Crónica Festival de San Sebastián 2020. Día 3

Terapias etílicas y la elegancia del espía según un maestro

Fue uno de los títulos más esperados provenientes del tan cacareado sello Cannes, Druk el nuevo trabajo detrás de las cámaras del danés Thomas Vinterberg nos presenta un relato en donde diferentes crisis de masculinidad encuentran un ligero acomodo en algo tan banal en apariencia como puede ser la en un principio controlada ingesta de alcohol. En Druk vemos como cuatro profesores se embarcan en un experimento sociológico en el que cada uno de ellos deberá mantener al mismo nivel una alta tasa de alcohol en su cuerpo durante su vida laboral diaria, intentando demostrar que de esa manera pueden mejorar en todos los aspectos de su vida. Pero las consecuencias de tan peculiar experimento les cambiarán la cotidianidad de una forma drástica.

Druk, el mejor trabajo con diferencia en años de Thomas Vinterberg, no es un relato que indague propiamente en el simple concepto de la borrachera sino más bien en el efecto, casi a modo de excusa o incluso de anécdota si se prefiere, de los efectos que puede provocar tal acto en unas vidas que dan la impresión de encontrarse estancadas, en cierta manera el tono del relato devendrá como ameno y cordial, por momentos colindante con la tragicomedia, sin embargo el mensaje se percibe como bastante más profundo y amargo en referencia a los altibajos que la vida puede ocasionar a un grupo de hombres que prueban como con el exceso de alcohol potencian y mejoran puntualmente habilidades laborales al mismo tiempo que evidencia de una forma más clara pasado el tiempo las dificultades que ya existían en sus vidas. Menos cínica y algo más empática que en trabajos anteriores del responsable de The Hunt y The Commune Druk nos propone una ingeniosa reflexión acerca de amoralidades diversas que no recurren a moralismos fáciles como aquella que nos dice cómo falsa medicinas nos pueden proporcionar supuestas felicidades. Vinterberg por fortuna no se atreve a sumergirse en la miseria moral que parece da la sensación de retratar en un principio, también se aleja de la provocación descarada como la vista por ejemplo en The Idiots de su compatriota Lars Von Trier, lo suyo es más bien una mirada neutra, más al estilo, salvando mucho las distancias y de una forma más comedida a La Grande Bouffe de Marco Ferreri, en ambas, cada una a su manera, se nos habla de cómo el exceso proporciona una felicidad digamos momentánea pero no resuelve ese concepto de la insatisfacción vital que parecen estar viviendo sus protagonistas.

Dentro de la siempre estimulante sección Zabaltegi-Tabakalera, apartado dedicado al cine más transgresor y experimental, se pudo ver el nuevo trabajo del realizador mexicano Nicolás Pereda titulado Fauna, film que apuesta sin ningún tipo de complejos por un arriesgado ejercicio de metaficción cuyo postulados se adecuan casi a la perfección a la naturaleza de este apartado del certamen. En Fauna vemos como  Luisa y Gabino visitan a sus padres en un pueblo minero en el norte de México después de años de no verlos. Tienen una relación distante entre sí y con sus padres, llena de pequeños conflictos desgastantes. Para sobrellevar la situación, Gabino imagina una realidad paralela en la que él es un detective que busca a un líder obrero desaparecido, pero cae en las redes de mafiosos locales.

Posiblemente en lo relativo a su supuesta complejidad radique la principal virtud de Fauna, será bajo la apariencia de una historia que juega al absurdo a través de una puesta en escena percibida como minimalista y planteamiento mundano en donde Fauna representa mejor a ese tipo de películas que juegan con el espectador al equívoco de una forma continua a través de un relato solapado con otro en donde realidad y ficción se entremezclan. Un servidor tuvo la sensación durante su visionado de que en realidad dichos artilugios giran principalmente alrededor del incomodo, estos de alguna manera se materializan a través de situaciones inherentes a una violencia y malestar social bastante extendida hoy en día en el país sudamericano, será a través de esa supuesta ficción en donde de alguna manera se llegue a violentar la realidad y viceversa pues al fin y al cabo esta sugerente e interesante historia, que desde su modestia y maneras podría ser extrapolable perfectamente a imaginarios surgidos del cine de Hong Sang-soo, no deja de ser un viaje de ida y vuelta hacia territorios tan lúdicos como complejos en lo relativo a su lectura.

Debido a una edición cuya excepcionalidad estuvo a la orden del día posiblemente el japonés Kiyoshi Kurosawa fue el único autor plenamente consagrado, y ya por fortuna reconocido, dentro de una sección como Perlas habituada a grandes nombres, con Wife of a Spy, la primera película que por increíble que parezca será estrenada comercialmente en nuestro país a inicios del próximo año, el responsable de Kairo filma la que es su primera incursión en una historia ubicada en una época pretérita, como viene siendo habitual en su cine y lejos de cualquier atisbo alimenticio nos vuelve a ofrecer una apasionante hibridación de pulsiones propias en su cine adheridas en esta ocasión a un relato de claros contornos clásicos. Wife of a Spy nos sitúa en el año 1940, Yusaku felizmente casado con Satoko dirige una prospera empresa comercial en Kobe, Japón. Durante un viaje de negocios a Manchuria, Yusaku es testigo de un horrible secreto de índole nacional. Por el bien de la justicia, decide dejar que todo el mundo sepa su descubrimiento. Satoko cree ciegamente en Yusaku, quien ahora está acusado de ser un traidor jurando estar con él hasta el final sin importar las consecuencias que pueda acarrear tal acto.

No deja de ser sintomático como a estas alturas de su carrera Kiyoshi Kurosawa es capaz de sacar petróleo de cualquier tipo de material en el que trabaja, si ya el pasado año nos obsequió con la espléndida To the ends of the Earth, película nacida bajo la sombra y condición de ser un encargo a modo de la conmemoración del 25 aniversario de las relaciones diplomáticas entre Japón y Uzbekistán, su incursión en el thriller de espías de época prometía cuanto menos una visión rica y de lo más estimulante, a tal respecto Wife of a Spy no defrauda y supone un nueva muestra de la agraciada amplitud de registros en la que se suele moverse el realizador japonés en base a una inequívoca riqueza de recursos, al igual que en su anterior Tokyo Sonata Kiyoshi Kurosawa dota a Wife of a Spy de una cierta extrañeza una historia de apariencia simple y rígida, plagada de un numeroso juego de mentiras y simulacros como suele ser preceptico dentro de dicho subgénero, pero filmada de una forma prodigiosamente elegante e incluso ambigua en lo concerniente a su representación, por poner un solo ejemplo la escena del bombardeo vivido desde el sanatorio deja sin habla. Las lecturas por consiguientes vuelven a ser dobles, o triples, un servidor a tal respecto ya ha perdido la cuenta, en relación ahora a mirar al pasado de Japón a través de unas imágenes expuestas aquí a modo de obra auto reflexiva utilizada como testigo de una dolorosa memoria histórica.