
Aunque había debutado en 2007 con la comedia romántica Heavy Petting Marcel Sarmiento irrumpió con fuerza dentro del fantástico un año más tarde con aquella oscura fantasía zombie titulada Deadgirl, tras participar en las colectivas The ABCs of Death y V/H/S Viral y la algo intrascendente Totem Sarmiento tiene listo su nuevo trabajo tras las cámaras titulado Faceless, film cuyo primer tráiler acaba de ver la luz y podéis ver a final de página junto a su póster oficial. La película, que incide en la temática de la confusa identidad en base al concepto del rostro ajeno, se estrenará vía VOD el próximo 16 de febrero.
En Faceless vemos como un hombre llamado George se despierta desorientado y asustado en la habitación de un hospital donde descubre que ha recibido un trasplante de rostro. Tras la conmoción inicial de verse con el rostro que desconoce, George empieza a vivir intensamente visiones inexplicables. No tardan en darle de alta en el hospital, y se espera que se las pueda arreglar fuera sin ningún tipo de recuerdo de su vida anterior. Sin nadie a quien acudir más que a una misteriosa mujer llamada Sophie, George deberá hacer frente a las visiones, los inexplicables sucesos diarios y con un acosador enmascarado a la hora de juntar las piezas de este oscuro misterio antes de que sea demasiado tarde.
La película con guion del propio Marcel Sarmiento junto a Ed Dougherty está protagonizada por Terry Serpico, Alex Essoe, Brendan Sexton III, Cullen Moss, Clayton Landey, Blake Robbins, Kimberly Crandall, John Winscher, Richard Haylor, David Cohen, Robert Forte Shannon III, Keith Brooks, Rob Bouton, Warren Ostergard y Freddie Villacci.



Anteriormente conocida con el título de Dreamland acaba de ver la luz un primer adelanto en forma de tráiler, que podéis ver a final de página junto a su póster oficial, del thriller corporativo Crisis, película dirigida por Nicholas Jarecki (The Outsider 2005, Arbitrage 2015) que 















en un no lugar, representada en su ubicación a través de la inhóspita estepa kazaja, los dos relatos parte de premisas criminales, la primera de una forma más evidente y concisa, Yellow Cat lo hace sin embargo a través de una confusión genérica algo desconcertante, podríamos decir que la historia se ampara tras un primer vistazo en parámetros muy parecidos al True Romance de Tony Scott o si se me permite el símil al Wild at Heart de Davis Lynch, joven prostituta y joven delincuente emprenden una huida de connotaciones quiméricas, la pregunta viene dada en la medida de cuestionar si Yellow Cat es una comedia o es un drama, lo que se nos cuenta en cierta manera no da lugar para muchas sonrisas, el modo en que lo hace posiblemente sí, ese humor por momentos absurdo y desconcertante, parece mirar sin ningún tipo de pudor a imaginarios propios provenientes del cine de Jacques Tati por ejemplo, una mirada ya intuida a través de pequeñas pinceladas en la anterior A Dark-Dark Man, teniendo el añadido de comprobar como en su tramo final vira hacia tonos algo más serios y poéticos en base a una poderosa metáfora que aquí se adueña por completo de una función en donde encontraremos un sinfín de referencia cinéfilas que más que direccionados a la pleitesía del referente en si mismo dan la sensación de ser una especie de imitación de connotaciones casi paródicas.


en esta ocasión a aquella observación que no emite, ni siquiera lo intenta, ningún tipo de juicio de valor sobre lo que proyecta teniendo el mérito de saber trasmitir mediante la imagen y las pequeñas ramificaciones desprendidas a través de ellas, prodigiosa labor fotográfica a cargo de Hélène Louvart, la complejidad moral del asunto que expone, aquí mostrado en base a diversos dilemas supuestamente morales que quedan de alguna manera contrarrestados por la cotidianidad y afectos entre dos chicas a la hora de reinterpretar de alguna manera y desde la propia necesidad del relato ese concepto popular entendible como pasar un día “alegre” en Nueva York en relación al tránsito de dos chicas de pueblo por La Gran Manzana otorgando cierta sensación de estar ante una historia contada casi en tiempo real.



narrativa de un tono en apariencia bastante más sencillo que intenta evitar supuestamente dichos excesos alegóricos y en donde parece clarificar algo más su obra reduciendo la opulencia estética y narrativa empleados hasta entonces. Por momentos lindante con el cine clásico pero también atesorando texturas bastantes reconocibles en anteriores trabajos suyos que la direccionan hacia un tono algo comercial que aquí colinda de forma algo peligrosa con el concepto de publicitar por ejemplo la autoayuda en referencia a explayar una especie de oda acerca del concepto de ser madre. De alguna manera el film, en donde Naomi Kawase abandona ese escenario agreste prototípico en sus historias para ofrecernos un relato urbano, parte de una premisa que pese a sus ramificaciones argumentales termina siendo bien simple, contada en dos tiempos distintos y sendas tramas argumentales que terminan convergiendo a la hora de explorar dos, o tres, vertientes totalmente diferentes de la maternidad en lo relativo a preguntarnos qué significa ser madre y que incidencia puede tener en ello el hecho de ser biológica o adoptiva, para ello Kawase se toma todo el tiempo del mundo posible, quizás demasiado.

de hecho el film funciona a modo de un debate interno expuesto siempre por parte de la protagonista femenina del relato, difícil entender que una excepcional Laetitia Dosch no figurará en el palmarés del certamen como mejor actriz, esa dialéctica interna nos termina ofreciendo interesantes conflictos éticos, en este caso expuestos a través de una clara mirada de índole femenino que no feminista por fortuna, acerca de cómo derivas mentales terminan provocando adicciones y no al revés como suele pasar de forma algo más habitual. Será en el momento en que ese supuesto affaire se vuelve de alguna manera más perturbador a través de un deseo que en cierta manera invalida todo lo demás, aquel en donde nos daremos cuenta cómo las escenas de sexo rodadas hasta ese momento con una cierta elegancia pasan a convertirse en algo mas brusco y violento, cuando Passion simple encuentre sus momentos más logrados, aquellos en donde esa pérdida de control por parte de la protagonista en forma de deriva mental, escenas que otorgan al relato ocasionales toques perversos que parecen surgidos de imaginarios propios de Paul Verhoeven, la alejan de la realidad cotidiana del día a día en lo relativo a un colapso percibido como psicológico y direccionado única y exclusivamente a través de una fantasía creada por ella misma en donde transitara por unas zonas oscuras que su personalidad ha creado a raíz del deseo.






las maneras y en parte su fondo venían a ser casi idénticos salvo que en esta ocasión el tribunal de menores de aquí pasaba a ser otro tipo de audiencia, también judicial, en donde doctores y letrados determinaban el confinamiento o la salida al exterior de pacientes ingresados con problemas psiquiátricos, al igual que en Courtroom 3H la mirada devendrá como claramente neutra, cercana si se me permite el símil al imperecedero estilo de Frederick Wiseman, en referencia a este proceso de enjuiciamiento que parece indagar en base a la exposición final de fuertes emociones por parte de los implicaos, algo que termina siendo de un talante demoledor tanto en lo referente a familias irremediablemente desestructuradas, juzgadas aquí a través de la mirada de un inusual juez con más de 20 años en la judicatura que atesora buenas maneras y palabras y que da la sensación de parecer creer en el sistema, como a los pacientes que difícilmente volverán a integrarse a la sociedad debido a sus serios problemas mentales en lo relativo al trabajo de Raymond Depardon.



al film haya sido la de distopía futurista, el problema a la hora de intentar situarla temporal y geográficamente posiblemente venga dado en que el film de Michel Franco se acerca en mayor o menor medida a una concreta realidad actual por lo cual dicho termino como hemos indicado más arriba no deja de estar algo desvirtuado a la hora de referirse a ella, de hecho lo que nos explica la película no viene a representar ninguna novedad en lo referente a una posible anticipación social hasta ahora difícilmente intuida e inherente a una historia digamos futurista que nos adelanta lo que estar por venir, el relato que parte de una violenta revuelta nos es de alguna manera conocida y ya la hemos visto en más de una ocasión, el pobre como protesta invade el ecosistema del rico a través de la sempiterna metáfora sobre de la lucha de clases existentes entre privilegiados y despojados, el tercer estatus de poder, el ejército, tendrá un papel relevante a la hora de establecer desde la sombra ese nuevo orden indicado en el título.



relatos que parecen direccionados a otorgar desasosiego hacia el espectador, en tal sentido la notable cinta austriaca The Trouble with Being Born no es una excepción al ser esa clase de relatos que parecen estar poniendo en todo momento el dedo en la llaga, un film, que aparte de ser un demoledor y algo creepy relato de fantasmas interiores y utilizar el concepto de la Inteligencia Artificial casi como excusa argumental, en cierto modo pervierte a su manera dicho temario vistos en films como por ejemplo el A. I. Inteligencia Artificial de Steven Spielberg o la esplendida Air-Doll de Hirokazu Koreeda en la medida de exponer a través de la mirada de un androide a una sociedad que deviene como enferma. Como película que trasgrede el mito de Pinocho el tono expuesto por Sandra Wollner en este relato en donde la creación supuestamente es más perfecta que el creador por el simple hecho de carecer de las imperfecciones de este será tan oscuro y aséptico como gélido, una escenografía que si forzamos en algo las referencias por momentos parece colindar con los imaginarios propios surgidos por el gran Jonathan Glazer.

no defrauda y supone un nueva muestra de la agraciada amplitud de registros en la que se suele moverse el realizador japonés en base a una inequívoca riqueza de recursos, al igual que en su anterior Tokyo Sonata Kiyoshi Kurosawa dota a Wife of a Spy de una cierta extrañeza a una historia de apariencia simple y rígida, en cierta manera estamos ante un relato que se fundamenta principalmente en base a un continuo juego de apariencias plagado de un numerosas mentiras y simulacros varios como suele ser preceptico dentro de dicho subgénero, pero filmada de una forma prodigiosamente elegante e incluso ambigua en lo concerniente a una representación que en parte huye de la épica en base a una escenificación de aspecto apagado y tono casi minimalista, por poner un solo ejemplo de todo ello la escena del bombardeo vivido desde el sanatorio es ciertamente magnífica en relación a mostrarnos un melodrama que pasa a ser irremediablemente tragedia, el responsable de Cure nos muestra el final de la guerra a través del bombardeo de Kobe, visto por ejemplo entre otras muchas películas en las varias versiones de Grave of the Fireflies. Esa escena final situada en una playa desierta viene a ser tan audaz como enigmática a la hora de arrojar una serie de dudas acerca del amor, la confianza e incluso la ideología de los personajes.





de nueva comunidad itinerante, que están completamente al margen del consumismo, intenta buscar un lugar en el mundo tras verse despojado por la crisis económica que golpeó los Estados Unidos en los años 2007 y 2009 de su hasta entonces estado sedentario, de alguna manera este film, que encumbra y reconoce de forma definitiva la carrera de Chloé Zhao, trata básicamente de huidas y viajes a ninguna parte, tanto a un nivel mental como físico, y lo hace a través de una herramienta narrativa tan intrínseco dentro de la cultura yanqui como es la carretera y la vida nómada como solución a la marginalidad en donde el concepto de viaje no ha de significar forzosamente una huida hacia delante sino una especie entrada a un supuesto nuevo estatus social con todo lo ello puede conllevar.



