“Algunas bestias” review

Algunas bestias nos cuenta como una familia desembarca con entusiasmo en una isla deshabitada en la costa sur de Chile con el sueño de poder levantar un hotel turístico en el lugar. Un fin de semana invitan a los padres de ella con la intención de pedirles un préstamo económico para dar un primer impulso al proyecto, sin embargo cuando el hombre que se ocupa del mantenimiento básico de la isla desaparece de forma repentina, la familia quedará prisionera víctima de las precariedades. Con frío, sin agua y sin apenas certezas, los ánimos y la buena convivencia de todos sus integrantes comenzaran a diluirse poco a poco.

Fue una de las películas más importantes vistas en la pasada edición del Festival de San Sebastián dentro de esa cada vez más emergente sección que es Nuevos Directores y que termino alzándose con el premio principal de dicho apartado. Algunas bestias supone el segundo trabajo tras las cámaras del realizador chileno Jorge Riquelme Serrano tras aquella curiosa opera prima titulada Camaleón, un film, el presente, de estructura pequeña rodado en apenas 10 días y con el propio Jorge Riquelme Serrano convertido en un auténtico hombre orquesta en donde aparte de la dirección se ha encargado el solo del guion, la producción y el montaje de una historia que empieza de una forma algo idílica, o esa es la primera percepción del espectador en relación a una ubicación escénica que nos sitúa en una paradisiaca isla colindante con la costa de Calbuco, a través de dicho conclave territorial y posterior desarrollo seremos testigos de una reunión familiar en apariencia apacible, un fin de semana cuyos invitados en esta ocasión serán un matrimonio maduro acomodado (unos notables Paulina García y Alfredo Castro) que disfrutaran de la compañía de su hija, su yerno y sus dos nietos.

En Algunas bestias, que empieza con un abrumador plano cenital y cuya narrativa afortunadamente resulta bastante más sutil de lo que es su título, asistimos a drama familiar de contornos disfuncionales que lentamente empezara a girar sobre sí mismo para acabar siendo una especie de antítesis de la idea de la que inicialmente parte, a partir de dicha premisa argumental arriba citada percibiremos un tono enfermizo que amparándose en una inequívoca puesta en escena teatral, y provista de conversaciones  que empiezan siendo punzantes para acabar convirtiéndose en hirientes, se nos muestra a una familia encerrada contra su voluntad, dicho enclaustramiento forzoso que en un principio dista mucho de ser paradisiaco ira lentamente convirtiéndose en claustrofóbico dando lugar a la representación de un determinado microcosmos que de alguna manera pretende ser una suerte de reflejo de un país entero de deviene como enfermo, a través de todo ello se nos retrata lo más feo y oscuro que puede llegar a anidar dentro del ser humano. Provisto formalmente de ese tono gélido y aséptico tan característico en películas centroeuropeas en donde se nos muestran disfuncionalidades familiares de todo tipo como por ejemplo, una burguesía mal entendida, homofobia, abuso de roles de poder y otros males endémicos sociales, seremos testigos de cómo Jorge Riquelme Serrano tiene la virtud de representarlos y ejecutarlos de forma muy cercana al espectador en base a la aparente cotidianidad de los actos a los que asiste, esto no significa que el relato no llegue a ser áspero y oscuro, a tal respecto el film, aun provisto de una credibilidad algo dudosa en lo concerniente a esa representación en concreto, tiene el dudoso honor de atesorar la escena posiblemente más hiriente y sórdida vista durante todo el festival.

Un notable tratado, el de Algunas bestias, que da la sensación de transitar acerca de los males que suelen envenenar nuestra sociedad actual relatados aquí a través de un conflicto que devendrá como trágico, posiblemente el subrayado sea demasiado notorio en según qué tramos del film, algo que por otra parte que no deja de ser inherente  en lo referido a la naturaleza de un relato que se atisba como primo hermano, en lo concerniente a su estilo visual y parte de su narrativa, a aquel otro tratado de la crudeza y debilidad humana que era la también chilena El Club de Pablo Larraín, en ambas películas de alguna manera se nos exponen y priman las consecuencias, nunca las causas, a tal respecto no terminamos por fortuna presenciando una historia de denuncia entendida como tal sino más bien a la crónica de una condena moral, una visión de claro índole pesimista con visos de atesorar muy pocos resquicios a la hora de poder encontrar algún tipo de redención posible para con sus protagonistas.

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