“Caniba” review

Documental que narra la historia del caníbal Issei Sagawa, un criminal japonés nacido en 1949 declarado culpable de asesinato y canibalismo en los años 80, y sin duda uno de los más célebres antropófagos confesos. Issei, proveniente de una familia con dinero, estaba estudiando en la Sorbona de París cuando asesinó a una estudiante holandesa, la despedazó y practicó el canibalismo con ella. Fue detenido y condenado, pero en la actualidad está libre pues las autoridades francesas, a instancias de la diplomacia auspiciada por el influyente padre de Issei, y pensando que le quedaban pocas semanas de vida por una enfermedad, lo trasladaron a Tokyo, pero no murió y hoy en día disfruta de libertad.

Tras haber ganado con todo merecimiento el Premio Especial del Jurado en la sección Orizzonti del Festival de Venecia Caniba el nuevo trabajo de la pareja formada por Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel aterrizo el pasado mes de octubre en Sitges dispuesto a poner a prueba la capacidad a la hora de asimilar códigos y conceptos genéricos distantes a una crítica y un público que da la impresión, o al menos a un servidor se lo parece, que cada vez le cuesta más el indagar en el estudio de la trasgresión cinematográfica como tal, un colectivo en definitiva que en su gran mayoría parece más decantado al fácil e instantáneo hipterismo de ultima vanguardia (léase por ejemplo y sin salir del certamen catalán algo tan discreto y anecdótico como Brigsby Bear) que el intentar transitar por territorios de más difícil acceso por muy rocosos y poco agradables que estos puedan parecer en un principio.

Por otra parte no deja de ser algo curioso que la película que retrató con más agudeza el horror más realista con mucha diferencia con respecto al resto de películas vistas este año en Sitges fuese un documental y no un film de ficción, Caniba a su manera y muy próxima a una obra de connotaciones experimentales no apta para todos los públicos resulta tan contundente a la hora de mostrar una perversión genérica como lo fue en su día desde otras coordenadas distintas Leviatán, el anterior trabajo del dúo formado por Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel. Caniba a diferencia de lo que uno puede prever no anida en el concepto de la entrevista convencional ni en un acercamiento digamos plural de la figura del caníbal Issei Sagawa, tampoco se incide en el sensacionalismo y por ende no se juzga al personaje, de alguna manera Taylor & Paravel dejan fluir unos recuerdos y una cotidianidad que dan paso a un testimonio deformado en extremo y contado en primera persona, al no existir intervención en el relato este pasa a ser puro, mostrado a bases de primerísimos planos que llegados a tal grado de acercamiento se llegan a desvirtuar por momentos (zoom acentuado al máximo que deriva en un primer plano desenfocado), una observación  antropológica que conforme va avanzando se convierte un dual al unirse el hermano llamado Jun, individuo adicto a las autoflagelaciones, tan desviado de lo que entendemos como la cordura como puede estar Sagawa, ambos, masoquista uno y caníbal el otro, ante la total imposibilidad de reinsertarse en la sociedad por razones obvias relatan su psicopatía desde sus inicios hasta día de hoy a modo de crónica del desvío, no hay señales de culpa o arrepentimiento en uno ni vergüenza en el otro y si en la reafirmación y en el detalle, “no hay mayor acto de amor de un individuo que comerse los labios de la persona a la que amas” llega a decir en un momento Sagawa, a partir de ahí aparece el incómodo y la abyección en el espectador ante lo que está presenciando, algo que va en aumento hasta llegar a un final en donde la persona que ha aceptado la inmersión fílmica quiere con todas sus ansias que lo que está presenciando no sea más que una broma de mal gusto, nada más lejos de la realidad y ante esas imágenes desvirtuadas todo lo que encontramos es el horror más real que subyace en la perversión de una, o dos mentes enfermas.

Caniba nace del propósito de incomodar y como tal es polémico, nos muestra como los monstruos reales existen en la realidad, su completa abstracción narrativa la convierten en una de las experiencias cinematográficas más extremas y perturbadoras que un servidor recuerda en mucho tiempo, un tipo de cine de naturaleza difícil que está continuamente desafiando (que no provocando por mucho que algunos se empeñe en aseverarlo) al espectador a través de su propia trasgresión fílmica, ese tipo de cine en definitiva que una vez que nos obliga a mirar al abismo nos invita posteriormente a la dolorosa reflexión acerca de los límites existentes que creemos que puede atesorar lo que entendemos como el alma humana.

Valoración 0/5: 4’5