“Fièvre” (Horsehead) review

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En 1781, Henry Fuseli pintó su cuadro La pesadilla, en el que el sueño de una joven era atormentado por un incubo y por un aterrador caballo blanco, estas visiones parecen inspirar a Jessica que ha comenzado a estudiar la psico-fisiología de los sueños en un intento de entender su significado. Cuando su abuela muere, Jessica vuelve a su casa familiar en la campiña francesa, donde recibe un frío desdén por parte de su madre. Después de una difícil primera noche, Jessica usa su estado postrada en cama para practicar el arte del sueño lúcido. Jessica pronto descubre que su abuela había estado obsesionada con la misma aparición que ahora persigue sus propias pesadillas. Cuanto más bucea en sus sueños, más aprende sobre los oscuros secretos profundamente arraigados en su línea de sangre. Secretos que la llevan a una monstruosa cabeza de caballo.

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He de confesar que siempre he sentido una cierta predilección poco racional hacia las películas poseedoras de una narrativa criptica o aquellas que se sustentan casi por completo en base en el arte visual a través de sus imágenes, evidentemente siempre que el conjunto tenga un sentido y sobre todo una coherencia en sí mismo, pues estamos ante una categoría de films en que las fronteras de la genialidad y pretenciosidad son algo difusas, penden de un hilo demasiado frágil. Romain Basset debuta tras las cámaras con “Horsehead“, una clara muestra de ese cine figurativo antes mencionado en donde más que mostrarnos una narrativa criptica estamos ante un amplio y extenso muestrario onírico donde simbología e imágenes efectistas campan a sus anchas durante gran parte de su metraje.

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El principal problema de “Horsehead” radica es su evidente irregularidad a la hora de cohesionar la realidad y el mundo onírico, si bien ese surrealismo es la parte de la película más conseguida, excelente trabajo en su fotografía a cargo de Vincent Vieillard-Baron, consiguiendo
 una lograda estética de tono gótico-bizarro en su atmósfera que la emparenta de algún modo al cine de un Dario Argento en su mejor etapa “Suspiria” e “Inferno” muy especialmente, y prescindiendo por completo de uso digital a la hora de rodar estas escenas algo que le confiere al film un halo de artesanilidad bastante sugerente, el problema del film vine  cuando  Romain Basset nos muestra esos momentos de supuesta tregua, momentos familiares de aparente realidad que rompen casi por completo su ritmo narrativo, deviniendo estos como lastre algo tedioso al conjunto, como impuesto de una manera poco inteligente. En este sentido es cuando se aprecia de una manera meridiana que Romain Basset no se ha atrevido a poner toda la carne en el asador, como sí que suelen hacerlo por ejemplo Hélène Cattet y Bruno Forzani (“Amer“, “L’étrange couleur des larmes de ton corps“) pese a las consecuencias que ello pueda acarrear, ese juego a dos bandas impuesto por Basset es evidente que no favorece a una propuesta en principio destinada a ser una especie de referencias en forma de puzle psicológico acerca de diversos traumas de tintes casi freudianos.

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No creo que “Horsehead” sea un film hueco o pretensioso, simplemente es un producto que no termina de cuajar en su totalidad, en su idea de fusionar esos intervalos entre la realidad con los sueños, algo descompensado en su conjunto pero poseedor de un notable sentido a la hora de plasmar ese imaginario psicoonirico, una muestra de cómo experimentar un tipo cine de terror plagado de simbologías algo distinto a lo acostumbrado por el espectador, si además tenemos el placer de volver a ver en pantalla a la antigua chica Fulci
 Catriona MacColl y a la esplendorosa Lilly-Fleur Pointeaux como su principal protagonista, igual el visionado de “Horsehead” puede llegarse a convertir en un pequeño placer no confesado para el fiel seguidor del fantástico menos convencional.

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