Crónica festival Americana 2016. Día 1

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Del 3 al 6 de marzo se celebró la tercera edición del festival de cine independiente norteamericano de Barcelona (Americana 2016), un certamen pequeño en lo referente a su estructura pero rico en propuestas e intenciones y sobre todo en ilusión por parte de los que lo organizan, quien sabe si en un futuro, esperemos que no muy lejano, el festival vaya creciendo, de momento hay un público que responde plenamente a lo que se le ofrece y lo que es más importante desde mi punto de vista, la especialización en la que se sustenta el certamen es ahora mismo muy vasta y amplia en lo concerniente a lo que es su oferta actual, hay muchísimo cine independiente proveniente de Estados Unidos interesante, posiblemente dado las limitaciones del propio festival no se llegue a abarcar esta tendencia de una forma más amplificada en lo concerniente a dicho sector, sin embargo si ya en la pasada edición se creó la sección NEXT (dedicada a propuestas de índole más arriesgadas) este año se inauguró una sección exclusivamente dedicada al cine documental (Americana DOCS), una temática que ya de por si da suficiente material interesante como para hacer un festival solo dedicado a ello. A continuación un resumen de lo más destacado visto en estos tres días en un festival que tuvo como denominador común las reuniones familiares o de amistad, expuestas desde diferentes ópticas y conceptos, y que tuvo como principal punto de referencia en el publico dos films vistos en Sitges y que obtuvieron un sold out en sus diversos pases, “The Invitation” y “Tangerine“, film que contó con la presencia de su director de fotografía Radium Cheung.


King Jack

Jack tiene 15 años, un hermano mayor que pasa de él y una madre demasiado ocupada trabajando como para darse cuenta de sus problemas. Su vida tiende al drama adolescente: Las chicas se ríen de él, la escuela es un palo y sólo falta un grupo de chicos mayores, capitaneados por Shean, que lo persiguen y abusan de él día tras día. No parece que su situación vaya a mejorar con la llegada de su primo pequeño, Ben, de quien se tendrá que ocupar unos días. De hecho las cosas todavía pueden empeorar.

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Uno de los muchos debuts en la dirección que se pudieron ver en esta edición fue el de Felix Thompson y su “King Jack“, un film correcto en base a su empatía formal pero algo desprovisto en cómo saber utilizar de una forma más arriesgada la garra emocional, una película que transita por tendencias y caminos bastantes reconocibles dentro de un cierto tipo de cine independiente norteamericano, en “King Jack” asistimos
  a las vivencias y al intento de supervivencia de un problemático joven adolescente ubicado dentro de un entorno claramente hostil, desarraigo emocional familiar + acoso con el bullying de trasfondo + primeros escarceos sentimentales, elementos estos muy reconocibles dentro de un contexto habitual muy determinado.

Posiblemente “King Jack” llegue a abusar por momentos de ciertos tópicos e inherentes clichés temáticos, sin embargo su gran baza y en donde consigue ganar algunos enteros en lo referente a su narrativa está en cómo saber exponer esa naturalidad de tono idealista en clave teen, ese aprendizaje emocional expuesto de forma algo fluida en la trama del film en apenas 48 horas de vivencias, un enclave temporal en donde nuestro protagonista tendrá que dilucidar qué camino a seguir tiene que ser el correcto, de sus decisiones estar el recuperar ese reinado emocional al que hace referencia el título y que por circunstancias de la vida perdió tiempo atrás.

Valoración 0/5:2’5


Take me to the River

Ryder es un adolescente inocente y ensimismado de California. Se ve obligado a asistir a una reunión de familia en el centro rural de los Estados Unidos e intenta pasar desapercibido. Enseguida se convierte en el ídolo de su prima pequeña, Molly, que le sigue a todas partes. Pero un pequeño accidente hace que Molly acabe con el vestido manchado de sangre. Esta anécdota enrarece el encuentro y las sospechas caen sobre Ryder. Un ambiente enrarecido y peligroso plana sobre todos los asistentes con consecuencias imprevisibles.

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Otros de los films que basculaban en un principio alrededor de la problemática adolecente fue “Take me to the River” del también debutante Matt Sobel, aunque expuesto desde una perspectiva muy poco convencional y muy diferente de por ejemplo “King Jack“, el film que reseñamos más arriba.

Take me to the River” es de esos films que sin saber muy bien si lo hacen de una forma voluntaria o no juegan constantemente a la confusión y al despiste de tono incomodo tanto a nivel narrativo como temático, hasta llegar a una conclusión final que invita a una cierta reflexión nada complaciente, un descontrol  conceptual que abarca desde la comedia negra de equívocos de tono esperpéntico hasta un cierto costumbrismo dramático-familiar para acabar presentándose en forma de agria fábula moralista acerca de los abusos sexuales, todo ello sustentado en lo referente a su ambigüedad genérica, un curioso y algo deslavazado catálogo de comportamientos que terminan convirtiéndose en reversibles, los de una familia dividida entre los que habitan en la urbe y los que han tenido que subsistir dentro de esa América profunda. “Take me to the River” posiblemente no llegue a conceptuar de una manera sólida lo que es su propio tono, principalmente debido a una naturaleza que la deriva hacia una diversidad algo tosca, sin embargo si logra funcionar como atípico vehículo en el que a través de un festín humorístico de contornos incomodos termina por esbozar un servicio de cierta denuncia social, un esquema este que aunque expuesto desde unas diferentes coordenadas la llegan a emparentar por momentos a la notable “The Hunt” de Thomas Vinterberg.

Valoración 0/5:3’5


Krisha

Krisha lleva años sin hablar con su familia. La vida no ha sido fácil. Pero sus problemas parecen controlados, se siente en paz y es el momento ideal para reencontrarse con su familia y agradecer el apoyo a hermanos y sobrinos. Nadie parece tenerle en cuenta la ausencia ni los malos momentos pasados. Y Krisha lo quiere celebrar preparando ella misma la mejor comida de Acción de gracias de sus vidas. Por desgracia en pocas horas de convivencia todo empieza a enrarecerse. ¿Será o no el día de Acción de gracias soñado por todos ellos? Krisha tendrá que hacer frente a sus temores, debilidades y sentimiento de culpa delante de toda su familia.

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Krisha” fue indudablemente la apuesta más arriesgada presentada este año dentro del festival y la más interesante con diferencia desde mi punto de vista, Trey Edward Shults en una nueva opera prima nos ofrece un impactante y demoledor retrato contado en primera persona (extraordinariamente interpretado por Krisha Fairchild) acerca del doloroso proceso mental que ocurre en el trascurso de una cena de acción de gracias visto a modo de fracaso emocional-coyuntural dentro de los lazos familiares, visto y vivido a través de una mente perturbada que paulatinamente ya cayendo en una asfixia emocional que por momentos hace que el film llegue a bordear el terror psicológico.

Krisha” no es presentada a modo de puzle argumental dentro del arco evolutivo pasado-presente de la protagonista, lejos de un tono críptico su narrativa es hasta cierto punto bastante adivinable, pero este es un recurso necesario pues estamos ante un viaje paulatino y nada complaciente en donde la combinación de elementos técnicos deviene como algo primordial, ejemplar plano secuencia inicial, montaje, fotografía y sonido que ayudan a crear una atmósfera desquiciada en donde prima lo irreal y lo onírico. Pocas veces se ha visto en una pantalla una experimentación del dolor y sobre todo de la indefensión de manera tan aguda e hiriente a la hora de intentar reparar unos vínculos rotos sin ningún tipo de posibilidad de llegar a ser restaurados, el gran mérito de Trey Edward Shults que aparte de saber jugar con todos los elementos de los que dispone es huir de cualquier juicio de valor en lo referente a comportamientos, hasta cierto punto da igual el porqué de la situación, lo importante es hacernos partícipes de ese desasosiego y esa confusión mental, una experimentación que transcurre a través  de una deconstrucción de miedos internos expuestos de forma muy dolorosa, unos atributos estos que termina validando una propuesta autoral totalmente llena de riesgos, huyendo y situándose al mismo tiempo en las antípodas de cualquier tipo de convencionalismos.  

Valoración 0/5:4


They Look like People

Wyatt ya no tiene pareja, ni trabajo, ni esperanza. Con este panorama se refugia en casa de su único amigo, Christian. Éste intentará ayudarlo sacándolo de fiesta, recordando buenos tiempos pasados, presentándole gente, en definitiva, haciendo de amigo. Lo que Christian no sabe es que Wyatt oye voces y recibe llamadas nocturnas que le advierten de un ataque zombie. Unas voces que le advierten de que el fin está cerca. Que nadie es quien él piensa que es y que van a por él. Wyatt sabe que no puede ser verdad. Que quizás se está volviendo loco. Pero todo es demasiado real. No puede parar de pensar en ello. Y mientras se prepara para lo peor pondrá a prueba su amistad con su mejor amigo.

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They Look Like People” debut en la dirección de Perry Blackshear se presentaba a modo de un producto de claro empaque low-cost que intenta adentrarse en los laberintos del llamado terror psicológico a través de una historia que transitar alrededor de un viaje a la parte más oscura de la mente del ser humano, posiblemente estemos ante una de las películas presentadas este año en el festival (la única propiamente de género) que desaproveche de una manera muy notoria su en un principio brillante premisa.

Básicamente podríamos definir a “They Look Like People” como una propuesta fallida por más de un motivo, ese supuesto terror genérico del que intenta hacer gala brilla claramente por su ausencia, tal como está planteado el film seguramente la única vía en su narrativa valida la direccionaba hacia un ámbito completamente diferente al que finalmente toma, el elemento fantástico podríamos decir que aquí queda prácticamente diluido o relegado a un plano invisible a favor de una suerte de metáfora nada sutil y con un final de claro tono naif acerca de la confianza-desconfianza del individuo en sí mismo y de las personas más cercanas que lo rodean, utilizada aquí como herramienta disyuntiva de autodestrucción. Cuando un producto de estas características hace aguas los medios (ínfimo en este caso y rozando casi lo amateur) en lo que se sustenta juegan muy en su contra, del mismo modo vemos como sus escasos ochenta minutos de duración por momentos se hacen largos, esos intervalos un tanto absurdos de comedia en teoría ubicados a modo de respiro ante una supuesta e incómoda tensión dramática acumulada terminan por empeorar el conjunto, seguramente debido a que “They Look Like People” llega a inquietar muy poco, por no decir prácticamente nada, demostrándonos que a veces no vale solo con huir de lo explicito sino que hay que saber manejar lo sugerido con bastante más tino.

Valoración 0/5:1’5