Americana 2020 Día 4: Burning Cane/ Honey Boy/The Beach Bum

Dentro del apartado destinado a esas pequeñas piezas no tan publicitadas en un principio una de las obras más interesantes vistas en esta edición del Americana correspondió a la opera prima de joven realizador, tan solo 19 años, Phillip Youmans titulada Burning Cane, film que a más de un asistente de alguna manera se le atraganto dada su inequívoca radicalidad a la hora de ofrecernos un relato adscrito a unas resoluciones formales situadas a medio camino entre la ficción y el documental, y en donde las texturas reflexivas y contemplativas llegan a copar una propuesta tan original en sus formas como oblicuas en su fondo.

En Burning Cane vemos como Helen es una mujer mayor muy creyente que vive y trabaja en la Louisiana rural. De carácter íntegro y valiente, ha de convivir con el dolor de tener un hijo de carácter violento consumido por el alcohol y un nieto prácticamente desatendido al que apenas puede ver. Se reconforta esporádicamente en su iglesia donde escucha los enérgicos sermones del reverendo Tillman. Pero éste, deprimido por los hechos inexorables de la propia existencia, también se refugia a raíz de sus demonio internos en el alcohol, evitando los intentos que hace Helen por ayudarlo. Sin nadie que la consuele, entregada a los designios de la fe, la mujer deberá superar una última prueba que le pondrá la vida y tomar una decisión que, sea en un sentido o en el otro, tendrá trágicas consecuencias. Phillip Youmans en su opera prima no toma el camino fácil o al menos el más manido, y eso es algo digno de elogio, a la hora de ofrecernos un relato que por momentos da la sensación de transitar a través de una fábula de connotaciones casi espirituales. Burning Cane bascula en prácticamente todo su metraje a través de la introspección de tres únicos personajes, madre, hijo y reverendo, sus testimonios nos llegara en base a su propio discurso a modo de voz en off y principalmete diversos monólogos internos, otorgando a la película unas connotaciones casi de relato de índole religioso, pues al fin y al cabo lo que se nos cuenta no deja de ser la sempiterna lucha interior y espiritual que atesora cada ser humano, especialmente aquellas confrontaciones que anidan a través del tormento individual, a fin de cuentas el auténtico status quo de la historia en cuestión,​ todo ello expuesto a través de una experiencia de connotaciones meditativas en relación a la inestabilidad emocional de sus personajes que hacen de la propuesta de Phillip Youmans un singular y prometedor debut dada su nada complaciente estructura cinematográfica.

Otra de las autoficciones vistas en esta edición del Americana correspondió a Honey Boy, en este caso relato autobiográfico del conocido actor Shia Labeouf en donde este nos muestra la difícil y ambivalente relación que tuvo con su padre en su infancia, Honey Boy nos muestra a Otis, un niño de 12 años que descubre desde muy joven la cara oculta de Hollywood, ejerciendo de especialista en shows televisivos. Su padre es un antiguo payaso de rodeo con diversos problemas, ahora sin trabajo, que decide convertirse en su guardián. Cuando Otis no está grabando sus escenas como doble, pasa el rato con él en hoteles de poca monta situados en las afueras de las ciudades donde se alojan. La convivencia entre ambos es muy compleja, y Otis anhela que su padre se comporte como tal.

Honey Boy, con la realizadora Alma Har’el tras las cámaras (Bombay Beach, Valtari Mystery Film Experiment y la notable LoveTrue presente en el Americana hace un par de años), vendría a formar parte de ese catálogo prototípico de películas en donde un autor nos ofrece una mirada pretérita de lo que fue su niñez o juventud, a tal respecto últimamente han existido muchos ejemplos de dicha síntesis argumental, Roma de Alfonso Cuarón y Dolor y gloria de Pedro Almodóvar por citar solo dos películas muy conocidas, todas estas propuestas y bastantes más comparten a su manera una mirada que deviene como agridulce y en donde se nos viene a explicar que el recorrido nunca fue amable o fácil, más bien todo lo contrario. El turno en esta ocasión corresponde a Shia LaBeouf que escribe y protagoniza un relato en donde en parte se psicoanaliza a sí mismo en la medida de liberarse de demonios personales y que atesora la parcial virtud de no ser otra muestra más de ese paquete de relatos autobiográficos en donde se nos expone traumas ocasionados a niños actores en Hollywood. Honey Boy versa más acerca de la idea de saldar cuentas con el pasado y de paso acercarse tímidamente al tránsito iniciático, seguramente a prácticamente todos de nosotros nos ha quedado un regusto amargo en cómo no hemos podido redimirnos por un motivo u otro de nuestros seres cercanos a través de una relación pasada, la cultura a modo de herramienta de auto expiación no deja de ser un medio perfecto a la hora de plantear diversas metáforas de liberación personal, a tal respecto la función de una película de las características Honey Boy, que por fortuna en ningún momento busca la empatía con el espectador, parece meridianamente clara, sin embargo su resolución deviene como claramente irregular en base a esa narrativa bifurcada en dos direcciones, presente y pasado, bastante más bien planteado y ejecutado la segunda que la primera. Al final la sensación que a un servidor le otorga Honey Boy será la de una extraña sensación de tristeza, pues en resumidas cuentas todo lo que nos cuenta Shia LaBeouf no deja de ser un tránsito pretérito doloroso que indaga en abusos psicológicos, resquicios en definitiva de una contradictoria relación que se fundamenta en un origen mostrado de forma muy poco autoindulgente.

Harmony Korine pertenece por derecho propio a esa clase de autores que se mueven por oleadas temporales en referencia a la aceptación por parte de los supuestos fans de su obra, en parte y dicho de otro modo la trayectoria del realizador deviene como consecuente en relación a unos postulados que son percibidos, o al menos un servidor así lo nota, como inamovibles, otra cuestión seria la referente a como son recibidos por parte de una supuesta audiencia que deviene como liquida en relación al análisis de una obra en concreto, pues a fin de cuentas entre la excesivamente elogiada Spring Breakers y la algo injustamente menospreciada The Beach Bum no existen demasiadas diferencias en relación a las intenciones y resultados de ambas. The Beach Bum sigue las hilarantes desventuras de Moondog, un poeta de carácter rebelde y extravagante look que vive en Miami según sus propias y muy particulares reglas, un hombre tan rebelde como adorable que intenta vivir la vida a lo grande.

Es evidente que el cine orquestado por Harmony Korine no es propicio para las medias tintas en lo concerniente a su recepción, es de esas obras que no buscan un empate técnico sino que de alguna manera esta predestinada a la fuerza a la victoria o la derrota, aunque si es proclive a que en un momento dado sus gracias dejen de serlo dado el tedio que puede provocar su sistemática hilaridad para alguien que si las acepto con anterioridad, a tal respecto The Beach Bum redunda en lo caótico de unos personajes que dan la sensación de vivir mental y físicamente al margen de una realidad digamos cotidiana, en parte no deja de ser una visión particular y en parte autoral de las comedias de fumados, el personaje interpretado con solvencia por parte de Matthew McConaughey vive en un continuo estado lisérgico, sin embargo la película de Harmony Korine a diferencia de por ejemplo el Fear and Loathing in Las Vegas de Terry Gilliam no es lisérgica por naturaleza, su función será más bien la de transmitir la sensación de una vivencia que deviene como atípica en relación a una jovialidad desmedida pero que en parte es consecuente pues a final de cuentas la premisa que nos es contada no deja de ser clásica aunque no lo sean sus personajes, un resumen de alguien que vive a cuerpo de rey pero que llegado a un momento tendrá reconvertirse para seguir subsistiendo, la supuesta redención y el aprendizaje lógicamente no funcionaran y ni que decir tiene que esa especie de reconducción de conducta será imposible para alguien que atesora un espíritu incorruptible, aquí en la medida del disfrute máximo de su hedonismo. The Beach Bum termina siendo una declaración de intenciones a cerca de una suerte de libertinaje existencial que no deja de tener una conexión muy evidente en lo concerniente a la obra de un autor que abraza con todas sus consecuencia también una libertad, en este caso la creativa, por muy indigesta que está en ocasiones les pueda parecer a algunos.