“The Climb” review

Kyle y Mike son amigos íntimos unidos por un fuerte vínculo, hasta que Mike se acuesta con la prometida de Kyle. The Climb trata de una tumultuosa pero duradera relación entre dos hombres a través de muchos años de risas, desamor y rabia. También es la historia de dos amigos en la vida real que convierten una profunda conexión en una rica, humana y a menudo divertidísima película acerca de los límites (o la falta de ellos) en cualquier amistad cercana.

Curioso cuanto menos, dado el inequívoco contexto genérico en el que se mueve, la participación en el pasado Festival de San Sebastián, dentro de una sección Perlas cada vez más direccionada a ser una especie de cajón de sastre temático, de la opera prima de Michael Angelo Covino The Climb, film genéricamente prototípico que suele ser más fácil de ver en certámenes tipo Sundance o en menor medida y dentro de un contexto patrio el Americana de Barcelona, un cine independiente norteamericano que queda aquí expuesto a modo de una comedia ácida que empieza con un plano secuencia de cerca diez minutos de duración y que no deja de ser en sí mismo una declaración de intención por parte de sus responsables, en el vemos a dos amigos, Kyle y Mike, el director Michael Angelo Covino y el coguionista Kyle Marvin, subiendo una empinada colina en bicicleta en algún lugar del sur de Francia, la confesión de uno de ellos durante tan extenuante trayecto hará que se destape una caja de truenos que ponga en entredicho a modo de auge y caída una complicada y duradera amistad masculina, dicha accesión o cima no deja de ser una especie de metáfora sobre la no evolución de una relación como veremos más tarde, aquí expuesta en forma de fatigosa batalla cuesta arriba en donde se suele acabar justo donde se empieza, algo que de alguna manera confiere a The Climb la estructura de relato circular.

The Climb pese a ser un tipo de producción bastante detectable en lo referente a su síntesis como hemos citado más arriba en base a su condición de comedia negra indie americana tiene al menos la virtud de ser original con respecto a sus postulados e incluso en lo relativo a su formato, el primer concepto referido gira principalmente a través de exponernos una peculiar amistad que resulta ser tan extraña como toxica. La película, de esas comedias acidas que te pueden arrancar una sonrisa cómplice pero nunca una carcajada, parte de un hándicap bastante detectable en la medida de ser una especie de apéndice algo alargado de un corto anterior realizado por los mismos responsables, la historia está expuesta en base a continuas idas y venidas en donde más que una amistad en si lo que Michael Angelo Covino parece querer contarnos es en referencia al vínculo dependiente creado de tal concepto, los dos protagonistas devienen como completamente antagónicos entre sí, uno resulta ser un inocente bonachón de carácter extremadamente afable, el otro un ser un tanto ególatra y vividor pero principalmente egoísta para con quien les rodea, curiosamente la mezquindad del segundo hará que anhelé y en parte necesite el entorno familiar solido que parece atesorar el primero.

Una estructura episódica expuesta a modo de viñetas y dividida en siete capítulos mostrados a lo largo de varios años, dicha exposición mostrada mediante diversas escenas separadas por diversas elipsis narrativas dan la sensación de ser una especie de añadido sobre otro, conceptos aglutinados a modo casi de historias independientes a lo largo de un periodo de tiempo, no solo en relación a la trama sino también en lo concerniente a una plasmación, a través de tan peculiar e irregular método algunas set pieces funcionaran mejor que otras, en ellas veremos una relación de amor-odio ofrecida a modo de una rara avis que explora el concepto bastante desvirtuado, y por momentos desquiciante, de las buddy movie en donde el dialogo corrosivo también viene acompañado de una técnica y un rasgo estilístico esforzado representado para la ocasión en varios planos secuencias, una labor en donde Michael Angelo Covino junto a DP Zach Kuperstein (The Eyes of My Mother) escenifican cada secuencia casi como si fuera un desafío cinematográfico, utilizando tomas extendidas, cambios de enfoque y un montón de funcionales Steadicam para mantener la acción escénica lo más fluida posible, algo que en parte permite a los actores trabajar a través de sus diálogos sin apenas interrupciones, una tendencia esta que suelen ser muy impropia en este tipo de comedias convirtiendo a The Climb en toda una extravagancia o rara avis merecedora cuanto menos de no caer en el olvido al que parece estar predestinada.

Valoración 0/5:3