“Mad Max: Fury Road” review

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Perseguido por su turbulento pasado, Mad Max cree que la mejor forma de sobrevivir es ir solo por el mundo. Sin embargo, se ve arrastrado a formar parte de un grupo que huye a través del desierto en un War Rig conducido por Furiosa, una
 mujer también de acción que cree que logrará sobrevivir si cruza el desierto y llega a la tierra en la que se crió.. Escapan de una Ciudadela tiranizada por Immortan Joe, a quien han arrebatado algo irreemplazable. Enfurecido, el Señor de la Guerra moviliza a todas sus bandas y persigue implacablemente a los rebeldes en una “guerra de la carretera” de altas revoluciones..

Hay muchas razones que se podrían enumerar a la hora de intentar de desgranar con profundidad el por qué “Mad Max: Fury Road” es un rotundo triunfo en sí mismo y en el sentido más amplio de la palabra, ahora mismo no recuerdo un blockbuster que haya tenido de una manera merecida una unanimidad en positivo tan claramente aplastante ya sea de crítica o público, entre otras cosas podríamos empezar por la propia gestación del producto, una gestación tan milagrosa como atípica en el actual panorama cinematográfico a cargo de gran estudio, que Warner Bross proveyera con 150 millones de dólares de presupuesto  a un señor de 71 años para retomar una franquicia postapocalíptica que llevaba enterraba más de treinta años no es algo que se vea con relativa frecuencia, todo ello elaborado en base a un rodaje nada fácil de siete meses en el desierto de Namibia y un posterior rodaje complementario en Australia, rodada fuera de los plazos habituales en este tipo de producciones después de sufrir varios aplazamientos en lo concerniente a fechas, unas dificultades que suele ser sinónimo de producto no bien ejecutado, que tiende a ser defectuoso, nada más lejos de la realidad, “Mad Max: Fury Road” logra sobrevivir a la propia locura de su naturaleza.  

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De la misma manera también es evidente que
  George Miller es un director algo peculiar y atípico, un autor de innegable talento no reconocido posiblemente dada por su dispersa trayectoria artística, de naturaleza y tono que tiende a una cierta irregularidad formal, “Mad Max”, “The Witches of Eastwick“, “Lorenzo’s Oil“, “Babe: Pig in the City” o “Happy Feet” son trabajos que forman parte de un fabulario tan rico, extenso y lleno de matices como variopinto y algo distante en su conjunto a la hora de globalizarlo y valorarlo en su justa medida, es ahora con esta “Mad Max: Fury Road” cuando George Miller ha sabido esperar su momento justo y poner el punto y aparte en su carrera, realizando la película por la que será recordado, logrando en definitiva una absoluta obra cumbre en el cine de acción.

Mad Max: Fury Road” viene a ser un compendio de intenciones que ha gozado de una inusual y plena libertad creativa y eso se nota en el resultado final, una película más de director que de estudio por increíble que parezca, una brillante suma de ideas con respecto al universo de la trilogía original, en donde George Miller no se deja nada en el camino, lo da todo, coge lo mejor, todas las virtudes de la saga (y en este aspecto se lleva la palma muy especialmente “Mad Max 2: The Road Warrior”) para moldearlas a su antojo, las homenajes, potencia y amplia de manera tan exagerada como acertada para ofrecer un espectáculo visual sin parangón en donde la imagen en su concepto más puro se adueña de la función de una manera rotunda con respecto al dialogo, a veces el éxito o reconocimiento de un producto no está superar o magnificar lo que supuestamente ya funciona, conviene dar un paso hacia atrás y reformulas antiguos conceptos, en este aspecto “Mad Max: Fury Road” brilla pues logra revisitar el método de la vieja escuela a la hora de hacer cine espectáculo para curiosamente manifestarse como un soplo de aire refrescante con respecto a lo que vemos hoy en día en pantalla.

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Normalmente cuando estamos ante un film que posee una lectura narrativa criptica solemos necesitar de varios visionados para poder asimilar y entender todo lo que se nos cuenta, en “Mad Max: Fury Road” ocurre igual pero desde una perspectiva completamente visual,
 estamos ante un film en el que el 90% son escenas de pura acción, en cada una de ellas hay una multitud de detalles que necesitan más de un visionado para poder apreciarlos y disfrutarlos de manera satisfactoria, es una película física, hecha con vehículos reales, personas reales, en un desierto real que solo utiliza lo digital cuando realmente lo requiere, dejando en clara evidencia en este aspecto a la mayoría de blockbusters que se producen a día de hoy en Hollywood. Estamos pues ante una orquestada suma imágenes perturbadoras, dentro de un mundo distorsionado, poblado de una interminable lista de variopintos personajes, enemigos mutilados, enfermos, deformados o drogados que se sacrifican por un prometido Valhalla, imposibles camiones orquesta con el cometido de atemorizar sonoramente al perseguido, malvados inmortales enfrentados a unos personajes en busca de la redención, todo ello remitiéndonos al género de western dentro de un escenario de desiertos, desfiladeros y jinetes moteros, etc.

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En la película de George Miller funciona prácticamente todo a la perfección, desde la adrenalítica música compuesta por Junkie XL en base un trabajo atronador de tambores y guitarras conjuntada de manera acertada con la majestuosa banda sonora de Tom Holkenborg, hasta la fotografía del veterano John Seale, pasando el alucinante montaje a cargo de Margaret Sixel (2.700 cambios de plano que equivale a una media de plano cada tres segundos) o el carisma que derrochan ante la pantalla tanto Charlize Theron como Tom Hardy.

Al final “Mad Max: Fury Road” nos viene a recordar, seguramente no de manera intencionada, que desde el nacimiento del séptimo arte y antes de aparecer en escena el propiamente denominado cine de autor, existían las películas creadas como un simple y mero deleite visual en donde la imagen funcionaba únicamente al servicio del espectáculo, posiblemente “Mad Max: Fury Road” no sea la película perfecta si hablamos en el sentido literal del término, básicamente porque su apuesta es demasiado radical para conseguir una unanimidad, lo que si sentara cátedra serán sus innegables intenciones a la hora de ofrecer un espectáculo puro sin ningún altibajo, y esto si es intencionado, toda una declaración de principios partiendo desde lo clásico para terminar como un producto de tono hipermoderno y que al mismo tiempo nos muestra una forma de hacer y entender el cine desde una perspectiva diferente, desde una mirada que hoy en día ya no solemos ver en la gran pantalla.

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