“Bad Times at the El Royale” review

Siete desconocidos, cada uno con un secreto, se reúnen en el hotel El Royale, en el lago Tahoe, un sitio ruinoso con un oscuro pasado. En el transcurso de una fatídica noche, todos tendrán una última oportunidad de redención, antes de que todo se vaya al infierno.

De manera acertada el Festival de San Sebastián en su pasada edición tuvo para bien dar un golpe de timón temático en lo referente a las películas que habían sido sus últimas clausuras, en este sentido algún día convendría detenerse de forma algo pausada en las razones de por qué los festivales cinematográficos suelen elegir y otorgar un interés bastante deslucido a los films que suelen cerrar los certámenes, al tal respecto Bad Times at the El Royale de Drew Goddard venía a romper en cierto modo unos últimos años en donde las clausuras no dejaban de ser un paradigma de puros convencionalismos a cual más neutro posible.

Con tan solo una película como director en su haber Drew Goddard es considerado en algunos círculos como autor de culto, su anterior y notable The Cabin in the Woods le otorgó un estatus de creador sofisticado en base a una deconstrucción cinéfila de un claro tono sintáctico en donde sobresalía por encima de todo su sentido del espectáculo en base a una multitud de referencias genéricas. Su segundo trabajo como realizador, la muy esperada Bad Times at the El Royale que parte del neo noir a través de una muy sugerente ambientación retro, es una de esas películas que deja sensaciones ciertamente contrapuestas, ese tipo de cine que se toma su tiempo en indagar en un temario rico tanto en matices como en escenificaciones pero que en ocasiones da la impresión de creerse mejor de lo que realmente es y en donde por momentos llega a ser demasiado esclava del factor sorpresa, a tal aspecto la película es fiel deudora argumentalmente de un enunciado tipo los Diez negritos, de aquellas historias en donde una serie de individuos recluidos en un espacio cerrado no son lo que dicen ser en un principio, sin embargo Drew Goddard no se detiene ahí y dota al film de un baturrillo narrativo por los que se mueven sus variopintos personajes en donde caben, atracos, violencia desmedida, sectas y música, ensamblada todas estas disecciones de tono pulp la intención se vislumbra como muy clara en base a diversos interludios y cronología alterna,  jugar al despiste mediante pistas falsas y diferentes puntos de vista que otorgan a la narrativa la consiguiente vuelta de tuerca, a través de todo ello de alguna manera en su haber detectamos una interesante exposición de situaciones y personajes  a cual más dispar que lamentablemente no está desarrollada ni resuelta de una forma digamos satisfactoria.

Bad Times at the El Royale que en ocasiones de forma quizás demasiado evidente da la impresión de ser muy deudora del cine perpetrado por Quentin Tarantino nos propone y plantea cuestiones tan estimulantes como por ejemplo la incidencia en la sociedad de la iconografía cultural y política (sutil referencia al Watergate) de últimos de los 60 y principios de los 70, de hecho podríamos aseverar que estamos ante un relato situado estratégicamente en lo que muchos consideran el oscuro final del sueño americano, aquel que dio paso a la desconfianza y el temor en detrimento de la confraternización, tan peculiar y en un principio atrayente escenario queda algo deslucido en lo referente al desarrollo de sus personajes y correspondientes tramas, estos deviene como estereotipos que parecen moverse en función de su afiliación genérica, al final la sensación quedara situada a medio camino entre el disfrute y la inconsistencia, tan placentero como por momentos excesivo, su descontrol deviene como bastante manifiesto, en este aspecto la pericia tras la cámara de un Drew Goddard que tiene un muy buen gusto por las citas y las referencias a parte de un eficiente manejo del suspense salva los muebles en más de una ocasión, su cine bascula en todo momento a través de una coreografía de movimientos en base a un notable control en lo concerniente a la creación de sus propias imágenes, lástima que a la hora de ordenar adecuadamente, ejecutar y sobre todo hacer fluir correctamente dichos mimbres y matices diversos estos queden expuestos de forma algo desordenada en una película en donde tenemos la continua sensación durante su metraje de estar esperando una carta escondida bajo la manga que por desgracia nunca llega a materializarse.

Valoración 0/5: 3’5