de sus vidas sino ante dos amigos, unos ajustados David Pareja y Javier Botet, en donde un terrible suceso los ha terminado encadenado, el desarrollo de Amigo no deja de ser un relato en donde prima más la creación de atmosferas asfixiantes que el suspense narrativo entendido como tal, quienes esperen los consabidos golpes de guion aquí no los encontraran pues básicamente estamos ante una película muy física en referencia a intenciones que no en ejecuciones, la escases de diálogos va en beneficio de una austera estética bastante bien aplicada a un ambiente que nos sitúa a principios de los años 80 otorgando un cierto aroma a ciertos trabajos realizados por Chicho Ibáñez Serrador como por ejemplo su última aportación al medio, la injustamente infravalorada La culpa. Amigo tiene la virtud de ser una especie de hija putativa de ese tipo de relatos en donde coexiste en todo momento un duelo interpretativo a dos bandas, a partir de dicha premisa vendrá ese tono opresor y claustrofóbico en donde la amistad referida en el titulo se convierte poco a poco en su propia antítesis, un concepto invertido aquí barnizado con algún que otro concepto gótico en un film cuya ausencia total de pretensiones termina convirtiéndose en su mayor aliado.
una vida desde cero, un elemento fantástico adyacente en el inmueble hará que entre en aparición una nueva perspectiva que cuestionara los principios morales de los nuevos inquilinos. A diferencia de Vivarium la metáfora en The Room es prácticamente inexistente, evidentemente buscando con cierto ahínco podremos detectar mimbres y retazos como por ejemplo aquella máxima que nos dicta hasta donde puede llegar la felicidad conseguida tan solo a través del consumismo, también el limite existente en nuestros deseos a la hora de encontrar ese bienestar tan anhelado, o la más evidente cuestión que puede plantear el film, que es preferible, la libertad o la riqueza? esto sin embargo no deja de ser una deducción pues Christian Volckman no parece muy dispuesto a sugerir, lo suyo va más encaminado a mostrar y lo hace de una forma desmesurada especialmente en su tramo final, a tal respecto The Room despojada de cualquier tipo de misterio en su narrativa no deja de ser una especie de tren de la bruja genérica en donde el continuo giro de guion argumental se convierte curiosamente en lo contrario de lo que pretende ser, no hay lugar pues en ningún momento de su metraje para la indagación encaminada al thriller psicológico, en detrimento veremos unos muy reconocibles golpes de efecto, una senda ya muy transitada en este tipo de películas con anterioridad en donde predomina por encima de cualquier otro tipo de disquisición ese efecto suflé tan característico y en parte deficitario del fantástico actual, relativamente efervescente en su consumo pero de una muy difícil digestión posterior.
pero especialmente en como lo dice, la información a tal respecto deviene como valiosísima, ni que decir tiene que para los fanáticos de la película constituirá un auténtico tesoro que difícilmente verán en cualquier edición extra del film en formato doméstico, poco importara que el responsable de The French Connection en su continuo y muy profundo monologo otorgue una cierta sensación de superioridad cultural, algunos lo llamaran pedantería, lo importante es que esta mirada no sea impostada pues a fin de cuentas el testimonio como tal deviene como inabarcable en referencia a sus numerosos matices. Como documento excepcional que es Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist, proyecto que curiosamente se gestó hace un par de años en un Sitges en donde coincidieron y se conocieron por primera vez un homenajeado William Friedkin y un Alexandre O. Philippe que presentaba en el certamen su 78/52, este queda finalmente expuesta a modo de un interesante making of de lujo que cuenta con el añadido del acierto de un Alexandre O. Philippe que hasta este momento solo se había acercado a las obras para ahora hacerlo en referencia al autor, aquí expuesto desde el primer plano a través de una abrumadora confesión que extrapola el concepto de la puntual descripción de una obra maestra del género que curiosamente acabo siendo concebida a modo de un acto de fe autoral.
una película multi direccional en donde encontraremos pautas transitadas con anterioridad como la trasgresión expuesta en base al exceso llegando a ser la completa antítesis de un cine de consonancias conservadoras, a tal respecto no existe una adscripción genérica determinada en The Forest of Love, en cierta manera es todo y es nada al mismo tiempo como buena mezclar de continuas ficciones que es, buscando referencias en su filmografía a la hora de poder buscar similitudes esta las podemos encontrar en un mix imposible resultante de Why Don’t You Play in Hell? y Cold Fish. Que Sion Sono es una de las mentes más creativas que existen en la actualidad es incuestionable, que dicha incontinencia de obsesiones no es un plato para todos los gustos también, apoyada por un metraje generoso en cuanto a duración The Forest of Love por momento resulta inabarcable dada la infinidad de referencias, tonos o géneros que coexisten en ella, la infinidad de capas vuelven a ser numerosas, a tal respecto no existe una fórmula concreta que consiga desgranarlas una por una, lo mejor y más apropiado, poco importa que sea en una sala de cine o en el salón de casa, es dejarse llevar y aceptar el juego orquestado por un autor que afortunadamente sigue sin conocer ningún tipo de restricciones a la hora de poder elaborar su cine.
como por momentos interesantes parte de la premisa de anular casi por completo el elemento fantástico adyacente en el texto original, en el film encontraremos pautas reconocibles que nos direccionan al gótico pero la vampirización, génesis principal y fundamental del relato, terminara siendo expuesta más un nivel emotivo-sentimental en claro detrimento de la vertiente terrorífica, esto no tiene que ser algo negativo de por si, al menos si pasamos por alto unas carencias muy detectables visibles en una puesta en escena que parece regodearse más en la teatralidad que en la propia cinematografía. La vía encontrada por parte de Emily Harris en esta obra de contornos claramente minimalistas, en donde lo meramente contemplativo queda al completo servicio del detalle, continua siendo válido en lo concerniente a su matriz principal, en parte gracias a una cierta originalidad que aunque no indague en lo fantástico si lo hace en referencia a adentrarse en ese terreno de la adolescencia tan amplio abonado a liberaciones y rebeldías varias, también hay un lugar destacado a la figura del represor, aquí en una total divergencia con el descubrimiento como no podía ser de otra manera, en este por momentos aplicado relato en donde se nos vuelve a hablar de forma algo diferente acerca de transformaciones que terminan siendo cerceradas de una forma abrupta.


a tal respecto la tesis que esgrime Waiting for the Barbarians, que se beneficia de la labor interpretativa de un espléndido Mark Rylance, queda meridianamente clara en intenciones pero no tanto en unos resultados en donde se tiene la sensación de una cierta carencia de recursos con respecto a intentar matizar tanto tramas alternativas como según que personajes en beneficio eso si de un aplicado espíritu visual que la emparenta por momentos a retratos cinematográficos épicos ya pretéritos. La metáfora principal, dividida en cuatro arcos narrativos, basculan a través del relato a modo de esa cruda amoralidad de tono militarista que nos expone el responsable de El abrazo de la serpiente y que termina siendo muy detectable, tanto que en su planteamiento no encontraremos un tiempo ni un lugar claro al que poder profundizar, de alguna manera dicho mal endémico deviene como atemporal incluso aun en nuestros tiempos, para más inri existe un subrayado en el film, que incluso acaba salpicando unas caracterizaciones que por momentos bordean peligrosamente el estereotipo interpretativo, algo que le hace entrar en un terreno de tono explicativo en donde los actos siempre están situados por delante de una reflexión que debería indagar más acerca de las fronteras, físicas y mentales, pues a fin de cuentas esta disquisición territorial viene a ser la principal síntesis argumental de una historia y en definitiva de una gran parte de los trabajos realizador por Ciro Guerra, una frontera y su estudio, en donde la alegoría la encontramos en ver como poderosos imperios tienen que inventarse a enemigos para poder llegar a sobrevivir o incluso en peor medida a enriquecerse a su costa.
relectura del Taxi Driver de Martin Scorsese que a cualquier película de súper héroes al uso en donde afortunadamente nos encontraremos con una total carencia de efectos digitales, en un film que tiene además el añadido de estar producida por un gran estudio y poseer una carga subversiva bastante notoria, todo un logro en unos tiempos de una desmesurada corrección política. Este posicionamiento no solo vendrá en referencia a una narrativa en donde somos testigos de una oscura denuncia moral sino en intentar evocar en base a su estética a un tipo de cine pretérito expuesta a modo de fábula amoral pues a fin de cuentas la sociedad por donde transita el personaje interpretado por Joaquin Phoenix, al igual que el Conrad Veidt de The Man Who Laughs de Paul Leni, no deja de ser un trasunto más de un colectivo que deviene como enfermo. Como fiel apología de la verosimilitud de un relato en donde el estudio de una mente fracturada va direccionada desde lo interior a lo exterior este acabara terminando expuesto a modo de un símbolo y un desencanto global sin cuya revolución no existiría la evolución de un personaje cuya anterior indefensión queda totalmente desaparecida dadas las circunstancias acometidas.
Un servidor tuvo la ocasión de visionar un título que de alguna manera aúna géneros muy utilizados a lo largo de su carrera, en La diosa arrodillada vemos como un millonario llamado Antonio obsequia a su esposa con una estatua de una mujer desnuda como regalo de aniversario nupcial. La modelo que posó para la estatua es Raquel, amante de Antonio. Raquel exige a Antonio que se divorcie de su esposa sin embargo poco después ésta muere bajo unas circunstancias misteriosas. Antonio tendrá que aceptar casarse con Raquel para que no se descubra que su esposa no falleció por causas naturales. De alguna manera La diosa arrodillada no deja de ser un compendio casi perfecto que marcó la pauta para el desarrollo de lo que se vino a llamar el noir mexicano, evidentemente influenciado en base a las coordenadas provenientes del cine negro norteamericano. Un cine negro pero también direccionado a la denuncia de tratados sociales, aquí provistos de reminiscencias urbanas que indagan en la degradación moral de sus protagonistas. Con una omnipresente María Félix, el trágico destino de sus protagonistas se convertirá de alguna manera en un rasgo autoral que devendrá como bastante reconocible a lo largo de la carrera del responsable de Macario. Punto y aparte merece destacarse la manera en que Roberto Gavaldón con este trabajo se atreve a experimentar con las posibilidades existentes en lo referente a la utilización de la fotografía en blanco y negro, un trabajo en definitiva que viene a representar casi a la perfección una época de oro del cine mexicano aquí personificada a través de uno de sus principales e indiscutibles artífices.

la película a través de una narración que navega en un tono en donde se percibe demasiada medianía conceptual da cierta sensación de no saber a ciencia cierta si quiere centrarse en un relato de espías al uso o en un drama familiar, su síntesis final no incomoda pero tampoco llega a subyugar en prácticamente ningún momento de su metraje en base a un maniqueísmo que deviene como bastante simplista, a tal respecto estamos ante un film, siempre con la sensación de estar situado a medio camino entre el drama y el discurso político, en donde se nos cuenta una historia interesante pero que está bastante mal contada, el relato en cuestión deviene como acelerando en muchos tramos y bastante disperso en el modo en que está ejecutado, transitando por un territorio que no le llega a ser desconocido sorprende en parte la pueril resolución en la medida de estar ante un autor bastante curtido, no es la primera vez que el responsable de Personal Shopper trabaja fuera de su país, de alguna manera se agradece la osadía en la medida de realizar un intento de integración autoral a través de un producto de supuestas connotaciones mainstream, este sin embargo termina transitando por todos los tópicos habidos y por haber dentro del referido género, lo peor de todo es que da la sensación de que lo hace con una cierta desgana situando el producto en las antípodas de joyas perpetradas por su autor como por ejemplo Irma Vep o Finales de agosto principios de septiembre.
como resulta ser unas psiques, la de sus dos protagonistas, situadas aquí a través de un estado de auténtica devastación existencial a causa la barbarie de la guerra, de alguna manera este intenso drama de cámara que termina siendo inequívocamente inmersivo para el espectador no deja de ser un profundo y continuo estrés postraumático expuesto a modo de una dramaturgia de tintes casi bergmanianos en donde se nos muestras unas heridas que se prevén como incurables, una mirada a una de las muchas caras no visibles de la trastienda bélica en donde se cuestiona ese unitario heroísmo patriótico del supuesto vencedor, en tal sentido el retrato que nos propone Beanpole quedara siempre situado a modo de un purgatorio mental situado al borde de un colapso emotivo y moral, para más inri Kantemir Balagov, aquí dotado de un presupuesto bastante mayor que en su opera prima, se permite el lujo de rodar con una excelente pulcritud espacios escénicos de una belleza cromática que por momentos da la impresión de estar colindando con el arte pictórico a través de un extraordinario rigor formal. Beanpole, indiscutiblemente una de las películas de este 2019, termina transitando mucho más allá de la empatización del dolor de unos personajes víctimas de una coyuntura silenciada, a tal respecto el estudio que se nos ofrece de ese total vacío de la victoria será la de un doloroso un sufrimiento interior alejado de cualquier tipo de épica, el resultado final en lo relativo a su ejecución es ciertamente admirable confirmando a Kantemir Balagov como un talento autoral al cual habrá que seguir muy de cerca en un futuro que se prevé como ciertamente brillante.
la historia está expuesta en base a continuas idas y venidas en donde más que de la amistad en si lo que Michael Angelo Covino parece querer contarnos es en referencia al vínculo creado de tal concepto, los dos protagonistas devienen como completamente antagónicos, uno resulta ser un inocente bonachón de carácter extremadamente afable, el otro un tanto ególatra y vividor pero principalmente egoísta con quien le rodea, curiosamente la mezquindad del segundo hará que anhelé y en parte necesite el entorno familiar solido que atesora el primero. Dividida en siete capítulos expuestos a lo largo de varios años a través de ellos veremos una relación de amor-odio ofrecida a modo de una rara avis que explora el concepto bastante desvirtuado de las buddy movie en donde el dialogo corrosivo también va acompañado de una técnica y un rasgo estilístico esforzado representado en varios planos secuencias que suelen ser muy impropios en este tipo de comedias convirtiendo a The Climb en toda una extravagancia merecedora cuanto menos de no caer en el olvido al que parece estar predestinado.
se nos muestra a una familia encerrada, dicho enclaustramiento forzoso que en un principio es paradisiaco ira lentamente convirtiéndose en claustrofóbico dando lugar a la representación de un determinada microcosmos que de alguna manera pretende ser una suerte de reflejo de un país entero, a través de todo ello se nos retrata lo más feo y oscuro que puede llegar a anidar dentro del ser humano. Alegado formalmente de ese tono gélido y aséptico tan característico en películas centroeuropeas en donde se nos retrata disfuncionalidades familiares de todo tipo Jorge Riquelme Serrano tiene la virtud de hacerlo todo más cercano en base a la cotidianidad de los actos, esto no significa que el relato no sea áspero y oscuro, a tal respecto el film tiene el dudoso honor de atesorar la escena posiblemente más hiriente y sórdida vista durante todo el festival. Un notable tratado que da la sensación de transitar acerca de los males que suelen envenenar nuestra sociedad actual, se nos expones las consecuencias, nunca las causas, a tal respecto no terminamos presenciando una historia de denuncia como tal sino más bien una condena con visos de tener muy pocas oportunidades a la hora de encontrar algún tipo de redención posible.
a una temática en donde el violín y la música en definitiva se encuentran situados en su eje argumental, sin embargo su anterior y notable Le Violon rouge tiene bastante poco que ver con esta deslucida The Song of Names, la historia aquí contada, de amistad entre dos hermanastros pero sobre todo de remordimientos, siempre con el trasfondo del Holocausto nazi presente en su narrativa, nos sitúa a través de un relato de estructura episódica fragmentada en el tiempo que termina siendo demasiado académica utilizando negativamente tal termino, uno acaba teniendo cierta sensación de estar ante un trabajo que prioriza el texto entendido como tal que su traslación en imágenes, estas, provistas de un empaque técnico ciertamente impoluto y aplicado, no acaban de conceptuar adecuadamente un relato que pretende indagar en la emoción de la memoria colectiva a toda costa sin llegar apenas conseguirlo, estamos pues posiblemente ante una película que carece del alma necesaria que reclamaba una dramaturgia literaria que en su traslación fílmica deviene por momentos tan encorsetada en sus formas como impostada a la hora de no saber abordar e indagar adecuadamente las diversas raíces humanistas que forman parte primordial del Status Quo que sí parece atesorar el texto original en el que está basado.
cohesionados y tengan una razón de ser coherente, en este misma crónica destacábamos como deficitaria en tal aspecto la cinta proveniente de Laos The Long Walk de Mattie Do, Ventajas de viajar en tren la opera prima de Aritz Moreno vendría a significar el lado opuesto de dicho paradigma genérico.
parte de la anécdota, aquella en donde una joven pareja pretende firmar un contrato para poder comprar la que en teoría ellos creen que puede ser la casa de sus sueños, ese punto de partida de claros contornos minimalistas conforme avanza la película se trasforma en metáfora hiperestilizada que intenta describirnos un mundo horrendo, representado en tener unas vidas escaneadas en serie en referencia a la vida familiar suburbana, a tal respecto la crítica al american way of life está presente en todo el metraje, también el concepto de la maternidad manipulada y de forma relativamente más sutil y anecdótica el paralelismo del comportamiento de los cucos con respecto a algunos personajes de la trama. Vivarium pese a ciertos lastres narrativos que dan cierta sensación de dilatar el relato innecesariamente y en donde por momentos se incide más en el mensaje que en el thriller psicológico de índole paranoico como tal funciona mejor conforme se hace más oscura y se retuercen de alguna manera coordenadas genéricas a la hora generar un mayor impacto en el relato a modo de elementos de horror insertados en lo supuestamente cotidiano, en esa construcción social que nos es impuesta, dramas y déficits de nuestro día a día meditados y expuestos de manera solvente en uno de los vehículos más adecuado para todo ello, el género fantástico, aquel que no te limitan en lo concerniente a traspasar las barreras de la realidad, una realidad que aquí y en su génesis nos es presentada en Vivarium como ciertamente perturbadora.
Alexandre O. Philippe sigue por esa buena senda mostrada en sus últimos trabajos, a tal respecto el documental que nos ocupa no pretende, ni lo es, ser el documental definitivo que desgrane a conciencia el film de Ridley Scott, su mirada provista de un abundante material de imágenes de archivo, va más bien direccionada a la mitología e influencias varias de la cual parte dicha creación, unos apéndices bien investigados en donde sobresale el apartado dedicado a el guionista Dan O’Bannon, posiblemente unos de los talentos dentro del fantástico menos reivindicado a día de hoy, emparentándose con 78/52 también hay un apartado bastante generoso en como analiza con detenimiento la famosa escena en donde vemos por primera vez al alien después de eclosionar el pecho de John Hurt, del mismo modo las interpretaciones posteriores lanzadas al espectador devienen como infinitas , una de ellas por ejemplo sería una interesante mirada sobre el lado feminista del relato y sus influencias con respecto a las heroínas dentro del cine. El proceso desgranado no solo se limita al ámbito creativo sino también al referido a su producción, una mirada tan amena como didáctica que sin embargo no es definitoria en el estudio en el que se adentra pero que sirve a la perfección como excelente añadido a modo de pleitesía a una obra que cuarenta años después de su realización sigue siendo referencial en la historia del cine fantástico.
reivindicar en esta ocasión un tipo de cine que quedo extinto ya hace muchos años sin apenas reconocimiento, la denominada exploitation nacional que en realidad funcionaba a las mil maravillas como industria, el cine de repertorio genérico español de los años 70 y 80 son analizados de forma amena pero también rigurosa, ese rigor curiosamente no está acompañado por una narrativa digamos ordenada, a tal respecto es casi imposible que este tipo de cine por su naturaleza no termine estando estudiada de una forma algo deslavazada, mediante a confecciones y entrevistas de implicados de aquella época y voces autorizadas del presente se nos muestra un repaso de aquellas producciones que en su día pese a ser rentable en lo económico y exportables al exterior fueron denostadas, desde el spaghetti western al cine de terror pasando por las comedias del destape y terminando en el cine quinqui, muchas de ellas catalogadas con aquella Clasificación ‘S’ que nos venía a advertir que era un tipo de cine solo destinado a gente adulta, como no podía ser de otra manera también hay en el documental una indagación en el entorno social y político de la época, en este apartado resulta ciertamente alarmante el comprobar como aquel cine siempre expuesto bajo la mirada del sensor acabo resultando bastante más atrevido y desprovisto de ligaduras morales que el producido hoy en día, una paradoja que da que pensar en la involuciona sufrida a lo largo de estos años, por lo demás Sesión salvaje es un goce continuo con respecto al cinéfilo con pedigrí que funciona a la perfección a la hora de mirar hacia atrás en su función de rememorar, reivindicar y descubrir un cine libre que tarde o temprano está destinado a ser tratado con la justicia que lamentablemente no tuvo en su día.
VFW cuyo título hace referencia a las siglas de los soldados veteranos que participaron en la guerra de Vietnam está impregnada en todo momento a través de un aire retro bastante característico visto en trabajos anteriores de un Joe Begos que afortunadamente sigue fiel a un estilo, de inequívocas texturas independiente que en parte no deja de ser un tipo de cine de guerrillas, una película cuya misión a parte de divertir a la audiencia es la de evocar un espíritu pretérito. Pese a la precariedad económica de la propuesta la abundante dosis de gore deviene como generosa para mayor satisfacción del incondicional de esto de los revaivals cinematográficos, en tal sentido su cuadratura de claro índole carismático y referencial deviene como una apuesta ganadora para un entorno como el de Sitges, al igual que en anteriores películas de su autor la falta de experiencia o una cierta inmadurez fílmica, aquí algo más depurada, queda equilibrada por una total libertad de prejuicios creativos, aquí el tono testosterónico y sin miramientos a las sutilezas impera a lo largo de todo el metraje en un relato en donde los malos son muy malos y los buenos muy buenos, el disfrute para gente afín a esta coordenadas genéricas está plenamente garantizado hasta el lógico y en parte inevitable agotamiento temático que terminara padeciendo el espectador, algo por otra parte poco importante dada la propia naturaleza de esta clase de películas.
menos de género y más raro aún si esta viene firmada por una fémina, a tal respecto esta pieza que reflexiona tímidamente sobre la fe y el destino desde una perspectiva muy poco convencional, por momentos demasiada criptica y sobrecargada de detalles de cuestionable aclaración con algunos pasajes ciertamente indescifrables, termina dándole un plus autoral a un producto con interesantes ingredientes a tener en cuenta y que en parte sirve en la medida de paliar ciertos déficits estructurales como por ejemplo su desmesurada duración. Una lástima que Mattie Do pese a lo interesante e inhabitual de la propuesta no termine de saber adecuar convenientemente todo el potencial metafórico de una historia que parece estar fragmentada no solo argumentalmente sino también en referencia a una dudosa adscripción genérica situada entre la tradición rural budista y ciertos retazos de ciencia ficción, por otra parte pese a asomar tímidamente en la historia los elementos de terror estos tampoco se adueñan en ningún momento de un relato que da la sensación de situarse genéricamente en tierra de nadie, esto ocasiona inevitablemente el no poder encontrar una audiencia potencial determinada que termine avalando para bien un producto de una naturaleza tan loable en intenciones como ciertamente peculiar en referencia a su condición.


por fortuna tampoco lo hace con respecto a ese realismo friccionado tan habitual en el cine perpetrado por el británico Ken Loach, Rocks con una cierta tendencia a los pequeños detalles sin ser moralista ni sermoneadora pone el énfasis en la ausencia materna, pero en especial en como sobrellevarla, tieniendo la virtud de mostrarnos de forma algo diferente a lo habitual una historia acerca de una consolidación a la edad adulta forzada por las circunstancias, la construcción de una identidad con especial incidencia en la amistad y lealtad femenina que lo rodea, no lo hace a través del gueto entendido como entidad marginal sino más bien en lo concerniente a una cotidianidad de un grupo de adolescentes de origen multiétnico, en sus continuas interacciones encontraremos mucha improvisación escénica, esta radiografía deviene como clave a la hora de mostrarnos un comedido retrato en donde la veracidad va unida a una imágenes tan físicas como dinámicas en una película totalmente ajena al subrayado que no a la veracidad entendida como retrato de un devenir adolecente expuesto en base a una naturalidad que nos direcciona de forma casi obligada a la empatía hacia la protagonista.
en parte obligado por una serie de acontecimientos ocurridos dentro del núcleo familiar al que pertenece, punto de partida similar a la anteriormente comentada Rocks pero a través de una narrativa completamente diferente, en esta ocasión a modo de una característica coming of age encuadrada dentro de un periodo de tiempo muy determinado, apenas dos semanas y una ubicación rural clave en el desarrollo de la historia. De alguna manera en el film de Delphine Lehericey asistimos al final de un tiempo y unas vivencias que dan paso a otro bien diferente, transitando más allá del característico y sempiterno despertar sexual del joven protagonista el relato nos permite ciertas acotaciones interesantes que vienen a representar dicha ruptura vital arriba citada, el derrumbe de un mundo plasmado por un lado por una especie de capitalismo que pasa por encima del individual entorno campesino simbolizado en el relato en la figura de un padre que asiste a la irremediable tesitura de intentar subirse al tren de la modernidad si no quiere verse abocado a la desaparición laboral, el otro no social sino a modo de reafirmación sentimental o emotiva en referencia a la liberación de la mujer, la de una madre (una ajustada Laetitia Casta) que ve el momento de desembarazarse de ese cordón umbilical familiar para resetear el destino que ella cree que en verdad le corresponde, todo ello evidentemente bajo la mirada del infante, en esta ocasión expuesta como figura representativa del joven contemplativo que asiste a un irremediable cambio, una mirada tan vulnerable ante los hecho que se ve obligado a afrontar como en parte participe de lo que inevitablemente el futuro le deparara.
del espectador en base a irrealidades escapistas y ansias de venganza, de alguna manera los interesantes mimbres con los que despega, la convivencia con las mentiras a modo de capacidad de autoengaño de ciertas personas para no hacer frente a una traumática realidad que en mayor o menor medida les corroe expuestas en base a una masculinidad de tono tóxico o ligeros apuntes a modo de crítica social con respecto a la manipulación de los medios por ejemplo siempre están destinados en la medida de ser utilizados en base a una conclusión en donde siempre se echa mano a la grandilocuencia fatalista, una exploración del trauma dudosamente desarrollada la verdad, a tal respecto la finalidad siempre es el golpe de efecto dramático en un relato en donde el subrayado de los contrastes es demasiado evidente y abrupto, algo que no tendría que ser malo por naturaleza sino fuera por como todo el entramado referido se percibe mucho tiempo antes de que esa eclosión narrativa se produzca a través de unas anteriores expectativas que devienen como muy detectables.
En 2008, tras el fallecimiento del director, el productor musical Alan Elliott rescató el material y usando la tecnología del momento logró sincronizar la imagen con la pista de sonido, logrando por fin sacar a la luz la grabación en directo del disco más vendido de la historia del góspel.
que no acaban de entenderse terminan haciéndolo en base a réplicas y contrarréplicas, será en ese trayecto y las relaciones personales e interactuaciones de ambos a través de él lo que haga sanar las heridas existentes hasta ese momento, las taras psicológicas familiares y falta de conexión principalmente que atesoraban al inicio de dicho recorrido. Una historia mínima acerca de personalidades a medio construir que transita por lugares demasiado comunes, su síntesis podría definirse como un relato en donde priman en todo momento las buenas maneras, unas intenciones que no llegan a ser equiparables a lo que es su resultado final, situado siempre a medio camino entre un atisbo de reflexión y la ligereza genérica, el nuevo trabajo del responsable de Azuloscurocasinegro (en lo que respecta a un servidor su mejor película realizada hasta la fecha) parte de la premisa de que no es necesario ponerse muy dramáticos a la hora de explicar problemáticas varias, la sensación final de este enésimo viaje de autodescubrimiento conjunto provisto de diálogos extremadamente subrayados termina siendo la de asistir a una corrección temática tan sencilla que no ofende pero que evidentemente tampoco llega a trascender ni siquiera levemente en ningún momento de su por otra parte ameno metraje.


años Sitges ha presentado diversas propuesta que se ceñían a la perfección a dicha tesis, por poner solo dos ejemplos citaremos The Birthday de Eugenio Mira y el Atolladero de Oscar Aibar, ambos films comparten junto a Paradise Hills una condición de rara avis que las aleja de cualquier tipo convenciones genéricas amparadas en el convencionalismo.
ciertamente brillante, la fotografía a cargo de Thimios Bakatakis (habitual en el cine de Yorgos Lanthimos) vuelve a situarnos en un espacio claustrofóbico, su frialdad por momentos nos remiten a imaginaros asépticos surgidos de cineastas como el propio Lanthimo o Haneke, si en la anterior película era una lujosa casa de campo alejada de cualquier atibo cercano de civilización aquí nos encontramos ante otra vivienda que por culpa de un severo temporal queda completamente aislada, un virtuosismo técnico expuesto en espacios reducidos al completo servicio de una historia expuesta de forma bastante soterrada, Severin Fiala y Veronika Franz detrás de esa admirable construcción de ambientes, de planos sostenidos, no tienen mucha prisas por desvelar sus cartas, la jugada resulta ciertamente interesante por mucho que por momentos uno tenga la ligera sensación de percibir como un exceso de manierismos se sitúan por delante de una narrativa que por momentos deviene como algo mingue en contenidos, por el contrario su gran virtud posiblemente radique en como sabe en un primer momento incomodar para después perturbar en detrimento de simplemente aterrar, de alguna manera estamos ante una película meditada y calculada y no elevada, virtud esta que conlleva el librarse del escepticismo de fundamentalistas del género de terror, la ansiedad atmosférica del entramado con el concepto de la madre intrusa, la religión y el trauma de trasfondo juegan una baza importante al respecto erigiendo al dúo compuesto por Severin Fiala y Veronika Franz como unos muy aplicados constructores de desviaciones y psicopatías de naturaleza bastantes maquiavélicas.
de partida una premisa derivada de la fundamental El malvado Zaroff de Ernest B. Schoedsack el film de los responsables de la fallida Devil’s Due no profundiza en cuestiones tales como por ejemplo la institución matrimonial, la fantasía depravada aristocrática de dar caza al desfavorecido o el empoderamiento femenino, en Ready or Not, que se beneficia de una aplicada labor actoral a cargo de Samara Weaving, todo pasa a través de un divertimento de claras connotaciones guiñolescas, una suerte de sátira gótica que al menos tiene el beneplácito de saber equilibrar entretenimiento grotesco, con una buena dosis de gore, y una comedia negra con un ligero acento británico sin que esto último llegue a desvirtualizar el primer y en teoría fundamental concepto, por lo demás dicha fórmula deviene como perfecta a la hora de aplicar unos automatismos en donde las narrativas del todo vale se erigen como un status quo primordial a través de un producto tan distendido y afable en referencia a su comicidad con el espectador como efervescente en la medida de ser una propuesta totalmente carente de cualquier tipo de pretensión y complejidad posible.
primordial por parte de un tipo de espectador que el propio festival a lo largo de estos últimos años ha ido direccionando de forma casi forzada al evento y las inmediatez cinematográfica, en tal sentido no basta con programar, se tiene que publicitar adecuadamente ese esfuerzo realizado, de alguna manera obligar y empujar al espectador virgen al descubrimiento como tal. Sea como fuere la notable Il signor Diavolo viene a significar la certificación de una militancia que deviene como irrenunciable en su manera de entender una forma de hacer cine, ambientado en el denominado Padano gótico el film indaga a modo de supersticiones atávicas, una temática que ya estaba más o menos presente en sus anteriores L’arcano incantatore y Il nascondiglio, en Il signor Diavolo la diversidad genérica está aún más presente si cabe, desde el thriller policíaco de investigación pasando por componentes políticos, religiosos y evidentemente demoniacos, también encontramos en el relato algún que otro apunte autobiográfico en relación a esa sempiterna confrontación que anida en la fe existente y creencia, o no, del ser humano. Il signor Diavolo termina siendo como no podía ser de otra manera una película de connotaciones atemporales, dado un esteticismo que parece proveniente de otro tiempo seguramente más de uno la tildara de anacrónica, nada más lejos de la realidad pues que puede haber más actual que una irrenunciable constancia de tratados que no se detienen en echar mano a modernidades liquidas, en parte el film de Pupi Avati y su manera en general de percibir el medio cinematográfico deviene como una especie casi en extinción, en desuso, un cine tan artesanal en su definición escénica como familiar a la hora de poner en pie un proyecto que da la impresión de ir a contracorriente, su hermano Antonio y su hijo Alvise han estado presentes a la hora de dar forma a esta producción. Il signor Diavolo termina siendo un regreso al inicio de ese clasicismo gótico que curiosamente nos advierte de la proximidad del final de una carrera, claramente reflejada en una de las cintas más libres de espíritu y sinceras con respecto a su adscripción genérica de las vistas este año en el Festival de Sitges.
imaginario por desarrollar bastante prometedor, The Woods, Red o las algo más desinhibidas The Woman y All Cheerleaders Die fueron trabajos transitorios que nos ponían un poco a la espera de un despegue que no se ha producido aun, a trabajos algo alimenticios como Blood Money se le une este Kindred Spirits situándonos en el punto más bajo de su carrera hasta el momento, la película no deja de ser una indigesta y estandarizada recopilación de ese concepto tan habitual en algunos films de los años 90 expuestos a modo de thriller psicológico en donde un elemento exterior se introduce en un entorno familiar para desestabilizarlo, Pacific Heights o The Hand That Rocks the Cradle son solo unos ejemplos, Kindred Spirits parte de dicha premisa, aquí el elemento distorsionador sin embargo proviene del propio núcleo familiar representado en la figura de una hermana que vuelve tras un tiempo ausente, el elemento psicótico vendrá en la medida de ver cómo esta intenta suplantar la personalidad de su sobrina. Kindred Spirits sin embargo no va más allá de dicho enunciado, su realización y rutinaria puesta en escena parece direccionada a las tv movies de sobremesa, todo resulta tan previsible como manido, no hay atisbo alguno de lo original y conceptual de aquellos primeros trabajos perpetrados por Lucky McKee, de hecho Kindred Spirits dada su más que notoria intrascendencia de forma dolorosa parece situarse en las antípodas de aquellos lejanos tratados.
en este sentido el entorno de Sitges deviene dada su innegable complacencia con este tipo de películas como perfecto para dicha simbiosis, por el contrario si lo que se busca es algo de originalidad que la aleje de una tangente preestablecida en el producto la sensación final será la de decepción o cierta intrascendencia pues el film del australiano Abe Forsythe no va más allá de los postulados arriba citados. Llegados a este punto posiblemente el grado imprimido de humor negro, de irreverencia, sea lo que salve al conjunto de esa cierta irrelevancia final, en Little Monsters la encontraremos pero de forma algo escueta, hay apuntes con especial incidencia en el personaje del popular y narcisista presentador televisivo, en el detectamos algo de corrosividad en el relato, al final la sensación de usar y tirar prevalece un referencia a una película amable en lo comedido de su tono que busca en todo momento la empatía en especial en base a su musicalidad, un tratado de claras connotaciones naif que difícilmente fallara en su propósito si se recurren en estas lideres a temas de Taylor Swift, Hanson o Neil Diamond por ejemplo, una efectividad incuestionable que terminara por nublar cualquiera otra consideración posible que vaya más allá de dicha 

estando sola en el mundo, la historia expuesta siempre al filo del documental se ampara en parte en una puesta en escena muy deudora de los hermanos Dardenne por aquello de transitar todo momento bajo un tono en apariencia frio a través de conflictos sociales ubicados normalmente en barrios marginales.
con ciertas texturas a la hora de abordar un tono que nos remite a una cierta sensación de prefabricación, también en lo referido a unos manierismos bastante detectables últimamente en ese cine patrio que pretende ser comercial, dicho de otra manera estamos ante un producto manufacturado en donde el continuo subrayado juega en todo momento en su contra, perpetuos planos ralentizados para resaltar los momentos de mayor dramatismo o una agresividad que da la sensación de estar impostada por poner solo dos ejemplos. No deja de ser una pena el resultado final, bastante intrascendente, a fin de cuentas los mimbres eran interesantes, escenarios reales que nos trasportan al extrarradio de una ciudad a modo de un submundo en donde casi todo está permitido expuesto con un cierto atisbo de aroma a aquel añorado cine quinqui rodado en nuestro país en los años setenta y principios de los ochenta, todo ello sin embargo son apuntes que devienen como esporádicos en referencia a una supuesta aplicación que termina sustituyendo para mal un tono de tragedia shakesperiano presente pero no ejecutado con solvencia a favor de una estridencia mal entendida provista de claras texturas que nos acaban remitiendo a una especie de videoclip de consonancias y texturas bastantes pueriles.
a su mercado y sus críticos a través de una mirada nada complaciente, por poner solo dos ejemplos uno sería The Square de Ruben Östlund, película con el que comparte protagonista principal, un ajustado Claes Bang, y en clave fantástica la fallida Velvet Buzzsaw de Dan Gilroy, con respecto al film de Giuseppe Capotondi sin embargo sus semejanzas devienen como parciales al estar ante una obra de connotaciones genérica algo duales, en dicha aseveración convendría resaltar que pese a ser un producto entretenido e incluso interesante en su primer tercio por según que apuntes que meditan acerca del arte pese a una cierta verborrea por momentos algo indigesta, un tramo en donde se nos presenta a unos personajes que actúan según lo que les dicta el entorno en el que se mueven, por otra parte hay una segunda parte en la película que sin embarga resulta mucho menos interesante, su algo forzado y caprichoso viraje al noir artístico, o más bien al thriller al uso la hacen bastante predecible en lo concerniente a su narrativa, en tal respecto tanto como indagación autoral o como propuesta comercial The Burnt Orange Heresy da la impresión de quedarse en tierra de nadie, más afortunada en una parcela que en otra siempre nos quedara el consuelo de su presencia actoral, porque bien pensado el film de Giuseppe Capotondi deviene como un perfecto vehículo de lucimiento de dicho tratado artístico, curiosamente y de forma algo contradictoria con actores como el gran Donald Sutherland que no requieren de esa especie de ese vehículo de promoción, lo suyo es simplemente llenar en el buen sentido de la palabra la pantalla con su sola presencia.
a tal respecto no deja de ser algo curioso las referencias y puntos de partidas utilizados por el realizador francés al comprobar como en otras de sus películas centradas en universos de adolescentes conspirativos como era Nocturama cogía conceptos muy reconocibles de otro de los puntales principales del cine de zombies como es George A Romero.