“Seconds” (Plan diabólico) retro

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Arthur Hamilton (John Randolph) es un directivo de banco cansado de su trabajo y cuyo matrimonio camina hacia entre la desidia y el fracaso. Su vida no le complace y se limita a pasar por ella con resignación y hastío. Un día, inesperadamente, recibe una llamada de un íntimo amigo a quien creía muerto. Tras la conversación telefónica, su amigo le hace llegar un papel con la dirección de una extraña organización que le propone una nueva vida, un nuevo comienzo convertido en otra persona…

Seconds (Plan diabólico 1966) de John Frankenheimer fue un film injustamente ignorado e infravalorado en su día, teniendo una recepción muy tibia por parte de la crítica de la época además del consiguiente fracaso de taquilla, una película que con el paso del tiempo ha adquirido el status indiscutible y merecido de film de culto, estamos ante una atípica cinta fantástica, un thriller con apariencia de ciencia-ficción con algún que otro toque de horror psicológico que nace casi con la vocación de ser un trabajo de claro índole experimental, un islote creativo del todo inusual en dicha época y que posiblemente sea la mejor película en la carrera de su director, un John  Frankenheimer que fue uno de los directores provenientes de la primera generación televisiva de últimos de los sesenta y principios de los setenta, unos comienzos en que formalmente no era admitido por muchos críticos, ni él ni la mayoría de los realizadores que venían de aquella generación, se les solía considerar como una especie de advenedizos, que trataban de introducirse en un círculo cinematográfico que no les pertenecía.

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Seconds basado en el libro de David Ely se presenta como un film de tintes kafkianos y de claro mensaje existencialista que sabe combinar de manera perfecta el efectismo visual tan característico de su director con un mensaje demoledor acerca del fin del sueño americano y la pérdida de los valores, un relato desesperanzador y cruel y poseedor al mismo tiempo de una resolución del todo aterradora, una cinta demasiada arriesgada por su formalismo y desprejuicio moral para la época en que fue concebida (sin ir más lejos cuando se estrenó el filme en España la censura
  cortó y aligeró la secuencia de la fiesta-orgía de las uvas), con unos diálogos fríos y personajes que parecen inacabados o imperfectos, pero por otro lado son los mismos elementos los que le dan consistencia al conjunto de la película, porque el pesimismo que John Frankenheimer nos quiere alertar o transmitir sobre nuestro futuro es así tal cual, frío e incompleto.

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Muchas son las cuestiones que nos plantea la película, la desilusión de la sociedad del progreso, la dificultad con la que los seres humanos tratamos de encajar en ese mundo en el que vivimos, una metáfora de contornos macabros sobre el deseo y el terror que puede generar dicho sentimiento en el ser humano, la insatisfacción que puede producir una vida vacía y sin alicientes provocada por la falta de sueños o el miedo a darse cuenta de no haber aprovechado la vida de manera más adecuada, o si entramos en el plano más puramente conspirativo, la manipulación de unos individuos obligados por entidades, corporaciones, asociaciones o gobiernos a actuar de acuerdo a unas determinadas normas de conducta que a la larga beneficia a dicho sistema, todo ello influenciado con claras reminiscencias derivantes acerca el mito de Fausto. No es cuestión de desgranar o diseccionar aquí el argumento del film, si algo sobresale con fuerza en Seconds aparte de otras muchas cosas es su entramado narrativo, al que merece la pena enfrentarse lo más virgen posible, recorrer en paralelo junto a nuestro protagonista ese descenso al infierno existencialista contado en forma de pesadilla kafkiana. 

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Cuando hablábamos con anterioridad del efectismo visual que dota John Frankenheimer al film, el uso que hace de una planificación completamente distorsionada, de los contrapicados, manejo de cámara y uso de angulaciones imposible pocas veces visto en ese momento en la gran pantalla también es de obligada citación el resaltar al equipo técnico que estuvo implicado en la película, todo llega a ser perfectamente ensamblado de manera coherentes con el contenido del film, desde una excelente fotografía en blanco y negro a cargo de uno de los grandes fotógrafos cinematográficos de todos los tiempos, el veterano ya en aquellos años James Wong Howe (que sería nominado al Oscar por este trabajo), hasta unos títulos de créditos de tono turbador obra del gran Saul Bass, creando una sublime introducción de lo que estamos a punto de ver, una espléndida banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith y muy especialmente la matizada y extraordinaria interpretación de esa intensa angustia vital a cargo de Rock Hudson que aquí dio un salto cuantitativo en su carrera al involucrarse en un proyecto tan alejado de lo que había ofrecido hasta la fecha, todo esto hace que Seconds funcione de manera casi perfecta.

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Seconds” se presenta, en definitiva, como un relato desesperanzador y cruel, de corrosiva visión acerca de la fragilidad del sueño americano, poseedor de un final tan contundente como inapropiado para la época, en donde se nos avisa de que el sistema está lejos de funcionar de una manera adecuada, un final más propia de un amargo y oscuro episodio de la serie “The Twilight Zone” que de una película del Hollywood clásico, una película en cierta manera adelantada a su tiempo que ha ido engrandeciéndose de una manera justa con el paso de los años, y cuya arriesgada naturaleza formal y genérica explica en parte el fracaso que obtuvo en su estreno por parte de una crítica y público demasiado acostumbrado a los finales felices.

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Valoración 0/5:4’5