“Nuevo orden” review

Nuevo orden nos sitúa a través de la alegoría el violento desmembramiento al que se ve sometido una sociedad. En la película vemos como una fastuosa boda de clase alta se convierte inesperadamente en una lucha entre clases que deriva en un violento golpe de estado. Visto a través de los ojos de una joven prometida y de los sirvientes que trabajan para su pudiente familia.

Con el Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia bajo el brazo el realizador mexicano Michel Franco (jurado de la sección oficial) presento en el pasado Festival de San Sebastián dentro de la sección Perlas el que es posiblemente su trabajo más ambicioso realizado en forma y fondo hasta la fecha, Nuevo orden viene a ser esa clase de relato en donde una supuesta distopía social de claro tono brutalizado, en las antípodas de lo entendible como sutil, parece querer alertarnos de la cercanía de una problemática situada en esta ocasión en la sociedad mexicana de un futuro cercano. Posiblemente lo más inquietante que vemos en Nuevo orden, que no deja de ser otra visión más de las muchas habidas acerca de la profunda división existente entre diferentes estratos de una sociedad, no venga dada a través de la exposición de su barbarie y si en la medida de estar percibiendo algo que da la sensación de ser tan cercano que el mismo término distópico termine diluyendo su función premonitoria y acabe estando más próxima a una especie de hipérbole de la realidad.

No deja de ser curioso como el pasado año otro cinta mexicana presente en San Sebastián como fue la notable Mano de obra de David Zonana nos proponía una síntesis casi a modo de precuela del film aquí comentado acerca de la imposibilidad de construir un nuevo estatus social cimentado a través de las clases obreras, en cierta manera y desde una perspectiva totalmente diferente Nuevo orden intenta dar un paso más allá y no deja de ser una suerte de continuación que revierte tal concepto al seguir los pasos del derrumbe de un sistema político y el posterior y previsible nacimiento de un desgarrador nuevo reemplazo de poder desde la fuerza y no de la ideología. Posiblemente la palabra más usada durante estos días a la hora de referirse al film haya sido la de distopía futurista, el problema a la hora de intentar situarla temporal y geográficamente posiblemente venga dado en que el film de Michel Franco se acerca en mayor o menor medida a una concreta realidad actual por lo cual dicho termino como hemos indicado más arriba no deja de estar algo desvirtuado a la hora de referirse a ella, de hecho lo que nos explica la película no viene a representar ninguna novedad en lo referente a una posible anticipación social hasta ahora difícilmente intuida e inherente a una historia digamos futurista que nos adelanta lo que estar por venir, el relato que parte de una violenta revuelta nos es de alguna manera conocida y ya la hemos visto en más de una ocasión, el pobre como protesta invade el ecosistema del rico a través de la sempiterna  metáfora sobre de la lucha de clases existentes entre privilegiados y despojados, el tercer estatus de poder, el ejército, tendrá un papel relevante a la hora de establecer desde la sombra ese nuevo orden indicado en el título.

Pero si existe un rasgo visible en esta analogía del holocausto a través de un irreversible conflicto social y político es la desmesura con que Michel Franco nos muestra la violencia, tanto la de unos como la de otros, también en lo relativo a la física y la soterrada, aquí la alegoría está supeditada en todo momento a la barbarie mostrada, posiblemente no exista regodeo en ello al no ser afortunadamente una película que indague en la apología de la desigualdad pero inevitablemente no deja de ser un motor narrativo que supedita toda la acción en relación a ese supuesto atisbo de Apocalipsis. Esa evidente recreación de lo virulento acoplado a la metáfora hizo que a un servidor durante el visionado de la cinta le viniera a la memoria durante esa primera media hora, en donde se sugiere para más tarde se expone el caos, el Land of the Dead de George A Romero, el maestro de Pittsburgh sin embargo estuvo siempre bastante más acertado a la hora de proyectar ese difuso concepto de mostrarnos el exceso adyacente en cualquier tipo de alegoría social.

Valoración 0/5.2’5