“Outrage Coda” review

Cinco años después de la guerra entre los clanes Sanno y Hanabishi, el antiguo jefe yakuza Otomo vive en Corea del Sur, tratando de mantener un perfil bajo. Pero la sombra de su pasado es alargada y no tardará en alcanzarle.

El visionado de Outrage Coda, el cierra de la trilogía yakuza por parte de Takeshi Kitano hizo que viniera a la memoria de un servidor lo efímero y volátil en lo relativo a según qué tendencias que pueden llegar a ser ciertas corrientes de simpatía y devoción por parte de una determinada cinefilia a según qué directores, uno llega a la conclusión de que la temporalidad en lo concerniente a dicha empatía juega un papel tan definitorio como efímero y en ocasiones injusto desde la perspectiva que otorga el paso del tiempo a la hora de enjuiciar una película o una trayectoria en concreto, en el caso que nos ocupa y en lo referente a la española este comportamiento se suele multiplicar por diez normalmente. Todo esto viene a colación con el recibimiento y la sorpresiva repercusión prácticamente inexistente que tuvo el paso de la estupenda Outrage Coda en el pasado Festival de Sitges, indicios ciertamente inequívocos de estar ante un autor que no cotiza en la actualidad en según que círculos, evidentemente si estuviéramos a finales de los 90 o principios del 2000 otro gallo hubiera cantado en lo referente a la percepción del producto por parte de este tipo de público tan sujeto a temporalidades varias.

Tampoco es cuestión de aseverar que la carrera de Takeshi Kitano como director haya sido la perfección autoral por excelencia, seguramente ese en parte obligado reset artístico que derivo en películas como Takeshis’, Glory to the Filmmaker! y en menor medida Achilles and the Tortoise hizo que posiblemente muchos dudaran de seguir adelante con dicha pleitesía hacia el autor, evidentemente un craso error de apreciación, afortunadamente Takeshi Kitano es un hombre  mucho más consecuente de lo que pueda parecer en un principio. En el caso que nos ocupa Outrage Coda deviene como un perfecto cierre (el único posible) de la que es la trilogía yakuza por excelencia del cine contemporáneo japonés, hay quienes aseguran que la película supone un perfecto ejemplo de cómo su cine ha ido neutralizando en parte la radicalidad del lenguaje cinematográfico de sus inicios, nada más lejos de la realidad, en verdad lo que podemos percibir de forma evidente en Outrage Coda es una depuración de conceptos y estilos hacia algo más complejo de lo que habíamos visto hasta el momento, aunque parece que haya gente que aún no se haya dado cuenta que ni esta película ni la saga en cuestión actúan de herramienta a modo de un artilugio con respecto a la violencia más desatada como excusa genérica (supongo que lo más cerca que estuvo Kitano a dichos estilemas fue Brother, su media incursión en territorio norteamericano). Outrage Coda podría definirse como un film que versa sobre la política del poder instaurado en unas jerarquías criminales que tienden a evolucionar de forma irremediable, hay una mirada en su narrativa que por momentos parece incluso direccionarla al documental en lo relativo a su exposición, al igual que en las dos anteriores entregas aunque aquí de forma más evidente si cabe dejando claro que toda esa narrativa está expuesta de forma mucho más notoria aunque no tan sencilla a la hora de discernir según qué conceptos, tal es la complejidad narrativa del relato que es ciertamente difícil el descifrar todas las líneas argumentales que se van exponiendo en la trama, lealtad, traición y posicionamientos diversos a modo de juego de ajedrez que vamos viendo según se desarrolla la historia, de alguna manera la película no deja de ser un estudio de la yakuza en la sociedad japonesa actual, una especie de pérdida de valores de lo que podríamos denominar como una esencia criminal clásica

Como buen fan del realizador japonés el único resquemor que un servidor intuye en Outrage Coda es el estar presenciando no ya el cierre de una saga cinematográfica en si misma sino el de una carrera personal como cineasta, la paradoja meta cinéfila en este caso resulta por momentos brutal en lo concerniente a su dictado, uno percibe indicios claros de estar presenciando una especie de testamento meta cinematográfico por parte del autor de Hana-bi. Esperemos y deseemos que con el paso del tiempo se haga justicia y se vuelva a colocar esta última etapa de Takeshi Kitano en el pedestal del que nunca muchos debieron bajarle de forma algo caprichosa, seria justa tal acción hacia un autor que pese a una última evolución algo convulsa en lo relativo a sus postulados ha sabido seguir manejando de una manera u otra inequívocas identidades y códigos propios, en este aspecto el realizador nipón deviene como insobornable a tal respecto por mucho que a algunos aún les cueste percatarse de tal posicionamiento.

Valoración 0/5: 4